LAS
CLAVES PERDIDAS
DE
LA FRANCMASONERÍA
Capítulo
I
La
Eterna Búsqueda
MASONES, ¡DESPERTAD!
Vuestro
credo y la Orden reclaman lo mejor de vosotros;
exigen
la santificación de vuestra vida, la regeneración
del cuerpo,
la
purificación del alma y la ordenación de vuestro espíritu.
Vuestra
es la gloriosa oportunidad;
vuestra
la trascendental responsabilidad.
Aceptad
la tarea y seguid los pasos de los Maestros
Masones
que en el pasado, con el flamígero espíritu de la
Orden,
han iluminado el mundo.
Tenéis
un gran privilegio,
el
privilegio de la obra iluminada.
Conocéis
los objetivos para los cuales trabajáis,
mientras
muchos otros, los más,
luchan
todavía en las tinieblas.
Vuestros
trabajos no deben confinarse únicamente a la Logia,
porque
el Masón debe irradiar las cualidades de la Orden.
Su
luz debe brillar en el hogar y los negocios,
glorificando
así su asociación con sus semejantes.
En
la Logia y fuera de ella,
el
Masón debe representar la más
elevada
fructificación del esfuerzo sincero y ser modelo
de
fe y constancia en toda labor que emprenda.
ASÍ
SEA
Capítulo I
La Eterna
Búsqueda
El común de los Francmasones, así como
los modernos estudiosos de los ideales francmasónicos, se dan escasa cuenta de
las obligaciones cósmicas que toman a su cargo, desde el momento en que
empiezan a investigar las sacras verdades de la naturaleza, tal como constan en
los antiguo: y modernos rituales. Pero si miran tan superficialmente sus
tareas, y no tienen sobre sí años y años de experiencias, acabarán por
considerar a la Francmasonería tan sólo como un organismo social de una
antigüedad de pocos años. Deben, pues, darse cuenta de que las antiguas
enseñanzas místicas, que se han perpetuado a través de los ritos modernos, son
sagradas, y que hay invisibles y desconocidos poderes que moldean los destinos
de aquellos que, conscientemente y por su propia iniciativa, toman sobre sí las
obligaciones de la Fraternidad.
La Francmasonería no es una cosa
material; es una ciencia del alma. No es un credo o una doctrina, sino una
expresión universal de sapiente trascendencia (El término está usado aquí como
sinónimo de una secretísima y sagrada filosofía que existió siempre, y fue la
inspiración de los grandes místicos y sabios de todas las edades, la perfecta
sabiduría de Dios que se revela a través de una jerarquía secreta de
inteligencias iluminadas). La posterior acción conjunta de los gremios
medievales o, inclusive, la construcción del templo de Salomón, como hoy se lo
entiende, tiene poco, si es que tiene algo, que ver con el verdadero origen de
la Francmasonería, puesto que ella no depende de las personalidades. En su más
alto sentido no es ni historia ni arqueología, sino un trascendente lenguaje
simbólico que perpetúa, bajo ciertos símbolos concretos, los sagrados misterios
de los antiguos. Sólo aquellos que ven en ello un estudio cósmico, el trabajo
de una vida, una inspiración divina para pensar mejor, sentir mejor y vivir
mejor, con el propósito de obtener la luz espiritual y considerar la vida
diaria del verdadero Francmasón como un medio para lograrlo, han conseguido
apenas una superficial visión interna de los verdaderos misterios de los
antiguos ritos.
