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Wednesday, December 8, 2021

Arquitectura de la Masonería Rectificada

 

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Arquitectura de la 
Masonería Rectificada

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Jean-Baptiste Willermoz

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Jean-Baptiste Willermoz ha estructurado su sistema o régimen mediante una arquitectura concéntrica, organizándola en dos clases o círculos sucesivos, dotándolas de una enseñanza doctrinal progresivamente más precisa y explícita que se va desgranando a lo largo de los distintos grados, por medio de unas “Instrucciones” que forman parte integrante del ritual de cada grado.

UNA ARQUITECTURA CONCÉNTRICA

Esta concepción del conjunto, arquitectura del Régimen y doctrina, fue oficialmente aprobada en dos etapas. En primer lugar a nivel de los territorios franceses, por el convento de las Galias, celebrado en Lyon (noviembre-diciembre de 1778) en el que se aprobó entre otros, el Código Masónico de las Logias Reunidas y Rectificadas y el Código de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, que continúan siendo lo textos de referencia del Régimen explícitamente mencionados por la Constitución y Reglamentos Generales para la Orden Rectificada, aprobada y promulgada por el Gran Priorato de Hispania el 9 de septiembre del 2011.
Luego a nivel europeo, esta arquitectura fue aprobada por el convento de Wilhelmsbad, celebrado en Alemania (agosto-septiembre de 1782), tenido bajo la presidencia del duque Ferdinand de Brunswick-Lunebourg y del príncipe Charles de Hesse, principales dirigentes de la Estricta Observancia, que se adhirieron a lo que en la época se conocía por la “Reforma de Lyon”.

DOS CLASES, UNA MASÓNICA Y OTRA CABALLERESCA

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Así pues, el convento de Wilhelmsbad de 1782, referente general para la práctica del Régimen Escocés Rectificado y que determina la Regularidad para la práctica del mismo, aprobó una estructura dividida en dos clases, así como los rituales precisos, que juntamente con los dos Códigos fundacionales, constituyen nuestros textos de referencia y por así decirlo el corpus doctrinal:

  1. La Orden Masónica
  2. La Orden Caballeresca.

LA ORDEN MASÓNICA

La clase simbólica u Orden Masónica, es en la que se confiere y conduce a su término la iniciación masónica. Esta clase está subdividida a su vez en cuatro grados: los tres practicados en las logias de San Juan, dichas logias azules por razón del color de sus decoraciones; más el grado de Maestro Escocés de San Andrés, practicado en las logias de San Andrés o logias Escocesas, dichas logias verdes por las mismas razones.
Sin este cuarto grado, recibido ritualmente mediante la correspondiente ceremonia, la iniciación masónica queda incompleta. La ceremonia de recepción a este grado, hace una recapitulación de los tres grados anteriores y culmina el contenido iniciático y doctrinal de los grados precedentes, llevándolos a su cumplimiento. En ese grado le es dada al Maestro Escocés de San Andrés la posibilidad de contemplar todo lo que le aguarda hasta su reintegración en la Jerusalén celeste, objetivo final de la iniciación cristiana.

LA RECONSTRUCCIÓN INTERIOR DEL HOMBRE

Estos cuatro grados giran en torno a la reconstrucción interior del hombre mediante la profundización en la Fe y la práctica asidua de las Virtudes Cristianas. Cuando el Maestro Escocés de San Andrés da muestras de haber alcanzado el grado de realización espiritual requerido, probando con ello que efectivamente ha puesto en práctica la iniciación masónica, puede tener entonces acceso a la Orden Interior.

LA ORDEN CABALLERESCA

La Orden Interior es una orden de caballería cristiana. No es en modo alguno asimilable, ni a un sistema de altos grados, ni a los grados filosóficos. Queda claro también que no se trata tampoco de la orden del Temple restablecida, lo que el convento de Wilhelmsbad condenó vigorosamente.

La Orden Interior comporta dos etapas.

La primera es una etapa preparatoria y transitoria: la de Escudero Novicio. La calidad de Escudero Novicio es conferida por la ceremonia de Investidura. Esta calidad es sin embargo revocable. En efecto, el Escudero Novicio tiene como única tarea la de prepararse durante como mínimo un año, para convertirse en Caballero; pero si se muestra inapto para adquirir esta calidad, puede e incluso debe, de acuerdo a lo prescrito al respecto en el Código de los C.B.C.S., ser retrotraído y devuelto a su condición de Maestro Escocés de San Andrés, que no perderá en cualquier caso.
La segunda etapa es la de Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa (de siglas C.B.C.S.). No se trata de un grado más, sino de una cualidad que es conferida por la ceremonia de Armamento celebrada por el Gran Maestro/Gran Prior de la Orden de los C.B.C.S. o en su lugar, por un Visitador o Gran Dignatario delegado por el Gran Maestro. Esta ceremonia se trata verdaderamente de un adobamiento a la manera de la caballería medieval.

UNA BENEFICENCIA ACTIVA E ILUMINADA

El Caballero tiene, como por otra parte tenían sus hermanos de la Edad Media, el deber de obrar activamente en la Orden y en el mundo por una puesta en práctica de las enseñanzas morales, religiosas y doctrinales recibidas en las logias de San Juan y San Andrés, que no abandona en absoluto, sino que por el contrario, y ahora más que nunca en virtud de su nueva condición, a dedicarse al servicio de sus Hermanos y al de toda la humanidad, mediante el ejercicio de la beneficencia, entendida ésta no como mera solidaridad social, sino como hacer el bien en todos los sentidos, en todos los aspectos y hacia todos los hombres y mujeres.

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La Hermandad para toda la Humanidad

¡HUZZE! ¡HUZZE! ¡HUZZE!

 


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¡HUZZE! ¡HUZZE! ¡HUZZE!

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La palabra Uzze (o Huzé, Hoschée, Hoschea, Houzzai, Uzá, etc., las ortografías son muy variadas), tan empleada en los distintos Ritos Masónicos ha dado lugar a gran cantidad de hipótesis (y de fantasías...) en cuanto a su real etimología, origen y significado. Por ello creemos aportar algo de interés al mencionar en lo que sigue nuestro hallazgo al respecto.

Este podría ser incluso una clarificación definitiva e inesperada en esta cuestión aún bastante discutible. Este hallazgo fue dado a conocer por quien escribe en la lista Acacia a comienzos del año 2000.

Según algunos autores Huzzé tiene su origen en la lengua árabe. El significado literal que se le pretende dar a la palabra en el idioma castellano es VIVA o SALVE. Según otros (que no citan fuente alguna) proviene del escocés y deriva de HURRAH.

Hay quien comenta que entre los pueblos anglosajones la palabra fue utilizada en el pasado para saludar a los reyes, pero tampoco se aportan documentos que lo sostengan.

Según otros el término Uzza o Uzze, era el nombre que daban en el antiguo Egipto algunas tribus semíticas a la planta de Acacia, “árbol perenne y misterioso para ellos”, que consagraron al sol como símbolo de la inmortalidad, y cuyas ramas agitaban en signo de adoración como señal de felicidad y armonía, al tiempo que gritaban Uzza o Uzze segúnsus dialectos, durante las ceremonias.

