Thursday, August 30, 2018

Discurso Iniciático para la Recepción en Tercer Grado Martinista - Stanislao de Guaita


Discurso Iniciático para la Recepción en
Tercer Grado Martinista


Stanislao de Guaita

Reproducción in extenso del texto publicado en la edición de 1890 de "Au Seuil du Mystére"


Habéis sido revestido sucesivamente con los tres grados jerárquicos de nuestra Orden.

Os saludamos S I (superior incógnito) Cuando hayáis trascrito y meditado nuestros Cuadernos, a vuestro turno llegaréis a ser Iniciador. Será confiada a vuestras manos fieles una importante misión: os incumbirá la obligación, pero también el honor de formar un grupo del cual serás, ante vuestra consciencia y ante la humanidad divina, el padre espiritual y en ciertas ocasiones, el tutor moral. No se trata aquí de imponerse convicciones dogmáticas. Ya sea que os consideréis materialista, espiritualista o idealista; que hagáis profesión de cristianismo o de budismo; que os proclaméis libre pensador o que seáis un escéptico total. Ello poco nos importa y no constreñiremos vuestro corazón, planteando a vuestro espíritu problemas que sólo debéis resolver frente a frente con vuestra consciencia y en el silencio solemne de vuestras pasiones apaciguadas.

Suponiéndoos abrazado por un verdadero amor por vuestros hermanos humanos, no busquéis jamás cortar los lazos de la solidaridad que os ligan estrechamente al reino hominal considerado en su síntesis. Pertenecéis a una religión suprema y verdaderamente Universal, puesta que es ella la que se manifiesta y se impone multiforme, es cierto, pero esencialmente idéntica a sí misma bajo los velos de todos los cultos esotéricos, tanto de Occidente como de Oriente.

Psicólogo, dad a este sentimiento el nombre que deseéis: amor, solidaridad, altruismo, fraternidad, caridad... Economista o filósofo, llamadle socialismo o si queréis colectivismo, comunismo... ¡Las palabras no son nada! El místico le honra con los nombres de "Madre Divina" o "Espíritu Santo".

Pero, seas lo que fuereis, no olvidéis jamás que en todas las religiones realmente verdaderas y profundas, es decir, fundamentadas en el esoterismo, la expresión de este sentimiento constituye la enseñanza primera, capital, esencial de este esoterismo mismo. La búsqueda sincera y desinteresada de lo verdadero, ¡he aquí lo que vuestro espíritu se debe a sí mismo! Fraternal mansedumbre a la vista de los otros hombres, es lo que vuestro corazón debe al prójimo. Con excepción de estos dos deberes, nuestra Orden no pretende prescribiros otros, a lo menos de manera imperativa. Ningún dogma filosófico o religioso es impuesto a vuestra fe.

En cuanto a la doctrina, con respecto a la cual os hemos resumido los principios esenciales, os rogamos solamente que meditéis en ella. Es únicamente por medio de la persuasión que la verdad tradicional desea conquistaros a su causa. Hemos abierto frente a vuestros ojos los sellos del libro; pero es a vos a quien corresponde asimilar, primero la letra, y después penetrar en el espíritu de los misterios que este libro encierra. Os hemos endilgado. El rol de vuestros Iniciadores debe limitarse a esto. Si llegáis por vos mismo a la inteligencia de los arcanos, mereceréis el título de Adepto; pero tened muy presente lo que sigue: sería en vano que los magos más sabios de la tierra quisieran revelaros las fórmulas supremas de la ciencia y del poder mágico; la verdad oculta no puede ser transmitida en un discurso; Cada uno debe evocarla, crearla y desarrollarla en sí mismo.

Sois un Iniciado:

Aquel que otros han puesto sobre la vía; esforzaos por llegar a ser un Adepto: aquel que ha conquistado la ciencia por sus propios esfuerzos, en otras palabras, el hijo de sus obras. Nuestra Orden, ya os lo he dicho, limita sus pretensiones a la esperanza de sembrar en un buen terreno, sembrando por todas partes la buena semilla.

Las enseñanzas de los S I son elementales, pero precisas.

Ya sea que este programa particular satisfaga vuestra ambición, ya sea que vuestro destino os conduzca un día hasta el umbral del Templo misterioso, desde donde irradia, a través de los siglos, el luminoso tesoro del esoterismo occidental, escuchad las últimas palabras de vuestros Hermanos Incógnitos; ojala germinen en vuestro espíritu y fructifiquen en vuestra alma. Os insisto que podéis encontrar allí en el criterio infalible del ocultismo y que la clave de la bóveda de la síntesis esotérica está allí, no en otro lugar. Pero, ¿para qué insistir si podéis comprender y creer?

En caso contrario, ¿de que servirá insistir?

Sois libre de considerar lo que me resta por deciros, como una alegoría mística o como una fábula literaria sin importancia, o bien hasta como una audaz impostura. Sois libre de así hacerlo, pero escuchad; ¡sembremos donde puede germinar la semilla! ¡Vamos, sembrad!

En el principio, en la raíz del ser, está lo absoluto.

Lo absoluto, que las religiones denominan Dios, no puede ser concebido y quien pretenda definirlo, desnaturaliza dicha noción al limitarla.

Un Dios definido es un Dios finito (Eliphas Levi).

Pero de este absoluto insondable emana eternamente la díada andrógina, formada de dos principios indisolublemente unidos:

El espíritu vivificador y el Alma Universal.
El misterio de esta unión constituye el Gran Arcano del Verbo.
El Verbo es el hombre colectivo, considerado en su síntesis divina, antes de su desintegración.
Es el Adán Celeste antes de su Caída; antes que este ser universal se moralizará, pasando de la Unidad a la Diversidad; de lo absoluto a lo relativo; de lo colectivo a lo individual; de lo infinito al espacio; y de la eternidad al tiempo.

He aquí algunas nociones de la enseñanza tradicional acerca de la Caída Adánica.

Incitados por un móvil interior, cuya naturaleza esencial debemos callar en esta oportunidad, móvil que Moisés llama "Nahash" y que podemos definir, si queréis, como la sed egoísta de existencia individualizada, un gran número de verbos fragmentarios, consciencias potenciales vagamente animadas a la manera de una emanación en el seno del verbo absoluto, se separaron de ese verbo que les contenía.

Se apartaron ínfimos submúltiplos de la Unidad Madre que les había engendrado. Simples rayos de este sol oculto, hirieron al infinito en las tinieblas de su naciente individualidad, pues deseaban independizarse de todo principio anterior, en una palabra: deseaban autonomía.

Pero, así como el rayo luminoso no tiene sino una existencia relativa, en relación con la fuente que lo ha producido, estos verbos, igualmente relativos, desprovistos de principio auto divino y de luz propia, se fueron obscureciendo a medida que se alejaban del verbo absoluto. Cayeron en la materia, embuste de la sustancia en delirio de objetividad, en la materia que es al no-ser lo que el espíritu es al ser.

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