¿Quién es el G.·.A.·.D.·.U.·.?
R.·.H.·. Roger
Jordán Palomino 33º
RR.·. Y QQ.·. HH.·., con todo el
respeto y consideración que ustedes se merecen tengo que decirles que la
pregunta que se me ha planteado para desarrollar este trazado supera todas a
mis posibilidades racionales para contestarla por las siguientes razones:
Es una pregunta que no puedo
responder pues mi capacidad idiomática es insuficiente para responder quien es
el G.·. A.·.D.·.U.·. ya que la
pregunta quien en cualquier idioma o lengua se refiere a una persona que se puede
determinar por su nombre, sexo, ocupación, etc., tal como se puede hacer por
ejemplo con quien les habla o con quien me asignó este apasionante tema y
porque además creo que El carece de nombre asignado por alguien, porque creo
que nadie existió antes que Él, porque asimismo creo que nadie existe fuera de
Él y porque también creo que nadie existirá después que Él.
Tampoco puedo responder a dicha
pregunta con mis conocimientos científicos que, confieso, son los de un
profesional medio, ya que la ciencia, como conocemos, se refiere al conjunto de
conocimientos cierto de las cosas y fenómenos por sus principios y causas, por
lo que considero que, al no conocer yo, en forma cierta, el principio y la
causa de que o quien es el G.·.A.·.D.·.U.·.
no me queda más que aceptar que la Ciencia tampoco me permite responder a tales
preguntas porque además creo que el G.·.A.·.D.·.U.·.
no es un fenómeno sino la causa de todos los fenómenos que se dieron, se dan y
se darán en el espacio infinito y en el eterno tiempo.
Tampoco puedo responder a dicha
pregunta con mi capacidad filosófica que, también confieso, es muy mediana, ya
que la Filosofía, como conocemos, se refiere a la reflexión crítica sobre el
conocimiento y la acción para determinar principalmente si ellos son buenos o
malos y bellos o no bellos por lo que considero que, al no poder reflexionar
críticamente sobre los alcances de la bondad o la belleza del G.·.A.·.D.·.U.·. tanto de El cómo de
sus obras, tengo que admitir que la Filosofía tampoco me permite el conocimiento
necesario para referirme críticamente a Él.
Al no poder referirme al G.·.A.·.D.·.U.·. idiomática, científica
ni filosóficamente, es decir, al no poder hacerlo mediante el racionalismo, no
me queda otra opción que tratar de hacerlo mediante la Metafísica que es la
forma de conocimiento que trasciende a la experiencia o al conocimiento
racional por lo que considero que, al reconocer mi incapacidad racional, creo
que la Metafísica puede ofertarme algunos métodos no racionales que puedo
encontrar principalmente en mi religión Católica o en el esoterismo de las
escuelas iniciáticas a las que pertenezco como son la Antigua y Mística Orden
Rosacruz y la Masonería, instituciones estas, según he comprobado, están
basadas principalmente en la fe antes que en la razón.
Efectivamente, según mi fe religiosa
y respecto a quien es el G.·.A.·.D.·.U.·.
o Dios, sólo les puedo repetir el pasaje del V.·.D.·.L.·.S.·. que relata que cuando Moisés le preguntó a Dios
que cual era su nombre le respondió este: “Yo soy el que soy” que en hebreo
antiguo se pronunciaba con las consonantes JHVH.
dándole a entender a Moisés que Él no podía tener nombre porque él era el ser
mismo.
La palabra JHVA; es decir “Yo soy el
que soy” se oía como JAVE y
estaba prohibido pronunciarla bajo pena de muerte aún para la casta sacerdotal
la cual se refería a Dios como Él es la que se oía como JEHOVÁ. Las consonantes JHVA
se conocen en esoterismo como el Tetragrámaton.
También les puedo decir que, en la
tradición judía, se denominaba a Dios con diferentes nombres uno de los cuales
era Adonaí que significa Supremo Señor. Tales nombres eran impuestos por la
casta sacerdotal para conducir al pueblo a una mayor vida espiritual mediante
nombres de Dios que sugirieran sus cualidades espirituales antes que materiales
ya que en dicha época los judíos eran muy reacios a practicar una religión
basada en la creencia en un Dios al que no podían ver ni pronunciar su nombre
por lo que eran muy inclinados al materialismo y a la idolatría, la que
fácilmente los fascinaba porque les proporcionaba un dios con nombre e imagen
material al que sus toscas mentes de pastores errantes podían comprender y
adorar físicamente.
En lo referente a las escuelas
esotéricas a las que pertenezco, el nombre de Dios es tratado de manera semejante
como veremos a continuación:
En la Antigua y Mística Orden
Rosacruz, se denomina generalmente a Dios como El Cósmico, principalmente
cuando se refiere a El mediante la palabra escrita o hablada. Tal denominación
se considera aceptable porque la palabra Cósmico alude al universo en su causa
y efecto tanto en el Macrocosmos como en el Microcosmos.