Uno de los significados aludidos a éste saludo estaría emparentado según algunos autores, a la forma en que se efectuaban los distintos ritos propiciatorios de los pueblos de la zona cuando luego de agredir al cielo o a la tierra (al labrarla por ejemplo), debían congraciarse con los dioses que según ellos los gobernaban. Esta versión parece ser pura fantasía pues el gran egiptólogo Adolf Ermann, quien fuera profesor en la Universidad de Berlin, señala como significado del término “He aquí el lugar sagrado!”

Pero Ermann no agotó el problema como veremos más abajo. Estos mismos pueblos acostumbraban colocar ramas de Acacia sobre la tumba de sus muertos como símbolo de lo inolvidable e inmortal.

Mahoma prohibió estas consagraciones dentro de la religión musulmana y desde entonces el término ha desaparecido del uso diario entre los pueblos de la zona.

Pero, según otros, volvemos a encontrar reminiscencias de estos ritos de adoración a la Madre Tierra y al Padre Cielo en los rituales de los MM.·. MM.·. operativos cuando, al finalizar la construcción de una catedral, pedían permiso y perdón al G.·.A.·.D.·.U.·. , ya que la construcción agredía al cielo y a la tierra con su presencia.

Este ritual se basaba en el poder del sonido y la presencia física: el sonido de las campanas y la presencia física del brazo en alto, exclamando Uzze, Uzze, Uzze, exclamación lanzada hacia el aire, hacia el sol o hacia el cielo. Nuevamente aquí la explicación aparece como más poética que fundada en documentos reales.

En las diversas explicaciones anteriores falta algo que es el fundamento y razón de ser de la cosa y nos animamos a calificar a las hipótesis anteriores de insatisfactorias. Por ello fue grande nuestra sorpresa al hallar que en realidad nuestra aclamación era algo íntimamente ligado al dios de los constructores en el Antiguo Egipto, deidad importantísima originada en Memphis y que recibía como es sabido el nombre de Ptah.

La documentación en que me baso se halla en la obra “Hymnes et Prières de l’Egypte Ancienne” de André Barucq y François Daumas (publicada con el apoyo del CNRS, Du Cerf, Paris, 1980). En rigor Ptah (Arquitecto escultor del Universo y no creador) era el dios no solo de constructores sino también de escultores, artesanos, herreros y artistas, el que termina identificándose con Osiris (loc. cit.) y del que los griegos deformaron luego imagen, atributos y culto para crear a su Hefestos (el Vulcano romano).

Es sabido lo organizadas que estaban las guildas de constructores del antiguo Egipto, verdadero origen y cuna de la Mas.·.

Al respecto puede verse “Une Grande Loge en Egypte Ancienne” en la obra de Christian Jacq “La Franc-maçonnerie: histoire et initiation” y M. Bierbrier “Les Bâtisseurs de Pharaon”.

Incluso Hermes-Thot era considerado en la cosmogonía de los Misterios de Memphis una hipóstasis o manifestación de Ptah y del arquitecto Imhotep (que en realidad es un linaje de arquitectos) su hijo. Es este Imhotep quien después se transforma en Hiram (está muy claro que los arquitectos constructores del Primer Templo solo podían ser en rigor egipcios pues hebreos y tirios carecían de toda experiencia al respecto).

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Ptah-Atoum (o Aton) era considerado el pensamiento de Ptah y Ptah-Horus su corazón en los misterios menfíticos. Y aquí llegamos a lo esencial. La invocación por excelencia a Ptah en Memphis era a su palabra (Hou) y a sus pensamientos (Sia). Y aquí tenemos el origen de nuestra aclamación.

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La Hermandad para toda la Humanidad

Sunday, October 10, 2021

El Sistema de Jakob Böhme

 

El Sistema de Jakob Böhme
Por: Adam Mickiewick
(1789 – 1855)

La Universalidad – Dios – Satanás

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El seno de lo que nombramos Dios incluye la Universalidad de las manifestaciones sobrenaturales, naturales y contrarias a la Naturaleza.

Es imposible, y por lo tanto no está permitido, saber lo que es Dios fuera de la Naturaleza; pero la naturaleza de Dios no es Visible; hablamos del Invisible, del impalpable, y finalmente de todo lo que está arriba y fuera de los sentimientos y sentidos humanos. Dios, como Universalidad, comprende las tinieblas y la luz, los sufrimientos y la felicidad, las profundidades y las alturas; ahora bien, como todo se manifestó en el hombre, y como el hombre comunica con todos los elementos de acción divina, él mismo puede, explorándose hasta el fondo, penetrar en los abismos de los sufrimientos que se llama el Infierno, y elevarse en medio del centro más íntimo de su existencia que se llama verdaderamente Dios.

El espíritu existe solo sin que exista nada que esté fuera de él, o que sea otro espíritu fuera de la Creación. El espíritu se concentra: esta concentración de sí mismo lo oprime, lo encierra, pesa sobre sí mismo y excita en él el deseo de salir de esta gravedad, de este círculo que se atrae hacia sí mismo y que se convierte en oscuridad; el Espíritu que se concentra se obscurece, comienza a sufrir, a agriarse: se produce en el seno de esta incubación del Espíritu, que se incuba a sí mismo, una tendencia a salir del estado de presión, un movimiento que Böhme llama rotación, hasta que el aguijón interior del Espíritu, que tiene una tendencia exterior y que se atrae hacia sí mismo, estalla en rayos de llama y luz. Esta llama es el final, el objetivo, la extrema extremidad de la Naturaleza (no olvidemos que se habla aquí del Espíritu de antes de la creación física y manifiesta); de esta llama y este rayo nace una luz, una suavidad, una alegría, un disfrute, finalmente nace lo que llamamos realmente Dios. Hay pues en Dios en primer lugar la oscuridad infinita, y el choque caótico de la infinidad de los elementos que producen por su concentración y presión una llama; hay en segundo lugar esta llama que es el término extremo de lo que se llama la Naturaleza de Dios y finalmente la luz que (es) el verdadero Dios. Böhme compara siempre este conjunto divino a una luz terrestre cualquiera, en la cual se ve un fondo oscuro, un producto inflamable que sale de un fondo también oscuro de la Naturaleza, que se convierte a continuación en una llama o una hoguera, es decir, una llama natural que se rodea de una aureola de luz. En cada luz, hay pues un fondo oscuro, frío, aspirando hacia la luz, deseando y por lo tanto infeliz; luego una llama que manifiesta este impulso, este deseo extremo; y finalmente una luz que lleva por todas partes el sentimiento de la alegría y la felicidad y que se alimenta por tanto de tinieblas y choques de elementos, los cuales sólo encuentran su unidad en la luz. Existió, en toda la eternidad, en Dios, y existe y existirá siempre un fondo tenebroso, lo que se llama el Caos, la Noche del tiempo, la Cólera de Dios, de donde sale, como fuentes oscuras de la tierra, una fuente clara de la Vida, del Espíritu; existe también en Dios y siempre ha existido este choque de elementos que salen de las tinieblas hacia la luz; existe también y existirá siempre la manifestación verdadera, la vida íntima de todos estos elementos como luz, como felicidad, lo que llamamos Cielo. Pero en Dios todo eso existe como una perfecta armonía; no existe en Dios ningún sentimiento de oscuridad o sufrimiento, como en un hombre bien no hay ningún sentimiento de amargura, de ese jugo bilioso que existe en él, ni de la acidez de la bilis, ni tampoco de ninguna de estas acciones inferiores y físicas que no obstante constituyen su vida, que lo alimentan interiormente y cuyo trabajo oscuro produce estos rayos, este calor suave que anima su corazón y que resplandece en mirada.

