EL MARTINISMO DE
PAPUS
No
vamos a hacer aquí una nueva y completa biografía de Papus. Para ello, podemos
dirigirnos simplemente a las obras editadas sobre este extraordinario
personaje, por ejemplo, la introducción del libro: «A.B.C. ilustrado del
ocultismo» de Papus, de Ediciones Dangles, donde el hijo de Papus, Philippe
Encausse, traza las grandes líneas de la vida de su padre. De una forma más
completa podéis dirigiros al libro de Philippe Encausse que está consagrado
únicamente a Papus.
Indicamos
sencillamente que nació en 1865 en la Coruña (España). De padre francés y de
madre originaria de Valladolid, Gerard Encausse pasa su infancia en París.
Estudiando medicina se interesa por las ciencias herméticas y sus
extraordinarias capacidades le condujeron rápidamente al primer rango de los
movimientos ocultistas de su época. Médico, mago y místico, él se avoca
enteramente a su misión terrestre hasta su muerte, el 25 de octubre de 1916.
Ante
la personalidad de Papus, las opiniones son divergentes y opuestas. Para todos
los ocultistas o estudiantes de estas ciencias, es evidente que este hombre fue
un genio que estudió, practicó y laboró en el mundo escribiendo una suma
considerable de obras que aún son autoridad en la materia. Muy pocos se han
sacrificado como él por la obra que había emprendido y su carisma atrajo hacia
él investigadores y místicos extraordinarios.
Papus
vive en la edad de oro del ocultismo; es el hombre que pretende otorgar carta
de nobleza a las ciencias llamadas ocultas. Es el que ha querido hacer de los
Martinistas obreros serios y apreciados. Era hombre de acción y de plegaria y
que sintetizó y organizó una miríada de corrientes hasta entonces dispersas.
Es,
en cierto sentido, el héroe de este periodo de la historia oculta, el hombre al que un gran número de sociedades y de
estudiantes deben mucho. Pero si él es el fundador, el héroe –decimos
nosotros-, engendró indirectamente todos los defectos. Ciertamente, los
hermanos que le rodeaban en aquella época, formaban con él un sólido grupo,
coherente y activo.
Nada
le impedía poner manos a la obra para «levantar montañas». «El trabajo estaba por hacer y ellos ayudaron
a su Maestro y amigo». El despacho de sus casas siempre estaba activo con
muchos asuntos por tratar. Aplicaban en sus vidas las ideas y la conducta que
eran resultados de sus estudios y de su diligencia. Los ritos, los catecismos,
estaban por establecer, ellos lo hicieron; pero para ellos no se trataba de un
trabajo, una pesada labor. Era, al contrario, la natural consecuencia de su
vida de hombres de deseo. Se trataba de trabajar, de buscar la iluminación,
para poder guiar a sus hermanos.
Papus,
el mejor de ellos, era el guía, el Maestro, el amigo y el hermano. Tales
esfuerzos aparecen a menudo hoy en día como inútiles o anticuados. Ciertamente,
es más fácil criticar lo que ellos hicieron que hacerse a sí mismo.
Papus
va siendo relegado, poco a poco, al rango de las antigüedades, en este periodo
de ensueño, en el que un estudio personal y sintético es aún posible.
Antes
de aproximarnos un poco más a la creación y aporte de Papus, veamos qué es lo
que él pedía a sus miembros en el apéndice del «Ritual de la Orden Martinista»,
publicado en 1913.
Para
el Martinista es inútil entretenerse con divagaciones sobre los estudios psíquicos,
mientras que los hombres de ciencia, o espíritus «positivos», que se inician en el estudio del ocultismo, pasan
la mayor parte de su tiempo especulando sobre si los hechos del magnetismo y de
la mediumnidad son exactos.
En
cambio, el Martinismo los considera como adquiridos. Deja, entonces a los demás
las discusiones infantiles sobre la buena fe de los mediums y sobre el
trance de tales sujetos; se ocupa de
problemas más elevados.
Lo
que les falta a los Martinistas es tener una idea general del ocultismo, en sus
dos tradiciones principales de Occidente o Kabalística y de Oriente o
sánscrito, originarios los dos del antiguo Egipto.
Les
falta a los Martinistas unas herramientas positivas de investigación de las
ciencias antiguas para poder verificar los nombres propios y las palabras
sagradas empleadas.
Estas
herramientas son las lenguas sagradas de la antigüedad, o, sobre todo, sus
primeros elementos, de forma que se pueda verificar cada término en un
diccionario. El Martinista deberá, entonces, estudiar tres alfabetos:
Ø
1º El alfabeto Hebreo;
Ø
2º El alfabeto Sánscrito y
Ø
3º El alfabeto Egipcio.
