Saturday, March 7, 2020

Apéndice V - Notas sobre el Éxtasis - En el Umbral del Misterio - Stanislas de Guaita


APÉNDICE V
NOTAS SOBRE EL ÉXTASIS
  En el Umbral del Misterio


La meditación de las obras de lo Oculto absorbe exclusivamente a la mayoría de los investigadores a los que preocupa el problema místico; nos referimos a los más serios (ya que los más fútiles, verdaderos mirones de feria, se arrastran voluntariamente de un barracón a otro, a la busca de fenómenos). ¡Como si la tarea de iniciarse se limitase a los esfuerzos de asimilación doctrinal! La obra escrita de los maestros no es impunemente despreciable, ¿quién lo duda?, y poco caso hacemos del presuntuoso innovador que se encarga de suplir, mediante la exuberancia de su imaginación, el estudio profundo de los clásicos del Esoterismo.
Pero ese estudio no sería suficiente. Es necesario exponerse a todo y aventurarse resueltamente a la conquista de la Verdad a través de las tinieblas de un mundo desconocido. Es por eso que, distinguiéndose del simple erudito que sólo se ocupa de intervenir en las luchas de opinión, el ocultista tiende a penetrar la esencia de las cosas y a descifrar la gran estela de la Naturaleza escrita tanto dentro como fuera.
Imaginad una hoja de pergamino, cubierta de jeroglíficos en sus dos caras, pero adherida a una tabla por una de ellas. Los caracteres del anverso, se sepan interpretar o no, aparecerán visibles a los ojos de la carne; mientras que los signos trazados en el reverso sólo serán perceptibles al órgano visual del alma, lo que significa que solamente una persona muy lúcida podrá distinguirlos.
Esto es sólo una metáfora, y el neófito se equivocaría si llegase a la conclusión de que la lucidez magnética es la facultad suprema que ha de desarrollar, la suprema prerrogativa del adepto. Hay varios grados de videncia, como hay diversas zonas de visión.
¡Cuántos ilustres videntes no han tenido la menor lucidez en el plano físico!
Así, además, se puede ser un maravilloso lúcido, en el sentido demótico y aprobado, en tanto que no se es más que un perfecto imbécil, pues esas dos cualidades no se excluyen entre sí, cosa que muchas veces ha demostrado la experiencia.
¿Qué importa, en fin, para no callar nada, que alguien desee perfeccionar su iniciación? Lo que importa es reintegrarse desde aquí abajo a la Unidad divina (tanto como lo soporten las barreras hílicas), a fin de ser copartícipe con todos los Iniciados y Elegidos del mundo en los misterios de lo Absoluto.

* * *

El hombre de genio no es, en un último análisis, más que un adepto intuitivo y espontáneo, magníficamente incompleto, pero rico en esos dones tan raros, que muy a menudo les faltan a los más sublimes místicos: las facultades de transposición a los más sublimes místicos: las facultades de transposición estética de lo inteligible a los sentidos y la convertibilidad del Verbo divino al Verbo humano.
Semejantes facultades de expresión no se adquieren, sino que consagrarán siempre al hombre de genio, de derecho divino y gracia anterior, mientras que el adepto es de derecho humano y conquista ulterior, habiéndole elaborado así los esfuerzos de su libre albedrío. Una vez establecida esta distinción fundamental, la analogía puede y debe proseguir.
El genio consiste en la facultad de reintegración espontánea (más o menos consciente y sujeta a intermitencias) del submúltiplo humano en la patria celeste de la unidad, Adamah.
También los poetas, pintores, músicos, escultores y, en general, todos los artistas que se creen, con razón o sin ella, genios, emplean la misma locución que los místicos para caracterizar los períodos de facilidad en producir. Tienen, o no, la inspiración. Esto es notable...
La obra capital de la Iniciación se resume, pues, si así se quiere, en el arte de llegar a ser artificialmente un genio; con la diferencia, no obstante, de que el genio natural tiene la inspiración más o menos a menudo, a ciertas horas, cuando quiere descender sobre él el Espíritu, en tanto que el genio adquirido es, en su más elevada condición, la facultad de forzar la inspiración y comunicar con el Gran Desconocido todas y cuantas veces lo desee.
Es, con esta diferencia, una razón bastante sencilla: que el Dios desciende hacia el hombre de genio, mientras que el Mago sube hacia Dios.
El hombre de genio es una especie de animal, atractivo e intermitente. El adepto es una potencia convertible, un lazo consciente de la tierra al cielo: un ser que puede, a voluntad, quedarse en la tierra, gozar de sus ventajas y recoger sus frutos... o subir al Cielo, identificarse con la naturaleza divina y beber a largos sorbos la ambrosia celeste.
El Genio, fuerza natural de atracción, establece por momentos con la Unidad una correlación más o menos efímera. El Adepto, pasaporte ilimitado para el Infinito, implica un derecho de reintegración ad libitum. Así, el adepto perfecto toma en la India el nombre de yogui: unido a Dios.

