Wednesday, August 29, 2018

Las Claves Perdidas de la Francmasonería - Manly Palmer Hall


LAS CLAVES PERDIDAS
DE LA FRANCMASONERÍA


Capítulo I
La Eterna Búsqueda

MASONES, ¡DESPERTAD!

Vuestro credo y la Orden reclaman lo mejor de vosotros;
exigen la santificación de vuestra vida,  la regeneración del cuerpo,
la purificación del alma y la ordenación de vuestro espíritu.
Vuestra es la gloriosa oportunidad;
vuestra la trascendental responsabilidad.

Aceptad la tarea y seguid los pasos de los Maestros
Masones que en el pasado, con el flamígero espíritu de la
Orden, han iluminado el mundo.

Tenéis un gran privilegio,
el privilegio de la obra iluminada.

Conocéis los objetivos para los cuales trabajáis,
mientras muchos otros,  los más,
luchan todavía en las tinieblas.
Vuestros trabajos no deben confinarse únicamente a la Logia,
porque el Masón debe irradiar las cualidades de la Orden.

Su luz debe brillar en el hogar y los negocios,
glorificando así su asociación con sus semejantes.

En la Logia y fuera de ella,
el Masón debe representar la más
elevada fructificación del esfuerzo sincero y ser modelo
de fe y constancia en toda labor que emprenda.

