Thursday, May 7, 2015

Masonería Esotérica - Manly Hall

MASONERÍA ESOTÉRICA

DEL LIBRO ANATOMÍA OCULTA

The Occult Anatomy of Man


Manly Hall


El estudiante de la Masonería mística se ve enfrentado eternamente con un problema. Se le presenta bajo diferentes nombres. Se le ha hablado de él bajo muchos símbolos, pero, brevemente, puede ser definido como la purificación y liberación del cuerpo y el espíritu, del veneno de la cristalización y la materialidad. En otras palabras, él está buscando rescatar la vida enterrada entre las ruinas de su derruido templo y restaurarlo en su legítimo lugar como la nota clave de su arco espiritual.

Estudiando la Masonería antigua nos encontramos con las primeras revelaciones, que nosotros conocemos como las Enseñanzas de la Sabiduría. Al igual que otros grandes misterios, ellas consisten de soluciones a problemas de la diaria existencia. Podrá parecernos de muy poco uso para nosotros el estudio de esos antiguos símbolos abstractos, pero en su tiempo cada estudiante comprenderá que las cosas que ahora apartamos como sin valor, son las joyas que algún día necesitará. Como el centauro del zodíaco, el hombre está eternamente esforzándose en elevar la conciencia humana desde el cuerpo del animal; y en la escalera de tres peldaños de la Masonería, encontramos los tres grandes pasos que son necesarios para lograr esta liberación. Estas tres gradas son las tres grandes divisiones de la conciencia humana. Podemos, sucintamente, definirlas, como materialidad, intelectualidad y espiritualidad. Ellas también representan la acción en el peldaño inferior, la emoción en el del centro, y la mentalidad en el superior. Todos los seres humanos están haciendo el esfuerzo de llegar hacia Dios, subiendo por estas tres gradas que conducen a la liberación.

Cuando nosotros unimos estas tres manifestaciones en un armonioso equilibrio, tenemos, entonces, el flamante triángulo. Los antiguos declararon que Dios, como el punto en el círculo, es incognoscible, pero que dan fe de su existencia sus tres manifestaciones - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Lo mismo es cierto con el hombre. Dios en cada uno de nosotros puede sólo manifestarse por sus tres manifestaciones; el Padre se manifiesta por medio de nuestros pensamientos, el Hijo por medio de nuestras emociones, y el Espíritu Santo por medio de nuestras acciones. Cuando armonizamos nuestros pensamientos, deseos y acciones, tenemos el triángulo equilátero. Cuando las energías vitales purificadas del hombre son irradiadas a través de esas tres manifestaciones, un halo llameante se agrega al triángulo, en cuyo centro está Dios - el incognoscible e impensable Uno; es el yod o llameante letra del alfabeto hebreo; el abismo que nadie puede conocer, pero del cual todas las cosas vienen. La vida de este desconocido emana hacia afuera a través del triángulo, el cual, en los grados superiores, está rodeado por un halo de llamas. El halo es el alma construida por los transmutados pensamientos, acciones y deseos - el eterno triángulo de Dios.

Entre los símbolos Masónicos esta la colmena, llamada símbolo de la industria, porque ella demuestra, claramente, que el hombre debe cooperar con sus semejantes para lograr el desarrollo mutuo de todo. También contiene un mensaje mucho más profundo, porque cada alma viviente es una abeja que viaja por la vida y recoge el polen de la sabiduría en los distintos ambientes y experiencias de la vida. Así como la abeja liba la miel del corazón de la flor, cada uno de nosotros debe extraer el néctar espiritual de cada acontecimiento, cada gozo, cada sufrimiento, y llevarlo a la gran colmena de la experiencia - el cuerpo - alma del hombre. En la misma forma, se dice, que las energías espirituales en el hombre toman, eternamente, las fuerzas vitales que él está transmutando y - que las lleva a la colmena del cerebro, en donde es almacenado la miel o el combustible necesario para el mantenimiento de la vida.

Se dice que los antiguos dioses vivían de néctar y no tenían que comer o beber como los otros hombres. Es realmente cierto que la miel conseguida o extraída del enfrentamiento con los problemas del diario vivir, es el alimento más elevado del hombre. Mientras comemos a la mesa bien servida, sería bueno para nosotros considerar si el hombre espiritual también se nutre y desarrolla con las cosas que nosotros hemos transmutado en nuestra propia vida.
Un filósofo de la antigüedad dijo, que la abeja extrae la miel del polen de la flor, en tanto que la araña, de la misma fuente extrae el veneno. El problema, entonces, que se nos plantea, es: ¿somos abejas o arañas?; ¿transformamos las experiencias de la vida en miel o en veneno?; ¿nos ayudan a crecer y elevarnos, o seguiremos, obstinadamente, dando coces contra el aguijón?

Mucha gente se vuelve agria con la experiencia, pero el sabio toma la miel y la almacena dentro de la colmena de su propia naturaleza espiritual.

