Friday, June 17, 2016

El Hombre Nuevo 1 - Louis Claude de Saint-Martin



EL HOMBRE NUEVO

Louis Claude de Saint-Martin

1

La verdad no pide nada mejor que hacer una alianza con el hombre; pero quiere que sea solamente con el hombre y sin ninguna mezcla de nada que no sea permanente y eterno, como ella.
Quiere  que este  hombre  se lave  y se regenere  perpetuamente  y por completo en la piscina de fuego y en la sed de la unidad; quiere que haga beber todos los días sus pecados a la tierra, es decir, que le haga beber toda su materia, puesto que ésta es su verdadero pecado; quiere que tenga en todo momento su cuerpo preparado para la muerte y los dolores y su alma dispuesta  para  la  actividad  de  todas  las  virtudes,  su  espíritu  listo  para captar todas las luces y hacer que fructifiquen, para gloria de la fuente de donde  proceden.  Quiere  que él se mire en todo su ser como  un ejército siempre en pie de guerra y preparado para marchar en cuanto se le dé la orden; quiere que haya una resolución y una constancia que no se alteren con nada y que, como al avanzar en su carrera no puede encontrar más que sufrimientos,  pues  el  mal  se  le  va  a  ofrecer  en  todos  sus  pasos,  esta perspectiva no detenga su marcha y tampoco fije su vista únicamente en la meta que le espera al final de la carrera.
Si lo encuentra en estas condiciones, éstas son las promesas que le hace y los favores que le reserva. Como, apenas se abre ante ella el interior del hombre, se ve embargada por un arrebato de alegría, no sólo como la madre más cariñosa con un hijo al que no ve desde hace mucho tiempo, sino como el genio más excelso a la vista de la producción más sublime que, en principio, le parece nueva, extraña a su espíritu y, por así decirlo, borrada de su memoria; pero que le hace unir el amor más vivo a esta profunda admiración, cuando este sublime genio llega a reconocer que esta sublime producción es su obra.
En cuanto la verdad ve que nace así el deseo y la voluntad en el corazón del hombre, se precipita con todos los ardores de su vida divina y de su amor. Es frecuente que sólo le pida que se prive de lo que es nulo y, por este sacrificio negativo, va a colmarlo de realidades. La más importante de estas realidades es que empieza a darle los signos de advertencia y prevención, para que no se encuentre en el caso de tener miedo, como Caín, y decir: los que me reconozcan me matarán. A continuación, imprime en él signos de terror, para que su presencia resulte terrible y haga huir a sus enemigos; finalmente, lo adorna con signos de gloria, para que pueda hacer que brille la majestad de su maestro y reciba por todas partes las honorables recompensas que se merece un fiel servidor.
Así es como tratará a los que hayan confiado en la naturaleza de su ser; a los que no hayan dejado que se apague la mínima chispa; a los que se hayan visto como si fuesen una idea fundamental o un texto del que toda nuestra vida no debería ser más que el desarrollo y el comentario,  de tal forma que todos nuestros momentos deberían servir para explicarlo y dejarlo más claro y no para oscurecerlo, borrarlo y hacer que se olvide, como sucede casi generalmente con nuestra desgraciada posteridad.
Para cooperar en nuestra curación, la verdad tiene un medicamento real, que notamos físicamente en nosotros cuando considera oportuno administrárnoslo.  Este medicamento está compuesto de dos ingredientes, dependiendo de nuestra enfermedad, que es una complicación del bien y del mal que conservamos del que no supo evadirse del deseo de conocer esta ciencia fatal.  Este medicamento es amargo; pero es precisamente su amargura lo que nos cura, porque esta parte amarga, que es la justicia, se une a lo que está viciado en nuestro ser para devolverle la rectificación. Entonces, lo que hay en nosotros de regular y de vivo se une, a su vez, a lo que hay de dulce en el medicamento y se nos devuelve la salud.
Mientras  no se produce en nosotros  esta operación  médica, de nada sirve  que  pensemos  que  estamos  sanos  y  en  buen  estado.  Ni siquiera estamos en condiciones de utilizar alimentos sanos y puros, porque nuestras facultades no están abiertas para recibirlos. No basta para nuestro restablecimiento   con  que  nos  abstengamos   de  alimentos   malsanos   y corruptos, es necesario también que utilicemos este medicamento  amargo que los ministros espirituales de la sabiduría hacen que pase a nosotros, para producir  una sensación  dolorosa  que podríamos  llamar  fiebre  de la penitencia;  pero  que  termina  con  la  dulce  sensación  de  la  vida  y de  la regeneración.
Los que estén en el camino de la regeneración reciben y sienten este medicamento cada vez que el enemigo los tienta o viene a viciar algo dentro de su ser.  Los demás no lo reciben ni lo sienten, porque están en una situación continua de malestar y enfermedad que no deja que se les acerque el medicamento.
Pero este medicamento es tan necesario para nuestro restablecimiento que los que no lo han recibido no pueden comer con provecho para ellos el pan de vida, y no se convierten en el oro puro. Finalmente, debe presionar y trabajaren nuestra alma sin descanso, sin interrupción, lo mismo que el tiempo trabaja continuamente sobre todos los cuerpos de la naturaleza, para llevarlos a la pureza, a la sencillez y a la actividad viva de sus principios constitutivos. De esta manera, se abre en nosotros una fuente viva, que se nutre y se mantiene  por la vida misma, y con ella llegamos a tener una naturaleza  de  alegrías  que  no  pasan  y que  establecen  en  nosotros  para siempre el reino eterno de lo que es.
Es fácil darse cuenta de que este medicamento no debe confundirse con las tribulaciones terrestres, con los males del cuerpo, con las injusticias que podemos recibir de nuestros semejantes y que tienen a nuestra alma angustiada. Todas estas cosas están o bien para castigo del alma o para su prueba; pero no le dan más que una sabiduría temporal. Además, solamente podemos recibir la vida divina mediante preparaciones de su mismo orden, y el medicamento de que hablamos es esta preparación exclusiva. ¡Dichoso el que persevere hasta el fin, en desearlo y ponerlo a beneficio de los demás todas las veces que tenga la felicidad de sentirlo! Notará con esto que el hombre puede tener cosas tan grandes que decir que no necesita ya ser él quien las diga y que debe esperar que le hagan decirlas o escribirlas.
Pues el rocío que Dios hace que baje al hombre  está compuesto  de acciones completamente vivas, completamente formadas, completamente terminadas, como tantos guerreros armados de pies a cabeza o como tantos médicos  poderosos  que  tienen  en  su  mano  la  ambrosía  o  como  tantos ángeles celestiales que irradian por dentro y por fuera santas y puras luces de  vida.  Y  el  hombre,  destinado  a  ser  el  objeto  y  recipiente  de  tantos beneficios, advierte por su inteligencia, en medio de este rocío sagrado, la mano  suprema  del  Dios  resplandeciente  de  gloria  que  quiere  tomarlo  al término de esta incomparable  munificencia,  pues es cierto que la palabra divina no puede venir a nosotros sin crear a la vez todo un mundo.

