Saturday, December 17, 2022

Consideraciones sobre el Secreto Masónico Por Jorge Norberto Cornejo

 

CONSIDERACIONES SOBRE

EL SECRETO MASÓNICO

por

Jorge Norberto Cornejo

 

EL SECRETO MASÓNICO

Se ha hablado y se ha escrito mucho acerca del secreto  masónico. Algunos autores, tanto  con intención crítica como panegírica, han hecho del secreto el centro y el fundamento de toda la Masonería. Otros, con la misma variedad de intenciones,  afirman  que este secreto  no existe, o que es intrascendente.

Desde nuestro punto de vista, el secreto masónico realmente sí, existe. Y su existencia está   a la vista en todo Templo masónico que respete las normas más  elementales  del simbolismo.

A todos los masones les es familiar el candelabro de tres luces que se encuentra al Oriente, sobre el Altar del Maestro.

 

La similitud de este candelabro con la letra hebrea shin es evidente:

La shin, asociada con el fuego, es una letra con multitud  de significados cabalísticos.  Uno de ellos es la idea de lo secreto. Según Annick de Souzenelle: “El shin es nuestra piedra de las profundidades, nuestra fuerza nuclear, que contiene el secreto del yod, secreto de la unidad, rica de la multiplicidad que guarda en su seno…Grávida de su secreto, la letra shin…”[1]. En el mismo Oriente de los templos masónicos, por lo tanto, brilla el fuego de aquello que se considera secreto.

Partimos, por lo tanto, de la premisa que el secreto masónico existe y es de naturaleza iniciática, esotérica. Esta misma naturaleza nos impide dar una caracterización precisa de este secreto, porque lo verdaderamente iniciático trasciende las definiciones que emplean el lenguaje ordinario. Sin embargo, podemos aproximarnos, podemos rodear la naturaleza de este secreto, hasta asirlo con la plenitud de nuestro ser.

El secreto masónico es de naturaleza tríplice, de donde un triángulo podría simbolizarlo perfectamente. En cada uno de sus tres aspectos se distinguen dos fases: la esotérica y la exotérica, de donde, finalmente, podemos mencionar seis aspectos de este secreto, y simbolizarlo mediante el hexagrama.

El séptimo punto, el centro de la estrella, sólo puede ser comprendido en forma personal y  es, hasta cierto grado, incomunicable.

 

[i]


Denominaré a los tres aspectos del secreto masónico, en forma bastante arbitraria: convencional, simbólico e iniciático. Especialmente, el último término es poco apropiado, porque el aspecto iniciático está presente en las tres fases. Pero no he podido encontrar una palabra que exprese mejor su significado.

El secreto “convencional”

Con este término me refiero al secreto respecto de lo que se hace en Logia, respecto de los actos que se ejecutan, los debates que tienen lugar y las decisiones  que  finalmente  se toman. Esta forma de secreto no es exclusiva de la Masonería, sino que, de una  forma u  otra, se encuentra presente en todas las organizaciones y, casi me atrevería a afirmar, en todas las actividades humanas. No es, en principio, algo demasiado diferente a la costumbre de mantener en secreto lo que ocurre en el interior de una familia, o lo que concierne a la privacidad de una pareja. Se trata de actos que conciernen al  dominio de lo privado,  y por  lo tanto no corresponde divulgarlos.

Exotéricamente considerado, el aspecto convencional del secreto masónico es de naturaleza similar. Utilizando una comparación un tanto lejana, los  alpinistas  mantienen, como parte de su código de honor, no revelar públicamente lo que ocurre en el  interior de los  grupos que se dedican a escalar elevaciones, y resumen esa norma diciendo “lo que pasa en la montaña se queda en la montaña”. Masónicamente diríamos que “lo que acontece en la Logia se queda en la Logia”.

Hasta aquí,  por lo tanto, hemos visto que este aspecto del secreto masónico realmente  existe, pero es algo absolutamente compartido con el mundo profano y, por lo tanto, no demasiado interesante desde el punto de vista iniciático. Si esta forma de secreto puede calificarse de masónico, debe ser algo más.

En efecto, el secreto convencional tiene también un “rostro” iniciático. En las Tenidas la puerta del Templo permanece cerrada[2]. Un Guarda Templo o Centinela o Capitán  de Guardias, según los distintos Ritos y grados, cuida las Cámaras exteriores del Templo, e impide el paso de aquellos que no están calificados. Aquellos que han sido admitidos a la reunión son (o deberían ser) cuidadosamente retejados en las palabras, signos y toques del grado, a los efectos de determinar su condición masónica. En la época contemporánea, todo esto no tiene ningún sentido práctico. Bastaría con un click en una base de datos de computadora para saber quién puede y quién no puede participar en una Tenida. Sin embargo, todos estos actos ceremoniales se siguen practicando, y hasta constituyen  una parte fundamental del Ritual de cada grado. Repetimos: entonces deben ser algo más.