Cuando un rosacruz se dirige a Él
para orar internamente lo concibe como al Dios de nuestros corazones porque
comprende que cada ser humano concibe, nombra, ama y ora de manera diferente a
Dios según su época, cultura y evolución personal por lo que se puede afirmar
que la Orden Rosacruz evidencia una gran tolerancia respecto de todas las
creencias de la humanidad que se manifiestan en todas las religiones, escuelas
esotéricas, filosofías, etc. adoptando una posición crítica cuando tales
creencias inducen a sus seguidores al dogmatismo y de franca oposición cuando
algunos seres ambiciosos utilizan su poder para conducir a los pueblos al
fanatismo, a la crueldad o a la degradación en lugar de la práctica del amor
fraternal y al respeto a las obras del creador. Por su quehacer en el
conocimiento del Cósmico, los rosacruces han influido más en el desarrollo de
las ciencias y es conocido que antiguamente practicaban la alquimia por lo que
han sufrido no pocas persecuciones acusados de brujería por los tiranos del
conocimiento.
Según la Masonería especulativa, en
cuya formación contribuyeron en gran manera los Rosacruces del siglo XVIII, se
denomina a Dios como al Gran Arquitecto del Universo o G.·.A.·.D.·.U.·. porque considera que el universo es la obra de un
principio creador inteligente y que funciona según leyes armónicas que reflejan
no sólo su amor sino su belleza y justicia.
Si tenemos en cuenta que la arquitectura
es el arte de la armonización de los espacios y materiales disponibles para la
construcción de un edificio, nos daremos una idea aproximada del trabajo que un
arquitecto debe realizar antes de proceder a su construcción.
Así, el arquitecto, primeramente,
debe concebir el edificio en su mente teniendo en cuenta que la armonización de
espacios y materiales disponibles resulten no solo útiles para los fines para
los cuales dicho edificio será construido lo que equivale a decir que debe
resultar en una construcción justa, sino que además de construcción justa debe
resultar también bella tanto en la proporción de sus formas como de sus
espacios. Para lograr una construcción justa y bella, es necesario no solo
sabiduría sino, principalmente amor para crear.
Del razonamiento anterior resulta que
en la denominación de G.·.A.·.D.·.U.·.
está implícito el reconocimiento de la Masonería a la justicia, belleza,
sabiduría y amor del principio creador o Dios deduciéndose que el hombre como
máximo logro de su creación debe ser libre porque el G.·.A.·.D.·.U.·. a cuya imagen y semejanza está hecho es libre; que
debe vivir en una sociedad de seres iguales ante la justicia porque los hombres
están hechos de una misma esencia divina y con el mismo amor sin diferencia
alguna entre ellos; y que debe compartir sus bienes en fraternidad porque al
ser hijos de un mismo padre los hombres deben considerarse entre sí como
hermanos. Por su concepción de Libertad, Igualdad y Fraternidad, la Masonería
ha influido más en la política por lo que sufrido, al igual que los rosacruces,
no pocas persecuciones de los tiranos del poder.
Para terminar, en relación a quien es
el G.·.A.·.D.·.U.·. o Dios, hay
muchos que le ponen el nombre de una de sus manifestaciones limitando su
totalidad.
Por tal razón, cuando me afirman como
lo hacen los Panteístas que Dios es todo el mundo material que vemos yo les
contesto que la materia no es más que su energía condensada.
Cuando me afirman que Dios es energía
yo les contesto que la energía no es más que su luz condensada.
Cuando me afirman que Dios es luz yo
les contesto que la luz no es más que su pensamiento condensado.
Cuando me afirman que Dios es mente o
pensamiento yo les contesto que la mente o pensamiento no es más que su amor
condensado.
Cuando me afirman que Dios es amor yo
les contesto que el amor no es más que su espíritu condensado.
Cuando me afirman que Dios es
espíritu yo les contesto que el espíritu es la primera manifestación de Dios
por lo se concluye que tanto el espíritu como la materia son sólo las
manifestaciones extremas de Dios, pero no son Dios mismo.
Por último, cuando algún ateo me dice
que Dios no puede tener nombre porque simplemente no existe yo le contesto
demuéstrame que no existe.
Y finalmente cuando me preguntan como
ahora quien es Dios yo les respondo que Dios es El.
RR.·.y QQ.·. HH.·. hasta ahora les he
hablado de Dios mismo, pero no de la manera como el Cristianismo Católico
considera que es posible conocerle y acercarse a Él según las "vías"
que proporcionan el conocimiento del mundo material y de la persona humana.
Efectivamente, el Catecismo de la
Iglesia Católica considera al mundo material como una vía porque a partir del
movimiento y devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza del mundo
se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.
Al respecto S. Pablo afirma que:
"Lo que de Dios se puede conocer, está en el hombre manifiesto: porque lo
invisible de Dios, desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a
través de sus obras: su poder eterno y su divinidad"
Por su parte San Agustín dice:
"Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del mar,
interroga a la belleza del aire que se dilata y se difunde, interroga a la
belleza del cielo, interroga a todas estas realidades. Todas te responden: Ve,
nosotras somos bellas. Su belleza es una profesión Estas bellezas sujetas a
cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma Belleza, no sujeta a cambio?"