Es bueno, también, para nosotros el considerar “el saludo especial de la garra del león", uno de los símbolos de iniciación más antiguos del mundo. Antiguamente, el neófito en su camino hacia los templos de Misterios de Egipto, era al final, enterrado en un gran cofre de piedra destinado a los muertos para ser llevado, después, por el maestro, nuevamente a la vida, en su vestimenta de azul y oro. Cuando el candidato era levantado, el gran maestro llevaba en su brazo y manos, a manera de guante, una piel de león, y se decía que el discípulo, nuevamente despertado, había sido llevado a la vida "asido por la garra del león". La letra hebrea yod (que se coloca en el centro del triángulo y se usa, algunas veces, como símbolo del espíritu, por su aparente semejanza a una llama) significa, de acuerdo a los cabalistas, una mano extendida hacia adelante. Nosotros entendemos esto, como simbolizando al espíritu solar del hombre, que se dice está entronizado en el signo de Leo, el león de Judea. Y así como el fruto de los campos y semilleros crecen y se desarrollan por los rayos del sol, así también, se dice que la cristalización del hombre es destruida y disipada por la luz del sol espiritual, el cual levanta a los muertos con su poder y libera las fuerzas vitales latentes. El espíritu del hombre, con sus ojos que ven en la oscuridad, está siempre esforzándose, por elevar la parte inferior de su naturaleza para que se una con él mismo. Cuando el hombre inferior es, de ese modo, elevado de la materialidad por los ideales superiores que desarrolló dentro de sí, se dice que el espíritu de la luz y la verdad ha levantado al candidato, por la iniciación, con "la garra del león".

Examinemos el símbolo de los dos "Juan", como lo encontramos en los rituales Masónicos. Juan (John, en el original inglés) significa "carnero" (en inglés: ram), y el carnero es el símbolo de las pasiones e impulsos animales del hombre. En Juan el Bautista, vestido con pieles de animales, esas pasiones no han sido transmutadas, mientras que en Juan el Evangelista han sido transmutadas, y los vehículos y poderes que representan, se han convertido en los bienamados discípulos del Cristo en la vida del hombre.

Nosotros oímos a menudo, la expresión: “montar el chivo", o "agarrarse al palo enjabonado". Esto tiene una importancia simbólica para aquéllos que tienen ojos para ver, porque cuando el hombre domina su naturaleza animal inferior, puede decir honestamente, "que está cabalgando el chivo"; y si no puede cabalgar el chivo, no puede entrar en el templo de la iniciación. El palo enjabonado al cual debe aferrarse, se refiere, indudablemente a la columna vertebral; y es, solamente, cuando el hombre puede ascender por esa columna, conscientemente, y llegar así al cerebro, que puede tomar los grados de la francmasonería.

El tema de la Palabra Perdida debe ser considerado como un problema individual. El hombre en si - esto, es el verdadero principio - puede ser llamado la Palabra Perdida; pero es mejor decir que es cierta cosa que irradia del hombre lo que constituye la consigna que es reconocida por todos los miembros de su comunidad. Cuando un hombre, como arquitecto de su templo abusa y destruye las energías vitales que están dentro de sí mismo, entonces, el constructor, después de haber sido muerto por los tres cuerpos inferiores, se lleva consigo a la tumba en donde yace, la Palabra que es la prueba de su condición.

El abuso de los poderes físicos, mentales, o espirituales, da como resultado la muerte de la energía; y cuando esta energía se pierde, el hombre pierde con ella la palabra sagrada. Nuestras vidas - pensamientos, deseos y acciones, - son las triples consignas vivientes por las cuales un maestro constructor conoce a sus obreros; y cuando el estudiante pide su admisión a la Cámara interna, debe presentar a la entrada del templo las credenciales de un cuerpo purificado y una mente equilibrada. Ningún dinero puede comprar esa palabra; ningún grado puede concederla. Pero, cuando dentro de nosotros mismos, el constructor muerto es resucitado nuevamente, él mismo pronuncia la palabra, y sobre la piedra filosofal erigida dentro de sí mismo se grava el nombre viviente de lo Divino.

 Solamente cuando es resucitado este constructor, los símbolos de la mortalidad pueden ser cambiados por los de la inmortalidad. Nuestros cuerpos son las urnas que contienen las cenizas de Hiram, nuestras vidas son las columnas rotas, la cristalización es el ataúd, y la desintegración es la abierta fosa. Pero, arriba de todo, está la rama de siempreviva, prometiendo vida a aquellos que despiertan el poder serpentino, y mostrando que debajo de las ruinas del templo está sepultado el cuerpo del constructor, quien es "revivido" cuando nosotros liberamos la vida divina que está encerrada en nuestras propias naturalezas materiales.

Hay muchos de estos maravillosos símbolos Masónicos, que nos han sido trasmitidos desde el olvidado pasado; símbolos cuyos significados, largo tiempo perdidos, han sido enterrados bajo el manto de la materialidad; El verdadero Masón - el hijo de la luz - sigue ansiando la liberación, y el vacío trono del rey de Egipto todavía aguarda al rey del Sol que fuera muerto. Todo el mundo espera todavía que Balder el Hermoso vuelva a la vida nuevamente, que el Cristo crucificado levante la lápida de piedra y se eleve de la tumba de la materia, llevando consigo su propia tumba.

Cuando el hombre ha vivido de modo que pueda entender este maravilloso problema, el gran ojo o centro de conciencia, es capaz de ver a través del limpio cristal del cuerpo purificado. Los misterios de la verdadera Masonería, por largo tiempo ocultos al profano, son, entonces, comprendidos, y el nuevo maestro revestido con sus mantos de azul y oro, sigue la senda de los inmortales que han ascendido, escalón por escalón, la escalera que conduce a lo alto, hacia las siete estrellas. En las lejanas alturas, el Arca - el manantial de vida - flota en las aguas del olvido, y envía su mensaje hacia abajo, al hombre inferior, por medio del cable de amarre. Cuando se alcanza este punto, la puerta en la "G" se cierra para siempre, porque el centro ha retornado al círculo; el triple cuerpo y el triple espíritu quedan unidos en el sello eterno de Salomón. Entonces, la piedra angular que el constructor rechazara vuelve a ser otra vez el vértice del ángulo y el hombre - la piedra culminante por largo tiempo perdida en el templo universal - vuelve a ocupar su lugar.