* * *

Reintegración del submúltiplo humano a la Unidad divina: esta es la mejor obra del adepto. ¿En qué consiste esa reintegración?
Conocemos dos: la Pasiva y la Activa. Una y otra tienen varios grados.
Se llega a la primera por la Santidad o la austera depuración de su esencia anímica, unida por amor al Espíritu puro de los cielos; a la segunda, por la libre voluntad consciente o la realización del pentagrama místico.
La primera (reintegración en forma pasiva) necesita una abdicación del Yo, que se funda, sin reservas ni esperanzas de retorno, en el Yo divino. Ya no se trata de obrar por sí mismo, pues es Dios quien obra por ti. Lo cual hizo decir al Apóstol: “...yo ya no soy quien vive, es Cristo quien vive en mí”.
La segunda (reintegración en forma activa) equivale a una conquista positiva del Cielo, a una violación del elemento celeste y de su Espíritu colectivo: Rouach Haschamaim.
Las dos, en su grado más elevado, dan al alma el estado primordial de Edén, la potencia del Aor ain-soph. Pero la Pasiva implica una renunciación de las voluntades individuales y el desprecio de todas ciencia profana: “Felices, dijo Cristo, los pobres de espíritu porque de ellos será el Reino de los Cielos”.
La Activa, por el contrario, permite, en ciertos casos aquí abajo incluso, el ejercicio de un poder absoluto relativo, como delegación del poder de Dios. Ella pone en la mano el Æesch, la espada flamígera de Iahoah Ælohim. Es la toma de posesión, por derecho de conquista, del Cielo místico, del que Cristo dijo que los Espíritus violentos lo toman por la fuerza: “violenti rapiunt illud”.
La inefable caridad de N. S. Jesucristo lo ha inducido a no reivindicar más que la Reintegración pasiva, y murió en la Cruz, dudando de Sí mismo y del Padre: ¡Eli, Eli, Iamma sabachtani! (Con toda seguridad no fue más que el grito de la carne desfalleciente durante la prueba suprema, pero la evocación de ese grito de duda siempre nos ha asustado).
La audacia de Moisés le hizo preferir los privilegios de la reintegración pasiva; así, tras haber ejercido en la tierra la omnipotencia celeste, manejando con mano firme la espada ígnea del Kerub, Moisés ascendió hacia Dios (como después lo haría Elías), virgen del beso de la muerte, dejando a su pueblo el nombre de Pueblo del Señor y la entrada libre a la tierra de Canaán, del que los judíos sólo han salido aparentemente, y donde reinan más que nunca[1].
La reintegración pasiva tal vez sea más divina, más absolutamente meritoria; es la de los Santos y los Mesías. La reintegración activa es más beneficiosa, más rica en prerrogativas; es la de los Magos y los Titanes.
Es la única a la que deben pretender los hombres que, no habiéndose despedido definitivamente de la vida y los goces del mundo, sienten aún el afán de obtener lo que puede haber de bueno en sus ilusiones y espejismos.
¡La vida eterna es tan larga! Aún decididos a ascender siempre, sin desviarse del camino que conduce al Padre, ¿no nos sería permitido hacer paradas? Dios, tan bondadoso, ¿no ha creado (o mejor dejado crear) más que para esto, en esta naturaleza de la decadencia y sobre esta tierra de pruebas, la hierba blanca y la sombra propicia de las Ilusiones?...
El placer bien comprendido y aceptado es la expansión normal de un corazón honesto, ¿acaso no es otra cosa que el moldeamiento y la adaptación al ambiente terrenal y transitorio del goce eterno de los Elegidos? Ya que hemos descendido a este mundo inferior, ¿no es natural y conforme a toda lógica que nuestros consuelos, nuestras satisfacciones y alegrías temporales, realmente proporcionadas a nuestra naturaleza decadente (o sea menos perfecta) sean menos perfectos y menos angélicos? “Homo sum (dijo Catón, uno de los santos del paganismo estoico) et humani nil a me alienum puto”[2].

* * *

No puede expresarse mejor, y Pascal apareció comentar las hermosas palabras de Catón cuando escribió en sus Pensamientos que el hombre no es ni ángel ni bestia... y lo demás. Es probable que Catón y Pascal, de haber sido iniciados y su destino hubiese sido el de elegir entre la Reintegración pasiva de los Santos y la Reintegración activa de los Titanes, habrían preferido esta última.
Por otra parte, ni siquiera hay elección, cuando se aspira a la realeza cabalística del G.·. A.·., o sólo a la penetración de los misterios del Más Allá, sin desear abandonar el mundo para encerrarse en un claustro, físico o moral. La Reintegración en forma de actividad es la única que sufre lo relativo.
Ahí radica la razón profunda del peligro de los claustros para ciertas almas que no están dispuestas al sacrificio integral, sin restricciones ni límites, por sí mismas y por su voluntad. Se entregan en forma pasiva: ¿intentan desviarse? ¿efectúan algún esfuerzo para rectificar? El Esposo las suelta (ya que, de modo pasivo, se dejan poseer, pero no poseen), y caen en poder del Adversario. La perdición está en el término de su vocación reticente.
Por eso no hay que vacilar nunca, so pretexto de respetar el libre arbitrio, en pasar por las pruebas mundanas de las jóvenes que creen ser llamadas a la vida contemplativa. Si es verdadera su Vocación, se revelará infrangible y la novia del Cielo saldrá victoriosa de dichas pruebas, indemne de todas las acechanzas; toda dificultad suscitada sólo logrará una nueva confirmación de su gran deseo.
¿Se trata, por ejemplo, de las hijas del mundo? Creemos criminal para sus padres que les dejen tomar el velo sin haberlas conducido con autoridad por el mundo, y no solamente por las noches a un baile. Si la llamada de esas almas se deja oír después de esa diversión, si su afán por la vida religiosa resiste a ese disolvente, es porque están forjadas con un metal incorruptible a los ácidos temporales, y ningún otro Alkahest - ya fuese el de Paracelso y el de Van Helmont -, ningún otro disolvente, por corrosivo que fuera, logrará nada. Si, por el contrario, cualquier levadura terrestre, cualquier fermento mundano está latente en lo más profundo de su Yo inconsciente, serán atrapadas, y no hay duda de que el pícaro Eros les clavará su flecha, virtual y posiblemente, en mitad del corazón.
Volvamos al mundo de la Reintegración.

