EL
LIBRO DEL COMPAÑERO
Oswald Wirth
A LOS INICIADOS DEL
SEGUNDO GRADO
Muy queridos hermanos Compañeros:
Habiendo
cumplido vuestro período de Aprendizaje, se os ha juzgado capaz de colaborar
útilmente en la Grande Obra de la Construcción Universal. Están aquí entre los
obreros que saben trabajar: se os puede entregar desde luego una obra, seguros
de que habréis de ejecutarla fielmente,
conforme a todas los reglas de nuestro
Arte.
Pero, para ser
dignos de la confianza que se os demuestra es indispensable que os convirtáis
en verdaderos Compañeros.
No basta, en
realidad, para poseer efectivamente un grado masónico, haberlo recibido ritualmente. Nuestras ceremonias no
tienen ninguna virtud sacramental y ninguna consagración tiene el poder de
hacer un masón, porque en toda iniciación efectiva el iniciado se hace por sí mismo. Los ritos
iniciáticos no tienen otro papel que trazarle un programa.
Por eso las
pruebas del grado de Aprendiz, han debido incitaros a transformaros
interiormente, de manera de realizar el ideal del iniciado del primer grado, Si
habéis comprendido todo el alcance de las formalidades que habéis debido experimentar
para recibir la luz, poseéis ésta efectivamente y por ello sois
iniciados, implícitamente es cierto, en todos los secretos de lo
Francmasonería.
Procediendo
siempre por síntesis, nuestra institución, esencialmente filosófica, procura,
en efecto, encerrar el todo en la parte. El primero de sus grados está, desde
este punto de vista, tan bien combinado que podría ser el único, si nuestro
espíritu tuviera la potencia necesaria para descubrir todo lo que contiene.
Pero nuestra
penetración intelectual esté lejos de ser siempre genial. Las exigencias de la vida moderna dejan poco tiempo a la
meditación, a tal punto que hemos contraído el hábito de juzgar por la
apariencia de los cosas; y, para descubrir las verdades iniciáticas, es
necesario profundizar y realizar esfuerzos perseverantes, que es preciso
graduar para ayudar a la debilidad humana. La Masonería confiere,
por consiguiente, la iniciación integral
en tres grados, que señalan otras
tantas etapas, destinadas a conducir progresivamente a la adquisición del
conocimiento iniciático (Gnosis).
Este
conocimiento es de una conquista demasiado difícil para que su asimilación
pueda efectuarse en una y aún en tres veces. Es lo que justifica la
multiplicación de los grados masónicos.
Todas las jerarquías tienen, en este particular, el mismo objetivo. Cualquiera
que sea el número de escalones, siempre es la misma distancia por franquear. Se
trata siempre de partir del Aprendizaje para terminar en la verdadera Maestría.
Pero, entre el comienzo (nacimiento o renacimiento
iniciático) y este fin (muerte, transformación, renovación) se extiende toda la
vida masónica, representada por el
Compañerismo.
Estáis llamados,
desde luego, a vivir masónicamente, es decir, ajustando todos vuestros actos al
ideal (Estrella Flamígera) que debéis llevar vosotros mismos. Este manual no
tiene otro fin que el de ilustraros ampliamente a este respecto.
Servíos leerlo
con cuidado, sin temor de repetir la lectura página por página, meditando sobre
lo que os haya llamado la atención Ha sido editado en forma de hacer
reflexionar mucho y es por eso un guía que no dejará de revelaros misterios de
la más alta importancia, si sabéis haceros accesibles a las verdades iniciáticas.
No olvidéis,
sobre todo, que el grado de Aprendiz es la base de toda Masonería. Sobre su profundo estudio se basan todos los
progresos ulteriores. Es necesario volver sin cesar a este punto de partida, si
se quiere avanzar. El primer grado es la llave de todos los otros. Por altos
que sean los grados de un masón, no tiene ningún conocimiento efectivo de
Masonería si ignora el esoterismo del grado de Aprendiz, y todas las cintas con
que se decore no serán sino vanos
juguetes.
El Segundo Grado
es la consagración del primero, y es en este sentido que el Aprendiz, por el
sólo hecho de que como tal ha realizado progresos suficientes, es admitido en
la clase de los obreros o Compañeros. Es la terminación de su aprendizaje lo
que le vale su aumento de salario.
Por muy lejos
que podamos ir, sepamos permanecer siempre aprendices, porque nunca habremos
terminado de aprender. Convencido de que el verdadero sabio no
terminaría nunca de estudiar, el ilustre Chevreul se llamaba estudiante,
aunque era más que centenario. Recordemos esta enseñanza y no dejemos jamás de
trabajar en nuestro propio perfeccionamiento tanto intelectual como moral. Es
este aprendizaje incesante el que debe proseguirse con perseverancia porque
sólo él confiere el verdadero Compañerismo, dicho con otras palabras, el poder de acción
fecunda y de realización verdaderamente
práctico.
Repasad, pues,
queridos hermanos Compañeros con cuidado todo lo que se os ha enseñado con
anterioridad y dedicaos, enseguida, a descifrar los enigmas que os propone
vuestro grado actual. Con la ayuda de vuestra luz interior, conseguiréis vencer
todas las dificultades, por formidables que sean. Si el verdadero
Aprendiz-Masón es ya un
sabio como se encuentran pocos entre los hombres, ¿qué será el
Compañero, pensador esclarecido, armado de la soberana potencia
de acción?
¡Sobre todo, no
os descorazonéis! Tened el heroísmo de los compañeros de Jasón que osaron
embarcarse con él para marchar a la conquista del Vellocino de Oro. ¡Confiad en
vuestra sagacidad, apelando a las más profundas energías de vuestra voluntad!
¡Nada obtendréis si escatimáis vuestro esfuerzo; pero podéis aspirar a todo, a
condición de seguir vuestra obra sin desfallecimiento y poniendo en ella toda
vuestra alma!
.·.
Nada pretende
inculcar el presente manual, porque no es un libro de clase en que el alumno
aprende su lección para recitarla correctamente. La iniciación enseña a pensar,
es decir, a hacer el esfuerzo personal que conduce a la elaboración de la
verdad. Esta no es revelada jamás al iniciado, cuya misión consiste en
descubrir por sí mismo los secretos que
le interesan. El Arte, al que se ha dedicado, quiere que sepa construir
de acuerdo con sus modalidades personales el edificio de sus propias
convicciones. Con este objeto, le deja
plena libertad con tal que construya sólidamente, con materiales
juiciosamente escogidos, porque no toda piedra es aceptable para el constructor
que debe verificar la cohesión y resistencia de todo bloque que emplee en la
obra. Lo mismo ocurre en el dominio de las ideas, donde ninguna concepción puede ser admitida sin examen.
Esto se refiere
a las páginas que van a seguir El autor ha consignado en ellas, con la mejor
voluntad, el fruto de sus estudios en beneficio de sus hermanos; pero él no
pretende ser creído ciegamente Para
comprender bien su pensamiento, es indispensable examinar por sí mismo el
asunto tratado. Conclusiones diversas podrán presentarse así al
espíritu del lector que haya sabido leer meditando, como cuadra a todo
iniciado.