Saturday, June 4, 2016

Simbología de la Espada - F.·. L.·. Ishaaeón





SIMBOLOGÍA DE LA ESPADA



Por F.·. L.·. Ishaaeón

Todos los Martinistas sabemos que en cada símbolo de nuestro templo se encuentra velada una verdad trascendente. En una permanente lectura del libro del hombre y del libro de la naturaleza avanzamos con algunos mojones que nos indican la rectitud de nuestro andar y el valor del esfuerzo. Nuestros símbolos nos ayudan a develar nuestra realidad interior al vivenciarlos y darles la correcta dimensión.

Vamos a desarrollar una somera visión de uno de ellos: la espada.

Asimilada durante siglos a la idea de arma y elemento de conquista, su concepto y utilización ha sido consagrado en el ámbito iniciático por los pensamientos y la conducta de dedicados estudiantes de los misterios a valores diferentes. A lo sumo es lo que detiene por la fuerza de su ideal a nuestros errores y nos conquista para la luz...

No es solo el saber, es el comprender y utilizar lo que nos da el completo conocimiento de cualquier símbolo...

La espada que reposa sobre la mesa del maestro tiene un simbolismo definido, es el símbolo primario de la fuerza que defiende a nuestros hermanos y hermanas en la invisible presencia de la egregor contra todo ataque externo y nos da los parámetros para el orden interno de la Heptada.

En este punto debemos ahondar el por qué la espada tiene ese carácter defensivo y ordenador. Dentro de nuestra tradición occidental es marco de referencia del ideal caballeresco. Es el poder que puede destruir el mal y preservar la justicia. Es las fuerzas de la luz y el orden enfrentadas a la de la oscuridad y el caos.

Es por ello que se convierte en un Axis Mundi en relación a determinados principios; en ella se encuentran representados: el honor, el valor, el poder, la verdad, la rectitud, el equilibrio.

Dentro de su construcción el plano espiritual representado por la hoja toma contacto con el plano material representado por la empuñadura para plasmar en los mundos material y espiritual la voluntad de quien tiene el conocimiento y el poder para empuñarla.

Por ello que a los caballeros les era dado el “espaldarazo” al ser consagrados (por otro caballero) como tales.

Al encontrarse asociada desde tiempos inmemoriales a la luz y al fuego, su empleo constituye una purificación, tal como se encuentra expresado en la alquimia donde representa el fuego purificador.

Dentro de los relatos de caballería representa la fuerza espiritual del caballero, y a este respecto podemos decir que es reflejo de la autoridad al encarnar quien la empuña los ideales citados anteriormente.

Los materiales en los cuales está construida tienen particulares simbologías que no desarrollaré en este estudio. Recordemos que es uno de los elementos utilizados dentro de lo que se llamó en siglos pasados la magia práctica. Como ejemplo podemos citar que el hierro para los romanos simbolizaba al Dios Marte y tenía la capacidad de ahuyentar a los espíritus malignos.

Pero hay algo a lo que sí debemos referirnos y es al temple, para que una espada tenga utilidad debe estar templada, al igual que un iniciado... Templar significa tomar conciencia de su propia esencia y sutilizar los cuerpos transformándolos en instrumentos apropiados para tal esencia. Cuando un individuo templa es cuando alcanza una realización interior de continuo equilibrio con las leyes del UNO; sin necesidad de mediar su mente su accionar es el correcto, cumple como lo expresa uno de nuestros discursos el óctuplo sendero.

Otro simbolismo es su referencia al Verbo, dentro del cristianismo representa al espíritu y la palabra de Dios, obrando en ella un ser con voluntad propia. De allí la medieval costumbre de darle nombre a las espadas. Cito como ejemplo una de las más famosas: Excalibur, su más antiguo nombre es Caliburn que significa “la que hace una marca a fuego en la materia”, dejo a vosotros sacar las conclusiones entre su simbología de palabra divina y lo antes citado sobre la realización en los planos espiritual y material y su referencia a quien puede empuñarla.

La espada occidental es recta y tiene referencia a la tradición solar y un simbolismo que cae dentro de lo fálico en atribución a su energía regeneradora que destruye la injusticia y la ignorancia generando paz y justicia, el poder de la luz envainada en la oscuridad de las posibilidades del no-ser y que al ser empuñada en un relámpago denota realización, actividad, acción...creación.

Un capítulo aparte merecería la realización interior y exterior del héroe que tiene las facultades del uso de la espada. Entre la mitología y la realidad multitudes de iniciados empuñaron la espada para defender milenarios ideales. En la antigua tradición celta encontramos la invencible espada del dios LUG, divinidad de la luz.

Arturo, Sigfrido, arquetipos que tuvieron la capacidad de liberar o recomponer sus espadas. Aquel que la puede sacar (empuñar) de su prisión ó recomponer si se encuentra rota recompone el desorden y es capaz de restaurar el orden ideal.