* * *

Llamamos reintegrado (yogui de la escuela mística ortodoxa) al que puede, siempre que lo desee, dominar enteramente su Yo sensible exterior para abstraerse espiritualmente y sumirse, por el orificio del Yo inteligible interno, en el océano del Sí colectivo divino, donde toma conciencia de los arcanos complementarios de la Naturaleza Eterna y la Divinidad.
Llamamos dos veces nacido (dwidja, de la Escuela mística, en la India) al que puede abandonar su efigie terrenal, en cuerpo astral o etéreo, para buscar en el océano astral la solución de los misterios que encubre.
La reintegración espiritual interna puede tomar el nombre de Éxtasis activo. Se ha convenido en dar a la proyección de la forma sideral, el de Salida en cuerpo fluídico (o astral)...
El éxtasis activo tiene dos grados. En el primero, el Adepto penetra la esencia de la Naturaleza eterna que le comunica de modo directo, sin símbolos, la Verdad-luz. En el segundo grado, puede comunicarse con el Espíritu puro, que lo conduce al Cielo inefable de los arquetipos divinos; en ese caso, hay transfusión del pensamiento divino que se torna humanidad pensante en su inteligencia, por el efecto de una alquimia íntima, de una transmutación formidable e inexplicable.
La Salida en cuerpo astral difiere del Éxtasis activo, ya que el cuerpo físico parece estar en catalepsia, accionado solamente por una vitalidad en cierto modo vegetativa; mientras que el cuerpo astral o mediador plástico (envoltura ambulatoria del alma espiritual) flota en la inmensidad del éter sideral o luz universal y se dirige adonde quiere, unido al cuerpo material por una especie de umbilicación fluídica.
De este modo, la personalidad consciente boga en forma astral o eso le parece, y va a tomar conocimiento de las realidades lejanas que pueden interesarle. Pero entonces, si lo que desea adquirir son nociones de orden inteligible, esas nociones sólo se le transmiten simbólicamente, por intermedio de la luz astral, que ante todo es configurativa, y sólo habla ofreciendo a la sagacidad del Espíritu una serie de imágenes, que deben traducirse al momento, como jeroglíficos de lo Invisible. El modo concreto y emblemático es, pues, el único que puede usar la Verdad para expresarse por intermedio de lo Astral.

* * *

En modo pasivo, el alto éxtasis tiene también dos grados:
1º: Comunicación con la Natura-esencia en la luz de gloria;
2º: Con el Espíritu puro.
Respecto al éxtasis pasivo astral o inferior, no es más que el estado de lucidez, sea natural, sea magnética. La mayoría de las visiones beatíficas le son expresamente atribuidas.

* * *

...Lo que ante todo importa al adepto es ponerse en comunicación espiritual con la Unidad divina; es cultivar uno de los grados del Éxtasis activo y aprender a hacer hablar en su interior, vil átomo, la Voz reveladora de lo Universal, de lo Absoluto.
¿Es posible a lo Relativo comprender lo Absoluto? Sin duda no, pero sí de afirmar -sí-, uniéndose a Él. ¿Acaso no refleja todo el Cielo un fragmento de espejo convexo? Toda la gran voz del Océano, ¿no canta a la concha del más humilde molusco, que ha tenido la fortuna (dice la leyenda) de sentir, aunque sólo sea por una hora, su inmenso y sonoro beso?.
Así, el éxtasis deja al alma extasiada (aunque sólo por una hora) en la impregnación de lo Infinito, la noción vivida de lo Absoluto, el murmullo inagotable del Sí revelador, que contiene todos los Yo, sin estar contenido en ninguno. ¡Qué regocijo! Fortalecer su vida individual en el océano colectivo de la vida incondicional o aspirar la savia espiritual en el
Espíritu puro... ¡y alimentarse con ella! Es una iniciación decisiva: una ventana abierta a la inmensidad de la Luz inteligible y el Amor divino, de la Verdad celeste y la Belleza típica.
¡Reencontrar el camino del primitivo Edén! Muchos pasan junto a la puerta que conduce al sendero, sin siquiera ver dicha puerta; o, si la ven, no quieren llamar a ella. Tal vez llama algún curioso, que no sabe hacer que resuenen en su umbral los tres golpes místicos: llama como profano y la puerta no se le abrirá.
Cristo dijo: “Petite et accepietis, pulsate et aperietur vobis”.
Mas también dijo: “Multi vocati, pauci vero electi”.
¿Cómo conciliar esos dos textos? Ah, eso es porque muchos que llaman a la puerta todavía no han sido llamados; a menudo, los que serán llamados no llaman a ella, o tal vez llaman mal...

* * *

Si aspiras a ser un Adepto, evoca al Revelador que habla dentro de tu ser; impón al
Yo el silencio más religioso, para que se pueda oír el Sí, y entonces, hundiéndote en lo más profundo de tu inteligencia, oye hablar a lo Universal, a lo Impersonal, a lo que los gnósticos llaman el Abismo...
Pero hay que estar preparado, y éste es el papel del Iniciador humano: vigilar esta preparación, a defecto de lo cual el Abismo sólo tiene una voz para el que lo evoca torpemente, voz terrible que se llama Vértigo.