Y ese algo más es de naturaleza iniciática. Jules Boucher[3] dice que la Logia se puede comparar a una célula orgánica, y que el acto de reunirse en Logia representa la “necesaria concentración de las fuerzas, para proceder luego a su expansión”. En otras palabras, para generar algo grande, para producir una Obra, previamente hay que hacerse pequeño, transformarse en un punto, en algo en lo que la concentración sea máxima. Todo el Ritual del retejado apunta a ese objetivo: concentrar todo en el interior de la Logia, transformarla  en una célula cerrada, en un punto creador, en una masa concentrada que, al expandirse, generará un Cosmos. Esto puede ser comparado con dos conceptos cabalísticos:

 

a)     La letra yod, que es, básicamente, un punto, se considera el germen de donde nacieron las demás letras hebreas, que se consideran simbólicamente como los “ladrillos” que constituyen la Creación. Es, por lo tanto, un punto sin dimensiones, pero con el máximo potencial de expansión y expresión. El hecho de cubrir  la  Logia, de cerrar el Templo, de trabajar en secreto, es transformar la Logia en un  yod, en una semilla mínima, pero cargada de posibilidades.

 

b)    El Tzimzum. En Cábala, se dice que, originalmente, el Absoluto era Todo, y que esa absoluta completitud impedía que se manifestara otra cosa, que existiera  el  Universo. Por ello, el Absoluto (Ain-Soph) se retiró, se contrajo, y dejó un “hueco”  en el que pudo ser emanado  el Universo.  Esta contracción  inicial (tzimzum) redujo el Absoluto a un punto central, comparable a la letra yod de la que hablamos previamente. Cuando la Logia, paradójicamente, se abre, en realidad se está  cerrando al exterior, está realizando su propio tzimzum, se está reduciendo a  un punto para permitir una posterior manifestación.

 

En la Apertura de la Logia los miembros, antes dispersos en el mundo profano, son  reunidos, y eso sólo puede hacerse en el secreto. Una reunión masónica, por lo tanto, si es   de naturaleza esotérica y aspira a un ideal iniciático, siempre trabará a  cubierto  y  en secreto.

EL SECRETO SIMBÓLICO

Con esta denominación, bastante arbitraria por cierto, identifico el secreto  concerniente a  los signos y modos de reconocimiento, es decir, los saludos, toques, pasos, palabras, etc.

Como herramientas de reconocimiento, como forma de impedir el ingreso  de  los  “profanos” a las reuniones masónicas, estos “secretos” ya no tienen sentido. Lo tuvieron en el siglo XVIII, pero hoy, cualquiera con un poco de paciencia y algunos clicks en Internet, puede conocer completamente todos estos pretendidos “secretos”. En realidad, esto ni siquiera es algo nuevo: desde hace unos sesenta años que todos estos modos de reconocimiento pueden ser consultados por cualquiera en la Enciclopedia Masónica de Frau Abines[4]. Esto ha hecho decir a algún masón: “tenemos secretos…pero no los tenemos”.

Aquí, nuevamente, si bien el exoterismo ya ha perdido su razón de ser, debemos recurrir al aspecto esotérico. Quizás la expresión “modos de reconocimiento” haya sido responsable    de una comprensión equivocada de lo que esto significa. No se trata de meros signos formales, que fueron elegidos arbitrariamente, y podrían ser reemplazados  por cualquier  otro sin pérdida de contenido. Son gestos corporales, o expresiones  habladas,  profundamente simbólicas y que, si bien con el tiempo se han corrompido mucho, todavía hoy conservan una parte importante de su significado.

Es a través de las posturas y de los gestos que el símbolo de vuelve algo viviente, se hace carne, en el sentido más literal de la expresión. Si bien los masones actuales ya no son constructores operativos, reproducen con sus gestos y maniobras corporales  el  acto  de crear, la acción creadora del constructor. Los signos, gestos y toques son un lenguaje corporal que expresa físicamente la naturaleza del acto creador.

Y tal acto creador tiene lugar en el secreto. Es, por definición y naturaleza, un acto privado. Poco importan, por lo tanto, que los signos, toques y palabras ya hayan sido publicados en decenas de libros. Aunque se proclamen a los cuatro vientos[5], aunque sean conocidos por el mundo entero, seguirán siendo secretos.