Las ocurrencias de la vida diaria están afinando nuestros sentidos y desarrollando nuestras facultades. Estas son las herramientas del artesano - el mazo, el cincel y la regla - y con estas herramientas auto desarrolladas, nosotros estamos lentamente devastando la piedra bruta o cubo, en el bloque pulido para el templo universal. Es sólo, entonces, que nos convertimos en iniciados de la llama, porque solamente en ese momento la luz reemplaza a la oscuridad. Así como vagando por las abovedadas cámaras de nuestra propia existencia aprendemos el significado de las abovedadas cámaras del templo, el ritual de la iniciación al desarrollarse ante nuestros ojos, nos hace reconocer en él la recapitulación de nuestra propia existencia, el desarrollo de nuestra conciencia y el relato de nuestra propia vida. Con este pensamiento en la mente, seremos capaces de comprender no sólo por qué los atlantes de la antigüedad hacían el culto al Sol naciente, sino también cómo el moderno Masón simboliza este Sol como Hiram, el noble de nacimiento, cuando él asciende a lo alto del templo, coloca una piedra de oro allí y despierta a la vida todas las cosas existentes en el hombre.

Wednesday, May 6, 2015

Jakob Böhme

JAKOB BÖHME




El Hombre: Su Naturaleza y Ministerio Verdaderos

Louis Claude de Saint-Martin


Más allá de ser un autor alemán, de quién los dos primeros libros que he traducido, “El Amanecer naciente”, y “Los Tres Principios de la Esencia Divina”, viene a proveer todas mis deficiencias. Jakob Böhme, que vivió hace dos siglos, y que lo consideraban en la avanzada de su tiempo, como el príncipe de los filósofos divinos, dejó numerosos escritos, que consisten en alrededor de treinta diversos tratados, la mayoría teniendo un origen extraordinario y sorprendente, en nuestra naturaleza primitiva que es la fuente del mal, la esencia y leyes del universo, el origen de la opresión, o lo que él llama los siete mecanismos o poderes de la naturaleza; es el origen del agua (confirmado por la química, que dice que es una masa caliente), el origen del crimen de los ángeles de las sombras, el origen del hombre, del método adoptado por el Amor Eterno, para la restitución de la humanidad en sus derechos; etc.

Creo que presto un servicio al lector, aconsejándole familiarizarse con este autor; recomendando, sobre todo, armarse de paciencia y valor, de modo que no sea rechazado por la forma poco común de sus obras, por la naturaleza extremadamente abstracta de los temas tratados y por la dificultad que el autor (como él mismo confiesa) tiene en expresar sus ideas, por el hecho de que la mayoría de los temas en cuestión, no tienen denominaciones análogas en nuestro idiomas comunes.

El lector irá descubriendo, en estas obras, que la naturaleza física elemental es solamente un residuo, una corrupción (alteración) de una naturaleza anterior, llamada por el autor la Naturaleza Eterna; esta naturaleza actual está constituida formalmente, en toda su circunscripción, por el trono y dominio de uno de los príncipes angélicos, llamado Lucifer; este príncipe, deseando solamente reinar por el poder del fuego y de la ira, puso el reino (regne) de la Luz y del Amor divino a un lado, en vez de ser, dirigido exclusivamente por él, inflamando así toda el circunscripción de su imperio; el lector descubrirá que la Sabiduría Divina opone a esta conflagración un poder ameno y refrescante, que contiene ese otro poder sin extinguirlo, haciendo una mezcla del bien y del mal que es visible ahora en la naturaleza; el Hombre, formado al mismo tiempo, del principio del Fuego, del principio de la Luz y del principio Quintaesencial de la Naturaleza elemental física, fue colocado en este mundo para contener al rey culpable y destronado; este Hombre, a pesar de contener en sí el principio Quintaesencial de la Naturaleza elemental , debería mantenerla como era ella, absorbida en el elemento puro que entonces constituía su forma corporal; pero por dejarse atraer más por el principio temporal de la Naturaleza que por los otros dos principios, el hombre fue dominado por ella, al punto de caer adormecido, así como expresó Moisés; tan pronto se encontró subyugado por la región material de este mundo, dejó que su elemento puro fuera tragado y absorbido en la forma densa que nos envuelve actualmente; así, se convirtió en sujeto y víctima de su enemigo; el Amor Divino que se contempla perpetuamente en el Espejo de su Sabiduría, la que Jakob Böhme llama SOPHIA, concebida en este espejo, donde todas las formas están contenidas, el modelo y la forma espiritual del hombre; Dios se revistió con esta forma espiritual y posteriormente, hasta con una forma elemental, pues así podría presentar al hombre la imagen de eso que él tenía que haberse tornado, y el modelo de eso que debería haber sido; el actual objetivo del hombre en la tierra es recuperar, física y moralmente, la semejanza con su primer modelo; el mayor obstáculo que se depara aquí, es el poder elemental astral que engendra y constituye el mundo, elemento del cual el Hombre no fue hecho; la actual procreación del hombre es una testificación verbal de esta verdad, por los dolores que una mujer grávida experimenta en todos sus miembros, una vez que su fruto es formado en ella y atrae aquellas densas sustancias astrales, las dos tinturas, ígnea y acuosa, que deben estar unidas en el Hombre, identificándolo con la Sabiduría o SOPHIA, (pero actualmente están divididas), se buscan una en otra, ardientemente, esperando encontrarse una en otra, en aquella SOPHIA que tanto necesitan, pero ellas sólo se han de encontrar con el astral, que las oprime e impide, somos libres para restituir, a través de nuestros esfuerzos, nuestro ser espiritual, aquélla primera imagen divina, así como hemos permitido que tome las imágenes inferiores, desordenadamente, estas diversas imágenes irán constituyendo nuestro modelo de ser, nuestra gloria o nuestra vergüenza, en un estado futuro. 

