Friday, March 3, 2023

Arquitectura de la Masonería Rectificada


Arquitectura de la Masonería Rectificada

Jean-Baptiste Willermoz



Jean-Baptiste Willermoz ha estructurado su sistema o régimen mediante una arquitectura concéntrica, organizándola en dos clases o círculos sucesivos, dotándolas de una enseñanza doctrinal progresivamente más precisa y explícita que se va desgranando a lo largo de los distintos grados, por medio de unas “Instrucciones” que forman parte integrante del ritual de cada grado.

UNA ARQUITECTURA CONCÉNTRICA

Esta concepción del conjunto, arquitectura del Régimen y doctrina, fue oficialmente aprobada en dos etapas. En primer lugar a nivel de los territorios franceses, por el convento de las Galias, celebrado en Lyon (noviembre-diciembre de 1778) en el que se aprobó entre otros, el Código Masónico de las Logias Reunidas y Rectificadas y el Código de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, que continúan siendo lo textos de referencia del Régimen explícitamente mencionados por la Constitución y Reglamentos Generales para la Orden Rectificada, aprobada y promulgada por el Gran Priorato de Hispania el 9 de septiembre del 2011.
Luego a nivel europeo, esta arquitectura fue aprobada por el convento de Wilhelmsbad, celebrado en Alemania (agosto-septiembre de 1782), tenido bajo la presidencia del duque Ferdinand de Brunswick-Lunebourg y del príncipe Charles de Hesse, principales dirigentes de la Estricta Observancia, que se adhirieron a lo que en la época se conocía por la “Reforma de Lyon”.

DOS CLASES, UNA MASÓNICA Y OTRA CABALLERESCA

Así pues, el convento de Wilhelmsbad de 1782, referente general para la práctica del Régimen Escocés Rectificado y que determina la Regularidad para la práctica del mismo, aprobó una estructura dividida en dos clases, así como los rituales precisos, que juntamente con los dos Códigos fundacionales, constituyen nuestros textos de referencia y por así decirlo el corpus doctrinal:

  1. La Orden Masónica
  2. La Orden Caballeresca



LA ORDEN MASÓNICA

La clase simbólica u Orden Masónica, es en la que se confiere y conduce a su término la iniciación masónica. Esta clase está subdividida a su vez en cuatro grados: los tres practicados en las logias de San Juan, dichas logias azules por razón del color de sus decoraciones; más el grado de Maestro Escocés de San Andrés, practicado en las logias de San Andrés o logias Escocesas, dichas logias verdes por las mismas razones.
Sin este cuarto grado, recibido ritualmente mediante la correspondiente ceremonia, la iniciación masónica queda incompleta. La ceremonia de recepción a este grado, hace una recapitulación de los tres grados anteriores y culmina el contenido iniciático y doctrinal de los grados precedentes, llevándolos a su cumplimiento. En ese grado le es dada al Maestro Escocés de San Andrés la posibilidad de contemplar todo lo que le aguarda hasta su reintegración en la Jerusalén celeste, objetivo final de la iniciación cristiana.

LA RECONSTRUCCIÓN INTERIOR DEL HOMBRE

Estos cuatro grados giran en torno a la reconstrucción interior del hombre mediante la profundización en la Fe y la práctica asidua de las Virtudes Cristianas. Cuando el Maestro Escocés de San Andrés da muestras de haber alcanzado el grado de realización espiritual requerido, probando con ello que efectivamente ha puesto en práctica la iniciación masónica, puede tener entonces acceso a la Orden Interior.

LA ORDEN CABALLERESCA

La Orden Interior es una orden de caballería cristiana. No es en modo alguno asimilable, ni a un sistema de altos grados, ni a los grados filosóficos. Queda claro también que no se trata tampoco de la orden del Temple restablecida, lo que el convento de Wilhelmsbad condenó vigorosamente.

La Orden Interior comporta dos etapas.