ASÍ SEA

Capítulo I
La Eterna Búsqueda

El común de los Francmasones, así como los modernos estudiosos de los ideales francmasónicos, se dan escasa cuenta de las obligaciones cósmicas que toman a su cargo, desde el momento en que empiezan a investigar las sacras verdades de la naturaleza, tal como constan en los antiguo: y modernos rituales. Pero si miran tan superficialmente sus tareas, y no tienen sobre sí años y años de experiencias, acabarán por considerar a la Francmasonería tan sólo como un organismo social de una antigüedad de pocos años. Deben, pues, darse cuenta de que las antiguas enseñanzas místicas, que se han perpetuado a través de los ritos modernos, son sagradas, y que hay invisibles y desconocidos poderes que moldean los destinos de aquellos que, conscientemente y por su propia iniciativa, toman sobre sí las obligaciones de la Fraternidad.
La Francmasonería no es una cosa material; es una ciencia del alma. No es un credo o una doctrina, sino una expresión universal de sapiente trascendencia (El término está usado aquí como sinónimo de una secretísima y sagrada filosofía que existió siempre, y fue la inspiración de los grandes místicos y sabios de todas las edades, la perfecta sabiduría de Dios que se revela a través de una jerarquía secreta de inteligencias iluminadas). La posterior acción conjunta de los gremios medievales o, inclusive, la construcción del templo de Salomón, como hoy se lo entiende, tiene poco, si es que tiene algo, que ver con el verdadero origen de la Francmasonería, puesto que ella no depende de las personalidades. En su más alto sentido no es ni historia ni arqueología, sino un trascendente lenguaje simbólico que perpetúa, bajo ciertos símbolos concretos, los sagrados misterios de los antiguos. Sólo aquellos que ven en ello un estudio cósmico, el trabajo de una vida, una inspiración divina para pensar mejor, sentir mejor y vivir mejor, con el propósito de obtener la luz espiritual y considerar la vida diaria del verdadero Francmasón como un medio para lograrlo, han conseguido apenas una superficial visión interna de los verdaderos misterios de los antiguos ritos.
La antigüedad de la esencia masónica no puede ser calculada por siglos ni milenios, porque en realidad su origen se limita al mundo de las formas. El mundo, tal como lo vemos, es tan sólo un laboratorio experimental, en el cual el hombre se encuentra tratando de edificar y expresar medios cada vez mayores y más perfectos. Dentro de este laboratorio se filtran miríadas de rayos, que descienden de otras jerarquías cósmicas (Grupo de inteligencias superiores que rigen el proceso creador del cosmos). Tales enormes globos y orbes que concentran sus energías sobre la humanidad y moldean sus destinos, hacen esto dentro del mayor orden, cada cual por su lado y a su modo; el edificio masónico puede constituir el núcleo de acción en que dichas jerarquías puedan manifestarse, puesto que una verdadera logia es la plasmación minimizada del universo, no sólo material sino simbólicamente, y de su labor siempre consagrada a la gloria de su Gran Arquitecto. Libre de limitaciones de credo y secta, el Francmasón debe erguirse como amo de toda fe; el que emprenda el estudio de la Francmasonería sin darse cuenta de la hondura, la belleza y el poderío espiritual de su filosofía, no podrá jamás sacar nada permanente como fruto de sus estudios. La antigüedad de las Escuelas Esotéricas puede ser localizada por el estudiante, muy atrás, en la aurora de los tiempos, edades y periodos que datan de cuando apenas se estaba levantando el templo del Hombre Solar. Aquél fue el primer Templo del Rey, dentro del cual se daban y conservaban los verdaderos misterios de la antigua morada, y fueron los dioses de la creación y el espíritu de la aurora los primeros en techar la logia del Maestro.
El hermano iniciado comprueba que sus llamados símbolos y rituales son meras fórmulas elaboradas por la sabiduría a fin de perpetuar ideas incomprensibles para el hombre medio. También se da cuenta de que sólo algunos Francmasones de hoy saben o aprecian el místico significado que se encierra en los rituales. Con fe religiosa, quizá perpetuamos la forma, adorándola en lugar de la vida, pero aquellos que no han reconocido la verdad en la rigidez del ritual, que no han podido reconocer la esencia a través de su envoltura en palabras bien rimadas, no son Francmasones, a pesar de sus grados ostensibles y de sus honores externos.
En el trabajo que estamos emprendiendo, no tenemos intención de tratar del moderno concepto de la Orden, sino considerar a la Francmasonería como realmente es para aquellos que lo intuyen: un gran organismo cósmico, cuyos verdaderos componentes e hijos se encuentran atados no por medio de promesas verbales, sino por vivencias tan reales que los ponen en condiciones de captar un más allá y laborar a niveles tan sutiles que el materialismo no permite siquiera imaginar. Cuando esta apertura se realiza, y los misterios del universo se extienden ante el aspirante candidato, sólo entonces, en verdad, se descubre, lo que la Francmasonería es realmente. Ya no le interesan más sus aspectos secundarios, porque ha conseguido penetrar en la Escuela de Misterio, a la cual es capaz de reconocer sólo cuando él mismo, espiritualmente, forma parte integral de ella.
Todos los que han examinado y estudiado la antigua sabiduría, no tienen la menor duda de que la Francmasonería, como el universo mismo, que es la más grande de las escuelas, trata de la revelación de un principio triple, porque todo el universo se encuentra bajo el gobierno de los mismos tres poderes, a quienes se suele llamar los constructores del templo masónico. No se trata aquí de personalidades, sino de principios, de energías grandemente inteligentes y de fuerzas que en Dios, el hombre y el universo tienen sobre sí la responsabilidad de moldear la sustancia cósmica dentro de la morada del rey vivo; el templo edificado en las primeras edades de esfuerzo inconsciente, y luego consciente, de cada individuo, el cual expresa en su vida los principios creadores de estas tres potencias. El verdadero afiliado del antiguo Gremio se daba cuenta de que la estructura del templo que se ocupaba en erigir al Rey del Universo, era un deber o, mejor, un privilegio que debía a su Dios, a su hermano y a sí mismo. Se percató de que se deben dar ciertos pasos, y de que su templo debe ser construido de acuerdo con un plan. Hoy día parece, sin embargo, que ese plan se hubiera perdido, pues en la mayoría de los casos, la Francmasonería no es ya un arte operante, sino meramente una idea especulativa, hasta que cada hermano, al leer los misterios de su simbología y percatarse de las hermosas alegorías ocultas en su ritual, viene a caer en la cuenta de que sólo él mismo tiene en sí, las claves y los planos por tan largo tiempo perdidos para su Gremio, y que si pretende enterarse de lo que es el arte real de la construcción simbólica, sólo lo logrará utilizando con pureza los elementos esenciales de su propio ser.
