SINOPSIS
DEL
TRATADO DE
LA REINTEGRACIÓN DE
LOS SERES
Martínez de
Pasqually
En realidad el “Tratado
sobre la Reintegración de los Seres” es una especie de sumario y
versión secreta de los primeros libros del Pentateuco, en particular del
Génesis y del Éxodo. En él, Pasqually explica su didáctica de la creación de
Adán y Eva, trata del Pecado Original, cuenta la historia de la posteridad de
la pareja y de los descendientes de Caín y Seth, describe el diluvio, después
pasa a Noé, a Abraham y su descendencia, a la generación de Isaac, narra el
Éxodo de Egipto, después escribe ampliamente sobre el papel jugado por Moisés,
habla de los Jueces y luego de pronto se detiene.
El legislador de los hebreos es
la figura central del autor. Bajo el pretexto de explicar la enseñanza que
Moisés dio como portavoz de Jehová ante el pueblo de Israel, Pasqually le
admira como “el que habla con la verdad de acuerdo con el Eterno” y así
presenta las doctrinas metafísicas que enseñaba a los Élus-Cohën, como
reveladas por el mismo Dios. Esta tendencia es evidente en la segunda parte,
aunque puede ser notada también en la primera, y sirve para ilustrar
alegóricamente las doctrinas místicas expuestas en el Tratado. Estas Doctrinas
constituyen una cosmogonía y antropología; afirman tener la clave del destino
del hombre, pasado, presente y futuro, y se justifican mediante una exégesis
bíblica que extrae sus métodos del simbolismo, aritmosofía y geometría mística.
La cosmología del Tratado es
esencialmente neumatológica. “Antes del comienzo del tiempo, Dios emanó seres
espirituales”. “Estos seres espirituales emanados de la esencia divina
cuaternaria se distinguieron entre ellos por sus virtudes, poder y nombres.
Formaron cuatro clases, mucho más poderosas que las de los Querubines,
Serafines, Arcángeles y Ángeles que Dios creó después, porque tenían en sí
mismos una parte del poder divino”. Solamente estos “seres divinos
espirituales” habían emanado directamente de Dios y estaban dotados de
divinidad como “la semilla de la reproducción de las formas”, e innatos en los
diferentes organismos que componen el universo material son “reales e
imperecederos”, es decir, que tienen una existencia personal, absoluta y
eterna; siempre existirán “en el círculo de la divinidad”.
Pero sucedió que algunos de estos
seres divinos espirituales prevaricaron abusando de la libertad que Dios les
había dado. Dios, en efecto, permitió que los seres emanados tuvieran libertad
para actuar “de conformidad con sus pensamientos y voluntad particulares”,
aunque “Dios puede leer el pensamiento solamente después de que éste ha sido
concebido y no puede destruir la voluntad de los seres espirituales”.
Los seres espirituales rebeldes
desearon jugar un papel superior que el que se les había asignado. Como
“agentes secundarios” actuaban solamente como instrumentos de la divinidad. Sin
embargo, llenos de orgullo, desearon también emanar seres espirituales que
dependieran exclusivamente de ellos. Así, infringieron el Poder Divino
Todopoderoso pretendiendo dar nacimiento por su propio poder a las “Causas
tercera y cuarta”.
La caída de los primeros seres espirituales
que es el “principio del mal espiritual”, tuvo tres consecuencias importantes.
Primero, dios creó el mundo material “para que fuera un lugar donde habitasen
los espíritus perversos, para que actuasen y ejercieran su malicia (privados de
la comunicación con Dios) y fuese así la limitación de sus malas operaciones”.
En esta prisión (el mundo material) los espíritus caídos, al no ser ya parte de
la divinidad, que había roto todas sus conexiones con ellos, se “emanciparon”,
esto es, se liberaron no solo en cuanto a su propia voluntad sino que también
actuaron independientemente en la región que se les asignó.
El sentido de la palabra
“emancipación” no siempre se muestra de forma clara. Pasqually parece haber
distinguido en principio:
1. Emanación: Es el estado
de los espíritus que existen en el círculo de la divinidad actuando de acuerdo
con su proyecto.
2. Emancipación: Es el
estado de los espíritus enviados por el Creador a otros círculos donde pueden
gozar según su propio riesgo, de una completa libertad de acción. Así es como
define al hombre actual. “un ser emancipado del círculo divino”.
Sin embargo, ocurre que también
usa la palabra “emancipado” en el sentido de “emanado”, como por ejemplo cuando
dice “emancipación divina” para significar “emanación”. La terminología
problemática del Tratado contribuye mucho a su oscuridad.