La primera es una etapa preparatoria y transitoria: la de Escudero Novicio. La calidad de Escudero Novicio es conferida por la ceremonia de Investidura. Esta calidad es sin embargo revocable. En efecto, el Escudero Novicio tiene como única tarea la de prepararse durante como mínimo un año, para convertirse en Caballero; pero si se muestra inapto para adquirir esta calidad, puede e incluso debe, de acuerdo a lo prescrito al respecto en el Código de los C.B.C.S., ser retrotraído y devuelto a su condición de Maestro Escocés de San Andrés, que no perderá en cualquier caso.
La segunda etapa es la de Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa (de siglas C.B.C.S.). No se trata de un grado más, sino de una cualidad que es conferida por la ceremonia de Armamento celebrada por el Gran Maestro/Gran Prior de la Orden de los C.B.C.S. o en su lugar, por un Visitador o Gran Dignatario delegado por el Gran Maestro. Esta ceremonia se trata verdaderamente de un adobamiento a la manera de la caballería medieval.

UNA BENEFICENCIA ACTIVA E ILUMINADA

El Caballero tiene, como por otra parte tenían sus hermanos de la Edad Media, el deber de obrar activamente en la Orden y en el mundo por una puesta en práctica de las enseñanzas morales, religiosas y doctrinales recibidas en las logias de San Juan y San Andrés, que no abandona en absoluto, sino que por el contrario, y ahora más que nunca en virtud de su nueva condición, a dedicarse al servicio de sus Hermanos y al de toda la humanidad, mediante el ejercicio de la beneficencia, entendida ésta no como mera solidaridad social, sino como hacer el bien en todos los sentidos, en todos los aspectos y hacia todos los hombres y mujeres.



PORTAL DEL RITO 

ESCOCÉS RECTIFICADO DEL GUAJIRO

La Hermandad para toda la Humanidad

Stanislas de Guaita

 

Stanislas de Guaita
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Se cumple este año el centenario del tránsito de una de las figuras más destacadas del esoterismo y del ocultismo europeo del siglo XIX. Stanislas de Guaita, que fue llamado por sus contemporáneos el Príncipe de la Rosa Cruz, por su erudición, entusiasmo, y muchísimas dotes, pasó por la más alta de las Iniciaciones, la del tránsito a la vida espiritual, el día 19 de diciembre de 1.897, a la temprana edad de 37 años.

Stanislas de Guaita, descendiente de una noble familia de origen italiano, establecida en Francia, nació el 6 de abril de 1.861 en el castillo de Alteville, estudió en el liceo de Nancy donde desarrolló una propensión natural hacia las ciencias de la observación, destacando principalmente en la química, donde alcanzó cotas de verdadera maestría en su época, al tiempo que se fue gestando en él un espíritu artístico y literario que le condujeron, posteriormente, al estudio de la metafísica y de la cábala.

Desde muy joven se instaló en París, estableciéndose en un lujoso entresuelo en el número 20 de la avenida Trudaine, que pronto fue un centro de reunión, tanto de literatos, como de personas interesadas en el ocultismo, esoterismo, etc. Sus poemas fueron muy celebrados y en 1.883 publicó La musa negra y en 1.885 Rosa Mística que le dieron gran popularidad.

Su notable erudición, y su gran preparación, le llevaron a fundar en 1.888 la Orden Cabalística de la Rosa Cruz, a la que se unieron los más insignes esoteristas de Francia, y posteriormente de Europa, entre los que destacaron: Sar Peladan, el creador de los Salones de la Rosacruz, el insigne Papus (Dr. Gerard Encausse) Rosacruz y Presidente del Primer Gran Consejo de la Orden Martinista, Sedir, Marc Aven, y otros más.

En la revista L´Initiation, fundada por Papus, apareció un artículo en 1.889, en el que se dice de la Orden fundada por Guaita:

"El signo distintivo de los miembros del Consejo Supremo de la Orden Cabalística de la Rosa Cruz, es la letra hebrea Alef. Además del Grado Superior hay otros dos a los que se llega por medio de una Iniciación. Cada nuevo miembro de esta sociedad presta juramento de obediencia a las directivas del comité director, pero puede abandonar la sociedad cuando le plazca, con la única condición de guardar secretas las órdenes o las enseñanzas recibidas. Se enseñan en ella la cábala y el ocultismo."

