SABER, QUERER, OSAR Y CALLAR
El
título del presente trabajo no es para el común de las personas,
más que una suma de cuatro
verbos. Sin embargo, en aquellos casos
en que se ha tenido oportunidad de tomar contacto con literatura calificada como “esotérica”, se podrá
inmediatamente evocar que estas palabras obedecen a un propósito en particular,
tanto por el hecho de encontrarse juntas, cuanto por el orden en el que se
presentan.
Nos
dice Eliphas Levi en “La Clave de los
Misterios”, “…la valentía unida a la
inteligencia es la madre de todos los éxitos en este mundo, para iniciar, uno debe conocer, para cumplir uno debe querer, para querer realmente hay que atreverse,
y para recoger en paz los frutos de la propia audacia
hay que mantener silencio…”
Si
bien son muchas las interpretaciones que
pueden darse a estas palabras, tanto exotérica como esotéricamente, y desde
un análisis menos o más
profundo, es decir bajo la protección de la columna Dórica
hasta la que confiere aquella
de estilo Compuesta, en el caso
del Gr.·. de C.·. puede ser
relacionado a una de las primeras enseñanzas dadas
por el V.·. M.·. al H.·.
A.·. en la ceremonia de Adelanto, en el sentido
que existen cinco
gradas que deberá
subir para penetrar en el
templo, siendo cada una emblema de las
condiciones necesarias para obtener la entrada:
Ø La inteligencia
Ø La rectitud
Ø El
valor
Ø La
prudencia
Ø El amor a la humanidad
Al respecto, la inteligencia
es la que le permite SABER que
existe un sendero, que la casualidad pertenece al reino de la ilusión y que
todo en esta vida tiene un propósito, todo un momento y todo un lugar, tal como
dice el Libro del Eclesiastés, esta inteligencia –racional, intuitiva, o como
quiera clasificársele- es la que le sugiere
y confirma que
su existencia presente
–su aquí y
ahora- tiene un significado individual y colectivo. Es la
inteligencia que le permite reconocer y procesar la luz que le fue conferida el
día de su iniciación.
Es
además esta inteligencia la que le permite SABER que el Karma, entendido para este efecto como la sujeción a un camino personal e intransferible, que en
términos comunes podría denominarse “predestinación”
no es inamovible, y que tanto es así que dicha posibilidad de cambio es la que da significado al libre albedrío del cual goza, y sobre
la base del cual debe emplear el mallete
y el cincel para lograr su perfeccionamiento.
La rectitud por otra parte, contiene en si la noción de estabilidad, que es además el significado de la Pase del Compañero, es el
QUERER permanecer, el deseo de mantener el propósito, decidir sobre
la base de su libertad continuar en el
sendero. El QUERER, como acto volitivo está representado en la marcha del Compañero que significa la persistencia en el ideal, puesto que a pesar de las desviaciones que pueda efectuar por decisión propia o por factores externos a su
persona, opta por seguir en el sendero para poder ingresar
al templo.
El
Compañero quiere lo que su inteligencia y la
rectitud de su pensamiento y
sentimientos le aconsejan
como lo apropiado y lo mejor para
él, que
en este
caso es el descubrimiento del particular
destino que a partir del conocimiento de la letra G, se le presenta.
Sin este QUERER, que presupone saber el objeto del afecto y poseer la pureza y
firmeza del sentimiento, no es posible ningún avance tal como dice
el Evangelio de Lucas, Capitulo 14, 26-27,
“Si alguno viene a mí, y no aborrece
a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también
su propia vida; y
el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”.
El
valor es la tercera grada que debe alcanzar el C.·., valor que debe desarrollar para
el presente y para el futuro
cuando le llegue el momento de ingresar al templo. Es el valor que debe permitirle
OSAR, lidiar con el miedo y con
la duda que reiteradamente lo van
a abordar, y que es producto
de su propia
condición humana. Miedo y duda que le genera el intuir que el viaje
que debe afrontar es arduo y muchas veces
sinuoso y desconocido, y que sin embargo
sabe debe realizar y evitar posponer.