Dios mío, yo sé muy bien que eres la vida y que yo no soy digno de que te acerques a mí, que no soy más que vergüenza, miseria e iniquidad. Sé muy bien que tienes la palabra viva, pero las espesas tinieblas de mi materia impiden que hagas que se oigan en los oídos de mi alma Haz. sin embargo, que descienda a mí una gran abundancia de esta palabra, para que su peso pueda contrarrestar la masa de la nada en la que se absorbe todo mi ser y que, el día de tu juicio universal este peso y esta abundancia de tu palabra puedan sacarme del abismo y hacer que me remonte hasta tu santa morada Pon  en  las  diversas  regiones  y facultades  que  me  componen  numerosos obreros  hábiles  y  vigilantes  que  desatoren  los  canales  de  todas  sus inmundicias y rompan hasta la roca viva que se opone a la circulación de las aguas  Entonces  entrará  en  mí  la vida  de  tus  fuentes  puras  y activas  y llenará mis ríos hasta los bordes, entonces crearás un mundo de espíritus en mi pensamiento, un mundo de virtudes en mi corazón y un mundo de poder en mi obra, y es el todopoderoso,  el santificador  universal,  el que mantendrá por sí mismo todos estos mundos en mí y quien los alimentara continuamente con sus propias bendiciones.


Saturday, June 11, 2016

La Masonería Inglesa - La Gran Logia Unida de Inglaterra - Robert Gallatín Mackey

