De
todos los líderes espirituales de la humanidad, seguramente de Siddhartha
Gauthama, El Buda, es de quien más evidencia histórica sólida existe.
Nació
en Kapilavatsu al Norte de la India, en el área que hoy corresponde al Nepal,
aproximadamente entre 600 a 500 años antes de la era cristiana.
De
estirpe noble, hijo del rey Suddhodana, monarca del clan de los Sakyas de la
región.
Cuenta
la tradición que su madre, Maya, mientras estaba embarazada, fue visitada en un
sueño por un elefante blanco que le augura que su hijo sería un salvador, un
redentor de la humanidad. Su padre el rey, sin embargo, quería un príncipe de
estirpe guerrera para que lo sucediera en el trono.
Fue
así, que durante el parto de la reina, en una ceremonia especial que el mismo
rey preparó para ese fin, el niño fue visitado por tres venerables sabios de la
zona. Esto nos recuerda a los tres reyes magos del Cristo occidental. El rey se
molestó a nueva cuenta por la visita de los sabios, pues insistía en que su
hijo jamás sería una especie de líder espiritual o redentor de la humanidad
Se
dice que el niño nació de pies y caminando, aludiendo a su conciencia
despierta. Fue llamado Siddhartha Gautama.
Al
poco tiempo del parto, la madre de Siddhartha Gautama enfermó y murió.
Su
padre, el rey Suddhodana, empeñado en un líder guerrero para su pueblo, y para
tratar de alejarlo de todo lo mundano, aisló a su hijo en diferentes palacios,
uno para cada estación del año. Ahí, Siddhartha, estaría rodeado de lujos,
belleza, salud y abundancia.
Cuenta
la tradición que Siddhartha recibió todo tipo de formación intelectual y
militar.
Llegó a ser un
experto arquero y disfrutaba practicando lucha y artes marciales con sus amigos
en el palacio. Toda su juventud pasó aislado del mundo. Narra la leyenda, que
Siddhartha contrajo matrimonio con una princesa, después de haber superado en
pruebas de fuerza, armas y sabiduría, a otro príncipe rival.
Por
fin los Dioses hicieron su llamado a Siddhartha, cuando este contaba con 29 años…
mientras deambulaba por el palacio, escuchó mágicamente a una mujer tocar un
instrumento musical y cantar sobre su tierra. Se acercó a ella y le preguntó
conmovido qué cantaba; la mujer le dijo que sobre su tierra lejana. Siddhartha
reflexionó sobre lo que había más allá de las paredes del palacio, y le exigió
a su padre salir a conocer lo que había afuera.
Ante
su insistencia tenaz, el rey accedió, pero poniéndole un fiel cochero y
trazando el recorrido por la ciudad, donde solo había gente joven, un camino
de flores, abundancia y felicidad.
Pero
los Dioses también hicieron su jugada… Durante la primera salida, le
presentaron a un hombre viejo. En la segunda, a un enfermo. Luego la pobreza y
la muerte. En el último viaje le mostraron a un asceta, un hombre santo con una
actitud contemplativa ante la vida.
Ante
cada revelación, Siddhartha acudía molesto donde su padre, a reclamarle por no
mostrarle la esencia de la existencia: el sufrimiento y la existencia
condicionada. Discutió con su padre sobre su deseo de abandonar el palacio y
averiguar la salida, la salvación a este valle de sufrimiento para todos los
seres sintientes. Ante la determinación del príncipe, el rey decide doblar la
guardia del castillo y cerrar las puertas.
Pero
una noche, una niebla mágica cayó, haciendo que los guardias cayeran dormidos y
que las puertas del palacio se abrieran solas.
Siddhartha
caminó al exterior, había iniciado su sendero.
Se
adentra en el bosque, donando sus sandalias y sus ropas de príncipe a cuanta
persona necesitada encontró. Dicen que los árboles se doblaban tras su paso,
conmovidos por la infinita compasión de Siddhartha.
Así
buscó la verdad, uniéndose por siete o diez años a un grupo de ascetas en el
bosque. Pretendió, a través del conocimiento de los yoguis y maestros, y
sometiendo su cuerpo y su mente a todo tipo de restricciones y disciplina,
conocer la verdad última. Pero enfermó, su cuerpo se desnutrió por completo y
estaba a punto de morir. Comprendió que ningún asceta podría llevarlo más allá
de cierto punto y que la disciplina severa no lo conduciría a la liberación.
Pidió
a los Dioses una señal. Fue entonces cuando vio a una mujer lavando en un río,
notando que una vasija que ella tenía, giraba mágicamente en contra de la
corriente. Un remero iba al mismo tiempo con su hijo templando las cuerdas de
un instrumento musical de cuerda y le decía ''si estiras mucho la cuerda, se
rompe. Si no la tensas suficiente, no da la nota''
La
mujer, el agua, representan con claridad la búsqueda de la iluminación a través
del deseo mismo, a través de la sublimación de la energía creadora.
Comprendió
Siddhartha con ello, el sendero del camino medio. Se alimentó, recobró la salud
y decidió buscar por sí mismo la iluminación.
Cierta
ocasión, mientras meditaba en el bosque, asombró a quienes lo acompañaban,
cuando, al caer una lluvia imprevista, una cobra real subió por su espalda y
extendió su cuello a la altura de la coronilla de Siddhartha para evitar que se
mojara. La energía sexual transmutada en su ascenso glorioso, hacia adentro y
hacia arriba, por la médula espinal.
Finalmente,
Siddhartha se decidió a alcanzar la iluminación meditando bajo una higuera
sagrada en la India, el árbol Boddhi, fiel alegoría de la fertilidad y de la
energía sexual. No se levantaría hasta lograrlo.
Fue
entonces cuando Mara, el demonio, le tentó con sus hijas: ira, lujuria, odio,
avaricia, pereza, miedo…en forma de hermosas mujeres…una a una las venció,
convirtiéndose todas en hojarasca a los pies de Siddhartha
El
demonio, furioso, decidió atacar con un ejército (que representa los miles y
miles de detalles que conforman un día cotidiano común y corriente) El ejército
de Mara, el demonio, de miles de agregados (nuestro yo psicológico) tensó todas
sus flechas y las lanzaron contra Siddhartha. Pero una a una cayeron
convertidas en flores de loto antes de tocarle: el recuerdo de sí, el estado de
plena atención y la auto observación psicológica.
Finalmente,
Mara se presentó frente a Siddhartha, mostrándose en posición de meditación,
adoptando la misma apariencia que Siddhartha. Le tomó de la mano y le dijo:
“adórame,
yo soy tú, te ofrezco el mundo”
En
diálogo exacto al que tuviera Jesús con el demonio en el desierto.
Siddhartha
abrió los ojos y comprendió, y poniendo una mano sobre la tierra declaró:
“al
fin te conozco arquitecto de mi propia casa…tú, mi propio YO, declaró ante la tierra que eres ilusión”
En
este instante, Siddhartha fue EL BUDA,
el iluminado, quien logró la unión del UNO
con el TODO guiado por la compasión
universal incondicional por todos los seres sintientes.
“Avanzando
estos tres pasos, llegarás más cerca de los dioses: Primero: Habla con verdad.
Segundo: No te dejes dominar por la cólera. Tercero: Da, aunque no tengas más
que muy poco que dar”. Buda
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