La antigüedad de la esencia masónica no
puede ser calculada por siglos ni milenios, porque en realidad su origen se
limita al mundo de las formas. El mundo, tal como lo vemos, es tan sólo un
laboratorio experimental, en el cual el hombre se encuentra tratando de
edificar y expresar medios cada vez mayores y más perfectos. Dentro de este
laboratorio se filtran miríadas de rayos, que descienden de otras jerarquías
cósmicas (Grupo de inteligencias superiores que rigen el proceso creador del
cosmos). Tales enormes globos y orbes que concentran sus energías sobre la
humanidad y moldean sus destinos, hacen esto dentro del mayor orden, cada cual
por su lado y a su modo; el edificio masónico puede constituir el núcleo de
acción en que dichas jerarquías puedan manifestarse, puesto que una verdadera
logia es la plasmación minimizada del universo, no sólo material sino
simbólicamente, y de su labor siempre consagrada a la gloria de su Gran
Arquitecto. Libre de limitaciones de credo y secta, el Francmasón debe erguirse
como amo de toda fe; el que emprenda el estudio de la Francmasonería sin darse
cuenta de la hondura, la belleza y el poderío espiritual de su filosofía, no
podrá jamás sacar nada permanente como fruto de sus estudios. La antigüedad de
las Escuelas Esotéricas puede ser localizada por el estudiante, muy atrás, en
la aurora de los tiempos, edades y periodos que datan de cuando apenas se
estaba levantando el templo del Hombre Solar. Aquél fue el primer Templo del
Rey, dentro del cual se daban y conservaban los verdaderos misterios de la
antigua morada, y fueron los dioses de la creación y el espíritu de la aurora
los primeros en techar la logia del Maestro.
El hermano iniciado comprueba que sus
llamados símbolos y rituales son meras fórmulas elaboradas por la sabiduría a
fin de perpetuar ideas incomprensibles para el hombre medio. También se da
cuenta de que sólo algunos Francmasones de hoy saben o aprecian el místico
significado que se encierra en los rituales. Con fe religiosa, quizá
perpetuamos la forma, adorándola en lugar de la vida, pero aquellos que no han
reconocido la verdad en la rigidez del ritual, que no han podido reconocer la
esencia a través de su envoltura en palabras bien rimadas, no son Francmasones,
a pesar de sus grados ostensibles y de sus honores externos.
En el trabajo que estamos emprendiendo,
no tenemos intención de tratar del moderno concepto de la Orden, sino
considerar a la Francmasonería como realmente es para aquellos que lo intuyen:
un gran organismo cósmico, cuyos verdaderos componentes e hijos se encuentran
atados no por medio de promesas verbales, sino por vivencias tan reales que los
ponen en condiciones de captar un más allá y laborar a niveles tan sutiles que
el materialismo no permite siquiera imaginar. Cuando esta apertura se realiza,
y los misterios del universo se extienden ante el aspirante candidato, sólo
entonces, en verdad, se descubre, lo que la Francmasonería es realmente. Ya no
le interesan más sus aspectos secundarios, porque ha conseguido penetrar en la
Escuela de Misterio, a la cual es capaz de reconocer sólo cuando él mismo,
espiritualmente, forma parte integral de ella.
Todos los que han examinado y estudiado
la antigua sabiduría, no tienen la menor duda de que la Francmasonería, como el
universo mismo, que es la más grande de las escuelas, trata de la revelación de
un principio triple, porque todo el universo se encuentra bajo el gobierno de
los mismos tres poderes, a quienes se suele llamar los constructores del templo
masónico. No se trata aquí de personalidades, sino de principios, de energías
grandemente inteligentes y de fuerzas que en Dios, el hombre y el universo
tienen sobre sí la responsabilidad de moldear la sustancia cósmica dentro de la
morada del rey vivo; el templo edificado en las primeras edades de esfuerzo
inconsciente, y luego consciente, de cada individuo, el cual expresa en su vida
los principios creadores de estas tres potencias. El verdadero afiliado del
antiguo Gremio se daba cuenta de que la estructura del templo que se ocupaba en
erigir al Rey del Universo, era un deber o, mejor, un privilegio que debía a su
Dios, a su hermano y a sí mismo. Se percató de que se deben dar ciertos pasos,
y de que su templo debe ser construido de acuerdo con un plan. Hoy día parece,
sin embargo, que ese plan se hubiera perdido, pues en la mayoría de los casos,
la Francmasonería no es ya un arte operante, sino meramente una idea
especulativa, hasta que cada hermano, al leer los misterios de su simbología y
percatarse de las hermosas alegorías ocultas en su ritual, viene a caer en la
cuenta de que sólo él mismo tiene en sí, las claves y los planos por tan largo
tiempo perdidos para su Gremio, y que si pretende enterarse de lo que es el
arte real de la construcción simbólica, sólo lo logrará utilizando con pureza
los elementos esenciales de su propio ser.