Es aquel que utilizando su voluntad, iluminado por la luz del ideal, decide restaurar para sí y para otros la armonía perfecta, la armonía cósmica. Quien ha demostrado ser merecedor de tal don.

Asimismo dentro de nuestros rituales se nos señala que nuestra espada ritualística representa la dualidad, lo positivo y lo negativo, y en ello se nos indica un sendero en el medio. Con ello se dispone el orden interno de nuestra Heptada, pues es en esa correcta actitud y acción que podemos desarrollarnos y progresar tanto como individualidad o como grupo.

Se nos dice que entre la ley y la espada se encuentra el correcto accionar de los hermanos, hay quienes pueden creer que hace simplemente referencia a la ley y al castigo, hilando mucho más fino podemos decir que nuestro sendero se encuentra entre nuestra realidad física como Heptada y los arquetipos que nos brindan nuestros símbolos.

La espada es entonces la vía de la inteligencia y la conducta, tomando conciencia de nuestro eje interno, el sendero del medio que nos conduce a la reintegración, el camino del iniciado.

Equilibrando los filos de nuestro espíritu siendo intermediarios de la Voluntad Superior.

La correcta ó incorrecta forma de utilizar un símbolo está en nosotros, nosotros buscamos el acierto ó el error y por él somos responsables.

Si salimos del sendero del medio nos quedan los filos...

Hermanos míos, todos tenemos nuestra espada, el verbo, que como los antiguos caballeros hace retroceder a los dragones de la ignorancia, la mentira, la ambición, las tinieblas y el caos... construyendo entre nosotros una fraternidad , una egregor pujante y realizadora de los ideales de nuestros Maestros del pasado, los Superiores Incógnitos...

Nosotros, Martinistas, caballeros de la verdad, debemos llevar los fecundantes principios de nuestra Orden a la totalidad de la sociedad, allí donde nuestros pasos nos lleven, pero con la discreción necesaria.

No limitaremos nuestra acción a los templos, sino al Gran Templo que es la creación y a la gloria del Gran Arquitecto del Universo.

Tal vez ahora vemos por qué la espada se nos brinda, como decíamos al principio, como elemento defensivo y ordenador; si cada hermano se hace uno con su simbolismo es materialmente imposible otro destino. Si encarna en él los valores y conocimientos necesarios la fraternidad y la unión surgen instantáneamente. Pues quien puede velar mejor por un hermano que otro hermano. La espada que el Maestro de la Heptada tiene la autoridad para utilizar es también nuestra pues nos hemos adherido a su simbología y la respaldamos con nuestro conocimiento, nuestro poder interior.

Somos iniciados y conocemos el lenguaje secreto... el silencio y la acción son nuestro sello, tal como nuestro Venerable Maestro firmó sus inspiradores escritos...


Filósofos Desconocidos.