Todo esto, y mucho más, se encuentra en las obras de Jakob Böhme.

Saturday, May 2, 2015

Aforismos - Louis Claude de Saint-Martin



Aforismos  

Louis Claude de Saint-Martin

  • Todos los hombres pueden serme útiles: no hay ninguno que pueda hacerme sufrir. Me hizo Dios. 
  • De todas las vías espirituales que se ofrecieron a mí, no encontré más suaves, más seguras, más ricas, más fértiles, más duraderas, que aquellas de la penitencia y la humildad.
  • Que claramente se me ha demostrado que hay dos vías: una en dónde se entiende sin hablar, y la otra en dónde se habla sin entender.
  • Cuando se regenerará, no en un pensamiento, sino en su pensamiento entero, en su palabra, en su operación, cuando el Espíritu le penetre en todas sus venas, y se revista de él, cuando todo en él se transforme en sustancia espiritual y angélica, solo entonces el Hombre encontrará su ser, en espíritu y en verdad, el sacerdote del Señor.
  • La esperanza de la muerte hace la consolación de mis días; por eso quería que no se dijera nunca: “la otra vida”; ya que no hay más que una.
  • ¿Qué es del hombre mientras no tenga la clave de su prisión?
  • Nuestras obras son las monedas de nuestras luces.
  • Cuando he amado más que a Dios cualquier cosa que no sea Dios, me he convertido en enfermo e infeliz. Cuando he recobrado mi amor a Dios más que cualquier otra cosa, me he sentido renacer, y la felicidad no ha tardado en volver de nuevo a mí. 
  • He visto que los hombres se asombran de morir y que no se asombran de nacer. Es esto, sin embargo, lo que merecería más su sorpresa y su admiración.
  • El número de personas que engañan es seguramente considerable; pero el de las personas que se engañan a sí mismas es infinitamente mayor. 
  • La plegaria es la respiración de nuestra alma.
  • El secreto del desarrollo del hombre consiste en su plegaria; el secreto de su plegaria en la preparación, el secreto de la preparación se encuentra en una conducta pura, el secreto de una conducta pura en el temor de Dios, el secreto del temor de Dios en Su Amor, porque el amor es el principio y el centro de todos los secretos, de todas las plegarias y de todas las virtudes. 
  • He visto casi generalmente en el mundo que los que no sabían las verdades, eran los que se apresuraban a decirlas.
  • La paz se encuentra bien más en la paciencia que en el juicio; por eso es mejor para nosotros ser inculpados injustamente que inculpar a otros, incluso con justicia.
  • Aborrezco la guerra, adoro la muerte.
  • La única diferencia que haya entre los hombres, es que unos están en el otro mundo sabiéndolo, mientras que otros están  allí sin saberlo. 
  • Temamos lo que está mal, pero sólo temamos eso y tendremos siempre la alegría en el corazón. 
  • No basta con decir a Dios: ¡Que se haga Tú voluntad! Es necesario buscar sin cesar el conocerla, ya que si no la conocemos, ¿qué somos, qué podemos hacer?
  • Regocíjate cuando Dios te prueba; es una señal evidente que no te olvida.
  • Todas las circunstancias de mi vida fueron como los escalones que Dios colocaba en torno de mí para hacerme subir hasta Él: ya que no quería que recibiera alegrías, consolaciones, luces y felicidad real por ninguna otra mano que la Suya, y su único objetivo era que viviera y que permaneciera exclusivamente con Él. Verdad escrita, a partir de mi más baja edad, en mi destino, y que no hizo más que desarrollarse en todos los tiempos de mi vida.
  • El único mérito que se encuentra en las prosperidades y las alegrías de este mundo, es que no pueden impedirnos de morir.
  • Lo más difícil para nosotros, no es conocernos, sino corregirnos. Carecemos mucho menos de inteligencia que de valor.
  • Deseé hacer bien, pero no deseé hacer ruido, porque sentí que el ruido no hacía bien, y que el bien no hacía ruido.
  • No quiero que se pruebe a Dios exclusivamente por la naturaleza. Pero, ¿cómo lanzar un vistazo sobre la naturaleza sin atraer a su Autor? 
  • Quisiera que todas las instrucciones de los doctores de sabiduría comiencen por estas palabras: “Amen a Dios, serán así más sabios que todos los sabios ".
  • Dígase a usted mismo: “Soy hijo del Señor”. Diga esto, hasta que estas palabras procedan del fondo de su ser: y sentirá que la oscuridad huye de en torno suyo.
  • Los poderes de la acción divina y viva en nosotros no se entienden sino como lo que hacemos para abrir el centro íntimo del alma de todos nuestros “hermanos” pasados, presentes y los por venir, para firmar juntos el contrato divino, es decir, que hagamos abrir el centro interior de todos los tesoros espirituales y naturales extendidos en todas las regiones, y que nos regresará, como él, por decirlo así, la acción de las cosas. He aquí porqué hay tanto hombres sin inteligencia en este mundo; ya que no hay que trabajar para llegar a la acción real de las cosas. Es por la irrupción del espíritu en nosotros, y por el impulso de nuestro propio espíritu, que podemos llegar a la acción de las cosas, porque es por este impulso que sentamos cada principio de sus desarrollos, y que le hacemos manifestar sus propiedades, impulso que opera en nosotros como el azufre opera en los animales, o como el aire opera en la naturaleza. 