Debe OSAR,
tener el valor
y la valentía de poder decir como Cristo
en el Huerto de Getsemaní en el momento de dolor y de tristeza, en
esos instantes en que se le muestra el “Silencio de Dios”: “Padre, si para ti todo
es posible, aparta de mi este cáliz, pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tu”.
Es menester aclarar
que dicha actitud no representa ni un abandono ni una
apología al sufrimiento, sino todo lo contrario,
puesto que partiendo de la premisa que
todo tiene un sentido y un significado, el
valor para enfrentar estos tragos
amargos, es la que finalmente otorgara
un crecimiento permanente al H.·., lo
cual además no es meramente un tema de crecimiento
personal, sino de algo más profundo y concreto.
Nos dice Dion Fortune
en su obra "Esoterismo Práctico para la Vida Diaria", que “…cuando
un iniciado empieza a liquidar su karma, deliberadamente lo
invoca y acelera. El resultado inmediato
es doble: por una parte, una
crisis en todos los asuntos de su vida, y por otra, un repentino aumento de su
poder para superarla. Después que ha pasado ese período
crítico no se presenta
más karma para
liquidar y puede decirse en verdad que todas las cosas funcionan bien para quien ama a Dios, porque
su buen karma comienza
a obrar sin impedimentos, ya que está en
posesión de los poderes ganados en ese período en que ha vencido toda
resistencia”.
Es
entonces bajo la idea del aprendizaje que debe ser efectuado en esta existencia,
y que implica deshacerse de los lazos karmicos negativos, que el H.·. M.·.
debe OSAR en cada decisión que se le presente, optar por
aquella que le conduzca a este objetivo, aunque en un principio no vea claro el horizonte ni sea
el camino más transitado o el más cómodo, el que ha de seguir.
De
otro lado, debe poseer la prudencia
para CALLAR aquello que vea con
sus sentidos y con el corazón, y que no pueda ser revelado a quien aún vive en el
reino de las ilusiones, CALLAR su misión y las acciones que practique para llevar
a efecto el Amor a la Humanidad que constituye objeto de su labor en este
Gr.·., y en definitiva, obrar de
acuerdo a lo señalado en Matero, Capitulo 7, 6: "No den lo santo a los
perros, ni echen sus perlas delante
de los cerdos, no sea que las pisoteen, y después
se vuelvan contra ustedes y los despedacen”.
Respecto
del amor a la humanidad que es el
quinto de los escalones, el que
colinda con el frontispicio del
templo, y representa la última de las condiciones
señaladas por el V.·. M.·., debe
señalarse que constituye el centro de
la labor a desempeñar en el Gr.·. de C.·.
Cabe
citar,
sobre esta quinta grada, lo indicado
por Richard Bach en la bella historia de “Juan Salvador Gaviota”, quien
desarrolla en forma excelente este tema:
El
maestro le dice a Juan Salvador Gaviota:
“…en diez mil años no he visto una gaviota con menos miedo
de aprender que tú, …, si quieres,
podemos empezar a trabajar con el tiempo, hasta que logres volar por el pasado y el futuro, y
entonces, estarás preparado para empezar lo más difícil, lo más colosal, lo más divertido de todo; estarás preparado para
subir y comprender el significado
de la bondad y el amor…”
Estando Juan en el cielo,
“…se sorprendió pensando una y otra vez en la Tierra de la que había venido. Si hubiese sabido allí una décima, una centésima parte de lo que ahora
sabía,
¡cuanto más significado habría tenido
entonces
la
vida!...”
…"empezó a preguntarse si habría una gaviota allá abajo que
estuviese esforzándose por romper sus limitaciones, por entender
el significado del vuelo
más allá de una manera de trasladarse para
conseguir algunas migajas caídas de un bote. Quizás hasta hubiera
un Exilado por haber dicho la verdad ante la Bandada. Y mientras más practicaba Juan sus lecciones de bondad, y mientras más trabajaba
para conocer la naturaleza del amor, más deseaba
volver a la Tierra. Porque, a
pesar de su pasado solitario, Juan Gaviota había
nacido para ser instructor, y su manera de demostrar
el amor era compartir algo de la verdad
que había visto, con alguna gaviota que estuviese pidiendo sólo una oportunidad de ver la verdad por sí misma”.
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