EL SIMBOLISMO FRANCMASÓNICO
Albert G. Mackey
Capítulo
XXVI
LEYENDA
DE LAS ESCALERAS DE CARACOL
Antes de proceder al
examen de las más importantes leyendas míticas pertenecientes al grado de
Maestro, creemos que no dejará de ser interesante e instructivo el estudiar la
única relacionada con el grado de Compañero masón, es decir, la que se refiere
al ascenso alegórico de las Escaleras de Caracol para llegar a la Cámara del
medio y recibir el simbólico pago del salario.
Aunque la leyenda de las escaleras
de caracol es una importante tradición del antiguo arte de la Francmasonería,
sólo se encuentra una alusión a ella en las sagradas escrituras, la cual puede
verse en el capítulo sexto del primer Libro de los Reyes, donde dice: "La puerta del aposento de en medio estaba
al lado derecho de la casa; y se subía por un caracol al de en medio, y del
aposento de en medio al tercero."
Con estos escasos y
medrados materiales se ha formado una alegoría, cuya belleza trascendental se
descubre estudiando sus relaciones simbólicas. Sin embargo, esta tradición sólo
debe estudiarse como símbolo, porque los hechos históricos y los detalles
arquitectónicos que se encuentran en ella, nos impiden suponer que la leyenda,
tal como se enseña en el segundo grado de la Francmasonería, sea algo más que
un magno mito filosófico.
Investiguemos el verdadero
objeto de esta leyenda y aprendamos la lección de simbolismo que trata de
enseñar.
Al investigar la verdadera
significación de todo símbolo y alegoría masónicos, debemos guiarnos por el
único principio de que el objeto de la Francmasonería especulativa es
investigar la verdad divina. A este objeto fundamental se supeditan todos los
demás. Desde el momento en que el Francmasón recibe la primera iniciación hasta
que logra disfrutar plenamente de la luz masónica, es un investigador, un
trabajador de las canteras del templo, cuya recompensa es la verdad. Todas las
ceremonias y tradiciones de la Orden tienden a este objeto último.
¿Qué luz hay que buscar en
la Orden? La luz intelectual de la sabiduría y de la verdad. ¿Qué palabra ha de
perseguirse? La palabra que es el símbolo de la verdad. ¿Se ha prometido la
pérdida de alguna cosa? Esta pérdida simboliza el fracaso humano en descubrir
la verdad, debido a la flaqueza de su naturaleza. ¿Existe algún substituto de
esta pérdida? Una alegoría que nos enseña que, en este mundo, el hombre sólo
puede tener una idea aproximada de la verdad.
De ahí que en la
Francmasonería exista la evolución, simbolizada en sus ceremonias iniciáticas.
En ellas se avanza desde lo inferior a lo superior - de las tinieblas a la luz,-
de la muerte a la vida, del error a la verdad. El candidato asciende
continuamente; nunca se estaciona, ni retrocede, pues cada paso que da le
produce nueva iluminación mental: el conocimiento de una doctrina más elevada.
La doctrina de la
Francmasonería es la misma que la del Divino Maestro cuando dijo: "El hombre que pone la mano en el arado y
mira hacia atrás no entra en el reino de los cielos", lo que nos
recuerda el precepto de Pitágoras: "No
mires hacia atrás cuando viajes, porque si tal haces te acompañarán las Furias."
Ahora bien, este principio
del simbolismo masónico, se encuentra en muchos lugares de todos los grados. En
el de aprendiz se desarrolla en la escalera teológica, que, descansando en la
tierra, llega hasta los cielos. De esta manera se inculca la idea del ascenso
de lo inferior a lo superior como objeto de la labor masónica.
En el grado de Maestro
toma forma más religiosa, encontrándose en la resurrección, en el cambio de la
obscuridad de la tumba al santo de los santos de la Divina presencia.
Este principio se
encuentra también en la ceremonia de circunvalación de todos los grados, en la
cual se verifica una inquisición gradual, pasando desde el jefe inferior a los
superiores. Y, por último, esta idea simbólica se expone en el grado de
Compañero en la leyenda de las escaleras de caracol.