Y serán secretos para los mismos masones, en  la medida que estos olviden los signos,  toques y palabras que son su verdadera herencia. El secreto que hemos  llamado  “simbólico”, por lo tanto, no depende de que algo se oculte o no, sino, por el contrario, de que algo se conozca.

Los signos, toques y palabras, entonces, siempre serán secretos, y revelarán su verdadero sentido cuando sean ejecutados en el secreto.

 

EL SECRETO INICIÁTICO

 

Sobre este aspecto del secreto es muy difícil hablar, porque su misma naturaleza lo torna prácticamente incomunicable. En palabras de Gerard Encausse (Papus): “El secreto  no puede ser revelado. Quien lo posee, supo cómo adquirirlo y no lo revelará ni  a  un  Hermano en que tenga depositada la mayor confianza, porque quien no ha alcanzado el secreto por sí mismo y lo recibe oralmente, es incapaz de penetrarlo”[6].

El secreto iniciático refiere a un cambio de consciencia, a un “cambio de Gestalt”, en el lenguaje de algunas corrientes psicológicas contemporáneas. Es, por lo tanto, algo que concierne al interior del individuo, es un “darse cuenta” de una nueva condición del ser,  cuya esencia no puede comunicarse, y del que puede transferirse una sombra, apenas una imagen, a través de signos y símbolos.

En los antiguos Rituales del grado XVIII del Rito Escocés Antiguo y Aceptado se preguntaba: ¿Dónde fuiste Iniciado? A lo que se respondía: Bajo la rosa. Bajo la rosa, sub- rosa, es decir, en el secreto. Pero no el secreto trivial de no revelar tal o cual cosa, sino el secreto profundo de aquello que no se revela simplemente porque es  imposible hacerlo.  Es el secreto que rodea a toda experiencia interna, profunda, que, aun cuando se base en arquetipos universales, nos pertenece sólo a nosotros, y por ello es íntima, propia, inevitablemente secreta.

Desde este punto de vista, el secreto masónico es la esencia misma de la Masonería, entendida en términos de experiencia vital, de transformación vivida y sentida profundamente. Este secreto iniciático tiene un aspecto exotérico absolutamente trivial, consistente en el parte, si alguien se proclama como “Iniciado”, como un Gran Maestro detentador de supuestos conocimientos inasequibles para el común de los mortales, seguramente está mintiendo. Si alguien ha alcanzado verdaderamente aunque sea una vislumbre de la Iniciación, la guardará dentro de su pecho, en un profundo y sereno CALLAR.

Y si posee alguna habilidad artística, algún talento literario o científico, alguna facultad expresiva bien desarrollada, manifestará su vivencia iniciática a través de su arte o de su ciencia, pero siempre guardando silencio sobre lo que se esconde detrás de su Obra.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

 

Decíamos en la Introducción que, desde nuestro punto de vista, el secreto masónico realmente existe. Pero no se trata de Superiores Desconocidos, o Maestros ocultos,  o  Grupos que, en las sombras, digitan los destinos del mundo. Ni tampoco es un secreto de poderes ocultos u otras tonterías por el estilo. Todo eso no son más que fantasías, por cierto bastante poco imaginativas.

El secreto masónico es una condición necesaria a toda organización realmente iniciática. Cerrar la puerta de la Logia, y dar inicio a una Tenida, es imbuirse de ese secreto. Lo que se hace en público forma parte de la vida profana, utilizando esta palabra en una forma para nada despectiva. Lo profano no es malo ni despreciable, es  simplemente lo que se hace  fuera del Templo.

Lo iniciático es necesariamente un acto privado, y por ello secreto. Aunque hasta la última palabra, signo, símbolo o toque masónico sea publicado y conocido por el mundo entero, el secreto masónico seguirá vivo, porque es el secreto de la Iniciación.

 



[1] Annick de Souzenelle, “La letra, camino de vida”. El resaltado es nuestro.

[2] En algunos Ritos, por ejemplo el Rito Francés, la puerta de la Logia se cierra con llave, tanto en sentido simbólico como en forma concreta, lo que presenta un profundo significado esotérico.

[3] Jules Boucher, “El simbolismo masónico”.

[4] Lorenzo Frau Abines y otros, “Diccionario Enciclopédico de la Masonería”.

[5] “El nuestro es un secreto que se grita sobre los tejados”, decían los alquimistas medievales.

[6] Este párrafo o variantes similares aparece siempre en los textos rituales de  las  diversas  Órdenes  Martinistas.



 

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