CONSIDERACIONES
SOBRE
EL SECRETO MASÓNICO
por
Jorge Norberto Cornejo
EL SECRETO MASÓNICO
Se ha hablado y se ha escrito mucho acerca del secreto masónico. Algunos autores, tanto con intención crítica como panegírica, han
hecho del secreto el centro y el fundamento de toda la Masonería. Otros, con la
misma variedad de intenciones,
afirman que este secreto no existe, o que es intrascendente.
Desde nuestro punto de vista, el secreto masónico realmente sí, existe.
Y su existencia está a la vista en todo
Templo masónico que respete las normas más
elementales del simbolismo.
A todos los masones les es familiar el candelabro de tres luces que se
encuentra al Oriente, sobre el Altar del Maestro.
La similitud de este
candelabro con la letra hebrea shin es evidente:
La shin, asociada con el fuego, es una letra con multitud de significados cabalísticos. Uno de ellos es la idea de lo secreto. Según Annick de Souzenelle: “El shin es nuestra piedra de las
profundidades, nuestra fuerza nuclear, que contiene el secreto del yod, secreto de
la unidad, rica de la multiplicidad que guarda en su seno…Grávida de su secreto, la letra shin…”. En el
mismo Oriente de los templos masónicos, por lo tanto, brilla el fuego de
aquello que se considera secreto.
Partimos, por lo tanto, de la premisa que el secreto masónico existe y
es de naturaleza iniciática, esotérica. Esta misma naturaleza nos impide dar
una caracterización precisa de este secreto, porque lo verdaderamente
iniciático trasciende las definiciones que emplean el lenguaje ordinario. Sin
embargo, podemos aproximarnos, podemos rodear la naturaleza de este secreto,
hasta asirlo con la plenitud de nuestro ser.
El secreto masónico es de naturaleza tríplice, de donde un triángulo
podría simbolizarlo perfectamente. En cada uno de sus tres aspectos se
distinguen dos fases: la esotérica y la exotérica, de donde, finalmente,
podemos mencionar seis aspectos de este secreto, y simbolizarlo mediante el
hexagrama.
El séptimo punto, el centro de la estrella, sólo puede ser comprendido
en forma personal y es, hasta cierto
grado, incomunicable.
[i]
Denominaré a los tres aspectos del secreto masónico, en forma bastante
arbitraria: convencional, simbólico e iniciático. Especialmente, el último
término es poco apropiado, porque el aspecto iniciático está presente en las
tres fases. Pero no he podido encontrar una palabra que exprese mejor su
significado.
El secreto “convencional”
Con este término me refiero al secreto respecto de lo que se hace en
Logia, respecto de los actos que se ejecutan, los debates que tienen lugar y
las decisiones que finalmente
se toman. Esta forma de secreto no es exclusiva de la Masonería, sino
que, de una forma u otra, se encuentra presente en todas las
organizaciones y, casi me atrevería a afirmar, en todas las actividades
humanas. No es, en principio, algo demasiado diferente a la costumbre de
mantener en secreto lo que ocurre en el interior de una familia, o lo que
concierne a la privacidad de una pareja. Se trata de actos que conciernen
al dominio de lo privado, y por
lo tanto no corresponde divulgarlos.
Exotéricamente considerado, el aspecto convencional del secreto masónico es de naturaleza similar.
Utilizando una comparación un tanto lejana, los
alpinistas mantienen, como parte
de su código de honor, no revelar públicamente lo que ocurre en el interior de los grupos que se dedican a escalar elevaciones,
y resumen esa norma diciendo “lo que pasa
en la montaña se queda en la montaña”. Masónicamente diríamos que “lo que acontece en la Logia se queda en la Logia”.
Hasta aquí, por lo tanto, hemos
visto que este aspecto del secreto masónico realmente existe, pero es algo absolutamente compartido
con el mundo profano y, por lo tanto,
no demasiado interesante desde el punto de vista iniciático. Si esta forma de
secreto puede calificarse de masónico,
debe ser algo más.
En efecto, el secreto convencional tiene también un “rostro” iniciático.
En las Tenidas la puerta del Templo permanece cerrada.
Un Guarda Templo o Centinela o Capitán
de Guardias, según los distintos Ritos y grados, cuida las Cámaras
exteriores del Templo, e impide el paso de aquellos que no están calificados.
