Wednesday, May 20, 2015

Eliphas Levi

ELIPHAS LEVI





Eliphas Levi es el nombre adoptado por el escritor y ocultista francés Alphonse Louis Constant.

Alphonse Louis Constant nació el 8 de febrero de 1810 en París, en una familia muy modesta. Pudo realizar sus primeros estudios ingresando en 1825 en el seminario eclesiástico de Saint-Nicolas-du-Chardonnet, en París. Estudió retórica, filosofía y teología.

Ordenado diácono en 1835, finalmente abandona el seminario en junio de 1836 antes de recibir el Sacramento del orden, por causas no muy claras aunque probablemente debido a su liberalismo de pensamiento. Su madre, que había depositado todas sus esperanzas en él, se sintió muy abatida por la salida de su hijo del seminario y se suicidó, dejándole muy consternado y huérfano, ya que su padre había muerto años antes.

Acariciando aún la idea de acceder al sacerdocio, parte hacia la abadía de Solesmes (abadía benedictina del siglo XI) ya fuera de París, decidido a pasar allí el resto de sus días. La abadía poseía una biblioteca con cerca de 20.000 volúmenes, con cuyo conocimiento se instruyó abundantemente. Estudió la doctrina de los antiguos gnósticos, la de los Padres de la Iglesia primitiva, los escritos piadosos de los místicos… Durante su estancia en Solesmes, que fue de un año, publica su primera obra: “ Rosier de Mai” (1839). Abandona la abadía según se dice por desacuerdos con el abad.

A partir de esta época Constant lleva una vida llena de peripecias sin conseguir asentarse definitivamente. Siempre formó parte de su personalidad su faceta como eclesiástico y prácticamente nunca dejó de lado del todo su credo religioso y afinidad a la iglesia católica, la cual respetaba aunque con sus matices personales, lo cual le trajo unas veces el apoyo de hombres influyentes de la iglesia y otras veces críticas y problemas más serios.

En 1841 compuso la “Biblia de la libertad”, un texto que produjo bastante escándalo entre el clero (criticaba a la Iglesia, el estado y el orden social); fue considerado sedicioso y Constant condenado a la cárcel donde pasó casi un año en deplorables condiciones.


Este hecho le marcaría negativamente para los siguientes años, ya que se relacionaba su apellido con el escándalo, lo cual le impedía ejercer ocupaciones relacionadas con su faceta de eclesiástico e incluso publicar en periódicos.

En 1845, en “El libro de las lágrimas”, desarrolló por vez primera nociones esotéricas. Durante este periodo compuso también canciones e ilustró dos obras de Alejandro Dumas: “Louis XIV et son siècle” y “El Conde de Monte-Cristo”.

Constant fijó su residencia en Paris y fundó en 1845 la revista mensual “La Vérité sur toutes choses”, que sólo se editó durante 4 meses.

Tuvo algún escarceo amoroso; hacia 1846 tuvo un hijo con Eugénie Chenevier, mujer con quien coincidirá tiempo después en París y Londres; sin embargo sería Marie-Noemi Cadiot quien se convertiría en su esposa. Con esta tuvo una hija que murió a temprana edad. Ella misma le abandonó al cabo de unos años.


Vuelve a prisión en 1847 por escribir un agrio panfleto, “La Voix de la famine”, y allí estuvo 6 meses.

Luego pasa un tiempo relacionándose con el mundo artístico y bohemio de la época, comenzando también sus incursiones en política. Así se definió el mismo por aquel entonces:

«El abate Constant ha muerto, tenéis ante vosotros a un laico: Alphonse Constant, dibujante, pintor, hombre de letras, pobre y amigo de los pobres».


La revolución de febrero de 1848 le dio mayor libertad y empezó a dirigir una revista de izquierdas, “Le Tribun du peuple”, que sólo tuvo cuatro números. Fundó a continuación con varios amigos un club político, el Club de la Montagne, integrado principalmente por trabajadores. “ Le Testament de la liberté” (1848), que resume sus ideas políticas, será su última obra del género. Paralelamente, continuaba con sus estudios de esoterismo.

A finales de 1850 le fue encargado un Diccionario de literatura cristiana. Publicado en 1851, la obra sorprende por la profunda ciencia que encierra. Sobre esta época A. Constant conoció al matemático y filósofo polaco Hoene-Wronski, cuya obra le impresionó firmemente. Adoptó el seudónimo de Eliphas Lévi, o Eliphas Lévi  Zahed (traducción en hebreo de Alphonse-Louis Constant) y desde entonces firmaría sus escritos con este seudónimo.

En la primavera de 1854 viajó a Londres, donde conoció a Edward Bulwer-Lytton, célebre autor de novelas fantásticas, que se convirtió en su amigo y lo introdujo en los círculos rosacruces. Volverían a encontrarse en otras ocasiones.

En 1855, funda la Revista Filosófica y Religiosa, que aparecería durante tres años y donde escribiría numerosos artículos sobre la Cábala. Dejando un poco de lado la filosofía oculta, reanudó el tema de la composición de canciones. Una de ellas, en que compara a Napoleón III con Calígula le valió una vez más la cárcel, aunque sólo por breves días.

En 1859, la publicación del libro “Historia de la magia” le consagró interesando a la mayoría de los esoteristas franceses.

Entró en el círculo de la masonería y fue iniciado en 1861. Se le concedió el grado de maestro en ese mismo año; sin embargo y aunque pudo aportar grandes cosas nunca se involucró totalmente con la masonería de su época, actuando más bien por libre. Pronto abandonaría la logia a que pertenecía.

“He dejado de ser Francmasón porque los francmasones, excomulgados por el Papa, ya no creían en tener que tolerar el catolicismo.”

A pesar de conseguir prestigio entre sus contemporáneos, no logró poseer fortuna material; para subsistir daba clases a aristócratas y personajes ilustres. Gracias al dinero percibido como remuneración por sus lecciones, pudo vivir con una relativa comodidad, enriqueciendo sin cesar su biblioteca. Está por ejemplo el barón italiano Spedalieri, con quien tuvo una correspondencia de más de 1000 cartas que duró desde 1861 hasta 1874. Es un curso de Cábala único, preciso, repleto de figuras explicativas y de comentarios, que se plasma en el libro póstumo “Curso de filosofía oculta”. Spedalieri fue uno de los más importantes mecenas de Eliphas Levi, hasta que años después y a raíz de la muerte de la baronesa, el aristócrata se distanció.

E. Levi continuó escribiendo obras que eran ensayos profundos y reveladores acerca de los evangelios apócrifos, la cábala y textos hebreos como el Talmud, el Zohar, además de la simbología en general y la magia teórica y aplicada.

Sus últimos años fueron marcados por un delicado estado de salud, y el 31 de mayo de 1875, falleció a la edad de 65 años olvidado y casi en la pobreza. Fue enterrado en el cementerio de Ivry (Paris) donde una simple cruz de madera marcaba la ubicación de su tumba. En 1881, su cuerpo fue exhumado y sus restos trasladados a la fosa común. Este fue el fin de la vida de un extraordinario maestro de la ciencia esotérica, que como muestra de su sabiduría dejó obras magistrales como el “Dogma y ritual de la alta magia”, “Leyendas y símbolos”, “El libro de los esplendores”…

Concedió gran importancia a la simbología, haciendo hincapié en las láminas del Tarot y desarrollando un precioso trabajo con su interpretación y diseño de las clavículas de Salomón.

Su obra fue muy profusa, y dio un importante impulso al ocultismo en el siglo XIX.








Monday, May 18, 2015

El Sendero Oculto - Dion Fortune

EL SENDERO OCULTO

Dion Fortune

Dion Fortune (1891-1946). Seudónimo utilizado por la sicoanalista freudiana Violet Forth. Fue miembro de la Orden del Alba Dorada (Golden Dawn), de la cual fue separada y funda la Fraternidad de la Luz Interna (Inner Light), institución que aún existe en nuestros tiempos.



La Vía Mística, que conduce a la unión con Dios, es tan conocida que con frecuencia se olvida que existe otro Sendero, que sigue aparentemente una ruta del todo distinta, pero que, al final, lleva al mismo objetivo. Estamos tan acostumbrados a oír que la renuncia al mundo y la abdicación de uno mismo constituyen el único camino verdadero para el alma que busca al Supremo, que apenas nos atrevemos a susurrar que puede haber otra vía, el Sendero del dominio sobre la existencia manifiesta y de la apoteosis de uno mismo.


Existen dos formas de adorar a Dios: podemos adorarle en su Esencia no manifiesta, o en su forma manifiesta. Ambas son legítimas, siempre que, al adorar la forma manifiesta, no nos olvidemos de la Esencia, y que al adorar la Esencia, no la confundamos con la forma manifiesta, pues incurriríamos en el pecado de idolatría, que, en último extremo, no consiste sino en un énfasis mal puesto.

