Saturday, December 12, 2015

El Simbolismo de la Logia de Mesa - Denys Roman

REFLEXIONES DE UN CRISTIANO SOBRE
LA FRANC-MASONERÍA

Denys Roman

EL SIMBOLISMO DE LA LOGIA DE MESA


La modernización de los rituales masónicos, no sólo ha empobrecido hasta desfigurarse, las “funciones” esenciales de la Orden, y que son para cada grado, en número de tres: apertura de los trabajos, clausura de los trabajos y colación del grado correspondiente; aun han ejercido su acción “desacralizante” sobre muchos otros ritos, considerados erróneamente como “adventicios” o secundarios (porque, en general, no se cumplen en cada tenida, sino tan sólo una o dos veces por año), pero que, a nuestros ojos, no son menos importantes y “significativos” que los otros. Entre estos ritos, unos han desaparecido, al menos prácticamente, y, los otros, han sido transformados hasta el extremo de haber perdido todo carácter “iniciático”.

Entre los ritos desaparecidos, en la mayor parte de las Logias latinas, podemos citar la “consagración” de los talleres. Esta función, según ciertos autores, era antiguamente cumplida, de forma anual, en la Masonería operativa, y designada como “Aniversario de la Dedicación del primer Templo”. En los países anglo-sajones, es practicada, una vez por todas, después de la constitución de una nueva Logia. En la Masonería continental, cayó en desuso o reducida a casi nada. Sin duda llegamos a la conclusión de que, el uso del incienso y las alusiones al “servicio de Dios”, eran poco compatibles con la mentalidad contemporánea .

Hay otro rito de carácter anual, que ha sido conservado, aunque degradado y “profanado” (en el sentido etimológicos de estas palabras). Es el llamado corrientemente “Instalación del Colegio de Oficiales”, y que, en realidad, es “La instalación de Hiram-Abiff en el púlpito del rey Salomón”. Despojado de diversos elementos esenciales para la comprensión correcta del verdadero carácter de la Masonería, este rito ha sido reducido, al menos en Francia, a una simple formalidad “administrativa”, pasablemente fastidiosa y, en todo caso, vacía de toda significación verdaderamente profunda.

Los Masones que han comprendido la necesidad, para el resurgir de la Orden, de utilizar rituales lo más próximos posibles a la perfección, deberían, pensamos, no descuidar aplicar sus esfuerzos a las funciones que acabamos de hablar y a todas las demás. Para esto dos cosas son necesarias: una documentación bastante extensa y, sobre todo, un conocimiento profundo de los escritos de René Guenón, cuya Obra, en materia de Masonería, nos parece como absolutamente irremplazable.

Sería interesante, cada vez que una tal tarea sea concluida, mirar si el resultado revela algunas de estas “armonías internas” a que hemos referencia precedentemente. Querríamos, precisamente hoy, dar un ejemplo que sirviera, no de “modelo”, sino más bien de “ilustración” de lo que puede hacerse a este respecto. Pues es innecesario decir que, los ritos masónicos, varían considerablemente de una Obediencia a otra, las “armonías” obtenidas en el rito de York, por ejemplo, no son las mismas que las obtenidas en el Rito Escocés, Francés, Sueco, u otros. Pero pensamos que siempre deben ser “significativas”.

Hemos elegido, a este propósito, una función tenida generalmente por poco importante -aunque tal no era la opinión de René Guenón-, y de la cual podemos hablar, en todo caso, sin infringir las consignas de silencio relativas a los trabajos en Logia; consignas que, sabemos, no son más que el símbolo del “secreto masónico” incomunicable por esencia. Esta función es la Logia de Mesa, otras veces considerada como obligatoria en las fiestas solsticiales. Hoy en día, olvidado totalmente su carácter “de comunión”, ha sido frecuentemente reemplazada por una simple “cena fraternal”, totalmente desprovista de todo valor simbólico..

El examen de este rito tendrá, además, la ventaja de ofrecer otro ejemplo de armonías numéricas, que encontraremos aquí, no en la batería ejecutada con el mallete, sino en la batería ejecutada con las manos, que reviste, precisamente en la Logia de Mesa, una importancia muy particular.

Empezaremos por recordar algunas reglas, frecuentemente olvidadas, de la Logia de Mesa. Debe ser “regularmente cubierta”, es decir que los trabajos deben estar abiertos para un ritual, puede ser abreviado, pero, en todo caso, efectivo en sus elementos esenciales. Siempre se practica en primer grado, pero por una tradición bastante remarcable, los Aprendices son autorizados a llevar el “cordón de Maestro”. Las mesas están dispuestas de una forma especial, recordando el triclinium de los Ancianos (que es también, según muchos creen, la forma de la mesa en la Cristo celebró la Última Cena); sin embrago los Masones de lengua inglesa, no han olvidado que, una disposición tal, no es más que una imitación aproximada de la Logia de Mesa ideal, cuya forma rigurosamente exacta sería una semicircunferencia prolongada en sus extremos por líneas paralelas .