Aquellos que han sido admitidos a la reunión son (o deberían ser)
cuidadosamente retejados en las palabras, signos y toques del grado, a los
efectos de determinar su condición masónica. En la época contemporánea, todo
esto no tiene ningún sentido práctico. Bastaría con un click en una base de
datos de computadora para saber quién puede y quién no puede participar en una
Tenida. Sin embargo, todos estos actos ceremoniales se siguen practicando, y
hasta constituyen una parte fundamental
del Ritual de cada grado. Repetimos: entonces deben ser algo más.
Y ese algo más es de naturaleza iniciática. Jules Boucher dice que la
Logia se puede comparar a una célula orgánica, y que el acto de reunirse en
Logia representa la “necesaria
concentración de las fuerzas, para proceder luego a su expansión”. En otras
palabras, para generar algo grande, para producir una Obra, previamente hay que
hacerse pequeño, transformarse en un punto, en algo en lo que la concentración
sea máxima. Todo el Ritual del
retejado apunta a ese objetivo: concentrar todo en el interior de la Logia,
transformarla en una célula cerrada, en
un punto creador, en una masa concentrada que, al expandirse, generará un Cosmos. Esto puede ser comparado con dos
conceptos cabalísticos:
a)
La letra yod,
que es, básicamente, un punto, se considera el germen de donde nacieron las
demás letras hebreas, que se consideran simbólicamente como los “ladrillos” que
constituyen la Creación. Es, por lo tanto, un punto sin dimensiones, pero con
el máximo potencial de expansión y expresión. El hecho de cubrir la Logia, de cerrar
el Templo, de trabajar en secreto,
es transformar la Logia en un yod, en
una semilla mínima, pero cargada de posibilidades.
b)
El Tzimzum.
En Cábala, se dice que, originalmente, el Absoluto era Todo, y que esa absoluta
completitud impedía que se manifestara otra cosa, que existiera el
Universo. Por ello, el Absoluto (Ain-Soph)
se retiró, se contrajo, y dejó un “hueco”
en el que pudo ser emanado el
Universo. Esta contracción inicial (tzimzum)
redujo el Absoluto a un punto central, comparable a la letra yod de la que
hablamos previamente. Cuando la Logia, paradójicamente, se abre, en realidad se está cerrando al exterior, está realizando su
propio tzimzum, se está reduciendo
a un punto para permitir una posterior manifestación.
En la Apertura de la Logia los miembros, antes dispersos en el mundo profano, son
reunidos, y eso sólo puede
hacerse en el secreto. Una reunión masónica, por lo tanto, si es de naturaleza esotérica y aspira a un ideal
iniciático, siempre trabará a cubierto
y en secreto.
EL SECRETO SIMBÓLICO
Con esta denominación, bastante arbitraria por cierto, identifico el
secreto concerniente a los signos y modos de reconocimiento, es
decir, los saludos, toques, pasos, palabras, etc.
Como herramientas de reconocimiento, como forma de impedir el
ingreso de los
“profanos” a las reuniones masónicas, estos “secretos” ya no tienen
sentido. Lo tuvieron en el siglo
XVIII, pero hoy, cualquiera con un poco de paciencia y algunos clicks en
Internet, puede conocer completamente todos estos pretendidos “secretos”. En
realidad, esto ni siquiera es algo nuevo: desde hace unos sesenta años que
todos estos modos de reconocimiento pueden ser consultados por cualquiera en la
Enciclopedia Masónica de Frau Abines.
Esto ha hecho decir a algún masón: “tenemos
secretos…pero no los tenemos”.
Aquí, nuevamente, si bien el exoterismo ya ha perdido su razón de ser,
debemos recurrir al aspecto esotérico. Quizás la expresión “modos de
reconocimiento” haya sido responsable
de una comprensión equivocada de lo que esto significa. No se trata de
meros signos formales, que fueron elegidos arbitrariamente, y podrían ser
reemplazados por cualquier otro sin pérdida de contenido. Son gestos
corporales, o expresiones habladas, profundamente simbólicas y que, si bien con
el tiempo se han corrompido mucho, todavía hoy conservan una parte importante
de su significado.
Es a través de las posturas y de los gestos que el símbolo de vuelve
algo viviente, se hace carne, en el
sentido más literal de la expresión. Si bien los masones actuales ya no son
constructores operativos, reproducen con sus gestos y maniobras corporales el
acto de crear, la acción creadora
del constructor. Los signos, gestos y toques son un lenguaje corporal que
expresa físicamente la naturaleza del acto creador.