La Orden Cabalística de la Rosa Cruz confiere grados de universidad libre. Así como, también, títulos de doctor. El primer examen está sancionado con el título de Bachiller en Cábala, el segundo con el de Licenciado en Cábala, y el tercero, que se confiere tras un examen y presentación de una tesis, en la que hay una discusión sobre temas de la tradición, se da el título de Doctor en Cábala. El primer examen se basaba:

  1. Sobre la historia general de la tradición occidental, especialmente la Rosacruz.
  2. Sobre el conocimiento de las letras hebraicas, de su forma, de su nombre, y de su simbolismo.
  3. El segundo examen trataba de: La historia general de la tradición religiosa en el transcurso de los tiempos, insistiendo particularmente sobre la unidad del dogma a través de la multiplicidad de los símbolos.
  4. El conocimiento de las palabras hebraicas en cuanto a su constitución.
  5. El tercero era oral, y los candidatos debían pasar, también, un examen escrito basado sobre una cuestión filosófica, moral, o mística.

Stanislas de Guaita reunió en su casa la mayor biblioteca privada de temas esotéricos, místicos, mágicos, y de ciencias ocultas en general que hubo en Francia en el siglo pasado, uno de cuyos catálogos, efectuado por su discípulo René Philipon, y fechado en 1.899, se encuentra custodiado en los archivos y fondos documentales de la Sede Soberana de la Orden Rosacruz, así como un grabado original, que es el que ilustra la portada de este número del Triángulo de Luz, en el cual se puede observar, en la corbata de Stanislas de Guaita, el símbolo que conocen bien los Rosacruces que, en cierto grado, lo llevan sobre su collar de grado en las ceremonias que se desarrollan en nuestras Logias.

Su personalidad brillante, y muy activa convirtió a Guaita en el animador indiscutible, y al inspirador, en gran parte, de muchos movimientos esotéricos de finales del siglo XIX y de principios del XX.

Sobre él escribe uno de sus colaboradores directos:

Puesto que la mística cuadraba mal con su arrolladora actividad, le chocaba, le parecía, con razón para algunos, un método incompleto. Inclinado hacia la verdadera tradición Rosacruz, estimaba, con mucha justicia, que para llegar a ser un hombre total era preciso saber alternar la vía activa con la vía pasiva, unir la práctica y la teoría

Al cumplirse el centenario del fallecimiento, el paso por la más alta Iniciación que se alcanza en esta vida, nuestra Revista Rosacruz Triángulo de Luz le rinde un Inicionaje de admiración y respeto.






Stanislas de Guaita




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"Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra se halla en estos cuatro tiempos"





Saturday, December 17, 2022

Carta a un Candidato - Jean-Baptiste Willermoz

 CARTA A UN CANDIDATO 

JEAN-BAPTISTE WILLERMOZ 

Carta a un Candidato a ser admitido en una Logia Rectificada por Jean-Baptiste Willermoz (conforme al original depositado en la Biblioteca Municipal de la ciudad de Lyon)  


Estimado Señor: 

Me confiasteis vuestro deseo de ser admitido Masón en el Régimen particular que sigue la Logia a la que los Señores... están vinculados; la escasez de tiempo no me permitió en aquel instante proponeros algunas reflexiones y observaciones preliminares al respecto que dejé para un momento más favorable, el cual he buscado para presentároslas, invitándoos a no precipitaros en vuestra respuesta. Me siento muy honrado por la confianza demostrada al exponerme vuestros proyectos, y haré todo lo que esté en mi mano para dar cumplida respuesta a este sentimiento y a la estima particular que me habéis inspirado, al igual que les ha sucedido a todos aquellos que han tenido el honor de conoceros. 

No dudo que los motivos que habrán hecho nacer este deseo en un hombre tan honesto y reflexivo como vos sean del todo loables, tampoco dudo que la Logia a la que deberéis dar a conocer vuestro deseo cuando llegue su hora no sepa apreciarlo y hacerle la justicia que le es debida. Por mi parte, me limitaré pues aquí, estimado Señor, a daros una ligera idea sobre la Institución en general, y del Régimen al que deseáis uniros en particular. 

El origen y objeto esencial de esta Institución son muy antiguos así como muy poco conocidos, incluso para un gran número de aquellos que llevan el título de Masón, porque en su mayor parte, de la nuez, se contentan con la cascara y pocos buscan encontrar su fruto. 

Unos solo desean adquirir este título para procurarse bajo su velo algunos entretenimientos misteriosos así como ciertos amigos, a menudo tan poco sólidos como el gusto que los une; otros desean este título para ejercer en común una beneficencia loable y honorable que es el objetivo ostensible y general de la Sociedad; finalmente otros que no han podido llegar a pensar que una institución cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos pueda existir y haber resistido todos los avatares sin estar sostenida por un objetivo fundamental y esencial para los hombres de toda clase, edad y país, han tomado un vuelo más elevado, de suerte que mientas unos se arrastran por el vestíbulo el Edificio, otros se ciernen sobre su tejado. 