Thursday, April 30, 2015

El Proceso de Regeneración o la Alquimia Interior según Saint-Martin - Jean-Louis Ricard

EL PROCESO DE REGENERACIÓN O LA ALQUIMIA INTERIOR SEGÚN SAINT-MARTIN

Por Jean-Louis Ricard


LOS TRES TIEMPOS DE LA GRAN OBRA


Antes de apartarse de la teúrgia operativa de su Maestro Martínez  de Pasqually, Saint-Martin la practicó insistentemente hasta obtener resultados convincentes.  

Robert Amadou no fue injusto al afirmar que Saint-Martin había conservado la teúrgia interiorizándola, “internalizándola”. 
  • “Yo predico y ensalzo una teúrgia intra-cardiaca, no ceremonial”. 
El Filósofo Desconocido sin duda trascendió el Martinezismo abriendo una vía que Papus llamó posteriormente Martinismo.

El proceso de regeneración del hombre puede ser incluido en las cuatro obras que son objeto de nuestro estudio, y este proceso es el mismo del Hermetismo que Saint-Martin rechazaba explícitamente. 

El Filósofo Desconocido renunciaba a toda “operación” externa así como a toda práctica alquímica de laboratorio, desplazadas por el oratorio interno.  

Esta vía de la interioridad se apoya sin embargo sobre los mismos principios de las cuatro vías del Hermetismo, o de la Alquimia llamada “externa”:
  • “Purificaos, pedid, recibid y obrad.
Toda la Obra está en estos cuatro tiempos. 
  • Purificaos (Ecce Homo).
  • Pedid (El Hombre de Deseo). 
  • Recibid (El Hombre Nuevo). 
  • Y Obrad (El Ministerio del Hombre-Espíritu). 
Ciertamente, esta progresión en cuatro tiempos nos prueba por sí misma que Saint-Martin se servía de una vía alquímica, y cuando nos fijamos en el estudio de estas cuatro obras, los elementos se tornan claros.  

De esta forma, la primera etapa de la Alquimia es llamada Obra al Negro. 

LA OBRA AL NEGRO


Corresponde al “primer color que aparece en el Solve alquímico”. 

Esta primera etapa recibe varios nombres en la Ciencia Hermética:
  • “Calcinación”,
  • “Negro”,
  • “Muerte”, 
  • “Putrefacción”,
  • “Noche”. 
Saint-Martin consagró “Ecce Homo” a la expiación de la falta original, y este estado de espíritu engendra un proceso de mortificación y de putrefacción simbólicos. Ciertamente, esta expiación se encuentra en las tres Obras principales, pero en esta la encontramos más claramente definida. 

El sentimiento de culpa primitivo debe prevalecer en toda la rehabilitación ulterior, como en todas las operaciones de los Elus-Cohens donde las prácticas son abiertas por las “oraciones de arrepentimiento y expiación”.

De hecho, el Cohen reconoce el crimen del primer hombre, Adán, y de su posteridad.

Saint-Martin también, y lo anuncia muy claramente: “tus padecimientos interiores... están en la Obra, están en el primer escalón de la Obra”.

La expiación por los “padecimientos interiores”, la mortificación, los llantos llamados “lágrimas de miseria”, continuación de la “degradación” debida al crimen primordial, “estado de enfermedad apático y tenebroso”, el horror en el cual el hombre caído está situado; cuántas veces hemos observado en estas obras la palabra “crimen”: “tú pagas, infeliz hombre, las noches del crimen con intereses”. 

Saint-Martin revive este crimen cósmico con tal intensidad que, al interiorizarlo, tiene la conciencia de experimentar la propia agonía de Dios:

“Así que no deberíamos esquivar la agonía interna, pues son las palabras de agonía, las que siembran y las que engendran, porque ellas son la expresión de la vida y del amor”.

Esta “santa herida”, que se debe extender, ¿no supone una agonía romántica? 

Pero la mortificación en Saint-Martin solamente es un estado pasajero, es una etapa necesaria, porque el hombre, desde que se vuelve culpable, también se vuelve capaz, y su renacimiento debe ser precedido por su muerte, según la ilustración de la divisa alquímica del Fénix: Perit ut vivat.

Si el deseo ha sido esencial para el renacimiento, también ha sido esencial para la muerte porque la “liberación comenzó desde el instante de la caída” y este deseo mortífero de aspiración por la muerte es antes de todo el autor de un deseo de renacimiento.

De esta forma, la Obra que simboliza más precisamente la Segunda Etapa de la Obra alquímica no es El Hombre de Deseo, sino el Hombre Nuevo.


LA OBRA AL BLANCO,

O

LAS BODAS ALQUÍMICAS


El Diccionario Alquímico proporciona pocos elementos concernientes a la Obra al Blanco, “segundo color de la Obra, que corresponde al segundo grado de fuego”. 