Al investigar el simbolismo
de las escaleras de caracol, ha de buscarse su explicación en relación con su
origen, número de objetos que recuerdan y terminación, pero sobre todo
estudiando su objeto fundamental consistente en la evolución ascendente.
Dícese que las escaleras
de caracol comenzaban en el pórtico del templo, es decir, en la misma entrada;
pero en la ciencia del simbolismo masónico no hay cosa de que se dude menos que
de que el templo es la representación del mundo, purificado por Shekinah. El
mundo profano es el exterior del templo; el de los iniciados se encuentra
dentro del recinto de sus muros.
De aquí que las frases
entrar en el templo, pasar al pórtico, hacerse francmasón, y nacer en el mundo
de la luz masónica, sean sinónimas. Aquí es donde comienza el simbolismo de las
escaleras de caracol.
Cuando el aprendiz
traspasa el pórtico del templo, empieza a vivir masónicamente; pero el primer
grado de la Francmasonería, así como de los misterios menores de los sistemas
antiguos, no sirve sino de preparación o purificación para elevarse a grados
superiores. El aprendiz es a manera de un niño, y las lecciones que recibe
purifican su corazón y le preparan para encontrar la iluminación mental en los
grados siguientes.
Al llegar a Compañero Masón
el aspirante ha avanzado un paso más, y como este grado simboliza la juventud,
en él empieza su educación intelectual. Y es aquí, en el lugar que separa el
pórtico del santuario, donde termina la infancia y comienza la juventud, donde
encuentra ante sí una escalera que le invita a subir, y le enseña que debe
comenzar a realizar su labor masónica y emprender las gloriosas y difíciles
investigaciones que le han de procurar la posesión de la verdad. Las escaleras
de caracol empiezan cuando el candidato ha entrado en el pórtico, entre las
columnas de la fuerza y de la fundación, como símbolo significativo de que, tan
pronto como haya pasado los años de la infancia y comenzado su vida de hombre,
debe tener siempre ante sí como primer deber la tarea ardua del mejoramiento
personal. Si quiere ser digno de su vocación no puede permanecer quieto; su
destino de ser inmortal le obliga a subir paso a paso hasta alcanzar la cumbre,
donde le esperan los tesoros de la sabiduría.
El número de peldaños es
siempre impar en todos los sistemas. Vitruvio dice que a los templos antiguos
se llegaba siempre por escalones impares, y cree que se hacía así porque,
comenzando a subir el primer peldaño con el pie derecho, el devoto entraba con
el mismo pie en el templo, lo cual se consideraba buen presagio.
Pero lo cierto es que los
francmasones tomaron el simbolismo numérico del sistema pitagórico. En este
sistema en el que se creía que los números más perfectos eran los impares,
jugaba un papel importantísimo el simbolismo. Por esta razón, predominan los
impares en el sistema francmasónico, y mientras que los números tres, cinco,
siete, nueve, quince y veintisiete son símbolos importantes, raras veces se
habla del dos, cuatro, seis, ocho o diez. Por lo tanto, el número impar de
peldaños simbolizaba la idea de perfección, a la cual debla de tender el aspirante.
El número de escaleras ha
variado según las épocas. Se han encontrado trazados de arquitectura o carpetas
masónicas del último siglo en que sólo se habían dibujado cinco escaleras, y
otros en que éstas ascienden a siete. Las conferencias prestonianas, leídas en
Inglaterra a comienzos del siglo diez y nueve, fijan en treinta y ocho el
número de peldaños, dividiéndolos en series de una, tres, cinco, siete, nueve y
once.
El error de poner un
número par de escaleras, con el que se violaba el principio pitagórico de los
números impares como símbolos de perfección, se corrigió en las conferencias de
Hemining, las cuales se adoptaron cuando se verificó la unión de las dos Grandes
Logias de Inglaterra, desechando también el once por suponer que se explicaba
de forma sectaria.
En los Estados Unidos se
redujo su número a quince, dividiéndolo en series de tres, cinco y siete.