* * *

Como resumen, se trata de un grande y sublime Arcano que dice así: Nada puede perfeccionar su iniciación, a no ser por la revelación directa del Espíritu universal, colectivo, que es la Voz que habla al interior.
Es el Maestro único, el inevitable gurú de las iniciaciones supremas. Nosotros conocemos las diversas maneras de entrar en relación con El, de ir a buscarle, de hacerle venir, de dejarle venir, de darse a Él, o de tomar parte en su soberanía[3].

* * *
Se sabe de qué forma ambigua ciertas obras de alta ciencia disfrazan los misterios, hasta el punto de que tales obras, a menudo profundas, parecen, en una primera lectura, simples libelos de vergonzosa superstición. ¿Bajo qué velo sus autores han enseñado ese gran arcano, del que hemos entrevisto aquí el tabernáculo místico?
¿Bajo qué velo? He aquí algo tremendamente curioso, pues es precisamente por haber confundido “la letra que mata” con el “espíritu que vivifica”, que tantos estudiantes de ocultismo caen ahora en el espiritismo puro y simple.
Con pluma casi unánime, los jeroglíficos notifican que es preciso evocar a las Inteligencias celestiales, como las únicas capaces de enseñarla al teósofo los misterios últimos. Moisés en el Sinaí, Nuestro Señor Jesucristo en el huerto de los olivos, visitados por ángeles; Sócrates y Plotino consultando su genio; Paracelso y su espíritu encerrado en el pomo de una espada; Zanoni interrogando a Adonaí, etc. Todas estas leyendas, según su significado más elevado, simbolizan lo que ya nos es conocido ahora.
No es que neguemos la posibilidad de ponernos en relación con las Inteligencias de lo Alto, con las almas glorificadas; mas todo esto no es sino Magia secundaria, iniciación de segundo grado...
En el tercer grado, los espíritus desaparecen... el Espíritu se queda solo, radiante, impersonal, agitándose a través de las eternas profundidades de un Infinito que no es el Espacio; desbordante de Amor divino, de Vida, de Luz, de Esperanza y de Belleza divinas; llevando el alma con una inefable omnisciencia que embriaga, sin que llegue jamás a emborracharse.
La personalidad egoísta se funde, desaparece, se extingue en el horizonte de lo Finito que el alma ha abandonado. En Dios, como en la Naturaleza-esencia (la eterna Naturaleza de Boheme), todo es bello, dulce, evidente, sublime y formidable como un beso del que se siente morir, ahogado en la vida...
Observad cómo Abraham el judío describió, bajo el emblema que hemos denunciado como capcioso, el cumplimiento de ese misterio.
“Verás entonces que has empleado bien los meses pasados, pues si has buscado la verdadera Sabiduría del Señor, tu ángel custodio, el Elegido del Señor, aparecerá en ti y te hablará unas palabras tan dulces y amistosas, que ninguna lengua humana sabrá jamás describir su dulzura...”
La Sabiduría divina de Abraham el Judío, dedicada a su hijo Lamech, manuscrito del siglo XVIII, traducido del alemán (1432),
2 vol., tomo II, pág. 76.



[1] Canaán, en el sentido material, significa hombre de especulación y negocio; la tierra de Canaán de los modernos judíos es la Usura, el Agio, el Alza y la Baja.
[2] El verso es de Terencio, pero la idea de Catón.
[3] Desde otro punto de vista, los rosacruces han clasificado los diversos modos del Éxtasis en cuatro categorías, según el carácter que afecte y los resultados que produzca: 1) el Éxtasis musical, 2) Éxtasis místico, 3) Éxtasis sibilino y 4) Éxtasis amoroso. (Véase Apéndice VI: Notas al Prefacio de Zanoni, nota 11, 89-91).



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Hermano, ya llegaste a la Puerta del Templo


Friday, March 6, 2020

De Stanislas de Guaita a los SS::: II:::


De Stanislas de Guaita a los SS::: II:::


Querido Hermano:

