Saturday, February 22, 2020

La búsqueda del legado de Don Martínez de Pasqually - Serie Rosacruz VI


La búsqueda del legado de Don Martínez de Pasqually - Serie Rosacruz VI


En el siglo XVIII Martínez de Pasqually, un personaje tan misterioso como Saint Germain o el propio Cagliostro, crea una nueva orden para conservar la supuesta herencia de la tradición sacerdotal de los antiguos levitas, que habría logrado sobrevivir a la destrucción del Templo de Salomón. La monumental obra queda trunca por la inesperada desaparición de su Gran Maestre. Se dice que  sus discípulos, luego de cerrar la orden, incorporaron una parte importante de estas enseñanzas en las escuelas que fundaron. ¿Los antiguos secretos que poseía Martínez de Pasqually se han perdido para siempre o son todavía atesorados por ocultos guardianes?
Este parece ser el argumento de una novela esotérica al estilo del "El péndulo de Foucault". Sin embargo, es una de las mayores incógnitas en la historia de las tradiciones iniciáticas de Occidente. Si bien nada es definitivo, en el presente artículo acercamos algunos datos poco difundidos sobre las causas, el contexto histórico y el desenlace dramático de los enigmáticos Elus Cohens, los Sacerdotes del Universo.
Resulta muy engorroso comprender en qué consiste y como llegó hasta nuestros días la herencia iniciática de Don Martínez de Pasqually. Sobre todo, porque sus enseñanzas se propagaron gracias a ciertos procesos históricos acaecidos entre los siglos XVIII y XIX. El desarrollo de estos acontecimientos marcó la transición entre las antiguas formas tradicionales de la Edad Media y las modernas organizaciones iniciáticas. Estos profundos cambios socioculturales culminarían dando a luz, entre otras cosas, a la Ilustración europea, corriente que influenciaría la educación aún en nuestra época y conformaría un modo de pensar que se extendería desde Occidente hasta Oriente.
En ese momento histórico crucial, fue cuando Saint-Martin instó a la humanidad a la búsqueda del Conocimiento Verdadero, que es aquél que imperiosamente necesita. No escatimó recursos en su obra para recordar el origen y el papel central que juega esta Ciencia espiritual del hombre en el desenlace del drama cosmogónico del Alma Humana. De esta forma, Saint-Martin presentó el antiguo Problema Pansófico, como un tema urgente e imperioso, dentro del contexto histórico del nacimiento de la ciencia moderna, de la creciente división de la religión cristiana y de una ascendente filosofía que buscaba restringir la metafísica. Es evidente que Saint-Martin tenía en claro que la ciencia moderna y el ateísmo, conducirían a alejar a la humanidad de la búsqueda del conocimiento de lo Superior. Al mismo tiempo, que veía al dogmatismo religioso fracasar en sus esfuerzos por  reunificar la totalidad de las Ciencias sagradas y profanas.
El Problema Pansófico, que fuera anticipado por Llull y por la corriente posteriormente conocida como rosacrucismo, alcanzó en la época de Saint-Martin la dimensión de crisis. La escolástica había conducido a la separación definitiva entre la razón y la religión, luego de haber dotado a la primera de métodos y herramientas que contribuyeron a su evolución. A partir de aquí, razón y dogma constituirían dos territorios excluyentes y enfrentados. Durante el siglo XVIII, los postulados racionalistas comenzaron a ganar más terreno que la fe, y los herederos de la corriente rosacruz sintieron la necesidad de asegurar la continuidad del Conocimiento Universal que poseían. Los adeptos de las diferentes líneas asumieron la enorme responsabilidad de adaptar lo que habían recibido a un nuevo sistema simbólico o a una nueva tabla de la verdad (1), que estaba en formación junto con la ciencia moderna.
Un caso notable de transformación a los nuevos sistemas simbólicos es, indudablemente, el de Don Martínez de Pasqually. Hallándose en posesión de una antigua tradición teúrgica, durante sus últimos años de  vida, buscó desesperadamente crear y adaptar un nuevo soporte para trasmitirla y asegurar la continuidad de su vía. Pensó primero en apoyarse en la, por entonces, reciente y prometedora masonería especulativa. Sin embargo, tuvo que reconocer con tristeza que no era del todo adecuada para los fines que perseguía. Entonces, debió construir su propia estructura masónica desde cero. No sólo encontró problemas con los grados y las instrucciones, también descubrió -decepcionado- que la mayoría de los iniciados que frecuentaban la masonería especulativa de la época, no estaban preparadas para transitar su método. Los complejos rituales, las exigentes operaciones y los estrictos regímenes que él había practicado no les serían de utilidad a las futuras generaciones de iniciados. Incluso sus más brillantes discípulos, como el propio Saint-Martin, cuestionaban estos intrincados métodos. Pasqually fue el último eslabón de una cadena que poseía un conocimiento pleno de aquella praxis, pero no llegó jamás a trasmitirla completamente. La empresa de Don Martínez quedó trunca tras su partida a Santo Domingo y su posterior muerte. Poco tiempo después de desaparecido el mítico fundador, la orden de los Elus Cohens llegó a su fin. La monumental obra había quedado inconclusa y sus discípulos se declararon incapaces de finalizarla. Verse obligados a abandonar el proyecto de su maestro, siendo que muchos habían obtenido resultados y conocimientos notables,  sólo se explica si los más necesarios y profundos secretos de la vía se habían perdido con la desaparición de Pasqually, o la forma de trabajo se había vuelto impracticable, probablemente por los peligros que implicaba continuar sin la guía y la experiencia del difunto Gran Maestre. Hay fuertes indicios en la correspondencia de sus discípulos para dar crédito a que, en realidad, ocurrieron ambas cosas. Es claro, entonces, que la orden original jamás alcanzó una forma definitiva en su estructura y mucho menos en sus praxis.
Dos de sus discípulos continuarían la labor de trasmitir, bajo otras formas, parte del conocimiento que habían adquirido con Pasqually. Willermoz rechazaría las prácticas teúrgicas, con las que jamás tuvo afinidad, pero incluiría algo de la doctrina de los Elus Cohens en un proyecto masónico en formación. Reformando la Estricta Observancia Templaria, fundó lo que hoy conocemos como Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa (C.B.C.S.) y el Rito Escocés Rectificado (R.E.R.). Sin embargo, no existió nunca un aval formal que justificara la introducción de la doctrina Cohen en esta línea. En los hechos, la Orden de los Elus Cohens legó su fondo documental a los Filaletes, y Willermoz terminó renunciando a la supuesta trasmisión Templaria de Von Hund. Luego del lamentable episodio del “agente desconocido”, la mayoría de los Cohens (incluido Saint-Martin) le dieron la espalda al incipiente R.E.R., tanto por su falta de seriedad, como por haber aceptado reformas apócrifas en la doctrina de Pasqually, sugeridas por este falso agente desconocido que en realidad respondía al catolicismo. Willermoz, abatido por esta desafortunada aventura, sólo obtuvo legitimación para su proyecto con la aceptación del R.E.R. por parte del Gran Oriente de Francia (G.O.F.), que es considerada la masonería continental más antigua de Europa.
El R.E.R. fue abandonado con el tiempo. Sin embargo, se intentó despertarlo en varias oportunidades, pero siempre corriendo la misma suerte. Actualmente, continúa vigente un proyecto de despertar el rito, que ya tiene algunos años, cuyo destino es más bien incierto. Sucede que en la actualidad, el G.O.F. es el referente mundial de la masonería liberal y adogmática, siendo su corriente filosófica central el racionalismo. Esta cuestión ha producido numerosos conflictos con el R.E.R., que se declara a sí mismo como una masonería cristiana y que no acepta miembros que no hayan sido bautizados por la iglesia católica. Debido a estas disputas, el R.E.R. ha decidido independizarse unilateralmente. Es decir, sin el consentimiento ni el aval del G.O.F. Así, ha perdido la única fuente que lo conecta materialmente con su origen y ha dejado a su legitimidad masónica en una situación comprometida.
El otro discípulo, Louis-Claude de Saint-Martin, se mostraría sumamente prudente y reticente de continuar las operaciones de Pasqually, ya que veía en ellas grandes peligros para sus contemporáneos y para sí. Incluso, cuando todavía dispensaba iniciaciones Cohen, les pedía a sus discípulos que no abrazaran la práctica teúrgica, y en cambio, que se entregaran a la sencillez de la oración. El Filósofo Desconocido decidió continuar la investigación de la tradición que había recibido de su maestro en otras líneas afines, pero atendiendo por sobre todo, a la urgencia del Problema Pansófico. Es decir, de cómo habría que trasmitir este conocimiento universal a un hombre que sería cada vez más escéptico, cada vez más materialista, y que su educación giraría en torno a la razón y a la ciencia profana.  Saint-Martin, con el correr de los viajes y de los años, desarrolló una vía particular: la Vía Íntima o Cardíaca. Vía que perfeccionó gracias a sus estudios sobre Jacob Böehme, quien poseía las claves que Pasqually no había llegado a trasmitir. Además, el Teósofo Teutón era partidario de la frugalidad en las operaciones, cuestión de la que Saint-Martin se había convencido cuando operaba con el propio Pasqually. En consecuencia, la Vía Íntima resultante está desprovista de todo elemento ornamental y se centra en la meditación y en la plegaría. Y a pesar de ser sumamente mística e íntima, es completamente accesible para quienes han recibido una educación científica y racional. No debemos permitir que su sencillez de medios nos engañe, ya que sus componentes doctrinarios son de una riqueza y de una profundidad tal, que ha tenido gran éxito en conservar la Sabiduría que atesoraban siglos atrás los antiguos misterios. Tal como escribe el propio Filósofo Desconocido en el capítulo XI de la Tabla Natural:
"El hombre, su origen, su fin, la ley que debe conducirle a su término y las causas que le mantienen apartado, en fin, la Ciencia del hombre, inseparablemente ligada al Primero de todos los Principios, he aquí los objetos que los Autores de las Tradiciones primitivas han querido retratar; he aquí lo que puede ennoblecer y justificar sus símbolos, he aquí el único arquetipo digno de sus emblemas; porque aquí el arquetipo es superior a la alegoría, aunque la alegoría se adapte perfectamente al arquetipo."
Esta vía de realización es la que ha llegado a nosotros a través del Martinismo moderno. Su transmisión, ha sido cuestionada en diversas ocasiones, dado que al tratarse de una iniciación de maestro a discípulo, no hay una institución que las certifique. Sin embargo, las investigaciones más prestigiosas, como las de Robert Amadou, se han expedido a favor de la autenticidad de estas transmisiones. Podemos decir que la primera estructura de orden Martinista en Occidente aparece con Papús y Chaboseau. Mientras, en Oriente, pareciera que algunas líneas rusas anteriores a 1917 pueden resultar algo más antiguas. En la actualidad, dentro o fuera de una estructura organizativa, el Martinismo conserva todavía la transmisión de maestro a discípulo como esencial y constituye una síntesis capaz de conducir al hombre contemporáneo hacia la Regeneración.
Atanasio