La Divinidad entonces,
para poder poner una especie de guardián a esta prisión, produjo una segunda
emanación, la del “Menor Espiritual”, comúnmente llamado Adán o el “Primer
Padre Temporal”, que los iniciados llaman Réau o Roux, término que significa
“Hombre-Dios”, muy fuerte en virtud, sabiduría y poder. Este ser espiritual,
dotado con los tres dones: “pensamiento, imagen y semejanza del creador”, fue
creado para oponerse continuamente al “demonio malo, para combatirle y
restringirle”. Para poder hacer esta tarea recibió el mismo poder que se le
había dado a los primeros Espíritus en el momento de su emanación. Adán fue
superior y mayor debido a su status y poder glorioso para mandar, conferido por
el Creador.
Todos los Espíritus fueron
subyugados a él, los perversos porque habían perdido su poder original como
castigo por su prevaricación, y también los buenos Espíritus porque el Menor
había recibido en su emanación el poder que fue dado originalmente a los
Espíritus en primer lugar. “Como la prevaricación de los Espíritus ocurrió
antes de la emanación de los Menores, estos no podían estar manchados ni
contaminados; también como no ocurrió ningún cambio en esta clase, es ésta la
razón por la que fueron depositarios del gran poder de divinidad”. El formidable
poder cuaternal (autoridad sobre los espíritus), fue conferido sobre los
Menores debido a que eran “Espíritus puros e inmaculados, emanados del seno de
Justicia y santidad para manifestar el poder y gloria del creador”.
El Primer Adán, que representa la
clase de Espíritus Menores en la historia bíblica, fue colocado en la jerarquía
celestial inmediatamente después del Creador. Él no tenía ni una partícula de
materia en su ser. En verdad tenía asumida una forma, pero era una “forma
gloriosa” que le capacitaba para actuar sobre las “formas activas y pasivas”
(organismos vivientes y cuerpos inanimados).
Pasqually probablemente dio este
significado por analogía con la Shekinah, la nube ígnea a través de la
cual Jehová reveló su presencia en el seno de la zarza ardiente y en el
propiciatorio del Sanctus Sanctorum. La manifestación luminosa por la cual la
divinidad se hizo perceptible a los sentidos de los seres humanos no tenía nada
material según la concepción judía. Esta idea inspiró la escena de la transfiguración
de Jesús. Los Élus Cohen testificaron acerca de cierta luminosidad en sus
ceremonias teúrgicas y consideraban que habían obtenido resultados
satisfactorios cuando la veían.
Este “Dios Emanado”, a quien
estaban sujetos todos los ángeles, era el Discípulo del Creador. Su poder se
extendía sobre todo el universo o “creación universal”, y sobre todas sus
partes, esto es, sobre la tierra o “creación general”, “esa parte general de la
que emanan todos los elementos necesarios para dar sustancia a lo particular”,
y sobre la “creación particular” o conjunto de seres existiendo en “el cuerpo
celestial así como en el terrestre”, significando “particular” “todos los seres
vivientes activos y pasivos, desde la superficie terrestre y su centro hasta el
centro celestial llamado misteriosamente por los Iniciados <los cielos de Saturno>. En resumen,
el universo, la tierra y todos los habitantes de los círculos celestiales
fueron sometidos al Primer Adán.
Finalmente, debido a la revuelta
de los primeros seres espirituales, “todos los Espíritus, incluso los que
seguían siendo leales, fueron sometidos a los Menores y los habitantes
del mundo divino sintieron los efectos de la primera prevaricación, y así será
hasta el final de los tiempos. Ellos están pagando por el crimen de los
Primeros Espíritus, lo mismo que los espíritus Menores están pagando por el
crimen del primer hombre”. “Tan pronto como los espíritus perversos fueron
alejados de la presencia del Creador, los Espíritus inferiores y los Menores
ternarios recibieron el poder de operar la ley inherente en ellos para producir
esencias espirituales, para formar el mundo temporal, para contener a los
prevaricadores dentro de los confines oscuros de la privación divina. Al
recibir este poder fueron emancipados inmediatamente; su acción que era pura,
espiritual y divina, cambió tan pronto como los Espíritus hubieron prevaricado;
eran desde entonces sólo seres espirituales temporales encargados de ejecutar
las diferentes leyes que el Creador les prescribía para la realización plena de
Su voluntad. Fue entonces cuando los Menores Espirituales cuaternarios fueron
emanados del seno de la divinidad y ocuparon, en la inmensidad divina, el lugar
desde el que los Espíritus Menores ternarios se han emancipado para operar
temporalmente”.