Los extravíos de unos en la sociedad civil han envilecido a ojos de la gente, casi siempre imprudente y precipitada en sus enjuiciamientos, a la Sociedad más respetable, porque la gente hace en este aspecto lo mismo que en ocasiones con la Religión que la confunde con la conducta reprobable de algunos de sus ministros. 

Pero esta Sociedad, teniendo en sí misma una fuerza propia, no ha podido ni puede por ello ser envilecida en su esencia, que será siempre del todo respetable. De esta diversidad de gustos, a lo largo de la duración de esta institución, y en su seno mismo, han debido resultar Regímenes diferentes, en los que unos, en la medida que permanecían más próximos a su objetivo primitivo habrán mantenido reglas más austeras que aquellos otros que han preferido quedarse más alejados del mismo. 

Parecido caso, por ejemplo, al de ciertos órdenes religiosos que han establecido reformas particulares y más severas, para que no dejando no obstante de pertenecer a su orden primitivo, acercarse más a sus orígenes. 

Esta exposición bastará para llevaros a examinar seriamente cual es el régimen que mejor conviene a vuestras gustos y miras. Por lo que a mí respecta, pasaré a continuación a indicaros el alcance de aquél que vos habéis preferido, régimen del que formo parte (al igual que los Señores... ...) y que tiene por denominación particular Régimen Rectificado. No se trata del más cómodo, ni del menos exigente de todos; pero mientras que exige de sus miembros más que los otros, también les ofrece mayores expectativas; tiene sus espinas, pero éstas solo se clavan en aquellos que con demasiada sensualidad lo rozan [sic], o que tienen la impaciencia de querer coger la rosa antes de su tiempo. He aquí, Señor, para ayudar a vuestras reflexiones, una definición general de la Masonería en el Régimen Rectificado, que será del único del que voy a hablaros en lo sucesivo.

 La Masonería es una escuela en la que se prueba gradualmente al aspirante para hacer de él un hombre moral y útil a cualquier parte de la Sociedad humana en que la divina providencia lo haya puesto o quiera ponerlo en un futuro; una escuela en la que se le forma bajo el velo de los símbolos, emblemas y alegorías adecuados a ejercitar su inteligencia según su capacidad, en la que el estudio es suavizado por algunos entretenimientos de sociedad, honestos y decentes, que devienen interesantes por el solo misterio que les acompaña. 

Se le forma también, en caso de que no lo esté, o se le fortifica en el amor por una práctica constante hacia los deberes religiosos, morales y sociales, a fin de que adquiera la costumbre de esta virtud amable y dulce, que gusta en cualquier parte donde se muestra con estos rasgos, pero que sólo puede merecer el nombre de virtud en tanto esté fundamentada sobre las bases, inquebrantables de la religión cristiana. 

De tal modo, que a pesar de que la sociedad de los Masones no sea una sociedad religiosa, dado que toda controversia en materia de religión y política está expresamente prohibida en todas sus asambleas, sin embargo los principios masónicos que la dirigen están íntimamente ligados a los principios fundamentales de la Religión, sin los cuales, ninguna sociedad en particular puede llegar a ser esencialmente útil. Así, mientras que el cuerpo entero puede hacerse útil por la beneficencia a la parte sufriente de la humanidad, cada individuo que la compone puede encontrar también para él mismo una ventaja real e inapreciable para todo el curso de su vida, e incluso más allá, si sabe tomar todo el bien que el Instituto puede hacerle. 

He aquí, estimado Señor, un ligero esbozo de la Masonería en general. Me complazco en presentárosla tal como yo la conozco, deseo que os sea agradable. No pedimos a nadie que se haga recibir entre nosotros, y en esto diferimos mucho de otros, pero debemos algunos consejos y aclaraciones a aquél que se presenta por su propia voluntad. 

Debemos hacerle entrever que lo que se propone emprender es mucho más importante de lo que muchos se creen, a fin que pueda reflexionar en profundidad, antes de solicitar su recepción. Sería dado a creer que si en todas partes y en todo tiempo, se hubiera obrado de igual modo, no hubiera habido necesidad de reforma, y la sociedad no se hubiera visto invadida por miembros que la han deshonrado. Sin embargo y a pesar de estas precauciones hay pocas logias, independientemente del régimen, que puedan felicitarse en la misma medida por todos los miembros que reciben. 