(1) Saint-Martin sostiene que el hombre, imagina las mismas verdades mediante imágenes diferentes que constituyen un conjunto de signos sensibles, con relaciones variadas. Estas numerosas versiones de los conjuntos de signos es lo que denominó les tableaux de la vérité, es decir las tablas de la verdad, que explican cómo vincular los diferentes signos entre sí. Para evitar confundir al lector inexperto con esta compleja noción, en la mayoría de nuestros escritos hemos denominado a estas "tablas de la verdad" como "sistemas simbólicos". La razón, es que éste término trasmite fácilmente la idea de un conjunto de símbolos ordenados que se vinculan entre sí, de tal manera que constituyen una unidad simbólica compleja capaz de representar la Verdadera Ciencia del hombre. Ampliaremos estos conceptos, en esta misma serie, en un futuro artículo dedicado a esclarecer ciertas cuestiones de la famosa obra titulada Tableau naturel des rapports qui existent entre Dieu, l'Homme et l'Univers.

Breve Reseña Histórica y Fundamentos del Martinismo

Portal Martinista del Guajiro

Hermano, ya llegaste a la Puerta del Templo


Breve Reseña Histórica y Fundamentos
del Martinismo

El Martinismo está estrechamente ligado a la Logia Rosacruz y a la Masonería. Para comprender, en cierto sentido el significado profundo del Martinismo, es necesario conocer las órdenes y el movimiento anterior al surgimiento de éste. En el siglo XVIII a comienzos de la Edad Contemporánea, surge la figura de Joaquín Martínez De Pasqually. En esta época la Rosacruz de Oro realiza actividades en común con la Franc Masonería. Martínez de Pasqually va a realizar actividades en las logias masónicas de Aviñon, Marsella, Montpellier, Foix y Tolosa. En 1754 funda el capítulo de los jueces Escoceses y luego, en 1760, instala un templo de los verdaderos Caballeros Masones Elegidos Cohén del Universo, Así sucesivamente se va configurando una serie de templos en los principales países de Europa.
En el año 1766 Martínez de Pasqually abre en pleno París un nuevo Templo Cohén, con la ayuda de Juan Bautista Willennoz, Bacon de la Chevaleríe y el Conde de Lurignan. Dos años más tarde aparece la figura de Louis Claude de Saint-Martin quien se encuentra con Martínez de Pasqually; pronto se convierte en su secretario más apreciado. La Orden de los Elegidos Cohén cada vez crece más; se prestigia en Europa y surgen templos en varias ciudades. Durante este período la Franc masonería y los Rosacruces utilizaban las mismas logias; al parecer trabajaban unidos. Joaquín Martínez De Pasqually, el 6 de mayo de 1772, viaja a Santo Domingo donde va a formar varios Templos Cohén. Escribe su "Tratado de la Reintegración de los Seres" el que no alcanza a terminar.
Desde América mantuvo contacto permanente con sus discípulos en Europa. Envió constantemente instrucciones de curso y rituales. Después de dos años muere en Puerto Príncipe el 20 de septiembre de1774, habiendo sido durante toda su existencia un hombre ocultista de los más notables de su época. A la muerte de Joaquín Martínez De Pasqually, la Orden de los Elegidos Cohén decae, como ha sido en toda la historia. Los templos de Rochela, Marsella y Libourne se fusionan con la Gran logia de Francia. Las tendencias se dividen; unos se unen con las órdenes masónicas tradicionales más operativas y otras desean un camino más místico, más interior y se convierten en adeptos del Martinismo.
Juan Bautista Willermoz, nacido el 10 de julio de 1730, en Saint-Claude (Franco Candado), se transforma en guía del grupo de tendencias más operativa; posee una sólida experiencia esotérica y una amplia formación especialmente en la Masonería. Fue Venerable Maestro a los 22 años. En 1752 fue consagrado como Maestro Masón y en el año 1762, pasa a ser el preceptor de la Gran Logia de los Maestros Regulares. Al año siguiente junto a Pierre-Jacques, fundó el Soberano Capítulo de los Caballeros del Águila Negra Rosacruz, cuyos trabajos estaban basados en la alquimia. Esta orden trabajó en unión de ideas y pensamientos con la Rosacruz de Oro de Alemania.
Willennoz fue iniciado en el seno de la Orden de la Estricta Observancia Templaría, en el año 1774, dirigida por el príncipe Federico de Brunswick y el barón Von Hund. En el año 1776 participa en la creación del Directorio Escocés de la Provincia de Auvernía de la estricta Observancia. Finalmente, participa en la creación de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la ciudad Santa, con la que queda ligado hasta sus últimos días de vida; fallece el 20 de mayo de 1824.
La obra de Willermoz actualmente sigue dando luz, vida, y amor a las distintas logias martinista en el mundo…
Saint-Martin nació en Amboisse, Francia, el 18 de enero de 1743. Su niñez, es poco conocida, sólo se sabe que su madre murió a una edad temprana cual habría influido en la formación de su personalidad, en especial lo relativo a su excesiva sensibilidad y constante búsqueda de respuestas, así como la dulzura de su refinamiento bondadoso.
Las relaciones con su padre fueron difíciles debido a las inquietudes de este adolescente a tan temprana edad, tuvo un hermano del cual tampoco se sabe mucho. Cuando pequeño debe haber sentido la falta de su madre, aunque se dice que desde niño demostraba una gran fortaleza mental. Claude de Saint-Martin dice en sus cartas, que trató de cumplir sus obligaciones para con su padre a costa de gran sacrificio; de este modo se reprimió en si mismo realizar sus propios proyectos. Después de haber terminado su instrucción
En su vida tuvo muy buena afinidad con el supuesto, pero nunca se casó; decía que había nacido exclusivamente para la vida espiritual. En su vida aparecen. Varías damas importantes en esa época, entre ellas la duquesa de Bourlon, Madame Bry, Madame de Saint Dicher Madame Polomien, Madame de Bríssac y otras. Quizás la mujer que más influyó en él, fue Madame Boecken, debido a su gran espiritualidad e inteligencia. El conocía muy bien las obras de Jacobo Boehme, de aquel extrajo muchas de sus enseñanzas.
Le tocó vivir la Revolución Francesa, por lo cual pensaba con verdadera compasión de la gran cantidad de personas que sufrían. Según Cazotte, que fue uno de sus amigos más íntimos, Saint-Martin nunca trató de cambiar el destino de los acontecimientos. Cuando la muerte y la destrucción cayó en Francia el trato de ayudar a los necesitados, sin temer por su pronta vida. Finalmente lo obligaron a irse a Amboisse donde permaneció hasta su muerte, el 13 de octubre de 1803, cuando había cumplido los 60 años de edad.
La formación espiritual de Claude de Saint-Martin, se fue complementando gradualmente hasta transformarse en un Gran iniciador creador y fundador del Martinismo. Eligió el camino del corazón y del amor, y se transformó en un extraordinario Teurgo, lo que le permitió una íntima y estrecha relación con la Divinidad. Huyó de la pomposidad y lujos de las logias; buscaba una conexión directa de simple expresión en las experiencias de su alma. Fue así corno nació el Martinismo.