La verdadera Francmasonería es esotérica; no es una cosa de este mundo concreto. Todo cuanto aquí tenemos es sólo un vínculo, medio de manifestación, introducción a través de la cual puede el estudiante pasar hacia lo desconocido. La Francmasonería no tiene mucho que ver con las cosas materiales excepto comprobar que la forma está moldeada por la vida, y manifestar lo que la vida contiene. Consecuentemente, el estudiante trata de moldear su vida de modo que la forma, glorifique a la divinidad cuyo templo está él levantando lentamente en la medida que logre despertar, uno por uno, a los valores que lleva dentro de sí y los dirija para laborar conscientemente en el plan que el destino le ha deparado.
Hasta donde es posible averiguar, la antigua Francmasonería y las hermosas alegorías cósmicas que ella enseña, perpetuándose a través de centenares de logias y antiguos misterios, constituyen la más vieja de las Escuelas iniciáticas de los Misterios (Este es un término usado desde la antigüedad para designar el aspecto esotérico de los ceremoniales religiosos. Al pasar el candidato a través de estos misterios o pruebas, era iniciado en los misterios de la Naturaleza y el aspecto arcánico de la ley natural); y el haber subsistido a través de las edades no ha dependido de sí misma, como un organismo exotérico de individuos parcialmente evolucionados, sino de la hermandad oculta, del lado esotérico de la Francmasonería. Todas las grandes Escuelas de Misterios tienen jerarquías según los planos espirituales de la Naturaleza, los cuales se expresan por sí mismos, en este mundo, mediante credos y organizaciones. Cuando el verdadero estudiante trata de surgir por sí mismo del cuerpo exotérico hacia lo espiritual, al par que trata de juntarse al grupo esotérico, que, aunque carente de morada (o logia) en el plano físico de la Naturaleza, es muchísimo más grande que todas las logias juntas, para las que se convierte en el fuego central. Los instructores espirituales de la humanidad deben trabajar en un mundo concreto, con motivos comprensibles a la inteligencia humana y así es como el hombre empieza a entender el significado de las alegorías y los símbolos que circundan su tarea exotérica tan pronto como se encuentra preparado para recibirlos. El verdadero Francmasón se da cuenta de que el Trabajo que en el mundo realizan las Escuelas de Misterio es de índole más bien inclusiva que exclusiva, y que la única logia suficientemente amplia para expresar sus ideales es aquella cuya cúpula son los cielos, cuyas columnas los límites de la creación, cuyo cuadriculado piso se halla compuesto por las entrecruzadas corrientes de las emociones humanas y cuyo altar reside en el humano corazón. Los credos no pueden atar al verdadero buscador de la verdad. Al percatarse de la unidad de ésta, el Francmasón comprueba también que las jerarquías con las que él colabora le han transmitido, en diferentes grados, los místicos rituales espirituales de todas las Escuelas del pasado, y que si se arriesga a ocupar un puesto en el plan, no debe entrar a este sagrado estudio teniendo en vista lo que pueda sacar de él, sino en lo que puede ser útil en la expansión de esta trascendental labor.
En la Francmasonería yace oculto el misterio de la evolución, igual que la solución al problema de la existencia y la ruta que el estudiante debe seguir con el objeto de unirse conscientemente a aquello que realmente constituye los poderes latentes tras de los procesos nacionales e internacionales. El verdadero estudiante comprueba, sobre todo, que la obtención de grados no convierte al hombre en un Francmasón. Un Francmasón no es el producto de un nombramiento; es un evolucionado, y debe darse cuenta de que el lugar que ocupa en la logia exotérica no significa nada en comparación con su puesto en la logia espiritual de la existencia. Debe descartar, para siempre, la idea de que puede ser instruido en los Misterios sagrados (o que le pueden ser comunicados oralmente); o que el ser miembro de una organización basta para mejorarlo en todo aspecto. Debe comprender que su deber consiste en construir y desarrollar las trascendentales enseñanzas en su propio ser: que nada, salvo su propio ser purificado, puede abrirle la puerta de los impenetrables arcanos de la conciencia humana, y que sus ritos masónicos deben ser eternamente especulativos hasta que los haga operantes, viviendo la vida del Francmasón místico. Sus responsabilidades kármicas aumentan con sus oportunidades. Los que se hallan rodeados de sabiduría y oportunidad para progresar por sí mismos y no aprovechan tales oportunidades, son obreros perezosos que, espiritual, si no físicamente, serán arrojados del templo del Señor.
La Orden Masónica no es una mera organización social, sino que está compuesta por todos cuantos se han comprometido ante sí mismos y ante sus hermanos a aprender y practicar juntos los principios de misticismos y de los ritos ocultos, no por antiguos menos eternos. Son (o deberían ser) filósofos, sabios, individuos de mente equilibrada, dedicados a la Francmasonería, y comprometidos en aquello que más quieren: trabajar para que el mundo sea mejor, más sabio y más feliz, porque ellos lo vivieron. Los que penetran el valor de estos ritos y pasan entre columnas buscando prestigio o ventajas de índole material, son blasfemos, y aunque en este mundo podamos considerarlos como gente de éxito, en realidad los fracasos cualitativos les han cerrado las puertas del verdadero rito, cuya clave es el desinterés y cuyos obreros han renunciado a los bienes tangibles del momento.
En épocas pretéritas se requerían muchos años de preparación para que el neófito lograra la oportunidad de ingresar al templo de los Misterios. De este modo, el frívolo, el curioso, el débil de corazón, y los incapaces de resistir las tentaciones de la vida, eran automáticamente eliminados por su incompetencia para llenar los requisitos de admisión. El candidato triunfante a su paso entre columnas, ingresaba al templo dándose cuenta perfecta de su sublime oportunidad, de su trascendente obligación, y del místico privilegio ganado por sí mismo en el curso de años de ardua preparación. Sólo son verdaderamente Francmasones los que ingresan al templo reverentemente, los que no buscan ni loas efímeras, ni cosas de la vida, sino los tesoros eternos, y cuyo único deseo es conocer el verdadero misterio de la Orden en donde pueden reunirse como honestos obreros con los que vivirán como constructores del Templo Universal en el futuro.
El Ritual masónico no es una ceremonia, sino una vida que vivir. Sólo son verdaderamente Francmasones aquellos que, habiendo dedicado sus vidas y fortunas al altar de la llama eterna, emprenden la construcción de un edificio universal del cual son conscientes, y su Dios, el arquitecto viviente. Cuando tengamos Francmasones así, la Orden volverá a ser operante, el flamígero triángulo brillará con redoblado esplendor, el difunto hacedor se levantará de su tumba y la Palabra perdida, tanto tiempo oculta al profano, se revelará otra vez, con el poder que renueva todas las cosas.  En las páginas que siguen aparece alguna cantidad de pensamientos para estudio y meditación de los hermanos, los constructores de su templo interior. Son claves que, sólo leídas y no profundizadas dejarán al estudiante todavía en estado de ignorancia; pero que, de ser vividas, lograrán transformar a la Francmasonería predominantemente especulativa de hoy en la Francmasonería operante del mañana, en que cada Masón, dándose cuenta de su propio puesto, verá cosas que nunca viera antes, no porque ellas no estuvieran presentes, sino porque era él quien estaba ciego. Y no hay más ciego que el que no quiere ver.


