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Friday, June 28, 2019

La Espada en el Rito Escocés Rectificado | R.E.R. - Ramón Martí Blanco


La Espada en el Rito Escocés Rectificado | R.E.R.




Espada Ritual Oficial | R.E.R


Estilo Treboleada



Ramón Martí Blanco




Una de las cosas que llama la atención al profano que desea iniciarse en el Rito Escocés Rectificado es la indumentaria que debe adquirir para entrar en la Orden. Algo imprescindible desde el comienzo es la espada. No es de extrañar que desde la Iniciación hasta los últimos grados sus miembros portemos al cinto la espada, pues el Régimen Escocés Rectificado es un sistema masónico y caballeresco de tradición cristiana. Uno de los distintivos del caballero es su espada. En esta plancha quisiera reflexionar sobre el simbolismo de la espada para nosotros masones y caballeros cristianos. Oigamos un notable testimonio que nos llega desde la Edad Media de la pluma de un gran pensador y místico hispano nacido en Mallorca y que entre sus numerosas obras nos ha legado su Libro de la Orden de Caballería, me refiero a Ramon Llull. En este libro sobre la caballería cristiana, Llull afirma:

“Todo lo que viste el sacerdote para cantar la misa tiene algún significado que conviene con su oficio. Y como oficio de clérigo y oficio de caballero convienen entre sí, por eso la orden de caballería requiere que todo lo que necesita el caballero para cumplir con su oficio tenga algún significado que signifique la nobleza de la orden de caballería. Al caballero se le da espada, que está hecha a semejanza de cruz, para significar que así como Nuestro Señor Jesucristo venció en la cruz a la muerte en la que habíamos caído por el pecado de nuestro padre Adán, así el caballero debe vencer y destruir a los enemigos de la cruz con la espada. Y como la espada tiene doble filo, y la caballería está para mantener la justicia, y la justicia es dar a cada uno su derecho, por eso la espada del caballero significa que el caballero debe mantener con la espada la caballería y la justicia.”

Libro del orden de caballería

Vemos pues, siguiendo a Llull, que la espada “está hecha a semejanza de cruz” y con ella el caballero debe vencer a los enemigos de la cruz a imitación de Cristo que venció en ella la muerte en la que habíamos caído todos por la desobediencia de Adán. Y del mismo modo, la espada del caballero significa, el deber que tiene éste de defender la caballería y la justicia.

Pero, ¿cuáles son los enemigos de la cruz que debemos vencer con la espada? Está claro que la espada que portamos actualmente es de carácter ritual y meramente simbólico, muy al contrario del uso al que era destinada en la Edad Media y en siglos posteriores hasta muy recientemente.

Los enemigos de la cruz son todos aquellos actos del hombre que vienen a impedir que se levante de la caída y del estado de postración en el que se encuentra. Son aquellas tinieblas que no reciben y detestan la Luz, como leemos en el Prólogo de San Juan. Soy yo mismo cuando me dejo arrastrar por las pasiones y las obras que ensombrecen mi imagen y semejanza con el Creador.

La espada simboliza esa lucha interior consigo mismo que el masón rectificado debe emprender a diario, con constancia y sin descanso. Como nos recuerda la Regla Masónica:

“Desciende a menudo hasta el fondo de tu corazón, para escudriñar en él hasta los rincones más escondidos. El conocimiento de ti mismo es el gran eje de los preceptos masónicos. Tu alma es la piedra bruta que es necesario desbastar: ofrece a la Divinidad el homenaje de tus sentimientos ordenados, y de tus pasiones vencidas.”

Y más adelante nos recuerda la misma Regla:

“que tu alma sea pura, recta, veraz y humilde. El orgullo es el enemigo más peligroso del hombre…”

Allí en el corazón es dónde debemos dar la batalla a las pasiones desordenadas para vencerlas. Nuestra espada simboliza esto en primer lugar. Es una guerra “santa” no como la entiende el mundo profano, sino “santa” porque es espiritual y mística, y sus armas son armas de la luz otorgadas por la Ley de la Gracia, como nos recuerda el Apóstol Pablo:

“Porque no estamos luchando contra hombres de carne y hueso, sino contra las potencias invisibles que dominan en este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales del mal habitantes de un mundo supraterreno. Por eso es preciso que empuñéis las armas que Dios os proporciona, a fin de que podáis manteneros firmes en el momento crítico y superar todas las dificultades sin ceder un palmo de terreno. Estad pues, listos para el combate: ceñida con la verdad vuestra cintura, protegido vuestro pecho con la coraza de la rectitud y calzados vuestros pies con el celo por anunciar el mensaje de la paz. Tened siempre embrazado el escudo de la fe, para que en él se estrellen todas las flechas incendiarias del maligno. Como casco, usad el de la salvación, y como espada, la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios.”
2 Efesios 6, 12-17

Aquí está el fundamento y el sentido de la caballería cristiana en su más hondo sentido espiritual. En él la espada, nos dice el Apóstol, es la Palabra de Dios. Esto se describe en el Beato de Liébana, códice de Fernando I y doña Sancha, donde se representa un jinete, montando un caballo blanco de cuya boca sale una espada de doble filo, citando al Apocalipsis de San Juan, que dice:

“Vi luego el cielo abierto y un caballo blanco, cuyo jinete, llamado “Fiel” y“Veraz”, había comenzado ya a juzgar y a combatir en aras de la justicia. Sus ojos eran como llamas de fuego; múltiples diademas ceñían su cabeza; llevaba un nombre escrito, que sólo él era capaz de descifrar; vestía un manto empapado en sangre, y su nombre era “Palabra de Dios”. Cubierto de finísimo lino resplandeciente de blancura, los ejércitos del cielo galopaban tras sus huellas sobre blancos caballos. Una espada afilada salía de su boca…”
3 Apocalipsis 19, 11-15

¿No nos recuerda este texto las vestiduras de ciertos caballeros que unían en sí admirablemente la caballería y el monacato cristiano?

Siguiendo el discurso sobre el simbolismo de la espada, vemos que está relacionada con la Justicia y la Palabra divinas. Son éstas las que deben “herir” el corazón hasta el fondo para purificarlo como el oro en el crisol, disipando en él toda tiniebla de error y falsedad, haciendo brillar el sol de toda virtud. En la Palabra reside nuestra fuerza. No podría ser de otra forma. A su uso como signo exterior de nuestro dominio sobre la naturaleza nos exhorta la Regla Masónica:

“Sírvete del don sublime de la palabra, signo exterior de tu dominio sobre la naturaleza, para salir al paso de las necesidades del prójimo, y para encender en todos los corazones el fuego sagrado de la virtud”

La Palabra se convierte entonces en una espada flamígera, ígnea, de doble filo, que penetra hasta lo más profundo inflamando nuestro ser con el Espíritu del Logos. Restaura y desvela al mismo tiempo. Nos pone frente a nuestra propia verdad y a nuestro Yo más íntimos, y por otro recrea nuestro corazón asemejándolo al del Yo divino. El texto de la Carta a los Hebreos es muy revelador:

“Fuente de vida y de eficacia es la Palabra de Dios; más cortante que espada de dos filos, y penetrante hasta el punto de dividir lo que el hombre tiene de más íntimo, de llegar hasta los más secretos pensamientos e intenciones.”
5 Hebreos 4, 12

La espada es efectivamente también un símbolo axial, significando axial = central, el axis mundi, o eje del mundo, la espada, pues, viene así a simbolizar la fuerza de la Fe en la palabra de la Verdad, sin la cual, la Ley sola no sabría conducir al Masón a la verdadera Luz.

