Los Elus-Cohen
De “El Martinismo, Historia de una Orden Tradicional”
Por Christian Rebisse
Louis Claude de Saint-Martin fue discípulo de Martínez de Pasqually. Este había creado, hacia 1754, la “Orden de los Elus-Cohen”. Martínez de Pasqually proponía a sus discípulos trabajar para su reintegración a través de la práctica de la teúrgia.
Esta ciencia se basaba en un ceremonial de gran complejidad, y aspiraba a lo que Martínez de Pasqually llamaba la reconciliación del “menor”, el hombre, con la Divinidad.
Esta teúrgia se basaba en la relación del hombre con las jerarquías angélicas. Los ángeles constituían, según Martínez de Pasqually, el único apoyo de que disponía el hombre después de su caída para conseguir la reconciliación (reintegración) con lo Divino.
Contrariamente a lo que se piensa, el Martinismo no es la prolongación de la orden de los Elus-Cohen y, con mayor motivo, Martínez de Pasqually no debe considerarse como el fundador de la Orden Martinista.
En 1772, incluso antes de haber concluido la organización de su propia orden, Martínez de Pasqually parte para Santo Domingo.
De ese viaje no regresará, pues muere en 1774. Después de la desaparición de Pasqually, algunos de sus discípulos continuaron la labor de difundir las enseñanzas dándoles un tono particular.
Entre esos discípulos se distinguen dos, Jean-Baptiste Willermoz y Louis-Claude de Saint-Martin. Jean Baptiste Willermoz, un ferviente adepto de la franc-masonería y de la teúrgia, entró en relación con la “Estricta Observancia Templaria” alemana. En 1782, con el congreso masónico que esta orden celebró en Wilhelmsbad, J. B. Willermoz hizo integrar las enseñanzas de Martínez de Pasqually en los grados altos de esta orden, los de “Profeso” y “Gran Profeso”. Sin embargo, él no transmitió a esta orden las prácticas teúrgicas de los Elus Cohen.
Durante ese congreso, la Estricta Observancia Templaria cambió su nombre por el de los “Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa”. En cuanto a Louis Claude de Saint-Martin, abandonó la franc-masonería. Dejó a un lado la teúrgia, la vía externa, a favor de la vía interna.
En efecto, juzgaba que la teúrgia era peligrosa, y la invocación angélica la juzgó como poco segura cuando sale al exterior.
Por otro lado, se podría poner en boca de Saint-Martin la frase de Angelus Silesius que, en su poema Queribínico, dice:
- “Alejaos, Serafines, ¡no podéis reconfortarme! Alejaos, ángeles, y todo lo que se puede ver relacionado con vosotros; yo me lanzo solo en el mar increado de la Deidad pura”.
La herramienta y el crisol de esta misteriosa comunión deben ser, según Saint-Martin, el corazón del hombre.
Quería “entrar en el corazón de la Divinidad, y hacer entrar la Divinidad dentro de su propio corazón”, y con este sentido es por lo que se llamó a esta vía, preconizada por Saint-Martin, la “vía cordial”.
La evolución en la actitud de Saint-Martin se debió en gran parte al descubrimiento de la obra de Jacob Boehme.
En su diario personal, dice:
- “A mi primer maestro es a quien debo mis primeros pasos en la vía espiritual, pero es al segundo a quien debo los pasos más significativos que he conseguido dar”.
Enriqueció las ideas de su primer maestro y las de su segundo maestro para construir con ambas un sistema personal.
Louis Claude de Saint-Martin transmitió una iniciación a algunos discípulos escogidos. (1)
Recordemos igualmente que tampoco Louis Claude de Saint-Martin es, él mismo, el creador de una asociación que lleva el nombre de Orden Martinista.
Por el contrario, se sabe que se constituyó alrededor de él un grupo (sobre 1795) al cual algunos de sus amigos se referían como “Círculo íntimo”, “Sociedad de los íntimos”. Balzac, en “El lirio en el valle”, nos da testimonio de la existencia de grupos de los discípulos de Saint-Martin:
- “Amiga íntima de la Duquesa de Borbón, Mme. De Verneuil formaba parte de la sociedad santa cuya alma era M. Saint-Martin, nacido en Touraine, y llamado el Filósofo Desconocido. Los discípulos de ese filósofo practicaban las virtudes aconsejadas por las altas (especulaciones) de la iluminación mística” (2).
La iniciación transmitida por Louis Claude de Saint-Martin perduró hasta principios de siglo a través de diferentes filiaciones.
A finales del siglo XIX, dos hombres eran depositarios de esa iniciación:
- El Doctor Gérard Encausse y Augustin de Chaboseau, cada uno para una filiación diferente. Examinemos rápidamente esas filiaciones.
Notas
(1) No todos los historiadores del Martinismo están de acuerdo sobre este punto. Algunos consideran que Saint-Martin no ha transmitido iniciaciones en el sentido en el que se entiende habitualmente. Según ellos, es a Papus a quien hay que considerar como el creador de la Iniciación Martinista. Sobre esto, ver “Le Martinisme” de Robert Amadou, ed. De l’Ascèse
1979, Chap. IV. Hasta ahora, ningún elemento permite aportar un juicio definitivo en un sentido o en otro.
(2) “Le Lys dans la Vallée”, H. De Balzac, Nelson 1957, pág. 64.
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