Manly Palmer Hall

Friday, August 24, 2018

El Arca de la Alianza - Manly Palmer Hall

EL ARCA DE LA ALIANZA

Manly Palmer Hall


Uno de los símbolos más interesantes que han llegado hasta nosotros desde  la  antigüedad  es  el  del  Arca,  o  la  caja  que  se  dice que contenía las reliquias sagradas. Mucha gente cree que pertenece particularmente a la nación judía, pero es un gran error, porque ha sido el derecho de nacimiento de todos los países tener el Arca. Todas las naciones, como el pueblo judío, perdieron gran parte de su poder y gloria cuando perdieron el Arca sagrada. En la antigua Caldea y Fenicia, el Arca era bien conocida. La India la celebra como el Loto, y los antiguos Egipcios explican cómo el dios de la luna, Osiris fue encerrado en un arca. En todas las Religiones de Misterio del mundo, individualmente y cósmicamente, el arca representa la fuente principal de la sabiduría. Sobre la Shekinah se cierne de gloria, como una columna de fuego por la noche y una columna de humo durante el día. Cada país ha visto y sentido su presencia cuando los Reyes Sacerdotes e Iniciados sacaron de una antigua civilización, perdida a causa de la cristalización, el Arca sagrada, y rodeada de los fieles a la verdad se la llevan a otras tierras y pueblos. 

En todos los credos y religiones encontramos la cristalización. Nos encontramos con pequeños grupos de gente que se separan de su hermano el hombre. Encontramos a aquellos que, aferrándose a lo viejo, se niegan  a  avanzar con lo nuevo y cada vez que nos encontramos con esta cristalización, nos encontramos con el espíritu de verdad llevado a otras personas y encarnada en otras doctrinas. El Arca antigua de los israelitas nunca fue retirado de las varas, el cual fue llevado y trasladado, hasta que finalmente se colocó en el templo de Salomón. Ni tampoco descansa el fuego espiritual del hombre hasta que finalmente está entronizado en el lugar sagrado de su templo solar. Sus portadores llevan esta verdad sagrada siempre en dirección al sol naciente.

