Graham Hancock - Los Magos de los Dioses
CAPÍTULO
1
«AQUÍ
HAY TANTO MISTERIO...»
Göbekli Tepe es la manifestación más antigua de arquitectura
monumental encontrada hasta ahora en el mundo o, en cualquier caso, la más
antigua aceptada como tal por los arqueólogos.
Y es enorme.
Imponente, magnífico, luminoso y apabullante son algunos de los
adjetivos que fracasan con estrépito a la hora de hacerle justicia. Llevo
aproximadamente dos horas errando por todo el yacimiento con su excavador, el
profesor Klaus Schmidt, y mi cerebro está de verdad patidifuso.
—¿Cómo se siente uno —le
pregunto— al ser el descubridor del templo que está reescribiendo la historia?
Schmidt es un rubicundo arqueólogo alemán de pecho poderoso y
barba canosa, que viste tejanos desgastados, camisa vaquera con un rayón de
barro en la manga y cubre sus pies desnudos y sucios con unas sandalias
gastadas. Estamos en septiembre de 2013, tres meses antes de su sexagésimo
cumpleaños y, pese a que ninguno de los dos lo sabe todavía, antes de que pase
un año estará muerto.
Mientras madura su respuesta, se limpia una gota de sudor de la
re-luciente bóveda de su frente. Aún no es media mañana, pero aquí en Anatolia,
en la región sureste de Turquía, el sol está alto, el cielo carece de nubes y
la cadena de montañas del Tauro sobre la que nos encontramos parece un horno.
No corre brisa alguna, ni un amago, ni una sugerencia de soplo de aire, ni hay
sombra alguna en la que cobijarse. En 2014 se erigirá una techumbre para cubrir
y proteger el yacimiento, pero en 2013 solo sus cimientos están construidos, de
modo que nos encontramos expuestos sobre una improvisada pasarela de madera.
Por debajo de nosotros, en una serie de recintos amurallados semienterrados y
más o menos circulares, hay docenas de
gigantescos pilares megalíticos en forma de T que Schmidt y su equipo del
Instituto Arqueológico Alemán han ido sacando a la luz. Antes de que comenzaran
su trabajo, el lugar parecía una colina redondeada —de hecho Göbekli Tepe
significa «colina del ombligo», en ocasiones traducido también como «colina de
la olla»—, pero las excavaciones han hecho desaparecer la mayoría de su perfil
original.
—Lo
cierto es que no podemos decir que Göbekli Tepe sea exactamente un templo
—termina por responder Schmidt, que de forma evidente está eligiendo sus
palabras con cuidado—. Llamémoslo un santuario en una colina. Y no digo que
esté reescribiendo la historia. Más bien diría que está añadiendo un importante
capítulo a la historia existente. Pensábamos que la transición desde
cazadores-recolectores hasta agricultores fue un proceso lento y gradual; pero
ahora nos hemos dado cuenta de que se trató de un período en el cual se
realizaron emocionantes monumentos que no nos esperábamos.
Y no
solo monumentos —apunto—. Al principio la gente de aquí eran
cazadores-recolectores y no había signos de agricultura.
Figura 2. El grupo central de los
recintos excavados —A, B, C y D— de Göbekli Tepe. Todos los pilares han sido
numerados por el Instituto Arqueológico Alemán para que sea más sencillo
identificarlos.
—No
—concede Schmidt—, ninguno —dice señalando con gesto amplio los círculos de
pilares—, pero la gente que venía a Göbekli Tepe y realizó todo este trabajo ¡inventó
la agricultura! De modo que vemos una conexión entre lo que sucedió aquí y
la posterior emergencia de las sociedades neolíticas dependientes de la
agricultura.
Mis
oídos se aguzan ante la palabra «inventó». Quiero asegurarme de que lo estoy
comprendiendo bien:
—¿De
modo —enfatizo— que llega usted tan lejos como decir que la gente que hizo Göbekli
Tepe inventó realmente la agricultura?