Recapitulemos lo hasta aquí expresado brevemente. En la tradición cristiana occidental la espada simboliza el poder y la fuerza, e históricamente se ha reservado como arma propia del guerrero, del caballero, como defensor de las fuerzas del Bien, representadas en el soberano legítimo y en la santa religión cristiana. Como símbolo dual, espada de doble filo, es capaz de quitar la vida pero también de proveer la energía regeneradora que destruye las tinieblas del error y la ignorancia para que a través de la Palabra que sale de la boca de Dios, establecer la paz y la justicia, de ahí su hondo sentido espiritual y de purificación del corazón. La dualidad se hace presente en la espada como símbolo de este Verbo o Palabra divina, con su doble poder creador y destructor, según la tradición cristiana y que hemos testimoniado con el texto del Apocalipsis de San Juan.

El doble filo simboliza el bien o el mal del que es capaz aquel que empuña la espada, dependerá de su corazón el usarla en uno u otro sentido, por eso la espada como arma de luz desvela lo que oculta el corazón. Como símbolo de la Justicia, significando la equidad, el equilibrio y la armonía entre los contrarios, la espada indica el justo medio entre los extremos de las pasiones desordenadas. “In medio virtus”, en la expresión latina que emula el clásico enunciado de Aristóteles: “La virtud se halla en el centro”.

Es el sentido axial de la espada que hemos dicho antes como eje del mundo. Cuando nuestro corazón está en armonía con la Palabra hemos alcanzado el centro y todo en él está ordenado a su fin y restaurado en su plan original.

La espada para el Masón rectificado, como para el caballero cristiano, es signo del combate espiritual que debe enfrentar cada día y a lo largo de toda su vida. Un combate espiritual, una lucha interior, en la que se debe enfrentar con peligros innumerables que brotan de su propio ego y que la tradición cristiana expresa como tríada de enemigos a vencer: “Mundo, Demonio y Carne”.

Es decir, el peligro de las vanas glorias humanas, riquezas, honores, poder, prestigio, dominio, placer, etc…, siempre tentadoras como cantos de sirena; el peligro cierto de las fuerzas del Mal y las Tinieblas, del bajo astral en otra terminología, al que muchos sucumben seducidos por extrañas doctrinas; y el peligro de nuestro propio Yo y de la soberbia de querer ocupar el lugar de Dios, invalidando su Palabra “Fiel y Veraz”.

Es la triple tentación que sufrió Cristo en el desierto y de la que salió vencedor con la sola fuerza de la Palabra de Dios. Esa y no otra, debe ser la fuerza del que empuña simbólicamente la espada en nuestra Orden.

Sin querer agotar y extenderme por otros simbolismos de la espada recogidos en otras tradiciones no cristianas y en el complejo mundo de lo esotérico, quisiera añadir el gesto, por todos conocidos, del rito de armar a los nuevos caballeros, me refiero al momento de dar el golpe con la hoja plana de la espada en los hombros del candidato, y que la literatura caballeresca y el cine han difundido ampliamente.

La espada aquí tiene entonces, como en la Alquimia, en la Gran Obra, un sentido de purificación a través del Fuego Filosófico y del Agua de Vida. El caballero es consagrado por otro caballero que le comunica la Luz a modo de nuevo nacimiento, de bautismo simbólico, por la fuerza del Espíritu de la Palabra divina. Es símbolo del “hieros logos” pitagórico como potencia del Verbo Creador.

También decir que para que el acero de la espada tenga utilidad y no se quiebre al golpear, debe estar templado, al igual que todo iniciado en su búsqueda debe lograr este temple. Templar significa tomar conciencia de su propia esencia, de quienes somos imagen y semejanza, de dónde hemos sido arrojados y cuál es nuestro sublime destino.

Cuando logramos alcanzar esta realización interior, este pulir y trabajar la piedra bruta que somos cada uno de nosotros para que sea útil a la construcción del templo que elevamos junto a los Hermanos, es cuando alcanzamos ese equilibrio que simboliza la espada con la Justicia divina que es el mismo, y no otro, que simboliza la cruz para el cristiano, elevada como estandarte entre el cielo y la tierra, entre Oriente y Occidente, y que se ha convertido para siempre en el eje del mundo, y en el centro de todo centro. El cual pende de ella como el fruto más excelente de la Humanidad reintegrada: el Verbo Encarnado, Jesucristo.


Valles de Barcelona, España, el 27 de Febrero de 2015


Sunday, December 30, 2018

Discurso Iniciático (A todos los hombres de buena voluntad)


DISCURSO INICIÁTICO
(A todos los hombres de buena voluntad)