Saint-Martin tuvo contado con el llamado "Agente Desconocido" de quien recibía enseñanzas de las que quedaba extraordinariamente impresionado. En esa época escribe su primer "Libro de Errores y de Verdad"; firmó este libro con el seudónimo de "El Filósofo Desconocido" y su obra fue muy comentada en los círculos de los iluminados.
Su tesis era que, mediante el conocimiento de su propia naturaleza, el hombre puede obtener el conocimiento de su creador y de toda su creación; como también los fundamentos de las Leyes del Universo. Saint-Martin fue un iluminado y deseaba ardientemente compartir los conocimientos recibidos; pero sólo a aquellos que estuvieran preparados para recibirlos y comprenderlos. A lo largo de su vida pudo encontrar lecciones ocultas que lo guiaban hacia la perfección y consolidación de su ideal.
Otro de sus libros fue "El Escenario Natural" que habla sobre la relación entre la Naturaleza, el hombre y Dios".
Saint-Martin fue enemigo del ateísmo y del materialismo en todas sus manifestaciones, los que eran muy comunes en la Europa de esa época. Muchos le empezaron a llamar el Filósofo Desconocido y su característica predominante era la de unir el conocimiento del mundo invisible con el de la mente. Las enseñanzas de Saint-Martin se difundieron a partir del año 1785 en Francia, Inglaterra y Rusia preferentemente. En Londres conoció a Law, apodado el místico y también M. Belz, el famoso clarividente; más tarde se hizo amigo de Zinovoew y del príncipe Galitzne quien introdujo el Martinismo en Rusia. Es necesario recordar que esta escuela fue muy perseguida, especialmente en Rusia, debido a la ignorancia de sus metas y doctrinas, y a las conductas erradas de algunos martinistas que habían recibido las enseñanzas de Saint-Martin.
Con respecto a la influencia de la Revolución Francesa, Saint-Martin planteaba que la estructura social, cualquiera que ella fuese, no puede ser perdurable si ésta sólo satisface el orgullo y los intereses personales de los individuos, y no está basada en el conocimiento trascendental del ser humano, de acuerdo a las leyes divinas que deben operar en todo orden. Un legislador debe tener una profunda comprensión de la naturaleza íntima de cada persona; de lo contrario tarde o temprano terminarán en graves errores, como lo fue la Revolución Francesa.
En el ensayo "El Cocodrilo " , Saint-Martin describe la lucha entre las fuerzas del bien y del mal.
Muestra como a través de las cosas sagradas se escapaba el mal, el que tiene un espacio y tiempo que puede ser muy bien reconocido por señales evidentes que no pueden confundirse. El bien y las cosas sagradas siempre saldrán victoriosos sobre el mal; pero, para lograrlo debe existir un combate permanente. Las doctrinas de Saint-Martin se esparcieron rápidamente por todo el mundo, bajo el nombre de orden Martinista. El estaba convencido que la mejor modalidad de trabajo era la iniciación individual. Cada miembro era cuidadosamente elegido y se le iniciaba en los principios de la orden. El iniciador le daba los trabajos a realizar, los que estaban de acuerdo con su particular modo de ser y su desarrollo o ritmo. El camino en este sentido era más largo, pero a la vez mas seguro; la doctrina permanecía pura e inalterable ganando fuerza y expresión. En su escrito "Nuevas Revelaciones", explica la relación entre el ser humano y su Creador; con esto el poder ilimitado y la libre determinación. Estos rasgos, aunque llevan consigo reflejos de Dios pueden trabajar en perfecta concordancia con las leyes universales, acercándose a la anhelada felicidad.
Estas mismas facultades, pueden interrumpir la unión con el Creador y someter al ser humano a una vida común sin trascendencia. Sin embargo, el ser humano puede desarrollar sus aptitudes para elevar su nivel de vida. Saint-Martin consideraba la unidad como lo esencial de le cual todo emana. Así, todo ser humano en cualquier plano nivel de evolución está expuesto a la primera causa, que es la unidad: así como los rayos solares que aunque viajan muy lejos siempre mantienen su unidad con la luz, central que emana del Sol. Saint-Martin planteaba el deseo de unir en el nombre del amor y considera vital la hermandad en la vida social de los humanos. Consideraba que la igualdad era una constante matemática; un resultado del orden y la armonía. Sus fundamentos esenciales se basaban en considerar la hermandad como factor de amor que regula las relaciones humanas entre la justicia, la caridad, la fortaleza y la debilidad.
La maldad la explotación y la tiranía no pueden permanecer a la luz del amor fraternal. Un símbolo en la doctrina de Saint-Martin es el círculo y los rayos que interfiere. Su constante relación entre la circunferencia de un círculo y los rayos, está expresada en términos matemáticos por la letra N; ya sea porque las dimensiones del círculo sean de milímetros o de millones de kilómetros. Se puede decir entonces, que las circunferencias de los círculos tienen una relación equitativa entre ellos. Lo mismo ocurre con el ser humano, la circunferencia es su bien; la luz es el límite que el ser humano no puede quebrantar. La luz o la superficie descrita por su rayo en su revolución alrededor del centro, es su área de responsabilidad que según aumenta la circunferencia el círculo también lo hace; y así como crecen los derechos del hombre, crecen también en proporción sus responsabilidades.
La imposición de responsabilidades se enfrenta con oposición, por lo cual no puede haber conciliación entre la justicia y la caridad; sin embargo, será todo posible si se fundamenta la hermandad en el altruismo y la solidaridad. La libertad está basada en el cumplimiento de la ley. Ningún ser humano puede transgredir la ley sin, recibir como consecuencia de este acto una pena, aunque no sea consciente de ello. El ser humano debe ser consciente de sus derechos y responsabilidades como alma viviente, sólo cumpliendo con estos preceptos, podrá ser realmente libre y cumplir con su tener que ser en la vida. El anhelo de todo Martinista es ayudar a lograr la unidad de toda la humanidad. Saint-Martin fue un profundo pensador con raíces cristianas y deseaba ardientemente construir bases absolutas para una nueva humanidad, basada en el amor a Cristo, cual debía guiar toda la vida del ser humano. Para la Orden Martinista es la Caballería Cristiana, uno de sus miembros debe estar dispuesto a trabajar.
Consigo mismo en forma interna y pasar por todas las etapas de un renacimiento espiritual cada vez más profundo, hasta el punto de alcanzar el nacimiento del Cristo interno.
La principal responsabilidad de cada miembro de la orden es la de servir a la humanidad en forma completa y perfecta, sacrificando su propia individualidad personal en bien de los demás. El Martinismo anuncia el advenimiento de Cristo en cada ser humano para la redención de la humanidad.
La Orden Martinista estuvo asociada a la Federación universal de Órdenes Secretas Iniciáticas "FUDOSI".
El lema de los Martinistas elegido por el Filósofo Desconocido (...)