Nosotros adoptaremos esta división americana cuando expliquemos el simbolismo,
si bien el número particular de peldaños, o el método peculiar de su división
en series no afectan para nada al simbolismo general de la leyenda.
Así, pues, en el segundo
grado de la Francmasonería el candidato representa al hombre que comienza la
jornada de la vida, teniendo por tarea el perfeccionamiento de su ser. Para que
pueda realizar este trabajo se promete recompensarle con desarrollar todas sus
facultades intelectuales, la elevación espiritual y moral de su carácter, y la
adquisición de la verdad y de la sabiduría.
Ahora bien, el logro de
esta condición moral e intelectual supone la sublimación del carácter, el
ascenso desde la vida inferior a la superior, el paso desde la fatiga y las
dificultades, a la completa fruición de la sabiduría, empezando por enseñanzas
rudimentarias. Tal es lo que simbolizan las Escaleras de Caracol, a cuyos pies
permanece el aspirante, presto a escalar el fatigoso graderío, mientras que, en
lo más alto, se ve "ese brillante
jeroglífico que únicamente pueden contemplar los artífices" y que es
el emblema de la verdad divina.
Ya dijo un célebre autor
que: "Estos pasos, como todos los
símbolos masónicos, son ejemplos de disciplina y de doctrina, así como de
ciencia metafísica, natural y matemática, y nos abren las puertas para hacer
una extensa investigación especulativa y moral."
El candidato comienza el
fatigoso ascenso incitado por su amor a la virtud y su deseo de conocimiento,
ávido de la recompensa de verdad que se le ofrece. En cada división hace una
pausa, para reunir las enseñanzas del simbolismo que le llaman la atención en
ella.
Durante la primera pausa
se le instruye en la organización peculiar de la Orden de que es discípulo;
pero si las enseñanzas que entonces se le dan se tomaran en sentido literal no
merecerían esfuerzo alguno. El rango de los jefes directores y los nombres de
los grados de que consta la institución, no le proporcionan conocimientos que
no pudiera poseer antes. Por lo tanto, el valor representativo de esta parte de
la ceremonia, debe buscarse en su significación simbólica.
Cuando se explica al
aspirante la organización de la orden masónica, es para que tenga presente la
unión de los hombres en sociedad y la formación del estado social surgido del
estado de naturaleza. Por lo tanto, al comenzar la jornada se le invita a que
medite en los beneficios que produce la civilización y en los frutos de virtud
y sabiduría que se cosechan en esta condición. La misma Francmasonería no es
más que un producto de la civilización, que ha servido para extender esta
condición de humanidad.
Todos los monumentos
antiguos que han sobrevivido a los percances de la historia demuestran que el
hombre comenzó a organizar misterios religiosos y a separar lo sagrado de lo
profano, valiéndose de una suerte de instinto divino, tan pronto como pasó del
estado salvaje al social.
Entonces se inventaron la
arquitectura y todas sus artes afines para edificar moradas con que protegerse
contra las inclemencias del tiempo y las vicisitudes de las estaciones; y por
último, se ideó la geometría, ciencia necesaria para que los cultivadores del
campo pudieran medir sus tierras y señalar el límite de sus pertenencias.
Todas estas son las
características peculiares de la Francmasonería especulativa, la cual viene a
ser el arquetipo de la civilización, estando la primera en la misma relación
respecto al mundo profano, que la última con el estado salvaje. Por eso nos
parece acertadísimo este simbolismo que comienza a cultivar la sed de saber y
el ansia de verdad del candidato, primer paso de su escala ascendente,
recordándole que la civilización y la unión social de la humanidad son pasos
necesarios para el logro de estos objetos. Valiéndonos de nuestro lenguaje
simbólico, revestimos la historia de la organización de la sociedad con el
ropaje de las alusiones a los cargos de la Logia y a los grados de la
Francmasonería. A medida que el candidato adelanta, se le invita a contemplar
otras series de instrucciones. Los sentidos humanos, apropiados canales para
recibir todas las ideas de percepción y que constituyen, por lo tanto, las
fuentes más importantes de nuestros conocimientos, simbolizan en Francmasonería
el cultivo del intelecto.
