Sunday, July 7, 2019

Sobre el Simbolismo del Libro y los Libros “Sagrados” - Jorge Norberto Cornejo


SOBRE EL SIMBOLISMO DEL LIBRO Y LOS LIBROS “SAGRADOS”


Jorge Norberto Cornejo



INTRODUCCIÓN

Buscar una respuesta a la pregunta sobre si los Libros Sagrados han resultado valiosos para la humanidad implica, en mi opinión, dividir el problema en dos aspectos:
a)  El simbolismo del Libro en sí mismo
b) La problemática de los Libros considerados “sagrados”

Ambos se vinculan con las discusiones eternas que se han dado sobre si corresponde o no que el Volumen de la Ley Sagrada colocado en la Logia sea la Biblia, y aun aceptando la Biblia si se trata del Antiguo Testamento, del Nuevo o de ambos.

En este trabajo intentaré despojar la cuestión de sus connotaciones religiosas, y efectuar una aproximación exclusivamente masónica.

EL SIMBOLISMO DEL LIBRO

 

« La filosofía está escrita en ese grandísimo libro [de la naturaleza] que continuamente está abierto a los ojos (me refiero al universo), pero no se puede entender si antes no se aprende a entender la lengua, y conocer los caracteres en los que está escrito. Este libro está escrito en lengua matemática, y los caracteres son triángulos, círculos, y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto.» Galileo Galilei

El Libro, como objeto material, independientemente de su calificación como “Sagrado”, es un profundo símbolo esotérico.

Se ha dicho que el Libro es el símbolo de la ciencia y de la sabiduría, pero ello es una interpretación más cercana a lo exotérico. Masónicamente, al igual que cabalísticamente, el Libro representa el Universo mismo, cuyos «ladrillos de construcción» son letras y  palabras1. El Universo es visto como un gran lenguaje, que el ser humano debe aprender, para finalmente comprender, página por página, el gran Libro de la Naturaleza.

El Libro cerrado representa, en alquimia, la materia primordial en estado virginal; mientras que abierto es la materia fecundada, la Obra concluida.

El Libro cerrado conserva su secreto; abierto ofrece su sabiduría. Una vida que comienza es un Libro que se abre, cuando la vida concluye es un Libro que se cierra.

Por otra parte, en Masonería, el Libro representa también la Tradición y, más específicamente, la Tradición de los Constructores. Por ello aparece abierto en la joya del Orador, Oficial entre cuyas funciones figura la preservación de la tradición  referida.En  dicho Libro está inscripta la Ley, pero no la Ley profana o los códigos vulgares de jurisprudencia, sino el Dharma, la Ley natural impersonal que sostiene el orden en el Universo.

El Libro es el resultado concreto de la inscripción de la Palabra Primordial sobre la plancha de trazar del Universo, es decir, del acto macrocósmico de la emanación.

El Libro es, entonces, el receptáculo y el continente de la Palabra, que fija y preserva.

Con gran sabiduría, MirceaEliade afirmó que “sumergirse en el estudio de un Libro es en sí mismo un acto iniciático”.

Por todo esto, y mucho más que podría agregarse, la presencia central de un Libro en la Logia es fundamental. Sin embargo, la pregunta que convocó este trabajo respondía a una problemática diferente, aquella relativa acerca de si los Libros “Sagrados” históricamente empleados por las distintas religiones han sido realmente útiles a la humanidad o no.

LOS LIBROS SAGRADOS

 

En primer lugar, aclaro que en lo que sigue refiero a una categoría específica de Libros considerados Sagrados, categoría en la que se incluyen la Biblia (tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, en sus distintas variantes católica, protestante, judía, etc.), el Corán y el Avesta. Existen otros Libros que podrían considerarse Sagrados, pero en algunos casos las dificultades de traducción tornan casi imposible una comprensión exacta del significado original del texto (Tao-Te-King), en otros forman parte de religiones extintas (El Libro de   la Salida a la Luz del Día egipcio) y en otros son compilaciones de discursos del fundador o fundadores de la religión, junto a prescripciones rituales y normativas más próximas a lo filosófico que a lo propiamente religioso (las escrituras budistas).