La Hermandad para toda la Humanidad

LA MASONERÍA INGLESA
LA GRAN LOGIA UNIDA DE INGLATERRA


Por Robert Gallatín Mackey
De su Enciclopedia de la Masonería

«Intentaremos volcar en esta página, un eficiente resumen de la historia de la Francmasonería en Inglaterra, de acuerdo con lo que se ha escrito hasta no hace mucho tiempo y que se presume es como generalmente se acepta por la nuestra fraternidad.
No sería justo decir que las modernas y con-temporáneas investigaciones pusieran dudas sobre la autenticidad de muchas de las exposiciones: por ejemplo que fi...la leyenda del Príncipe Edwin ha sido dudada; que el esta-blecimiento de la Gran Logia de York a principios del siglo XVIII ha sido negada; o que la existencia de lo que no es sino la Masonería activa antes del año 1717, haya sido refutada.
Estas cuestiones aun constituyen disputa; pero las tareas de los estudiosos Masónicos, por medio de los cuales los registros y constituciones de la antigüedad fueron exhumadas del Museo Británico y Bibliotecas de las Logias, proporcionan eventualmente los elementos que parecen determinar qué es verdad y qué no lo es. Si tomásemos en cuenta a Anderson y Preston, sabríamos que el primer título concedido como cuerpo en Inglaterra a los Masones, lo fue conferido por el Rey Athelstan, en el 926, y a so-licitud de su hermano el Príncipe Edwin. «De conformidad,» dice la leyenda mencionada primero por Anderson, «...el Príncipe Edwin citó a todos los Masones del reino a congregarse ante él en York, el cual concurrió y formó la Logia General, de la cual era Gran Maestro; y habiendo traído consigo todos los escritos y registros existentes, algunos en Griego, algunos en Latín, otros en Francés y en otros idiomas, de sus contenidos formuló la Asamblea, la Constitución y Preceptos de la Logia Inglesa. La Masonería en Inglaterra data de esta asamblea en York; pues por los estatutos decretados allí provienen las Constituciones Masónicas Inglesas; y del lugar de la junta, el ritual de las Logias Inglesas se designó como el «Rito de York Antiguo.»
Cabe mencionar que por un largo período, la Asamblea de York ejercitó el mando de la ju-risdicción Masónica en toda Inglaterra; pero en 1567, los Masones de la parte Sur de la isla eligieron a Sir Thomas Greshato, dedicado al comercio, como su Gran Maestro. Este fue sucedido por el ilustre arquitecto Iñigo Jones. Por entonces, existieron dos Grandes Maestros en Inglaterra que asumían títulos distintos; el Gran Maestro del Norte se llamaba Gran Maestro de toda Inglaterra, mientras que el que presidía en el Sur se llamaba Gran Maestro de Inglaterra.
A comienzos del siglo XVIII, la Masonería en el Sur de Inglaterra cayó en decadencia. Los disturbios de la revolución que colocó a Guillermo III en el trono, y la efervescencia política que con posterioridad agitó los dos partidos del estado[1], infligieron una herida fatal a la sociedad pacífica, cosa que impedía su éxito.
Sir Christopher Wren, Gran Maestro durante el reinado de la Reina Ana, anciana y enferma, se tornó inactivo. Las asambleas generales de la Gran Logia, cesaron de verificarse desde entonces. En el año 1715, existían en Inglaterra solamente cuatro Logias en el Sur, todas activas y en la ciudad de Londres. Estas cuatro Logias, ansiosas de revivir la prosperidad de la Orden, decidieron unirse ellas misma bajo la dirección del Gran Maestro Sir Christopher Wren, quien poco después falleciera.
No teniendo, hasta ese momento a quien nombrar en su lugar, se resolvió «...reunirse en la Taberna del Manzano, nombrando para presidir al Maestro Masón más antiguo, (siendo Maestro de la Logia.) Se constituyeron formando la Gran Logia, pro tempore, en debida forma, reviviendo desde ese momento la comunicación trimestral de los oficiales de las Logias, (llamada la Gran Logia) resolvieron continuar la asamblea anual y el festín, y entonces eligieron Gran Maestro de entre ellos mismos, mientras tanto no tenían el honor de disfrutar lecciones de un noble hermano como su superior.»
Sucedió que el día de San Juan Bautista del 1717, se llevó a cabo la Asamblea Anual y el Festín, y el Sr. Antonio Sayer se propuso debidamente y fue elegido Gran Maestro. La Gran Logia adoptó, entre sus reglamentos, el siguiente: «...que el privilegio de reunirse como Masones, el cual había sido hasta entonces ilimitado, debía revestirse de cierta autoridad ante las Logias o asambleas de Masones convocadas en ciertos lugares; y que cada Logia convocada en lo sucesivo, excepto las cuatro Logias antiguas que existían entonces, debían ser legalmente autorizadas para obrar con el poder del Gran Maestro, en cuyo tiempo, concebían a ciertos individuos por petición, con el consentimiento y aprobación de la Gran Logia en comunicación, y que, sin dicho poder, ninguna Logia en lo sucesivo debía considerarse como regular o constitucional.»