“Sin la prevaricación de los
primeros seres espirituales, los Seres Espirituales divinos, nunca hubieran
estado sujetos al mundo temporal. Sin esta prevaricación no hubiera ocurrido
ningún cambio en la creación espiritual; ninguna limitación, ni supercelestial,
ni celestial, ni terrestre hubiera sido creada, ni hubiera habido seres
espirituales enviados para actuar e n las diferentes partes de la creación, así
como los Espíritus Menores ternarios nunca hubieran dejado su sitio en la
inmensidad divina para realizar la formación del universo material”.
Por estar el universo compuesto
de cuatro mundos: el divino, el supercelestial, el celestial y el terrestre,
Dios formó cuatro clases de Espíritus: superiores, mayores, inferiores y
menores. Los Espíritus superiores y mayores actuando domo un intermedio donde
todo es espíritu y nada es materia, nunca han tenido el poder de producir
“esencias espirituales”. Los espíritus inferiores y menores tuvieron la
facultad de producir “esencias espirituales y temporales” (materiales), pero la
usaron solamente en el momento de su emanación para formar “el mundo temporal
que había de servir para molestar a los Espíritus prevaricadores”. En otras
palabras, los Espíritus inferiores crearon los cuerpos celestiales y los Espíritus
menores el cuerpo terrestre, es decir, los dos mundos materiales.
El papel asignado a los Espíritus
supracelestiales fue el de asegurar la correspondencia entre hombre y Creador
y servir como un doble límite para las criaturas que rigen los mundos celestial
y material donde están contenidos los Espíritus prevaricadores… Como ayudantes
de Adán, vigilaron la inviolabilidad de los límites entre el mundo
supracelestial y las prisiones de los malos espíritus. Agentes de las leyes del
universo fueron relativamente responsables de la preservación del tiempo, es
decir, de la preservación de la energía vital en el universo material. A los
Espíritus inferiores, seres del mundo celestial, se les confió especialmente
asegurar la existencia de la materia. El Hombre-Dios, que residió en la misma
región, actuó como un “Espíritu divino puro”.
Este orden establecido por el
Creador no fue solo para asegurar la firmeza de la prisión de los Espíritus
revoltosos, sino especialmente para colocar al Hombre-Dios en una posición y en
las mejores condiciones posibles para realizar la tarea que se le había
encomendado. Situado en el mundo celestial, un sitio muy similar a los reinos
supracelestial y divino donde también reside la divinidad, a Adán se le aseguró
la directa ayuda de éste aunque, por otro lado, estaba en contacto con los
agentes de la Providencia a través del intermedio de los Espíritus
supracelestiales. Puede decirse que “todas estas cosas fueron asignadas así
exclusivamente para el uso del hombre”, y “aunque sirvieron como límites para
los Espíritus perversos, dependían del menor para poder ejercer sobre ellos su
poder y mandato de acuerdo con su voluntad y las leyes del orden”.
Tal fue el status sublime de
Adán, el Hombre-Dios, también llamado por los iniciados Élus Cohen “Réau” o
“Roux”. Desafortunadamente para él sin embargo, como los primeros espíritus
emanados, usó su libre albedrío y abusó de este privilegio peligroso. Su
orgullo le hizo pensar que el poder que Dios le había dado sobre la creación
universal era tan grande como el que correspondía al Creador mismo. Este
orgullo pecaminoso fue el mismo que sintieron los “demonios” o espíritus
caídos.
Uno de los jefes de estos
Espíritus se presentó ante Adán “bajo la aparente forma de cuerpo glorioso”, y
le persuadió de que “operase la fuerza demoníaca” en vez de la divina que el
Creador le había dado para dominar a los seres inferiores. El tentador le dijo
que crease todo tipo de criaturas porque era también creador, para que le
tributasen la gloria que se merecía. Esta aserción hecha por el demonio era
solamente verdad parcialmente porque ignoraba a sabiendas un detalle
importante. Adán tenía el poder de crear con forma espiritual o gloriosa y
poseía una palabra para hacer surgir reproducciones espirituales y gloriosas,
pero no podía usar este poder sin la cooperación del Creador.
“Habiendo sido la voluntad del
Primer Hombre la del creador, tan pronto como se originó el pensamiento del
hombre, el pensamiento divino actuó igualmente produciendo el fruto de la
operación del Menor, un ser tan perfecto como él mismo. Adán creó en verdad una
posteridad de Dios”. “Desde su forma inconsciente no sujeta a sufrimiento
debería haber emanado formas gloriosas como la suya para que sirvieran como
vehículos para los Menores espirituales que el Creador mismo enviaría y hubiera
surgido una posteridad divina y no una carnal”.