—Sí,
sí.
—¿Podría
desarrollar eso un poco?
—Porque
en esta región poseemos las domesticaciones más antiguas, tanto de animales
como de plantas. Se hizo en esta región. De modo que son la misma gente.
—Y,
por lo que a usted respecta, ¿esta es la primera, la más antigua, agricultura
del mundo?
—La
primera del mundo. Sí.
Me
doy cuenta de que Schmidt está impacientándose por el modo en que insisto sobre
este punto, pero tengo mis motivos. Las zonas de Göbekli Tepe excavadas hasta
el momento se acercan a los 12.000 años de antigüedad, lo cual hace (de acuerdo
a la cronología ortodoxa) que sean más de 6.000 años más antiguas que cualquier
otro yacimiento megalítico de cualquier otro lugar, como puedan ser Gigantiga
y Mnajdra en Malta, Stonehenge y Avebury en Inglaterra o las pirámides de Guiza
en Egipto. No obstante, todos esos yacimientos pertenecen a aquella fase de la
evolución humana que los arqueólogos llaman Neolítico (la «Edad de la Piedra
Nueva»), cuando la agricultura y la organización de la sociedad de forma
estructurada y jerárquica ya estaba muy avanzada, lo que permitió la aparición
de especialistas que no tenían necesidad de producir su propio alimento porque
podían ser mantenidos por el superávit generado por los agricultores. Göbekli
Tepe, en cambio, pertenece al final mismo del Paleolítico Superior (la «Edad de
la Piedra Antigua» tardía), cuando se supone que nuestros antepasados eran
cazadores-recolectores nómadas que vivían en bandas pequeñas y ambulantes,
incapaces de tareas que requirieran planificación a largo plazo, división
compleja del trabajo y labores de dirección de alto nivel.
Schmidt
y yo estamos en un punto del camino desde donde se pueden ver tanto el recinto
C como el recinto D, donde gracias a mi investigación previa sé que hay
tallada una imagen intrigante en uno de los pilares. Tengo pensado pedirle
permiso al arqueólogo para penetrar en el recinto D y echarle una ojeada más de
cerca a esa imagen; pero primero quiero tener completamente clara su opinión
sobre los orígenes de la agricultura y su relación con la arquitectura
megalítica. El recinto C, el más grande de los cuatro principales hasta ahora
excavados, está dominado por dos inmensos pilares centrales, ambos rotos. En
su estado original los dos habrían tenido más de 6 metros de alto y pesado en
torno a las 20 toneladas. Incrustados en el muro a su alrededor se yergue una
docena de pilares. Son algo más pequeños, pero aun así siguen siendo
prodigiosos. Lo mismo sucede en el recinto D, donde vuelve a haber un anillo de
pilares más pequeños rodeando a dos imponentes pilares centrales, en este caso
ambos intactos. Su parte superior en forma de T, ligeramente en talud en la
parte frontal, no posee rasgo alguno, pero pese a ello recuerdan de forma
inquietante a gigantescas cabezas humanas; una impresión que se ve reforzada
por los débiles contornos de unos brazos, doblados a la altura del codo, que se
ven a lo largo de los laterales de los pilares y que terminan en manos humanas con
largos dedos cuidadosamente talladas.
—Todo
esto —digo—: los megalitos, la iconografía, el concepto y disposición generales
del yacimiento... para serle sincero, me parece un proyecto tan grande como
pueda serlo Stonehenge en Inglaterra, y, sin embargo, Stonehenge es mucho más
moderno. De modo que ¿cómo encaja lo que ha encontrado en Göbekli Tepe con su
noción de una sociedad cazadora-recolectora?