En cumplimiento de lo cual a las cuatro Logias antiguas les fueron reservados particularmente, los privilegios que habían poseído siempre bajo la organización antigua. Además, se decretó que «...ninguna ley, regla, o reglamento, que se expidiese desde ese momento o pasase ante la Logia, podría privarlos de tales privilegios, o usurpar cualquiera señal que se hubiese establecido en esa época como reglamentaria del gobierno Masónico.» Las Grandes Logias de York y de Londres conservaron una relación amistosa, e inter-cambio mutuo de reconocimiento, hasta que este último cuerpo, en 1725, concedió poder de constitución a algunos Masones que habían separándose de la primera.
Este acto anti-Masónico fue reprobado severamente por la Gran Logia de York, y produjo la primera interrupción de la armonía que por largo tiempo había subsistido entre ellos. Además de esto, algunos años más tarde, su-cedió otro acto injustificable de intromisión.
En 1735, el Conde de Crawford, Gran Maestro de Inglaterra, constituyó dos Logias dentro de la jurisdicción de la Gran Logia de York, y con-cedió, sin su consentimiento, diputaciones para Lancashire, Durham y Northumberland. «Esta circunstancia,» dice Preston, (lllust. p. 184) «Dejó a la Gran Logia de York altamente re-sentida, observó desde entonces los procedimientos de los hermanos en el Sur con ojo desconfiado. Toda relación amistosa cesó, y dichos Masones, desde ese momento, consideraron sus intereses distintos de los Masones que se encontraban bajo la Gran Logia de Londres.»
Tres años después, en 1738, varios hermanos descontentos con la conducta de la Gran Logia de Inglaterra, se desunieron de ella, y celebraron sin autorización ninguna asamblea, con el propósito de la iniciación. Aprovechándose de la desavenencia entre las Grandes Logias de York y las de Londres, asumieron el carácter de Masones de York. Y al determinar la Gran Logia la ejecución estricta de sus leyes contra tales disidentes, no obstante esto, se separaron de su jurisdicción, y asumieron el apelativo de «Masones Antiguos de York.» Anunciaron que las señales antiguas sólo ellos las conservaban; y, declararon que las Logias regulares habían adoptado nuevos planes, y sancionado innovaciones, designándolas con el nombre de «Masones Modernos.»
En 1739, establecieron una nueva Gran Logia en Londres, bajo el nombre de «Gran Logia de los Masones Antiguos de York,» y perseveran-do en las medidas que habían adoptado, celebraron comunicaciones y establecieron fies-tas anuales. Pronto fueron reconocidos por los Masones de Escocia e Irlanda, fueron estimulados y protegidos por muchos de la nobleza. Las dos grandes Logias continuaron existiendo, y obrando en oposición una de otra, ex-tendieron sus planes y cismas en otros países, especialmente en América, hasta el año 1813, cuando, bajo la Gran Dominación del Duque de Sussex, fueron unidas bajo el título de Gran Logia Unida de Inglaterra.
Tal es la historia de la Francmasonería en Inglaterra sin interrupción, como la creían todos los Masones y escritores Masónicos durante más de siglo y medio. Las investigaciones recientes han hecho surgir grandes dudas sobre su exactitud. Hasta el año 1717, los detalles son tradicionales, o sostenidos únicamente por manuscritos cuya autenticidad aún no ha sido probada satisfactoriamente.
Mucha de la historia es incierta; algo de ella, especialmente al referirse a York, se estima apócrifo por Hughan y otros escritores laboriosos. Sin embargo como tradición hereditaria de la Orden, no puede desecharse del todo sin cometer una injusticia; pero sí debía de aceptarse con muchas reservas, hasta que las investigaciones profundas de los anticuarios Masónicos, que prosiguen activamente en Inglaterra sus labores actuales, deben conducirnos hacia una terminación satisfactoria.
Las investigaciones de este asunto importan-te debían de conducirse con imparcial criterio, y con ardiente deseo de encontrar la verdad, y no sostener una teoría.
«La leyenda» puede no ser verdad; pero si ha sido aceptada durante largo tiempo y venera-da como una verdad, no debería ser rehusada hasta que exista evidencia incontestable de su falsedad.
En censuras de esta naturaleza, deberíamos recordar la advertencia de un metafísico eminente que dice «la mano que no puede construir una choza, puede destruir un palacio.»
Pues hasta hoy, las investigaciones de estos interrogatorios acerca de la historia primitiva de la Francmasonería Inglesa, de las cuales el Hermano Hughan, o Cronwell puede con justicia considerarse como el jefe supremo (sic), han sido conducidas generalmente, con la sinceridad más limpia y el conocimiento más laborioso.



