La Espada en el Rito Escocés Rectificado | R.E.R.
Espada Ritual Oficial | R.E.R
Estilo Treboleada
Ramón Martí Blanco
Una
de las cosas que llama la atención al profano que desea iniciarse en el Rito
Escocés Rectificado es la indumentaria que debe adquirir para entrar en la
Orden. Algo imprescindible desde el comienzo es la espada. No es de extrañar
que desde la Iniciación hasta los últimos grados sus miembros portemos al cinto
la espada, pues el Régimen Escocés Rectificado es un sistema masónico y
caballeresco de tradición cristiana. Uno de los distintivos del caballero es su
espada. En esta plancha quisiera reflexionar sobre el simbolismo de la espada
para nosotros masones y caballeros cristianos. Oigamos un notable testimonio
que nos llega desde la Edad Media de la pluma de un gran pensador y místico
hispano nacido en Mallorca y que entre sus numerosas obras nos ha legado su
Libro de la Orden de Caballería, me refiero a Ramon Llull. En este libro sobre
la caballería cristiana, Llull afirma:
“Todo
lo que viste el sacerdote para cantar la misa tiene algún significado que
conviene con su oficio. Y como oficio de clérigo y oficio de caballero
convienen entre sí, por eso la orden de caballería requiere que todo lo que
necesita el caballero para cumplir con su oficio tenga algún significado que
signifique la nobleza de la orden de caballería. Al caballero se le da espada,
que está hecha a semejanza de cruz, para significar que así como Nuestro Señor
Jesucristo venció en la cruz a la muerte en la que habíamos caído por el pecado
de nuestro padre Adán, así el caballero debe vencer y destruir a los enemigos
de la cruz con la espada. Y como la espada tiene doble filo, y la caballería
está para mantener la justicia, y la justicia es dar a cada uno su derecho, por
eso la espada del caballero significa que el caballero debe mantener con la
espada la caballería y la justicia.”
Libro
del orden de caballería
Vemos
pues, siguiendo a Llull, que la espada “está hecha a semejanza de cruz” y con
ella el caballero debe vencer a los enemigos de la cruz a imitación de Cristo
que venció en ella la muerte en la que habíamos caído todos por la desobediencia
de Adán. Y del mismo modo, la espada del caballero significa, el deber que
tiene éste de defender la caballería y la justicia.
Pero,
¿cuáles son los enemigos de la cruz que debemos vencer con la espada? Está
claro que la espada que portamos actualmente es de carácter ritual y meramente
simbólico, muy al contrario del uso al que era destinada en la Edad Media y en
siglos posteriores hasta muy recientemente.
Los
enemigos de la cruz son todos aquellos actos del hombre que vienen a impedir
que se levante de la caída y del estado de postración en el que se encuentra.
Son aquellas tinieblas que no reciben y detestan la Luz, como leemos en el
Prólogo de San Juan. Soy yo mismo cuando me dejo arrastrar por las pasiones y
las obras que ensombrecen mi imagen y semejanza con el Creador.
La
espada simboliza esa lucha interior consigo mismo que el masón rectificado debe
emprender a diario, con constancia y sin descanso. Como nos recuerda la Regla
Masónica:
“Desciende
a menudo hasta el fondo de tu corazón, para escudriñar en él hasta los rincones
más escondidos. El conocimiento de ti mismo es el gran eje de los preceptos
masónicos. Tu alma es la piedra bruta que es necesario desbastar: ofrece a la
Divinidad el homenaje de tus sentimientos ordenados, y de tus pasiones
vencidas.”