Ya has sido revestido sucesivamente con los tres grados jerárquicos de nuestra Orden; te saludamos como S::: I:::, y cuando hayas transcrito y meditado nuestros cuadernos, serás a su debido tiempo, un Iniciador. A tus leales manos se les confiará una importante misión: te incumbirá su carga, pero también el honor de formar un grupo del que serás, ante tu conciencia y ante la Divina Humanidad, el Padre intelectual y también el Tutor moral.
No se trata de imponerte unas convicciones dogmáticas. Que te creas materialista o espiritualista o idealista, que profeses el cristianismo o el budismo, que te proclames libre-pensador o que incluso remedes el escepticismo absoluto, poco nos importa al fin y al cabo; no heriremos tu corazón molestando tu espíritu con problemas que no debes resolver más que frente a frente con tu conciencia y en el silencio solemne de tus pasiones aplacadas.
Siempre lleno de un amor verdadero hacia los hermanos humanos, nunca trates de disolver los lazos de solidaridad que te unen estrechamente al Reino Hominal considerado en su síntesis. Tú perteneces a una religión suprema y realmente universal, pues es ella la que se manifiesta e impone (multiforme, cierto, pero esencialmente idéntica a sí misma) bajo los velos de todos los cultos esotéricos, tanto de Occidente como de Oriente.
Como Psicólogo, expresa ese sentimiento con el nombre que quieras: Amor, Solidaridad, Altruismo, Fraternidad, Caridad; como economista o filósofo, llámalo si quieres tendencia al Socialismo, al Colectivismo, o al Comunismo ¡Poco importan las palabras!
Como místico, hónralo bajo los nombres de Madre divina o Espíritu Santo.
Seas lo que seas, no olvides jamás que en todas las religiones verdaderamente ciertas y profundas (o sea, las que están fundadas en el Esoterismo) la puesta en marcha de ese sentimiento es la Enseñanza primaria, capital, y esencial de ese mismo Esoterismo.
Búsqueda sincera y desinteresada de la Verdad; he aquí lo que tu Espíritu se debe a sí mismo.
Fraternal mansedumbre respecto a los hombres; esto es lo que tu Corazón le debe al prójimo.
Exceptuando estos dos deberes, nuestra Orden no pretende darte otros, al menos de forma imperativa.
Ningún dogma religioso o filosófico se impone a tu fe. Respecto a la doctrina cuyos principios esenciales hemos resumido para ti, sólo te rogamos que la medites a placer y no tomes partido. Es solamente por la persuasión que la Verdad tradicional quiere conquistarte a su causa.
Hemos abierto a tus ojos los sellos del Libro M, pero eres tú quien primero debe deletrear la letra, y después penetrar al Espíritu de los misterios que este libro encierra.
Te hemos iniciado; el papel de tus Iniciadores ha de limitarse solo a esto. Si por ti mismo comprendes la inteligencia de los Arcanos, merecerás el título de Adepto, pero no olvides esto: es en vano que los más sabios Maestros quieran revelarte las fórmulas supremas de la ciencia y el poder mágico; la Verdad oculta no puede transmitirse en un discurso, puesto que cada cual debe evocarla, crearla y desarrollarla en su interior.
Desde ahora eres “Iniciatus”, al que otros han puesto en la vía; esfuérzate por llegar a ser Adepto, el que ha conquistado la Ciencia por sí mismo. En una palabra: el hijo de sus obras.
Nuestra Orden, como te he dicho, limita sus pretensiones a la esperanza de fecundar el buen terreno, sembrando por doquier el buen grano; las enseñanzas de los S::: I::: son precisas, pero solo son elementales.
Tanto si este programa secundario basta para satisfacer tu ambición, como si tu destino te impulsa un día al umbral del templo misterioso donde irradia, desde hace siglos, el luminoso tesoro del Esoterismo Oriental, escucha las últimas palabras de tus Incógnitos hermanos, y ojalá ellas puedan germinar en tu espíritu y fructificar en tu alma.
Yo te aseguro que en ellas el criterio infalible del Ocultismo y la clave de la bóveda de la síntesis esotérica están allí, y no en otra parte. ¿Pero a qué insistir si tú puedes comprender y creer? Y en caso contrario, ¿para qué insistir?
Eres libre de creer, pues lo que me resta por decir es una alegoría mística o una fábula literaria sin valor alguno, o incluso una audaz impostura.
Eres libre, pero ESCUCHA, ¡que germine o se pudra el grano que voy a sembrar!

*****

En principio, en la raíz del Ser, está lo Absoluto.
Lo Absoluto, que las religiones llaman Dios, no se puede concebir y quien pretenda definirlo desnaturaliza su idea, asignándole unos límites: Un Dios definido es un Dios finito.
Pero en ese insondable Absoluto, emana eternamente la Diada andrógina, formada por dos principios unidos indisolublemente: el Espíritu Vivificador y el Alma viviente Universal.
El misterio de su unión constituye el Gran Arcano del Verbo. Y el Verbo es el Hombre colectivo considerado en su síntesis divina antes de su desintegración. Es el Adán Celeste antes de su caída, antes de que ese Ser Universal se haya modalizado, pasando de la Unidad al Número, de lo Absoluto a lo Relativo, de la Colectividad al Individualismo, del Infinito al Espacio y dela Eternidad al Tiempo.
He aquí unas ideas de la enseñanza tradicional sobre la caída de Adán: Incitados por un móvil interior cuya naturaleza esencial es mejor callar, móvil que Moisés llamó NAHASH, y que nosotros (si te parece) definiremos como la sed egoísta de la existencia individual, un gran número de Verbos fragmentarios de conciencias potenciales vagamente despertadas a modo de emanación en el seno del Verbo Absoluto, se separaron de ese Verbo que los contenía.
Se separaron, como ínfimos submúltiplos dela Unidad-madre que los había engendrado. Simples rayos de ese Sol oculto se dispararon hacia lo infinito de las tinieblas en su naciente individualidad, que ellos anhelaban con independencia de todo principio anterior, o sea con autonomía.
Pero como el rayo luminoso sólo proviene de una existencia relativa en relación con el fuego que lo ha producido, esos Verbos igualmente relativos, desprovistos de principio auto divino y de luz propia, se oscurecieron a medida que se alejaban del Verbo absoluto.
Cayeron en la materia, mentira de la sustancia en delirio de objetividad; en la materia que es al No-Ser lo que el Espíritu es al Ser, descendieron hasta la existencia elemental, luego a la animalidad, después a lo vegetal, hasta lo mineral Así nació la materia, que al momento fue elaborada por el Espíritu, y el Universo concreto tomó una vida ascendente, que se remonta desde la piedra, apta para la cristalización, hasta el hombre, susceptible de pensar, de rogar, de asistir a lo inteligible y de sacrificarse por el prójimo.
Esta repercusión sensible del Espíritu cautivo, sublimando las formas progresivas de la Materia y la Vida, tratando de salir de su prisión. La Ciencia contemporánea lo constata y lo estudia con el nombre de Evolución. La evolución es la universal Redención del Espíritu. Al evolucionar, el Espíritu se remonta. Pero antes de remontar, el Espíritu había descendido, y es a esto a lo que llamamos Involución.
¿Cómo el submúltiplo verbal se detuvo en un punto dado de su caída? ¿Qué Fuerza le permitió retroceder? ¿Cómo al fin despertó en él la conciencia de su divinidad colectiva bajo la forma aún imperfecta dela Sociabilidad? Estos son unos misterios profundos que no podemos abordar aquí y de los que tú sabrás adquirirla Inteligencia, si te acompaña la Providencia.
Yo callo. Te hemos conducido bastante adelante de la vía; ahora estás provisto de una brújula oculta que no te permitirá extraviarte jamás, o al menos hallar siempre el buen camino.
Esos datos son necesarios sobre el “gran asunto" del destino humano; tú eres quien debe decidir el resto y hallar la solución al problema.
Más debes comprender, Hermano mío, y te lo pido por tercera y última vez, debes comprender que el Altruismo es la vía que conduce al objetivo único y final; me refiero a la reintegración de los submúltiplos en la Unidad Divina; la única doctrina que da los medios, que es la destrucción de los obstáculos materiales para la ascensión a través de las jerarquías superiores, hacia el astro central de la regeneración y la paz.
No olvides que el Adán Universal es un Todo homogéneo, un Ser vivo, del que nosotros somos los átomos orgánicos y las células constitutivas. Todos vivimos unos en los otros, los unos para los otros; y si nos fusionásemos individualmente salvados (hablando en lenguaje cristiano), no cesaríamos de sufrir y luchar hasta que los demás hermanos estuviesen salvados como nosotros.
El Egoísmo inteligente concluye, pues, como ha concluido la Ciencia tradicional: la fraternidad universal no es un engaño, sino una realidad de facto.
Quien trabaja para otro trabaja para sí; quien mata o hiere al prójimo se mata o hiere así mismo; quien ultraja, se insulta a sí mismo.
No obstante, no dejes que estos términos místicos te asalten; la doctrina elevada no tiene nada de arbitraria; nosotros somos los matemáticos de la ontología, los algebristas de la metafísica.
Recuerda, hijo dela Tierra, que la gran ambición debe ser reconquistar el Edén zodiacal del que no habrías debido descender nunca, y entrar por fin en la inefable Unidad, FUERA DELA CUAL NO ERES NADA, y en cuyo seno hallarás, tras muchos trabajos y tormentos, la paz celeste, ese sueño consciente que los indios conocen con el nombre de NIRVANA: que es la beatitud suprema de la Omnisciencia en Dios.

