Aforismos
Louis Claude de Saint-Martin
- Todos los hombres pueden serme útiles: no hay ninguno que pueda hacerme sufrir. Me hizo Dios.
- De todas las vías espirituales que se ofrecieron a mí, no encontré más suaves, más seguras, más ricas, más fértiles, más duraderas, que aquellas de la penitencia y la humildad.
- Que claramente se me ha demostrado que hay dos vías: una en dónde se entiende sin hablar, y la otra en dónde se habla sin entender.
- Cuando se regenerará, no en un pensamiento, sino en su pensamiento entero, en su palabra, en su operación, cuando el Espíritu le penetre en todas sus venas, y se revista de él, cuando todo en él se transforme en sustancia espiritual y angélica, solo entonces el Hombre encontrará su ser, en espíritu y en verdad, el sacerdote del Señor.
- La esperanza de la muerte hace la consolación de mis días; por eso quería que no se dijera nunca: “la otra vida”; ya que no hay más que una.
- ¿Qué es del hombre mientras no tenga la clave de su prisión?
- Nuestras obras son las monedas de nuestras luces.
- Cuando he amado más que a Dios cualquier cosa que no sea Dios, me he convertido en enfermo e infeliz. Cuando he recobrado mi amor a Dios más que cualquier otra cosa, me he sentido renacer, y la felicidad no ha tardado en volver de nuevo a mí.
- He visto que los hombres se asombran de morir y que no se asombran de nacer. Es esto, sin embargo, lo que merecería más su sorpresa y su admiración.
- El número de personas que engañan es seguramente considerable; pero el de las personas que se engañan a sí mismas es infinitamente mayor.
- La plegaria es la respiración de nuestra alma.
- El secreto del desarrollo del hombre consiste en su plegaria; el secreto de su plegaria en la preparación, el secreto de la preparación se encuentra en una conducta pura, el secreto de una conducta pura en el temor de Dios, el secreto del temor de Dios en Su Amor, porque el amor es el principio y el centro de todos los secretos, de todas las plegarias y de todas las virtudes.
- He visto casi generalmente en el mundo que los que no sabían las verdades, eran los que se apresuraban a decirlas.
- La paz se encuentra bien más en la paciencia que en el juicio; por eso es mejor para nosotros ser inculpados injustamente que inculpar a otros, incluso con justicia.
- Aborrezco la guerra, adoro la muerte.
- La única diferencia que haya entre los hombres, es que unos están en el otro mundo sabiéndolo, mientras que otros están allí sin saberlo.
- Temamos lo que está mal, pero sólo temamos eso y tendremos siempre la alegría en el corazón.
- No basta con decir a Dios: ¡Que se haga Tú voluntad! Es necesario buscar sin cesar el conocerla, ya que si no la conocemos, ¿qué somos, qué podemos hacer?
- Regocíjate cuando Dios te prueba; es una señal evidente que no te olvida.
- Todas las circunstancias de mi vida fueron como los escalones que Dios colocaba en torno de mí para hacerme subir hasta Él: ya que no quería que recibiera alegrías, consolaciones, luces y felicidad real por ninguna otra mano que la Suya, y su único objetivo era que viviera y que permaneciera exclusivamente con Él. Verdad escrita, a partir de mi más baja edad, en mi destino, y que no hizo más que desarrollarse en todos los tiempos de mi vida.
- El único mérito que se encuentra en las prosperidades y las alegrías de este mundo, es que no pueden impedirnos de morir.
- Lo más difícil para nosotros, no es conocernos, sino corregirnos. Carecemos mucho menos de inteligencia que de valor.
- Deseé hacer bien, pero no deseé hacer ruido, porque sentí que el ruido no hacía bien, y que el bien no hacía ruido.
- No quiero que se pruebe a Dios exclusivamente por la naturaleza. Pero, ¿cómo lanzar un vistazo sobre la naturaleza sin atraer a su Autor?
- Quisiera que todas las instrucciones de los doctores de sabiduría comiencen por estas palabras: “Amen a Dios, serán así más sabios que todos los sabios ".
- Dígase a usted mismo: “Soy hijo del Señor”. Diga esto, hasta que estas palabras procedan del fondo de su ser: y sentirá que la oscuridad huye de en torno suyo.
- Los poderes de la acción divina y viva en nosotros no se entienden sino como lo que hacemos para abrir el centro íntimo del alma de todos nuestros “hermanos” pasados, presentes y los por venir, para firmar juntos el contrato divino, es decir, que hagamos abrir el centro interior de todos los tesoros espirituales y naturales extendidos en todas las regiones, y que nos regresará, como él, por decirlo así, la acción de las cosas. He aquí porqué hay tanto hombres sin inteligencia en este mundo; ya que no hay que trabajar para llegar a la acción real de las cosas. Es por la irrupción del espíritu en nosotros, y por el impulso de nuestro propio espíritu, que podemos llegar a la acción de las cosas, porque es por este impulso que sentamos cada principio de sus desarrollos, y que le hacemos manifestar sus propiedades, impulso que opera en nosotros como el azufre opera en los animales, o como el aire opera en la naturaleza.
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