Y
más adelante nos recuerda la misma Regla:
“que
tu alma sea pura, recta, veraz y humilde. El orgullo es el enemigo más
peligroso del hombre…”
Allí
en el corazón es dónde debemos dar la batalla a las pasiones desordenadas para
vencerlas. Nuestra espada simboliza esto en primer lugar. Es una guerra “santa”
no como la entiende el mundo profano, sino “santa” porque es espiritual y
mística, y sus armas son armas de la luz otorgadas por la Ley de la Gracia,
como nos recuerda el Apóstol Pablo:
“Porque
no estamos luchando contra hombres de carne y hueso, sino contra las potencias
invisibles que dominan en este mundo de tinieblas, contra las fuerzas
espirituales del mal habitantes de un mundo supraterreno. Por eso es preciso
que empuñéis las armas que Dios os proporciona, a fin de que podáis manteneros
firmes en el momento crítico y superar todas las dificultades sin ceder un
palmo de terreno. Estad pues, listos para el combate: ceñida con la verdad
vuestra cintura, protegido vuestro pecho con la coraza de la rectitud y
calzados vuestros pies con el celo por anunciar el mensaje de la paz. Tened
siempre embrazado el escudo de la fe, para que en él se estrellen todas las
flechas incendiarias del maligno. Como casco, usad el de la salvación, y como espada,
la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios.”
2
Efesios 6, 12-17
Aquí
está el fundamento y el sentido de la caballería cristiana en su más hondo
sentido espiritual. En él la espada, nos dice el Apóstol, es la Palabra de
Dios. Esto se describe en el Beato de Liébana, códice de Fernando I y doña
Sancha, donde se representa un jinete, montando un caballo blanco de cuya boca
sale una espada de doble filo, citando al Apocalipsis de San Juan, que dice:
“Vi
luego el cielo abierto y un caballo blanco, cuyo jinete, llamado “Fiel”
y“Veraz”, había comenzado ya a juzgar y a combatir en aras de la justicia. Sus
ojos eran como llamas de fuego; múltiples diademas ceñían su cabeza; llevaba un
nombre escrito, que sólo él era capaz de descifrar; vestía un manto empapado en
sangre, y su nombre era “Palabra de Dios”. Cubierto de finísimo lino
resplandeciente de blancura, los ejércitos del cielo galopaban tras sus huellas
sobre blancos caballos. Una espada afilada salía de su boca…”
3
Apocalipsis 19, 11-15
¿No
nos recuerda este texto las vestiduras de ciertos caballeros que unían en sí
admirablemente la caballería y el monacato cristiano?
Siguiendo
el discurso sobre el simbolismo de la espada, vemos que está relacionada con la
Justicia y la Palabra divinas. Son éstas las que deben “herir” el corazón hasta
el fondo para purificarlo como el oro en el crisol, disipando en él toda
tiniebla de error y falsedad, haciendo brillar el sol de toda virtud. En la
Palabra reside nuestra fuerza. No podría ser de otra forma. A su uso como signo
exterior de nuestro dominio sobre la naturaleza nos exhorta la Regla Masónica:
“Sírvete
del don sublime de la palabra, signo exterior de tu dominio sobre la
naturaleza, para salir al paso de las necesidades del prójimo, y para encender
en todos los corazones el fuego sagrado de la virtud”
La
Palabra se convierte entonces en una espada flamígera, ígnea, de doble filo,
que penetra hasta lo más profundo inflamando nuestro ser con el Espíritu del
Logos. Restaura y desvela al mismo tiempo. Nos pone frente a nuestra propia
verdad y a nuestro Yo más íntimos, y por otro recrea nuestro corazón
asemejándolo al del Yo divino. El texto de la Carta a los Hebreos es muy
revelador:
“Fuente
de vida y de eficacia es la Palabra de Dios; más cortante que espada de dos
filos, y penetrante hasta el punto de dividir lo que el hombre tiene de más
íntimo, de llegar hasta los más secretos pensamientos e intenciones.”
5
Hebreos 4, 12
La
espada es efectivamente también un símbolo axial, significando axial = central,
el axis mundi, o eje del mundo, la espada, pues, viene así a simbolizar la
fuerza de la Fe en la palabra de la Verdad, sin la cual, la Ley sola no sabría
conducir al Masón a la verdadera Luz.
Recapitulemos
lo hasta aquí expresado brevemente. En la tradición cristiana occidental la
espada simboliza el poder y la fuerza, e históricamente se ha reservado como
arma propia del guerrero, del caballero, como defensor de las fuerzas del Bien,
representadas en el soberano legítimo y en la santa religión cristiana. Como
símbolo dual, espada de doble filo, es capaz de quitar la vida pero también de
proveer la energía regeneradora que destruye las tinieblas del error y la
ignorancia para que a través de la Palabra que sale de la boca de Dios,
establecer la paz y la justicia, de ahí su hondo sentido espiritual y de
purificación del corazón. La dualidad se hace presente en la espada como
símbolo de este Verbo o Palabra divina, con su doble poder creador y
destructor, según la tradición cristiana y que hemos testimoniado con el texto
del Apocalipsis de San Juan.
