SOBRE LA ORACIÓN
Annie Besant
Tomado de “Sophia” de Mayo 1898
Constantemente se hace la siguiente pregunta:
¿Vosotros los teósofos creéis en la oración?". Y puede ser útil para
algunos el estudio del asunto de la oración a la luz del conocimiento oculto,
poniendo de prefacio a este estudio la observación de que la creencia de los
teósofos varía de acuerdo sus conocimientos, y que ningún teósofo, excepto la
que esto escribe, se halla obligado a las declaraciones que siguen.
El público no se ha hecho todavía cargo de que
al teósofo no se da, al entrar en la Sociedad, una serie de creencias ya hechas
y arregladas para él, sino que solo se le proporcionan los materiales de entre
los cuales puede escoger los que más le convengan, teniendo luego que arreglarse
él mismo su vestimenta. La opinión que se presenta en este escrito, se expone
simplemente como el modo de ver particular de un estudiante y como materia para
el estudio. Lo primero que es necesario hacer, al considerar la utilidad de la
oración, es analizar la oración misma, porque la palabra se emplea abarcando
diversas actividades de la conciencia, y no puede tratarse como formando un
todo homogéneo. Vemos oraciones que son peticiones de beneficios mundanos
definidos para cubrir necesidades físicas -oraciones por alimento, por
vestidos, dinero, empleos, éxito en los negocios, para recuperar la salud, etc.
Éstas las agruparemos bajo la clase A. Luego hay oraciones para la ayuda en las
dificultades intelectuales; y morales o para el desarrollo espiritual, para el
dominio de las tentaciones, para la fuerza moral, para vista interna, para
iluminación. Estas pueden agruparse como clase B. Por último, hay oraciones en
que no se pide nada, que consisten en la contemplación y adoración de la
Perfección Divina, en la aspiración intensa de unión con Dios, la enajenación
elevada del Santo. A estas las llamaremos clase C.
Lo segundo que hay que tener bien en cuenta, es
la gran escala de seres vivos desde el elemental su plano hasta el LOGOS mismo,
escala en la que no falta peldaño alguno. Este lado oculto de la naturaleza, es
un hecho, no un sueño. El mundo todo está lleno de seres vivos, invisibles a
los ojos carnales. El mundo astral compenetra al físico, y multitudes de seres
conscientes e inteligentes nos rodean a cada paso. Algunos son inferiores al
hombre en inteligencia, y otros se elevan a grandes alturas sobre él. Algunos
se dejan influir fácilmente por su voluntad, y otros son asequibles a sus
ruegos. Además de estas entidades independientes, la esencia elemental de los
tres reinos responde a sus emociones y pensamientos, é instantáneamente toma
formas cuya vida misma es llevar a efecto el sentimiento o el pensamiento que
les sirve de alma, y de este modo puede crear a voluntad un ejército de servidores
obedientes que obrarán en el mundo astral a1 gusto suyo. Hay además protectores
humanos de gran eficacia, aunque invisibles, cuyo oído atento puede acoger un
grito de socorro, y que gustosos sirven de verdaderos “ángeles protectores”
para las almas que los necesitan.
Y coronando todo está la vida siempre presente y
siempre consciente del LOGOS mismo, poderosa, y que responde en todas partes de
Su reino, de Aquel sin cuyo conocimiento no cae al suelo una paja, ni ninguna
criatura muda se estremece de alegría o de dolor, ni niño alguno ríe o llora -
esa Vida y Amor que todo lo penetran, abarcan y sostienen, en la cual todo vive
y se mueve. Así como nada que produzca placer o dolor puede tocar al cuerpo
humano sin que los nervios sensorios lleven el mensaje del choque a los centros
cerebrales, y así como desde estos centros vibra la contestación por medio de
los nervios motores, acogiendo o repeliendo, del mismo modo cada vibración en
el universo, que es Su cuerpo, llega a Su conciencia y produce una acción que
responde. Las células nerviosas, los hilos nerviosos y fibras musculares,
pueden ser los agentes del sentimiento y del movimiento, pero el hombre es el
que siente y actúa; así también muchas mi riadas de inteligencias pueden ser
los agentes, pero el LOGOS es quien conoce y responde. No puede haber nada por
pequeño que sea que no afecte esa delicada y omnipresente conciencia, ni nada
tan vasto que trascienda a ella.