Friday, June 3, 2016

Sinopsis del Tratado de la Reintegración de los Seres - Martínez de Pasqually




SINOPSIS
DEL
TRATADO DE
LA REINTEGRACIÓN DE LOS SERES
Martínez de Pasqually




En realidad el “Tratado sobre la Reintegración de los Seres” es una especie de sumario y versión secreta de los primeros libros del Pentateuco, en particular del Génesis y del Éxodo. En él, Pasqually explica su didáctica de la creación de Adán y Eva, trata del Pecado Original, cuenta la historia de la posteridad de la pareja y de los descendientes de Caín y Seth, describe el diluvio, después pasa a Noé, a Abraham y su descendencia, a la generación de Isaac, narra el Éxodo de Egipto, después escribe ampliamente sobre el papel jugado por Moisés, habla de los Jueces y luego de pronto se detiene.
El legislador de los hebreos es la figura central del autor. Bajo el pretexto de explicar la enseñanza que Moisés dio como portavoz de Jehová ante el pueblo de Israel, Pasqually le admira como “el que habla con la verdad de acuerdo con el Eterno” y así presenta las doctrinas metafísicas que enseñaba a los Élus-Cohën, como reveladas por el mismo Dios. Esta tendencia es evidente en la segunda parte, aunque puede ser notada también en la primera, y sirve para ilustrar alegóricamente las doctrinas místicas expuestas en el Tratado. Estas Doctrinas constituyen una cosmogonía y antropología; afirman tener la clave del destino del hombre, pasado, presente y futuro, y se justifican mediante una exégesis bíblica que extrae sus métodos del simbolismo, aritmosofía y geometría mística.
La cosmología del Tratado es esencialmente neumatológica. “Antes del comienzo del tiempo, Dios emanó seres espirituales”. “Estos seres espirituales emanados de la esencia divina cuaternaria se distinguieron entre ellos por sus virtudes, poder y nombres. Formaron cuatro clases, mucho más poderosas que las de los Querubines, Serafines, Arcángeles y Ángeles que Dios creó después, porque tenían en sí mismos una parte del poder divino”. Solamente estos “seres divinos espirituales” habían emanado directamente de Dios y estaban dotados de divinidad como “la semilla de la reproducción de las formas”, e innatos en los diferentes organismos que componen el universo material son “reales e imperecederos”, es decir, que tienen una existencia personal, absoluta y eterna; siempre existirán “en el círculo de la divinidad”.
Pero sucedió que algunos de estos seres divinos espirituales prevaricaron abusando de la libertad que Dios les había dado. Dios, en efecto, permitió que los seres emanados tuvieran libertad para actuar “de conformidad con sus pensamientos y voluntad particulares”, aunque “Dios puede leer el pensamiento solamente después de que éste ha sido concebido y no puede destruir la voluntad de los seres espirituales”.
Los seres espirituales rebeldes desearon jugar un papel superior que el que se les había asignado. Como “agentes secundarios” actuaban solamente como instrumentos de la divinidad. Sin embargo, llenos de orgullo, desearon también emanar seres espirituales que dependieran exclusivamente de ellos. Así, infringieron el Poder Divino Todopoderoso pretendiendo dar nacimiento por su propio poder a las “Causas tercera y cuarta”.
La caída de los primeros seres espirituales que es el “principio del mal espiritual”, tuvo tres consecuencias importantes. Primero, dios creó el mundo material “para que fuera un lugar donde habitasen los espíritus perversos, para que actuasen y ejercieran su malicia (privados de la comunicación con Dios) y fuese así la limitación de sus malas operaciones”. En esta prisión (el mundo material) los espíritus caídos, al no ser ya parte de la divinidad, que había roto todas sus conexiones con ellos, se “emanciparon”, esto es, se liberaron no solo en cuanto a su propia voluntad sino que también actuaron independientemente en la región que se les asignó.
El sentido de la palabra “emancipación” no siempre se muestra de forma clara. Pasqually parece haber distinguido en principio:
1.     Emanación: Es el estado de los espíritus que existen en el círculo de la divinidad actuando de acuerdo con su proyecto.
2.     Emancipación: Es el estado de los espíritus enviados por el Creador a otros círculos donde pueden gozar según su propio riesgo, de una completa libertad de acción. Así es como define al hombre actual. “un ser emancipado del círculo divino”.
Sin embargo, ocurre que también usa la palabra “emancipado” en el sentido de “emanado”, como por ejemplo cuando dice “emancipación divina” para significar “emanación”. La terminología problemática del Tratado contribuye mucho a su oscuridad.
 La Divinidad entonces, para poder poner una especie de guardián a esta prisión, produjo una segunda emanación, la del “Menor Espiritual”, comúnmente llamado Adán o el “Primer Padre Temporal”, que los iniciados llaman Réau o Roux, término que significa “Hombre-Dios”, muy fuerte en virtud, sabiduría y poder. Este ser espiritual, dotado con los tres dones: “pensamiento, imagen y semejanza del creador”, fue creado para oponerse continuamente al “demonio malo, para combatirle y restringirle”. Para poder hacer esta tarea recibió el mismo poder que se le había dado a los primeros Espíritus en el momento de su emanación. Adán fue superior y mayor debido a su status y poder glorioso para mandar, conferido por el Creador.