El místico intenta adorar a Dios en su Esencia; pero al no ser manifiesta, la esencia o raíz de Dios se escapa a la consciencia humana. Por tanto, para poder concebir el objeto de su adoración, el místico tiene que superar o trascender la consciencia humana normal. No es posible conocer la naturaleza más íntima de un estado de existencia a menos que seamos capaces de entrar en él y compartir, al menos en alguna medida, sus experiencias. En consecuencia, la tarea del místico radica sobre todo en liberar su consciencia de su habitual sometimiento o esclavitud a la forma. A ello se encamina la disciplina ascética, eliminando lo inferior, con el fin de que lo superior pueda unirse a Dios y, de esa manera, llegar a conocerle. El Sendero del Misticismo es una vía de renunciación, hasta que quien lo practica consigue superar todas las limitaciones de su naturaleza inferior y alcanzar la liberación; entonces no quedará ya nada que le impida llegar a Dios, y su alma se elevará hasta entrar en el Reino de la Luz para no regresar nunca de él.

Pero el otro Sendero no es una Vía de Renunciación, sino de Plenitud; no consiste en apartarse de la senda del destino humano, sino en la concentración y sublimación de dicho destino. Un alma que emprenda dicho Sendero vivirá sus propias experiencias en todas sus fases y aspectos de la existencia manifiesta, y las equilibrará, las espiritualizará y las absorberá en su esencia.

El objetivo de quienes siguen este Sendero es lograr un dominio completo de todos y cada uno de los aspectos de la vida creada. Pero cuando decimos dominio no nos referimos a una relación como la que existe entre el propietario de esclavos y éstos, sino más bien al dominio del virtuoso sobre su instrumento, un dominio que se apoya en su capacidad de adaptación a su naturaleza y espíritu, con el fin de extraer de él el máximo partido. El adepto que ha logrado el dominio sobre la Esfera de la Luna interpreta el mensaje de ésta para el Mundo y muestra sus poderes en perfecto equilibrio. El reino sobre el que gobierna el Maestro del Templo no es una monarquía absoluta, ya que no consigue su poder para levantar tronos, dominios o potestades a su servicio, sino para hacerles llegar el mensaje de salvación de Dios y convocarles a su rica herencia. Es un siervo de la evolución, y su tarea consiste en extraer el orden del caos, la armonía de la discordia y reducir a equilibrio las fuerzas desequilibradas.

Las enseñanzas de los Vedas de la Tradición Oriental distinguen claramente entre la devoción al Dios No Manifiesto, la esencia espiritual de la creación, y los aspectos manifiestos, o deidades. “Identifica el propio ser con los aspectos parciales, que son los Yoginis, y alcanzarás los diversos poderes (Siddhis). Identifica el propio ser con la Maha-yogini, y te liberarás, pues no serás ya tú mismo, sino Ella... Aquello con lo que un ser humano debe identificarse dependerá de lo que desee. Pero, sea lo que sea, conseguirá el Poder si tiene voluntad y trabaja para ello.” (World as Power, Power as Reality, de Woodroffe).

¿Qué debería desear un ser humano? Esa es la siguiente pregunta que debemos plantearnos. La respuesta a la misma dependerá totalmente de la fase o etapa de evolución a que hayamos llegado. El alma tiene que completar su experiencia humana antes de estar lista para la Unión Divina. Debe pasar el nadir del descenso a la materia antes de llegar al Camino del Retorno. No estaremos listos para la Vía Mística antes de habernos aproximado al momento de nuestra liberación de la Rueda del Nacimiento y la Muerte; pero intentar escapar prematuramente de dicha rueda equivale a esquivar nuestro entrenamiento o preparación. Nos veremos descalificados, al igual que el yate que participa en una carrera y no consigue darle la vuelta a la boya que marca el límite más externo del recorrido; no habremos cumplido las condiciones necesarias para nuestra liberación, que exigen que no esquivemos nada, y que sólo dejemos atrás aquello que hayamos logrado dominar, equilibrar y superar.

Serán falsas las enseñanzas que nos pidan erradicar de nuestras naturalezas cualquier cosa que Dios haya implantado en ellas, tan falsas y estúpidas como lisiar a un potro lleno de fuerza y de vida simplemente porque es salvaje y está sin domar. El amor a la belleza, el impulso vital de los instintos limpios, sanos y normales, la alegría de la lucha y la victoria, son todos elementos sin los que, de hecho, quedaríamos empobrecidos. Dios nos los entregó, y debemos suponer que sabía lo que hacía cuando actuaba así. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar su labor y condenar lo que El consideró bueno?

Lo que prohíbe la Ley de Dios es abusar de esas cosas, no utilizarlas para los fines rectos a que están destinadas. El Camino del Fuego del Lar ofrece una disciplina mucho más sensata y eficaz que el de los ermitaños de Tebas, con sus torturas ascéticas y sus automutilaciones, que violentan la Naturaleza y ultrajan la obra de Dios.

Asustado por las Fuerzas Elementales cuando se tropieza con ellas impurificado e impreparado, el asceta huye de lo que cree ser la tentación. Pero resulta mucho más prudente equilibrar las fuerzas enfrentadas en nuestra propia naturaleza hasta que seamos capaces de manejar nuestros instintos desordenados y consigamos que tiren del carro del alma con el poder de sus incansables impulsos.

Llegará el día en que todos nosotros nos veamos liberados de la Rueda del Nacimiento y la Muerte y entremos en el Reino de la Luz para no regresar nunca de él; si intentamos dejar a un lado los Elementales y sus problemas antes de que amanezca ese día, estaremos dando un giro de timón antes de haberle dado la vuelta a la boya que marca nuestra ruta; seremos como el hombre que ocultó su talento bajo tierra porque tenía miedo de él. Nuestro Señor no nos agradecerá nuestra devoción equivocada a un ideal inmaduro, sino que nos descalificará como sirvientes poco eficaces.

Como en otros muchos casos, la clave para la resolución del problema radica en la doctrina de la reencarnación. Si creemos que todos los logros humanos deben efectuarse en una sola vida y que, al final de la misma, seremos juzgados, lo más probable será que nos veamos empujados a un idealismo que nuestro proceso de crecimiento o evolución natural no nos ha permitido alcanzar aún. La liberación de la Rueda del Nacimiento y la Muerte, el abandono de la materia, la Unión Divina, son todas cosas que nos llegarán con el tiempo, pues el objetivo de la evolución es llevarnos hasta ellas; pero es posible que aún no haya llegado ese momento, y seríamos muy estúpidos si permitiésemos que otro, por avanzado que estuviese, juzgara por nosotros dónde nos encontramos en la escala evolutiva y decidiese cuál habría de ser nuestro paso o escalón siguiente. Seamos fieles a nuestras convicciones y dejémonos guiar por nuestros impulsos más profundos. Si sentimos el deseo de adorar a Dios en su manifestación gloriosa, hagámoslo de todo corazón, pues ése será nuestro medio de llegar a Él. Pero eso no significa que tengamos que dar rienda suelta a nuestros impulsos; la Danza de la Naturaleza es un movimiento rítmico y ordenado, y no debemos alejarnos del lugar que nos corresponde en nuestra pauta evolutiva, o lo estropearemos todo. Si deseamos que la Naturaleza sea nuestra Madre, debemos trabajar unidos a ella... y para conseguir sus fines. Y ésa es una disciplina más que suficiente para cualquier alma.

Si, por el contrario, nos sentimos impulsados a retirarnos del mundo y emprender el Sendero del Misticismo, preguntémonos honestamente si estamos siguiendo dicha vía debido a la intensidad de la llamada de Dios en nuestro corazón, o porque pensamos que la vida resulta demasiado difícil y complicada y queremos alejarnos para siempre de sus problemas y tribulaciones.

La Preparación para la Iniciación - Dion Fortune

LA PREPARACIÓN PARA LA INICIACIÓN



Por Dion Fortune

Dion Fortune (1891-1946). Seudónimo utilizado por la sicoanalista freudiana Violet Forth. Fue miembro de la Orden del Alba Dorada (Golden Dawn), de la cual fue separada y funda la Fraternidad de la Luz Interna (Inner Light), institución que aún existe en nuestros tiempos.


El objeto de la Iniciación es producir la Iluminación del  alma por medio de la Luz Interna. Por lo tanto, antes de entrar a considerar los mejores medios de preparación para esa empresa, es necesario explicar exactamente lo que se entiende por Iniciación, porque hay muchos conceptos distintos acerca de la misma.

La palabra Iniciado, empleada en estas páginas, significa aquél en quien el YO superior, la Individualidad, se ha entre fundido con  la personalidad, y ha encarnado realmente en el cuerpo físico. Un Iniciado es, por consiguiente, aquel cuyo Yo Superior nos mira a través de sus ojos. La personalidad queda  reducida a un juego de hábitos y costumbres, un complejo de vida, que deja al Yo Superior libre para llevar a cabo su obra con el mínimo de exigencias con respecto a su atención en el Plano Físico.

Esta Gran Iniciación se recibe siempre he invariablemente fuera del cuerpo. No hay ritual que pueda  conferirla, aunque el ritual se suela emplear en el Hemisferio Occidental para adiestrar y coordinar la consciencia, como indispensable preparación para esta experiencia trascendental. También se pasa por ella con plena consciencia, conservando la memoria de la misma. Muy a menudo se nos pregunta si es posible estar iniciado sin saberlo. A esta cuestión tenemos que contestar con  un no rotundo. Además, sería absurdo pensar en que pudiéramos recibir inconscientemente una extensión permanente de la consciencia

Sin embargo, suele ocurrir que un Maestro haya aceptado como  discípulo a alguna persona, sin que ésta se dé cuenta de ello, debido al escaso desenvolvimiento de sus facultades psíquicas, y entonces esta persona sólo  se llega a dar cuenta de este hecho cuando ha progresado hasta cierto punto.