Somos tan limitados, que la sola idea de
semejante conciencia que abarca todo, nos anonada y confunde; sin embargo,
quizás, el mosquito se vería en el mismo apuro si tratara de medir la
conciencia de Pitágoras. Es imposible negar el hecho de que las oraciones son
contestadas, y que muchos pueden manifestar casos de propia experiencia, claros
y decisivos, de “oraciones contestadas”.
Además, muchas de éstas no se refieren a las que
se llaman experiencias subjetivas, sino a hechos patentes del llamado mundo
objetivo. Un hombre ha orado por dinero, y el correo le ha traído la cantidad
requerida; una mujer ha orado por alimento, y el alimento ha llegado a su
puerta. En relación con empresas caritativas hay muchos testimonios de
oraciones pidiendo socorros y de contestaciones rápidas y liberales. Por otra
parte, hay también gran número de testimonios de oraciones que han quedado sin
respuesta, de hambrientos moribundos, de hijos arrebatados por la muerte de los
brazos de madres amantes, a pesar de los ruegos más apasionados a Dios. Toda
opinión razonable acerca de la oración, tiene que tener en cuenta estos hechos
contradictorios: no debe negarse a admitir la respuesta, ni evadir el
reconocimiento de los fracasos.
Todos los hechos deben ser colocados en su lugar
en toda verdadera teoría sobre la oración. Vamos a considerar separadamente nuestras
tres clases de oraciones, y veremos que las vidas ocultas de la naturaleza son
los agentes que producen la respuesta a las oraciones, y que para cada clase de
ellas actúan agentes particulares apropiados a las mismas. Cuando un hombre
pronuncia una oración de 1a clase A, puede obtener una respuesta por medio de
uno o varios agentes.
Su pensamiento concentrado y su voluntad deseosa
afectan a la esencia elemental del plano astral, y crean un elemental
artificial poderoso, cuya sola idea es producir lo que su creador anhela. Este
elemental, cuando la oración es por dinero, alimento, vestido, empleo u otra
cosa cualquiera que un hombre puede dar a otro, puede buscar una persona a
propósito, e imprimir en su cerebro la imagen de su creador y de su necesidad
especial, y esta impresión origina el pensamiento de enviar al hombre un
socorro.
“Pensé en Jorge Miller y en sus huérfanos esta
mañana”-dirá un hombre rico- “Voy a mandarles un cheque”.
La oración de Jorge Miller es en este caso el
poder motor; el elemental artificial es el agente que se ocupa en producir el
resultado deseado, y el cheque, que no se ha pedido al hombre en el plano
físico, viene como la “respuesta a la oración”. El resultado pudo haberse
obtenido de igual modo por medio de un esfuerzo deliberado de la voluntad, sin
oración alguna, por una persona que entendiese el mecanismo necesario para ello
y el modo de ponerlo en acción. Pero en el caso de la mayor parte de la gente
que ignora las fuerzas del mundo invisible, y que no están acostumbrados a
ejercitar su voluntad, la concentración de la mente y el firme deseo necesario
para el éxito se adquieren mucho más fácilmente por medio de la oración, que
por ningún esfuerzo deliberado para manifestar su fuerza.
Dudarían de su propio poder, aun cuando
comprendiesen la teoría, y la duda es fata1 en todo ejercicio de la voluntad.