No había pues en Dios ningún sufrimiento aunque hubo un centro oscuro, pleno de sufrimiento y sufriendo continuamente, pero donde no tenía lugar, por decirlo así, la conciencia de su sufrimiento, y que volvía a entrar en la armonía universal de la felicidad divina. Pues Dios, sacando de estas profundidades infinitas e indeterminadas de las fuerzas naturales una llama de vida, sacando del Infierno la Naturaleza visible, sacando, se podría decir, de esta bilis universal e infinita y de la falta misteriosa y del choque de los jugos interiores, una llama organizadora y una luz consciente de su existencia, Dios existía en una individualidad incomprensible, similar a una individualidad humana; esta existencia consistía en creaciones, producciones y disfrutes, de lo que una individualidad humana normal nos podría dar alguna idea. Es la historia del estado divino antes de la creación del mundo e incluso antes de la caída de Lucifer, según Böhme.

En este estado divino, en cada momento, en cada parcela insignificante de un momento, sacaba de la tiniebla infinita una infinidad de tendencias a las cuales el Espíritu central daba una realidad: salía del Infinito de las cualidades especiales, que se volvían existencias, individualidades; sacaba de este Vesubio caótico una infinidad de fuentes de gas que se encendían y se volvían rayos; sacaba, finalmente, de esta Universalidad, una creación angélica, continua e innumerable, que se llama realmente Dios. Puesto que no se llama al hombre los intestinos del hombre, así mismo el sufrimiento, y el deseo, y la cólera que existe en la universalidad, no constituyen Dios y no se llaman Dios. El Hombre es el extracto, la llama, la luz que sale de su fondo oscuro y su exterior material; Dios es esta existencia que constituye el hogar hacia el cual tienden todas las fuerzas oscuras de la Universalidad de la Naturaleza. Esta operación, de la que habla Böhme, no es sucesiva; es instantánea y continua; las cualidades y las fuerzas que se retiran de la Naturaleza oscura pasan a ser continuamente y en cada momento chispas y rayos; pero todo esto pasa en los rayos, por decirlo de alguna forma, fuera de la Naturaleza material y visible.

Böhme, en sus intuiciones, supone que una de estas chispas que salían de las tinieblas eternas y que se elevaban por una tendencia fácil y natural al estado de llama, esta llama ya formaba una fuerte individualidad, una individualidad de ángel o de arcángel (ya que todo lo que Böhme llama fuerza, llama, luz, trono, etc., son individualidades distintas, divinas, ciudadanos del reino).

Ahora bien, una de estas individualidades que formaban parte integrante de la Divinidad, teniendo por lo tanto una voluntad libre, llegada al estado de llama y por lo tanto al apogeo de su fuerza, no quiso ascender a la suave luz; tal individualidad, por primera vez, hizo acto de voluntad contrario a la Universalidad de la Creación; ella misma quiso elevar su centro oscuro y convertirse en el centro de la Creación. Es lo que Böhme llama la caída del Arcángel y el principio de la Creación material y visible. Ya que, según él, todos los espíritus, todas estas chispas y todos estos rayos que salían de las oscuridad de lo que los antiguos paganos, como Hesíodo, llamaban las semillas de la Creación, entraban en la armonía general, se confundían con la luz eterna; y hubo un Espíritu de los más potentes que, en el estado de su fuerza, sólo quiso ejercer esta fuerza propia antes que llegar a ser la fuerza por excelencia, que volver al calor, a la hoguera, sin tomarse la molestia de subir hacia la luz; es este Espíritu el primero que tuvo conciencia de la fuerza, como el Prometeo de Eschyle, sin someter esta fuerza a las necesidades de la Universalidad, que así se volvió Satanás, un enemigo de la Universalidad. Para constituirse como una individualidad, lanzó de todos los lados rayos oscuros y encendió todas las fuerzas de la naturaleza tenebrosa. Para hacer comprender estas ideas no oscuras, sino elevadas, se podría comparar a este Satanás invisible e inmaterial, rebelándose contra la Universalidad, a un hombre que rompería una ley establecida y verdadera, recurriendo para triunfar a sus fuerzas inferiores, es decir, a su bilis y a su sangre.

Desde este momento, dice Böhme, la armonía de la Naturaleza divina es rota: las fuerzas que salieron del centro de este espíritu satánico trastornaron lo que había llamado más arriba la Naturaleza divina, es decir, esta indeterminada Universalidad de las fuerzas de las semillas de creación. Satanás las llamó a la existencia antes del tiempo fijado por la eterna Sabiduría; llamó así a la acción de los espíritus incompletos y sufrientes; aceleró la generación verdadera, hizo abortar, por decirlo así, la Naturaleza Divina. Cada una estas fuerzas, de estas inteligencias llamadas a la acción, en fin, de estos ángeles, para constituirse individualmente, se concentran fuera del calor y la luz divina. Así las esencias son de un golpe llamadas por las tinieblas increadas que se han convertido en individualidades distintas sin ligarse a la Unidad, entrando en movimientos de rotación individual y separándose las unas de las otras, tomando formas distintas y produciendo así lo que llamamos el mundo visible. Este mundo, pues, según Böhme, es el resultado de una acción anormal, de una rebelión; teniendo también una tendencia continua al retorno hacia la Unidad, este mundo es una existencia momentánea y que sólo se mantiene por los esfuerzos continuos del Espíritu contrario a la Universalidad, es decir, por Satanás. Lo que en el seno de la Universalidad era una tendencia hacia la concentración y que bajo los rayos de la Unidad divina se volvía la constancia y producía ángeles de trono, después de convulsiones universales, se volvió rocas y piedras: el movimiento que del centro de la naturaleza oscura empujaba a la acción, y que debía producir ángeles querubines, este movimiento produjo en la naturaleza podrida las impregnaciones y las influencias nocivas, acciones corrompidas; las fuerzas de la Naturaleza, irrumpiendo en el movimiento del tono, del sonido, de la armonía, pasaron a ser relámpagos y truenos, así sucesivamente en los efluvios de la Naturaleza divina, creativa de las individualidades paradisíacas, estando en el futuro condenadas a animar seres que llamamos malignos, criminales, y finalmente el Diablo, los hijos de Satanás.

Dios, como luz, no sufrió en ningún caso; el Espíritu que no quiso subir hacia él y que se obstinó en dominar la luz por el fuego y el calor, es decir, en dominar el amor por la fuerza, este espíritu retrógrado volvió a entrar en los abismos de las tinieblas, de estas semillas de la Creación, donde sigue actuando sin afectar a la naturaleza luminosa de Dios; volvió a entrar en la hoguera que produce la llama y la luz universal con esta diferencia con las fuerzas primitivas, que esas fuerzas, saliendo al mismo tiempo de las tinieblas y de las presiones dolorosas, no tenían el sentimiento que se transportaba regularmente hacia la luz, mientras que el espíritu retrógrado de Satanás, vuelto a caer en el estado primitivo por su propia voluntad, sufre al verse en una situación de la que habría podido y debido salir.