La “Piedra de los Filósofos”, después de haber pasado por el primer estadio de la “putrefacción”, emblanquece y pierde sus olores nauseabundos.

Esta segunda etapa, llamada “régimen de la Luna” debido a su blancura, está simbólicamente dedicada a “Isis”, diosa lunar, y a la Plata.

Mas esta segunda fase es sin duda una de las más complejas, porque el lado femenino y lunar prevalece en la primera parte de esta etapa, llamada régimen al blanco, y la segunda parte es llamada “hermafrodita”, porque “el azufre y el mercurio de los filósofos”, llamados “Rey” y “Reina” se equilibran y se unen. Esta fase tan importante es la del reencuentro, la de la unión mística o “nupcias alquímicas”. 

“La Unión Indisoluble” que pregona Saint-Martin, toma su sentido verdadero en esta etapa de la regeneración. 

Ciertamente, la descripción del proceso está expresada por variantes debido a técnicas diferentes, figuradas por la vía externa o la vía interna.

De hecho, esta Segunda fase en Saint-Martin corresponde a la comunicación con el Santo-Ángel-Guardián, que el autor denomina “Reconciliación”.

De esta forma la “Reconciliación” es el segundo acto del proceso de regeneración cuya finalidad solamente puede ser la “reintegración de los seres”; “la meta final, y el destino del Hombre Nuevo, ¿no debería prevalecer sobre los pasos oscuros y sufrientes de su reconciliación?”. 

Estas nupcias íntimas del corazón en Saint-Martin no es más que una etapa de la Obra y no su conclusión, “la meta final” está aún por venir. 

Pero “la estrella de los Magos”, que los alquimistas simbolizan por el planeta Venus y que se manifiesta en esta fase, sobre la “Piedra al Blanco”, anuncia que la operación está por el buen camino. 

“La Estrella de los Magos” es también llamada la Estrella de la Esperanza.

Esta esperanza Saint-Martin la deja presentir porque, después de “los pasos oscuros y sufrientes de la reconciliación”, oiremos “santificaos (dice Josué a su pueblo), porque el Señor hará amanecer entre vosotros cosas maravillosas”.

Estas “cosas maravillosas” son anunciadas por el Ángel Guardián.
 
El Ángel Guardián es llamado “el amigo” o “el amigo fiel” por el autor a lo largo de su obra; “es éste amigo fiel que nos acompaña aquí abajo en nuestra miseria, como si estuviese aprisionado con nosotros en la región elemental”. 

Y solamente por el “corazón del Hombre” el Ángel podrá entrar en contacto con su protegido.

“El Ángel es la sabiduría” de Dios, “el corazón del Hombre es el amor”; “ellos solamente pueden ser unidos en el nombre del Señor que es, al mismo tiempo, el amor y la sabiduría que los liga en su unidad. Ninguna unión es comparable a esta, y ningún adulterio es comparable a lo que altera una unión semejante”. 

Semejante a aquella estrella que guía al peregrino con la cual “el artista seliga”, la aparición del “Ángel terrestre” unido a su corazón debe “preservar, dirigir y vigilar, ser el guardián y el mentor” del artista, del hombre de deseo.

Esta presencia instalada en el hombre de deseo debe por tanto guiar, por esta alianza o unión sagrada, al elegido en la dirección del “Hombre Nuevo”, que toma así el camino de la regeneración.

Es necesario resaltar, que esta comunicación con el “Santo-Ángel-Guardián”, existía en el sexto grado de la Orden Masónica de los Elus-Cohens de vocación teúrgia de Martínez de Pasqually: “nosotros te invocamos, oh Santo Ángel, para ser el Guardián de (sobrenombre o nombre del solicitante)..., y responder siempre a su llamada”. 

Esta alianza es sellada por oraciones evocatorias, y una unción sobre la cabeza del solicitante en conmemoración de la “primitiva alianza del hombre con el eterno”, y sobre todo por el carácter sacerdotal de esta unión. 

Esta segunda fase de la obra interior o alquímica se concluye en la etapa de la unión del “Rey” y de la “Reina”, y del Ángel que es espíritu divino con el corazón del hombre de deseo, y la tercera fase puede a partir de entonces ocurrir.

Y es aún en la obra del Hombre Nuevo donde será descrita toda la progresión y desenvolvimiento de la Obra al Rojo. 


LA OBRA AL ROJO, 

O

EL NACIMIENTO DEL NIÑO-REY 


“Al final del Magisterio, la Piedra es roja y fija y, como es perfecta, es llamada Piedra Filosofal”.

Poseerá el don de transmutar ciertos metales en Oro, y servirá igualmente de medicamento para el cuerpo y el alma. 

Este estado equivale también para los alquimistas al “Nacimiento Del Niño-Rey”.

En la Franc-Masonería, la piedra cúbica expuesta en el centro de la Logia se encuentra al lado del Sol, y es llamada la piedra perfecta, del mismo modo que la Piedra Filosofal.

Saint-Martin hará uso igualmente del léxico masónico para mostrar un cierto estado de conciencia o de iluminación interior: “esta piedra fundamental es realmente la raíz de estas siete fuentes sacramentales que el Hombre Nuevo descubre en él, cuando pasa por las pruebas indispensables, como es también ese lugar donde descubre este divino instructor del cual hablamos precedentemente” 

Las nupcias de la etapa precedente, entre el Espíritu de Dios y  el alma del Hombre, sembrará aquello que será el Hombre Nuevo; así “ha anunciado hacerse en nosotros, y no tardaremos en percibir que la concepción santa se hace de esta manera”, “debemos observar con atención todos los movimientos que ocurran en nosotros..., para no dañar el crecimiento de nuestro hijo”. 