También se alude con ello
a la Arquitectura como arte más importante en el bienestar humano, y no porque
tenga relación íntima con la Francmasonería operativa, 'sino por ser el
arquetipo de otras artes útiles. Por eso en la segunda pausa que hace el
candidato cuando sube las escaleras de caracol, se le recuerda que es necesario
que cultive el conocimiento práctico.
Hasta este momento, pues,
las instrucciones que ha recibido él se refieren a su situación en la sociedad
como miembro de la gran agrupación social, ya que para ser miembro útil y
necesario en ella debe adquirir el conocimiento de las artes de la vida
práctica.
Pero su lema debe ser
"Excélsior": ha de seguir
avanzando, porque todavía no ha alcanzado la cumbre de la escalera; aún le
quedan tesoros de sabiduría que buscar, y no ha logrado la recompensa, ni ha
llegado a la Cámara del medio, aposento de la verdad.
Por lo tanto, al hacer la
tercera pausa llega al lugar en que se explica el círculo completo de la
ciencia humana. Sabido es que los símbolos son arbitrarios y que tienen una
significación convencional, de modo que también podría haberse simbolizado el
círculo de la ciencia humana por otro signo o serie de doctrinas que el de las
siete ciencias y artes liberales. Pero la Francmasonería es institución
antigua, y el hecho de que eligiera como símbolo de todos los conocimientos
humanos las siete ciencias y artes liberales es una de las pruebas más fecundas
de su antigüedad.
En el siglo séptimo y
mucho tiempo después, todos los conocimientos de los más distinguidos filósofos
y de las más célebres escuelas se contenían en las llamadas artes y ciencias
liberales, que consistían en las dos ramas del trivium y del quadrivium. En el
trivium se estudiaban la gramática, la retórica y la lógica; en el quadrivium,
la aritmética, la geometría, la música y la astronomía.
"La ciencia universal
estaba contenida en estos siete títulos. Quien era maestro en ellos no
necesitaba preceptor alguno que le explicase los libros o le resolviese los
problemas que abarcaba la razón, pues el conocimiento del trivium le había dado
la clave de todo lenguaje humano, y el del quadrivium le había descubierto las
leyes secretas de la naturaleza", dice Enfield en su "Historia de la Filosofía" (vol.
II, Pág. 337). Estas dos palabras latinas, son verdaderamente clásicas; pero su
significación es medieval. Para los romanos antiguos, trivium quería decir el
lugar en donde se reúnen tres vías, y quadrivium, la encrucijada que forman dos
caminos. Cuando hablamos de senderos de sabiduría, descubrimos el origen de la
significación dada por los filósofos escolásticos a estos términos.
El mismo autor dice que hubo un período en que bastaba conocer
el trivium y el quadrivium, cosa que hacían pocos, para ser considerado como
filósofo. Por lo tanto, la adopción de las siete ciencias y artes liberales
como símbolo de todos los conocimientos humanos, es atinadísima. Cuando el
candidato ha llegado a este punto se supone que ha realizado la tarea para cuya
realización entró en la Orden, pues ha subido el último peldaño y está en
condiciones de recibir la fruición plena de los conocimientos humanos. Hasta
aquí podemos penetrar en el verdadero simbolismo de las Escaleras de Caracol,
que representan el progreso de la mente investigadora en el cultivo del intelecto
y del estudio, y la adquisición previa de toda ciencia humana, como paso
preliminar para poder alcanzar la verdad divina, la cual se simboliza en
Francmasonería por medio de la PALABRA.