Así pues, según el sistema de Böhme, la Naturaleza visible, palpable, es decir, sensible, sólo existe por un hecho anormal de rebelión, o, mejor dicho, de uno de los Espíritus. La región donde esta rebelión se realizó, y de la que diremos más tarde las consecuencias, incluye nuestro sistema planetario, el cual, por lo tanto, es regulado por otras leyes que las de todos los demás sistemas de la Universalidad.

El Génesis

Hemos descendido ya al momento en que comienzan el espacio y el tiempo, la lucha cuyo teatro será la Materia. Nos acercamos al tiempo del Génesis sobre el cual Moisés enunció verdades incompletas. Deberemos volver de nuevo a los acontecimientos constitutivos de la Creación; deberemos aún explicar los movimientos que separan definitivamente el mundo Satánico, el mundo de la Rebelión, de la Universalidad divina. En este momento que Böhme llama la primera y la más grande de las tormentas que hayan trastornado la Creación, el Satanás llamando a la existencia de los gérmenes incompletos, el Espíritu central de Dios reaccionando contra él.

Es por el fuego, por el calor, que Satanás suscitaba y hacía surgir del fondo de la Naturaleza divina a los seres que inspiraba satánicamente; su influencia iba a convertirse en universal; pero Dios hizo salir de su centro un relámpago de fuerza, un relámpago de Cólera más potente que el de Satanás: Dios el Padre, en su calidad de Padre de todo y por lo tanto de Padre de la Cólera, lanzó su relámpago de cólera en la profundidad de la Naturaleza, más allá del círculo donde Satanás podía actuar. Encendió una hoguera superior en fuerza a la que Satanás había encendido; la cólera de Dios llamó a la existencia a los gérmenes que aún no fueron alcanzados por la influencia de Satanás. En este momento de la lucha, las fuerzas divinas que reaccionaban contra los esfuerzos de Satanás son llamadas Arcángeles y Serafines, Miguel y Gabriel. Por las influencias de estas fuerzas, un mundo nuevo surgiría: fuera de la influencia satánica comenzarían a vivir, a sentirse, a elevarse, pero privados ya de la potencia de constituirse en individuos distintos privados de este grado de la potencia completa que constituye un individuo divino. Esta nueva creación es llamada por Böhme el Espíritu del Gran Mundo, es decir, del mundo material, spiritus mundi majoris. Decimos centro, ya que Dios constituyó entonces un nuevo centro: es el centro de la Naturaleza visible, del mundo actual. Dios el Padre llamó a los gérmenes de la nueva creación a una existencia regular que tenía su centro gubernamental. Ya que antes de la gran rebelión y la gran tormenta, Dios sólo creaba Espíritus y estos Espíritus tenían un centro en la fuerza creativa del Padre y en la Luz (de los hijos) existiendo pues dos centros: este por el cual la Naturaleza divina, es decir, la Inmensidad, el Caos, el Incomprensible, el Imperceptible llegaba a la existencia, y otro centro hacia el cual todo este Caos, todo el resultado del choque de los Espíritus Caóticos, llegaba a una existencia superior, a la Luz; este segundo centro luminoso, enamorado y muy poderoso, se llamaba propiamente Dios.

Ahora, después de la tormenta y la rebelión, Dios Padre hace estallar un tercer centro en el cual actúan las dos naturalezas divinas: la de la Cólera y la de la Luz; el centro de esta tercera existencia, de estos reflejos de dos existencias superiores, es lo que llamamos el Sol. Dios, evocando fuera de la influencia de Satanás nuevas existencias muy inferiores a las que habían surgido en el tiempo de las creaciones divinas, les dio un centro de influencia y acción, les creó el Sol. En cuanto estas nuevas creaciones llegaron al sentimiento de existencia, hubo lo que el Génesis llama la separación de la Luz y las tinieblas. En la armonía del Ser Universal, las tinieblas mantenían la Luz, hacían el fondo de la Luz, el frío hacía el fondo del calor, la acidez constituía el elemento de lo dulce; pero después del abuso del Espíritu del mal, fue necesario, para privarle de la fuerza creativa y por lo tanto universal, separar estos dos centros. Así, todos los Espíritus que llegaban a la existencia después de la rebelión de Satanás, se encontraron ya separados en dos, incapaces de producir creaciones Unitarias. El Espíritu, por ejemplo, el Espíritu del Fuego, se encontraba inmediatamente detenido en su acción desordenada por su mitad separada de él, es decir, por el Espíritu del Agua; el Espíritu del movimiento, de acidez, o como Böhme lo llama, el Espíritu de ácido o de Mercurio, encontraba su contrapeso en el Espíritu de la Gravedad, etc. Finalmente, los Espíritus llamados a la vida después de la gran rebelión no tenían ya integridad, la Unidad, y por lo tanto la potencia semejante a la del Dios de la Unidad.

Esta evocación de las existencias más nuevas y que tenían un centro en ellas detenía la propagación del Espíritu satánico. Esta inmensa Existencia que llamamos la Naturaleza (Material) en el seno de la cual vivimos, ha sido pues, antes de la Creación del hombre, creada para detener el progreso del Mal. Lo que en la Naturaleza divina constituía la acción, la resistencia, el movimiento, se volvió, como ya dijimos más arriba, el rayo, la piedra de la creación inferior, material, y por lo tanto inaccesible al Espíritu satánico. Para explicar en términos vulgares estas grandes concepciones de un Espíritu místico, podemos representar como ejemplo la rebelión de un gran Jefe (al que Böhme llama siempre Satanás el Gran Duque) contra el poder central, recurriendo a él para resistirle a las existencias inferiores, al populacho del jefe, un centro de acción que releve no a sus magistrados decaídos, sino a la fuerza central. Satanás así se encuentra atrapado entre la fuerza central que negó y la nueva fuerza que toma sus inspiraciones no de él, sino del poder central.

Los nuevos gérmenes llamados a la existencia encontraron su centro material en el Sol. Las fuerzas divinas se manifestaron en esta Creación inferior como unidad en el Sol, como concentración en Saturno, como fuerza de movimiento en Mercurio, etc. Estas existencias alejadas de la Unidad por el efecto de la rebelión del Espíritu que habría debido servirles de vínculo con la Unidad, tendían con todo y necesariamente a unirse a la fuerza de concentración, deseaban unirse a la fuerza de expansión. La expansión espiritual se manifestaba en la región material, como Fuego, la concentración como gravedad (pesadez), el movimiento como relámpago y ácido, la suavidad como agua, etc. De esta separación proviene el deseo de reunirse de nuevo para formar una Unidad; y aquí reside el principio de los dos sexos, las tendencias de los dos sexos no es otra cosa que el deseo de volver a entrar a la Unidad.