Pero, estimado Señor, lo que las fuerzas reunidas de la Religión no logran hacer sobre ciertos hombres, 

¿Debe prometérseles de aquellas fuerzas menos poderosas de un Instituto particular? 

Un recién recibido debe pues correr la cortina de la caridad fraternal sobre los defectos de éstos, y buscar hacia otros modelos, ya que puedo deciros con certeza que éstos se quedan durante largo tiempo, sino de por vida, en el vestíbulo, por muy avanzados en grados o dignidades que estén en el Instituto. 

Si después de esta exposición persistís, estimado Señor, en el deseo que me habéis anunciado, debo señalaros que no hay necesidad alguna para un hombre de hacerse recibir Masón, pero sí que es de la mayor importancia para un hombre casado no hacer nada que pueda alterar lo más mínimo la unión de su casa. Buen número de mujeres tienen un prejuicio contra la Masonería; por injusto que éste sea, un hombre sensato no debe hacerle frente. Entre las mujeres que quieren a sus esposos, las hay que ven como un tiempo quitado a los dulzores de su unión, aquél que el marido destina a una asociación extraña; en ocasiones ellas temen que lo que es un bien aparente o que se presenta como un entretenimiento honesto no se convierta, de un modo u otro, en causa de disipación perjudicial al bien común de la casa. 

Me atrevo a aseguraros que estos temores no tienen fundamento, pero debemos excusarlas ya que ellas son las primeras víctimas de su prejuicio, y se debe actuar en este aspecto con toda la prudencia que el cariño aconseja. El hombre honesto que ha elegido una compañera debe hacerle en la medida que pueda la vida agradable, y no aportarle sin necesidad amargura alguna; la felicidad solo existe allí donde la procuramos a todo cuanto nos rodea. El verdadero Masón debe ser un hombre fiel, buen marido, buen padre, buen amigo, en fin debe ser todo lo que inspira el amor a la virtud y a sus deberes, estos son sus caracteres esenciales. Si acaso no los tiene, o no los adquiere, corre el grave riesgo de deshonrar nuestra augusta Sociedad deshonrándose a sí mismo. 

Tenéis la suerte, Señor, de encontraros unido a una esposa tan respetable como comprensiva, pero creo que antes de establecer compromiso alguno al respecto, sería prudente por vuestra parte aseguraros de sus disposiciones. Si ella es absolutamente contraria a vuestro ingreso, suspended vuestra decisión, y aguardad a un tiempo más conveniente. No busquéis arrancar un consentimiento que solo podría tranquilizar un alma honesta cuando éste es otorgado por el cariño, y dirigido por la confianza. 

Cuando hayáis sido recibido en la sociedad, redoblad si cabe vuestras muestras de cariño, vuestros cuidados y vuestra virtud hacia ella, le probaréis con ello que la Sociedad de los Masones es útil de mil maneras, y que su consentimiento ha resultado provechoso. Ahora bien, si por el contrario, como creo por la idea que tengo de su manera de pensar y su carácter, que me parece situarla por encima de prejuicios de esa naturaleza, Señor, vuestra esposa no es en absoluto contraria a vuestros deseos, podéis comunicarme el resultado de vuestras propias reflexiones, esperaré vuestras instrucciones para proponer los escrutinios usuales en estos casos. 

Os ruego, estimado Señor, no deis publicidad a esta carta que una estima particular ha dictado, por miedo a que si cayera en conocimiento de algún Masón, acaso no hiriera, en contra de mi intención, a alguno de aquellos que pudieran reconocerse en mis descripciones. 

 




La Hermandad para toda la Humanidad

 y

Consideraciones sobre el Secreto Masónico Por Jorge Norberto Cornejo

 

CONSIDERACIONES SOBRE

EL SECRETO MASÓNICO

por

Jorge Norberto Cornejo

 

EL SECRETO MASÓNICO

Se ha hablado y se ha escrito mucho acerca del secreto  masónico. Algunos autores, tanto  con intención crítica como panegírica, han hecho del secreto el centro y el fundamento de toda la Masonería. Otros, con la misma variedad de intenciones,  afirman  que este secreto  no existe, o que es intrascendente.