La verdadera Francmasonería es
esotérica; no es una cosa de este mundo concreto. Todo cuanto aquí tenemos es
sólo un vínculo, medio de manifestación, introducción a través de la cual puede
el estudiante pasar hacia lo desconocido. La Francmasonería no tiene mucho que
ver con las cosas materiales excepto comprobar que la forma está moldeada por
la vida, y manifestar lo que la vida contiene. Consecuentemente, el estudiante
trata de moldear su vida de modo que la forma, glorifique a la divinidad cuyo
templo está él levantando lentamente en la medida que logre despertar, uno por
uno, a los valores que lleva dentro de sí y los dirija para laborar
conscientemente en el plan que el destino le ha deparado.
Hasta donde es posible averiguar, la
antigua Francmasonería y las hermosas alegorías cósmicas que ella enseña,
perpetuándose a través de centenares de logias y antiguos misterios,
constituyen la más vieja de las Escuelas iniciáticas de los Misterios (Este es un término usado desde la
antigüedad para designar el aspecto esotérico de los ceremoniales religiosos.
Al pasar el candidato a través de estos misterios o pruebas, era iniciado en
los misterios de la Naturaleza y el aspecto arcánico de la ley natural); y
el haber subsistido a través de las edades no ha dependido de sí misma, como un
organismo exotérico de individuos parcialmente evolucionados, sino de la
hermandad oculta, del lado esotérico de la Francmasonería. Todas las grandes
Escuelas de Misterios tienen jerarquías según los planos espirituales de la
Naturaleza, los cuales se expresan por sí mismos, en este mundo, mediante
credos y organizaciones. Cuando el verdadero estudiante trata de surgir por sí
mismo del cuerpo exotérico hacia lo espiritual, al par que trata de juntarse al
grupo esotérico, que, aunque carente de morada (o logia) en el plano físico de
la Naturaleza, es muchísimo más grande que todas las logias juntas, para las
que se convierte en el fuego central. Los instructores espirituales de la
humanidad deben trabajar en un mundo concreto, con motivos comprensibles a la
inteligencia humana y así es como el hombre empieza a entender el significado
de las alegorías y los símbolos que circundan su tarea exotérica tan pronto
como se encuentra preparado para recibirlos. El verdadero Francmasón se da
cuenta de que el Trabajo que en el mundo realizan las Escuelas de Misterio es
de índole más bien inclusiva que exclusiva, y que la única logia
suficientemente amplia para expresar sus ideales es aquella cuya cúpula son los
cielos, cuyas columnas los límites de la creación, cuyo cuadriculado piso se
halla compuesto por las entrecruzadas corrientes de las emociones humanas y
cuyo altar reside en el humano corazón. Los credos no pueden atar al verdadero
buscador de la verdad. Al percatarse de la unidad de ésta, el Francmasón
comprueba también que las jerarquías con las que él colabora le han
transmitido, en diferentes grados, los místicos rituales espirituales de todas
las Escuelas del pasado, y que si se arriesga a ocupar un puesto en el plan, no
debe entrar a este sagrado estudio teniendo en vista lo que pueda sacar de él,
sino en lo que puede ser útil en la expansión de esta trascendental labor.