El Cielo, pues, y la Tierra, es decir, la Luz y las Tinieblas, producidos ya ostensible y materialmente, comenzaron las manifestaciones del mundo exterior. Más tarde vinieron las manifestaciones de la vida individualizada como plantas, peces y animales, creaciones muy dependientes del tercer principio en el cual se reflejaban, y la cólera de Dios el Padre y la Luz, es decir, el Verdadero Dios. Estas creaciones que envolvían por todas partes a Satanás formaban, por decirlo así, las murallas de su prisión.

Entonces Dios animó la imagen del Hombre. Esta imagen de toda eternidad existió ante Dios como Idea; ya que todas las creaciones sucesivas hasta el final de los tiempos existen ante Dios como Ideas. (Aquí Böhme está perfectamente de acuerdo con Platón, es decir, con Sócrates).

Sin embargo, estas imágenes ante Dios no tienen ninguna existencia real: son como reflejos de una figura que se percibe en un espejo; vemos todas nuestras características perfectamente reflejadas, no teniendo sin embargo ninguna existencia verdadera. Dios, es decir, la Universalidad de todas las existencias, de todas las formas, vio a partir del principio y ve y verá siempre los reflejos de todas estas existencias posibles; pero estos reflejos, estas imágenes sólo entran en la vida por un movimiento del que se hace reflejar en ellas, de la fuerza central de Dios.

El tiempo pues había venido para que la Idea del hombre concebido de toda eternidad entrara a la existencia real. Tal existencia, comenzando la vida, concentraba en ella todas las fuerzas divinas; se volvía los Hijos de Dios, se volvía Dios, por decirlo así, para las creaciones interiores. Entonces, un movimiento de la fuerza central divina le creó. Se volvió el depositario de todas las fuerzas divinas, es el representante de Dios, él mismo se vuelve Dios, Maestro Soberano de la Creación, más poderoso que el mismo Satanás, ya que extraía su fuerza del Espíritu del Padre; tenía la luz de Dios; conocido como Luz, como Hijo; y al mismo tiempo era maestro soberano de la tercera nueva creación, de la creación material; su cuerpo se extraía de lo que Böhme llama el elemento único, el elemento primordial, el elemento puro. Ese elemento aún no estaba corrompido por la influencia de Satanás, pero el cuerpo del hombre primitivo, formado por este elemento, no era en absoluto material. El primer Hombre era, según Böhme, perfectamente angélico como sentimiento e inteligencia, y más fuerte que los ángeles por la potencia que ejercía sobre el mundo inferior.

El Hombre primitivo

El hombre primitivo, según Böhme, muy espiritual y dotado de un cuerpo inmaterial e invisible, sólo tenía órganos consustanciales a la vida espiritual; extraía sus fuerzas de la naturaleza primitiva, de la fuente de la potencia; se comunicaba así con el centro de la Cólera de Dios, era también poderoso y más poderoso que Satanás. En cuanto a su vida divina, era succionada de la fuente de la Luz y la gracia de Dios; sólo tenía los órganos que comunican con la vida superior, no necesitaba nada de lo que corresponde a las necesidades materiales y físicas. Se parecería por lo tanto en la Idea a un Ser que se asemeja mucho a las creaciones de los pintores cristianos que representan las inteligencias celestiales.

Este nuevo ser, este Hijo de Dios, su Vicario en la Creación, poseía, según supone Böhme, pero no afirma demasiado expresamente, el poder de continuarse, de producir de su propio centro seguidamente nuevas creaciones: este ser era el Andrógino de las antiguas tradiciones conservadas por Platón. Pero la fuerza creativa del hombre dependía de su unión constante con el centro de la Unidad, con Dios. Fue necesario que el hombre hiciera esfuerzos para sostenerse en este centro de la Unidad, para que no saliera y no volviera a caer en el mal.

Aquí debemos abordar una cuestión muy difícil y cuya explicación definitiva nos parece por el momento absolutamente imposible: debemos sin embargo hablar, porque todos los hombres que meditaron sobre las cosas divinas la meditaron, pretendieron solucionarla. Es la cuestión de la Causa del Mal ¿Cómo los Espíritus que salieron todos de un mismo seno, del mismo Dios, pudieron dividirse en su tendencia y su movimiento? ¿De dónde tomaron la fuerza para separarse de Dios? Descendientes de la misma y única fuente, ¿de dónde pudieron obtener un elemento de movimiento que les lanzara fuera de esta fuente? ¿Cómo Dios podría permitir una desviación de los seres creados por él, lanzados por él a la existencia y conducidos por él hacia un objetivo o hacia el objeto que debían necesariamente conocer? Cuestión capital de la fatalidad y la libertad, de la providencia y el libre albedrío. Veamos cómo Böhme explica esta cuestión.

Es necesario remitirnos aquí a esos tiempos primitivos de la Creación o, por decir mejor, al estado divino de antes de la Creación. Dios, entonces, como Unidad, se reflejaba en el infinito de las ideas, de los gérmenes y creaciones. Cada rayo salido de su centro, cada efluvio, llamaba a estas ideas a la vida. Ahora bien, cada una de estas ideas, saliendo de los pozos sin fondo del Caos primitivo, animada por el rayo de la Unidad, tenía necesariamente dos tendencias de las que una primera era seguir el rayo que la llamaba a la vida, de unirse a este rayo, elevándose así, tendiendo continuamente hacia el centro de la Creación, confundiéndose con Dios; la segunda tendencia la retornaba hacia el Caos de donde acababa de salir, hacia sus existencias pasadas, hacia estas fuerzas inconmensurables de las que formaba parte y que deberían haber sido la causa de su elevación hasta el centro. Un Espíritu salido así de las tinieblas que sintiéndose fuerte y convirtiéndose en luminoso, recurre continuamente a la fuerza y cree que la Luz le es debida. Hay pues, en cada Espíritu llamado a la existencia real, dos tendencias necesariamente, una de las cuales lo dirige hacia el pasado de donde salió, y la otra hacia el futuro. Es sobre este límite, dice Böhme, que comenzó la voluntad, o, dicho de otra forma, un nuevo nacimiento, un acto independiente de un Espíritu que llega a la conciencia de sí mismo. Cuando observa el pasado, se siente muy poderoso; ya que en el momento en que sale del Caos es el Espíritu ciertamente más maduro y más poderoso de este Caos; es maestro y soberano del Caos; la Naturaleza tenebrosa lo acepta y lo observa como su jefe. Llegado al límite de la luz se siente anulado, desnudado de todas las fuerzas de las que disponía en su parte inferior; ello le hace pues reconocer que el menor de los Espíritus de luz que encuentra sobre el límite de una nueva existencia y al que le parece nulo como fuerza, le es infinitamente superior. Una piedra lanzada en el aire vuelve a caer con orgullo y toda seguridad de derechos adquiridos hacia el centro de la tierra; pero todo lo que se eleva sobre la superficie de la tierra, una planta o un pájaro, trabaja mucho tiempo en hacer esfuerzos dudosos para elevarse hacia una esfera superior.