El hermafrodita de la etapa precedente engendra su propio hijo, este es el nacimiento del “Niño-Rey”, según la tradición alquímica que resguardó la tradición cristiana en el Cristo-Rey. 

“El nacimiento” constituye la etapa suprema de la Obra al Rojo, “(por) este hijo querido que acaba de recibir el día”.

El nacimiento del Hombre Nuevo es un nacimiento espiritual porque es engendrado por el espíritu, pues en el Tratado de la Reintegración de los Seres, Martínez de Pasqually subraya bien la diferencia entre la posteridad de Caín y la de Abel.

De hecho, según el Tratado, Caín habría nacido de un coito carnal entre Adán y Eva, y su posteridad cargaría con las características de esta ignominia recordando el pecado original.

Abel, su hermano, sería igualmente el hijo de Adán, pero nacido y concebido por el espíritu y no por la carne. 

El Hombre Nuevo será por tanto la generación espiritual de Abel, bendecido por Dios, venido a redimir y oponerse a la posteridad de Caín, nacido del pecado y concebido por la carne y “el entusiasmo animal”.

Es por esto que Saint-Martin precisa que “este Hombre Nuevo, no corresponde que nazca del dolor, de la justicia y de la condenación, sino que nace de la consolidación del amor, de la misericordia y de la gracia, recibida de su padre”.

Nos competirá a nosotros en el transcurso de nuestra tesis, profundizar en estos elementos relativos al Tratado de Martínez. 

El punto esencial que resalta Saint-Martin reside en que la obra al rojo no está concluida con el nacimiento del niño-rey, porque este debe ahora crecer y vencer las etapas que le conducirán a su madurez y a su libertad en Dios. 

Lo mismo ocurre en la Alquimia, el “Niño-Rey” es alimentado de la leche de su “Madre Proveedora”, que es un compuesto al negro y al verde. Es este “compuesto” el que fortifica y desarrolla al “Niño-Rey” hasta la “granulación”. 

Solamente más tarde el “Niño-Rey” podrá ser alimentado de “sangre” de la propia Piedra al rojo.

Este crecimiento del niño nacido, en la edad adulta, conllevará tres tiempos. 

Los tiempos de crecimiento donde Saint-Martin prodiga toda la atención a “este hijo querido que es (él) mismo”, “este hijo nuevo que (será) el objeto de los cuidados más asiduos”; pero a su vez el Filósofo Desconocido tratará de ser “el hijo, el padre y la madre”, tanto como dure la etapa de la infancia, etapa de descubrimiento y de fragilidad. Así, “desconfía por tanto, hombre, de estas luces precoces que te llegan desde la naturaleza del ser que acaba de gobernar sobre tu ignorancia”

La segunda etapa se caracteriza por la “aproximación del segundo año”, y Saint-Martin lo compara al episodio en que Jesús dejando su país se distancia en la fiesta de Jerusalén, para “asombrar” a los doctores del Templo que “lo escucharon en silencio, y estos doctores serian las dudas que los elementos y las tinieblas de los falsos educadores tenían exaltadas en su seno”. 

El Hombre Nuevo se afirma por tanto en su segunda edad como un instructor, pero no “abrió la entrada del reino divino, porque (él) está todavía creciendo, y no ha alcanzado la edad de su virilidad”.

En el tercer tiempo, la edad de su madurez, el “Hombre Nuevo” recibe el “Bautismo Corporal” de la “mano de su guía”, esto es, de su Ángel Guardián.

Por última vez, el Hombre Nuevo se somete a su “Ángel” para recibir “este bautismo corporal regenerador”, que le permite acceder a la “plenitud de la divinidad”.

La última vez, porque el Hombre Nuevo restablecido y regenerado en sus derechos primitivos, será superior a los Ángeles por haber salido directamente del cuaternario que es Dios del cual él es “su imagen y semejanza”. 

“Esta entrada de Dios en nosotros”, se manifiesta “físicamente” a partir del momento en que el Hombre Nuevo puede “sentir que la divinidad circula continuamente a su alrededor, para encontrar un sentido allá por donde pasa e introducirse también en su corazón”. 

Esta sensación de la presencia de Dios es semejante a la circulación del fuego, que “el bautismo corporal del Ángel” tenía atizado. 

Este fuego interior reanimará los “siete canales espirituales que aguardan en toda ordenación sacramental, para reconducir los órganos de la fuente suprema”.

“Los siete canales”, mencionados por Saint-Martin, representan los siete “centros espirituales” que los Elus-Cohens deben volver a despertar en el transcurso de sus ceremonias teúrgicas, exactamente como estipulan las instrucciones Cohen: “los trabajos que realizamos, no poseen otro objetivo; en las siete clases, o en los siete grados deben ser abiertos cada uno de los siete sellos, o puertas de la inteligencia”.

Precisamos que, en el sistema Cohen de Martínez, la última clase correspondía al título supremo de Réau-Croix.  

Este último grado, que Martínez no confirió más que a un pequeño número, significa que el Electo estaba preparado para ser reintegrado a sus derechos divinos primitivos.  