Las naciones nacen de quienes aman la verdad, y son enterradas cuando  la olvidan. Llego el momento en que sus portadores silenciosos tomaron el Arca sagrada y la gloria de Shekinah, y en fila solemne cruzaron las aguas y las llevaron al nuevo mundo. La llamada ha sonado a través del universo, y los que son fieles a sus principios más elevados han rodeado el Arca sagrada. Quienes han jurado alianza a su propio ser superior siguen a los sacerdotes y su carga sagrada, y están construyendo un templo hermoso y misterioso en esta bella tierra nuestra, amada y custodiada por aquellos que están trabajando por la humanidad. Las varas todavía están en el Arca, y sin embargo, permanecerán sólo hasta que el verdadero bien pueda realizarse.

La oportunidad la está afrontando ahora el mundo occidental. El conocimiento de los antiguos, la sabiduría de los tiempos está llamando a la puerta y buscando a aquellos que la siguen. Los portadores del Arca se detuvieron y están reuniendo un núcleo de almas espirituales para continuar su trabajo, y la palabra del Señor permanecerá con la nación que dependa de sus propias acciones, y las acciones de una nación son el conjunto de las acciones  de sus habitantes. Si aquí no encuentran nada en armonía con sigo mismo, si encuentran pocos que respondan a su llamada, la llamada de servicio y fraternidad, entonces sus sacerdotes levantarán de nuevo las varas y se llevarán la obra sagrada a otras tierras.

La vida de un país que se ha ido de este modo, será absorbida en el olvido como la antigua ciudad de la Puerta Dorada. La llamada está sonando, y los que aman la Verdad, piensan y aprecian la Luz deben unirse a este grupo de servidores que desde hace siglos están dedicados a la preservación de la Verdad. Han dado su vida miles de veces, la felicidad ha sido segundaria para su deber. Ellos son los guardianes de la Palabra Sagrada, y la ley de la atracción les atraen a todos los que aman y viven la Verdad. Les llega una gran afluencia de luz espiritual a los que viven la vida, han aprendido la doctrina, y sin importar el clan o el país se han unido a la fila silenciosa de vigilantes y trabajadores en torno a la sagrada Arca de la Alianza. Cada individuo por sus acciones diarias está expresando más claramente que con palabras sus ideales, sus deseos, y su actitud hacia esta gran obra. La actitud compuesta de un número determinado de personas bien los excluye o los deja entrar en la luz. Por lo tanto, cada individuo tiene un gran deber, un gran trabajo que realizar, y el verdadero estudiante debe dedicar su vida a ello. Entonces a dondequiera que vaya, haga lo que haga,  estará siendo guiado, y la gloria de Shekinah dirigirá sus pasos.

En el cerebro del hombre, entre las alas de los querubines hincados, está el propiciatorio, y allí el hombre habla con su Dios, como el sacerdote del tabernáculo habló con el espíritu del Señor flotando entre las alas de los Ángeles. El hombre de nuevo es el Arca, y dentro de él están los tres principios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, las Tablas de la Ley, la Urna de Maná, y la Vara que Reverdeció. Pero como en el caso de los antiguos israelitas, cuando se cristalizaron, la urna de maná y la vara que reverdeció fueron retiradas del Arca, y lo único que quedó fueron las tablas de la ley. Cuando el individuo cristaliza y excluye diferentes puntos de vista de su mente, excluye la fuerza vital que fluía hacia él. Al rechazar lo desconocido, excluye su propia vida, y todo lo que le queda son las tablas de la ley, las razones materiales por las cuales la vida espiritual se ha ido.

El Templo de Salomón, o el templo del cuerpo humano, el templo del universo perfeccionado, y el templo del alma, finalmente forma el santuario perfecto para el Arca viviente. Allí, en la cabeza de una gran cruz se coloca al hombre y queda fijado permanentemente. Las varas de la polaridad en las que era llevado son removidas, y se convierte en un ser vivo, un lugar permanente donde el hombre conversa con su Dios. Allí el hombre, el sacerdote purificado, vestido con las ropas de su orden, las prendas de su alma, conversa con el espíritu se cierne sobre el Propiciatorio. Esta Arca interior está siempre  presente, pero el hombre sólo puede llegar a ella después de haber pasado a través del atrio exterior del Tabernáculo, después de haber pasado por todos los grados de la iniciación, después de haber adoptado la Tercer Grado y se convierta en un Gran Maestro. Entonces y sólo entonces puede entrar en presencia de su Señor, y allí en la cámara oscura, iluminada por las joyas de su coraza, conversa con el Altísimo, la verdadera esencia espiritual en su interior.