Limitándonos, entonces, a los Libros referidos, se nos presentan aquí tres opciones:

a) Los Libros “Sagrados” son invenciones de sus creadores, no son inspirados y su función es asegurar el dominio de las masas por parte de una religión determinada.
b) Los Libros “Sagrados” son escrituras divinamente inspiradas.
c) Los Libros “Sagrados” son obras humanas, pero expresan arquetipos del  inconsciente colectivo.

Por supuesto, si la opción a) es la correcta, hay poco para discutir. En ese caso, tales Libros no han servido para nada, excepto para restringir la libertad y el libre-pensamiento de los seres humanos. Personalmente, no creo que esto sea completamente correcto, pero es cierto que algunas de las llamadas escrituras sagradas han sido utilizadas de esa forma. Los textos apocalípticos, por ejemplo, se han empleado como medio de coerción y para infundir temor en las masas. Pero no juzguemos el todo por la parte; tanto en la Biblia como en el Corán y  el Avesta se encuentran joyas literarias cuyo valor no puede reducirse a  un  mero instrumento de dominación.

Examinemos la opción b). Concedamos por un momento que la inspiración sea algo real y existente, y aceptemos el término “divino” en la forma más amplia posible, para no encerrarnos en infantiles concepciones antropomórficas de la deidad. El tema es que, aun cuando aceptemos la realidad de la inspiración divina (preferiría utilizar otro término, pero “inspiración cósmica” tampoco me resulta enteramente aceptable) debemos reconocer que  tal inspiración es canalizada por un ser humano perteneciente a un tiempo y a una sociedad determinadas.

Por ejemplo, tomemos la narración bíblica del sacrificio que Abraham estuvo a punto de realizar de su hijo Isaac. Quizás pudiera encontrarse algún significado en tal narración, significado que personalmente yo nunca encontré. Pero asumamos que tal significado simbólico existe.

El problema es que la narración fue escrita cuando aún había sacrificios humanos entre los hebreos. Si el desconocido autor de la narración fue inspirado, aun cuando aceptemos tal hecho, lo fue en un tiempo y lugar completamente diferentes al tiempo presente, y en los   que se manejaban concepciones de la ética y la moral totalmente distintas a las actuales.  Creo que a cualquier buen padre actual el hecho de ver a Abraham aceptando sacrificar a su querido hijo Isaac por orden de Jehová sólo le causará repulsión, y no  podrá  derivar ninguna lección edificante de tal narración. Y la lectura de Jehová instando a Abraham a sacrificar a Isaac como una muestra de obediencia, difícilmente puede hoy inspirar sentimientos de piedad y religión, sino más bien de disgusto hacia el comportamiento tiránico del dios del Antiguo Testamento.

Existe otro factor a considerar. Los Libros considerados “Sagrados” son, en realidad, compilaciones de libros. Esas compilaciones  fueron hechas por  cuerpos sacerdotales  que, en numerosas oportunidades, atendían razones no sólo religiosas o teológicas, sino también políticas. La misma Biblia contiene muchas referencias a Libros que, como el Libro de Enoch, no figuran oficialmente en el propio canon bíblico. Lo mismo puede decirse de la forma en que se eligieron los cuatro textos que hoy conocemos como Los Cuatro  Evangelios. ¿Por qué fueron rechazados los Evangelios Apócrifos?

Y podemos agregar un punto más. Si comparamos, por ejemplo, la Biblia y el Corán veremos que ambos Libros, en algunos de sus capítulos, narran el mismo hecho. Pero lo narran de diferente forma. Para la Biblia, Jesús murió en la cruz, para el islamismo puede haber distintas interpretaciones, pero la gran mayoría coincide en que, según el Corán, el profeta llamado Jesús no murió en la cruz.

¿Cuál de los dos tienen razón? ¿Es uno verdadero y el otro falso? ¿Es uno más “Sagrado” que el otro? O, y yo me inclinaría por esta alternativa, ¿no pueden  ambos  estar equivocados?

Por estas razones y muchas otras, concluyo que los Libros llamados “Sagrados”, si se los considera como escritos divinamente inspirados, para la humanidad de hoy  carecen  de valor.