En estos casos un psíquico podría informarle a dicha persona que ha sido aceptada como discípulo de la Gran Fraternidad Blanca y que ya se encuentra por lo tanto en el Sendero que lleva a la Iniciación, pero sería un error decirle que ya estuviese iniciada. El sello del Maestro queda estampado en el aura del discípulo, cuando éste es aceptado, y resplandece ante la visión clarividente como un disco de unas seis pulgadas de diámetro, inmediatamente encima de la cabeza, siendo el disco del color del Rayo sobre el cual esté trabajando el Maestro. Cuando el discípulo recibe algún trabajo que debe realizar para su Maestro en el Mundo Material, la  banda  correspondiente  de  color  en  el aura se enciende, mostrando así que el poder del Maestro está operando a través del discípulo. Pero hasta que toda el aura no queda iluminada completamente, no puede decirse que un ser humano sea un Iniciado. Esto se produce cuando brilla con su propia luz y no con la luz prestada de su Maestro. Por lo tanto, la Iniciación puede definirse como la aurora de la Luz Interna, o el advenimiento a manifestación en el Mundo Físico del Augoides o Cuerpo de Luz.

Puede considerarse que la Luna representa la personalidad, creciendo y decreciendo a través de innumerables fases encarnatorias reflejando la Luz Solar o la Sombra Terrestre. El Yo Superior, o sea el espíritu inmortal del ser humano, está bien simbolizado por el Sol que perpetuamente brilla en los Cielos, veámoslo o no. Estos símbolos recompensarán muy bien a quien medite sobre ellos.

El Yo Superior comienza a manifestarse en el cuerpo físico cuando tiene lugar la Iniciación No tenemos más que considerar la gran diferencia que existe entre la Individualidad y la personalidad, en el ser humano corriente, para darnos cuenta de la intensa preparación que debe tener lugar antes de que esa manifestación sea posible. Además, no podemos dejar de ver que si se intentara semejante manifestación antes de que la necesaria preparación hubiera tenido lugar, el Yo Superior descendente encontraría una disparidad tan grande entre él mismo y su vestidura mal ajustada, que no tardaría en desgarrarse y quedar destruida. Esta ocurrencia se puede observar de vez en cuando entre los Ocultistas y constituye uno de los problemas con que tienen que luchar las distintas fraternidades.

Antes de que sea posible para el Yo Superior comenzar a manifestarse en la consciencia cerebral, la personalidad tiene que sintonizarse con la Individualidad. La Individualidad lleva su existencia en las esferas espirituales en la misma forma que la personalidad la pasa en la esfera mundana. Las acciones de la Individualidad se inspiran en el deseo de mantener su armonía con la Vida Divina del Cosmos, de donde recibe su ser, mientras que las acciones de la personalidad se ven determinadas por su deseo de mantener su armonía con el Mundo de la Materia, de dónde saca el cuerpo su propio ser. Por consiguiente, es evidente que la personalidad tendrá que reorientar completamente su posición  antes de poder alinearse con su Yo Superior. Tenemos que prepararnos para cambiar la base de todos nuestros motivos si queremos recibir la Iniciación. Esto requiere una unidad de propósito que no retroceda ante sacrificio alguno: "Vende todo lo que tengas y sígueme, dijo  el  Maestro. Y  también: "Dejad  que los muertos  entierren a sus muertos. Seguidme". Estos dichos parecen un poco duros, pero la experiencia  demuestra que son verdaderos. 

No hay razón alguna para que alguien se ofrezca como candidato para la Iniciación, porque todos pueden lograr la meta de la Unión Divina, por el sendero espiritual  de la Evolución; pero, por otra parte, no deben declarar que los antiguos secretos se hayan perdido, porque no queriendo pagar su precio, no han recibido la Gran  Perla de valor inestimable.

Tanto la personalidad como las cosas de los sentidos tienen que ser sacrificadas  para que  el Yo Superior pueda manifestarse: no puede haber cuestión alguna sobre este punto. Todos los iniciados así lo declaran. Ante semejantes manifestaciones nos sentimos inclinados a creer que, habiendo sacrificado la personalidad, nos encontraremos despojados de todo. 

Esta creencia se debe a que la mentalidad Occidental se adhiere a la idea de que la muerte del cuerpo significa el fin de la existencia. Y de la misma manera creemos subconscientemente que la muerte de la personalidad termina con el pleno goce y plenitud de la vida. Olvidamos al pensar semejante cosa que el comerciante que vendió todo lo que tenía lo hizo para comprar así la Gran Perla. Es verdad que vendió todo lo que tenía, pero fue para invertirlo en algo de muchísimo más valor. El relato evangélico implica que se llevó la Perla triunfante. Y así sucede con nosotros si hacemos el sacrificio de las cosas de los sentidos que permitan la encarnación del Yo Superior en el cuerpo físico. Hay un período de lucha conforme van rompiéndose los hilos que nos unían a los deseos de los sentidos, pero tan pronto como se van limpiando las cosas apreciablemente, comienza a despuntar la Luz Superior. No permanecemos mucho tiempo sin consuelo. "¿.No serán nuestras tinieblas, después de todo, la Sombra de Su Mano que se extiende para acariciarnos?".

Mientras la consciencia se enfoca en la personalidad, no podemos ponernos en contacto directo con las realidades, y sólo podemos ver sus reflejos en el Mundo de la Forma. La llamada del Yo Superior sirve para levantarnos y desviar nuestra mirada del espejismo de la consciencia de la forma, dirigiéndola directamente a la Realidad que es vida y no forma. Esta vuelta en redondo es lo que constituye la tarea del alma cuando busca la Iniciación.

Conforme la personalidad va sometiéndose gradualmente al Yo Superior, la Luz Interna comienza a resplandecer. Los casos en que la Iluminación se produce súbitamente son muy raros y casi siempre ciegan e incapacitan a la persona, como le pasó a San Pablo en el camino a Damasco. Por lo tanto sólo se permite en los casos de almas muy avanzadas, que han sido preparadas y adiestradas hasta un grado muy elevado en vidas anteriores y que han reencarnado con ese propósito, constituyendo sus personalidades acordemente. Para el resto de los aspirantes a la Iniciación, la Luz Interna comienza a despuntar muy suave y gradualmente, con muchos intervalos de tinieblas que la obscurecen de vez en cuando, cuando los deseos sensoriales surgen nuevamente, aun después de considerarlos completamente vencidos.

Habiendo alcanzado esta libertad de la esclavitud de los sentidos, se abren ante el Iniciado dos caminos: puede seguir el Sendero Místico, que lleva directamente a la liberación, o puede seguir el Sendero Oculto y retornar al mundo de los hombres equipado con los poderes de la Mente Superior.

Es digno de notarse que generalmente el Místico no habla ni enseña la doctrina de la Reencarnación, mientras que el Ocultismo si lo hace. La razón es que el Místico trata de escapar de la esclavitud de la carne y no volver nunca más a ella, mientras que el Ocultista quiere volver a la materia, trayendo consigo el fruto de sus  labores. Ambos ideales son legítimos y justificables. El místico que sigue su  marcha hasta alcanzar la liberación, no deja de seguir siendo una influencia en el mundo, pues con su realización liquida una porción del Karma Mundial. Por este motivo los místicos se dedican a muchas austeridades y mortificaciones, mucho después de haberse liberado de los deseos de la carne; están liquidando el Karma Mundial.

El Ocultista, por su lado, sólo se sujeta a las mortificaciones más indispensables para someter a la carne y hacerla obedecer su voluntad soberana sin murmurar. Su plan es formarse tal personalidad que su Yo Superior pueda funcionar en ella sin obstáculos. Tiene que ser a semejanza de un caballo brioso y fuerte, que obedece instantáneamente sin necesidad de riendas ni espuelas. Sus sentidos no podrán ni engañarlo y sus pasiones tampoco podrán cegarlo. Usa su cuerpo como una ventana transparente para su alma, de manera que nunca deforme lo que vea. Con ese único fin es que disciplina su cuerpo, pero nunca trata de reproducir la Crucifixión.

El Místico torna su personalidad negativa, para convertirse así en un conducto o canal de las Fuerzas Cósmicas. Su actitud con respecto a todos los problemas que puedan presentársele es la de: "Aquiétate y sabe que Yo Soy Dios". Se mantiene sereno y quieto en el plano mundano, dejando que los poderes espirituales encuentren en él un conducto por el cual puedan llegar a la mente colectiva durante sus meditaciones. El Ocultista, por su parte, se ocupa de las formas y utiliza su mente concreta para convertir a esas formas en canales para las Fuerzas Cósmicas. El Místico trabaja con el Yo Superior exclusivamente; el Ocultista lleva al Yo a manifestarse Superior en el plano de la forma.

El Místico, una vez que se ha liberado de la esclavitud de sus sentidos, se contenta con las experiencias de su conciencia interna: no trata de traerlas a manifestación en el plano terrestre. El Ocultista, por su lado, habiendo alcanzado la misma realización que el Místico, trata de traer al plano de la forma el estado de conciencia que ha conquistado. Y hace esto si es un Hermano del Sendero de la Derecha, porque es necesario para cumplir el Gran Plan que ciertos ideales sean expresados y elaborados en el Mundo de la Forma, pero jamás lo haría para gratificar sus propias sensaciones. Esa fue la prueba con que fue tentado el SEÑOR en el Desierto: "Haz que estas piedras se conviertan en pan". Él era el Místico-Ocultista Ideal, como lo demostró al convertir el agua en vino y al pasar a través de las puertas cerradas, pero El jamás utilizó Sus poderes más que en el cumplimiento de Su misión, y es digno de notarse que conforme EL avanzaba hacia su final, los empleó cada vez menos.