La individualidad humana, una vez colocada como existencia hasta entonces desconocida en la Creación, cercana por su fuerza a la Cólera de Dios en los Infiernos, ascendiendo a la Luz o al Amor de Dios y al mismo tiempo amante de este nuevo principio que acababa de surgir del Caos, del principio de la Naturaleza exterior, participando de los Espíritus y al mismo tiempo soberana del Sol y de los Planetas, se volvió el objeto de las tentaciones, es decir, de los esfuerzos de Satanás y de las existencias inferiores, o sea, de la naturaleza visible y creada. Estas existencias inferiores, este mundo elemental y los Espíritus elementales que presiden este mundo, que después de la caída de Satanás no tenían comunicaciones directas con la Unidad y no podían comunicarse ya más que por el Hombre, se esforzaron por acercarse él, por unirse con él, por entrar lo más posible en Dios por su mediación; ya que por todas partes, dice Böhme, donde el Espíritu de Dios reside, todos los Espíritus se agrupan para tener una parcela de este Espíritu (y nuestra mística, Angelus Silesius, dice igualmente que en cada lugar donde el Espíritu de Dios descansó todos los Espíritus se precipitan allí para calentarse). Hubo pues, en torno al primer hombre, una tendencia universal de los Espíritus elementales de unirse con él: estos Espíritus le ofrecían actos de sumisión completa; lo observaban como su príncipe, como su Dios. ¿Qué necesidad tienes, le dicen ellos, por el órgano de las inspiraciones instintivas, qué necesidad tienes de hacer esfuerzos para lanzarte hacia la Unidad que no se manifiesta en ninguna parte en actos y creaciones? Nosotros somos aquí actualidades, formas, cosas, que sólo piden obedecer, servirte; tú nos ves, nos tocas, puedes dirigirnos una mirada, un gesto. ¿Has visto alguna vez al Ser superior a ti, un Dios que tenga una mirada, un gesto que controle a los elementos? Créenos, tú eres un verdadero Dios para nosotros, eres el verdadero maestro de la Creación; únete a nosotros: tendremos la misma carne, la misma naturaleza, asociémonos.

Para entrar en esta asociación, fue necesario que el Hombre se uniera a estos Espíritus inferiores, a esta jerarquía del tercer principio. Se unió a un Espíritu abriendo su alma a sus inspiraciones; pero para unirse a los Espíritus inferiores, fue necesario abrirles su organización, sus entrañas; era necesario morderlos, era necesario comerlos. El hombre primitivo no tenía organización capaz de hacer este acto; pero concibió un deseo muy vivo de hacerlo. Y para explicar de una manera vulgar este deseo podríamos figurarnos a un joven hombre que querría reunir en él una sociedad de hombres bajos y criminales, pero que no tenía el medio de hacerlo. Es en este deseo contrario a la voluntad de la Idea de Dios, que el hombre primitivo perdió su comunicación continua con Dios; es entonces que cayó en el sueño, es decir, bajo la influencia de las fuerzas inferiores, o como dice el Génesis, Dios envió el sueño a Adán y de este sueño ya debía despertarse como individuo que pertenecía mitad a la Naturaleza visible, a los Espíritus inferiores, como su asociado, pero no aún como su esclavo; de este sueño se despertaría ya envuelto en este cuerpo terrestre y sometido en su mitad a la naturaleza física, al tercer principio: de maestro soberano de los Espíritus de la Naturaleza visible se convirtió en su agente.

El estado de la creación después de la caída del hombre y la necesidad de una nueva fuerza reparadora

El hombre primitivo o ideal, que se ha convertido en agente de un Espíritu, de toda una jerarquía de Espíritus inferiores, necesariamente habría producido monstruosidades si hubiera actuado por sí mismo, poseyendo fuerza creativa y poniéndose al servicio de los Espíritus caóticos e incompletos. Dios detuvo al hombre en esta vía: dividió su fuerza central, separó al hombre en dos. Sus instintos inferiores y su ideal extraído de sí mismo vinieron a la existencia en la idea de la mujer: el deseo del hombre dio nacimiento a un nuevo ser separado de sí mismo que apareció como mujer. Después del sueño de Adán, después de su unión íntima con el tercer principio, con el mundo visible, hubo un despertar donde Adán se encontró duplicado: reconoció en la nueva individualidad, en la mujer, una mitad de sí mismo; no podía seguir ya una existencia real y creativa más que con esta mitad. La mujer extraía su materia, su corporeización, no del elemento puro, sino de un elemento ya influido por el tercer principio: este elemento se encontraba bajo la soberanía del sol y del sistema planetario; pero hecha la mujer así, deteniendo el movimiento espontáneo de la voluntad del hombre, le condujo de nuevo a la Unidad, haciéndole sentir de nuevo la necesidad de dominar de manera legítima el mundo elemental que adquiría en la mujer su más alta expresión. El hombre no podía crear seres satánicos, y volvió a caer en la necesidad de no crear más que individuos que poseen mundo espiritual y al mismo tiempo mundo material. El centro del mundo material, del mundo planetario, detiene así lo que podría tener de malévolo la fuerza creativa, pero corrompida, del Hombre.

¿Cómo manteniendo su Humanidad el Ideal del hombre podría rehacerse, reconstituirse? Si se mantuviese en el estado donde se encontraba después de la creación de la mujer, habría seguido una raza intermedia entre la de los ángeles y la de los animales; raza pura y legítima según la Naturaleza, pero que no era ya adecuada a la idea del Hombre, tal como existió en el espíritu de Dios. Esta raza, con todo, habría podido, conservando la ley otorgada por Dios, buscando las fuentes de su vida en Dios, extendiendo esta vida sobre las creaciones inferiores, remontar laboriosamente hacia el centro del cual es resultante; pero la condición esencial, impuesta entonces al hombre, era no obedecer a insinuaciones, a consejos del mundo inferior, no comer del fruto de la tierra, del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. En este conocimiento residía la omnipotencia divina: Dios no era celoso, pero veía que el hombre caído abusaría con seguridad, ya que este conocimiento, cuando no es elevado hacia el centro de la luz, no puede producir sino creaciones inferiores, es decir, creaciones malas, satánicas. Los Espíritus caídos antes del Adán poseían el misterio de la ciencia del bien y del mal: se imaginaron que este misterio bastaba para crear y por lo tanto para substituir a Dios: reconociendo después del resplandor de una creación visible y plena de actualidad su insuficiencia científica, se dirigieron al hombre al que veían poseer la fuerza creativa de la que se les había privado. Estando dividido después de su caída el hombre primitivo, el Espíritu del mal se dirigió a esta mitad del hombre más cercana a su Naturaleza inferior, que representaba los instintos sensibles del hombre; fue dirigido a la mujer. En el consejo de la mujer, el hombre oyó la llamada de la naturaleza ya individualizada y que se expresaba en palabras; entendió que le explicaba de nuevo su omnipotencia. Si reúnes, decía la voz de la mujer, esta fuerza que posees en el mismo centro de donde sale la fuerza divina, a los instintos de la Naturaleza universal, de la que yo como mujer soy depositaria, retornaremos a la Unidad completa, constituiremos entre los dos un Dios completo; pero para eso debemos unirnos a la Universalidad y por lo tanto hacer un acto de comunión íntimo con la naturaleza inferior. Ya sólo restaba tener el deseo de comer del fruto de la tierra, deseo que el hombre ya había concebido antes de su sueño, de coger esta fruta, hacerla pasar a su organización, asimilarla en sí mismo, convertirse en uno con la Tierra: es así cómo Böhme explica el acto por el cual el hombre comulga con el árbol de la ciencia del bien y el mal.