El hombre es considerado como la otra
vía para conocer y aproximarse a Dios porque con su apertura a la verdad y a la
belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su
conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga
sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos de su alma
espiritual. La semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la
sola materia, su alma, no puede tener origen más que en Dios.
Efectivamente, según Santo Tomás de
Aquino, El mundo y el hombre atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su
primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser
en sí, sin origen y sin fin. Así, por estas diversas vías, el hombre puede
acceder al conocimiento de la existencia de una realidad que es la causa
primera y el fin último de todo, y que todos llaman Dios.
Así, según el cristianismo, las
facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios
personal y para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido
revelarle y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación de tal modo
que las pruebas de su existencia pueden disponer a la fe para que no se oponga
a la razón.
Al respecto, el Cristianismo Católico
sostiene en su Catecismo que es posible lograr la certeza de la existencia de
Dios y de su amor al hombre mediante la luz natural de la razón a partir de las
cosas creadas. Sin esta capacidad, el hombre no podría acoger la revelación de
Dios. El hombre tiene esta capacidad porque ha sido creado a imagen de Dios.
Sin embargo, agrega, que en las
condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas
dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón: a pesar de que la
razón humana, puede verdaderamente, por sus fuerzas y su luz naturales, llegar
a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios personal, que protege y
gobierna el mundo por su providencia, así como de una ley natural puesta por el
Creador en nuestras almas.
Las dificultades del hombre para
conocer a Dios existen porque hay muchos obstáculos que impiden a su razón usar
eficazmente y con fruto su poder natural; porque las verdades que se refieren a
Dios y a los hombres sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles y
cuando deben traducirse en actos y proyectarse en la vida exigen que el hombre
se entregue y renuncie a sí mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes
verdades, padece dificultad por parte de los sentidos y de la imaginación, así
como de los malos deseos nacidos del pecado original. De ahí procede que en
semejantes materias los hombres se persuadan fácilmente de la falsedad o al
menos de la incertidumbre de las cosas que no quisieran que fuesen verdaderas.
Por esto el hombre necesita ser
iluminado por la revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su
entendimiento, sino también sobre las verdades religiosas y morales que de suyo
no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado actual
del género humano, conocidas de todos sin dificultad, con una certeza firme y
sin mezcla de error.
En tal sentido, el Cristianismo
Católico viene evidenciando una total apertura a la razón superando así sus
posiciones dogmáticas de antaño por lo que no pocos escépticos sostienen que lo
único que viene haciendo es camuflarse en los avances de la ciencia y la
filosofía para subsistir en una sociedad mundial que ya no tolera más dogmas ni
dominación intelectual.
A los que así piensan, se les puede
responder que el Cristianismo Católico es en la actualidad una de las pocas
religiones que se adapta mejor a la necesidad del hombre de trascendencia, pero
con libertad social a diferencia de los fundamentalismos religiosos de moda sin
contar con los fundamentalismos de los sistemas políticos basados en el ateísmo
que ha servido de ideología para justificar las peores tiranías de la historia.
Coherente con su apertura, el
Cristianismo Católico manifiesta en su catecismo que, al defender la capacidad
de la razón humana para conocer a Dios, la Iglesia expresa su confianza en la
posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos los hombres. Esta
convicción está en la base de su diálogo con las otras religiones, con la
filosofía y las ciencias, y también con los no creyentes y los ateos.
Sin embargo, agrega dicho catecismo
que, puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje
sobre Dios lo es también por lo que no podemos nombrar a Dios sino a partir de
las criaturas, y según nuestro modo humano limitado de conocer y de pensar.
Creado a imagen y semejanza de Dios.
Las múltiples perfecciones de las criaturas (su verdad, su bondad, su belleza)
reflejan, por tanto, la perfección infinita de Dios. Por ello, podemos nombrar
a Dios a partir de las perfecciones de sus criaturas, pues de la grandeza y
hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor.
Dios trasciende toda criatura por lo
que es preciso purificar sin cesar nuestro lenguaje de todo lo que tiene de
limitado, de expresión por medio de imágenes, para no confundir al Dios
inefable, incomprensible, invisible, inalcanzable con nuestras representaciones
humanas. Nuestras palabras humanas quedan siempre más acá del Misterio de Dios.
Al hablar así de Dios, nuestro
lenguaje se expresa ciertamente de modo humano, pero capta realmente a Dios
mismo, sin poder, no obstante, expresarlo en su infinita simplicidad. Es
preciso recordar, en efecto, que entre el Creador y la criatura no se puede
señalar una semejanza tal que la diferencia entre ellos no sea mayor todavía, y
que "nosotros no podemos captar de Dios lo que Él es, sino solamente lo
que no es y cómo los otros seres se sitúan con relación a Él.
Para terminar, sólo quiero agregar
que la creencia en Dios no puede fundamentarse sólo en la ciencia y la
filosofía, es decir en la razón, sino que creo firmemente que el camino más
directo se encuentra en el corazón del hombre a través de la fe la que por tal
razón debe ser considerada como una gracia que debemos luchar por mantener pues
de lo contrario nos veríamos en el riesgo de vivir una vida sin sentido ni
esperanza.