La gran mayoría de las almas liberadas eligen el Sendero Místico, yéndose así más allá de nuestra Esfera Terrestre y son sólo unos pocos de los que han ganado su libertad los que eligen sacrificarse y volver nuevamente al Mundo de las Formas, puesto que no tienen deseo alguno que pueda arrastrarlos a una nueva encarnación, lo que para ellos es vivir en una cárcel. Su motivo único lo constituye el deseo de aliviar la carga de la confusión del mundo. Por otra parte, no debe pensarse que el Místico deserta del mundo cuando lo abandona, porque siempre rogará por él, y este gran cuerpo de almas en oración es el que aligera el tremendo Karma del Mundo en los Planos Internos.

El Místico sirve de una manera y el Ocultista de otra. Ambos son necesarios para la gran obra cósmica de la regeneración y de la Evolución. Ninguna función puede existir sino por medio de la dualidad: la interacción de los aspectos positivo y  negativo de la misma fuerza. El  Místico  constituye  un  polo  de la Energía Crística, y el Ocultista es el otro. De acuerdo con la bien conocida ley oculta de la polaridad alternativa en los distintos planos, el Místico es negativo en los planos de la forma y positivo en los planos de la energía, mientras que el Ocultista es positivo en los planos de la forma y negativo en los planos de la energía. De ahí que el Ocultista tenga siempre necesidad de invocar fuerzas que lo ayuden en su obra, empleando con ese objeto la magia ritual en sus diversos tipos, desde la simple invocación hecha con un signo, hasta las más complicadas figuras y  movimientos que se realizan en las logias.

El mejor desenvolvimiento, el que se busca mediante la disciplina y adiestramiento de la Comunidad de la Luz Interna, se obtiene mediante un balance justo de las fuerzas positivas y negativas del alma, sostenidas en equilibrio por la voluntad, de manera tal que el propio juicio puede hacer descender la balanza en cualquier dirección. Al alma que tiene una inclinación natural hacia el Ocultismo se le hace trabajar según las reglas místicas. Hasta que no llega a los Misterios Mayores no se le permite al individuo seguir su vocación natural, pero entonces se le da una enseñanza y educación especialmente adaptada a su capacidad.

La razón de esta aparente violencia contra su naturaleza se comprenderá enseguida. Si el alma naturalmente inclinada al misticismo se desenvolviera sólo de acuerdo con esa tendencia, adquiriría una penosa falta de equilibrio, como puede notarse entre aquellos que moran demasiado en lo Invisible. Su asidero en los planos de la forma no guarda relación con su contacto con los planos de la Fuerza y, por consiguiente, las fuerzas rompen los límites de la forma y se difunden en un pantano de espiritualidad emocional, perdiéndose y malgastándose, como las aguas del río que saliéndose de su margen convierten en un pantano cenagoso al valle otrora feraz y florido. Es posible que este pantano produzca una vegetación acuática y jugosa, pero no será ni tierra ni agua, y sería completamente inútil para todo propósito práctico en el servicio de la humanidad.

Al Ocultista, por su parte, si se le permite desde el principio de su  preparación, entregarse a su amor por la forma y la intelectualidad, acabará por encontrarse amurallado dentro de sus formas y perderá los contactos vivientes que sólo pueden dar vida a los símbolos ocultos. Sin embargo, si adopta la disciplina de ponerse en contacto con las diferentes fuerzas mediante sistemas puramente intuitivos y de meditación, adquirirá el poder de efectuar esos contactos independientemente del uso de fórmulas y rituales mágicos. Entonces, cuando llegue a una etapa más avanzada de su desenvolvimiento, se le enseñarán los métodos tradicionales de las artes, y será capaz de tener acceso a una suma infinitamente mayor de poder que lo que podría conseguir el Iniciado que no ha seguido ese método.

Es absolutamente vital para la educación oculta del estudiante, que éste comprenda perfectamente los principios del Ocultismo y que jamás emplee sus fórmulas ciega y supersticiosamente. Y recordemos siempre que una cadena no es más fuerte que su eslabón más débil. Ni el Místico ni el Ocultista podrán expresar en el plano de la manifestación más de lo que sean capaces de polarizar dentro de sus propias naturalezas. 

Sunday, May 17, 2015

El Mito Solar - Jean-Marie Ragón

EL MITO SOLAR

Del libro

“De la Masonería Oculta y de la Iniciación Hermética

Jean-Marie Ragón




El mito fundamental de la Francmasonería es la historia del Arquitecto Hiram Abiff, la cual es una de tantas versiones del mito solar y de la historia de la evolución realizada por el alma humana.

Sería un gran error creer que los mitos son meras fábulas, carentes de base cierta. Los mitos sirvieron antiguamente para exponer determinadas verdades de manera pintoresca, cuya interpretación sólo estaba al alcance de los iniciados. Los autores de los mitos fueron iniciados que se valieron de los símbolos para exponer las realidades del espíritu. La universalidad de estos símbolos y mitos se debe a que los antiguos misterios eran también universales y a que en todos ellos se recomienda la misma vía del espíritu.

El mito solar representa la actividad del Logos en el Universo, reflejada en la naturaleza por el curso que describe el sol. El Dios Sol, el Cristo, el Iniciado, el Héroe, el Arquitecto o como se quiera denominar al personaje de la leyenda, nace siempre en el solsticio de invierno durante las primeras horas del día 25 de diciembre, cuando la constelación de la Virgen aparece en el horizonte; de forma que siempre nace de una Virgen. Esto representa el descenso del Logos a la materia. El niño nacido así es débil como los días de invierno, que son los más cortos del año. Entonces le acechan toda clase de peligros, pero el dios vive va adquiriendo fuerza en el seno de la materia que anhela acabar con el Divino Legislador, hasta que los días se alargan, y llega el equinoccio de primavera en que el hombre ha de ser crucificado en la cruz de la materia. El sol no puede ser prisionero de los elementos durante mucho tiempo y tarda en levantarse triunfante en el cielo derramando su vida por todo el universo. De manera que la leyenda del Dios Sol representa el nacimiento, encarnación o inmersión en la materia del Dios solar, los peligros que le amenazan en la infancia, la muerte aparente y enterramiento en el reino mineral, la resurrección en el desarrollo de los reinos superiores y la ascensión final de la vida al ciclo, en donde recibe la vida descendente del Padre y forma el cuerpo causal: triple vehículo del espíritu humano.

Sabido es que todos los dioses solares (Horus, Mitra, Freyr, Baco, Adonis, Jesús, Huitzilopochtli, etc.) nacen en e1 solsticio de invierno y mueren en el equinoccio de primavera. Esta insistencia en la misma fecha demuestra que no se trata de la historia de un hombre, sino de la de un héroe de un mito solar.

En cuanto a los ritos iniciáticos hemos de creer que, aparte la significación corriente que se da a los mismos, tienen otras altamente interesantes, Ragón expone la alquímica. Nosotros vamos a describir la que creemos más repetida en los Misterios.

Los ritos iniciáticos representan la evolución del espíritu humano, evolución que en el sistema cristiano (que es la más familia al alma occidental) se verifica en las etapas de purificación, Iluminación y Unión, descriptas en las obras de los místicos. En las escuelas hindú y budista el sendero se divide en dos partes: el sendero de prueba y el propiamente dicho. El primero representa el sendero de purgación o purificación del cristianismo. Los budistas e hindúes dividen el sendero en si en cuatro etapas, dos de las cuales corresponden a la etapa de Iluminación, y otras dos a la de unión.

Las iniciaciones son cuatro: en la primavera nace el Cristo en el discípulo. En ella realiza el iniciado su unión con todo lo vive, identificándose con la vida y no con las formas. Este es el segundo nacimiento del hombre: el primero se realizó en la vida de la materia; el segundo, en la del espíritu, que es el nacimiento a que alude Jesús cuando dice: “Si queréis entrar en el reino de los ciclos habréis de convertiros en niños.”

Este niño es el Héroe o iniciado que nace siempre en una caverna, cueva, o pesebre, mientras en el Oriente luce “la estrella de la iniciación”.  Luego el niño se ve cercado de tinieblas y peligros; pero, a pesar de ello, se fortalece en sabiduría y poder, hasta que alcanza la segunda iniciación, simbolizada por el bautismo en agua y en espíritu.

En la tercera, simbolizadla por la transfiguración, triunfa el hombre del espíritu de las tinieblas y camina hacia Jerusalén para recibir el bautismo de “Espíritu Santo y Fuego”, prueba final y última etapa del “Camino de la Cruz.”

La cuarta etapa se simboliza por la pasión y la cruz. El ser idealista que ama a la Humanidad ha de sacrificarse por ella. Entonces el Hombre, el Héroe, siente la amarga agonía del jardín, bebe la copa de la traición y, abandonado por todos, hasta por el mismo Padre, muere y desciende a los infiernos, para no desconocer ninguna región del universo, como descendieron Quetzalcóatl, Mitra, Baco, o Dionysios, Baldur, Bal-Sab, Esculapio, Jacinto, Marduc, Jesús, Bel Merodac, etc. y libertado de su cuerpo material que se encuentra en trance, vuelve a ver la Luz y se siente uno con el Padre.