Robert Gallatín Mackey, 33º




[1] Observamos con mucha atención que Robert Gallatín Mackey ignora en ese párrafo a Oliverio Cromwell y la República Inglesa.

Friday, June 10, 2016

Leyenda de las Escaleras de Caracol - Robert Gallatín Mackey



La Hermandad para toda la Humanidad


EL SIMBOLISMO FRANCMASÓNICO

Albert G. Mackey

Capítulo XXVI

LEYENDA DE LAS ESCALERAS DE CARACOL




Antes de proceder al examen de las más importantes leyendas míticas pertenecientes al grado de Maestro, creemos que no dejará de ser interesante e instructivo el estudiar la única relacionada con el grado de Compañero masón, es decir, la que se refiere al ascenso alegórico de las Escaleras de Caracol para llegar a la Cámara del medio y recibir el simbólico pago del salario.

Aunque la leyenda de las escaleras de caracol es una importante tradición del antiguo arte de la Francmasonería, sólo se encuentra una alusión a ella en las sagradas escrituras, la cual puede verse en el capítulo sexto del primer Libro de los Reyes, donde dice: "La puerta del aposento de en medio estaba al lado derecho de la casa; y se subía por un caracol al de en medio, y del aposento de en medio al tercero."

Con estos escasos y medrados materiales se ha formado una alegoría, cuya belleza trascendental se descubre estudiando sus relaciones simbólicas. Sin embargo, esta tradición sólo debe estudiarse como símbolo, porque los hechos históricos y los detalles arquitectónicos que se encuentran en ella, nos impiden suponer que la leyenda, tal como se enseña en el segundo grado de la Francmasonería, sea algo más que un magno mito filosófico.

Investiguemos el verdadero objeto de esta leyenda y aprendamos la lección de simbolismo que trata de enseñar.

Al investigar la verdadera significación de todo símbolo y alegoría masónicos, debemos guiarnos por el único principio de que el objeto de la Francmasonería especulativa es investigar la verdad divina. A este objeto fundamental se supeditan todos los demás. Desde el momento en que el Francmasón recibe la primera iniciación hasta que logra disfrutar plenamente de la luz masónica, es un investigador, un trabajador de las canteras del templo, cuya recompensa es la verdad. Todas las ceremonias y tradiciones de la Orden tienden a este objeto último.

¿Qué luz hay que buscar en la Orden? La luz intelectual de la sabiduría y de la verdad. ¿Qué palabra ha de perseguirse? La palabra que es el símbolo de la verdad. ¿Se ha prometido la pérdida de alguna cosa? Esta pérdida simboliza el fracaso humano en descubrir la verdad, debido a la flaqueza de su naturaleza. ¿Existe algún substituto de esta pérdida? Una alegoría que nos enseña que, en este mundo, el hombre sólo puede tener una idea aproximada de la verdad.

De ahí que en la Francmasonería exista la evolución, simbolizada en sus ceremonias iniciáticas. En ellas se avanza desde lo inferior a lo superior - de las tinieblas a la luz,- de la muerte a la vida, del error a la verdad. El candidato asciende continuamente; nunca se estaciona, ni retrocede, pues cada paso que da le produce nueva iluminación mental: el conocimiento de una doctrina más elevada.

La doctrina de la Francmasonería es la misma que la del Divino Maestro cuando dijo: "El hombre que pone la mano en el arado y mira hacia atrás no entra en el reino de los cielos", lo que nos recuerda el precepto de Pitágoras: "No mires hacia atrás cuando viajes, porque si tal haces te acompañarán las Furias."

Ahora bien, este principio del simbolismo masónico, se encuentra en muchos lugares de todos los grados. En el de aprendiz se desarrolla en la escalera teológica, que, descansando en la tierra, llega hasta los cielos. De esta manera se inculca la idea del ascenso de lo inferior a lo superior como objeto de la labor masónica.

En el grado de Maestro toma forma más religiosa, encontrándose en la resurrección, en el cambio de la obscuridad de la tumba al santo de los santos de la Divina presencia.

Este principio se encuentra también en la ceremonia de circunvalación de todos los grados, en la cual se verifica una inquisición gradual, pasando desde el jefe inferior a los superiores. Y, por último, esta idea simbólica se expone en el grado de Compañero en la leyenda de las escaleras de caracol.

Al investigar el simbolismo de las escaleras de caracol, ha de buscarse su explicación en relación con su origen, número de objetos que recuerdan y terminación, pero sobre todo estudiando su objeto fundamental consistente en la evolución ascendente.

Dícese que las escaleras de caracol comenzaban en el pórtico del templo, es decir, en la misma entrada; pero en la ciencia del simbolismo masónico no hay cosa de que se dude menos que de que el templo es la representación del mundo, purificado por Shekinah. El mundo profano es el exterior del templo; el de los iniciados se encuentra dentro del recinto de sus muros.

De aquí que las frases entrar en el templo, pasar al pórtico, hacerse francmasón, y nacer en el mundo de la luz masónica, sean sinónimas. Aquí es donde comienza el simbolismo de las escaleras de caracol.

Cuando el aprendiz traspasa el pórtico del templo, empieza a vivir masónicamente; pero el primer grado de la Francmasonería, así como de los misterios menores de los sistemas antiguos, no sirve sino de preparación o purificación para elevarse a grados superiores. El aprendiz es a manera de un niño, y las lecciones que recibe purifican su corazón y le preparan para encontrar la iluminación mental en los grados siguientes.