Estamos trabajando en esta dirección, y llegará el momento en que cada persona por sí misma conocerá el misterio del Arca, cuando el estudiante a través de la purificación sea llevado a través de la puerta del Lugar Santísimo y esté envuelto por la Luz de la Verdad. Este era su derecho de nacimiento que vendió por un plato de lentejas. “Para esto ha venido al mundo, para dar testimonio de esta verdad, que por medio de esta luz todos los hombres puedan ser salvos.” El Arca, ese gran principio espiritual, rodeado de sus amorosos trabajadores, está llamando a todos a seguirla.

Cuando a través de la materialidad y la degeneración un gran pueblo es destruido o se hunde un continente bajo el océano, entonces aquellos que son verdaderos son llamados en torno al Arca, y como fieles servidores son guiados fuera de la tierra de tinieblas hacia el nuevo mundo y un paraíso prometido. Todas las grandes enseñanzas establecen lo mismo. El estudiante encontrará que eso es verdad, y cuando se alía con los poderes de la Luz, cuando se convierte  en un canal para su expresión, y cuando la irradia de sí mismo a todos los que la necesitan, entonces ciertamente será protegido por la Luz y se convertirá en un Sol de Dios.

Digitalizado por el Portal Masónico del Guajiro - Rolod

Tuesday, May 29, 2018

Una Reforma Contemporánea del Martinismo Papusiano


UNA REFORMA CONTEMPORÁNEA DEL MARTINISMO PAPUSIANO

EL SAN-MARTINISMO DE LA SOCIEDAD DE LOS INDEPENDIENTES



Reunidos, casi dos siglos después del Nacimiento al Cielo del teósofo de Amboise, el 14 de octubre de 2003, para considerar honestamente el estado de  la situación de la herencia sanmartiniana, nos pareció de una evidencia extrema la distancia que separa a la mayoría de círculos que reivindican del Filósofo Desconocido su pensamiento original, según la idea que se han impuesto para proseguir cada uno, en sus diversos grados, las metas y los objetivos que han tomado como propios, trabajando sobre sujetos bien distintos, al menos, de las intenciones primeras de este buen maestro que no dudó en definirse como “amigo de Cristo”.
Así pues, un examen serio de lo deseado verdaderamente por Saint- Martin para sus íntimos, nos muestra de inmediato la fosa, por no decir el abismo, que nos mantiene actualmente alejados de la obra “sanmartiniana” efectiva.
Es por esto que nos ha parecido imperativo, por la exigencia de nuestros deberes en tanto que discípulos sinceros que desean ser fieles y respetuosos con el espíritu y las intenciones del Filósofo Desconocido, emprender una clase de restablecimiento del espíritu sanmartiniano, y constituir, o más exactamente despertar, más allá pero también a partir de nuestras propias cualificaciones Martinistas, bendecidos y apoyados en ello por los bondadosos y valiosos consejos de nuestro añorado Hermano y Padre Robert Amadou  (1924-2006), esta “Sociedad de los Independientes”, Sociedad imaginada y esperada antaño por Saint-Martin, de tal forma que en ella se pueda efectuar, lejos del ruido y  del mundo, el lento proceso de purificación, de regeneración, de santificación y de reconciliación, proceso esencial fundamentado sobre la plegaria interior, nutrido por la oración y sustentado por la humildad del corazón.
Bajo los auspicios de esta “Sociedad de los Independientes”, “y de la profunda doctrina a la que se aplican sus diferentes miembros” (El Cocodrilo, Canto 15), fue edificada, bajo el respeto a los principios sanmartinianos, no una “Orden” Martinista1  más entre las innumerables Órdenes que se declaran y se


1 “El Martinismo es la doctrina, la gnosis judeo-cristiana de Martines de Pasqually que se encuentra integralmente en el seno de la Orden de los Élus Cohen, y que fue desarrollada por sus dos discípulos más próximos, Jean-Baptiste Willermoz que la introdujo en el seno del Régimen Escocés Rectificado, y Louis-Claude de Saint-Martin, verdadero maestro espiritual y filósofo religioso, que firma con el seudónimo de Filósofo Desconocido sus valiosos libros de teosofía. Aunque Louis-Claude de Saint-Martin no fundó nunca ninguna Orden, Papus (el Dr. Gérard Encausse) lo hizo al comienzo del siglo veinte, atribuyendo la paternidad al  Filósofo Desconocido, y todas las Órdenes Martinistas hasta hoy se remontan hasta esta creación de Papus.