Fraternalmente:

STANISLAS DE GUAITA
(S::: I:::)

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HERMANO, YA LLEGASTE A LA PUERTA DEL TEMPLO

Tuesday, March 3, 2020

Breve historia de los Templarios


Breve historia de los Templarios


 Los Templarios surgieron como un grupo de caballeros que velaba por la seguridad de los peregrinos a Jerusalén, pero se convirtieron en una de las órdenes más poderosas del mundo e incluso en la principal potencia económica de Europa.



Los Templarios surgieron en el año 1095 bajo el papado de Urbano II. ¿Quiénes fueron realmente los caballeros del Temple? Para hacer una breve historia de los Templarios, debemos conocer su origen y cómo se inicia todo a comienzos del I milenio.

ORIGEN DE LOS TEMPLARIOS
En el año 1095, el Papa Urbano II decide intervenir directamente en Tierra Santa, convocando una cruzada con el objetivo de garantizar la seguridad de los peregrinos al sitio, seguridad que estaba resultando muy dudosa por el descontento musulmán.
En una maniobra que parece más política que religiosa, se auxiliaba al Imperio Bizantino, que había solicitado apoyo debido al constante asedio turco, mientras a la vez se ponía fin a muchas luchas internas en distintos lugares de Europa y unía a cristianos bajo una misma bandera: la Cruz.
Tras varias batallas, en 1099 la Primera Cruzada finalizó tomando Jerusalén, dominada por Balduino I.
Años después, nueve caballeros cristianos al mando de Hugo de Payens comenzaron a velar por la seguridad de los peregrinos que viajaban a Tierra Santa.



Hugo de Payens

Inicialmente lo hicieron solos, pero luego fueron apoyados y sustentados por el rey que no disponía de muchos recursos para proteger los caminos. Este es el inicio de la historia de los Templarios.

CREACIÓN DE LA ORDEN Y SU CRECIMIENTO
Se les concedió un lugar donde establecerse cerca del antiguo templo de Salomón y algún tiempo después acabarían disponiendo de todo el complejo como sede que daría nombre a la orden.
Tras muchos y largos trámites eclesiásticos, la orden fue aprobada formalmente por la Iglesia en 1129, momento en el que se escribieron sus normas y reglas, tras lo cual experimentó progresivamente un importante aumento, tanto de bienes y propiedades como de efectivos en sus filas.
Este desmesurado crecimiento material se debía a varias razones. Una norma aprobada en 1039 les excluía de la jurisprudencia, tanto civil como eclesiástica y únicamente el Papa tenía autoridad sobre ellos.
Además de los testamentos y donativos que recibían, también estaban las grandes fortunas de los nobles que entraban a formar parte de la orden. El excedente de las propiedades como granjas y enmiendas era también un fuerte sustento económico.
Alrededor de 1220 ya era la fuerza económica más importante de Europa y también contaban con unos 30.000 caballeros, sin contar con el resto de personal de la orden.
El éxito de los Templarios a nivel moral se encuentra muy vinculado a las gestas que realizaron durante el resto de Cruzadas, lo que les dio fama mundial.
La pérdida de Tierra Santa fue el principio del fin de la historia de los Templarios, añadido a los recelos que causaban entre las altas esferas debido a su poder y secretismo.