—Estaba mucho
más organizada de lo que esperábamos —reconoce Schmidt—. Lo que vemos aquí son
unos cazadores-recolectores que evidentemente poseían una división del
trabajo, porque el trabajo en los megalitos es especializado, no puede hacerlo
cualquiera. También fueron capaces de transportar estas pesadas piedras y
erigirlas, lo que significa que debían de poseer algún tipo de experiencia en
ingeniería, algo que tampoco esperábamos de los cazadores-recolectores.
Realmente es la primera arquitectura, y es una arquitectura monumental.
—De
modo que, si lo he comprendido bien, profesor Schmidt, está usted diciendo que
nos encontramos en el lugar donde se inventaron tanto la arquitectura
monumental como la agricultura.
—Sí,
exactamente.
—¿Y
aun así sigue sin ver nada de verdad revolucionario en ello? ¿Lo ve como un
proceso que puede situar sin problemas en el marco de referencia histórico
existente?
—Sí.
En la historia existente. Pero el proceso es mucho más emocionante de lo que
esperábamos. Sobre todo porque lo que tenemos aquí en Göbekli Tepe pertenece
más al mundo de los cazadores-recolectores que al de las sociedades agrícolas.
Es hacia finales de la caza-recolección, pero todavía no es del todo el
comienzo del Neolítico.
—Un
período de transición entonces. Un momento cúspide. Y ¿quizá más que eso? Lo
que estoy percibiendo con nuestra conversación, y por lo que me ha mostrado del
yacimiento esta mañana, es la noción de que en Göbekli Tepe hubo una especie de
comité de expertos prehistórico, o un centro de innovación, a lo mejor bajo el
control de una especie de élite residente. ¿Cree que es correcto eso?
—Sí,
sí. Era un lugar donde la gente se reunía. La gente se reunía aquí y era
indudablemente una plataforma para la distribución de conocimiento e
innovación.
—Incluido
el conocimiento del trabajo a gran escala de la piedra y el conocimiento de la
agricultura. ¿Se atrevería a describir a quienes controlaban el lugar y
diseminaban esas ideas como una especie de sacerdocio?
—Quienes
quiera que fueran, ciertamente no practicaban un simple chamanismo. Eran más
bien como una especie de institución. De modo que sí, estaban en la vía para
convertirse en un sacerdocio.
—Y
dado que Göbekli Tepe estuvo en uso ininterrumpido durante bastante más de mil
años, ¿se trataría de una cultura continua con sus propias instituciones, con
las mismas ideas y el mismo «sacerdocio», que continuó dirigiendo el lugar
durante todo el período?
—Sí. Pero lo raro es que hubo un
claro colapso en el esfuerzo que se realizó según pasaban los siglos. Las
estructuras realmente monumentales se encuentran en los estratos más antiguos; en
los estratos más modernos se hacen más pequeñas y hay un significativo declive
en la calidad.
—¿De modo que lo más antiguo es
lo mejor?
—Sí, lo más antiguo es lo mejor.
—¿Y no lo encuentra
desconcertante?
Klaus Schmidt parece casi estar
pidiendo disculpas:
—Bueno, esperamos terminar
encontrando estratos todavía más antiguos y que en ellos veremos el pequeño
punto de partida que estamos esperando, pero que no hemos encontrado todavía.
Luego tendríamos esta fase monumental y después un nuevo declive.
Se me ocurre que «esperanza» es la
palabra clave en lo que acaba de decir el profesor Schmidt. Estamos
acostumbrados a que las cosa empiecen de forma pequeña, simple, y que luego
progresen —evolucionen— hasta volverse más complejas y sofisticadas, y, como es
lógico, esto es lo que esperamos encontrar en los yacimientos arqueológicos. Cuando
nos tropezamos con un caso como el de Göbekli Tepe, que empieza siendo perfecto
y luego lentamente desevoluciona
hasta terminar siendo un pálido reflejo de lo que fuera antaño, nuestras
cuidadosamente estructuradas ideas de cómo las civilizaciones deben
comportarse, cómo deben madurar y desarrollarse, quedan un poco trastocadas.