Al ceder a las sugestiones
pérfidas del tentador, Adán intentó crear “seres espirituales” sin la
cooperación divina y en la presencia de “los que estaban fuera de él” para
ganar su admiración. Este fue el gran pecado de aquél al que el universo debe
su origen. Es verdad que el crimen de Adán “aunque surgió de su voluntad, no
vino de su propio pensamiento”, porque la idea completa le había sido inspirada
por los Espíritus perversos. Sin embargo, la prevaricación de Adán fue incluso
más notable que la de los primeros Espíritus porque aplicó toda su virtud y
poder divino contra el Creador, realizando un acto de creación, cediendo a los
demonios por voluntad propia, algo que los Espíritus perversos no habían tenido
tiempo de hacer ya que el Creador previno que su mala voluntad se manifestase.
El castigo no tardó en llegar y
fue doblemente severo: se manifestó primero como una consecuencia del acto
criminal, y después como un cambio en el estado de culpabilidad. Dios “encerró
un ser menor en la forma material creada por Adán a quien el desgraciado Adán
confinó en la terrible prisión de oscuridad”. En vez de una forma gloriosa
similar a la suya, Adán produjo solamente una “forma siniestra” (material) a la
que denominó, después de haber visto el resultado, “HOUWA” o “HERMAFRODITA”, es
decir, místicamente hablando: “carne de mi carne, huesos de mis huesos,
producto de mi operación, concebido y ejecutado por obra de mis manos
manchadas”.
El Creador permitió que la obra
impura del Menor subsistiese para no ser molestado de generación en generación,
por un tiempo ilimitado, al tener siempre ante sus ojos la representación de su
crimen y que sus propias generaciones subsiguientes no pudieran acogerse a que
ignoran la causa de su prevaricación, porque deben aprender que las miserias y
las penas están y estarán presentes hasta el final de los tiempos y no han sido
causadas por el Creador sino por nuestro primer padre, el creador de la materia
impura y pasiva, sujeta a sufrimiento.
Además, Adán fue arrojado del
mundo celestial y hundido “en el abismo de la tierra a donde llegaron los
frutos de su prevaricación”. Al mismo tiempo Dios transformó la forma gloriosa
de Adán en una forma que era “material, pasiva y sujeta a corrupción”.
Este segundo cuerpo hecho de materia terrestre tuvo la misma forma aparente
que el cuerpo glorioso en el que fue emanado originalmente Adán. Esta forma
corpórea similar a la que Adán había dado involuntariamente a HOUWA era una
copia grosera, una reproducción torpe de la forma gloriosa pura e inmutable con
la que el Hombre-Dios había sido originalmente revestido.
Adán, prisionero de esta forma
material, se fue a vivir a la misma tierra “sobre la cual gobernaba como
Hombre-Dios antes de su crimen”. En ella fue colocado para actuar como un ser
espiritual puramente temporal (teniendo alma y cuerpo), sujeto a las
penalidades del tiempo (muerte), a las cuales antes no estaba sujeto. La forma
material que había creado mediante su orgullo criminal, HOUWA, sirvió para
perpetuar la especie de los Menores caídos, “condenados a reproducirse
materialmente, pudiendo usar solamente esencias espíritu-materiales para su
reproducción”. Hizo uso de una “Palabra que puesta en acción, emanó y emancipó
de sí mismo las esencias espirituales de acuerdo con la ley de la naturaleza
espiritual temporal”, de tal forma que solamente podían salir de él “formas
corpóreas materiales”.
Finalmente, como ésta fue la
consecuencia más terrible de su error, Adán se encontró separado de Dios y
expuesto a las trampas de los Espíritus perversos. Cuando estaba aún en su
“estado glorioso” conoció directamente el pensamiento del Creador y de los
demonios. Podía leer en una y otra como en un libro abierto, porque el
“privilegio del Espíritu puro y simple (no aprisionado por la materia) es ser
capaz de leer en la Mente debido a su correspondencia espiritual
natural”. A consecuencia de esta comunicación inmediata con el pensamiento
divino fue un “ser pensante”. Sin embargo, si “nada puede escapar al
conocimiento de la Mente, es lo opuesto con los Menores que han sido
incorporados en una forma material aparente”, porque “el cuerpo es solamente un
caos (prisión) para el alma, es decir, para el Espíritu Menor capturado en él”.