LA ÚNICA INICIACIÓN QUE YO RECOMIENDO

Y BUSCO CON GRAN PASIÓN DE MI ALMA,
ES QUE PODAMOS ENCONTRAR EL CORAZÓN
DE LA DIVINIDAD E INDUCIRLO A QUE ENTRE EN NOSOTROS.
ASÍ SEREMOS PERFECCIONADOS
Y NOS UNIREMOS A LA OBRA
DEL CREADOR PARA LA ETERNIDAD".

No existe otra forma de obtener esta iniciación si no se hace un trabajo interno, real y profundo en lo personal. Con respecto a la obra de Saint-Martin, Honoré de Balsac fue Martinista e iniciado por Henri de Latouche, al que reconoce como gran iniciado, también se relacionó con el príncipe Galitzine de Rusia quien ayudó a la difusión del Martinismo. Aún se distingue la influencia de Saint-Martin. Atacó duramente el catolicismo.
En la actualidad el Martinismo ha vuelto a encontrar la vía inferior, el camino de la unidad por el espíritu y corazón. LA base de la iniciación Martinista es el desarrollo del amor (caritas). Los fundamentos de la filosofía del "Filósofo Desconocido " , están basados esencialmente sobre las teorías de los egipcios y de la escuela pitagórica. Contiene en sus simbolismos la clave que abre el mundo de los misterios de la creación, el que es secreto inefable, incomunicable y únicamente comprensible a los verdaderos adeptos. Estos trabajos no profanan los misterios del velo de Isis con imprudentes revelaciones.
El iniciado que es digno y que está versado en la historia del hermetismo, de sus doctrinas, de sus ritos, de sus ceremonias y de sus jeroglíficos, puede penetrar la secreta y real significación de los símbolos ofrecidos a la meditación del hombre o mujer de deseo. Los Martinistas se dejan entrever, pero no al simple curioso; es una escuela de alto hermetismo que se descubre a muy pocas personas, prefiriendo la calidad a la cantidad. Estanislao de Guaita en sus recordados discursos, desarrolló la doctrina de que la iniciación es el resultado de una enseñanza; pero que en ella existe un crecimiento personal que es fundamental. Cualquier poder conocido por la naturaleza o la sociedad, debe desarrollarse para ser útil; además, debe adaptarse a la función de aquellos que ha de beneficiar, es decir, el Martinismo es flexible adaptable a la realidad en la que se va a desenvolver, sea que este determinada por las personas, por los pueblos o condiciones de ellos y las circunstancias en que se encuentre.
Al parecer, en los primeros años del Martinismo se les conoció como la Escuela de los Filósofos Desconocidos que, según Eliphas Lévi, habría sido fundada por Martínez de Pasqually continuada por Louis Claude de Saint-Martin, quien habría incorporado a los últimos adeptos de la verdadera iniciación. Saint-Martin estaba familiarizado con la antigua clave del Tarot, es decir, el misterio del los alfabetos sagrados y los jeroglíficos hieráticos.
Dejó muchos pentáculos curiosísimos jamás grabados. Uno de ellos fue la clave tradicional de la Gran Obra. Los Martinistas fueron los últimos cristianos de la hueste de los grandes iluminados y fueron ellos quienes iniciaron a Cazotte. A fines del siglo XIX y comiences del XX, el Martinismo dejó de ser conocido y fluyó como una débil corriente de agua, así lo describe Eliphas Levi; sin embargo, contó entre sus filas con personajes tan brillantes como: Chaptal. Henry Delaage y Constantin Chevillon. La influencia que había perdido fue recuperada gracias a Willermoz (como hemos dicho fue discípulo de Pasqually quien había centrados sus actividades en lyon) Las enseñanzas se transmitieron secretamente y como resultado, en el año 1887, se empezaron a reunir los grupos Martinistas.
La Orden pudo consolidarse debido al genio de Gerard Encausse (Papus), el que la va a reorganizar y le va a dar un nuevo impulso con sus estatutos y reglamentos. Papus crea el Consejo de las Ordenes Martinistas integrado por Estanislao de Guaita, Barlet, Chaboseau, Marc Harven y otros Martinistas de la época. La orden entra en trabajos secretos y estrictamente herméticos al enfrentar la Primera Guerra Mundial. Para eso se mantuvo liderando la orden desde 1891 hasta cerca de los inicios de esta guerra; posteriormente va a ser presidida por Chaboseau hasta su muerte en el año 1946, en plena Segunda Guerra Mundial.
Los trabajos durante las dos guerras mundiales fueron estrictamente herméticos, más aún siendo el Morfinismo una orden secreta. Los verdaderos Martinistas no publicitan sus actividades; incluso una de sus obligaciones y juramentos cuando son acéptenlos en la orden es: Nunca traicionar el nombre Del Maestro que cumplió la iniciación. Elías Buchelli fue un eminente Martinista de gran importancia para América.
Creó el "Anuario Astrológico Americano" en el año 1934, en el que escribían, preferentemente, iniciados rosacruces, Martinistas y masones; algunos de ellos muy conocidos por los actuales Martinistas; el mismo Elías Buchelli fue un Maestro masón, Martinista y rosacruz Otros connotados Martinistas fueron: el Dr. R. Swinburne Clymer, Supremo Gran Maestro de la Federación Rosacruces en América; León Tournier, Maestro Iniciador de la Orden Martinista; C. Chevillon Gran Maestro de la Orden Martinista y Rector de la Rosa Cruz Cabalística en Francia en lyon Ouspesnsky y otros iniciados.