El rito esencial de la Logia de Mesa, aquel por el cual los trabajos no pueden estar “suspendidos”, sino que deben adquirir “fuerza y vigor”, está constituido por lo “honores”. Se designa bajo este nombre la acción de beber a la “gloria”, a la “memoria” o a la “salud” de uno o de diversos “dignatarios” previamente designados. Seguidamente de cada uno de estos “honores”, los comensales hacen el signo del primer grado y después ejecutan con las manos una batería particular, llamada “batería de mesa”.

Esta batería difiere según la “dignidad” de aquellos a quienes se rinden los “honores”. Por poner un ejemplo, una batería dada “por acuerdos de 3 veces 5 y 3” se compone de 3 series de 5 batidas precipitadas, seguidas de 3 batidas más lentas (en este caso, es el “brindis”, tan conocido en las cenas populares de familia o meramente sociales, y de cual podríamos preguntarnos si no se trataría de uno de esos numerosos ritos iniciáticos que han penetrado en el mundo profano). 

Cuando los honores son hechos a la salud de una persona presente en la Logia de Mesa, ésta debe agradecerlos obligatoriamente, mediante algunas palabras. Haciendo seguir a esta respuesta, un “signo” y una batería idéntica a la que ha recibido como saludo.

Seguidamente tal agradecimiento, debe ser “cubierto”, es decir que, bajo la invitación del Presidente de mesa, los asistentes reiteran el signo y la batería. Sin embargo, no se cubren los agradecimientos del Venerable; pero el Primer Vigilante recuerda la regla diciendo: “Por respeto a nuestro Venerable, no procederemos a cubrir su batería”.

La Masonería, sobre todo en Inglaterra, ha multiplicado a placer el número de honores. Habiendo eliminado aquellos que no presentaban más que un aspecto de “etiqueta” de obediencia o que son totalmente ocasionales, y restableciendo aquellos que la influencia modernista había hecho desaparecer, permaneciendo los siguientes:

  1. “Ala gloria del Gran Arquitecto del Universo”. Estos honores son realizados “por acuerdos de 3 veces 11 y 3”, lo que ofrecen 33 palmadas.
  2. “A la memoria de los dos San Juan”. Son efectuados “por acuerdos de 3 veces 9 y 3”, de lo que resultan 30 palmadas.
  3. “Al Venerable de la Logia” esta salud es propuesta por el Primer Vigilante, quien solicita previamente la autorización. Se efectúa “por acuerdos de 3 veces 7 y 3”, en total 24 palmadas. El Venerable agradece y reitera la batería, pero, tal como hemos dicho anteriormente, sus agradecimientos no se encuentran cubiertos. El número total de palmadas en este saludo es, entonces, de 48.
  4. “A los dos Vigilantes sobre los que reposan las columnas del Templo”. Los acuerdos son de 3 veces 5 y de 3, de lo que resultan 18 palmadas. El Primer Vigilante lo agradece y, al mismo tiempo que su colega, reitera la batería, y los agradecimientos son cubiertos. El total número de palmadas es, entonces, de 54 .
  5. A todos los Masones esparcidos por el mundo, sea cual fuere el lugar donde se encuentren, en la superficie de la Tierra o bajo las olas, deseándoles, por la gracia del Gran Arquitecto del Universo, feliz regreso a su país natal. Amen”. Estos honores, después de los cuales se forma la “cadena de unión”, se realizan “por acordes de 3 veces 3 y 3”. Jamás son respondidos y, el número de palmadas es de 12.

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Ahora, si sumamos el número de palmadas efectuadas en los 5 “honores”, comprobamos que: 36+30+48+54+12=180, es decir el número que expresa, en grados, la medida de la semicircunferencia. Esta constatación está cercana a la disposición de las mesas en semicírculo, a que hemos hecho referencia con anterioridad, y también al hecho de que, las Logias de Mesa, presentan toda su solemnidad en las fechas de los dos solsticios, que dividen en ciclo del año en dos partes iguales.

Por lo tanto, en las “Instrucciones” del grado de Aprendiz, se dice que la Logia tiene la forma de un cuadrilongo (o cuadrado alargado). ¿Cómo se explica que, para los trabajos de Mesa, esta forma de Logia sea modificada? Podríamos apuntar a este respecto al simbolismo de la “Tabla Redonda”, donde los caballeros estaban situados  en una relativa “igualdad”, que es posible que no esté en analogía con la designada más arriba, referente a que los Aprendices, en Logia de Mesa, están habilitados al nivel de la insignias de la maestría.