Todos los Espíritus fueron subyugados a él, los perversos porque habían perdido su poder original como castigo por su prevaricación, y también los buenos Espíritus porque el Menor había recibido en su emanación el poder que fue dado originalmente a los Espíritus en primer lugar. “Como la prevaricación de los Espíritus ocurrió antes de la emanación de los Menores, estos no podían estar manchados ni contaminados; también como no ocurrió ningún cambio en esta clase, es ésta la razón por la que fueron depositarios del gran poder de divinidad”. El formidable poder cuaternal (autoridad sobre los espíritus), fue conferido sobre los Menores debido a que eran “Espíritus puros e inmaculados, emanados del seno de Justicia y santidad para manifestar el poder y gloria del creador”.
El Primer Adán, que representa la clase de Espíritus Menores en la historia bíblica, fue colocado en la jerarquía celestial inmediatamente después del Creador. Él no tenía ni una partícula de materia en su ser. En verdad tenía asumida una forma, pero era una “forma gloriosa” que le capacitaba para actuar sobre las “formas activas y pasivas” (organismos vivientes y cuerpos inanimados).
Pasqually probablemente dio este significado por analogía con la Shekinah, la nube ígnea a través de la cual Jehová reveló su presencia en el seno de la zarza ardiente y en el propiciatorio del Sanctus Sanctorum. La manifestación luminosa por la cual la divinidad se hizo perceptible a los sentidos de los seres humanos no tenía nada material según la concepción judía. Esta idea inspiró la escena de la transfiguración de Jesús. Los Élus Cohen testificaron acerca de cierta luminosidad en sus ceremonias teúrgicas y consideraban que habían obtenido resultados satisfactorios cuando la veían.
Este “Dios Emanado”, a quien estaban sujetos todos los ángeles, era el Discípulo del Creador. Su poder se extendía sobre todo el universo o “creación universal”, y sobre todas sus partes, esto es, sobre la tierra o “creación general”, “esa parte general de la que emanan todos los elementos necesarios para dar sustancia a lo particular”, y sobre la “creación particular” o conjunto de seres existiendo en “el cuerpo celestial así como en el terrestre”, significando “particular” “todos los seres vivientes activos y pasivos, desde la superficie terrestre y su centro hasta el centro celestial llamado misteriosamente por los Iniciados <los cielos de Saturno>. En resumen, el universo, la tierra y todos los habitantes de los círculos celestiales fueron sometidos al Primer Adán.
Finalmente, debido a la revuelta de los primeros seres espirituales, “todos los Espíritus, incluso los que seguían siendo leales, fueron sometidos a los Menores y  los habitantes del mundo divino sintieron los efectos de la primera prevaricación, y así será hasta el final de los tiempos. Ellos están pagando por el crimen de los Primeros Espíritus, lo mismo que los espíritus Menores están pagando por el crimen del primer hombre”. “Tan pronto como los espíritus perversos fueron alejados de la presencia del Creador, los Espíritus inferiores y los Menores ternarios recibieron el poder de operar la ley inherente en ellos para producir esencias espirituales, para formar el mundo temporal, para contener a los prevaricadores dentro de los confines oscuros de la privación divina. Al recibir este poder fueron emancipados inmediatamente; su acción que era pura, espiritual y divina, cambió tan pronto como los Espíritus hubieron prevaricado; eran desde entonces sólo seres espirituales temporales encargados de ejecutar las diferentes leyes que el Creador les prescribía para la realización plena de Su voluntad. Fue entonces cuando los Menores Espirituales cuaternarios fueron emanados del seno de la divinidad y ocuparon, en la inmensidad divina, el lugar desde el que los Espíritus Menores ternarios se han emancipado para operar temporalmente”.
“Sin la prevaricación de los primeros seres espirituales, los Seres Espirituales divinos, nunca hubieran estado sujetos al mundo temporal. Sin esta prevaricación no hubiera ocurrido ningún cambio en la creación espiritual; ninguna limitación, ni supercelestial, ni celestial, ni terrestre hubiera sido creada, ni hubiera habido seres espirituales enviados para actuar e n las diferentes partes de la creación, así como los Espíritus Menores ternarios nunca hubieran dejado su sitio en la inmensidad divina para realizar la formación del universo material”.
Por estar el universo compuesto de cuatro mundos: el divino, el supercelestial, el celestial y el terrestre, Dios formó cuatro clases de Espíritus: superiores, mayores, inferiores y menores. Los Espíritus superiores y mayores actuando domo un intermedio donde todo es espíritu y nada es materia, nunca han tenido el poder de producir “esencias espirituales”. Los espíritus inferiores y menores tuvieron la facultad de producir “esencias espirituales y temporales” (materiales), pero la usaron solamente en el momento de su emanación para formar “el mundo temporal que había de servir para molestar a los Espíritus prevaricadores”. En otras palabras, los Espíritus inferiores crearon los cuerpos celestiales y los Espíritus menores el cuerpo terrestre, es decir, los dos mundos materiales.
El papel asignado a los Espíritus supracelestiales fue el de asegurar la correspondencia entre hombre y Creador y  servir como un doble límite para las criaturas que rigen los mundos celestial y material donde están contenidos los Espíritus prevaricadores… Como ayudantes de Adán, vigilaron la inviolabilidad de los límites entre el mundo supracelestial y las prisiones de los malos espíritus. Agentes de las leyes del universo fueron relativamente responsables de la preservación del tiempo, es decir, de la preservación de la energía vital en el universo material. A los Espíritus inferiores, seres del mundo celestial, se les confió especialmente asegurar la existencia de la materia. El Hombre-Dios, que residió en la misma región, actuó como un “Espíritu divino puro”.