En la Francmasonería yace oculto el
misterio de la evolución, igual que la solución al problema de la existencia y
la ruta que el estudiante debe seguir con el objeto de unirse conscientemente a
aquello que realmente constituye los poderes latentes tras de los procesos
nacionales e internacionales. El verdadero estudiante comprueba, sobre todo,
que la obtención de grados no convierte al hombre en un Francmasón. Un
Francmasón no es el producto de un nombramiento; es un evolucionado, y debe
darse cuenta de que el lugar que ocupa en la logia exotérica no significa nada
en comparación con su puesto en la logia espiritual de la existencia. Debe
descartar, para siempre, la idea de que puede ser instruido en los Misterios
sagrados (o que le pueden ser comunicados oralmente); o que el ser miembro de
una organización basta para mejorarlo en todo aspecto. Debe comprender que su
deber consiste en construir y desarrollar las trascendentales enseñanzas en su
propio ser: que nada, salvo su propio ser purificado, puede abrirle la puerta
de los impenetrables arcanos de la conciencia humana, y que sus ritos masónicos
deben ser eternamente especulativos hasta que los haga operantes, viviendo la
vida del Francmasón místico. Sus responsabilidades kármicas aumentan con sus
oportunidades. Los que se hallan rodeados de sabiduría y oportunidad para
progresar por sí mismos y no aprovechan tales oportunidades, son obreros
perezosos que, espiritual, si no físicamente, serán arrojados del templo del
Señor.
La Orden Masónica no es una mera
organización social, sino que está compuesta por todos cuantos se han
comprometido ante sí mismos y ante sus hermanos a aprender y practicar juntos
los principios de misticismos y de los ritos ocultos, no por antiguos menos
eternos. Son (o deberían ser) filósofos, sabios, individuos de mente
equilibrada, dedicados a la Francmasonería, y comprometidos en aquello que más
quieren: trabajar para que el mundo sea mejor, más sabio y más feliz, porque
ellos lo vivieron. Los que penetran el valor de estos ritos y pasan entre
columnas buscando prestigio o ventajas de índole material, son blasfemos, y
aunque en este mundo podamos considerarlos como gente de éxito, en realidad los
fracasos cualitativos les han cerrado las puertas del verdadero rito, cuya
clave es el desinterés y cuyos obreros han renunciado a los bienes tangibles
del momento.
En épocas pretéritas se requerían muchos
años de preparación para que el neófito lograra la oportunidad de ingresar al
templo de los Misterios. De este modo, el frívolo, el curioso, el débil de
corazón, y los incapaces de resistir las tentaciones de la vida, eran
automáticamente eliminados por su incompetencia para llenar los requisitos de
admisión. El candidato triunfante a su paso entre columnas, ingresaba al templo
dándose cuenta perfecta de su sublime oportunidad, de su trascendente
obligación, y del místico privilegio ganado por sí mismo en el curso de años de
ardua preparación. Sólo son verdaderamente Francmasones los que ingresan al
templo reverentemente, los que no buscan ni loas efímeras, ni cosas de la vida,
sino los tesoros eternos, y cuyo único deseo es conocer el verdadero misterio
de la Orden en donde pueden reunirse como honestos obreros con los que vivirán
como constructores del Templo Universal en el futuro.
El Ritual masónico no es una ceremonia,
sino una vida que vivir. Sólo son verdaderamente Francmasones aquellos que,
habiendo dedicado sus vidas y fortunas al altar de la llama eterna, emprenden
la construcción de un edificio universal del cual son conscientes, y su Dios,
el arquitecto viviente. Cuando tengamos Francmasones así, la Orden volverá a
ser operante, el flamígero triángulo brillará con redoblado esplendor, el
difunto hacedor se levantará de su tumba y la Palabra perdida, tanto tiempo
oculta al profano, se revelará otra vez, con el poder que renueva todas las
cosas. En las páginas que siguen aparece
alguna cantidad de pensamientos para estudio y meditación de los hermanos, los
constructores de su templo interior. Son claves que, sólo leídas y no
profundizadas dejarán al estudiante todavía en estado de ignorancia; pero que,
de ser vividas, lograrán transformar a la Francmasonería predominantemente
especulativa de hoy en la Francmasonería operante del mañana, en que cada
Masón, dándose cuenta de su propio puesto, verá cosas que nunca viera antes, no
porque ellas no estuvieran presentes, sino porque era él quien estaba ciego. Y
no hay más ciego que el que no quiere ver.
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