xxx
Hombre de Deseo, hermano desconocido, tú que caminas hacia Tebas, en cualquier región de nuestras tierras en donde te encuentres, es en ti que pienso y es a ti que me dirijo. Es en ti que pienso y es a ti a quien le hablo; porque en los desiertos preparatorios has aprendido nuestro idioma materno y los verbos primitivos de los Antiguos son para ti, como para nosotros, luminosas antorchas, oh viajero desconocido que amo como a un hermano. Mañana serás el maestro poderoso de los reinos terrestres; aún ayer ¿no eras el esclavo de la última de las razas y no servías a los reptiles de la tierra? Hoy, discípulo de un Maestro, incierto en el porvenir, tímido todavía, te espantas en las puertas de la Luz.
Quizá repasando en tu memoria las etapas recorridas para llegar hasta ahí, encontrarás alguna nueva seguridad, alguna enseñanza para el presente. Cuando viniste, saliendo del mundo entre nosotros, eras solo un recuerdo del hombre cuyo nombre llevabas. Pero todas tus facultades, todas tus virtudes, todas tus promesas a tus antepasados estaban sumergidas en el olvido voluntario en donde las habías dejado dormirse. Pertenecías a esta masa humana concebida en el pecado y por el pecado, visto las inconscientes iniquidades de los que te engendraron.
¡Qué cuadro tan lúgubre el de esta vida humana a la cual pertenecías totalmente hasta entonces! El hombre, portador en el seno materno de defectos hereditarios y cargado ante la vía de un destino ya doloroso, aparece un día aplastado bajo el peso de esas “tenebrosas pasividades”. Nace, va a recibir interiormente la leche maculada de esas mismas manchas, y exteriormente miles de tratamientos torpes que van a deformar su cuerpo antes de que esté formado.
Concepciones pervertidas, lenguas falsas y corrompidas van a asaltar todas sus facultades y expiarlas en el curso de su desarrollo para luego infectarlas. Viciado en su cuerpo y en su espíritu antes de poder usarlo, va a entrar en la triste administración de los que lo rodearán en su primer año, quienes sembrarán al azahar en esta tierra gérmenes desordenados y malos. La juventud, la edad viril será solo un desarrollo sucesivo de todos estos gérmenes. Un régimen físico casi siempre contrario a la naturaleza va a seguir presionando en contrasentido del principio de su vida.
Desviado cada vez más de su línea, y codicioso de ciencias externas, lleva hacia afuera y desparrama todas las facultades de su espíritu en lugar de llevarlas hacia su interior, el que le hubiera enseñado todo y dado todos los tesoros. Se olvida en ocasiones fútiles e ilusorias que aparecen ante sus ojos como la realidad, y que borran para él hasta la pasividad del tiempo. Y así es como en medio de una tempestad perpetua, llega al término de su vida, atormentado por los procedimientos de una medicina ignorante, de una filosofía mundana todavía más dolorosa a su espíritu, a la que hasta entonces escapaba.
Este es el pueblo de donde salías, viajero perdido, cuando una voz te llamó por tu nombre; un nombre quemaba tu corazón y viniste a engrosar las filas de los HOMBRES DEL DESEO, a pesar de los temores, a pesar de los sufrimientos previstos. Pero ¿cuál fue tu gran virtud? ¿Cuál método, cuales ciencias te enseñaron para sublimar tu ser? A los que habías llamado, a los que amabas como hermanos, como amigos reencontrados, y a quienes pedías que dirigieran tus pasos hacia las ciudades luminosas, te mostraron el desierto atrás de ti. Te hicieron entender que toda la obra debía estar en ti, que necesitabas 40 días y 40 noches de meditación para aprender a conocerte y a reconocer a tus amigos de tus enemigos y a las jerarquías de sus fuerzas.
En ti mismo y en tu alma descubriste todos tus principios, y así debía de ser porque no hubieras sido renovado en todas tus sustancias si no hubieras aprendido tantas grandes verdades sino por la Tradición, y si no hubieras tenido el conocimiento íntimo de los nombres por experiencia y por sentimiento. Silenciosamente esperabas en algún retiro que madurara en ti el deseo y que tu espíritu se aclarara. Y así fue en efecto, porque lentamente se hizo el progreso y entendiste la palabra de Dios, y que tu real ser, tu verdadera individualidad, solo podían estar en El.
Uno de los signos más vivos de tu progreso en este camino fue el día que sentiste que las cosas de este mundo no son reales; entonces, un solo asentimiento de la vida cambió todos tus ídolos y te revelaron la diferencia que separa el mundo espiritual de éste ensamble de fantasmas polimorfos huyentes e inconstantes, que integran la región natural a la que estamos ligados por nuestro cuerpo.
Eso fue TU ILUMINACIÓN.
Todo lo que llamamos hoy ha desaparecido y todo volvió a tomar el nombre universal del Anciano de los Días. En el Norte y en el Sur, en Oriente y en Poniente penetraste el espíritu universal; pero desde hace 4 días como Lázaro, resucitas en tus 4 grandes facultades primitivas. Nada de descanso, nada de tregua hasta que despertó en ti esa impetuosidad vital, tu esencia, por lo cual debías rechazar de ti a todos los mercaderes, quienes querían establecer la sede de su negocio en tu Templo.
La continuidad del esfuerzo, la lucha cotidiana y la tensión permanente del alma: he aquí las condiciones indispensables para la iluminación espiritual. Porque cuando más grandes fueron tus progresos, más grandes se levantaron los obstáculos en tu camino. Interrogantes, escépticos y estériles interlocutores se levantaron en ti mismo para confundir tu mente, y los milagros que te pidieron, cumplidos o rechazados, te dejaron más débil ante ellos. Sufriste las tentaciones y las amenazas antes de salir de tu desierto, pero fue una firme y alegre batalla porque conocías LA LEY. Solo es al precio de los grandes sufrimientos como se hace la REGENERACIÓN.
Todos los símbolos y todas las Tradiciones así nos lo enseñan. El Sol pasa en el meridiano inferior antes de aparecer, glorioso, en el Oriente; antes de que la vida penetre, es necesario que el sufrimiento absoluto, el desamparo y la devastación se hayan congelado en nuestras venas y que destruyan en nosotros todo lo que hacía su presencia imposible.
Esta vía de muerte es la que debe atravesar cada hombre, y los que se elevan y se apuran lo hacen más rápidamente y por consecuencia más dolorosamente. Esta es la vía que siguieron nuestros Maestros: la del verdadero Filósofo. Con la prueba terminada dejarás victorioso el desierto y estarás lleno de claridad intelectual y de ese íntimo ardor, fruto de tus trabajos, que es el camino nuevo hacia las ciudades de los hombres. Pero desconociste los símbolos materiales; ya no tienes nada en común con ellos y ya no sueñas con ese sueño pesado.
Portador de armas demasiado fuertes y demasiado protegido contra los ataques ilusorios de tus enemigos, ya no sabes actuar en el mundo de las pasividades; te entra el egoísmo o la duda y las crisis terribles de la incertidumbre te paralizan y te prosternan. Y entonces el que estaba tan orgulloso de su elevación, se rebaja, vuelve a bajar en busca de un apoyo, y suplica en la noche por un Hermano Mayor, más cultivado por la posesión de los poderes, para que un Adepto aparezca y le hable. Si tantas son tus angustias, con tu espíritu hermanado a mi espíritu, y con tu corazón unido a mi corazón, escuchemos juntos lo que han revelado los Maestros, los cuatro Maestros que regresaron vivos del Jardín de las Granadas. A cuatro voces cantaron el cántico de la alegría, esa alegría desbordante, alegría sobrehumana, violenta y fecundante.
Dijeron: “¡Vosotros que desean aprender, aprendan! No basta con que sepan que EL HOMBRE ES UN PENSAMIENTO DE DIOS, y aquí se detenga nuestra ciencia; falta también QUE SEA UNA PALABRA.
Solo así será regenerado en su naturaleza original. Del maravilloso Jardín de donde regresamos nadie se absorbe en inmóviles contemplaciones, porque la Luz perpetua es una activa y continua creación. El pensamiento no se puede afirmar sin crear alrededor la serie de seres que fueron sus operaciones y que se vuelven sus facultades activas. La muerte y las palabras de destrucción y de aniquilamiento, ahí son desconocidas porque la vida chorrea y desborda las paredes del Jardín en flores. Desgracia para los profetas que enseñan las doctrinas de terror, de odio y de destrucción.
Huyan los que desprecian la carne y la sangre y el alma en la plenitud de sus formas porque todas las promesas se mantendrán y la regeneración es una obra viva”.
AMA, HABLA, ACTÚA”.
“Alrededor de ti y por todos lados nacen guerreros para apoyar tus esfuerzos; hoy tus hermanos los poetas están en la calle, hablan en las plazas, vienen con gestos como de palmas y con verbos como espadas”.
Sea o no tu destino ser de los felices testigos, siembren alrededor de ustedes las potencias regeneradas, ustedes quienes son los depositarios y no los propietarios. Sean los terapeutas de los materiales y de los instintos, y los guías de los anímicos.
Envuélvanse para descender.
Recuerden las palabras de que “no es el alba de la luz que debía advertir a tu alma de tales deberes cotidianos y de la hora cuando el incienso debe ser quemado sobre tus hogares; es tu voz misma la que debía llamar el alba de la luz y hacerla lucir sobre tu obra, a fin de que luego puedas desde lo alto de este Oriente, vaciarla sobre las naciones dormidas en su inacción y sacarlos de sus tinieblas".
Ese es tu papel y tu deber, HOMBRE REGENERADO, porque eres un intermediario entre lo Eterno y lo Temporal, entre el Presente y el Futuro.
Con las palabras del Maestro entenderás dónde se acaban tus poderes y dónde comienza la obra providencial. Porque instruido por ellos, atravesarás los 3 grados de la Iniciación Teosófica. Así es como los sabios Kabalistas daban a sus discípulos nombres diferentes en su nacimiento al misterio, en su mayoría simbólicos al adeptado tradicional.
Así es como el que leía en las estrellas las voluntades de Dios antes de que fueran ejecutadas en la tierra le llamaban TEKOA, el hombre de los sufrimientos, el hijo de JOCHAI; y cuando regresó enseñando, sus discípulos lo llamaron como lo llamamos siempre desde entonces:
RASCHBI, el HOMBRE NUEVO.Fraternalmente:
DR.
MARC HAVEN
(Emmanuel Lalande, yerno del Maestro Philippe).