Desde nuestro punto de vista, el secreto masónico realmente sí, existe. Y su existencia está   a la vista en todo Templo masónico que respete las normas más  elementales  del simbolismo.

A todos los masones les es familiar el candelabro de tres luces que se encuentra al Oriente, sobre el Altar del Maestro.

 

La similitud de este candelabro con la letra hebrea shin es evidente:

La shin, asociada con el fuego, es una letra con multitud  de significados cabalísticos.  Uno de ellos es la idea de lo secreto. Según Annick de Souzenelle: “El shin es nuestra piedra de las profundidades, nuestra fuerza nuclear, que contiene el secreto del yod, secreto de la unidad, rica de la multiplicidad que guarda en su seno…Grávida de su secreto, la letra shin…”[1]. En el mismo Oriente de los templos masónicos, por lo tanto, brilla el fuego de aquello que se considera secreto.

Partimos, por lo tanto, de la premisa que el secreto masónico existe y es de naturaleza iniciática, esotérica. Esta misma naturaleza nos impide dar una caracterización precisa de este secreto, porque lo verdaderamente iniciático trasciende las definiciones que emplean el lenguaje ordinario. Sin embargo, podemos aproximarnos, podemos rodear la naturaleza de este secreto, hasta asirlo con la plenitud de nuestro ser.

El secreto masónico es de naturaleza tríplice, de donde un triángulo podría simbolizarlo perfectamente. En cada uno de sus tres aspectos se distinguen dos fases: la esotérica y la exotérica, de donde, finalmente, podemos mencionar seis aspectos de este secreto, y simbolizarlo mediante el hexagrama.

El séptimo punto, el centro de la estrella, sólo puede ser comprendido en forma personal y  es, hasta cierto grado, incomunicable.

 

[i]


Denominaré a los tres aspectos del secreto masónico, en forma bastante arbitraria: convencional, simbólico e iniciático. Especialmente, el último término es poco apropiado, porque el aspecto iniciático está presente en las tres fases. Pero no he podido encontrar una palabra que exprese mejor su significado.

El secreto “convencional”

Con este término me refiero al secreto respecto de lo que se hace en Logia, respecto de los actos que se ejecutan, los debates que tienen lugar y las decisiones  que  finalmente  se toman. Esta forma de secreto no es exclusiva de la Masonería, sino que, de una  forma u  otra, se encuentra presente en todas las organizaciones y, casi me atrevería a afirmar, en todas las actividades humanas. No es, en principio, algo demasiado diferente a la costumbre de mantener en secreto lo que ocurre en el interior de una familia, o lo que concierne a la privacidad de una pareja. Se trata de actos que conciernen al  dominio de lo privado,  y por  lo tanto no corresponde divulgarlos.

Exotéricamente considerado, el aspecto convencional del secreto masónico es de naturaleza similar. Utilizando una comparación un tanto lejana, los  alpinistas  mantienen, como parte de su código de honor, no revelar públicamente lo que ocurre en el  interior de los  grupos que se dedican a escalar elevaciones, y resumen esa norma diciendo “lo que pasa en la montaña se queda en la montaña”. Masónicamente diríamos que “lo que acontece en la Logia se queda en la Logia”.

Hasta aquí,  por lo tanto, hemos visto que este aspecto del secreto masónico realmente  existe, pero es algo absolutamente compartido con el mundo profano y, por lo tanto, no demasiado interesante desde el punto de vista iniciático. Si esta forma de secreto puede calificarse de masónico, debe ser algo más.

En efecto, el secreto convencional tiene también un “rostro” iniciático. En las Tenidas la puerta del Templo permanece cerrada[2]. Un Guarda Templo o Centinela o Capitán  de Guardias, según los distintos Ritos y grados, cuida las Cámaras exteriores del Templo, e impide el paso de aquellos que no están calificados. Aquellos que han sido admitidos a la reunión son (o deberían ser) cuidadosamente retejados en las palabras, signos y toques del grado, a los efectos de determinar su condición masónica. En la época contemporánea, todo esto no tiene ningún sentido práctico. Bastaría con un click en una base de datos de computadora para saber quién puede y quién no puede participar en una Tenida. Sin embargo, todos estos actos ceremoniales se siguen practicando, y hasta constituyen  una parte fundamental del Ritual de cada grado. Repetimos: entonces deben ser algo más.

