La Estrella Flamígera
Jorge Norberto
Cornejo
Introducción
Uno de los símbolos más
universalmente utilizados en Masonería es la Estrella Flamígera[1].
Se la encuentra prácticamente en todos los Ritos; es la “marca” fundamental del
grado de Compañero y uno de los emblemas más inspiradores que la Orden le ofrece a sus
miembros. Ahora bien, ¿qué simboliza realmente la Estrella Flamígera ?
Algunos Rituales del Rito
York afirman que simboliza a Dios, o a lo Divino en general. Desde mi punto de
vista, esta interpretación es inaceptable, no sólo por su carácter religioso,
sino porque no se entiende de qué forma el símbolo se relaciona con lo
simbolizado.
Tampoco aporta demasiado
decir que la
Estrella Flamígera era un signo pitagórico de salutación,
porque en tal caso se trataría de un emblema convencional, elegido en pie de
igualdad con muchos otros.
Mackey
dice que la
Estrella Flamígera simboliza la prudencia, pero esto parece una
interpretación exotérica de poco valor iniciático. Eventualmente,
más que la «prudencia» en un sentido convencional, deberíamos vincularla con el
concepto griego de «frónesis», del que la prudencia es una derivación
secundaria.
En la Ética a
Nicómaco, de Aristóteles, la frónesis (del griego:
Φρόνησις, phronesis, y esta de «phroneo», comprensión) es la virtud
del pensamiento moral, normalmente traducida como 'sabiduría práctica', a
veces también como 'prudencia' (en cierto sentido se contrapone a
la hibris o ‘desmesura’). A diferencia de la Sofía (o sabiduría
superior), la frónesis es la habilidad para pensar cómo y por qué debemos
actuar para cambiar las cosas, especialmente para cambiar nuestras vidas para
mejor. La
frónesis es un momento de reflexión antes de actuar, no por mera prudencia,
sino por el ejercicio de la sabiduría. Según
Aristóteles, la frónesis es el fundamento y la matriz de la praxis.
La
interpretación precedente puede ser interesante, pero a todas luces es poco
satisfactoria. Entre la idea simbolizada y el objeto que la simboliza debe
existir algún tipo de conexión, algo en la forma del símbolo que lo relacione
con el concepto del que busca ser la síntesis y la imagen figurativa.
En
ese orden de ideas, la
Estrella Flamígera refiere, obviamente, a algo de tipo
astronómico, y creemos que es en la astronomía donde podemos hallar su
verdadero significado.
A lo largo del tiempo, se
han propuesto cuatro objetos astronómicos como candidatos a ser simbolizados
por la Estrella
Flamígera : el Sol, la Estrella Polar , la
estrella Sirio y el planeta Venus.
Descartemos el Sol, porque
eso implicaría repetir un símbolo que ya se encuentra en el Oriente de los
Templos masónicos.
Sin embargo, entre la Estrella Polar y la Estrella Flamígera
propiamente dicha existe una diferencia. Ubicar la Polar en el Oriente, entre
el Sol y la Luna ,
no tiene demasiado sentido. Por el contrario, cuando la Estrella Flamígera
se dibuja en el techo del Templo, en el centro exacto del mismo[2],
sí puede asociarse significativamente con la Polar. Tal asociación
se hace aún más relevante cuando de la Estrella desciende una plomada, que “cae”
exactamente sobre el Altar, en el punto preciso en que la escuadra y el compás
descansan sobre el Libro. En tal diseño simbólico, si la Estrella representa el
Centro del Mundo, la plomada indica el Eje correspondiente.
Por lo tanto, podemos
concluir que, entre la
Estrella Flamígera y la Estrella Polar
existe una relación simbólica, pero la misma no es significativa cuando la Flamígera se representa
en el Oriente, como es la situación más habitual.
Pasemos a examinar la Estrella Sirio.
Esta era la “estrella perro” de los antiguos egipcios[3],
dado que su salida helíaca[4]
anunciaba el próximo desborde del Nilo. Sirio, “como un fiel perro guardián”
advertía a los egipcios de la cercanía de la inundación que fertilizaba el
valle del Nilo.
Sirio es la estrella más
brillante del firmamento, y en ese sentido podría calificarse de “flamígera”.
Además, Sirio desempeñó un papel importante en numerosas mitologías y
religiones antiguas. Sin embargo, no podemos encontrar para este astro una
aplicación específicamente masónica.
Entonces, ¿a qué corresponde
la Estrella
Flamígera ? Considero que podemos encontrar una respuesta en
la religión sumeria del tercer milenio antes de Cristo.
En la referida religión, la
estrella Sirio cumplía una función importante, tanto en la determinación del
ciclo agrícola como en su condición de divinidad en sí misma. Su nombre sumerio
significa “flecha del cielo”[5].