Luego llega la quinta iniciación, simbolizada por la Resurrección y la Ascensión. El Iniciado se yergue triunfante sobre la muerte y el infierno, y tras una breve estancia en la tierra para enseñar a sus discípulos, asciende a los cielos. El “niño” se ha convertido en Hombre Perfecto o Maestro Masón.

La etapa de evolución del espíritu humano representada por Gethsemaní y el Calvario se llamaba en Egipto “río de la muerte”. Hablando de esta ceremonia dice Singleton, 33º;

“Luego de pasar el iniciado por todas las ceremonias y ritos preliminares, era obligado a representar una muerte mística, la cual quería significar el olvido de las imperfecciones de la vida mala y corrompida, como, asimismo, un descenso al Hades, en donde había de limpiarse de toda mancha por medio de lustraciones y purificaciones realizadas con auxilio del fuego, el agua y el aire, tras de lo cual el epopta, a quien se consideraba como ser vuelto a nacer, volvía a la vida de luz y pureza y era protegido por la divinidad.”

Faber dice que “las iniciaciones en Misterios representaban el mítico descenso al Hades y la vuelta a la luz del día.”

Vail cree que las ceremonias reproducen la historia de cada alma. No simbolizan un hecho externo, sino una realidad interna. El candidato era recibido por el hierofante, colocado con los brazos extendidos sobre una cruz y tocado con el tirso o “lanza” en el corazón, entrando entonces en profundo trance. El cuerpo se depositaba después en una cripta o en un féretro. Mientras el cuerpo era enterrado, el espíritu entraba el mundo invisible (Hades), en cuyo lugar era sometido a las pruebas de la tierra, el agua, el aire y el fuego. Al tercer día y antes de amanecer, cuando aún era de noche, la cruz en que yacía el cuerpo era levantada y colocada en donde el sol naciente pudiera iluminar la faz del neófito. A medida que el sol sa1ía, el iniciado resucitaba, levantándose de los muertos, triunfante de la muerte y del infierno.

El trance representaba la muerte en el pecado. La alegoría de la crucifixión significa el sacrificio de todo lo perteneciente a la vida inferior, puesto que para llegar al universo con la Divinidad, debe renunciar el neófito a todo deseo de separabilidad. Dícese que el Cristo fue crucificado en el monte Gólgota, lo cual es una prueba más de la significación de la alegoría de su muerte, ya que las montañas simbolizan, siempre espiritualidad, al par que son los lugares en donde viven los iniciados y se verifican las iniciaciones. El renacimiento significa la resurrección a la justicia; o sea la llegada a la meta del Hombre Perfecto. La frase “resurrección de los muertos” es mística y significa la iluminación.

Los francmasones podrán sacar grandes analogías entre este mito solar y la leyenda de Hiram Abiff.













Monday, May 11, 2015

Concilio de Nicea I

Concilio de Nicea I


El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 en Nicea (actualmente Iznik), ciudad de Asia Menor, en el territorio de la actual Turquía, y de la que recibe el nombre por el que es conocido, Concilio de Nicea I. (Este fue el primer concilio general de la historia de la Iglesia cristiana, a excepción del llamado concilio de Jerusalén del siglo I, que había reunido a Pablo de Tarso y sus colaboradores más allegados con los apóstoles de Jerusalén encabezados por Santiago el Justo y Pedro.)

Fue convocado por el emperador Constantino I el Grande, (por consejo del obispo San Osio de Córdoba), quien acababa de imponer su dominio sobre la totalidad del Imperio Romano después de vencer a Licinio. Previamente, Constantino ya había dado muestras de sus simpatías por el Cristianismo al dictar el Edicto de Milán del año 313, que daba a los cristianos libertad para reunirse y practicar su culto sin miedo a sufrir persecuciones. No obstante, el emperador era consciente de las numerosas divisiones que existían en el seno del Cristianismo, por lo que, siguiendo la recomendación de un sínodo dirigido por Osio de Córdoba en ese mismo año, decidió convocar un concilio ecuménico de obispos en la ciudad de Nicea, donde se encontraba el palacio imperial de verano. El propósito de este concilio debía ser establecer la paz religiosa y construir la unidad de la Iglesia cristiana.

En aquellos momentos, la cuestión principal que dividía a los cristianos era la denominada controversia arriana, es decir, el debate sobre la naturaleza divina de Jesús. Un sector de los cristianos, liderado por el obispo de Alejandría, Alejandro, y su discípulo y sucesor Atanasio, defendía que Jesús tenía una doble naturaleza, humana y divina, y que por tanto Cristo era Dios; en cambio, otro sector liderado por el presbítero Arrio y por el obispo Eusebio de Nicomedia, afirmaba que Cristo había sido la primera creación de Dios antes del inicio de los tiempos, pero que, habiendo sido creado, no era Dios mismo.

Aunque todos los obispos cristianos del Imperio fueron formalmente convocados a reunirse en Nicea, en realidad asistieron alrededor de 300 (según san Atanasio), o quizá un número ligeramente inferior. La mayoría de los obispos eran orientales, si bien participaron también dos representantes del Papa Silvestre. El concilio fue presidido por Osio de Córdoba. También estuvo presente Arrio y algunos pocos defensores de sus posiciones teológicas. La posición contraria a Arrio fue defendida, entre otros, por Alejandro de Alejandría y su joven colaborador, Atanasio.

Constantino, aunque simpatizaba con los cristianos, no se bautizó hasta que se hallaba en su lecho de muerte. Sin embargo, aparentemente ya se había convertido al cristianismo tras su victoria militar sobre Majencio en 312, ya que había invocado al Dios de los cristianos antes de la batalla. Por ello interpretó su victoria como indicio de la superioridad del Dios cristiano, aunque se guardó de compartir esta interpretación con sus tropas.

¿Qué papel desempeñó en el Concilio de Nicea aquel emperador no bautizado? La Encyclopædia Britannica relata: “Constantino mismo presidió y dirigió activamente las discusiones y personalmente propuso la fórmula decisiva que expresaba la relación de Cristo con Dios en el credo que el concilio emitió, que es ‘consustancial con el Padre’ Impresionados por el emperador, los obispos —con solo dos excepciones— firmaron el credo, aunque muchos de ellos no estaban muy inclinados a hacerlo”.

Por lo tanto, el papel de Constantino fue crítico. Después de dos meses de enconado debate religioso, Constantino inclinó finalmente la balanza a favor de los que decían que Jesús era Dios. “Básicamente, Constantino no entendía nada de las preguntas que se hacían en teología griega”, dice A Short History of Christian Doctrine (Breve historia de la doctrina cristiana). Lo que sí entendía era que aquella división religiosa era una amenaza para su imperio, y él quería fortalecer su dominio.

Después de Nicea los debates sobre este asunto siguieron por décadas y el propio Constantino y sus sucesores fueron alternando su apoyo entre los arrianos y los partidarios de las resoluciones de Nicea. Finalmente, el emperador Teodosio estableció el credo del Concilio de Nicea como la norma para su dominio y convocó el Concilio de Constantinopla en 381 para aclarar la fórmula. Aquel concilio acordó colocar al Espíritu Santo en el mismo nivel de Dios y de Cristo y empezó a perfilarse la doctrina trinitaria. Sin embargo, ni siquiera después del Concilio de Constantinopla llegó la Trinidad a ser un credo extensamente aceptado. Algunos se oponían a él, y se atraían por ello violenta persecución. Solo en siglos posteriores fue formulada la Trinidad en credos fijos. La Encyclopedia Americana dice: “El desarrollo pleno del trinitarismo tuvo lugar en Occidente, en el escolasticismo de la Edad Media, cuando se quiso dar una explicación en términos filosóficos y psicológicos”.

El Concilio I de Nicea es el primer Concilio Ecuménico, es decir, universal, en cuanto participaron obispos de todas las regiones donde había cristianos. Tuvo lugar cuando la Iglesia pudo disfrutar de una paz estable y disponía de libertad para reunirse abiertamente. Se desarrolló del 20 de mayo al 25 de julio del año 325. En él participaron algunos obispos que tenían en sus cuerpos las señales de los castigos que habían sufrido por mantenerse fieles en las persecuciones pasadas, que aún estaban muy recientes.

El emperador Constantino, que por esas fechas aún no se había bautizado, facilitó la participación de los Obispos, poniendo a su disposición los servicios de postas imperiales para que hicieran el viaje, y ofreciéndoles hospitalidad en Nicea de Bitinia, cerca de su residencia de Nicomedia. De hecho, consideró muy oportuna esa reunión, pues, tras haber logrado con su victoria contra Licinio en el año 324 la reunificación del Imperio, también deseaba ver unida a la Iglesia, que en esos momentos estaba sacudida por la predicación de Arrio, un sacerdote que negaba la verdadera divinidad de Jesucristo. Desde el año 318 Arrio se había opuesto a su obispo Alejandro de Alejandría, y fue excomulgado en un sínodo de todos los obispos de Egipto. Arrio huyó y se fue a Nicomedia, junto a su amigo el obispo Eusebio.