Este orden establecido por el Creador no fue solo para asegurar la firmeza de la prisión de los Espíritus revoltosos, sino especialmente para colocar al Hombre-Dios en una posición y en las mejores condiciones posibles para realizar la tarea que se le había encomendado. Situado en el mundo celestial, un sitio muy similar a los reinos supracelestial y divino donde también reside la divinidad, a Adán se le aseguró la directa ayuda de éste aunque, por otro lado, estaba en contacto con los agentes de la Providencia a través del intermedio de los Espíritus supracelestiales. Puede decirse que “todas estas cosas fueron asignadas así exclusivamente para el uso del hombre”, y “aunque sirvieron como límites para los Espíritus perversos, dependían del menor para poder ejercer sobre ellos su poder y mandato de acuerdo con su voluntad y las leyes del orden”.
Tal fue el status sublime de Adán, el Hombre-Dios, también llamado por los iniciados Élus Cohen “Réau” o “Roux”. Desafortunadamente para él sin embargo, como los primeros espíritus emanados, usó su libre albedrío y abusó de este privilegio peligroso. Su orgullo le hizo pensar que el poder que Dios le había dado sobre la creación universal era tan grande como el que correspondía al Creador mismo. Este orgullo pecaminoso fue el mismo que sintieron los “demonios” o espíritus caídos.
Uno de los jefes de estos Espíritus se presentó ante Adán “bajo la aparente forma de cuerpo glorioso”, y le persuadió de que “operase la fuerza demoníaca” en vez de la divina que el Creador le había dado para dominar a los seres inferiores. El tentador le dijo que crease todo tipo de criaturas porque era también creador, para que le tributasen la gloria que se merecía. Esta aserción hecha por el demonio era solamente verdad parcialmente porque ignoraba a sabiendas un detalle importante. Adán tenía el poder de crear con forma espiritual o gloriosa y poseía una palabra para hacer surgir reproducciones espirituales y gloriosas, pero no podía usar este poder sin la cooperación del Creador.
“Habiendo sido la voluntad del Primer Hombre la del creador, tan pronto como se originó el pensamiento del hombre, el pensamiento divino actuó igualmente produciendo el fruto de la operación del Menor, un ser tan perfecto como él mismo. Adán creó en verdad una posteridad de Dios”. “Desde su forma inconsciente no sujeta a sufrimiento debería haber emanado formas gloriosas como la suya para que sirvieran como vehículos para los Menores espirituales que el Creador mismo enviaría y hubiera surgido una posteridad divina y no una carnal”.
Al ceder a las sugestiones pérfidas del tentador, Adán intentó crear “seres espirituales” sin la cooperación divina y en la presencia de “los que estaban fuera de él” para ganar su admiración. Este fue el gran pecado de aquél al que el universo debe su origen. Es verdad que el crimen de Adán “aunque surgió de su voluntad, no vino de su propio pensamiento”, porque la idea completa le había sido inspirada por los Espíritus perversos. Sin embargo, la prevaricación de Adán fue incluso más notable que la de los primeros Espíritus porque aplicó toda su virtud y poder divino contra el Creador, realizando un acto de creación, cediendo a los demonios por voluntad propia, algo que los Espíritus perversos no habían tenido tiempo de hacer ya que el Creador previno que su mala voluntad se manifestase.
El castigo no tardó en llegar y fue doblemente severo: se manifestó primero como una consecuencia del acto criminal, y después como un cambio en el estado de culpabilidad. Dios “encerró un ser menor en la forma material creada por Adán a quien el desgraciado Adán confinó en la terrible prisión de oscuridad”. En vez de una forma gloriosa similar a la suya, Adán produjo solamente una “forma siniestra” (material) a la que denominó, después de haber visto el resultado, “HOUWA” o “HERMAFRODITA”, es decir, místicamente hablando: “carne de mi carne, huesos de mis huesos, producto de mi operación, concebido y ejecutado por obra de mis manos manchadas”.
El Creador permitió que la obra impura del Menor subsistiese para no ser molestado de generación en generación, por un tiempo ilimitado, al tener siempre ante sus ojos la representación de su crimen y que sus propias generaciones subsiguientes no pudieran acogerse a que ignoran la causa de su prevaricación, porque deben aprender que las miserias y las penas están y estarán presentes hasta el final de los tiempos y no han sido causadas por el Creador sino por nuestro primer padre, el creador de la materia impura y pasiva, sujeta a sufrimiento.
Además, Adán fue arrojado del mundo celestial y hundido “en el abismo de la tierra a donde llegaron los frutos de su prevaricación”. Al mismo tiempo Dios transformó la forma gloriosa de Adán en una forma que era “material, pasiva y sujeta a corrupción”. Este segundo cuerpo hecho de materia terrestre tuvo la misma forma aparente que el cuerpo glorioso en el que fue emanado originalmente Adán. Esta forma corpórea similar a la que Adán había dado involuntariamente a HOUWA era una copia grosera, una reproducción torpe de la forma gloriosa pura e inmutable con la que el Hombre-Dios había sido originalmente revestido.
Adán, prisionero de esta forma material, se fue a vivir a la misma tierra “sobre la cual gobernaba como Hombre-Dios antes de su crimen”. En ella fue colocado para actuar como un ser espiritual puramente temporal (teniendo alma y cuerpo), sujeto a las penalidades del tiempo (muerte), a las cuales antes no estaba sujeto. La forma material que había creado mediante su orgullo criminal, HOUWA, sirvió para perpetuar la especie de los Menores caídos, “condenados a reproducirse materialmente, pudiendo usar solamente esencias espíritu-materiales para su reproducción”. Hizo uso de una “Palabra que puesta en acción, emanó y emancipó de sí mismo las esencias espirituales de acuerdo con la ley de la naturaleza espiritual temporal”, de tal forma que solamente podían salir de él “formas corpóreas materiales”.