Una
vez en posesión de tales herramientas, será preciso aplicarlas al estudio de la Cábala y del Hermetismo, para
estudiar su simbolismo y el de la francmasonería en sus diversos ritos.
Es
entonces cuando el Martinista será capaz de aplicar sus conocimientos para
actuar sobre el plan invisible. El misticismo, la teúrgia y la psicología
deberán atraer especialmente su atención.
Los
libros no son más que instrumentos destinados a guiar la meditación cerebral y
a preparar la digestión o asimilación intelectual. Ofrecemos seguidamente un
modelo de ciclos de estudio, modelo que podrá ser modificado por cada
estudiante y que servirá de guía general.
Cada
ciclo puede abarcar un mes, si bien todos los estudios pueden ser hechos en 18
meses. Es evidente que cada ciclo puede ser prolongado o disminuido por el
estudiante, según la velocidad de comprensión o por sus estudios anteriores.
I
Historias
de las razas humanas, tradición, etc.
Teoría
general y filosofía (Saint-Martín, Saint Yves, etc.)
Una
lengua sagrada: el Hebreo.
Psicurgia
(primeros elementos prácticos)
II
Historia
y simbolismo (sociedades secretas y Masonería);
La
Cábala;
Una
lengua sagrada: el Sánscrito;
La
magia y las adaptaciones (hipnosis, magnetismo, etc.)
III
Historia
de la alquimia y de la Rosa-Cruz (Martinismo);
Las
religiones de Oriente: Budismo, Brahmanismo y Taoísmo;
Une
lengua sagrada: el Egipcio;
IV
El
espiritismo: su transformación desde la Antigüedad; su adaptación.
Los
cultos y su esoterismo en todas las religiones;
La
antigua iniciación en Egipto, la Pirámide y el Templo;
El
hermetismo; la alquimia; la astrología; el arqueómetro;
La
masonería práctica: constitución de un rito; adaptaciones sociales diversas.
Así,
en un año, el Martinista es capaz de buscar el significado de las palabras
hebreas, sánscritas o egipcias, es iniciado en la historia de la alquimia, de
la Francmasonería y de la Rosa+Cruz, así como en las religiones de Oriente y de
Occidente.
Como
Papus precisa: « Es evidente que estos ciclos pueden ser alargados o
disminuidos por el estudiante según la velocidad de su comprensión o por sus
estudios anteriores. » Hoy en día, la amplitud de semejante estudio haría
rendirse a la mayoría de los susodichos iniciados. Aunque el programa de
estudio puede ser revisado según ciertos desarrollos modernos de las
investigaciones, tal esfuerzo es relegado al pasado y a menudo designado como
inútil. Veremos más adelante el resultado de tal desinterés, pero digamos de
momento que esto ha conducido en nuestros días a una ridiculización de las
ciencias ocultas, cuyos susodichos iniciados a menudo no han sido capaces de
mantener una conversación coherente e inteligente sobre tales cuestiones.
Esa
es una manera de desacreditar, por su pasividad e incompetencia, los años de
esfuerzos y de estudios de sus predecesores. Algunos opinan que no es necesario
estudiar para obrar, para ser bueno, generoso y caritativo, en una palabra: en
dejar hablar al corazón. «La vía Martinista no es una vía de eruditos y sus
programas de estudio no son de ninguna utilidad». Nosotros respetamos
plenamente esto y nuestras críticas respecto a los esfuerzos para el estudio
solo pretenden subrayar la inactividad subyacente. Papus, quién nos ha
demostrado la importancia de la vía del estudio, escribió: «Un Martinista no es
obligatoriamente un erudito o un sabio entregado al estudio de las fuerzas, de
las ciencias o de las artes ocultas. Puede (...) ser un activo puro, un
sembrador de verdades, un modesto y humilde en la ciencia profana, pero cuyo
corazón ha iluminado el cerebro con la práctica de la devoción y de la caridad.»
No
es, entonces, erudición lo que pide Papus, sino actividad, resultado del hombre
de deseo.
Habiendo
de este modo aclarado el parecer de Papus, vamos ahora a hablar sobre su
aportación al Martinismo.
