Sunday, October 20, 2019

El Ejemplo de Miguel Ángel


EL EJEMPLO DE MIGUEL ÁNGEL

Se cuenta que una persona le preguntó a Miguel Ángel cómo había logrado esculpir de una burda pieza de mármol una creación tan maravillosa como el David. Y el genial artista respondió: “Pues lo único que hice fue tomar el mármol y quitar todo lo que sobraba”.

Esta lección magistral también se aplica a nuestro sendero donde la clave mayor es disolver y coagular. Solve et Coagula, el tradicional lema de los alquimistas.
Como nobles caminantes de la Rosacruz nuestro deber es disolver lo duro, todo aquello que sobra, derrumbar lo viejo para que con los mismos escombrospodamos construir algo nuevo y mejor.

Hay una metáfora que ilustra esta idea a la perfección. Es la metáfora del globo. Imaginemos un globo aerostático de los antiguos, en el que podemos detectar dos movimientos básicos: uno de ascenso, que está supeditado al fuego que hace que el aire se caliente y el globo se eleve, y otro de descenso, relacionado con el lastre que lo conecta a lo terreno.

En otras palabras, para que el globo vaya subiendo necesitamos encender e intensificar ese fuego central que representa el Amor, la identificación plena con nuestra verdadera naturaleza, es decir con lo divino. Sin embargo, al mismo tiempo que el fuego nos hace ascender, tenemos que deshacernos de todo aquello que nos apresa al mundo, lo más burdo: los apegos, los defectos, todas esas cosas que en algunas tradiciones son llamadas “agregados psicológicos”.
Esto no quiere decir que estemos renunciando al mundo sino elevándonos, observando desde las alturas, o como decía en el Evangelio: “estar en el mundo pero no ser del mundo”, colocarnos en un espacio intermedio entre la tierra y el cielo.

Mientras no nos liberemos de esas cosas que nos mantienen empantanados en la materia, no podremos ascender demasiado.

Pues bien, el proceso iniciático implica liberarse de los agregados, de todo aquello que sobra y –al mismo tiempo– encender el fuego del Amor. Pero no estamos hablando de la tibieza de un amor mundano, sino de ese Amor profundo, ese fuego abrasador que se aviva al comprobar que todos somos Uno y que todos somos Eso.

Los orientales cuentan la historia de un bello diamante caído en el barro y que a primera vistaparece un pedrusco ordinario, feo y sucio. No obstante, si sacamos la piedra del barro y le quitamos las costras de barro, lo lavamos y lo pulimos, encontraremos una joya preciosa y brillante.

“Vuelve sobre ti mismo y mira. Si aún no ves la belleza en tu persona, haz lo que hace el escultor de una estatua que llegará a ser bella: toma una parte, la esculpe, la pule y la limpia hasta que consigue sacar una forma hermosa del mármol. Al igual que él, tú también quita todo lo superfluo, endereza todo lo torcido y limpia todo lo que está oscuro hasta hacerlo brillante, y no ceses de esculpir tu propia estatua hasta que se manifieste en ti el divino resplandor de la virtud y alcances a ver la moderación o templanza asentada sobre un trono sagrado”. (Plotino)

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