Ahora, si bien Sirio era
considerada como una de las divinidades principales, estaba subordinada a “la estrella dominante de Dios sobre el
resto de los objetos celestes”, que para los sumerios era el planeta Venus.
Y es con Venus con quien
queremos relacionar, precisamente, el simbolismo de la Estrella Flamígera.
Venus
Obviamente, Venus no es una
estrella, sino un planeta, y esto era perfectamente conocido por los antiguos.
Sin embargo, visto a ojo desnudo Venus aparece como una estrella brillante, lo
que justifica los calificativos de “Lucero de la Mañana ” y “Lucero de la Tarde ” que ha recibido[6].
Precisamente, Venus siempre
se observa un poco antes del amanecer o un poco después del anochecer, lo que
la asocia al Sol, cerca del que se encuentra la Estrella Flamígera en los
Templos masónicos. Es posible que en la antigüedad Venus se viera mucho más
luminosa que desde las ciudades actuales, por lo que los egipcios la
calificaron de “una estrella giratoria
que difunde su fuego en la tempestad”, mientras que para los mesopotámicos
era “un diamante tan destellante como el
Sol, siempre rodeada y coronada por llamas”. En las enseñanzas Martinistas,
se dice que los sumerios consideraban a Venus como hija de la Luna y hermana del
Sol.
Las observaciones
astronómicas más elementales revelan que Venus presenta fases como la Luna, y
desde antiguo se la ha asociado con ciclos de muerte y renacimiento.
Joseph Campbell ha estudiado
ampliamente el significado del sacrificio ritual del Rey, una práctica
relativamente habitual en las culturas antiguas[7].
En efecto, fue una costumbre en numerosas culturas neolíticas que el Rey fuese
sacrificado periódicamente (muchas veces por su propia mano, en un suicidio
ritual totalmente ajeno al pensamiento moderno) y que tal sacrificio
supuestamente se realizara para garantizar la fertilidad de la tierra y la
prosperidad de la población[8].
El Rey era entonces, mitológica y simbólicamente, comparado con el planeta
Venus.
¿Cuál es, en Masonería, ese
Rey simbólico que es sacrificado? Hiram Abiff.
Quizás la respuesta pueda
sorprender, porque efectivamente Hiram Abiff no era Rey, como sí lo eran los
otros dos Grandes Maestros: Salomón, Rey de Israel e Hiram, Rey de Tiro. Pero
aquí la condición “real” no guarda relación con el gobierno o el ejercicio del
poder, sino que está vinculada con el Rey arquetípico de la cábala y de la
alquimia.
En los Rituales masónicos
más antiguos, y en algunos Rituales actuales del Rito York, la Cámara del Medio era el
lugar donde los Compañeros recibían su salario, y no la Logia donde se reúnen los
Maestros, como es el uso actual. El candidato a ser recibido Compañero, tras
superar la prueba del Guardatemplo, ingresaba a la Cámara y contemplaba la
Estrella Flamígera. Era como si el nuevo Compañero viera, por primera vez, al
Gran Maestro cara a cara.
¿Qué tiene, entonces, Venus
para ofrecer dentro del simbolismo masónico, en su relación con la Estrella
Flamígera? En primer lugar, analicemos el emblema tradicional de Venus:
Se compone de un círculo,
que representa lo infinito, y de una cruz, que corresponde al mundo finito. Por
lo tanto, este símbolo implica una cierta mediación entre el micro y el
macrocosmos, mediación que Hiram, como héroe civilizador, como encarnación viviente
del Logos, representa perfectamente, así como también lo hacen los rayos de una
Estrella, que se originan en el Cielo pero llegan hasta la Tierra. El símbolo
de Venus es similar a la cruz ansata de los antiguos egipcios, símbolo de la
vida. Pero la vida, en el sentido de su generación, sustento y procreación,
está estrechamente vinculada con lo femenino, en su sentido mitológico, y sobre
ese aspecto quisiéramos extendernos.
La Gran Madre Arcaica
En
las distintas culturas antiguas, Venus siempre se ha relacionado con
divinidades de sexo femenino: Ishtar en Asiria, Astarté en Fenicia; Afrodita en
Grecia; la misma Venus en Roma, entre muchas otras. De una forma u otra, se
trataba de la Gran Madre, la Divina y Celeste Madre Universal, a veces
compasiva de la humanidad sufriente, a veces, como la Kali de la India,
sedienta de la sangre de sacrificios humanos. Una diosa, por lo tanto, con dos
rostros: uno amante, otro terrible.
No
es, por lo tanto, casual, que la Estrella Flamígera, símbolo del planeta Venus,
presida en la Cámara del Medio, ese sacrificio ritual del Rey que la Masonería
conoce como la muerte de Hiram[9].