Que la persona que ora no sepa nada del mecanismo que pone en movimiento, no
afecta en modo alguno el resultado; el niño que extiende el brazo y coge un
objeto, no necesita sabor nada del funcionamiento de los músculos, ni de los
cambios químicos y eléctricos que despierta su movimiento en los músculos y
nervios, ni tampoco calcula estudiadamente la distancia a que se halla el
objeto, midiendo el ángulo formado por los ejes ópticos; manifiesta su voluntad
de coger 1a cosa que necesita, y las varias partes de su cuerpo obedecen a su
voluntad, aun cuando él no conoce ni siquiera su existencia.
Lo mismo sucede con el hombre que ora, el cual
desconoce la fuerza creadora de su pensamiento y la conducta de la criatura que
ha enviado a ejecutar sus deseos; actúa tan inconscientemente como el niño, y
como el niño, coge lo que quiere. Una oración de la clase A, puede también ser
contestada de otros modos que por la acción de un elemental artificial. Un
discípulo que pasa u otro protector en acción en el plano astral, puede oír su
ruego y producir el resultado deseado. Especialmente puede suceder así, cuando
el que ora es un filántropo que necesita ayuda para ejecutar alguna obra benéfica.
El protector lanzará el pensamiento de enviarle la ayuda que necesita, en el
fértil suelo de un cerebro caritativo, y el resultado será el mismo de antes.
Algunas veces, pero a mi entender mucho más
raras, la voluntad de la persona que ora, afecta a un espíritu de 1a naturaleza
o elemental característico, el cual se esfuerza en producir el efecto deseado;
algunas personas ejercen un poder especial sobre los espíritus de la naturaleza
de varias clases, y esta gentecilla hace cuánto puede a fin de suplir las
necesidades de sus favoritos. El fracaso de las oraciones que revisten gran
deseo y fuerza de voluntad, parece que es debido al hecho de que se estrellan
contra alguna causa kármica demasiado fuerte para que puedan desviarla o
modificarla de un modo apreciable. Un hombre condenado por sus propias acciones
en el pasado a morir de hambre, lanzará en vano todas sus oraciones contra este
destino.
El elemental artificial que ha creado con tales
oraciones, encontrará inútiles todos sus esfuerzos; ningún protector vendrá a
ayudarle a producir el efecto deseado; ningún espíritu de la naturaleza se
cuidará de sus gritos. Cuando las relaciones que existieron en el pasado entre
las almas de los padres y 1a de un niño moribundo, requieren en la vida presente
la rotura del 1azo de unión en una época particular, la corriente de fuerza
puesta en movimiento por la oración, no servirá para prolongar el hilo de la
tierna existencia. En esto, como en todo, vivimos en el reino de la ley, y las
fuerzas pueden ser modificadas o completamente frustradas por la acción de
otras fuerzas contra las que chocan. Dos fuerzas exactamente iguales pueden
aplicarse para poner en movimiento dos bolas también perfectamente iguales; de
éstas, una no recibe ningún nuevo impulso, y marcha al fin que se ha marcado,
mientras que la otra recibe un segundo choque y cambia por completo de
dirección.
Esto mismo puede suceder con dos oraciones
semejantes: una puede seguir su curso sin encontrar obstáculo kármico, y hasta
puede ser ayudada en su objeto por una fuerza kármica, mientras que la segunda
puede ser desviada por una fuerza kármica mucho más enérgica que el impulso
original. Una de las oraciones fue contestada, la otra se desvanece
aparentemente desapercibida, y en ambos casos el resultado sigue a la ley.
Consideremos ahora la clase B. Las oraciones para socorro en las dificultades
morales e intelectuales son eficaces, tanto en la acción como en la reacción.
Llaman la atención de aquellos servidores de la humanidad que están siempre tratando
de socorrer al alma que se siente extraviada; y los consejos, el consuelo y la
iluminación se transmiten a la conciencia cerebral, dando así, del modo más
directo, la respuesta a la oración.