EL FINAL DE LOS TEMPLARIOS
Felipe IV de Francia, que estaba muy endeudado con la Orden, comenzó una campaña de desprestigio con el objetivo de adquirir las posesiones templarias, de modo que empezó a presionar al Papa Clemente V.
En 1307, un gran número de templarios fueron arrestados, torturados y posteriormente quemados en la hoguera. Antes de ejecutarlos se les obligó a confesar falsos crímenes y herejías y de ese modo manchar la imagen de toda la orden.
En 1312 el Papa disolvió la Orden oficialmente.
La mayoría de las pertenencias de los templarios fueron a parar a las coronas interesadas en su desaparición. La mayoría de expertos coinciden en que fue la codicia de algunos gobernantes de la época lo que propició la destrucción la orden, y no los supuestos actos de herejía.

Sunday, February 23, 2020

El Poder del Perdón - Carmelo Ríos


El Poder del Perdón
Por Carmelo Ríos

Tal vez el perdón sea el acto más sabio, más profundo y más liberador que un ser humano pueda realizar en esta vida, y a la vez el que más le acerca a Dios, que es perdón absoluto, absolución eterna y eternidad liberadora.
Al candidato en el umbral de la Iniciación se le pide que haga tabla rasa con su pasado, que perdone, que olvide, para abrirse a una nueva posibilidad de vida en esta misma existencia que se ofrece ahora, a cambio de la capitulación del yo mismo, de la rendición incondicional ante una fuerza o luz infinitamente más poderosa que el ego.
Acaso el perdón sea el único gesto soberano que el ser humano puede hacer antes de morir y renacer en vida por el proceso mismo de la alquimia del espíritu. Perdonar es un acto de sacrificio, pues renunciamos a la venganza, al desquite, a la justa o injusta compensación.
Hay varias formas de perdón. Primeramente está el valeroso acto de pedir perdón, no solamente a los seres humanos, sino a la Naturaleza y al Universo visible o invisible. Elevar nuestra mirada y nuestras manos hacia la noche estrellada y pedir perdón al Infinito por nuestra mediocridad, por nuestra ingratitud, por nuestra ignorancia y nuestra falta de amor.
Pero, cuan a menudo nuestro orgullo, que es el adversario por excelencia del amor y de la luz, nos ha impedido pedir perdón, no como un gesto de cortesía o de superflua e hipócrita norma social, sino desde una profunda contrición, desde una sincera humildad, desde la urgente necesidad de reconciliarse, de redimir, de establecer la paz, la tregua o el armisticio de las situaciones más imperdonables aun en medio del campo de batalla de las difíciles relaciones humanas, y decir desde los más hondo de nuestro sentir: lo siento, lo siento mucho, te pido perdón.
Acaso pedir perdón, con valor, con humildad, con absoluta entrega y desde el corazón roto sea otro acto soberano que caracteriza al verdadero buscador espiritual, al peregrino del Amor, al genuino capitán, al auténtico líder de los hombres, pues nuestra capacidad de perdonar y de pedir perdón es sinónima de nuestra grandeza de alma.
Martin Luther King dijo que aquel que es incapaz de perdonar es incapaz de amar. El perdón renueva nuestra vida y pone fin a los asuntos pendientes, nos da otra oportunidad, nos ofrece la posibilidad de redimir lo pasado, nos saca del infierno en vida del rencor, del resentimiento, de la cólera, de la idea de venganza, e incluso de justicia, y nos permite la entrada libre en el Reino de los Cielos, que no es un lugar allende de las estrellas, sino un estado de la mente y del corazón compasivo, expandido y redimido.
Los Maestros de todas las tradiciones espirituales nos recuerdan constantemente que pidamos perdón y que perdonemos antes de que sea demasiado tarde, pues el perdón es un acto primordial de inteligencia espiritual y de compasión hacia nosotros mismos, y acaso sea la compasión la lección que todos los seres venimos aprender a esta tierra. Perdonar es también un acto de profunda sabiduría, pues como dijo León Tolstoi: “comprenderlo todo es perdonarlo todo".
Perdonar es olvidar. Solo alguien muy oscuro o ignorante puede decir "perdono pero no olvido". Precisamente la ciencia ha descubierto que una de las funciones principales de la memoria es su capacidad de olvidar. ¿Y cuantas veces deberemos olvidar las ofensas, perdonar a nuestro hermano, a nuestro prójimo como a nosotros mismos? El Maestro del Amor nos dice categóricamente: ¡setenta veces siete!
¿Pero existe aún algo más difícil, más salutífero y más redentor que perdonar o pedir perdón? Si, perdonarse a uno mismo. Un viejo axioma de Confucio dice: "Perdonárselo todo a aquel que es incapaz de perdonarse a sí mismo".
¡Perdonarme a mí mismo¡ Eso es algo para lo cual uno no se siente nunca suficientemente preparado, ni entrenado, ni incluso "autorizado". Preferimos vivir en el purgatorio moral del desaliento, de la mortificación, de la auto-culpa, no perdonarnos y como consecuencia, no perdonar, alimentando con la memoria el hedor lúgubre de la pena, del remordimiento y la tristeza, que marchitan nuestras vidas y nos arrebatan el precioso don de la alegría, tal vez esperando que algo o alguien, quizás un sacerdote, un santo, un ángel o una fuerza sobre-natural haga por nosotros lo que nadie puede hacer por nosotros.