Portal del Régimen Escocés Rectificado del Guajiro


Monday, August 28, 2017

Jean Baptiste Willermoz y La Reforma de Lyón

Jean Baptiste Willermoz y
La Reforma de Lyón



“…Cristianos, no os hagáis ilusiones, y cualesquiera que sean vuestras opiniones
sobre el estado de las almas justas que dejan este mundo, no olvidéis nunca
que nada impuro puede entrar en el Cielo y que el que se lleva con él la menor mancha
no puede habitar con el que es la pureza y la santidad misma…”


Jean Baptiste Willermoz
Tratado de las dos naturalezas


1.- Jean-Baptiste Willermoz y los martinezistas de Lyón

En 1767 tuvo lugar un hecho que cambiaría el destino de muchos masones europeos, y aseguraría la supervivencia de gran parte de las doctrinas de los martinezistas de la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo. Sucedió que en el seno de una logia martinezista, fue introducido uno de los hombres más trascendentes de la francmasonería del siglo XVIII a quien se lo llegaría a considerar entre los masones más poderosos de su tiempo. Nos referimos a Jean-Baptiste Willermoz.

Había nacido el 10 de julio de 1730 en la ciudad de Lyón, la misma en la que murió, noventa y cuatro años después, el 20 de mayo de 1824. Su vida, a diferencia de la de muchos líderes masones de su generación, es ampliamente conocida gracias a numerosas cartas, actas y documentos que dejan ver, no sólo al personaje, sino también su pensamiento, su amor a la verdad, su inquebrantable búsqueda de una masonería trascendente y el triunfo de su causa, perpetuada hasta nuestros días en el Régimen Escocés Rectificado.

Su figura ha sido objeto de brillantes biografías, en especial la escrita por Jean-Francois Var, traducida al español por el Gran Maestro y Gran Prior del 
G.P.D.H. Ramón Martí Blanco -Jean-Baptiste Willermoz, Su obra- que hemos tomado como base documental. Sin embargo, Willermoz no sólo es una figura central de la francmasonería, puesto que también atrajo la atención de muchos investigadores que, sin ser masones y, hasta en cierta medida, críticos de la Orden, han reconocido en su pensamiento y acción una singularidad sólo superada por Joseph de Maistre, de quien hablaremos a su turno. En Willermoz, las doctrinas del iluminado Martinez de Pasqually alcanzaron su apogeo y encontraron al genio político que las llevaría hasta el corazón de los líderes más notorios de la masonería europea.

Una breve semblanza de su vida nos diría que a los catorce años era aprendiz de un comerciante de sedas de la ciudad y que a los veinticuatro ya era propietario de su propia sedería que se convertiría en un próspero establecimiento, al punto de permitirle vivir con holgura hasta 1782, año en que la vendió. La fecha coincide con la realización del Convento de Wilhelmsbad en el que tendría capital participación, lo que hace suponer que la decisión de desprenderse de su negocio fue consecuencia de su deseo de dedicarse plenamente a las actividades masónicas.

Fue el mayor de trece hermanos, pero tuvo especial relación con tres de ellos, el doctor Pierre-Jacques Willermoz, Antoine Willermoz –ambos masones como él- y su hermana mayor, que quedó viuda siendo muy joven y que se dedicó a atenderlo y acompañarlo durante su larga soltería, pues Jean Baptiste se casaría a los sesenta y cinco años con una huérfana, Jeanette Pascal que tenía tan sólo veinticuatro.

Su vejez le trajo consigo profundos dolores: Jeannette le dio una niña en 1804, pero sólo vivió unos días. En 1805 tuvo un niño que moriría en 1812, pero antes de esa fecha, en 1808, perdería a su mujer y a otro niño en un parto prematuro. Todos estos acontecimientos que ensombrecieron su vejez no le impidieron mantener un fuerte vínculo con la masonería, en una época signada por acontecimientos políticos y sociales de enorme magnitud.

Centraremos ahora la atención en su intensa vida masónica.

Willermoz fue iniciado en 1750, a la edad de veinte años, en una logia de Lyón. En 1752, solo dos años después, ya era su Venerable Maestro. Al igual que muchas logias francesas, reinaba en su taller cierto relajamiento que no condecía con lo que Jean-Baptiste esperaba de la Orden. Según el mismo relata en una carta que dirigiera a von Hund (14 de diciembre de 1772)[1], decidió fundar una nueva logia con un grupo de hermanos que compartían sus mismas aspiraciones. La denominaron La Perfecta Amistad y en 1756 obtuvieron una carta patente de la Gran Logia de Francia.

Continuó al frente de la logia hasta 1762, año en el que ya se desempeñaba como presidente de la Gran Logia de Maestros Regulares de Lyón que él mismo había contribuido a fundar. A partir de 1763 fue nombrado Gran Guarda Sellos. En 1765 lo encontramos fundando un capítulo independiente con el nombre de Capítulo del Águila Negra, junto con su hermano Pierre-Jacques, cuya actividad principal era la investigación alquímica. Para ese entonces, Willermoz poseía un profundo conocimiento de las distintas vertientes masónicas y se había convertido en un incansable buscador de sistemas y Ritos que inspirasen un espíritu renovado y a la vez tradicional a la francmasonería. Algunos autores no dudan en atribuirle la creación el grado emblemático de “Caballero Rosacruz” que luego se incorporaría al Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Finalmente, en 1767, tomó contacto con la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo -en la que fue introducido por Bacon de la Chevalerie y el marqués de Lusignan- y descubrió el enorme potencial iniciático contenido en la doctrina de Martinez de Pasqually. Entabló una profunda relación con el conde Luis-Claude de Saint Martín, que era discípulo y secretario de Martinez, pero también un hombre con un conocimiento extraordinario y un misticismo con características propias, que llegaría a convertirse en un filósofo iluminado del nivel del sueco Sewemborg.[2]

Cuando Martinez partió a Santo Domingo en 1772, Saint Martín vino a instalarse en Lyón, que se convirtió en el centro más activo del matinezismo masónico. Willermoz tuvo oportunidad de discutir con Saint Martín aquellos puntos que, creía, debían ser reestructurados en la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo, aunque con el tiempo ambos hombres se distanciarían y tomarían por caminos diversos. Ese mismo año, descubrió la existencia de la Orden de la Estricta Observancia Templaria que –en palabras de Maurice Colinon, lo sedujo para siempre.