La condición del hombre, después de su unión íntima con el mundo visible influida por el Mal, se volvió peor de lo que era la de los animales: el principio vital de los animales salía de la fuente oscura y caótica encendida y formada por el tercer principio que, según Böhme, es perecedero, no tenía otro objetivo en su existencia que manifestar las producciones completas de la luz y las tinieblas. El mundo visible tiene por tanto una tendencia a constituirse, a unirse a Dios: toda criatura, dice San Pablo, sufre y aspira a ser liberada de la vanidad, por eso todas las criaturas del mundo visible convergen hacia el hombre, esperando encontrar en él su complemento, su Dios. Pero como el hombre, después de haber interrumpido sus comunicaciones directas con el mundo celestial, sólo aporta sobre la tierra una chispa que no tiene ya el poder de reavivar por los rayos de lo alto, esta chispa, envuelta por una masa de Espíritus inferiores que la atraen para calentarse, no puede más que debilitarse y reducirse. Así, el mundo exterior (sol, planetas), se lanza delante de cada hombre que viene al mundo; se pone a su servicio; espera en cada momento en este hombre a su Dios, como la humanidad espera a su Mesías; proporciona a cada niño todos los dones de que dispone: las fuerzas nerviosas, musculares, conocimientos, ciencia, lo sirve como su Soberano mientras brille en el hombre la chispa aportada por lo alto. Esta chispa acaba necesariamente por debilitarse y el Espíritu del mundo exterior abandona a su preferido; busca en otra parte su apoyo; aparta al hombre a quien había favorecido, sus fuerzas sanguíneas y biliosas, su potencia brutal, y además el uso de sus sentidos y sus conocimientos, su potencia astral: ¡el hombre favorecido cae en la disminución y la miseria, muere!

Hablaremos por otra parte de la muerte de los animales, los cuales, según Böhme, sólo quedan en el mundo sobrenatural de las formas; en cuanto al hombre, conserva al morir los restos de su chispa divina, de la que él salió, como hemos dicho, así como todas las criaturas creadas del mundo caótico y tenebroso, pero él tuvo comunicación con la luz divina y poseía todas las cualidades susceptibles para comunicar con el mundo visible, con el tercer principio: cuando después de la muerte este tercer principio le es retirado, no teniendo más comunicación con la luz, su chispa sigue siendo solitaria y combatida por las fuerzas tenebrosas sin poderlas vencer; vuelve a entrar en el caos conservando al mismo tiempo el recuerdo de su estado paradisíaco.

Así el Espíritu del Hombre, después de su caída, vuelve a ser el juguete de los Espíritus del mal, se siente un alma sufriente condenada; ya que todo ser no sufre hasta que se encuentra bajo su ley constitutiva: las creaciones caóticas y oscuras no sufren mientras no hayan alcanzado el límite de la luz y no se hayan puesto en estado de apropiarse libremente de las parcelas de luz que les serán debidas; si rechazan esta luz, esta gracia, comienzan entonces a sufrir. Satanás sólo comenzó a sufrir en el momento de su rebelión. El Hombre comenzó a sufrir en la Caída; no podía salir de este sufrimiento más que volviendo a entrar en su ley, más que con una victoria sobre Satanás. Las fuerzas de las que tenía necesidad para este combate no podía extraerlas después de su Caída más que de la Naturaleza exterior, del tercer principio: debería agrupar en torno a él todos los elementos de este carácter exterior, debía preservarla de los ataques del Mal, debía formarse una fortaleza, un nuevo cuerpo; pero como estaba sometiendo a los Espíritus inferiores, no tenía ya el poder de dominarlos, de dirigirlos, debía necesariamente tras su salida al mundo exterior pasar a ser esclavo del mal, de Satanás.

Esta situación del hombre caído causó una nueva manifestación de la misericordia divina; un rayo salido del centro de la luz, que nunca hubo comunicado con el mundo material, cruzó las capas tenebrosas donde se encerraba el Hombre y penetró en su alma; llevó un nuevo calor, los gérmenes de una nueva fuerza, la esperanza del perdón, de una vuelta hacia Dios. Este rayo no dejó de encender las almas de los primeros élus de la humanidad; preparaba abundantemente en las almas una atmósfera pura; haría revivir lo que Böhme llama el elemento único, el éter paradisíaco, el paraíso. Este elemento que adquiere una consistencia querida por Dios creó a una nueva mujer, a una mujer paradisíaca, la única mujer verdadera, destinada a convertirse en la madre del Ser de Luz del Verbo divino, María, madre de Dios. Su creación excepcional la ponía corporalmente sobre los ataques del Mal; sin embargo, como Espíritu, ha debido hacer esfuerzos para mantenerse a la altura de su destino, pues habría podido caer, y siguió siendo fiel a su ley, volviéndose así un ser excepcional, el reposo del Verbo de Dios.

Después del tiempo requerido, determinado por Dios, el pueblo de Israel, conducido excepcionalmente por el Espíritu de la tierra bajo las órdenes de Dios Padre, habiendo alcanzado por sus sacrificios el más alto grado de espiritualidad sobre la tierra, ofreció un medio donde pudo nacer la mujer de Dios.

El tiempo era cumplido, el rayo divino, este Emmanuel (Dios está en nosotros) que encendía y calentaba a la humanidad entera, vino a corporeizarse, a unirse al elemento primitivo del mundo visible, vino finalmente a personificarse. La más fuerte manera de actuar sobre los hombres era convertirse en su similar, convertirse en hijo del hombre; no podía existir otro medio de actuar sobre el hombre, a condición de conservarle su libre albedrío; ya que un ser no puede unirse voluntariamente sino a su similar: Dios debía, pues, convertirse en similar al hombre. Jesús-Cristo salió de la luz divina que existe más allá de todas las creaciones; los ángeles así como los hombres salieron de la Naturaleza oscura y llegan o pueden llegar por sus esfuerzos al centro de la Luz; pero solo Jesús-Cristo salió de este centro mismo de la Luz; volvió a bajar voluntariamente a los abismos donde reside el alma humana, se apropió de los elementos en medio de los cuales luchaba, se formó en medio del tercer principio un cuerpo que debía espiritualizarse semejante al que según el pensamiento de Dios el hombre primitivo debía poseer.

Jesús-Cristo, revistiendo al mismo tiempo a la humanidad entera, se afirmó no ya como agente, sino como dominación del mundo exterior; conservó durante toda su vida el espíritu y el sentimiento angélicos y los hizo actuar en un cuerpo muy potente sobre la naturaleza exterior; espiritualizó este cuerpo hasta el punto de poder descender a los abismos satánicos sin dejarse reducir y constató así la total potencia del hombre sobre toda la creación.