Al llegar a Compañero Masón el aspirante ha avanzado un paso más, y como este grado simboliza la juventud, en él empieza su educación intelectual. Y es aquí, en el lugar que separa el pórtico del santuario, donde termina la infancia y comienza la juventud, donde encuentra ante sí una escalera que le invita a subir, y le enseña que debe comenzar a realizar su labor masónica y emprender las gloriosas y difíciles investigaciones que le han de procurar la posesión de la verdad. Las escaleras de caracol empiezan cuando el candidato ha entrado en el pórtico, entre las columnas de la fuerza y de la fundación, como símbolo significativo de que, tan pronto como haya pasado los años de la infancia y comenzado su vida de hombre, debe tener siempre ante sí como primer deber la tarea ardua del mejoramiento personal. Si quiere ser digno de su vocación no puede permanecer quieto; su destino de ser inmortal le obliga a subir paso a paso hasta alcanzar la cumbre, donde le esperan los tesoros de la sabiduría.

El número de peldaños es siempre impar en todos los sistemas. Vitruvio dice que a los templos antiguos se llegaba siempre por escalones impares, y cree que se hacía así porque, comenzando a subir el primer peldaño con el pie derecho, el devoto entraba con el mismo pie en el templo, lo cual se consideraba buen presagio.

Pero lo cierto es que los francmasones tomaron el simbolismo numérico del sistema pitagórico. En este sistema en el que se creía que los números más perfectos eran los impares, jugaba un papel importantísimo el simbolismo. Por esta razón, predominan los impares en el sistema francmasónico, y mientras que los números tres, cinco, siete, nueve, quince y veintisiete son símbolos importantes, raras veces se habla del dos, cuatro, seis, ocho o diez. Por lo tanto, el número impar de peldaños simbolizaba la idea de perfección, a la cual debla de tender el aspirante.

El número de escaleras ha variado según las épocas. Se han encontrado trazados de arquitectura o carpetas masónicas del último siglo en que sólo se habían dibujado cinco escaleras, y otros en que éstas ascienden a siete. Las conferencias prestonianas, leídas en Inglaterra a comienzos del siglo diez y nueve, fijan en treinta y ocho el número de peldaños, dividiéndolos en series de una, tres, cinco, siete, nueve y once.

El error de poner un número par de escaleras, con el que se violaba el principio pitagórico de los números impares como símbolos de perfección, se corrigió en las conferencias de Hemining, las cuales se adoptaron cuando se verificó la unión de las dos Grandes Logias de Inglaterra, desechando también el once por suponer que se explicaba de forma sectaria.

En los Estados Unidos se redujo su número a quince, dividiéndolo en series de tres, cinco y siete. Nosotros adoptaremos esta división americana cuando expliquemos el simbolismo, si bien el número particular de peldaños, o el método peculiar de su división en series no afectan para nada al simbolismo general de la leyenda.

Así, pues, en el segundo grado de la Francmasonería el candidato representa al hombre que comienza la jornada de la vida, teniendo por tarea el perfeccionamiento de su ser. Para que pueda realizar este trabajo se promete recompensarle con desarrollar todas sus facultades intelectuales, la elevación espiritual y moral de su carácter, y la adquisición de la verdad y de la sabiduría.

Ahora bien, el logro de esta condición moral e intelectual supone la sublimación del carácter, el ascenso desde la vida inferior a la superior, el paso desde la fatiga y las dificultades, a la completa fruición de la sabiduría, empezando por enseñanzas rudimentarias. Tal es lo que simbolizan las Escaleras de Caracol, a cuyos pies permanece el aspirante, presto a escalar el fatigoso graderío, mientras que, en lo más alto, se ve "ese brillante jeroglífico que únicamente pueden contemplar los artífices" y que es el emblema de la verdad divina.

Ya dijo un célebre autor que: "Estos pasos, como todos los símbolos masónicos, son ejemplos de disciplina y de doctrina, así como de ciencia metafísica, natural y matemática, y nos abren las puertas para hacer una extensa investigación especulativa y moral."

El candidato comienza el fatigoso ascenso incitado por su amor a la virtud y su deseo de conocimiento, ávido de la recompensa de verdad que se le ofrece. En cada división hace una pausa, para reunir las enseñanzas del simbolismo que le llaman la atención en ella.

Durante la primera pausa se le instruye en la organización peculiar de la Orden de que es discípulo; pero si las enseñanzas que entonces se le dan se tomaran en sentido literal no merecerían esfuerzo alguno. El rango de los jefes directores y los nombres de los grados de que consta la institución, no le proporcionan conocimientos que no pudiera poseer antes. Por lo tanto, el valor representativo de esta parte de la ceremonia, debe buscarse en su significación simbólica.