Muerto Martinez en Puerto Príncipe, Willermoz asumió el mando de los Élus Cohen de Lyon y los reorganizó. El camino quedaba expedito para soñar en una Gran Orden que sellara la unidad de la francmasonería escocesa.

2.- El colapso de la Estricta Observancia

Es preciso aquí abrir un paréntesis. En la crónica histórica de nuestro libro "El otro Imperio Cristiano" detuvimos la narración en el momento de expansión de uno de los movimientos masónicos más poderosos creado a instancia de los masones escoceses estuardistas, exilados en Francia. Nos referimos a la Orden de la Estricta Observancia Templaria, organizada por el barón alemán Carl Gotthelf von Hund en cumplimiento de una misión encomendada por los más altos jefes de la masonería católica jacobita.

Hacia 1742, cuando ya los escoceses dominaban las principales estructuras de la masonería francesa y pugnaban por expandir la presencia y acción de los Altos Grados, el mariscal Belle-Isle inició a Hund durante su estancia en Francfort -a donde había concurrido con motivo de la coronación de Carlos VII- y lo llevó a París. Los estuardistas percibieron en Hund al líder que buscaban para llevar a cabo la restauración final de la Orden del Temple y, sin esperar más, en 1743, los nobles escoceses lord Cliffords y lord William Kilmarnock, en presencia de un misterioso Caballero de la Pluma Roja, confirieron una carta patente al barón alemán a fin de que iniciara la obra.

Le impusieron el nombre secreto de eques ab ense (caballero de la espada) y le dieron potestad y jurisdicción sobre la antigua VII Provincia Templaria, precisamente Alemania. Hund resultó ser un hábil organizador y muy pronto logró la adhesión de un numeroso contingente de nobles y aristócratas alemanes dispuestos a acompañarlo en tamaña empresa. La Estricta Observancia se constituyó en una orden secreta y poderosa gobernada por supuestos Superiores Desconocidos cuya verdadera identidad nadie –ni el propio Hund- conocía. Su principal objetivo era el de restablecer la Orden del Temple que, según el caballero escocés Michel de Ramsay y el alto mando jacobita, había sido la verdadera fundadora de la francmasonería. No repetiremos aquí lo ya dicho, puesto que este ha sido el tema central de nuestro primer volumen.

Sin embargo, insistiremos en un concepto fundamental a la hora de evaluar los acontecimientos posteriores: La Estricta Observancia, también denominada Masonería rectificada o Reformada de Dresde –puesto que el sistema había sido en principio adoptado por las logias de Unwürden y Dresde- “...pretendía ser, no ya la heredera, sino ir mucho más allá y reinstaurar la Orden del Temple, abolida en 1312...”[3] Diremos también que los problemas de Hund comenzaron cuando debió justificar frente a sus hermanos la veracidad de aquel mandato y la existencia de los Superiores Desconocidos.

En 1763, un supuesto dirigente de la Orden, de origen alemán pero que se hacía pasar por inglés con el nombre de Johnson, irrumpió en la escena y afirmó ante los jefes de la Estricta Observancia que era un enviado del Capítulo de Old Aberdeen, supuesto asiento de los Superiores Desconocidos. En principio logró engañar a los desprevenidos -incluido el propio Hund- y hasta se animó a ordenar la quema de gran parte de la documentación de la Gran Logia de los Tres Globos de Berlín, por considerarla propia de una falsa masonería.

Mientras esta situación causaba sorpresa y preocupación entre los caballeros, Johnson convocó a un Capítulo en 1764 en el que anunció que sólo él podría en adelante crear caballeros y que estaba en posesión de poderes conferidos por superiores desconocidos de Escocia y Oriente. La situación era complicada para el barón Hund, puesto que no podía contradecir sino apoyar las afirmaciones de Johnson en cuanto al origen templario de la misma y la existencia de los supuestos superiores desconocidos. Pero no podía tolerar que nadie más que él, que era el Gran Maestre de la Orden en Alemania, pudiera disponer de la facultad para conferir grados superiores.

Se produjo un giro inesperado en los acontecimientos. Hund decidió hacer pública la existencia de la Orden, invitando a todos los francmasones a reconocer la legitimidad de su sistema y jurarle lealtad como único jefe. Llamó a una asamblea en la ciudad de Altenbourg y procedió a organizar la Orden en las antiguas siete provincias templarias; creó nuevos caballeros y fue aclamado Gran Maestre. En tanto, una investigación exhaustiva de los antecedentes de Johnson dio como resultado que era un farsante que había estafado a numerosos incautos, abusado de la confianza de su antiguo señor, el duque de Bernbourg y robado documentación valiosa a un noble de Curlandia. Encarcelado y condenado como convicto de robo, fue oportunamente encerrado en el castillo de Wartenbourg donde moriría años después.

La Orden tomó un impulso inusitado. Fueron incorporados importantes príncipes alemanes y en muy poco tiempo se convirtió en el sistema masónico dominante en Alemania. El carácter riguroso de acatamiento y obediencia al nuevo sistema hizo que se lo denominara de la Estricta Observancia. Se invitó a todas las logias alemanas a que se rectificaran, esto es, que aceptaran la Reforma de Dresde y aceptaran el origen templario de la francmasonería, así como la ininterrumpida existencia de una conducción secreta desde los tiempos de Jacques de Molay: los Superiores Desconocidos. Numerosas logias acudieron al llamado, circunstancia en la que parece haber tenido gran responsabilidad un insigne masón llamado Schubart de Kleefeld, tesorero de la Estricta Observancia, cuya reputación e influencia convenció a muchos de la necesidad de tal rectificación.

En tanto que Hund y Schubart avanzaban en la organización de la Orden, surgió un nuevo elemento que trajo conflictos internos a la Estricta Observancia. Johann August Stark, pastor protestante y teólogo de la Universidad de Weimar –convertido en secreto al catolicismo- creó una corriente que se conocería como clerical o clero de Stark, cuyos miembros sostenían poseer los antiguos secretos e incluso conocer el lugar donde se hallaba el tesoro templario. Stark había sido recibido francmasón en 1741, en el seno de una logia militar francesa de tendencia jacobita. Había ingresado a la Estricta Observancia bajo el apelativo de eques ab aquila fulva y, con habilidad, logrado la adhesión de importantes cuadros de la Orden que apoyaban su reforma.

Hund -que por entonces se encontraba seriamente debilitado ante la creciente expectativa de los masones, que comenzaba a dudar de la legitimidad y el origen de su autoridad- se vio tentado por Stark, que afirmaba haber sido enviado por los Superiores Desconocidos para instruir a los caballeros. Ofrecía a Hund una fusión de ambos ritos a cambio de su subordinación.