A LA GLORIA DE ESTOS GRANDES SERES POR SU ENTREGA Y HERENCIA DEJADA EN EL AMOR CONSTRUCTIVO PARTICIPE E INGENIEROS DE LA MAGIA ELEMENTAL Y DIVINA PARA LA HUMANIDAD…

La Respuesta de Pitágoras

La Respuesta de Pitágoras

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El presente trazado tiene por objeto
contestar a estas cuatro preguntas.


1 ¿Que busca el profano que solicita su iniciación?

Puede devenir por una gran variedad de motivos, desde el más vil materialismo, el deseo de encontrar protectores o amigos para los negocios hasta el más elevado localismo humanitario. Lo más a menudo será una mezcla de todo y con frecuencia habrá un sentimiento de la propia imperfección y el deseo de hacerse mejor y más perfecto. No será raro tampoco que se espere encontrar en la Masonería un estimulo para hacerlo actuar a uno, para compensar la propia falta de actividad; ideas originales y extraordinarias que pongan en funcionamiento el pensamiento y la imaginación. Es uno de los problemas de la Masonería el que, por el propio secreto que impone a sus miembros, el profano llegue generalmente a sus ;puertas despropósito de todo conocimiento realista de lo que le espera y en cambio, lleno de ilusiones y esperanzas que van de lo simplemente inadecuado a lo absurdo.

2 ¿Qué es lo que no puede ofrecer la Masonería?

La Masonería no está hecha a la medida de las ilusiones del neófito. Si éste ha esperado un renuevo completo de su personalidad en forma de una muestra gratuita ofrecida a todo el que entra, se ha equivocado. Le damos la luz, le damos las herramientas para trabajar y le enseñamos la piedra bruta. Lo demás es asunto suyo. Tiene que trabajar para recibir su salario y éste se le da según la cantidad y calidad de su trabajo. No podrá pedir que se lo regalen todo de una vez y sin hacer el menor esfuerzo. Entonces el neófito no halla lo que buscaba. El buscaba un medio cómodo para hacerse la vida más fácil y agradable, para sentirse importante a poca costa, para vivir en paz consigo mismo. Y como no halla lo que busca, dice que "no encontró nada". Con ello expresa que todo lo demás que encuentra no le importa, que aquello es todo cuanto querrá y nada más. Es como el niño a quien le niegan un dulce de a centavo y que a través de sus lagrimas ya no es capaz de ver el hermoso pastel que le ofrecen. Decir que en la Masonería no se hace nada es otra manera de indicar que uno quería granjearse satisfacciones de amor propio a bajo costo. Si en la Masonería ya se estuviera realizando una autentica obra humanitaria, podríamos participar en la gloria sin tener que tomarnos la molestia de planearla y ejecutarla nosotros. Si la Masonería fuera lo que quisieran los que se quejan de no encontrar nada en ella, será el exacto equivalente de las múltiples sociedades de beneficencia cuyo principal objeto consiste en procurar que los retratos de sus miembros aparezcan periódicamente en la prensa con cualquier pretexto. Todas estas satisfacciones de amor propio, todos estos objetos de ilusiones y esperanzas irracionales la Masonería nos lo ofrece; de ahí que aquellos que no buscan más que esto, no encuentran nada.

3 ¿Qué puede ofrecer, entonces, la Masonería?

Desde el punto de vista de estas personas: nada, pues para ellas el trabajo, el estudio, no es nada; y si no tienen la paciencia necesaria, nos dan la espalda. Cuanto más irreales e irracionales han sido sus esperanzas, tanto más tiempo necesitarán para hallar lo que ofrece la Masonería, trabajo, herramientas para ejecutarlo, el salario que sólo se consigue trabajando. El neófito tiene que aprender que en Masonería no hallará satisfacción alguna sino en razón de su propio trabajo. A través de su aprendizaje se dará cuenta de que si la Masonería le ofreciera sin trabajo las satisfacciones que buscaba, entonces sí podría decir que no es nada. En la Masonería se come lo que se trae, el que viene con las, manos vacías, esperando hallar todo ya preparado, se queda con el hombre. Lo que pasa es que el hombre moderno tiene del trabajo un concepto muy distinto del que tenían las corporaciones de constructores de antaño. Para nosotros, ó por lo menos para la mayoría de nosotros, el trabajo es esclavitud, actividad mecánica, impersonal, algo que se hace porque uno tiene que comer y sin trabajo no hay comida, algo que uno hace a regañadientes, esperando que el reloj marque la hora de salida; de allí buscamos el descanso, la diversión, las comodidades. Somos pocos a quienes la suerte ha deparado un trabajo constructivo y menos los capaces de buscar y hallar el descanso en una actividad creadora. El constructor medieval no se preocupaba por ahorrar tiempo para terminar la catedral, sino que se detenía en los detalles, agregando una profusión de esculturas tan bellas como innecesarias para la arquitectura, simplemente porque sentía gusto en crear lo bello, aunque tardara siglos en la construcción de la obra ó quedaría inconclusa. Nosotros ya no comprendemos fácilmente este placer en el trabajo. Queremos que el trabajo termine lo más pronto posible para poder dedicarnos a otras actividades en apariencia más placenteras. Necesitamos volver a descubrir la vocación artística del hombre la única que le da plena satisfacción ó de servir de apéndice pensante de una maquinaria, sino de realizar un trabajo creador. Esto es lo que puede y lo que debería ofrecernos la Masonería. La última pregunta fue:

4 ¿Qué es nada que el neófito encuentra en el Templo?

Toca la puerta se le abre y no encuentra nada. ¿Qué es esta nada? Ya dijimos que tomar la palabra en sentido estricto sería absurdo. Algo encuentra, y si lo presionamos un poco nos diría: "No hay nada; sólo palabras, sólo rituales, solo símbolos, sólo ideas anticuadas. Algo encuentra, pero no lo que buscaba. Y como lo que encuentra no es nada en comparación con lo que buscaba, dice que no hay nada. Pero esta nada no es sólo un fenómeno negativo. En esta nada hay como un germen de algo nuevo y grande. El H.·. que se va de la Logia quejándose de no haber encontrado nada, no se limita a decir eso. Se va disgustado, decepcionado. El encuentra que la nada lo ha afectado en lo más hondo de su ser. Seguramente, pero halló precisamente su propio disgusto su propia decepción. Aunque se vaya de nosotros, su decepción lo sigue. Y aunque no lo confiese, no dejará de pensar de vez en cuando que para hallar algo se necesitan dos cosas algo que esté ahí y alguien que sepa buscar. Y si no se halla nada, no es siempre por falta de un objeto. Al lado del orgullo porque él no se dejó engañar, estará la constante inquietud acerca de qué habrán hallado los se quedaron y que el no supo hallar. Se ve puesto así de frente a frente con su propia insuficiencia, con su propia nada. Si quiere ser sincero consigo mismo, tiene que reconocer que donde no encontró nada, es en él. Este es el punto donde empieza a germinar la idea masónica. Si el hermano llega a este punto, empieza a ser masón. No es por casualidad que lo primero que ve el recipiendario en su iniciación sea la cámara de reflexiones con las imágenes de la muerte y del renacimiento. Tiene que reconocer que él no es nada, y si no llega a la experiencia de la nada, no habrá renacimiento ni será nunca masón de verdad. Pero tan pronto encuentra la nada en sí mismo como su propia insuficiencia, se podrá dar cuenta también de que le ocurre con respecto a sí mismo lo que le ocurrió con la Masonería. Allí decía que no hallaba nada, sin embargo, hallaba muchas cosas, menos aquellas naturalmente, que en sus ilusiones había esperado que encontraría. Entonces se impone un examen de conciencia, un estudio laborioso y sincero de lo que él realmente quiere. Pronto verá que sus ideales no son incompatibles con los de la Masonería, a condición de formularlos claramente. ¿Quiere ser rico?. La Masonería no se opone; antes al contrario, le facilitará contactos; pero eso sí, el dinero lo tiene que ganar él. ¿Quiere alcanzar fama? ¿Qué Logia se opondría que uno de sus miembros se hiciera célebre?. Le facilitará todas las oportunidades posibles, pero el trabajo lo tiene que hacer él. Cualesquiera que sean los deseos ó ideales que tenga con tal que no vayan en detrimento de la Humanidad la Masonería con su espíritu amplio y abierto, le presta las herramientas y el apoyo de todos pero de ahí en adelante, ¡Manos a la obra!. Pitágoras, al salir del Templo Egipcio no había visto nada. Pero como Pitágoras era Pitágoras, no se contentó con irse decepcionado echando peste contra los misterios egipcios, sino que encontró la nada en sí mismo, en sus deseos e ilusiones. Murió con sus ilusiones y renació con sus ideales a la verdadera luz de la sabiduría.