Cuando se explica al aspirante la organización de la orden masónica, es para que tenga presente la unión de los hombres en sociedad y la formación del estado social surgido del estado de naturaleza. Por lo tanto, al comenzar la jornada se le invita a que medite en los beneficios que produce la civilización y en los frutos de virtud y sabiduría que se cosechan en esta condición. La misma Francmasonería no es más que un producto de la civilización, que ha servido para extender esta condición de humanidad.

Todos los monumentos antiguos que han sobrevivido a los percances de la historia demuestran que el hombre comenzó a organizar misterios religiosos y a separar lo sagrado de lo profano, valiéndose de una suerte de instinto divino, tan pronto como pasó del estado salvaje al social.

Entonces se inventaron la arquitectura y todas sus artes afines para edificar moradas con que protegerse contra las inclemencias del tiempo y las vicisitudes de las estaciones; y por último, se ideó la geometría, ciencia necesaria para que los cultivadores del campo pudieran medir sus tierras y señalar el límite de sus pertenencias.

Todas estas son las características peculiares de la Francmasonería especulativa, la cual viene a ser el arquetipo de la civilización, estando la primera en la misma relación respecto al mundo profano, que la última con el estado salvaje. Por eso nos parece acertadísimo este simbolismo que comienza a cultivar la sed de saber y el ansia de verdad del candidato, primer paso de su escala ascendente, recordándole que la civilización y la unión social de la humanidad son pasos necesarios para el logro de estos objetos. Valiéndonos de nuestro lenguaje simbólico, revestimos la historia de la organización de la sociedad con el ropaje de las alusiones a los cargos de la Logia y a los grados de la Francmasonería. A medida que el candidato adelanta, se le invita a contemplar otras series de instrucciones. Los sentidos humanos, apropiados canales para recibir todas las ideas de percepción y que constituyen, por lo tanto, las fuentes más importantes de nuestros conocimientos, simbolizan en Francmasonería el cultivo del intelecto.

También se alude con ello a la Arquitectura como arte más importante en el bienestar humano, y no porque tenga relación íntima con la Francmasonería operativa, 'sino por ser el arquetipo de otras artes útiles. Por eso en la segunda pausa que hace el candidato cuando sube las escaleras de caracol, se le recuerda que es necesario que cultive el conocimiento práctico.

Hasta este momento, pues, las instrucciones que ha recibido él se refieren a su situación en la sociedad como miembro de la gran agrupación social, ya que para ser miembro útil y necesario en ella debe adquirir el conocimiento de las artes de la vida práctica.

Pero su lema debe ser "Excélsior": ha de seguir avanzando, porque todavía no ha alcanzado la cumbre de la escalera; aún le quedan tesoros de sabiduría que buscar, y no ha logrado la recompensa, ni ha llegado a la Cámara del medio, aposento de la verdad.

Por lo tanto, al hacer la tercera pausa llega al lugar en que se explica el círculo completo de la ciencia humana. Sabido es que los símbolos son arbitrarios y que tienen una significación convencional, de modo que también podría haberse simbolizado el círculo de la ciencia humana por otro signo o serie de doctrinas que el de las siete ciencias y artes liberales. Pero la Francmasonería es institución antigua, y el hecho de que eligiera como símbolo de todos los conocimientos humanos las siete ciencias y artes liberales es una de las pruebas más fecundas de su antigüedad.

En el siglo séptimo y mucho tiempo después, todos los conocimientos de los más distinguidos filósofos y de las más célebres escuelas se contenían en las llamadas artes y ciencias liberales, que consistían en las dos ramas del trivium y del quadrivium. En el trivium se estudiaban la gramática, la retórica y la lógica; en el quadrivium, la aritmética, la geometría, la música y la astronomía.