Se puede uno imaginar el grado de confusión que a este punto reinaba en las filas de la Estricta Observancia, cuya causa primaria no era otra que la necesidad y la insistencia en sostener una filiación de la que no había ninguna prueba. A ello debemos agregar la creciente inquietud de monarcas y señores ante el rumor de que la Orden reclamaría las antiguas posesiones templarias. Si esto se llevaba a cabo, si una acción coordinada de los numerosos príncipes y nobles pertenecientes a la Estricta Observancia -con mando sobre tropas y ejércitos propios- presionaban por la cuestión patrimonial del Temple, un verdadero tembladeral sacudiría a los estados europeos.

Una vez más, Schubart se convirtió en un factor clave para el futuro de la Orden y se opuso a la fusión con los clericales, exigiendo que se enviaran delegados a Escocia y a Florencia a fin de aclarar definitivamente la veracidad de los dichos de Stark. El recuerdo del escándalo de Johnson estaba fresco en la cabeza de los alemanes. Como era de esperar, al llegar a Old Aberdeen, los masones escoceses afirmaron no saber nada de los Superiores Desconocidos; tampoco se hallaron los tesoros prometidos en Florencia.

La Orden de la Estricta Observancia entró entonces en su etapa final, signada por un estado deliberativo que dio lugar a una sucesión de asambleas que desembocarían en el célebre Convento de Wilhelmsbad. En el Convento de Köhlo, celebrado en 1772, von Hund fue desplazado de la conducción de la Orden, proclamándose al duque Ferdinand de Brunswick Gran Maestre General de la Orden de los Francmasones reunidos bajo el Régimen Rectificado (Magnus Superior Ordinis). Se inició entonces un proceso de reorganización administrativa que completó la restauración de las antiguas provincias templarias. La tarea iniciada por von Hund fue completada gracias a la acción de un importante núcleo de dirigentes entre los que cabe destacar a los barones de Weiler y de Waechter.

Quedaron así constituidas las siguientes jurisdicciones: II° Provincia (Auvernia-Lyón); III° (Occitania-Burdeos); V° (Borgoña-Estrasburgo); VII° (Alemania Inferior-sobre el Elba y el Oder); VIII° (Alta Alemania) y la IX° (Italia, por escisión de la VIII).

3.- Los Élus Cohen y la Masonería Rectificada

En 1772, Willermoz entró en contacto con la Estricta Observancia gracias a la mediación de miembros de una logia de la ciudad de Estrasburgo y del barón de Weiler. En un principio, creyó haber hallado una verdadera orden de iniciados que habían llegado a establecer una vasta red de adeptos a lo largo de Europa. Al igual que Willermoz, los masones rectificados de la Estricta Observancia hablaban de restablecer la orden a su estado primitivo, concepto que estaba en sintonía con la doctrina de la reintegración de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo.

Los alemanes hablaban un idioma similar al de los Martinezistas; aseguraban poseer los verdaderos secretos acerca del origen de la Orden y coincidían en la necesidad de rectificar la francmasonería, apartándola de toda frivolidad. Por otra parte, el riguroso secreto de su filiación se asemejaba a la estricta reserva que mantenían los miembros de la Orden de los Élus Cohen.

El creciente intercambio entre los dirigentes de ambas órdenes terminó convenciendo a los de la Estricta Observancia de que Willermoz y sus hombres cuajaban de manera adecuada a los intereses de la restauración templaria. Sin embargo –y como lo señala claramente Jean-Francois Var- existía una diferencia fundamental entre las dos organizaciones en cuanto al significado de Restablecer la Orden a su estado primitivo:

“... en el espíritu de los miembros de la Estricta Observancia estaba restablecer la Orden del Temple. Pero Willermoz entendió esta formulación en un sentido totalmente diferente: creyó entender que de lo que se trataba era de establecer la Masonería en su estado primitivo, que era el suyo antes de que degenerara, tal y como se había producido en Francia y en todas partes donde había podido investigar...” [4]

Willermoz caería en la cuenta de su confusión cuando –ya incorporado a la Estricta Observancia- descubrió que el único y gran secreto que esta poseía no era otro que el de la reivindicación de su origen templario, una tradición que no le era ajena por haberla aprendido de las tradiciones escocesas muy arraigadas en Francia.

Durante 1773 se adhirieron a la Reforma de Dresde los hermanos de Estrasburgo. Un año más tarde, los de Lyón y Burdeos. Junto con Willermoz, más de veinte lyoneses se unieron a la masonería rectificada de la Estricta Observancia. Brunswick, que lograba de esta forma expandir los límites de la Orden, y que se sentía cada vez más impresionado por las doctrinas de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo, lo nombró inmediatamente al mando de la antigua provincia templaria de Auvernia, que cubría las dos terceras partes de Francia. Se trató, sin dudas, de un momento glorioso para los príncipes alemanes porque, finalmente, el sueño de una masonería rectificada, gobernada por una elite consiente de su pasado glorioso, ardiente de misterios y dispuesta a controlar definitivamente a la francmasonería continental, se volvía una realidad que abarcaba desde las riveras del Danubio hasta los Pirineos.

Pero Willermoz sabía que este poder sería ilusorio y su existencia efímera si no se actuaba con rapidez. Veamos cual era el cuadro de situación:

La masonería francesa atravesaba una crisis radical. Fue justamente el año 1773 el de la fundación del Gran Oriente de Francia, que intentaba federar a todas las logias del reino bajo una sola obediencia capaz de armonizar el conjunto de estructuras masónicas y ritos en vigencia. Si bien es cierto que las corrientes de raigambre escocesa se alinearon con la Gran Logia, que rechazó unirse a la nueva obediencia autoproclamándose Madre Logia Escocesa de Francia, no es menos cierto que el Gran Oriente inició una etapa de crecimiento sin precedentes que lo llevaría a contar con más de 30.000 miembros y 1000 logias en 1789.

A diferencia de las estructuras políticas piramidales de los rectificados, el Gran Oriente se construía sobre las decisiones democráticas de numerosos delegados que actuaban en nombre de sus logias. Estaba dirigido por un Gran Maestre y un Gran Administrador, mientras que los grandes dignatarios eran designados, en algunos casos, por el Gran Maestre y elegidos, en otros, por las logias de París y las provincias. En su cabeza estaban dos de los hombres más poderosos de Francia: Felipe de Orleáns, duque de Chartres como Gran Maestre y Charles Sigismond Montmorency, duque de Luxemburgo y Chatillón como Gran Administrador.

Willermoz era tan consciente del poder del Gran Oriente que mantuvo un estrecho contacto con su cúpula, representando a las logias de Lyón y también a las de Estrasburgo con las que lo unía una profunda alianza. En los años siguientes, cuando el Gran Oriente comenzó a dar muestras de preocupación, llegó a proponer que se nombrara al Gran Maestre Protector de las logias rectificadas.