"Y que la Masonería siga no siendo nada a los ojos del iluso es la mejor prueba de su valor"



Friday, February 7, 2020

II El Cristo Interior Del “El Espíritu de Oración” de William Law

  
II
EL CRISTO INTERIOR

Del “El Espíritu de Oración” de William Law


Este es el mensaje de las Escrituras: que Cristo en nosotros es nuestra esperanza y gloria; que nuestra única salvación está en el Cristo formado dentro de nosotros –viviendo, creciendo y suscitando Su propia Vida y Espíritu en nuestro interior--. Y ciertamente, todo esto se desprende de forma evidente de  la naturaleza de las cosas, pues, dado que la serpiente, el pecado, la muerte y le infierno están todos ellos esencialmente en nosotros –siendo el crecimiento mismo de nuestra naturaleza--¿no deberá nuestra redención ser igualmente interior, una muerte interna y esencial a este estado de nuestra alma, y un crecimiento interior de una vida contraria dentro de nosotros?  
Si Adán fue únicamente una persona exterior, si su entera naturaleza no era nuestra naturaleza, nacida en nosotros, y derivada de él hasta llegar bien dentro de  nosotros, sería un absurdo decir que su caída fue nuestra caída. Del mismo modo, si Cristo, nuestro Segundo Adán, fue tan sólo una persona exterior, si no entró tan profundamente en nuestra naturaleza como lo hizo el primer Adán, si no recibimos de Él un nuevo hombre interior, espiritual,  como recibimos una carne y sangre exterior proveniente de Adán, ¿qué motivo habría para decir que nuestra rectitud proviene de Él, así como nuestro pecado proviene de Adán?
Que nadie piense en lanzar sobre mí la acusación de que pretendo relegar al Santo  Jesús, nacido de la Virgen María, o que trato de oponer un Salvador interior al Cristo exterior cuya historia se nos recuerda en el Evangelio. No: con la mayor certeza y plenitud de fe, atribuyo la totalidad de nuestra redención a la bendita y misteriosa Persona  que nació entonces de la Virgen María, y no defenderé ninguna redención interna sino la que es efectuada por ese Redentor dador de vida, muerto en la Cruz por nuestra redención, y que proviene por entero de Él. 
Si dijera que una planta o vegetal tiene que tener al sol dentro de sí, que tiene que incorporarse la vida, la luz y las virtudes del sol, y que no recibirá beneficio alguno del sol, hasta que el sol no haya empezado a formar, generar, vivificar y hacer surgir la vida de las virtudes solares dentro de ella, ¿querría esto decir que propugno un sol interior, en oposición al sol exterior? ¿Podría haber acusación más ridícula? Pues bien, lo que aquí digo sobre el sol interior de la planta, ¿no va referido también al poder y virtud derivados del sol que luce en el firmamento?
De la misma forma, todo cuanto  se diga sobre un  Cristo interior, internamente formado y engendrado en la raíz del alma, ha de ser entendido tan sólo en relación con una vida interior generada por el poder y la eficacia de aquel Cristo bendito que nació de la Virgen María.  [p. 37, 2 –38]
Nadie dejará de beneficiarse de la salvación de Cristo,  a no ser por su falta de disposición para recibirla; no la recibirá quien tenga  el mismo espíritu y los mismos humores que llevaron a los judíos a mostrarse reacios a recibirla. Pero si quieres saber cómo esta gran obra, el nacimiento de Cristo, se ha de efectuar dentro de ti, déjame decirte una regocijante verdad: que dicha gran obra ha comenzado ya en cada uno de nosotros. Pues el Santo Jesús que ha de formarse en ti, que ha de ser el Salvador y la nueva Vida de tu alma, que ha de sacarte de la oscuridad de la muerte para conducirte a la Luz de la Vida y darte el poder para convertirte en hijo de Dios, está ya dentro de ti, viviendo, removiendo, llamando, golpeando a la puerta de tu corazón, y no deseando otra cosa sino tu fe y tu buena voluntad, para tener en ti un nacimiento y una forma tan reales como los tuvo de la Virgen María.
Pues el Verbo eterno o Hijo de Dios no empezó a ser el Salvador del mundo tan sólo al nacer en Belén de Judea; el Verbo que se hizo carne en la Virgen María entró en el primer padre de la humanidad como Palabra de Vida, como Semilla de salvación, desde el comienzo del mundo, bajo el nombre y el carácter de Aplastador de la cabeza de la serpiente.
Por eso dijo Cristo a sus discípulos: “el Reino de Dios está dentro de vosotros”; es decir, la Naturaleza divina está dentro de vosotros, dada a vuestro primer padre, en la luz de su vida, y alzándose, a partir de él, en la vida de todos los hijos de Adán. Por eso también se dice que Cristo es “la Luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo”. No tal y como nació en Belén, no como cuando tenía forma humana sobre la tierra  --en este sentido no podría haber sido designado como “la Luz que ilumina a todo hombre que viene al mundo”--,  sino en cuanto que era esa Palabra eterna por la que fueron creadas todas las cosas y que volvió a entrar, como un segundo Creador, en el hombre caído, en calidad de Hollador de la serpiente.
En este sentido nuestro Señor fue realmente la Luz que ilumina a todos los hombres. Pues fue real y verdaderamente todo esto, de la misma forma que fue el Emmanuel, el Dios con nosotros, dado a Adán, y con él a toda su descendencia. Aquí puedes ver el comienzo y la gloriosa amplitud de la Iglesia católica de Cristo. La cual abarca el mundo entero.
Es la Misericordia ilimitada y universal de Dios hacia toda la humanidad; y toda criatura humana, de forma tan segura como que es hija de Adán, tiene dentro de sí un nacimiento del Aplastador de la serpiente y, por lo tanto, está infaliblemente en alianza con Dios a través de Jesucristo. Y por ello también Cristo es nombrado Juez del mundo entero, porque la humanidad entera, todas las naciones y lenguas han sido,  en Él y por medio de Él, puestas en alianza con Dios y hechas capaces de resistir el mal de sus naturalezas caídas.  [p. 42, 3 – 43, 1]