Finalmente, como ésta fue la consecuencia más terrible de su error, Adán se encontró separado de Dios y expuesto a las trampas de los Espíritus perversos. Cuando estaba aún en su “estado glorioso” conoció directamente el pensamiento del Creador y de los demonios. Podía leer en una y otra como en un libro abierto, porque el “privilegio del Espíritu puro y simple (no aprisionado por la materia) es ser capaz de leer en la Mente debido a su correspondencia espiritual natural”. A consecuencia de esta comunicación inmediata con el pensamiento divino fue un “ser pensante”. Sin embargo, si “nada puede escapar al conocimiento de la Mente, es lo opuesto con los Menores que han sido incorporados en una forma material aparente”, porque “el cuerpo es solamente un caos (prisión) para el alma, es decir, para el Espíritu Menor capturado en él”.
De la misma forma, como “la forma se hizo pasiva en vez de permanecer impasiva, lo cual podría haber sido el caso si Adán hubiera unido su voluntad con la del Creador”, así también “el alma fue sujeta al sufrimiento por privación”, de tal forma que después de su caída, Adán pasó a ser de un “ser pensante” que fue previamente cuando “como Espíritu puro podía leer los pensamientos y operaciones divinas como en un libro abierto”, a un ser de conocimiento fragmentario del pensamiento divino mediante una especie de efluvio que los Iniciados llaman “intelecto bueno”.
Además, desafortunadamente para él, se hizo más abierto a las influencias demoníacas porque ya estaba en comunicación constante y directa con el pensamiento demoníaco a través del “intelecto malo”, mientras que el pensamiento divino no podía penetrar en su mente sin haber sido aclarado primero por el intelecto bueno “que prepara el alma Menor particular para recibir la impresión del Espíritu bueno Mayor”, de tal forma que “el Menor es un ser pensante solo ocasionalmente, mediante su contacto con el Espíritu bueno”. En otras palabras, el Menor (terminología particular de Pasqually para el “ser humano”) que estaba al principio en constante comunicación con el pensamiento divino cuando habitaba en el mundo celestial en su forma luminosa, se encontró después de haber sido exiliado en el mundo terrestre y revestido de un cuerpo de materia, dominado por Espíritus perversos, en cuya prisión vive y es por la Gracia de Dios, que le ayuda a veces a triunfar sobre “las ideas intelectuales implantadas en él por los Espíritus malignos”.
Sin embargo, la parte que dios asignó a Adán en su emanación, le imprimió un carácter ineludible. El poder conferido sobre el Dios-Hombre fue tan considerable que a pesar de su propia prevaricación aún era superior a todos los otros seres espirituales o emanados. Así pues, el Menor no perdió el contacto directo con el Creador y sus inteligencias, como pasó con los Espíritus prevaricadores. Conservó la facultad y el poder original que había recibido en su emanación.
Adán se arrepintió de su crimen y Dios tuvo piedad de él. No le puso dentro del rango de los Menores a los que estaba sujeto. Se reconcilió espiritualmente con Dios y le fueron conservadas las virtudes y poderes que tenía previamente sobre los que no fueron fieles a la ley divina.
Gracias a esta reconciliación adán obtuvo, por segunda vez, los poderes que había recibido previamente frente a todos los seres creados. No obstante, el Adán terrestre, degradado y arrojado como estaba a la materia, no podría nunca más poseer intactos todos los privilegios de que gozaba en su estado de inocencia como Hombre-Dios. El Creador le devolvió solamente un poder que era inferior al que le había dado antes de su crimen.
La caída de Adán, como la de los primeros Espíritus tuvo repercusiones universales. Los Espíritus emanados que habían ya sufrido por culpa de la revuelta de sus hermanos, fueron afectados por la prevaricación de Adán y su perdón subsiguiente. La prevaricación de Adán fue infinitamente mayor que la de los demonios, porque los Espíritus que habitan la inmensidad divina sintieron entonces una atracción más fuerte que la primera vez y esta operación execrable del hombre produjo un nuevo cambio en sus leyes de acción y operación. Esto significa que en el instante en que Adán cometió su crimen, el Creador hizo que la ley cayese sobre los seres espirituales de su inmensidad y sus leyes de acción y operación ya no fueron las mismas que habían sido antes de la prevaricación de los primeros Espíritus y la del Primer Hombre. Lo mismo que los habitantes del mundo divino pagan tributo a la Justicia del Creador por la expiación del crimen cometido por los primeros Espíritus, también los habitantes espirituales del mundo terrestre en general pagan tributo al Eterno por la prevaricación del Primer Menor cometida en el centro del universo temporal.
Como el guardián a cargo de la prisión que encerraba a los Espíritus perversos había abandonado su puesto debido a su indignidad, los espíritus buenos quedaron solos para asegurar la supervisión de los dos mundos inferiores, para prevenir que los Espíritus perversos abandonasen su lugar de exilio. Fueron al mismo tiempo encargados de servir de intermediarios entre Dios y el Menor. “Sin la prevaricación del hombre, los seres divinos hubieran quedado sujetos a lo temporal solamente de una forma (para contribuir al mantenimiento y duración fija del universo); pero debido a la prevaricación del hombre, se le requirió a los habitantes de diferentes clases en la inmensidad, que contribuyeran a la reconciliación y la purificación de los Menores”.