Mientras esto sucedía en Francia, en Alemania –donde la Estricta Observancia ostentaba un poder real sobre las estructuras masónicas- se multiplicaban los intentos por romper la hegemonía de los príncipes templarios. Las sucesivas crisis de la Orden habían terminado en grandes divisiones y aparecían nuevos líderes. Uno de ellos, Johann Wilhelm Zinnendorf, Cirujano en Jefe del Estado Mayor de Berlín, antiguo miembro de la Estricta Observancia, había establecido un nuevo rito, apoyado por el duque de Sudermania y la Gran Logia de Suecia, con fuerte influencia swedemborgiana. Desde 1774 se desempeñaba como Gran Maestre de la Gran Logia Nacional de Berlín que, hacia 1778 ya contaba con 34 logias subordinadas.

Por otra parte, los masones ingleses de la Gran Logia de Londres alentaban a la Gran Logia Real York con base en Alemania, al mismo tiempo que firmaban un acuerdo con Zinnendorf en el que ambas partes se comprometían a tomar todas las medidas necesarias y hacer “cuantos esfuerzos fueran imaginables” para precaver a la masonería contra “esta secta de masones que ha tomado el nombre de Estricta Observancia”

La masonería parecía haberse sumido en una crisis sin fin que daba lugar a la aparición de toda suerte de embaucadores. Algunos de ellos llegaron a convertirse en verdaderas leyendas y sumieron a la Orden en el descrédito y la burla.

Ante este cúmulo de circunstancias, Willermoz comprendió que tenía frente a sí dos herramientas que podrían complementarse y convertirse en un sistema masónico dotado de una profunda riqueza iniciática –la de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo- y de una estructura poderosa y eficaz pero, hasta el momento, carente de espíritu: La Estricta Observancia. Para ello era imperativo liberar a esta última de su atadura templaria. Destemplarizarla para volverla martinezista.

Entre 1744 y 1776 Wilermoz trabaja sobre esta reforma con la ayuda de Saint Martín y de un selecto grupo de hermanos masones de Estrasburgo, entre los que se destacan Jean y Bernard de Turkheim y Rodolphe de Saltzmann. El frente martinezista se une y afianza en sucesivas asambleas de los Élus Cohen, que preparan sigilosamente la reforma.

Finalmente, en noviembre de 1778, se convoca a una asamblea en la ciudad de Lyón ante la que se propone y aprueba la llamada Reforma de Lyón y se erige una nueva Orden Masónica Rectificada que se conocerá como Régimen Escocés Rectificado y su alter ego La Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa.

El nuevo Régimen quedó conformado por:

  1. Una Orden Masónica (también denominada “Clase Simbólica”) que comprendía los grados de Aprendiz, compañero y maestro propios de la masonería simbólica, más un cuarto: Maestro Escocés de San Andrés, una suerte de grado preparatorio para el ingreso al siguiente nivel.

  2. Una Orden Interior que quedaba conformada por los grados de Novicio y Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa.

  3. Una Orden o “Doble Clase” Secreta, sólo conocida por aquellos que la integraran y que comprendía los grados de Profeso y Gran Profeso.

  4. Finalmente, en la cúspide de la pirámide y en el mayor de los misterios, la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo.


De este modo, la Orden quedaba constituida con un nivel primario que correspondía a la iniciación masónica tradicional, un segundo nivel estatuido como una Orden de Caballería y un tercer estamento de naturaleza mística o sacerdotal. Teniendo en cuenta que el primer nivel corresponde al mundo de los oficios (el trabajo), que el segundo a la caballería (relacionado con el armamento y la guerra) y el tercero con la profesión de la fe, podríamos decir que este régimen reproducía a la perfección el orden político-social medieval. Un orden funcional que era el reflejo de una teología cristiana trinitaria y que uno se ve tentado a evocar en su origen protohistórico, ya planteado por Georges Dumézil cuando definió el carácter trifuncional de los antiguos dioses indoiranios.[5]

Si se observa este proceso desde la perspectiva de los hechos que se desatarían apenas diez años después, resulta fácil comprender el profundo abismo que separaba a la masonería rectificada del empuje revolucionario de los masones ilustrados. Se podrá decir que la masonería rectificada actuaba a contrapelo de la historia; que representaba el espíritu del antiguo régimen en contraposición al racionalismo de la enciclopedia; que mantenía la supremacía de la Orden Interior por sobre una estructura masónica que no conocía a sus verdaderos líderes y gobernantes.

Sin embargo, cabe destacar aquí que la francmasonería había constituido, desde su vuelco hacia formas especulativas -cada vez más alejadas de las corporaciones gremiales de la Edad Media- un campo de experimentación ligado a los grandes misterios de la existencia humana y que –en todo caso- se había articulado en la base de una tradición arcaica y ancestral vinculada a las antiguas Escuelas de Misterios.

La ilustración y el siglo de las luces habían traído consigo un nuevo campo de ideas y conocimientos del que la francmasonería –o mejor dicho los masones- no quedaría al margen. Pero el racionalismo y el creciente desprecio por las expresiones religiosas en la sociedad europea eran, en todo caso, los factores que modificaban el escenario, mientras que la Orden Masónica, en tanto iniciática, mantenía su legítimo interés –y era natural que así lo hiciera- en la búsqueda de una espiritualidad trascendente.

La francmasonería del siglo XVIII, en sus diversas expresiones, se mantenía fiel a su tradición judeocristiana y nada hacía suponer que los acontecimientos de 1789 modificaran radicalmente su concepción de la naturaleza humana y divina. Para que tal cosa ocurriera sería necesaria una catástrofe de proporciones –como en verdad ocurrió- que barriera gran parte de aquella tradición para sustituirla por una nueva, construida sobre las ruinas de la anterior.

La “Reforma de Lyón” fue el apogeo de la masonería cristiana, entendida como un retorno a “la tradición cristiana indivisible, nutrida por la enseñanza de los Padres de la Iglesia”.[6] Este espíritu de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa fue claramente interpretado por el jesuita Berteloot que llegó a decir que esta se asemejaba a una Tercera Orden Religiosa: Su fin declarado era la defensa de la Santa Religión y el alivio de los desventurados. Entre sus reglas para la admisión de profanos se hacía especial hincapié en asegurarse de sus principios religiosos, de sus costumbres y de su carácter. De informarse si respetaba la religión, base de la felicidad pública, si no atacaba nunca los principios y sobretodo los sentimientos religiosos con sarcasmos y si estaba penetrado de esa tolerancia dulce y esclarecida, de esa caridad fraternal que la ley cristiana prescribe.[7]

¿Cómo no entender que a esta masonería se incorporaran sacerdotes que no podían más que reconocer y aprobar semejantes reglas? La comunión de Willermoz y su doctrina con el más puro cristianismo primitivo queda expuesta en una carta que le dirigiera a Saltzmann en mayo de 1812 y que recoge Jean-Francois Var en su obra:

“… La iniciación de los Grandes Profesos instruye al masón probado, al hombre de deseos, sobre el origen y la formación del universo físico, de su destino y de la causa ocasional de su creación en tal momento y no en otro; de la emanación y la emancipación del hombre en una forma gloriosa, y de su sublime destino en el centro de las cosas creadas; de su prevaricación, de su caída y de la necesidad absoluta de la Encarnación del Verbo mismo para su redención. Todas estas cosas de las que se deriva un profundo sentimiento de amor y de confianza, de temor y de respeto, y de vivo reconocimiento de la criatura por su creador han sido perfectamente conocidas por los jefes de la Iglesia en los cuatro primeros siglos del cristianismo…”[8]
El Convento de las Galias dio a luz un sistema masónico que reconocía su espíritu en las doctrinas de Martinez de Pasqually adaptadas a un conjunto de grados capaces de actuar como vehículo adecuado para su transmisión. A su vez, al desembarazar a la Orden del vínculo templario que tanta ambición y tanto escándalo habían significado para la Estricta Observancia, permitía remontar los orígenes de la francmasonería a una tradición primordial sin por ello negar que hubiese adoptado distintos canales para su expresión a lo largo de la historia, incluida claro, la Orden Templaria.