Entre los Padres Conciliares se contaban las figuras eclesiásticas más relevantes del momento. Estaba Osio, obispo de Córdoba, que según parece presidió las sesiones. Asistió también Alejandro de Alejandría, ayudado por el entonces diácono Atanasio, Marcelo de Ancira, Macario de Jerusalén, Leoncio de Cesarea de Capadocia, Eustacio de Antioquía, y unos presbíteros en representación del Obispo de Roma, que no pudo asistir debido a su avanzada edad. Tampoco faltaron los amigos de Arrio, como Eusebio de Cesarea, Eusebio de Nicomedia y algunos otros. En total fueron unos trescientos los obispos que participaron.

Los partidarios de Arrio, que contaban también con las simpatías del emperador Constantino, pensaban que en cuanto expusieran sus puntos de vista la asamblea les daría la razón. Sin embargo, cuando Eusebio de Nicomedia tomó la palabra para decir que Jesucristo no era más que una criatura, aunque muy excelsa y eminente, y que no era de naturaleza divina, la inmensa mayoría de los asistentes notaron en seguida que esa doctrina traicionaba la fe recibida de los Apóstoles. Para evitar tan graves confusiones los Padres Conciliares decidieron redactar, sobre la base del credo bautismal de la iglesia de Cesarea, un símbolo de fe que reflejara de modo sintético y claro la confesión genuina de la fe recibida y admitida por los cristianos desde los orígenes. Se dice en él que Jesucristo es "de la substancia del Padre,

Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no hecho, homoousios tou Patrou (consustancial al Padre)". Todos los Padres Conciliares, excepto dos obispos, ratificaron ese Credo, el Símbolo Niceno, el 19 de junio del año 325.

Además de esa cuestión fundamental, en Nicea se fijó la celebración de la Pascua en el primer domingo después del primer plenilunio de primavera, siguiendo la praxis habitual en la iglesia de Roma y en muchas otras. También se trataron algunas cuestiones disciplinares de menor importancia, relativas al funcionamiento interno de la Iglesia.

Por lo que respecta al tema más importante, la crisis arriana, poco tiempo después Eusebio de Nicomedia contando con la ayuda de Constantino consiguió volver a su sede, y el propio emperador ordenó al obispo de Constantinopla que admitiera a Arrio a la comunión. Mientras tanto, tras la muerte de Alejandro, Atanasio había accedido al episcopado en Alejandría. Fue una de las mayores figuras de la Iglesia en todo el siglo IV, que defendió con gran altura intelectual la fe de Nicea, pero que precisamente por eso fue enviado al exilio por el emperador.

El historiador Eusebio de Cesarea, también cercano a las tesis arrianas, exagera en sus escritos la influencia de Constantino en el Concilio de Nicea. Si sólo se dispusiera de esa fuente, podría pensarse que el Emperador, además de pronunciar unas palabras de saludo al inicio de las sesiones, tuvo el protagonismo en reconciliar a los adversarios y restaurar la concordia, imponiéndose también en las cuestiones doctrinales por encima de los obispos que participaban en el Concilio. Se trata de una versión sesgada de la realidad.

Atendiendo a todas las fuentes disponibles se puede decir, ciertamente, que Constantino propició la celebración del Concilio de Nicea e influyó en el hecho de su celebración, prestando todo su apoyo. Sin embargo, el estudio de los documentos muestra que el emperador no influyó en la formulación de la fe que se hizo en el Credo, porque no tenía capacidad teológica para dominar las cuestiones que allí se debatían, pero sobre todo porque las fórmulas aprobadas no coinciden con sus inclinaciones personales que se mueven más bien en la línea arriana, es decir, de considerar que Jesucristo no es Dios, sino una criatura excelsa.

Johann Wolfgang Von Goethe

JOHANN WOLFGANG VON GOETHE


MASÓN ALEMÁN



Johann Wolfgang von Goethe (28 de agosto de 1749, en Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania – 22 de marzo de 1832, en Weimar, Turingia, Alemania) fue un poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a fundar el romanticismo, movimiento al que influenció profundamente.

En palabras de George Eliot fue "el más grande hombre de letras alemán... y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra". Su obra, que abarca géneros como la novela, la poesía lírica, el drama e incluso controvertidos tratados científicos, dejó una profunda huella en importantes escritores, compositores, pensadores y artistas posteriores, siendo incalculable en la filosofía alemana posterior y constante fuente de inspiración para todo tipo de obras. Su apellido da nombre al Goethe-Institut, organismo encargado de difundir la cultura alemana en todo el mundo.

El propio Goethe narró su vida en un libro autobiográfico, Poesía y verdad (1811 y ss.), que llega hasta el año 1775, cuando se pone al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto en Weimar.

Casa natal de Goethe en Fráncfort, reconstruida tras la II Guerra Mundial.

Nació en Fráncfort del Meno (Frankfurt am Main), hijo de Johann Caspar Goethe, un abogado y consejero imperial que se retiró de la vida pública y educó a sus hijos él mismo, bajo la máxima de no perder el tiempo en lo más mínimo, y de Katharina Elisabeth Textor, hija de un antiguo burgomaestre de Fráncfort. Estas vinculaciones familiares le pusieron en contacto desde el principio con el patriciado urbano y la vida política.

De inteligencia superdotada, y provisto de una enorme y enfermiza curiosidad, hizo prácticamente de todo y llegó a acumular una omnímoda o completa cultura. Primeramente estudió lenguas, aunque sus inclinaciones iban por el arte y nunca, a lo largo de toda su vida, dejó de cultivar el dibujo; al tiempo que escribía sus primeros poemas, se interesó por otras ramas del conocimiento como la geología, la química y la medicina.

Goethe estudió Derecho en Leipzig (1765); allí conoció los escritos de Winckelmann sobre arte y cultura griegas, pero una grave enfermedad le obligó a dejar los estudios en 1768 y volver a Fráncfort; Katharina von Klettenberg, amiga de su madre, le cuidó y le introdujo en el misticismo pietista, que ponía su énfasis en el sentimiento dentro de la confesión protestante; por entonces compuso sus primeros poemas. Retomó los estudios en 1770 en Estrasburgo y los concluyó al año siguiente; esos dos años allí fueron muy importantes para él: conoció a Friederike Brion, que le inspiró la mayoría de sus personajes femeninos, y trabó amistad con el teólogo y teórico del arte y la literatura Johann Gottfried von Herder. Herder le introdujo en la poesía popular alemana, le descubrió el universo de Shakespeare y le liberó definitivamente del Neoclasicismo francés y de la confianza en la razón de la Aufklärung alemana.

Empezó a hacer prácticas de abogacía en Wetzlar y colaboró con Herder en la redacción del manifiesto fundador del movimiento Sturm und Drang («Tempestad e ímpetu»), considerado el preludio del Romanticismo en Alemania: Sobre el estilo y el arte alemán (1772). En esta obra se reivindica la poesía de James MacPherson (Ossian) y de Shakespeare. Otra vez de vuelta en Fráncfort, escribió la tragedia Götz von Berlichingen (1773) y al año siguiente su novela Las cuitas del joven Werther (1774).

La inspiración del Werther la había encontrado a mediados de 1772 cuando hacía prácticas de abogacía en el tribunal de Wetzlar: se había enamorado de Charlotte Buff, novia y prometida de su colega, también abogado en prácticas, Johann Christian Kestner; otro abogado atormentado por un amor no correspondido se suicidó utilizando una pistola prestada por Kestner y Goethe unió ambas historias para su novela de 1774 Las desventuras del joven Werther, en parte epistolar; alcanzó un éxito tan grande y representó tan bien en la figura del protagonista el desencanto de las jóvenes generaciones, que suscitó una epidemia de suicidios adolescentes en el país, a semejanza del joven protagonista.

El mismo año que el Werther (1774) Goethe publica su drama Clavijo mientras intentaba abrir con poca fortuna un bufete de abogado en Fráncfort; en la primavera de 1775 Goethe se compromete con la hija de un banquero de Fráncfort, Lili Schönemann, pero la diferencias sociales y de estilo de vida entre ambas familias terminó por desbaratar el compromiso, que no llegó a formalizarse en matrimonio: el noviazgo terminó en el otoño de ese mismo año y no dudó en aceptar la invitación a la Corte de Weimar de Carlos Augusto de Sajonia-Weimar-Eisenach, heredero del ducado de Sajonia-Weimar, y, tras publicar su Stella (1775), marchó hacia allá, prácticamente huyendo de dos cosas: del compromiso sentimental con Lili Schönemann y del ejercicio de la abogacía.

Al servicio del príncipe heredero Carlos Augusto, ya hasta su muerte fijó su residencia en Weimar. Las numerosas tareas que éste le encomendaba le hicieron abandonar prácticamente la literatura durante casi diez años y Ana Amalia de Brunswick-Wolfenbüttel, madre de Carlos Augusto, que había empezado a crear un círculo de intelectuales con el preceptor de su hijo, Wieland, lo amplió al incluir en él a Goethe y posteriormente Herder y Friedrich von Schiller; fugazmente pasaron también por allí Jakob Michael Reinhold Lenz y Friedrich Maximilian Klinger. Goethe pasó de ser consejero secreto de legación (1776) a consejero secreto (1779) y finalmente se convirtió en una especie de ministro supremo. Otra de sus funciones fue la supervisión de la Biblioteca ducal, que bajo su dirección pasó a ser una de las más importantes de toda Alemania.