Thursday, June 2, 2016

El Kybalion - Capítulo I - La Filosofía Hermética



CAPÍTULO I
LA FILOSOFÍA HERMÉTICA
«Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.»

El Kybalion.

Desde el antiguo Egipto han venido las enseñanzas fundamentales y secretas que tan fuertemente han influido en los sistemas filosóficos de todas las razas y de todos los pueblos, durante centurias enteras. El Egipto, la patria de las pirámides y de la Esfinge, fue la cuna de la Sabiduría Secreta y de las doctrinas místicas. Todas las naciones han sacado las suyas de sus doctrinas esotéricas, La India, Persia, Caldea, Medea, China, Japón, Asiria, la antigua Grecia y Roma, y otros no menos importantes países, se aprovecharon libremente de las doctrinas formuladas por los hierofantes y Maestros de la tierra de Isis, conocimientos que sólo eran transmitidos a los que estaban preparados para participar de lo oculto.

Fue también en el antiguo Egipto donde vivieron los tan grandes adeptos y Maestros que nadie después ha sobrepasado, y que rara vez han sido igualados en las centurias que han transcurrido desde los tiempos del Gran Hermes. El Egipto fue la residencia de la Gran Logia de las fraternidades místicas. Por las puertas de su templo entraron todos los neófitos que, convertidos más tarde en Adeptos, Hierofantes y Maestros, se repartieron por todas partes, llevando consigo el precioso conocimiento que poseían y deseando hacer partícipe de él a todo aquel que estuviera preparado para recibirlo. Ningún estudiante de ocultismo puede dejar de reconocer la gran deuda que tiene contraída con aquellos venerables Maestros de Egipto.

Pero entre esos grandes maestros existió uno al que los demás proclamaron «el Maestro de los Maestros». Este hombre, si es que puede llamarse «hombre» a un ser semejante, vivió en Egipto en la más remota antigüedad y fue reconocido bajo el nombre de Hermes Trismegisto.

Fue el padre de la sabiduría, el fundador de la astrología, el descubridor de la alquimia. Los detalles de su vida se han perdido para la historia, debido al inmenso espacio de tiempo transcurrido desde entonces. La fecha de su nacimiento en Egipto, en su última encarnación en este planeta, no se conoce ahora, pero se ha dicho que fue contemporáneo de las más antiguas dinastías de Egipto, mucho antes de Moisés. Las autoridades en la materia lo creen contemporáneo de Abraham, y en alguna de las tradiciones judías se llega a afirmar que Abraham obtuvo muchos de los conocimientos que poseía del mismo Hermes.

Después de haber transcurrido muchos años desde su muerte (la tradición afirma que vivió trescientos años), los egipcios lo deificaron e hicieron de él uno de sus dioses, bajo el nombre de Thoth. Años después los griegos hicieron también de él otro de sus dioses y lo llamaron «Hermes, el dios de la sabiduría». Tanto los griegos como los egipcios reverenciaron su memoria durante centurias enteras, denominándole el «inspirado de los dioses», y añadiéndole su antiguo nombre «Trismegisto», que significa «tres veces grande». Todos estos antiguos países lo adoraron, y su nombre era sinónimo de «fuente de sabiduría».

Aun en nuestros días usamos el término «hermético» en el sentido de «secreto», «reservado», etc., y esto es debido a que los hermetistas habían siempre observado rigurosamente el secreto de sus enseñanzas. Si bien entonces no se conocía aquello de «no echar perlas a los cerdos», ellos siguieron su norma de conducta especial que les indicaba «dar leche a los niños y carne a los hombres», cuyas máximas son familiares a todos los lectores de las escrituras bíblicas, máximas que, por otra parte, habían sido ya usadas muchos siglos antes de la Era Cristiana.