Sancionada la Reforma de Lyón en Francia, Ferdinand de Brunswick y Carl von Hesse-Casel comprendieron la necesidad de aplicarla en Alemania a fin de convertirla en universal. El sueño de una unidad de la masonería rectificada estaba en marcha. Pero mientras ello ocurría, las fuerzas contrarias iniciaban su embate final, organizándose en torno a un oscuro personaje en los claustros universitarios de Baviera.


[1] Var, ob. cit. p. 62.
[2] Nacido en 1743, Luis-Claude de Saint Martín fue el más importante discípulo de Martinez de Pasqually. Esta estrecha relación espiritual no impidió que –con el transcurso de los años- Saint Martín comenzara a dejar de lado las prácticas de su maestro, especialmente de los aspectos mágicos y teúrgicos de los rituales de los Élus Cohen. Sin apartarse de la filosofía de Martinez, Saint Martín desarrolló un sistema místico antes que mágico y –si se quiere- más cristiano.
[3] Martí Blanco, Ramón “El Rito Escocés Rectificado: Su historia, sus orígenes, su doctrina” Libro de Trabajos 1998/1999 Logia de Estudios e Investigaciones “Duque de Wharton” Tarragona, Arola Editors, 1999 p. 190.
[4] Var, ob. cit. p. 88.
[5] Cf. Dumézil, Georges “Los dioses soberanos de los indoeuropeos” Barcelona, Herder, 1999.
[6] Marti Blanco, Ramón; ob.cit. p. 191.
[7] Colinon, Maurice, “La Iglesia frente a la Masonería” Buenos Aires, Huemul, 1963, p. 93.
[8] Var, ob. cit. pp. 100-101


Fuente: Portal del Régimen Escocés Rectificado del Guajiro

Saturday, October 31, 2015

Los últimos años de J. B. Willermoz

LOS ÚLTIMOS AÑOS DE J. B. WILLERMOZ



Jean-Baptiste Willermoz, el arquitecto principal del Rito Escocés Rectificado, vivió durante los últimos quince años de su vida privada, pruebas muy severas.
La última parte de la existencia de este verdadero patriarca se vio ensombrecida por el dolor. Casado tarde en la vida, Willermoz había terminado su vida de soltero a la edad de sesenta y seis. En 1804, su joven esposa, Jeanne-Marie Pascal, le dio una hija que viviría sólo unos pocos días. Frágil, Jeanne-Marie dio a luz quince meses más tarde, un hijo, pero mal recuperados de esta segunda capa, que murió en 1808. Dos años más tarde, la hermana querida Willermoz (Madame Provensal) y confidente de muchos de sus secretos místicos desapareció a su vez. Jean-Baptiste Willermoz único sobreviviente de sus doce hermanos y hermanas, se quedó con un hijo de cinco años que murió dos años más tarde, en 1812.
JEAN-BAPTISTE WILLERMOZ, EL PATRIARCA
Sin embargo, los cambios y las tragedias ocurrieron en su vida secular no le hacen olvidar su masónico y las preocupaciones místicas.
Así, en 1809 Willermoz todavía dedicó parte de su tiempo para completar el ritual de Maestro Escocés de San Andrés (4° Grado Rito Escocés Rectificado) y restableció sus relaciones masónicas activamente epistolares que eran interrumpidos.
Después de haber llegado a la edad de ochenta años, Jean-Baptiste Willermoz decidió escribir libros de instrucciones para su hijo a quien él deseaba transmitir, para más tarde, las enseñanzas esotéricas que había recogido durante su larga experiencia, información privilegiada. Estos textos se reanudaron esencialmente, la Doctrina Martínez Pasqually. Último testimonio de una gran época pasada, Jean-Baptiste Willermoz hizo durante este período, una figura de patriarca y doctor místico de sus antiguos colegas y algunos nuevos seguidores que no le perdonó la deferencia del testimonio como una información privilegiada, curador de la doctrina antigua. Gracias a su primacía y profundo conocimiento doctrinal, Jean-Baptiste Willermoz mantuvo una confianza imperturbable en su propio juicio y pronunció sus consejos y recetas en un tono general, comentando, a veces con escepticismo y cierto espíritu de menosprecio, el comportamiento de sus parientes en su masónica esotérica u orientaciones.
Frágil, Jean-Baptiste Willermoz todavía se sentía aislado en este mundo de principios del siglo 19 y tuvo que ver la ruina de una empresa que le había costado tantas horas de trabajo, enfoques y esfuerzos. De hecho, la caída de Napoleón había sacudido de nuevo Rito Escocés Rectificado, que sobrevivió de alguna manera, gracias a los albañiles de Estrasburgo y Besançon.
En marzo de 1822, Jean-Baptiste Willermoz contestó el barón de Turckheim quien lo interrogó acerca de si todavía había Réaux Cruz. Esta respuesta es en cierto modo la última palabra:
"De todos los Réaux Cruz sabía específicamente, sigue siendo el punto de vivir. También sería imposible para mí no diré mi opinión. Aunque dudo que el momento actual es tal como para preparar, pero todos sabemos que el Todopoderoso lleno de amor y misericordia puede, si lo desea, dar lugar a piedras mismos hijos de Abraham."

LOS ÚLTIMOS MOMENTOS DE
JEAN-BAPTISTE WILLERMOZ

Antes de desaparecer, mientras que el Rito Escocés Rectificado sufrió un declive bastante dramática, Jean-Baptiste Willermoz preocupó legan por la voluntad y sus archivos secretos masónicos, todos sus manuscritos dolorosamente acumulado y se guarda una vez arriesgó su vida.
Señaló la CBCS Joseph-Antoine Puente como depositario de sus tesoros, con cierta preocupación, sin embargo, debido a que aceptó la condición sólo entonces decidir libremente si debía mantenerlos o divulgar o destruir, su depósito. La muerte de Jean-Baptiste Willermoz intervino 29 de mayo 1824.

En su libro Una mística Lyonnais: Jean-Baptiste Willermoz, Alice Joly nos dice que la gran multitud fue en su funeral que había sido preparado por su sobrino. Doce ancianos de la Caridad llevan antorchas y dieciocho sacerdotes oficiaron en la iglesia de San Policarpo, envuelto en negro. La tumba de Jean-Baptiste Willermoz se encuentra Loyasse cementerio, el cementerio más antiguo de Lyon.