presentan como tales, sino la pequeña “Sociedad” deseada por el Filósofo Desconocido, a saber, la reunión de los Servidores Incógnitos, de estos “Independientes” que han acogido el mensaje del Evangelio considerándose, simplemente, como pobres discípulos de Cristo Jesús, Nuestro divino Maestro, Reparador y Señor, יהשוה .
Así pues, es nuestro deseo:

Ø  Orar y “operar” con Saint-Martin, “purificándonos”, sabiendo que, según el Filósofo Desconocido: “No es la cabeza lo que debe romperse para avanzar en la senda de la verdad, sino el corazón”.
Ø  Hacer un buen uso, “depurado” y limitado, de los símbolos legados por la Tradición Martinista, reforzando de esta forma la transmisión iniciática  de las enseñanzas del Filósofo Desconocido, es decir, las que él dispensa en vida a sus escasos íntimos.
Ø  Constituir, en cierta forma, una Escuela activa de teosofía2 “sanmartiniana”.

Y tal es la obra que le es impuesta a los miembros de esta “Sociedad” pensada por Saint-Martin como una Fraternidad del Bien, una Sociedad cuasi religiosa, a saber, la Sociedad de los Hermanos, silenciosos e invisibles, que consagran sus trabajos a la celebración de los misterios del nacimiento del  Verbo en el alma; círculo íntimo de los piadosos Servidores, reagrupados, según el deseo del Filósofo Desconocido, y a fin de responder a su voluntad inicial y primera, en “Sociedad de los Independientes”, que no tiene “ninguna especie de semejanza con ninguna de las sociedades conocidas” (El Cocodrilo, Canto 14); “Es esta Sociedad la que os anuncio como siendo la única en la Tierra que constituye una imagen real de la sociedad divina, y de la que os informo que soy su fundador” (El Cocodrilo, Canto 91).
En una fórmula de la que tenía incontestablemente el secreto, y  que Robert Amadou gustaba a menudo repetir, Louis-Claude de Saint-Martin nos presenta los medios para realizar el largo trayecto en dirección al Santuario interior a fin de contemplar la incomparable Gloria del Eterno y prosternarse ante la infinidad de su Amor, fórmula que resume todo el programa sanmartiniano tal como lo practicamos: “Tenemos siempre el altar con nosotros que es nuestro corazón, al Sacrificador que es nuestra palabra y el sacrificio que es nuestro cuerpo” (Lecciones de Lyon, nº 76, 25 de octubre de 1775, SM).
Es por lo que, Saint-Martin, y aquellos que reivindican su pensamiento,  se reúnen  bajo  el nombre de “Sociedad  de  los  Independientes”,  tal es  la obra


Digamos que se trata, en realidad, de una “filiación de deseo””. (Robert Amadou, Prefacio al Tratado de la Reintegración).
2 Se debe entender esencialmente por “Teosofía”: la ciencia de los misterios.


auténtica, tal es el itinerario en el cual nos hemos comprometido, alejando de nosotros las largas rutas espaciosas que conducen a los precipicios y a la ruina, pues conservamos con devoción en la memoria la pertinente sentencia del Filósofo Desconocido: “Desgraciado aquel que no funda su edificio espiritual sobre la sólida base de su corazón en perpetua purificación e inmolación por el fuego sagrado” (Retrato, 427).
Por lo tanto, se nos pide entregarnos por completo, abandonarnos y abalanzarnos con confianza en los brazos del Señor sin intentar querer seguir aferrándose a viejas ramas muertas, al igual que se nos exige igualmente, en un movimiento similar, someternos al misterio del Amor infinito y entrar en la pura comunión del Cielo, siguiendo en esto los valiosos consejos que nos da, más  allá de la distancia de los siglos, Louis-Claude de Saint-Martin: “Alma humana, únete al Cielo que ha aportado sobre la tierra el poder de purificar todas las sustancias; únete a aquel que, siendo Dios, solo se da a conocer a los simples y a los pequeños, y se deja ignorar por los sabios” (El Hombre de Deseo, § 201).