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Entre aquellos símbolos enigmáticos que figuran sobre antiguos “cuadros de Logia” del siglo XIX, encontramos uno que representa un cuadrado y un círculo entrelazados de tal forma que, los aspectos de las cuatro porciones del cuadrado externas al círculo, son aproximadamente equivalentes a los aspectos de las cuatro porciones del círculo, externas al cuadrado.

En ninguna parte hemos visto dar una interpretación cualquiera de este símbolo. Pero, para nosotros, no cabe ninguna duda que se trata de una alusión al célebre problema de la “cuadratura del círculo” que, con la “tri-sección del ángulo” y el problema “déliaque” de la “duplicación del cubo” (con los que, posiblemente, se relacionan ciertos símbolos del segundo grado), han suscitado tantos comentarios, esotéricos como exotéricos, desde Pitágoras hasta nuestros días.

Sabemos que en el orden cosmológico, la cuadratura del círculo es la “proyección plana” del paso de la “esfera al cubo”, que simboliza el proceso cíclico que lleva al Paraíso terrestre y a la Jerusalén celeste. La insolubilidad del problema, en la geometría euclidiana o “profana”, expresa el hecho que el proceso cósmico, en su conjunto, es obra de la Actividad del Cielo.

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Volvamos ahora a la forma semicircular de la Logia de Mesa y a la forma de cuadrilongo de la “Logia de Trabajo”, y precisemos en principio que el cuadrilongo es precisamente un rectángulo cuya anchura es el doble que su altura; es por lo tanto el doble de un cuadrado. La diagonal de esta figura sirve para determinar la “sección de oro” de un segmento, necesario para la formación de un pentágono estrellado o de la “estrella flameante”: uno de los principales emblemas de la Masonería, que simboliza al “Hombre Verdadero” o, para las tradiciones occidentales, al Adam Qadmon y al Cristo Glorioso. Las semejanzas del cuadrilongo con la edificación de la Jerusalén celestial, son pues evidentes. En América, es cierto, la estrella flameante es asimilada a la estrella que guía a los magos a Jerusalén y luego a Belén; pero podemos apreciar que la Jerusalén terrestre es la “figura de la Jerusalén celeste. Por otra parte, es interesante recordar que, la estrella desapareció con la llegada de los Magos a Jerusalén, y no volvió a aparecer, hasta que iniciaron el regreso. Este incidente puede relacionarse con el hecho de que, la Jerusalén celeste, no recibe la luz, ni del Sol, ni de la Luna.

La Logia de Mesa es un semicírculo, la Logia de Trabajo un doble cuadrado. La primera representa el Paraíso terrestre, pero un Paraíso “mutilado”, por así decirlo. Y sería más exacto decir que, la Logia de Mesa es, respecto a la de Trabajo, la “memoria” o el recuerdo.

La Logia de Trabajo simboliza la “espera” de la Jerusalén celeste. Pues el rectángulo no es más que un cuadrado imperfecto; cuadrilátero que tiende hacia el cuadrado. Y el paso de la “Mesa” al “Trabajo” y del “Trabajo” a la “Mesa”, simboliza las operaciones herméticas, inversas y complementarias, de la “cuadratura del círculo” y de la “circulatura del cuadrado”.

El Paraíso terrestre viene descrito al principio del Antiguo Testamento. La Jerusalén celestial, es descrita al final del Nuevo. Estas dos “estancias” señalan pues los límites entre los que se dispensa la Palabra Divina, que es el Camino, la Verdad y la Vida.

Y son también, para nuestro ciclo, la primera y la última moradas de la Humanidad y, más particularmente de los “elegidos”; una y otra son el modelo ideal de estas “casas” que construyen los Masones operativos, al abrigo de la Lluvia, que los Griegos representan por la letra delta y, los Hebreos, por la letra beth.

Pero este mismo símbolo se aplica también en el orden microcósmico, evocando entonces a la primera y última moradas del hombre individual, especificación del Camino Universal. La cuna es un semicírculo y, la tumba, un cuadrilongo. Para el Masón que se aplica en la “interpretación de los signos”, la similitud entre macrocosmos y microcosmos, y, consecuentemente, la necesidad de unificar la vía de abajo, con la “Voluntad de Arriba”, expresada por el Plan del Gran Arquitecto del Universo, aparece con una serena claridad, como la evidencia exigente, como el Absoluto.

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