De la misma forma, como “la forma
se hizo pasiva en vez de permanecer impasiva, lo cual podría haber sido el caso
si Adán hubiera unido su voluntad con la del Creador”, así también “el alma fue
sujeta al sufrimiento por privación”, de tal forma que después de su caída,
Adán pasó a ser de un “ser pensante” que fue previamente cuando “como Espíritu
puro podía leer los pensamientos y operaciones divinas como en un libro
abierto”, a un ser de conocimiento fragmentario del pensamiento divino mediante
una especie de efluvio que los Iniciados llaman “intelecto bueno”.
Además, desafortunadamente para
él, se hizo más abierto a las influencias demoníacas porque ya estaba en
comunicación constante y directa con el pensamiento demoníaco a través del
“intelecto malo”, mientras que el pensamiento divino no podía penetrar en su
mente sin haber sido aclarado primero por el intelecto bueno “que prepara el
alma Menor particular para recibir la impresión del Espíritu bueno Mayor”, de
tal forma que “el Menor es un ser pensante solo ocasionalmente, mediante su
contacto con el Espíritu bueno”. En otras palabras, el Menor (terminología
particular de Pasqually para el “ser humano”) que estaba al principio en
constante comunicación con el pensamiento divino cuando habitaba en el mundo
celestial en su forma luminosa, se encontró después de haber sido exiliado en
el mundo terrestre y revestido de un cuerpo de materia, dominado por Espíritus
perversos, en cuya prisión vive y es por la Gracia de Dios, que le
ayuda a veces a triunfar sobre “las ideas intelectuales implantadas en él por
los Espíritus malignos”.
Sin embargo, la parte que dios
asignó a Adán en su emanación, le imprimió un carácter ineludible. El poder
conferido sobre el Dios-Hombre fue tan considerable que a pesar de su propia
prevaricación aún era superior a todos los otros seres espirituales o emanados.
Así pues, el Menor no perdió el contacto directo con el Creador y sus
inteligencias, como pasó con los Espíritus prevaricadores. Conservó la facultad
y el poder original que había recibido en su emanación.
Adán se arrepintió de su crimen y
Dios tuvo piedad de él. No le puso dentro del rango de los Menores a los que
estaba sujeto. Se reconcilió espiritualmente con Dios y le fueron conservadas
las virtudes y poderes que tenía previamente sobre los que no fueron fieles a
la ley divina.
Gracias a esta reconciliación
adán obtuvo, por segunda vez, los poderes que había recibido previamente frente
a todos los seres creados. No obstante, el Adán terrestre, degradado y arrojado
como estaba a la materia, no podría nunca más poseer intactos todos los
privilegios de que gozaba en su estado de inocencia como Hombre-Dios. El
Creador le devolvió solamente un poder que era inferior al que le había dado
antes de su crimen.
La caída de Adán, como la de los
primeros Espíritus tuvo repercusiones universales. Los Espíritus emanados que
habían ya sufrido por culpa de la revuelta de sus hermanos, fueron afectados
por la prevaricación de Adán y su perdón subsiguiente. La prevaricación de Adán
fue infinitamente mayor que la de los demonios, porque los Espíritus que
habitan la inmensidad divina sintieron entonces una atracción más fuerte que la
primera vez y esta operación execrable del hombre produjo un nuevo cambio en
sus leyes de acción y operación. Esto significa que en el instante en que Adán
cometió su crimen, el Creador hizo que la ley cayese sobre los seres
espirituales de su inmensidad y sus leyes de acción y operación ya no fueron
las mismas que habían sido antes de la prevaricación de los primeros Espíritus
y la del Primer Hombre. Lo mismo que los habitantes del mundo divino pagan
tributo a la Justicia del Creador por la expiación del crimen
cometido por los primeros Espíritus, también los habitantes espirituales del
mundo terrestre en general pagan tributo al Eterno por la prevaricación del
Primer Menor cometida en el centro del universo temporal.
Como el guardián a cargo de la
prisión que encerraba a los Espíritus perversos había abandonado su puesto
debido a su indignidad, los espíritus buenos quedaron solos para asegurar la
supervisión de los dos mundos inferiores, para prevenir que los Espíritus
perversos abandonasen su lugar de exilio. Fueron al mismo tiempo encargados de
servir de intermediarios entre Dios y el Menor. “Sin la prevaricación del
hombre, los seres divinos hubieran quedado sujetos a lo temporal solamente de
una forma (para contribuir al mantenimiento y duración fija del universo); pero
debido a la prevaricación del hombre, se le requirió a los habitantes de
diferentes clases en la inmensidad, que contribuyeran a la reconciliación y la
purificación de los Menores”.