Este Santo Jesús, el don de Dios, dado primero a Adán, y en él a todos los que de él descienden, es el obsequio que Dios te hace a ti, de forma tan segura como que has nacido de Adán. Aunque no lo hayas poseído nunca, aunque te hayas alejado de Él, tan lejos como el hijo pródigo de la casa de su padre,  Él sigue estando todavía contigo, es el regalo que Dios te hace, y si te vuelves a Él y se lo pides, tiene agua de vida para ti.
¡Pobre pecador! Considera el tesoro que tienes dentro de ti: el Salvador del mundo, la Palabra eterna de Dios está oculta en tu ser, como una chispa de la naturaleza divina que acabará venciendo al pecado, la muerte y el infierno dentro de ti, para volver a engendrar en tu alma la Vida del Cielo.
Vuelve tu mirada hacia tu corazón, y tu corazón encontrará a su Salvador, su Dios, en su propio interior.  No ves, oyes ni sientes nada de Dios, porque lo buscas fuera con tus ojos externos; lo buscas en libros, en controversias, en el templo y en ejercicios exteriores, pero ahí no lo encontrarás, en tanto no lo hayas encontrado en tu corazón. Búscale en tu corazón, y nunca buscarás en vano, pues ahí mora, ahí está la sede de su Luz y de su Espíritu. [p. 43, 2 – 44, 1]
Este volverte a la Luz y Espíritu de Dios dentro de ti es la única forma de dirigirte hacia Él; no hay otra forma de encontrarle, sino en aquel lugar donde mora en ti. Porque aunque Dios esté presente en todas partes, para ti únicamente está presente en la parte más central y profunda de tu alma. Tus sentidos naturales no pueden poseer a Dios ni unirte a Él; más aún, tus facultades interiores de inteligencia, memoria y voluntad, sólo pueden ir a la búsqueda de Dios, pero no pueden ser el lugar de  su habitación y morada en ti. Pero hay una raíz o profundidad en ti de la que surgen todas estas facultades como líneas que parten de un mismo centro o como ramas que brotan del tronco del árbol.
Esta profundidad es la unidad, la eternidad, iba casi a decir la infinitud de tu alma; pues ella es tan infinita que nada puede satisfacerla o apaciguarla sino la Infinitud de Dios. Esta profundidad es llamada el centro, fondo, base o fundamento del alma.1 En esta profundidad del alma la Santísima Trinidad engendró su propia imagen viviente en el primer hombre, el cual portaba dentro de sí mismo una representación viviente del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; en esto consistía su morar en Dios y el morar de Dios en él. Este era el Reino de Dios dentro de su ser, y era también lo que formaba el Paraíso fuera de él, en su entorno. 
Pero el día que Adán comió del prohibido árbol terrenal, en ese mismo día murió al Reino de Dios dentro de él. Habiendo perdido a Dios este su fondo o centro del alma, quedó sumido en la muerte y las tinieblas, y se convirtió en un prisionero dentro de un animal terreno, que únicamente aventajaba a sus congéneres, las bestias, en su forma erguida y en su sutileza serpentina. Así concluyó la caída del hombre.
Pero desde el momento en que el Dios de la Misericordia insufló en Adán al Aplastador de la serpiente, desde ese mismo momento todos los tesoros y riquezas de la Naturaleza divina volvieron al hombre como una semilla de salvación sembrada en el centro del alma, y sólo oculta allí en cada uno de los seres humanos, hasta que despierte en él el deseo de levantarse de su estado caído y nacer de nuevo desde arriba.
Despierta, pues, tú que duermes, y Cristo, que desde toda la Eternidad ha estado casado o esposado con tu alma, te dará luz. Ahonda en tu propio campo en busca de esta Perla de la Eternidad que yace oculta en él. No te costará demasiado esta Perla, ni podrás comprarla demasiado cara, pues ella es el Todo, y cuando la hayas encontrado, sabrás que todo lo que has vendido o de lo que te has desprendido para adquirirla, es simplemente una nada, una pompa sobre el agua.           [p. 44, 2 – 3]
Pero si te apartas de esta Perla, o si la pisoteas, con el propósito de ser rico o grande, ya sea en la Iglesia o en el Estado, y la muerte te encontrara en semejante éxito, no podrás decir que, aunque la Perla se haya perdido, algo se ha ganado en su lugar. Pues en ese momento definitivo, las cosas y los ruidos de este mundo serán todos exactamente lo mismo: haber poseído unas propiedades o haber simplemente oído hablar de ellas, haber vivido en el Palacio de Lambeth veinte años o haber pasado veinte veces ante él, para ti será todo el mismo patrimonio o la misma nada. [p. 45, 1]
No tienes, pues, necesidad de ir corriendo de un lado para otro diciendo ¿dónde está Cristo? ¿Quién ascenderá al Cielo para hacer que Cristo descienda de lo alto? O ¿quién descenderá hasta las profundidades para hacer que Cristo retorne de entre los muertos?
Advierte que el Verbo, la Palabra, que es la Sabiduría de Dios, está dentro de tu corazón; se encuentra ahí como Aplastador de la serpiente, como Luz que desciende sobre tus pies y Antorcha que orienta tus pasos. Está ahí como Santo Óleo, para suavizar y vencer las propiedades ardientes y airadas de tu naturaleza, y para cambiarlas en la humilde mansedumbre de la luz y el amor.
Está ahí como Palabra de Dios que habla en tu alma; y tan pronto como estés dispuesto a escuchar, esta eterna Palabra hablante te hablará para introducir en tus órganos internos el Amor y la Sabiduría, y para engendrar en ti el nacimiento de Cristo, con todo su espíritu, naturaleza, temple y disposición santos.
A esto se debe (es decir, a este Principio del Cielo o Cristo presente en el alma) que tantos espíritus eminentes, partícipes de la Vida divina, aparecieran en tantas partes del mundo paganos; nombres gloriosos, hijos de la Sabiduría, que brillaron como luces sostenidas por dios en medio de la oscuridad idólatra. Eran los apóstoles de un Cristo de dentro, despertados por el Aplastador interno de la serpiente, que les encomendó la misión de apartar a la humanidad de la ciega búsqueda de la carne y la sangre, enseñando a los demás hombres a conocerse a sí mismos y conocer la dignidad de su naturaleza,  la inmortalidad de sus almas y la necesidad de la virtud para evitar la miseria y vergüenza eternas.
Estos apóstoles, aunque no tuvieron la Ley o un Evangelio escrito con el que atraer a sus oyentes, por haberse orientado hacia Dios, encontraron y predicaron el Evangelio, que estaba escrito en sus corazones. De ahí que uno de ellos pudiera expresar esta divina verdad: que únicamente son sacerdotes y profetas aquellos que tienen a Dios dentro de sí.
Esto explica asimismo que, en la Iglesia cristiana, haya habido en todas las épocas, entre los más iletrados, tanto hombres como mujeres que han alcanzado una profunda comprensión de los misterios de la Sabiduría y el Amor de Dios en Jesucristo. Cosa que no es de extrañar, pues lo que puede dar la verdadera comprensión de las cosas de Dios no es el arte o la ciencia, ni la destreza en la lógica o la gramática, sino la apertura de la Vida divina dentro del alma. [p. 48, f – 49]
La Vida de Dios en el alma, que por su pequeñez inicial y su capacidad para un mayor crecimiento, es comparada con el grano de una semilla de mostaza, puede quedar y de hecho general queda sometido y anulado, ya sea por las preocupaciones y placeres mundanos, por la ambición, la sensualidad o una vana cultura.
Y mientras esto ocurra, cualquiera que sea la religión o confesión que un individuo diga profesar, será un mero hombre natural, no regenerado, no iluminado por el Espíritu de Dios, ya que tiene sofocada dicha  Semilla del Cielo y no permite que crezca en él.