La esencia espiritual del san-martinismo

El San-Martinismo, del que la Sociedad de los Independientes encarna su expresión, después de haberse ocupado de dar a conocer su sentido, respetuoso con la historia de la Orden Martinista en la cual se inscribe, es, no obstante, una reforma contemporánea del martinismo papusiano, reforma emprendida a fin de inscribir el proceso iniciático de las almas de deseo en la más pura tradición de Saint-Martin, para poder poner en práctica, efectivamente, el programa de la “vía según lo interno” fijada por el Filósofo Desconocido a sus íntimos, obrando por la meditación y la oración interior para la purificación del corazón, de tal forma que sea Dios mismo quien venga a orar en nosotros.
Como decía Saint-Martin: “Debemos atraer el modelo sobre nosotros y formar de este modo la más sublime unión que jamás podría hacer ninguna teúrgia ni ninguna ceremonia misteriosa de las que las otras iniciaciones están llenas… la teúrgia que emplea la naturaleza elemental, como tal, la creo inútil y extraña a nuestro verdadero teurgismo, donde no hay más llama que nuestro deseo ni más luz que la de nuestra pureza” (Carta a Kirchberger, 19 de junio de 1797).
Es cierto que subsiste una tradicional referencia a Saint-Martin en el espíritu de la gran mayoría de miembros de las Órdenes que se declaran “Martinistas”, apoyada y reforzada por la evocación ritual realizada, por su  título de guía eminente y afortunado fundador, durante el encendido de las luminarias, pero está, desafortunadamente, desnuda por lo general de toda dimensión “operativa” y de consecuencia práctica, señalando, en la mayoría de los casos, una especie de reconocimiento sentimental respecto a un Maestro


evidentemente venerado, pero singularmente ignorado desde el punto de vista doctrinal, incluso, desgraciadamente, totalmente abandonado y relegado a un segundo plano en favor de curiosas “vías” nada compatibles, ante toda  evidencia, con las ideas y los principios fundamentales del teósofo de Amboise. Ante esta situación, resulta fácil pensar a cualquiera que haya frecuentado las múltiples estructuras Martinistas existentes (y sin ánimo de juzgar, con toda caridad fraternal, la sinceridad individual de los que las forman, sinceridad que en ningún momento ponemos en duda), que parece, no obstante, vital y necesario, a dos siglos del nacimiento al Cielo de nuestro Maestro, comprometerse en una investigación honesta ante estos planteamientos y cuestionarse, con toda franqueza y rigor, sobre la autenticidad de su evolución.
En este sentido, un examen serio de lo deseado verdaderamente por Saint- Martin para sus íntimos y lo que proponen los grupos actuales, nos demuestra inmediatamente la distancia que separa, a veces radicalmente, la actividad de los Martinistas contemporáneos de la obra “san-martiniana” efectiva.
Es por esto que nos ha parecido imperativo, por la exigencia de nuestros deberes en tanto que discípulos sinceros que desean ser fieles y respetuosos con el espíritu y las intenciones del Filósofo Desconocido, emprender una clase de restablecimiento del espíritu sanmartiniano, y constituir, o más exactamente despertar, más allá pero también a partir de nuestras propias cualificaciones Martinistas, bendecidos y apoyados en ello por los bondadosos y valiosos consejos de nuestro añorado Hermano y Padre Robert Amadou (1924-2006), esta “Sociedad de los Independientes”, Sociedad imaginada y esperada antaño por Saint-Martin, de tal forma que en ella se pueda efectuar, lejos del ruido y  del mundo, el lento proceso de purificación, de regeneración, de santificación y de reconciliación, proceso esencial fundamentado sobre la plegaria interior, nutrido por la oración y sustentado por la humildad del corazón.

“Toda la Sociedad de los Independientes tenía también la mirada puesta en los grandes acontecimientos que estaban ocurriendo; cada uno de los miembros de la Sociedad resplandecía de exaltación al ver acelerarse así el reinado de un poder justo y el triunfo de la Verdad. Se oyeron entre ellos cánticos sagrados entonados con antelación, y nuevos anuncios proféticos sobre los éxitos aún mayores que estaban por venir para coronar la buena causa”.
(Saint-Martin, El Cocodrilo, Cántico 62)

“La única iniciación que predico (…), es aquella por la que podemos penetrar en el corazón de Dios, y hacer entrar el corazón de Dios  en


nosotros, para hacer un matrimonio indisoluble que nos haga el amigo, el hermano y la esposa de nuestro Divino Reparador”.
(Saint-Martin a Kirchberger, 19 de junio de 1797)

“Tenemos siempre en nosotros el altar que es nuestro corazón, al Sacrificador que es nuestra palabra y al sacrificio que es nuestro cuerpo”.
(Saint-Martin, Lecciones de Lyon, nº 76, 25 de octubre de 1775)