El
doble filo simboliza el bien o el mal del que es capaz aquel que empuña la
espada, dependerá de su corazón el usarla en uno u otro sentido, por eso la
espada como arma de luz desvela lo que oculta el corazón. Como símbolo de la
Justicia, significando la equidad, el equilibrio y la armonía entre los
contrarios, la espada indica el justo medio entre los extremos de las pasiones
desordenadas. “In medio virtus”, en la expresión latina que emula el clásico enunciado
de Aristóteles: “La virtud se halla en el centro”.
Es
el sentido axial de la espada que hemos dicho antes como eje del mundo. Cuando
nuestro corazón está en armonía con la Palabra hemos alcanzado el centro y todo
en él está ordenado a su fin y restaurado en su plan original.
La
espada para el Masón rectificado, como para el caballero cristiano, es signo
del combate espiritual que debe enfrentar cada día y a lo largo de toda su
vida. Un combate espiritual, una lucha interior, en la que se debe enfrentar
con peligros innumerables que brotan de su propio ego y que la tradición
cristiana expresa como tríada de enemigos a vencer: “Mundo, Demonio y Carne”.
Es
decir, el peligro de las vanas glorias humanas, riquezas, honores, poder,
prestigio, dominio, placer, etc…, siempre tentadoras como cantos de sirena; el
peligro cierto de las fuerzas del Mal y las Tinieblas, del bajo astral en otra
terminología, al que muchos sucumben seducidos por extrañas doctrinas; y el
peligro de nuestro propio Yo y de la soberbia de querer ocupar el lugar de
Dios, invalidando su Palabra “Fiel y Veraz”.
Es
la triple tentación que sufrió Cristo en el desierto y de la que salió vencedor
con la sola fuerza de la Palabra de Dios. Esa y no otra, debe ser la fuerza del
que empuña simbólicamente la espada en nuestra Orden.
Sin
querer agotar y extenderme por otros simbolismos de la espada recogidos en
otras tradiciones no cristianas y en el complejo mundo de lo esotérico,
quisiera añadir el gesto, por todos conocidos, del rito de armar a los nuevos
caballeros, me refiero al momento de dar el golpe con la hoja plana de la
espada en los hombros del candidato, y que la literatura caballeresca y el cine
han difundido ampliamente.
La
espada aquí tiene entonces, como en la Alquimia, en la Gran Obra, un sentido de
purificación a través del Fuego Filosófico y del Agua de Vida. El caballero es
consagrado por otro caballero que le comunica la Luz a modo de nuevo
nacimiento, de bautismo simbólico, por la fuerza del Espíritu de la Palabra
divina. Es símbolo del “hieros logos” pitagórico como potencia del Verbo
Creador.
También
decir que para que el acero de la espada tenga utilidad y no se quiebre al
golpear, debe estar templado, al igual que todo iniciado en su búsqueda debe
lograr este temple. Templar significa tomar conciencia de su propia esencia, de
quienes somos imagen y semejanza, de dónde hemos sido arrojados y cuál es
nuestro sublime destino.
Cuando
logramos alcanzar esta realización interior, este pulir y trabajar la piedra
bruta que somos cada uno de nosotros para que sea útil a la construcción del
templo que elevamos junto a los Hermanos, es cuando alcanzamos ese equilibrio
que simboliza la espada con la Justicia divina que es el mismo, y no otro, que
simboliza la cruz para el cristiano, elevada como estandarte entre el cielo y
la tierra, entre Oriente y Occidente, y que se ha convertido para siempre en el
eje del mundo, y en el centro de todo centro. El cual pende de ella como el fruto
más excelente de la Humanidad reintegrada: el Verbo Encarnado, Jesucristo.
Valles
de Barcelona, España, el 27 de Febrero de 2015