Como
habíamos afirmado, la historia muestra que él no recibió más que una menuda
herencia Martinista. Es a partir de su encuentro con Chaboseau que nace la
voluntad de reunir a algunos iniciados Martinistas en una estructura,
permitiendo de esta manera, suplir el desorden existente hasta entonces. Con el
talento que se le reconocía, Papus atrae a su alrededor brillantes personalidades
que formaran el primer consejo de la Orden. Las iniciaciones comenzarán
inmediatamente y los cuadernos iniciáticos, los catecismos y las bases de
estudio vieron la luz. Saint- Martín había desaparecido. Se trataba de que
Papus colocara un fundamento que siempre le había faltado al Martinismo. Era
conveniente orientar los esfuerzos individuales, canalizarlos, formar un marco
alrededor del corazón de la doctrina Martinista. Como Papus era francmasón, él
concibió una estructura de tipo masónico para el Martinismo. Otra razón, aun de
mayor fuerza, era que el fundador e iniciador de Saint-Martin, Martínez, había
comenzado a estructurar su orden según el sistema masónico. Los Martinistas
anti-masones de nuestra época (si aún existen) deberían reconocer que Papus dio
al corazón del Martinismo un apoyo que dos siglos de estabilidad han demostrado
como el más seguro.
También
aparecieron las condecoraciones, ritos y catecismos del Martinismo que se les
calificará «de Papus». Fueron, a nuestro entender, las mayores aportaciones y
fundamentales que conoció el Martinismo. Es gracias a esta estructura que esta
tradición pudo echar a volar, manteniéndose intacta hasta nuestros días. No
creemos, sin embargo, que Papus hubiera colocado las bases de un nuevo sistema
masónico. Él no hizo más que tomar lo que era bueno de este sistema y adaptarlo
a la doctrina Martinista. Es necesario, antes de conocer el aporte que hizo,
algunos detalles respecto a tales estructuras.
El
Martinismo organizado por Papus no es una escuela o una clase superior dirigida
por los Maestros. Gerard Encausse escribe al respecto: «Hay estudiantes, pero
todos son iguales frente a la divinidad.» Sembrar, enseñar y cultivar, decía
Papus, pero para sembrar es preciso haber
encontrado la semilla y es sobre
ella que va a colocar el acento como
aquello que es el corazón del Martinismo.
Sin
embargo, sin la aparición de un nuevo personaje nosotros tendríamos,
ciertamente, hoy en día, una masonería Martinista o Martinezista como única
corriente,
pero no ha sido así. Papus conoce al Maestro Philippe de Lyon. Su encuentro fue
fundamental, transformando su espíritu e influenciando de una manera duradera
su cristianismo, es decir su Martinismo.
Papus
escribía al respecto: «Aquél que nuestro corazón añora siempre por las vivas
palabras que nos enseña se llamaba el más antiguo espíritu de la tierra; tenía
poder especialmente sobre el rayo, que obedecía sus requerimientos, y dominaba
también sobre el aire y el agua (...). Tenía una noción completa de la vida
presente en todos sus detalles, de todos los seres terrestres con los cuales se
encontraba en relación...».
«Me
ha enseñado a intentar ser bueno, me ha enseñado la tolerancia hacia todos y
sobre los defectos de los demás; la necesidad de no maldecir, la absoluta
confianza en el Padre, la piedad por el dolor ajeno, en fin nos ha demostrado
que no se puede evolucionar más que participando en los sufrimientos de los
demás y no encerrándose en una torre de marfil por temor a perder la pureza y
la sabiduría. He aquí porqué intento cambiar un poco la humanidad, de difundir
alrededor de mí algunas ideas que no provienen de mi cerebro y propagar las dos
grandes virtudes que nos vienen del Cielo: la Bondad y la Tolerancia.»
«Es
sobre esta tierra donde los seres excepcionales vienen aquí como el salvador y
descienden a los infiernos, es decir libre y sin nada que pagar; ellos son los
enviados. Durante el curso de nuestra existencia terrestre hemos tenido la
suerte de conocer algunos de tales seres y de haberlos tenido como amigos.
Todos aquellos que los han conocido se han sorprendido de la irradiación
maravillosa que emanaba de ellos (...). Serían necesarias páginas y páginas
para decir todo aquello que hace un enviado del Padre sobre la tierra. Es un
poco de sol sobre la piedra, es un rayo de luz en el egoísmo y la crueldad que
nos rodea y ello nos conduce a amar la vida.» (Extractos citados por S. Hutin).
Se
puede decir que la doctrina Martinista nació de Martínez, se volvió cristiana e
interior con Saint-Martín, tomó forma ritual con Papus e inició su obra
exterior e invisible gracias a la influencia del Maestro Philippe. El
cristianismo Martinista fue, entonces, más acentuado y definido. Devino pues,
verdaderamente, una caballería cristiana. La Orden, convertida en sólida y viva
emergió sobre la herencia del Filósofo Desconocido como «una escuela de
caballería moral esforzándose en desarrollar la espiritualidad de sus miembros,
tanto por el estudio de un mundo aún desconocido (...) como por el ejercicio de
la devoción (...) y por la creación en cada espíritu de una sólida fe.» «El
Martinismo de Papus consistía así en una caballería del altruismo opuesto a la
línea egoísta de los apetitos materiales.»
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