¿Alguna vez nos hemos atrevido a decirnos frente al espejo, pronunciando nuestro nombre?: ¡Te perdono! Te perdono de corazón, total y absolutamente, y te dejo libre, como se lo diríamos a nuestro único hijo adolescente que se hallara apesadumbrado por las consecuencias de una decisión errónea o de un acto equivocado
Y aun en la distancia, podemos pedir perdón y perdonar, pues la energía sigue al pensamiento y estas imágenes, clichés y vibraciones sutiles de perdón y de anhelo de reconciliación, viajarán por el éter en busca de la unidad con el otro y de la Divina Armonía que ponen fin al dolor y al sufrimiento, a veces de muchas vidas pasadas.
Pero, nos preguntaremos, ¿y si el otro -si es que existe un "otro" que no sea yo mismo fuera de mi- no desea la paz, no busca la reconciliación, la curación de lo incurable? El Maestro Philippe de Lyon nos dice que hablemos entonces con nuestro Ángel de la Guarda para que hable con el Ángel Guardián nuestro "adversario" y que ambos lleguen a un acuerdo.
El Maestro Philippe daba una importancia extraordinaria al perdón. En muchas de sus enseñanzas hacía referencia a la necesidad absoluta de perdonar y de pedir perdón:
- "En la vida progresamos sin cesar, y en la medida en que progresamos, cambiamos de guía. De ahí la necesidad de hacer la paz INMEDIATAMENTE con los enemigos, pues, ofendiendo a los enemigos, ofendemos a su guía, y la paz solo puede ser hecha entre los mismos interesados. Sino, habrá que esperar a que en una serie de reencarnaciones el mismo periodo se produzca y que el perdón sea acordado. Es necesario, incluso, que el ofendido rece por el ofensor".
Que redención, que alegría, que júbilo el perdonar y pedir perdón, ¡pero que gloria aun mayor es perdonarse a sí mismo¡ Si no me perdono, si no me olvido, si me juzgo, si me condeno y no me exculpo, me aferro al dolor, a la necesidad de sufrir, a la culpa, y consecuentemente, espero el castigo o el mal karma. ¿Y qué puedo crear, en que puedo creer, como puedo crecer si me aferro al dolor, a la culpa y al sufrimiento que conllevan los supuestos errores cometidos en un pasado sobre el cual ya no tengo ningún imperio? ¿Qué ha ocurrido en la historia de la humanidad cuando los hombres han erigido ideologías, religiones y filosofías basadas en el dolor, el miedo y la culpa?
Se cuenta que en una ocasión, un prisionero de un campo de concentración le preguntó a otro: ¿has perdonado a los nazis? Y este le contestó: ¡nunca! El otro le respondió: ¡entonces, aun te tienen prisionero!
Los sufíes dicen: "El enemigo está agotado de ti". Y busca también su redención, su absolución, su perdón. Pues el perdón libera al que es perdonado y con frecuencia también al que perdona. Los Evangelios dicen que el propio Jesús el Cristo perdonó a sus verdugos, pues como la mayoría de los hombres, en todas las épocas, reinos y dimensiones de consciencia, no sabían lo que hacían.
¡Qué fuerza tan extraordinaria, que alquimia sublime del Amor glorificado y expandido, y que belleza del corazón secreto se encuentran en el perdón! El perdón permite que nuestro corazón se rompa por todos los corazones que rompió, y la redención que surge de ese acto de compasión dinámica lo reconstruye despacio, fragmento a fragmento, para resucitarlo a la verdadera vida como el cuerpo desmembrado de Osiris, de Orfeo o de Mitra.
El poeta inglés William Blake dijo: "Es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo", pues del amigo solo esperamos comprensión, apoyo, y afecto, y del enemigo aguardamos solo lo peor, la traición, el oprobio o el ataque. Así que el desafío del discípulo, del verdadero buscador espiritual es perdonar también a su amigo, a su hermano, indultarle de las ofensas, de los actos y aún de los pensamientos, antes incluso de que los realice.
El perdón del corazón es una suerte de presagio del Cielo en la Tierra que no puede ser provocado, pues llega a veces como el deletéreo vuelo de una Presencia angelical que nos acerca al misterio insondable de la Gracia. Como consecuencia de la llegada de esa bendición sutil, es perdonado lo imperdonable, es olvidado lo inolvidable, es amado lo poco amable y es redimido lo irremediable.
Sueño con el día en que el ángel dormido que soy yo, tenga el valor de erigirse ante la Presencia de Dios, y pedir perdón en nombre de todos los seres sensibles, por los millones de años de separación de la Luz y del Amor.
Así, concluyo que el Cielo en la Tierra ha de edificarse sobre la misericordia, la compasión y el perdón, y que todo, absolutamente todo, ha de ser perdonado.
Siddharta el Buda nos aconsejó: "Sed como el sándalo que perfuma la hoja que le infiere corte". Y el escritor Mark Twain dice en uno de sus poemas:

"El perdón es el perfume
Que la violeta deja
en el pie que la pisa"



Bibliografía:

1) Le Maître Philippe de Lyon, Thaumaturgue et Homme de Dieu", por Philippe Encause. Ediciones Tradicionales, Paris, 1985.
2) "El Maestro Philippe", de Alfred Hael. Ediciones Escuelas de Misterios. Barcelona.
3) "Un año de Vida" de Stephen Levine. Ediciones Libros del Comienzo.
4) "La Sabiduría del Perdón". S.S. Dalai Lama. Ediciones Oniro.