Ahora, el Hombre Nuevo u Hombre regenerado de Saint-Martin, se corresponde estrechamente con el Rosa-Cruz de Martínez de Pasqually. 

Ciertamente, la misión del Hombre Nuevo no ha finalizado, porque deberá todavía pasar por las mismas pruebas que el propio Cristo pasó, para poder preparar su ministerio que es el de Hombre-Espíritu.


EL CUARTO TIEMPO

O

EL MINISTERIO DEL HOMBRE-ESPÍRITU,

O

LA REALIZACIÓN DE LA OBRA 


Si la manifestación de Dios es “trina”, según la expresión de Martínez, su espíritu despierta del “cuaternario”. 

Así, las tres primeras etapas de la Gran Obra Alquímica simbolizan la manifestación de Dios, pero la cuarta revela el ministerio del Hombre Espíritu por encima de todas sus formas y apariencias. 

Lo mismo ocurre para el alquimista, “el verdadero viaje comienza cuando el Adepto alcanza la Obra al Rojo”, la Piedra Filosofal. 

Así la filosofía alquímica debe utilizar la Piedra para curar las enfermedades de la humanidad, porque “ella cura todas las dolencias como la hidropesía, parálisis, apoplejía, la lepra, mejora todas (las dolencias) en general”. 

El Hombre Nuevo recibe por tanto un ministerio divino y se convierte en una especie de funcionario de la “administración de la cosa divina”. 

De hecho el Hombre Nuevo se convierte en un maestro de la naturaleza, maestro en ciencia y sabiduría para sus semejantes, y a la vez maestro y servidor de la palabra.

Servidor, porque fue regenerado por esta palabra divina que continua recibiendo y maestro porque en su tiempo puede pronunciar el verbo de la propia divinidad.  

La regeneración del Hombre Nuevo es otorgada por la palabra: “Si, Señor, es pronunciando tu nombre sobre el Hombre de Deseo como tu renuevas todo su ser, es pronunciando tu nombre sobre él que nos volvemos de nuevo vuestra imagen, vuestra semejanza”.

El “Hombre Nuevo” solamente podrá cumplir su ministerio en la edad de la madurez, porque la “infancia” es aquella en que no se habla. 

La infancia para Saint-Martin “solamente es afectada del principio por los sentidos más groseros”, y el uso de la palabra solamente le es atribuida al final.

La comparación con la Franc-Masonería es evidente, porque el Aprendiz que tiene la edad simbólica de “tres años” no tiene el derecho de la palabra. 

Por el contrario, la clase secreta de la Franc-Masonería del Régimen Escocés Rectificado, se divide en dos grandes finales: 
  • Profeso y 
  • Gran Profeso.
Así pues, el Profeso como todo profesor es el que anuncia por la voz.

El Gran Profeso puede igualmente, en la perspectiva Martinista, ser un Hombre Nuevo, un Hombre regenerado por la palabra, y que puede a partir de entonces cumplir su ministerio.

El juramento masónico es parte integrante de este aprendizaje del fenómeno sagrado que representa la palabra. Todo lo que puede ser dicho en Logia debe ser anunciado “fuertemente y francamente”. 

Por el contrario, todo masón promovido al grado de Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa, estaría “exento de sus juramentos masónicos”. 

Concluimos que todo C.·.B.·.C.·.S.·. cooptado para la clase secreta debería estar exento de todo juramento, así como del obstáculo de la palabra, porque es la palabra misma la que debe regenerar al Profeso, y es también la palabra la que debe ser el instrumento de su ministerio. 

El ministerio del Hombre Espíritu es el de “instruir” a sus semejantes y a sus hermanos, a los “Hombres De Deseo”.

El Hombre Nuevo “aunque salga del mundo en espíritu, se ocupa de los suyos que todavía están en el mundo, hasta que la obra esté enteramente cumplida por ellos”.

El ministerio del Hombre-Espíritu es un ministerio de “caridad espiritual”, porque el hombre regenerado debe tender a ejercer su sacerdocio, para el bien de otro por lo que concierne a la obra caritativa, y por la instrucción de la palabra por lo que concierne al espíritu. 

Así, para ejercer y defender este ministerio, el Hombre Nuevo se debe incluir en el mundo para profesar.
  • Purificaos,
  • Pedid,
  • Recibid, y
  • Obrad, 
  • Toda la obra está en estos cuatro tiempos. 
La Gran Obra predicada por Saint-Martin, descrita en la introducción a la Tabla Natural (Cuadro Natural), no es más que la Gran Obra Hermética. Y, aunque el Filósofo Desconocido se preservó de establecer relaciones con la Ciencia de los Alquimistas que juzga “muy material”, todos los principios fundamentales de esta Ciencia se encuentran en sus obras.

Dicho esto, su gran originalidad consiste en el establecimiento de un verdadero paralelismo entre la Ciencia Teúrgica de Martínez, y la Ciencia Alquímica llamada Hermética.

La segunda parte de esta originalidad se erige sobre la interioridad en la cual estas dos ciencias se hacen una y única Ciencia, operando.

Robert Amadou habla de la “internalización” de la Teúrgia Martinezista por Saint-Martin y podemos fácilmente añadir que el Filósofo Desconocido internaliza las diferentes etapas del proceso alquímico que conduce a la Gran Obra. 

Teúrgia y Alquimia no son ya ciencias distintas, sino una sólo y única Ciencia de la que el genio del autor supo romper los secretos, encontrando nuestro Arcano-Arcanorum.