La
Gran Madre, el eterno femenino, es también uno de los símbolos universales de
la Belleza, y recordemos que, en la tríada de los Grandes Maestros, Hiram Abiff
corresponde a la Belleza, así como Salomón lo hace con la Sabiduría e Hiram de
Tiro con la Fuerza o Fortaleza.
Se
podrá afirmar que estas asociaciones son un tanto confusas. De hecho, lo son.
Es que en la Masonería, institución de origen definidamente masculino,
encontramos una búsqueda inconsciente y casi caótica de lo femenino. Símbolos
como las “Marianas masónicas”[10],
como la rosa, la Sophia, las representaciones femeninas de la gnosis, etc.,
representan una forma de buscar, a tientas, la representación de lo femenino,
como un intento de alcanzar la expresión completa de lo humano, que incluye tanto
lo masculino como lo femenino.
La
Estrella Flamígera, en el Oriente de los Templos masónicos, es una presencia
viva del principio femenino, aunque no siempre se la reconozca como tal.
La conjunción de
los opuestos
En
distintas oportunidades se ha interpretado la Estrella Flamígera como símbolo
del Hombre, y se ha llegado a representar el miembro viril en la intersección
de las dos “piernas” de la Estrella. En nuestro estudio, la Estrella Flamígera
se ha revelado como un símbolo de lo femenino.
Esto
no es contradictorio, ni tampoco debe sorprendernos. Más allá del carácter
“fluido” de cualquier símbolo de naturaleza esotérica, que le permite
representar tanto un idea como su contrario, la Estrella aparece entonces como
un emblema de la conjunción de los opuestos, de la fusión de las polaridades,
del tercer término equilibrador, de la síntesis que, armonizando los opuestos
complementarios, al mismo tiempo los trasciende.
No
es casual, por lo tanto, que en el Oriente la Estrella se sitúe entre el Sol y
la Luna, entre el positivo y el negativo, pues ella manifiesta y expresa la
conjunción de los opuestos.
A modo de
conclusión
Distintos
autores han intentado vincular el simbolismo masónico con la astronomía[11].
Son conocidas las obras de Dupuis y Volney sobre el tema, así como los extensos
trabajos de Ragón sobre la misa católica, los antiguos misterios, los ritos
masónicos y sus referencias celestes[12].
Sin
embargo, es un error pensar que el simbolismo masónico reproduce literalmente
objetos y/o hechos astronómicos, pues en tal caso no sería un simbolismo, sino
una mera reproducción de lo ya existente.
Muchos
de los símbolos masónicos han sido tomados o se han inspirado en “esas cosas que se ven en el cielo”,
parafraseando a Carl Jung. Sin embargo, esto se ha hecho con el propósito de
representar algo más, de avanzar un paso, de “traer el cielo al Templo masónico”, con el objetivo de servir de
soporte simbólico a abstractas ideas metafísicas. En este trabajo hemos buscado
mostrar cómo, a través de la Estrella Flamígera, asociada con el planeta Venus,
el Eterno Femenino “asoma” dentro del contexto esencialmente masculino de la
Masonería, y avanza hacia la noción de la conjunción de los opuestos, objetivo
final de la Iniciación.
Análisis
similares pueden realizarse respecto de otros símbolos masónicos. Decir, por
ejemplo, que Hiram representa al Sol y los tres Asesinos a los meses del
invierno, en realidad es empobrecer el símbolo. Queda planteado, por lo tanto,
para futuros trabajos, emplear las referencias astronómicos como un puente
levantado para otorgar profundidad, y no para banalizar, los símbolos
masónicos.
[2] Como ocurre en algunos Templos del Rito York y en Templos antiguos
de distintos Ritos.
[3] El calificativo “estrella perro” explica por qué Sirio forma parte
de la constelación denominada “Can Mayor”.
[5] Sería interesante relacionar este nombre mitológico con la flecha
simbólica que aparece en algunos grados del Rito Escocés, tales como el 21°
(Noaquita), en el que la flecha desciende desde el cielo hacia la tierra, y el
26° (Escocés Trinitario), en el que una flecha tricolor reemplaza el mazo del
Maestroi.
[6] Estas dos apariciones del mismo astro lo califican, a su vez, como
un símbolo apropiado de la ley de dualidad.
[8] Se ha dicho que, en
la versión evangélica convencional, el hecho de entregar a Jesús (el “rey” de
los judíos) para que fuese ajusticiado fue una expresión más de esta práctica.
[9] No es
contradictorio que la misma Estrella sea el héroe sacrificado y la diosa que
preside tal sacrificio. Tales asociaciones son comunes en el pensamiento
mitológico. Además, aquí tenemos una primera aproximación al tema de la
conjunción de los opuestos.
[11] Ciencia que, en
cualquier caso, se relaciona con el simbolismo masónico por formar parte del
Cuadrivium.
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