Nos falta considerar la última opción. Los Libros Sagrados, de cualquier forma que se los considere, son indiscutiblemente obras humanas.  Ya sea por invención, por  interpretación de una idea inspirada o por selección arbitraria o intencionada de sus contenidos, todos los Libros Sagrados llevan la impronta de la mano humana. Y con ella toda la dualidad, toda la luz y toda la sombra que siempre ha caracterizado a nuestra especie.

¿Entonces los Libros Sagrados no tienen ninguna utilidad? No estoy implicando esto. Si vemos los Libros Sagrados como la crónica de un pueblo “elegido”, como el compendio de las órdenes de un dios vengativo, como una cosmología infantil o como la justificación de las imposturas de una casta sacerdotal, entonces realmente no tienen utilidad alguna y, por   el contrario, pueden ser muy destructivos. Considero que los Libros Sagrados se vuelven útiles y valiosos, en el sentido iniciático de estos términos,  cuando  dejamos  de considerarlos “Sagrados”.


CÓMO ACERCARSE A LOS LIBROS “SAGRADOS”

 

Desde mi punto de vista (que es enteramente personal) los Libros denominados “Sagrados” pueden ser de utilidad en el trabajo iniciático cuando nos acercamos a  ellos  en  forma crítica. No tiene valor alguno, masónicamente hablando, inclinarse ante palabras supuestamente pronunciadas por enviados divinos, llámense Cristo, Mahoma, Zoroastro o quien fuera. Pero sí es valioso estudiarlos como proyecciones de arquetipos.

En realidad, en cualquier libro pueden verse proyectados los arquetipos predominantes en   su autor. Pero libros como la Biblia, el Corán o el Avesta fueron escritos en épocas especialmente conflictivas, y tuvieron gran importancia en la vida de los pueblos que los veneraron. En tales situaciones el inconsciente colectivo está especialmente activo, y las proyecciones son numerosas.

Por ejemplo, la época inicial del cristianismo fue un período de extrema convulsión en el Imperio Romano y en el Cercano Oriente. Luchas políticas, guerras, disputas religiosas, supuestos mesías que aparecían día tras día, conformaron una combinación particularmente explosiva. Lo que se haya escrito en o cerca de esos momentos  lleva la impronta de la  crisis, y es una suerte de plancha de trazar en la que los seres humanos, individual y colectivamente, proyectaron los arquetipos activados de su inconsciente.

Por lo tanto, y repito que es desde mi punto de vista personal, el acercamiento iniciático a  los Libros denominados “Sagrados” es valioso en tanto estos Libros exponen la interioridad profunda de los seres humanos, y exhiben, por lo tanto, al mismo tiempo la maravilla y la locura que viven en el alma humana.

REGRESANDO AL LIBRO MASÓNICO

 

Lo antedicho me permite efectuar una reflexión final sobre el simbolismo del Libro que se encuentra en el Altar masónico, bajo la escuadra y el compás. En otro lugar escribí que tal Libro no debería ser la Biblia ni ningún texto correspondiente a una religión determinada, sino un Libro con los símbolos masónicos básicos y los principios fundamentales de la arquitectura, disciplina en la que se apoya toda la simbología masónica. Un libro con esas características sería “Sagrado” por la misma razón que la expresada anteriormente, sólo que en este caso los arquetipos proyectados serían aquellos que corresponden a la egrégora masónica.

Por supuesto, hay partes y fragmentos de los Libros Sagrados de las distintas religiones que son masónicamente valiosos, y podrían integrar ese Libro de símbolos al que me estoy refiriendo. Por ejemplo, el prólogo del Evangelio de San Juan, con su declaración relativa    al Verbo, la Palabra. Pero no el Evangelio de Juan completo, porque después del prólogo  nos encontramos con un texto bello, pero totalmente religioso y desprovisto del contenido esotérico que algunas veces se le quiere otorgar. Y lo mismo podría decirse de algunos párrafos de otros Libros.

En síntesis, creo que alguna vez la Masonería debe pensarse no desde la religión, no desde   la teosofía, no desde tal o cual corriente de pensamiento, sino desde la Masonería. Sólo de esa manera el término “Sagrado” tendrá un significado iniciático, en lugar de ser una mera proyección masónica del sentimiento religioso.




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