Veamos ahora cuál es el simbolismo de los números, presentado por primera vez
al estudiante masón en la Leyenda de las
Escaleras de Caracol. Los masones tornaron de la escuela pitagórica la
teoría de los números como símbolos de ciertas cualidades. Sin embargo, no
podemos tratar extensamente sobre esta doctrina, porque el simbolismo numeral
de la Francmasonería requiere un ensayo más amplio. Baste con advertir que el
hecho de que el número total de peldaños sea quince en el sistema americano, es
un símbolo significativo, ya que este número era tenido por sagrado entre los
orientales, porque el valor numérico de las letras de que se compone el nombre
sagrado JAH, es quince; por eso
hacían un poderoso talismán dibujando una figura en la que colocaban los nueve
dígitos de tal forma que tanto las columnas horizontales como las verticales y
las diagonales sumaran siempre quince. (Este talismán era la figura siguiente,
que, a veces, recibía el nombre de cuadrado mágico)
Por lo tanto, los quince
peldaños de las escaleras de caracol, simbolizan el nombre de Dios.
Pero no hemos terminado
todavía. Se recordará que se prometía una recompensa a quien lograba subir las
escaleras de caracol. Ahora bien, ¿cuál era el salario de los francmasones? No
les daban moneda, ni trigo, ni vino, ni aceite, pues todos estos objetos no son
más que símbolos. Su salario era la Verdad, o una aproximación de ella, apropiada
al grado en que se les había iniciado.
La doctrina de que los
francmasones han de buscar siempre la verdad, sin lograr encontrarla jamás, es
una de las más bellas y abstrusas de la ciencia del simbolismo masónico. Esta
verdad divina, objeto de todos sus esfuerzos, se simboliza por medio de la PALABRA, de la cual todos sabemos que
sólo se puede encontrar una palabra substituta; con ello se trata de enseñar la
humillante pero necesaria lección de que en esta vida no puede adquirirse jamás
el conocimiento de la, naturaleza de Dios y la relación del hombre con Él, cuyo
conocimiento constituye la verdad divina.
Este conocimiento
únicamente se alcanza cuando las puertas de la tumba se abren ante nosotros y
entramos en una vida más perfecta. ¡Cuán
feliz es el hombre que desciende a las profundidades de la tierra, habiendo
contemplado estos misterios; quien conoce el fin de la vida, conoce también su
origen!, dice el padre de la poesía lírica.
La Cámara de en medio
simboliza esta vida, donde únicamente puede darse el símbolo de la palabra,
donde sólo se percibe un vislumbre de la verdad, y donde, sin embargo,
aprendemos que esta verdad ha de consistir en el conocimiento perfecto del G.·. A.·. D.·. U.·.. En esto consiste
la recompensa con que se premia el francmasón; se le pone en el camino de la
verdad, pero debe viajar y ascender hasta lograr alcanzarla.
De modo que la bella
leyenda de las escaleras de caracol sólo debe estudiarse como símbolo, pues si
intentáramos hacerlo como hecho histórico, los hombres cuerdos se reirían de
nuestra credulidad.
Quienes la inventaron no
quisieron que creyésemos en su historicidad, porque cuando nos la ofrecieron
como gran mito filosófico, no sospecharon ni remotamente que pudiésemos dejar a
un lado las sublimes enseñanzas morales que encierra, para aceptarla como hecho
histórico, sin sentido alguno y completamente en desacuerdo con los anales de
las Escrituras y con todo viso de probabilidad. Suponer que en el estrecho
recinto (le las cámaras del templo se pudiera pajar mensualmente a ochenta mil
obreros es un disparate.
Pero creer que toda esa
representación gráfica de tina, ascensión al lugar donde se pagaban los
salarios, por una escalera de caracol, es una alegoría que tiene por objeto
enseñarnos la ascensión de la mente desde la ignorancia, a través de las fatigas
del estudio y de la dificultad en obtener conocimientos, recibiendo ora un poco
y después otro poco, añadiendo a cada paso algo al núcleo (le nuestras ideas,
hasta obtener la recompensa en la cámara de en medio, donde se confiere al
intelecto culto el premio que le indica cómo ha de buscar a Dios y a su verdad;
creer esto, decimos, es creer y conocer el verdadero objeto de la
Francmasonería especulativa, único objeto digno de los hombres buenos, sabios y
estudiosos.
Los detalles históricos de
la leyenda son infructuosos, pero en cambio, sus símbolos y alegorías son
fértiles en enseñanzas.