Y esta política de diseminar cuidadosamente la verdad ha caracterizado siempre a los hermetistas, aun en nuestros días. Las enseñanzas herméticas se encuentran en todos los países y en todas las religiones, pero nunca identificada con un país en particular ni con secta religiosa alguna. Esto es debido a la prédica que los antiguos instructores hicieron para evitar que la Doctrina Secreta se cristalizara en un credo. La sabiduría de esta medida salta a la vista de todos los estudiantes de historia. El antiguo ocultismo de la India y la Persia degeneró y se perdieron sus conocimientos, debido a que los instructores se habían convertido en sacerdotes y mezclaron la teología con la filosofía, siendo su inmediata consecuencia que perdieron toda su sabiduría, la que acabó por transformarse en una cantidad inmensa de supersticiones religiosas, cultos, credos y dioses. Lo mismo pasó con las enseñanzas herméticas de los gnósticos cristianos, enseñanzas que se perdieron por el tiempo de Constantino, quien mancilló la filosofía mezclándola con la teología, y la iglesia cristiana perdió entonces su verdadera esencia y espíritu, viéndose obligada a andar a ciegas durante varios siglos, sin que hasta ahora haya encontrado su camino, observándose actualmente que la iglesia cristiana está luchando nuevamente por aproximarse a sus antiguas enseñanzas místicas.

Pero siempre han existido unas cuantas almas que han conservado viva la llama, alimentándola cuidadosamente y no permitiendo que se extinguiera su luz. Y gracias a esos firmes corazones y a esas mentes de extraordinario desarrollo tenemos aún la verdad con nosotros. Más no se encuentra en los libros. Ella ha sido transmitida del Maestro al discípulo, del iniciado al neófito, de los labios a los oídos. Si alguna vez se ha escrito algo sobre ella, su significado ha sido cuidadosamente velado con términos de astrología y alquimia, de tal manera que sólo los que poseían la clave podían leerlo correctamente. Esto se hizo necesario a fin de evitar las persecuciones de los teólogos de la Edad Media, quienes luchaban contra la Doctrina Secreta a sangre y fuego. Aun en nuestros días nos es dable encontrar algunos libros valiosos de filosofía Hermética, pero la mayor parte se ha perdido. Sin embargo, la Filosofía Hermética es la única clave maestra que puede abrir las puertas a todas las enseñanzas ocultas.

En los primeros tiempos existió una compilación de ciertas doctrinas herméticas que eran las bases fundamentales de toda la Doctrina Secreta, y que habían sido, hasta entonces, transmitidas del instructor al estudiante, compilación que fue conocida bajo el nombre de El Kybalion, cuyo exacto significado se perdió durante centenares de años. Sin embargo, algunos que han recibido sus máximas de los labios a los oídos las comprenden y las conocen. Sus preceptos no habían sido escritos nunca hasta ahora. Son, simplemente, una serie de máximas y axiomas que luego eran explicados y ampliados por los Iniciados. Estas enseñanzas constituyen realmente los principios básicos de la «alquimia hermética», la que, contrariamente a lo que se cree, está basada en el dominio de las fuerzas mentales, más bien que en el de los elementos materiales; en la transmutación de una clase de vibraciones mentales en otras, más bien que en el cambio de una clase de metal en otro. La leyenda acerca de la piedra filosofal, que convertía todos los metales en oro, era una alegoría relativa a la Filosofía Hermética, alegoría que era perfectamente comprendida por todos los discípulos del verdadero hermetismo.

En esta obrita invitamos a nuestros estudiantes a examinar las enseñanzas herméticas, tal como fueron expuestas en El Kybalion, explicadas y ampliadas por nosotros, humildes estudiantes de las mismas, que si bien llevamos el título de iniciados somos, sin embargo, simples discípulos a los pies de Hermes, el Maestro. Transcribimos aquí muchas de las máximas y preceptos de El Kybalion, acompañadas por explicaciones y comentarios que creemos ayudarán a hacer más fácilmente comprensible esas enseñanzas por los hombres modernos, especialmente teniendo en cuenta que el texto original ha sido velado a propósito con términos obscuros y desconcertantes.

Las máximas originales, axiomas y preceptos de El Kybalion están impresos con otro tipo de letra. Esperamos que los lectores de esta obra sacarán tanto provecho del estudio de sus páginas como lo han sacado otros que han pasado antes por el mismo sendero que conduce a la maestría desde los tiempos de Hermes Trismegisto, el Maestro de los Maestros, el Tres veces Grande, hasta ahora.

Dice El Kybalion:

«Donde quiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par.»

«Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría.»
De manera que, de acuerdo con lo indicado, este libro sólo atraerá la atención de los que están preparados para recibirlo. Y recíprocamente, cuando el estudiante esté preparado para recibir la verdad, entonces este libro llegará a él. El principio hermético de causa y efecto, en su aspecto de «ley de atracción», llevará los oídos junto a los labios y el libro junto al discípulo.