Muchas veces se sugieren ideas que aclaran una
dificultad intelectual, o arrojan luz en un oscuro problema, y en el corazón
angustiado se derrama el más dulce consuelo, suavizando sus perturbaciones y
calmando sus ansiedades. Esto puede llamarse la respuesta objetiva a tales
oraciones, en las que se concede realmente, en contestación al grito de
socorro, la ayuda de almas más fuertes y avanzadas: la de un discípulo, la de
un ángel o la de un Maestro. Pero hay también una respuesta subjetiva que no se
reconoce tan fácilmente, por regla general, por los que oran, y que puede
considerarse como reacción de la misma oración sobre el que ora. La oración
coloca su mente y su corazón en aptitud receptiva que facilita el darle ayuda
objetiva, pero que también abre el canal de comunicación entre su naturaleza
inferior y la superior, permitiendo a la fuerza y al poder iluminador de la
superior llegar a la conciencia cerebral.
Las corrientes de energía que normalmente fluyen
hacia abajo o hacia afuera desde el Hombre Interno, son, por regla general,
dirigidas a los mundos externos y utilizados por la conciencia cerebral en los
negocios ordinarios de la vida para llevar a efecto sus actividades diarias.
Pero cuando esta conciencia cerebral se aparta del mundo externo, y cerrando
las puertas exteriores, dirige su vista a dentro; cuando deliberadamente se
abre a lo interno y se cierra a lo externo, entonces se convierte en un
recipiente que puede recibir y contener, en lugar de ser un mero tubo conductor
entre el mundo interno y el externo. En el silencio obtenido por la cesación de
los ruidos de las actividades externas, la tranquila voz del alma puede dejarse
oír, y la atención concentrada de la mente expectante le permite percibir el
suave murmullo del Yo Interno.
Más marcado aún es el caso cuando la oración es
por luz espiritual, por desarrollo espiritual. No sólo buscan ansiosamente
todos los protectores el impulsar el progreso espiritual, aprovechando todas
las oportunidades que presenta el corazón que aspira a lo alto, sino que el
deseo de semejante desarrollo pone en libertad una energía de orden superior,
porque el deseo espiritual atrae una respuesta del reino espiritual. También
aquí se confirma la ley de las vibraciones simpáticas, y la nota de aspiración
elevada es contestada por una nota de su propio orden, por una liberación de
energía de su misma clase, por una vibración sincrónica con ella misma. La vida
divina siempre está haciendo presión contra los límites que la circunscriben, y
cuando la fuerza que se eleva choca contra esos límites, el muro divisorio se
rompe y la vida inunda el alma. De un modo casi imperceptible pasamos de las
aspiraciones espirituales a la oración que es adoración pura, en la cual no
existe petición alguna, y que tan sólo trata de manifestarse en simple amor de
lo Perfecto, confusamente sentido.
Tales oraciones, agrupadas como clase C. son los
medios de unión entre el hombre y Dios, atrayendo al adorador dentro del Ser
que adora. En estas oraciones la conciencia, limitada por el cerebro, contempla
en mudo éxtasis la Imagen que crea de aquel que sabe que verdaderamente se
halla fuera de toda imaginación, y a menudo arrebatada por la intensidad de su
amor más allá de los límites concretos impuestos por la inteligencia, vuela a
las regiones donde no existen límites, y siente y conoce mucho más que lo que a
su vuelta puede decir en palabras o revestir de forma intelectual. Entonces en
la oración el místico contempla la Visión Beatífica; entonces el sabio reposa
en la calma infinita de la sabiduría que está más allá del conocimiento; entonces
el santo es penetrado de la radiante pureza en la cual se ve a Dios.
Semejante oración forma una aureola al que
adora, y desde la cúspide de tan alta comunión, descendiendo a los planos de la
tierra, la misma cara de carne brilla con gloria suprema trasluciendo la llama
que arde al interior. Dichosos aquellos que conocen la realidad que ninguna
palabra puede comunicar a los que la ignoran; aquellos cuyos ojos han visto el
Rey en Su hermosura, se acordarán y comprenderán.
Fuente: Portal Martinista del Guajiro