Y tal acto creador tiene lugar en
el secreto. Es, por definición y naturaleza, un acto privado. Poco
importan, por lo tanto, que los signos, toques y palabras ya hayan sido
publicados en decenas de libros. Aunque se proclamen a los cuatro vientos, aunque
sean conocidos por el mundo entero, seguirán siendo secretos.
Y serán secretos para los mismos masones, en la medida que estos olviden los signos, toques y palabras que son su verdadera
herencia. El secreto que hemos
llamado “simbólico”, por lo
tanto, no depende de que algo se oculte o no, sino, por el contrario, de que
algo se conozca.
Los signos, toques y palabras, entonces, siempre serán secretos, y
revelarán su verdadero sentido cuando sean ejecutados en el secreto.
EL SECRETO INICIÁTICO
Sobre este aspecto del secreto es muy difícil hablar, porque su misma
naturaleza lo torna prácticamente incomunicable. En palabras de Gerard Encausse
(Papus): “El secreto no puede ser revelado. Quien lo posee, supo
cómo adquirirlo y no lo revelará ni
a un Hermano en que tenga depositada la mayor confianza,
porque quien no ha alcanzado el secreto por sí mismo y lo recibe oralmente, es
incapaz de penetrarlo”.
El secreto iniciático refiere a un cambio de consciencia, a un “cambio
de Gestalt”, en el lenguaje de algunas corrientes psicológicas contemporáneas.
Es, por lo tanto, algo que concierne al interior del individuo, es un “darse
cuenta” de una nueva condición del ser,
cuya esencia no puede comunicarse, y del que puede transferirse una sombra,
apenas una imagen, a través de signos y símbolos.
En los antiguos Rituales del grado XVIII del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado se preguntaba: ¿Dónde fuiste
Iniciado? A lo que se respondía: Bajo
la rosa. Bajo la rosa, sub- rosa,
es decir, en el secreto. Pero no el secreto trivial de no revelar tal o cual
cosa, sino el secreto profundo de aquello que no se revela simplemente porque
es imposible hacerlo. Es el secreto que rodea a toda experiencia
interna, profunda, que, aun cuando se base en arquetipos universales, nos
pertenece sólo a nosotros, y por ello es íntima, propia, inevitablemente secreta.
Desde este punto de vista, el secreto masónico es la esencia misma de la
Masonería, entendida en términos de experiencia vital, de transformación vivida
y sentida profundamente. Este secreto iniciático tiene un aspecto exotérico
absolutamente trivial,
consistente en el parte, si alguien se proclama como “Iniciado”, como un Gran Maestro
detentador de supuestos conocimientos inasequibles para el común de los
mortales, seguramente está mintiendo. Si alguien ha alcanzado verdaderamente
aunque sea una vislumbre de la Iniciación, la guardará dentro de su pecho, en
un profundo y sereno CALLAR.
Y si posee alguna habilidad artística, algún talento literario o
científico, alguna facultad expresiva bien desarrollada, manifestará su
vivencia iniciática a través de su arte o de su ciencia, pero siempre guardando
silencio sobre lo que se esconde detrás de su Obra.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Decíamos en la Introducción que, desde nuestro punto de vista, el secreto
masónico realmente existe. Pero no se trata de Superiores Desconocidos, o
Maestros ocultos, o Grupos que, en las sombras, digitan los
destinos del mundo. Ni tampoco es un secreto de poderes ocultos u otras
tonterías por el estilo. Todo eso no son más que fantasías, por cierto bastante
poco imaginativas.
El secreto masónico es una condición necesaria a toda organización
realmente iniciática. Cerrar la puerta de la Logia, y dar inicio a una Tenida,
es imbuirse de ese secreto. Lo que se hace en público forma parte de la vida
profana, utilizando esta palabra en una forma para nada despectiva. Lo profano
no es malo ni despreciable, es
simplemente lo que se hace fuera
del Templo.
Lo iniciático es necesariamente un acto privado, y por ello secreto.
Aunque hasta la última palabra, signo, símbolo o toque masónico sea publicado y
conocido por el mundo entero, el secreto masónico seguirá vivo, porque es el
secreto de la Iniciación.