Por ello, su religión no es más del Cielo que su buena clase, su refinada educación y crianza; sus preocupaciones no tienen más bondad de la que tengan sus placeres; su amor no vale más que su odio; y su celo a favor o en contra de una u otra forma de religión tiene únicamente la naturaleza de cualquier otra disputa mundana. Así es y así tiene que ser en cualquier hombre meramente natural, sean cuales sean las apariencias de las que se revista. Quizá le complazca saber que es el esclavo y la máquina de su propio temperamento corrupto, de sus disposiciones e inclinaciones viciadas, ya que se halla inspirado, movido y animado por el amor propio, la estima y la búsqueda egoístas de sí mismo,  que constituyen la única vida y espíritu del hombre natural, ya sea pagano, judío o cristiano.          [p. 50, 1]
Has de concebir al Santo Jesús, al Verbo o Palabra de Dios,  como un tesoro oculto de todas y cada una de las almas humanas, nacido como semilla del de la Palabra en el parto del alma, emparedado bajo la carne y  sangre, hasta que, como una estrella de la mañana, se alce en nuestros corazones, cambiando al terrenal hijo de Adán en un Hijo de Dios.
Este misterio de una Vida interior oculta en el hombre como su más preciado tesoro, como el fundamento de todo lo que es grande o bueno en él, oculto tan sólo desde la Caída, y que no puede ser abierto, descubierto y parido en su gloria primera más que por Aquél a quien se ha dado todo poder en el Cielo y sobre la Tierra, es una verdad de la que dan pleno testimonio casi todas las cosas de la naturaleza.
Mira adónde quieras. Verás que nada aparece o actúa externamente en ninguna criatura, ni en ningún efecto de la naturaleza, sino aquello que se hace enteramente a partir de su propio espíritu interior e invisible. Lo que actúa no un espíritu que se introduzca en ella o en ello, sino su propio espíritu interior, que es un misterio interno, invisible hasta que se haya dado a conocer o haya emergido en virtud de las apariencias externas.
El sol en el firmamento da crecimiento a todas las cosas que crecen en la Tierra y vida a todas las cosas que viven sobre ella, lo cual hace no dándoles o impartiéndoles una vida que venga desde fuera, sino tan sólo estimulando en cada cosa su propio crecimiento y su propia vida, los cuales yacen ocultos como una semilla o estado de muerte, hasta que les ayuda a salir y manifestarse el sol, el cual, como un emblema o símbolo del Redentor del mundo espiritual, ayuda a todas y cada una de las cosas terrenas a salir de su propia muerte para ascender a su más alto nivel de vida. [p. 211, f]
No preguntes qué es lo que tienes que hacer para tener el Espíritu de Dios, para vivir en Él y ser guiado por Él. Pues tu capacidad para tenerlo y tu medida para recibirlo dependen únicamente de la fe y seriedad con la que deseas ser guiado por Él.
El hambriento espíritu de oración es esa fe para la cual son posibles todas las cosas, a la cual tiene que obedecer y someterse la naturaleza entera, hasta las más altas montañas y las más duras rocas. Cura todas las enfermedades, rompe las ataduras de la muerte y hace resucitar a los muertos.
Mira las pequeñas semillas de las plantas, envueltas en sus propias cáscaras muertas y cubiertas por una espesa capa de tierra. Observa cómo crecen. ¿Qué es lo que hacen? Están hambrientas y sedientas de la luz y el aire de este mundo. Su hambre come aquello de lo que están hambrientas, y en esto consiste su vegetación. Si la planta deja de sentir hambre, se marchita y muere, aun estando rodeada del aire y la luz de este mundo.
Esta es la verdadera naturaleza de la vida espiritual; es realmente un crecimiento o una vegetación, como la de las plantas. Y nada sino su propia hambre puede ayudarle a conseguir el verdadero alimento de su vida. Si cesa esta hambre del alma, ésta se marchita y muere, aun encontrándose en medio de la abundancia divina. Nuestro Señor, para mostrarnos que el nuevo nacimiento es realmente un estado de vegetación espiritual, lo compara a un pequeño grano de mostaza, del que brota una gran planta.
Pues bien, toda semilla lleva dentro de sí una vida o, de lo contrario, no podría crecer. ¿Qué es esta vida? No es otra cosa que un hambre de la luz y el aire de este mundo latente dentro de la semilla; un hambre que, al encontrarse con la luz y el aire de la naturaleza, transforma la semilla en una planta viviente.
De la misma forma ocurre con la semilla del Cielo oculta dentro del alma. Tiene una vida en sí misma, pues, de lo contrario, no habría vida que pudiera  brotar de ella. ¿Qué es esta vida? No es otra cosa que la fe, o un hambre de Dios y del Cielo, que tan pronto como se mueve y excita, o se deja mover y excitar,  salen a su encuentro la Luz y el Espíritu de Dios y del Cielo, que la abrazan y vivifican.
Supongamos por un momento que la semilla de una planta tuviera sentido, juicio y razón, y que, en vez de tener continuamente hambre de la virtud de la luz y del aire de nuestra naturaleza exterior, y en vez de procurar atraerse tal virtud, se divirtiese razonando sobre la naturaleza del hambre y sobre los diferentes poderes y virtudes del aire y la luz, y su hambre se contentara con este juego racional, ¿no tendrá por fuerza que marchitarse semejante semilla, sin llegar a ser nunca una planta viva?
Pues bien, he aquí un símil muy certero de la semilla de la vida en el hombre: el hombre tiene el poder de atraer hacia sí toda la Virtud del Cielo, porque la Semilla del Cielo es el don que Dios ha hecho a su alma, la cual necesita la Luz y el Espíritu de Dios para hacerla nacer, de la misma forma que la semilla de la planta necesita la luz y el aire de este mundo. [p. 133]
El hombre tiene que crecer en Dios, como las plantas crecen en este mundo,  gracias a y partiendo de un poder que no es suyo, de forma semejante a como estas últimas crecen apoyándose en los poderes de la naturaleza externa. Pero se diferencia por completo de las plantas en lo siguiente: que una voluntad incontrolable, la suya propia, debe ser la dirigente e iniciadora de tal crecimiento, ya sea en Dios o en la naturaleza. [p. 133-134]
Es estrictamente verdad que la entera salvación del hombre depende de su voluntad; y es no menos estrictamente verdad que toda la obra de su salvación es única y exclusivamente la obra de Dios en su alma. 
Toda su salvación depende de él mismo, porque su voluntad-espíritu [o voluntad-ánimo, will-spirit] posee en sí mismo su poder de movimiento. Como voluntad, únicamente puede recibir lo que quiere; cualquier otra cosa quedará fuera y verá negada la entrada en ella. Pues es una ley inalterable de la voluntad, que no hay nada que pueda penetrar en ella, salvo lo que ella quiere. Su querer es su único poder y capacidad para recibir. Y, por consiguiente, no hay entrada posible en el alma para Dios o el Cielo, en tanto la voluntad-espíritu del alma no lo desee. De ahí que la salvación del hombre dependa por entero de él mismo.
Por otra parte, nada puede crear, efectuar o llevar a cabo un nacimiento o crecimiento de la Vida divina en el alma, sino la Luz y Espíritu de Dios, que genera la Vida divina en el Cielo y en todos los seres celestiales. Por ello, la obra de nuestra salvación es única y enteramente obra de la Luz y el Espíritu de Dios, al morar y actuar en nosotros. [p. 134, p]
Así pues, puedes ver que Dios lo es todo; que no hay nada que pueda ser nuestra salvación sino su Vida y Poder actuante en nosotros. Ahora bien, no hay nada que pueda darnos semejante Vida y Poder, o que pueda acceder a ella, sino el espíritu de oración.
Y por lo tanto, ni tú, ni ninguna otra alma humana, pueden estar sin la acción de la Luz y Espíritu de Dios en ella, a no ser porque su voluntad-espíritu o espíritu de oración está dirigido hacia cualquier otra cosa; pues estamos en todo momento unidos a aquello con lo que está unido nuestra voluntad. [p. 134, m]




1 Law emplea las expresiones inglesas Centre, Fund y Bottom para expresar esta idea que los místicos alemanes, como Eckhart, Böhme, Tauler o Weigel, llaman der Grund, “el fundamento”, la esencia o núcleo del alma. Es “el hondón” de los místicos españoles.