Inicia en esa época sus investigaciones científicas. Interesado por la óptica, concibió una teoría distinta a la de Isaac Newton sobre los colores y también investigó en geología, química y osteología, disciplina esta última en que descubrió el hueso intermaxilar en marzo de 1784, que pone una de las primeras piedras en la teoría de la evolución del hombre, aunque en esto se le adelantó por muy poco un anatomista francés, lo que le supuso una gran frustración. Las cartas a Charlotte von Stein dan fe de esta época de su vida, envuelta en todo tipo de encargos y gestiones para reformar el muy pequeño y humilde estado de Weimar.

Desde un puesto tan importante tuvo la oportunidad de relacionarse con la alta aristocracia y conoció a personajes notables, como Napoleón Bonaparte, Ludwig van Beethoven, Friedrich von Schiller y Arthur Schopenhauer. En 1782 fue añadida la partícula von a su apellido por el mismo Duque Carlos Augusto pese a las protestas de la nobleza, para formar parte de la Corte con un cargo equiparable al de los restantes ministros, pertenecientes todos a ella.

Ingresó en la Masonería el 11 de febrero de 1783, aunque según el escritor masónico Lorenzo Frau Abrines,1 la fecha de su ingreso es anterior, el 23 de junio de 1780, dentro de la efímera logia Amalia, que abatió columnas dos años después.

En 1830, dos años antes de su muerte, Goethe compuso un poema titulado Para la fiesta de San Juan de 1830 en ocasión de celebrarse su cincuentenario como miembro de la masonería. A su condición de masón y a su paso por la Masonería, así como a otras aficiones que al parecer cultivó, se atribuye influencia en su obra, especialmente en Fausto.

Thursday, May 7, 2015

Masonería Esotérica - Manly Hall

MASONERÍA ESOTÉRICA

DEL LIBRO ANATOMÍA OCULTA

The Occult Anatomy of Man


Manly Hall


El estudiante de la Masonería mística se ve enfrentado eternamente con un problema. Se le presenta bajo diferentes nombres. Se le ha hablado de él bajo muchos símbolos, pero, brevemente, puede ser definido como la purificación y liberación del cuerpo y el espíritu, del veneno de la cristalización y la materialidad. En otras palabras, él está buscando rescatar la vida enterrada entre las ruinas de su derruido templo y restaurarlo en su legítimo lugar como la nota clave de su arco espiritual.

Estudiando la Masonería antigua nos encontramos con las primeras revelaciones, que nosotros conocemos como las Enseñanzas de la Sabiduría. Al igual que otros grandes misterios, ellas consisten de soluciones a problemas de la diaria existencia. Podrá parecernos de muy poco uso para nosotros el estudio de esos antiguos símbolos abstractos, pero en su tiempo cada estudiante comprenderá que las cosas que ahora apartamos como sin valor, son las joyas que algún día necesitará. Como el centauro del zodíaco, el hombre está eternamente esforzándose en elevar la conciencia humana desde el cuerpo del animal; y en la escalera de tres peldaños de la Masonería, encontramos los tres grandes pasos que son necesarios para lograr esta liberación. Estas tres gradas son las tres grandes divisiones de la conciencia humana. Podemos, sucintamente, definirlas, como materialidad, intelectualidad y espiritualidad. Ellas también representan la acción en el peldaño inferior, la emoción en el del centro, y la mentalidad en el superior. Todos los seres humanos están haciendo el esfuerzo de llegar hacia Dios, subiendo por estas tres gradas que conducen a la liberación.

Cuando nosotros unimos estas tres manifestaciones en un armonioso equilibrio, tenemos, entonces, el flamante triángulo. Los antiguos declararon que Dios, como el punto en el círculo, es incognoscible, pero que dan fe de su existencia sus tres manifestaciones - el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Lo mismo es cierto con el hombre. Dios en cada uno de nosotros puede sólo manifestarse por sus tres manifestaciones; el Padre se manifiesta por medio de nuestros pensamientos, el Hijo por medio de nuestras emociones, y el Espíritu Santo por medio de nuestras acciones. Cuando armonizamos nuestros pensamientos, deseos y acciones, tenemos el triángulo equilátero. Cuando las energías vitales purificadas del hombre son irradiadas a través de esas tres manifestaciones, un halo llameante se agrega al triángulo, en cuyo centro está Dios - el incognoscible e impensable Uno; es el yod o llameante letra del alfabeto hebreo; el abismo que nadie puede conocer, pero del cual todas las cosas vienen. La vida de este desconocido emana hacia afuera a través del triángulo, el cual, en los grados superiores, está rodeado por un halo de llamas. El halo es el alma construida por los transmutados pensamientos, acciones y deseos - el eterno triángulo de Dios.

Entre los símbolos Masónicos esta la colmena, llamada símbolo de la industria, porque ella demuestra, claramente, que el hombre debe cooperar con sus semejantes para lograr el desarrollo mutuo de todo. También contiene un mensaje mucho más profundo, porque cada alma viviente es una abeja que viaja por la vida y recoge el polen de la sabiduría en los distintos ambientes y experiencias de la vida. Así como la abeja liba la miel del corazón de la flor, cada uno de nosotros debe extraer el néctar espiritual de cada acontecimiento, cada gozo, cada sufrimiento, y llevarlo a la gran colmena de la experiencia - el cuerpo - alma del hombre. En la misma forma, se dice, que las energías espirituales en el hombre toman, eternamente, las fuerzas vitales que él está transmutando y - que las lleva a la colmena del cerebro, en donde es almacenado la miel o el combustible necesario para el mantenimiento de la vida.

Se dice que los antiguos dioses vivían de néctar y no tenían que comer o beber como los otros hombres. Es realmente cierto que la miel conseguida o extraída del enfrentamiento con los problemas del diario vivir, es el alimento más elevado del hombre. Mientras comemos a la mesa bien servida, sería bueno para nosotros considerar si el hombre espiritual también se nutre y desarrolla con las cosas que nosotros hemos transmutado en nuestra propia vida.
Un filósofo de la antigüedad dijo, que la abeja extrae la miel del polen de la flor, en tanto que la araña, de la misma fuente extrae el veneno. El problema, entonces, que se nos plantea, es: ¿somos abejas o arañas?; ¿transformamos las experiencias de la vida en miel o en veneno?; ¿nos ayudan a crecer y elevarnos, o seguiremos, obstinadamente, dando coces contra el aguijón?

Mucha gente se vuelve agria con la experiencia, pero el sabio toma la miel y la almacena dentro de la colmena de su propia naturaleza espiritual.

Es bueno, también, para nosotros el considerar “el saludo especial de la garra del león", uno de los símbolos de iniciación más antiguos del mundo. Antiguamente, el neófito en su camino hacia los templos de Misterios de Egipto, era al final, enterrado en un gran cofre de piedra destinado a los muertos para ser llevado, después, por el maestro, nuevamente a la vida, en su vestimenta de azul y oro. Cuando el candidato era levantado, el gran maestro llevaba en su brazo y manos, a manera de guante, una piel de león, y se decía que el discípulo, nuevamente despertado, había sido llevado a la vida "asido por la garra del león". La letra hebrea yod (que se coloca en el centro del triángulo y se usa, algunas veces, como símbolo del espíritu, por su aparente semejanza a una llama) significa, de acuerdo a los cabalistas, una mano extendida hacia adelante. Nosotros entendemos esto, como simbolizando al espíritu solar del hombre, que se dice está entronizado en el signo de Leo, el león de Judea. Y así como el fruto de los campos y semilleros crecen y se desarrollan por los rayos del sol, así también, se dice que la cristalización del hombre es destruida y disipada por la luz del sol espiritual, el cual levanta a los muertos con su poder y libera las fuerzas vitales latentes. El espíritu del hombre, con sus ojos que ven en la oscuridad, está siempre esforzándose, por elevar la parte inferior de su naturaleza para que se una con él mismo. Cuando el hombre inferior es, de ese modo, elevado de la materialidad por los ideales superiores que desarrolló dentro de sí, se dice que el espíritu de la luz y la verdad ha levantado al candidato, por la iniciación, con "la garra del león".

Examinemos el símbolo de los dos "Juan", como lo encontramos en los rituales Masónicos. Juan (John, en el original inglés) significa "carnero" (en inglés: ram), y el carnero es el símbolo de las pasiones e impulsos animales del hombre. En Juan el Bautista, vestido con pieles de animales, esas pasiones no han sido transmutadas, mientras que en Juan el Evangelista han sido transmutadas, y los vehículos y poderes que representan, se han convertido en los bienamados discípulos del Cristo en la vida del hombre.

Nosotros oímos a menudo, la expresión: “montar el chivo", o "agarrarse al palo enjabonado". Esto tiene una importancia simbólica para aquéllos que tienen ojos para ver, porque cuando el hombre domina su naturaleza animal inferior, puede decir honestamente, "que está cabalgando el chivo"; y si no puede cabalgar el chivo, no puede entrar en el templo de la iniciación. El palo enjabonado al cual debe aferrarse, se refiere, indudablemente a la columna vertebral; y es, solamente, cuando el hombre puede ascender por esa columna, conscientemente, y llegar así al cerebro, que puede tomar los grados de la francmasonería.