"La ciencia universal estaba contenida en estos siete títulos. Quien era maestro en ellos no necesitaba preceptor alguno que le explicase los libros o le resolviese los problemas que abarcaba la razón, pues el conocimiento del trivium le había dado la clave de todo lenguaje humano, y el del quadrivium le había descubierto las leyes secretas de la naturaleza", dice Enfield en su "Historia de la Filosofía" (vol. II, Pág. 337). Estas dos palabras latinas, son verdaderamente clásicas; pero su significación es medieval. Para los romanos antiguos, trivium quería decir el lugar en donde se reúnen tres vías, y quadrivium, la encrucijada que forman dos caminos. Cuando hablamos de senderos de sabiduría, descubrimos el origen de la significación dada por los filósofos escolásticos a estos términos.
El mismo autor dice que hubo un período en que bastaba conocer el trivium y el quadrivium, cosa que hacían pocos, para ser considerado como filósofo. Por lo tanto, la adopción de las siete ciencias y artes liberales como símbolo de todos los conocimientos humanos, es atinadísima. Cuando el candidato ha llegado a este punto se supone que ha realizado la tarea para cuya realización entró en la Orden, pues ha subido el último peldaño y está en condiciones de recibir la fruición plena de los conocimientos humanos. Hasta aquí podemos penetrar en el verdadero simbolismo de las Escaleras de Caracol, que representan el progreso de la mente investigadora en el cultivo del intelecto y del estudio, y la adquisición previa de toda ciencia humana, como paso preliminar para poder alcanzar la verdad divina, la cual se simboliza en Francmasonería por medio de la PALABRA. Veamos ahora cuál es el simbolismo de los números, presentado por primera vez al estudiante masón en la Leyenda de las Escaleras de Caracol. Los masones tornaron de la escuela pitagórica la teoría de los números como símbolos de ciertas cualidades. Sin embargo, no podemos tratar extensamente sobre esta doctrina, porque el simbolismo numeral de la Francmasonería requiere un ensayo más amplio. Baste con advertir que el hecho de que el número total de peldaños sea quince en el sistema americano, es un símbolo significativo, ya que este número era tenido por sagrado entre los orientales, porque el valor numérico de las letras de que se compone el nombre sagrado JAH, es quince; por eso hacían un poderoso talismán dibujando una figura en la que colocaban los nueve dígitos de tal forma que tanto las columnas horizontales como las verticales y las diagonales sumaran siempre quince. (Este talismán era la figura siguiente, que, a veces, recibía el nombre de cuadrado mágico)


Por lo tanto, los quince peldaños de las escaleras de caracol, simbolizan el nombre de Dios.

Pero no hemos terminado todavía. Se recordará que se prometía una recompensa a quien lograba subir las escaleras de caracol. Ahora bien, ¿cuál era el salario de los francmasones? No les daban moneda, ni trigo, ni vino, ni aceite, pues todos estos objetos no son más que símbolos. Su salario era la Verdad, o una aproximación de ella, apropiada al grado en que se les había iniciado.

La doctrina de que los francmasones han de buscar siempre la verdad, sin lograr encontrarla jamás, es una de las más bellas y abstrusas de la ciencia del simbolismo masónico. Esta verdad divina, objeto de todos sus esfuerzos, se simboliza por medio de la PALABRA, de la cual todos sabemos que sólo se puede encontrar una palabra substituta; con ello se trata de enseñar la humillante pero necesaria lección de que en esta vida no puede adquirirse jamás el conocimiento de la, naturaleza de Dios y la relación del hombre con Él, cuyo conocimiento constituye la verdad divina.

Este conocimiento únicamente se alcanza cuando las puertas de la tumba se abren ante nosotros y entramos en una vida más perfecta. ¡Cuán feliz es el hombre que desciende a las profundidades de la tierra, habiendo contemplado estos misterios; quien conoce el fin de la vida, conoce también su origen!, dice el padre de la poesía lírica.

La Cámara de en medio simboliza esta vida, donde únicamente puede darse el símbolo de la palabra, donde sólo se percibe un vislumbre de la verdad, y donde, sin embargo, aprendemos que esta verdad ha de consistir en el conocimiento perfecto del G.·. A.·. D.·. U.·.. En esto consiste la recompensa con que se premia el francmasón; se le pone en el camino de la verdad, pero debe viajar y ascender hasta lograr alcanzarla.

De modo que la bella leyenda de las escaleras de caracol sólo debe estudiarse como símbolo, pues si intentáramos hacerlo como hecho histórico, los hombres cuerdos se reirían de nuestra credulidad.

Quienes la inventaron no quisieron que creyésemos en su historicidad, porque cuando nos la ofrecieron como gran mito filosófico, no sospecharon ni remotamente que pudiésemos dejar a un lado las sublimes enseñanzas morales que encierra, para aceptarla como hecho histórico, sin sentido alguno y completamente en desacuerdo con los anales de las Escrituras y con todo viso de probabilidad. Suponer que en el estrecho recinto (le las cámaras del templo se pudiera pajar mensualmente a ochenta mil obreros es un disparate.

Pero creer que toda esa representación gráfica de tina, ascensión al lugar donde se pagaban los salarios, por una escalera de caracol, es una alegoría que tiene por objeto enseñarnos la ascensión de la mente desde la ignorancia, a través de las fatigas del estudio y de la dificultad en obtener conocimientos, recibiendo ora un poco y después otro poco, añadiendo a cada paso algo al núcleo (le nuestras ideas, hasta obtener la recompensa en la cámara de en medio, donde se confiere al intelecto culto el premio que le indica cómo ha de buscar a Dios y a su verdad; creer esto, decimos, es creer y conocer el verdadero objeto de la Francmasonería especulativa, único objeto digno de los hombres buenos, sabios y estudiosos.

Los detalles históricos de la leyenda son infructuosos, pero en cambio, sus símbolos y alegorías son fértiles en enseñanzas.