No es tanto el proceso de desevolución lo que nos molesta. Sabemos
que las civilizaciones pueden decaer. No hay más que ver el Imperio romano, o
el británico, si a eso vamos.
No, el problema en Göbekli Tepe
es la prístina y repentina aparición, como Atenea surgiendo completamente crecida
y armada de la frente de Zeus, de lo que parece ser una civilización madura tan
consumada que «inventa» la agricultura y la arquitectura monumental, en lo que
en apariencia es el momento de su nacimiento.
La arqueología no puede
explicarlo mejor de lo que puede explicar por qué los primeros monumentos,
arte, esculturas, jeroglíficos, matemáticas, medicina, astronomía y
arquitectura del antiguo Egipto son perfectos desde el principio, sin ningún
rastro de evolución desde simple a sofisticado. Y respecto a Göbekli Tepe
podemos preguntarnos lo que mi amigo John Anthony West se pregunta respecto al
antiguo Egipto:
¿Cómo aparece una civilización compleja complemente formada?
Observemos un coche de 1905 y comparémoslo con uno moderno. No hay duda del
proceso de «desarrollo», pero en Egipto no hay paralelos. Todo aparece tal cual
desde el principio.
Evidentemente, la respuesta al misterio es obvia; pero como repugna
al molde imperante del pensamiento actual, apenas es tenida en cuenta. La
civilización egipcia no es un «desarrollo» es un legado.
¿Podría ser este el caso de Göbekli Tepe?
Klaus Schmidt no tiene tiempo para sugerencias de una civilización
perdida progenitora de todas las civilizaciones posteriores que se conocen, de
modo que cuando le presiono reitera su afirmación de que la mayor parte de
Göbekli Tepe permanece sin excavar.
—Como ya he dicho —gruñe un tanto irritado—, espero que cuando
lleguemos a los estratos más antiguos encontraremos evidencias de evolución.
Puede que tenga razón. Una de las cosas increíbles de Göbekli Tepe,
que llevaba ya dieciocho años de excavación continua cuando Klaus Schmidt me
enseñó el yacimiento en 2013, es todo lo mucho de él que sigue quedando bajo
tierra.
¿Pero cuánto?
—Resulta difícil precisarlo —me dice Schmidt—. Hemos realizado una
prospección geofísica (georradar), y
a partir de ella hemos podido ver que al menos hay dieciséis recintos grandes
más que quedan por excavar.
—¿Recintos grandes? —pregunto y señalo a los imponentes megalitos
del recinto D—. ¿Como este?
—Sí, como este. Y dieciséis es el mínimo. En algunas zonas, nuestro
mapa geofísico no nos ha proporcionado resultados completos y no podemos ver
realmente qué hay dentro; pero pensamos que hay más de dieciséis. En realidad
puede que al final resulte que sea el doble de esa cifra. Quizá incluso tantos
como cincuenta.
—¡Cincuenta!
—Sí. Cincuenta de los recintos grandes, cada uno con catorce pilares
o más. Pero ¿sabe usted?, nuestro objetivo no es excavarlo todo, solo una
pequeña parte, porque excavar es destruir. Queremos dejar la mayoría del
yacimiento intacto.
Reflexionar sobre el tamaño de la empresa realizada en Göbekli Tepe
por los antiguos hace que la imaginación se dispare. No es solo que los
círculos de pilares megalíticos ya excavados sean al menos 6.000 años más
antiguos que ningún otro yacimiento megalítico conocido del mundo, sino
también, ahora me doy cuenta, que Göbekli Tepe es enorme; pues ocupa una zona
que puede terminar resultando ser hasta treinta veces más grande que la
extensión máxima de un yacimiento grande como Stonehenge, por ejemplo.
En otras palabras, nos encontramos ante una enorme e inexplicable
antigüedad, una escala inmensa y un propósito desconocido; y todo ello surgido
en apariencia de la nada, sin unos antecedentes obvios, envuelto por completo
en el misterio.
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