El tema de la Palabra Perdida debe ser considerado como un problema individual. El hombre en si - esto, es el verdadero principio - puede ser llamado la Palabra Perdida; pero es mejor decir que es cierta cosa que irradia del hombre lo que constituye la consigna que es reconocida por todos los miembros de su comunidad. Cuando un hombre, como arquitecto de su templo abusa y destruye las energías vitales que están dentro de sí mismo, entonces, el constructor, después de haber sido muerto por los tres cuerpos inferiores, se lleva consigo a la tumba en donde yace, la Palabra que es la prueba de su condición.

El abuso de los poderes físicos, mentales, o espirituales, da como resultado la muerte de la energía; y cuando esta energía se pierde, el hombre pierde con ella la palabra sagrada. Nuestras vidas - pensamientos, deseos y acciones, - son las triples consignas vivientes por las cuales un maestro constructor conoce a sus obreros; y cuando el estudiante pide su admisión a la Cámara interna, debe presentar a la entrada del templo las credenciales de un cuerpo purificado y una mente equilibrada. Ningún dinero puede comprar esa palabra; ningún grado puede concederla. Pero, cuando dentro de nosotros mismos, el constructor muerto es resucitado nuevamente, él mismo pronuncia la palabra, y sobre la piedra filosofal erigida dentro de sí mismo se grava el nombre viviente de lo Divino.

 Solamente cuando es resucitado este constructor, los símbolos de la mortalidad pueden ser cambiados por los de la inmortalidad. Nuestros cuerpos son las urnas que contienen las cenizas de Hiram, nuestras vidas son las columnas rotas, la cristalización es el ataúd, y la desintegración es la abierta fosa. Pero, arriba de todo, está la rama de siempreviva, prometiendo vida a aquellos que despiertan el poder serpentino, y mostrando que debajo de las ruinas del templo está sepultado el cuerpo del constructor, quien es "revivido" cuando nosotros liberamos la vida divina que está encerrada en nuestras propias naturalezas materiales.

Hay muchos de estos maravillosos símbolos Masónicos, que nos han sido trasmitidos desde el olvidado pasado; símbolos cuyos significados, largo tiempo perdidos, han sido enterrados bajo el manto de la materialidad; El verdadero Masón - el hijo de la luz - sigue ansiando la liberación, y el vacío trono del rey de Egipto todavía aguarda al rey del Sol que fuera muerto. Todo el mundo espera todavía que Balder el Hermoso vuelva a la vida nuevamente, que el Cristo crucificado levante la lápida de piedra y se eleve de la tumba de la materia, llevando consigo su propia tumba.

Cuando el hombre ha vivido de modo que pueda entender este maravilloso problema, el gran ojo o centro de conciencia, es capaz de ver a través del limpio cristal del cuerpo purificado. Los misterios de la verdadera Masonería, por largo tiempo ocultos al profano, son, entonces, comprendidos, y el nuevo maestro revestido con sus mantos de azul y oro, sigue la senda de los inmortales que han ascendido, escalón por escalón, la escalera que conduce a lo alto, hacia las siete estrellas. En las lejanas alturas, el Arca - el manantial de vida - flota en las aguas del olvido, y envía su mensaje hacia abajo, al hombre inferior, por medio del cable de amarre. Cuando se alcanza este punto, la puerta en la "G" se cierra para siempre, porque el centro ha retornado al círculo; el triple cuerpo y el triple espíritu quedan unidos en el sello eterno de Salomón. Entonces, la piedra angular que el constructor rechazara vuelve a ser otra vez el vértice del ángulo y el hombre - la piedra culminante por largo tiempo perdida en el templo universal - vuelve a ocupar su lugar.

Las ocurrencias de la vida diaria están afinando nuestros sentidos y desarrollando nuestras facultades. Estas son las herramientas del artesano - el mazo, el cincel y la regla - y con estas herramientas auto desarrolladas, nosotros estamos lentamente devastando la piedra bruta o cubo, en el bloque pulido para el templo universal. Es sólo, entonces, que nos convertimos en iniciados de la llama, porque solamente en ese momento la luz reemplaza a la oscuridad. Así como vagando por las abovedadas cámaras de nuestra propia existencia aprendemos el significado de las abovedadas cámaras del templo, el ritual de la iniciación al desarrollarse ante nuestros ojos, nos hace reconocer en él la recapitulación de nuestra propia existencia, el desarrollo de nuestra conciencia y el relato de nuestra propia vida. Con este pensamiento en la mente, seremos capaces de comprender no sólo por qué los atlantes de la antigüedad hacían el culto al Sol naciente, sino también cómo el moderno Masón simboliza este Sol como Hiram, el noble de nacimiento, cuando él asciende a lo alto del templo, coloca una piedra de oro allí y despierta a la vida todas las cosas existentes en el hombre.

Wednesday, May 6, 2015

Jakob Böhme

JAKOB BÖHME




El Hombre: Su Naturaleza y Ministerio Verdaderos

Louis Claude de Saint-Martin


Más allá de ser un autor alemán, de quién los dos primeros libros que he traducido, “El Amanecer naciente”, y “Los Tres Principios de la Esencia Divina”, viene a proveer todas mis deficiencias. Jakob Böhme, que vivió hace dos siglos, y que lo consideraban en la avanzada de su tiempo, como el príncipe de los filósofos divinos, dejó numerosos escritos, que consisten en alrededor de treinta diversos tratados, la mayoría teniendo un origen extraordinario y sorprendente, en nuestra naturaleza primitiva que es la fuente del mal, la esencia y leyes del universo, el origen de la opresión, o lo que él llama los siete mecanismos o poderes de la naturaleza; es el origen del agua (confirmado por la química, que dice que es una masa caliente), el origen del crimen de los ángeles de las sombras, el origen del hombre, del método adoptado por el Amor Eterno, para la restitución de la humanidad en sus derechos; etc.

Creo que presto un servicio al lector, aconsejándole familiarizarse con este autor; recomendando, sobre todo, armarse de paciencia y valor, de modo que no sea rechazado por la forma poco común de sus obras, por la naturaleza extremadamente abstracta de los temas tratados y por la dificultad que el autor (como él mismo confiesa) tiene en expresar sus ideas, por el hecho de que la mayoría de los temas en cuestión, no tienen denominaciones análogas en nuestro idiomas comunes.

El lector irá descubriendo, en estas obras, que la naturaleza física elemental es solamente un residuo, una corrupción (alteración) de una naturaleza anterior, llamada por el autor la Naturaleza Eterna; esta naturaleza actual está constituida formalmente, en toda su circunscripción, por el trono y dominio de uno de los príncipes angélicos, llamado Lucifer; este príncipe, deseando solamente reinar por el poder del fuego y de la ira, puso el reino (regne) de la Luz y del Amor divino a un lado, en vez de ser, dirigido exclusivamente por él, inflamando así toda el circunscripción de su imperio; el lector descubrirá que la Sabiduría Divina opone a esta conflagración un poder ameno y refrescante, que contiene ese otro poder sin extinguirlo, haciendo una mezcla del bien y del mal que es visible ahora en la naturaleza; el Hombre, formado al mismo tiempo, del principio del Fuego, del principio de la Luz y del principio Quintaesencial de la Naturaleza elemental física, fue colocado en este mundo para contener al rey culpable y destronado; este Hombre, a pesar de contener en sí el principio Quintaesencial de la Naturaleza elemental , debería mantenerla como era ella, absorbida en el elemento puro que entonces constituía su forma corporal; pero por dejarse atraer más por el principio temporal de la Naturaleza que por los otros dos principios, el hombre fue dominado por ella, al punto de caer adormecido, así como expresó Moisés; tan pronto se encontró subyugado por la región material de este mundo, dejó que su elemento puro fuera tragado y absorbido en la forma densa que nos envuelve actualmente; así, se convirtió en sujeto y víctima de su enemigo; el Amor Divino que se contempla perpetuamente en el Espejo de su Sabiduría, la que Jakob Böhme llama SOPHIA, concebida en este espejo, donde todas las formas están contenidas, el modelo y la forma espiritual del hombre; Dios se revistió con esta forma espiritual y posteriormente, hasta con una forma elemental, pues así podría presentar al hombre la imagen de eso que él tenía que haberse tornado, y el modelo de eso que debería haber sido; el actual objetivo del hombre en la tierra es recuperar, física y moralmente, la semejanza con su primer modelo; el mayor obstáculo que se depara aquí, es el poder elemental astral que engendra y constituye el mundo, elemento del cual el Hombre no fue hecho; la actual procreación del hombre es una testificación verbal de esta verdad, por los dolores que una mujer grávida experimenta en todos sus miembros, una vez que su fruto es formado en ella y atrae aquellas densas sustancias astrales, las dos tinturas, ígnea y acuosa, que deben estar unidas en el Hombre, identificándolo con la Sabiduría o SOPHIA, (pero actualmente están divididas), se buscan una en otra, ardientemente, esperando encontrarse una en otra, en aquella SOPHIA que tanto necesitan, pero ellas sólo se han de encontrar con el astral, que las oprime e impide, somos libres para restituir, a través de nuestros esfuerzos, nuestro ser espiritual, aquélla primera imagen divina, así como hemos permitido que tome las imágenes inferiores, desordenadamente, estas diversas imágenes irán constituyendo nuestro modelo de ser, nuestra gloria o nuestra vergüenza, en un estado futuro. 

Todo esto, y mucho más, se encuentra en las obras de Jakob Böhme.