Desde la segunda
parte del siglo pasado parece que asistimos a un cambio de época, entendiendo
este concepto en la acepción caracterizada por un periodo de tiempo que se
distingue por los hechos históricos en él acaecidos y por sus formas de vida.
En este lapso registramos cambios profundos tanto en las prácticas sociales
como en el imaginario colectivo con el que interactuamos. Según mi ex profesora
Esther Díaz algo muy fuerte nos separa de la concepción de la existencia
vigente desde el siglo de las luces hasta la Segunda Guerra Mundial. La nueva
actitud, que lo resume en su obra Posmodernidad, es una especie de
descreimiento en el progreso global de la humanidad, que de ser certero mina de
lleno el gran propósito de los masones. Ante preocupaciones similares hoy
varios masones en el mundo cuestionamos el valor de nuestra visión y surge,
como si fuera la primera vez la pregunta: ¿a dónde vamos? Y no tanto esta sino
¿Cómo vamos hacia donde vamos?
Sin importar la
corriente a la que pertenecemos, sea tradicional conservadora o liberal
progresista, la Masonería, desde la Edad Moderna, de cara a la sociedad civil
está comprometida con el desarrollo de la humanidad, término que inclusive
filosóficamente es muy abarcador, puesto que son miembros de ella los
beneficiados y los perjudicados. De aquí surge la cuestión ¿Con qué criterios
se mide el desarrollo? ¿Quién es el sujeto del progreso?, puesto que todos
podrían legitimar su propio y particular interés en una visión de
"desarrollo humano" porque obviamente se sienten parte de ella.
¿Quién puede decidir el punto universalmente justo?
Verifiquemos los
hechos para comprobar la realidad, que a fin de cuenta es lo único que
existe. Desde la Ilustración se defendió la visión progresista de la historia
con la razón gobernando las acciones humanas dirigidas hacia su supuesta
perfección. Así como la antigüedad se regía por sus propios arquetipos, la
modernidad apuntó al futuro: todo había que hacerlo en pos de una mañana mejor.
Su discurso refiere a leyes universales que construyen y explican la realidad,
cuyos conceptos son: racionalidad, universalidad, verdad, progreso, unidad,
ahorro, mañana mejor.
¿Sigue vivo ese
espíritu? Y que de cierto hay con lo que postulan la llegada de una nueva
época: La posmodernidad, rica en "pos" posestructuralismo,
posciencia, posfilosofía y que demanda que solo puede haber consensos locales o
parciales. Desde el área de la ciencia se preguntan: ¿Ciencia libre, al
servicio de una investigación comprometida únicamente con la búsqueda de la
verdad, o ciencia dependiente de las inversiones económico-tecnológicas? Esta
época desencantada, se desembaraza de las utopías, reafirma el presente,
rescata fragmentos del pasado y no se hace demasiadas ilusiones respecto del
futuro.
Ante estas
proyecciones, que mucho ya tienen de realidad, los masones buscamos en el
diálogo y debate definir nuevas respuestas a la misma pregunta. El fenómeno no
es solamente latinoamericano: en Buenos Aires esta semana se reunió VI Zona de
Grandes Logias integrantes de la Confederación Masónica Interamericana para
debatir sobre: Masonería y Ética, Moral en la Sociedad y Educación Masónica;
meses atrás en Montevideo el Gran Oriente de la Masonería Mixta Universal
organizó una mesa redonda para dialogar en torno al lugar que ocupa a la mujer
dentro de la Masonería; y nosotros, los del Derecho Humano, realizaremos lo
propio los primeros días de octubre en Asunción, dentro del V Coloquio
Latinoamericano del Derecho Humano donde pretendemos encontrar una respuesta
ante el tema: Crecimiento del Derecho Humano en América Latina para el
desarrollo de un equilibrio entre la ética personal y la inserción de la Orden
en la sociedad. También en Europa, la Gran Logia Femenina de Francia, esta
semana, realizó un debate público sobre la misión de la Masonería en el siglo
XXI.
Los desafíos de una
nueva época nos liga a reafirmar nuestros valores, puesto que el verdadero
masón es un hombre comprometido con su época, no importa la posición social, ni
el lugar en donde se encuentre, ya sea desde una oficina, una fabrica, una
escuela, un campo de cultivo, o un mostrador. Ilustra, más que con
grandilocuentes discursos, con su ejemplo, que virtudes como la fraternidad, la
justicia, la honradez, el trabajo, el estudio, el orden, la verdad, deben
reinar entre quienes le rodean.
A diferencia del
pasado, el masón de hoy se encuentra en medio del esfuerzo de otras
organizaciones que fomentan los mismos intereses que la Masonería, y es allí
donde los hermanos, desde el anonimato, trabajan voluntariamente por el logro
de sus objetivos; no obstante, buscar en Latinoamérica recuperar la
preponderancia histórica de la Masonería por buscarla, por solo una cuestión de
protagonismo, es un despropósito, es mejor preocuparse por cerrar filas y hacer
de las logias un ejemplo viviente de eso que se proclama, practicar lo que se
sostiene. Así, por efecto mismo de un ambiente favorable, los masones que en
ellas se desarrollen serán cada día mejores hombres, mejores padres, mejores
líderes.
Si todos se
comprometen en ser estudiosos y aplicar ese estudio en la superación de sus
vidas, siendo selectivos con los candidatos a la iniciación, para poder formar
en ellos una conciencia de servicio y amor a los demás, teniendo presente que
ante una responsabilidad social se debe actuar como masón, ayudando a construir
el gran edificio de la humanidad, sólo así se continuará la construcción del
progreso humano, por más que su mismo concepto sea escéptico para algunos que
se encuentran fuera de la Hermandad.
Christian
Gadea Saguier