Y ese algo más es de naturaleza iniciática. Jules Boucher[3] dice que la Logia se puede comparar a una célula orgánica, y que el acto de reunirse en Logia representa la “necesaria concentración de las fuerzas, para proceder luego a su expansión”. En otras palabras, para generar algo grande, para producir una Obra, previamente hay que hacerse pequeño, transformarse en un punto, en algo en lo que la concentración sea máxima. Todo el Ritual del retejado apunta a ese objetivo: concentrar todo en el interior de la Logia, transformarla  en una célula cerrada, en un punto creador, en una masa concentrada que, al expandirse, generará un Cosmos. Esto puede ser comparado con dos conceptos cabalísticos:

 

a)     La letra yod, que es, básicamente, un punto, se considera el germen de donde nacieron las demás letras hebreas, que se consideran simbólicamente como los “ladrillos” que constituyen la Creación. Es, por lo tanto, un punto sin dimensiones, pero con el máximo potencial de expansión y expresión. El hecho de cubrir  la  Logia, de cerrar el Templo, de trabajar en secreto, es transformar la Logia en un  yod, en una semilla mínima, pero cargada de posibilidades.

 

b)    El Tzimzum. En Cábala, se dice que, originalmente, el Absoluto era Todo, y que esa absoluta completitud impedía que se manifestara otra cosa, que existiera  el  Universo. Por ello, el Absoluto (Ain-Soph) se retiró, se contrajo, y dejó un “hueco”  en el que pudo ser emanado  el Universo.  Esta contracción  inicial (tzimzum) redujo el Absoluto a un punto central, comparable a la letra yod de la que hablamos previamente. Cuando la Logia, paradójicamente, se abre, en realidad se está  cerrando al exterior, está realizando su propio tzimzum, se está reduciendo a  un punto para permitir una posterior manifestación.

 

En la Apertura de la Logia los miembros, antes dispersos en el mundo profano, son  reunidos, y eso sólo puede hacerse en el secreto. Una reunión masónica, por lo tanto, si es   de naturaleza esotérica y aspira a un ideal iniciático, siempre trabará a  cubierto  y  en secreto.

EL SECRETO SIMBÓLICO

Con esta denominación, bastante arbitraria por cierto, identifico el secreto  concerniente a  los signos y modos de reconocimiento, es decir, los saludos, toques, pasos, palabras, etc.

Como herramientas de reconocimiento, como forma de impedir el ingreso  de  los  “profanos” a las reuniones masónicas, estos “secretos” ya no tienen sentido. Lo tuvieron en el siglo XVIII, pero hoy, cualquiera con un poco de paciencia y algunos clicks en Internet, puede conocer completamente todos estos pretendidos “secretos”. En realidad, esto ni siquiera es algo nuevo: desde hace unos sesenta años que todos estos modos de reconocimiento pueden ser consultados por cualquiera en la Enciclopedia Masónica de Frau Abines[4]. Esto ha hecho decir a algún masón: “tenemos secretos…pero no los tenemos”.

Aquí, nuevamente, si bien el exoterismo ya ha perdido su razón de ser, debemos recurrir al aspecto esotérico. Quizás la expresión “modos de reconocimiento” haya sido responsable    de una comprensión equivocada de lo que esto significa. No se trata de meros signos formales, que fueron elegidos arbitrariamente, y podrían ser reemplazados  por cualquier  otro sin pérdida de contenido. Son gestos corporales, o expresiones  habladas,  profundamente simbólicas y que, si bien con el tiempo se han corrompido mucho, todavía hoy conservan una parte importante de su significado.

Es a través de las posturas y de los gestos que el símbolo de vuelve algo viviente, se hace carne, en el sentido más literal de la expresión. Si bien los masones actuales ya no son constructores operativos, reproducen con sus gestos y maniobras corporales  el  acto  de crear, la acción creadora del constructor. Los signos, gestos y toques son un lenguaje corporal que expresa físicamente la naturaleza del acto creador.

Y tal acto creador tiene lugar en el secreto. Es, por definición y naturaleza, un acto privado. Poco importan, por lo tanto, que los signos, toques y palabras ya hayan sido publicados en decenas de libros. Aunque se proclamen a los cuatro vientos[5], aunque sean conocidos por el mundo entero, seguirán siendo secretos.

Y serán secretos para los mismos masones, en  la medida que estos olviden los signos,  toques y palabras que son su verdadera herencia. El secreto que hemos  llamado  “simbólico”, por lo tanto, no depende de que algo se oculte o no, sino, por el contrario, de que algo se conozca.

Los signos, toques y palabras, entonces, siempre serán secretos, y revelarán su verdadero sentido cuando sean ejecutados en el secreto.

 

EL SECRETO INICIÁTICO

 

Sobre este aspecto del secreto es muy difícil hablar, porque su misma naturaleza lo torna prácticamente incomunicable. En palabras de Gerard Encausse (Papus): “El secreto  no puede ser revelado. Quien lo posee, supo cómo adquirirlo y no lo revelará ni  a  un  Hermano en que tenga depositada la mayor confianza, porque quien no ha alcanzado el secreto por sí mismo y lo recibe oralmente, es incapaz de penetrarlo”[6].

El secreto iniciático refiere a un cambio de consciencia, a un “cambio de Gestalt”, en el lenguaje de algunas corrientes psicológicas contemporáneas. Es, por lo tanto, algo que concierne al interior del individuo, es un “darse cuenta” de una nueva condición del ser,  cuya esencia no puede comunicarse, y del que puede transferirse una sombra, apenas una imagen, a través de signos y símbolos.

En los antiguos Rituales del grado XVIII del Rito Escocés Antiguo y Aceptado se preguntaba: ¿Dónde fuiste Iniciado? A lo que se respondía: Bajo la rosa. Bajo la rosa, sub- rosa, es decir, en el secreto. Pero no el secreto trivial de no revelar tal o cual cosa, sino el secreto profundo de aquello que no se revela simplemente porque es  imposible hacerlo.  Es el secreto que rodea a toda experiencia interna, profunda, que, aun cuando se base en arquetipos universales, nos pertenece sólo a nosotros, y por ello es íntima, propia, inevitablemente secreta.

Desde este punto de vista, el secreto masónico es la esencia misma de la Masonería, entendida en términos de experiencia vital, de transformación vivida y sentida profundamente. Este secreto iniciático tiene un aspecto exotérico absolutamente trivial, consistente en el parte, si alguien se proclama como “Iniciado”, como un Gran Maestro detentador de supuestos conocimientos inasequibles para el común de los mortales, seguramente está mintiendo. Si alguien ha alcanzado verdaderamente aunque sea una vislumbre de la Iniciación, la guardará dentro de su pecho, en un profundo y sereno CALLAR.

Y si posee alguna habilidad artística, algún talento literario o científico, alguna facultad expresiva bien desarrollada, manifestará su vivencia iniciática a través de su arte o de su ciencia, pero siempre guardando silencio sobre lo que se esconde detrás de su Obra.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

 

Decíamos en la Introducción que, desde nuestro punto de vista, el secreto masónico realmente existe. Pero no se trata de Superiores Desconocidos, o Maestros ocultos,  o  Grupos que, en las sombras, digitan los destinos del mundo. Ni tampoco es un secreto de poderes ocultos u otras tonterías por el estilo. Todo eso no son más que fantasías, por cierto bastante poco imaginativas.

El secreto masónico es una condición necesaria a toda organización realmente iniciática. Cerrar la puerta de la Logia, y dar inicio a una Tenida, es imbuirse de ese secreto. Lo que se hace en público forma parte de la vida profana, utilizando esta palabra en una forma para nada despectiva. Lo profano no es malo ni despreciable, es  simplemente lo que se hace  fuera del Templo.

Lo iniciático es necesariamente un acto privado, y por ello secreto. Aunque hasta la última palabra, signo, símbolo o toque masónico sea publicado y conocido por el mundo entero, el secreto masónico seguirá vivo, porque es el secreto de la Iniciación.

 



[1] Annick de Souzenelle, “La letra, camino de vida”. El resaltado es nuestro.

[2] En algunos Ritos, por ejemplo el Rito Francés, la puerta de la Logia se cierra con llave, tanto en sentido simbólico como en forma concreta, lo que presenta un profundo significado esotérico.

[3] Jules Boucher, “El simbolismo masónico”.

[4] Lorenzo Frau Abines y otros, “Diccionario Enciclopédico de la Masonería”.

[5] “El nuestro es un secreto que se grita sobre los tejados”, decían los alquimistas medievales.

[6] Este párrafo o variantes similares aparece siempre en los textos rituales de  las  diversas  Órdenes  Martinistas.