Jesús-Cristo realizó sobre la tierra el ideal del hombre concebido en los cielos, traicionado por Adán; lo elevó incluso a una nueva potencia, dejando a los hijos de Adán los medios para salir del abismo donde habían caído, pero a condición de subir más arriba de lo que Adán estuvo en el paraíso, subir hasta el cielo.

No es por la enseñanza, ni por la ley otorgada al hombre, ni por la historia de sus hechos realizados, que Jesús-Cristo ayudó a la humanidad; es por los efluvios de una fuerza viva que comunicó a la naturaleza descendiendo hasta su centro, es por la respiración que salía, no de la naturaleza invisible, sino del pecho humano del Hombre-Dios, es por las señales que aparecen, no en sueños y visiones, sino en los gestos del Hombre-Dios, que Jesús-Cristo se comunicó con sus discípulos, presentándoles el modelo de vida y comunicándoles al mismo tiempo la fuerza de imitarlo.

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Wednesday, July 28, 2021

El Delta Radiante - Et Tenebrae Eam Non Comprehenderunt - Y la Oscuridad no ha Vencido

 

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El Delta Radiante
Et Tenebrae Eam Non Comprehenderunt
Y la Oscuridad no ha Vencido

Jean-Marc Vivenza
Extracto de su obra:
"Los Élus Cohen y el Régimen Escocés Rectificado"


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El Delta radiante, en el Régimen Escocés Rectificado, representa la Imagen primitiva del primer Adán, que se ha hecho visible con el último Adán, el Hombre-Dios, el Verbo Divino encarnado, el Dios hecho hombre. Esta encarnación, que fue también la venida de la Luz, vista en el drama divino que se muestra en torno a la persona del Salvador, enfrenta directamente la Luz a las tinieblas. He aquí ciertamente la razón de la asimilación del mundo a las tinieblas en el texto evangélico que es utilizado para colocar el Delta en la Logia. En efecto, alejar las tinieblas supone en primer lugar recibir al Verbo, Luz de los hombres y del mundo, es aceptar la acción transformadora y “deiforme” que nos propone la encarnación, puesto que “ser cristiano es ser en Dios desde aquí abajo y desde ahora”, ser en Dios, es decir, estar en su Luz y vivir de su Luz….

Podría ser que Louis-Claude de Saint-Martin tratará de esto al revelarnos la clave de este sorprendente enigma cuando nos muestra que el triángulo es sin duda el hombre, y en otros sitios, muy generalmente, el compuesto material en tanto que imagen general de las cosas creadas y asimiladas a las tinieblas como pensaba Martines, y como lo da a entender el hecho de que el triángulo de la logia rectificada esté rodeado por la frase del Prólogo de San Juan evocando esta negra esencia del mundo, pero que al mismo tiempo sea igualmente y en una relación idéntica, aunque en un orden singularmente diferente de excelencia y de suprema Santidad, la Divinidad encarnada.

El Triángulo encarnaría entonces, a la perfección, el principio de “imagen y semejanza”, representando, ante nuestros ojos, toda la historia del hombre desde su emanación divina primitiva hasta su retorno en gloria por la gracia del Divino Reparador, según una suerte de donación gratuita de una parte de la Esencia Divina que él ha, ¡desgraciadamente!, perdido temporalmente, habiendo sido por su terrible Caída aprisionado en las “tinieblas” de su cuerpo material, esencia y primera propiedad que está, no obstante, destinada a retornar si obra y acoge en él la “Luz” radiante del Verbo de Dios… La Triple potencia en tanto que pensamiento, voluntad y acción, simboliza bien la “Toda Potencia” de la Santa Trinidad en su esencia activa y redentora operando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu, que envía al Verbo, tomando forma humana, para restaurar en justicia a los hijos de Adán en su ser original, sobre lo que nos instruye de hecho el Delta de Oriente…

La perfección del Ternario, donde el Delta luminoso simboliza la verdad, destinado de esta forma a devolver al hombre a su primer estado de perfección por la acción concreta del Verbo en el mundo, confiere al Triángulo de Oriente la misión de recordarnos la primera propiedad de Adán unida a la humanidad de Jesús-Cristo. De aquí que la constante relación ternaria en logia se halle particularmente marcada en el Régimen Escocés Rectificado, fundamento metafísico así como base simbólica muy particularmente resaltada en este Rito, donde la noción de luz está constantemente referida a la Revelación.

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Wednesday, June 23, 2021

El Calendario Masónico

 

El Calendario Masónico

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Los masones usan fechas especiales

Anno Mundi (A. M.) en el año del mundo

Anno Lucis (A. L.) En el año de la luz

Anno Domini (A. D.) en el año del Señor

Los masones de los ritos de York y Francés (es decir, masones de Inglaterra, Escocia, Irlanda, Francia, Alemania y América) datan de la creación del mundo; llamándolo Anno Lucis, que se abrevia A. L. que significa "¡En el Año de la Luz!" Por lo tanto, 1801 es A.L. 5801. Esto tiene una referencia simbólica a la Luz de la Masonería.

En el Rito Escocés, (ahora conocido como Rito Escocés Antiguo y Aceptado), la Era también comienza desde la fecha de la Creación; pero los masones de ese Rito, usando la cronología judía, llamarían al año 1801AM o Anno Mundi (en el año del mundo), 5541. A veces se usan las iniciales AH, que significan Anno Hebraico, o "en el año hebreo! ' También han adoptado los meses hebreos, por lo tanto, el año termina con ellos el 16 de septiembre y el nuevo año comienza el 17 del mismo mes, que es el primero de Tisri. El Rito A. y P usa el Calendario Egipcio. y la Era 000000,000 para denotar un período indefinido de vasta extensión.

En el Rito de York, el año comienza el 1 de enero; pero en el rito francés comienza el 1 de marzo, y en lugar de que los meses reciban sus nombres habituales, se designan numéricamente, como primero, segundo, etc. En un documento masónico francés, el 1 de enero de 1801 se llamaría así el primer día del undécimo mes masónico, Anno Lucis, 5801. Los franceses a veces usan L'an de la V. L, Vraie Lumdre, que significa "Año de ¡Luz verdadera!"

Los masones del Real Arco datan del comienzo del Segundo Templo, que fue 530 años antes de la Era Cristiana; por lo tanto, el año 1801 d.C. estaría representado por Anno Inventionis (A. INV.), 2331 en la masonería capitular.

Los Caballeros Templarios también tienen su modo de cronología, tomando su año uno de la organización de la Orden, 1118 d.C. para que Anno Ordinis fuera A.O. 683, en lugar de 1801 d.C.

Otros grados tienen su cronología fantasiosa, pero los anteriores son los únicos estilos de consecuencia.



Saturday, September 21, 2019

Diálogo sobre Masonería - Por el Prof. DR. H. Seedorf


DIÁLOGO SOBRE MASONERÍA




Por el Prof. DR. H. Seedorf - Adaptado y publicado por
La L.·. Unión Nº 9 - Madrid 1932

P. Oigo que es usted masón. Se hablan sobre ellos cosas tan diversas que me agradaría tener informes fidedignos; pero usted, seguramente, no estará autorizado para darme las aclaraciones necesarias.
R. Al contrario, pregúnteme.

P. Me sorprende. Tenía entendido que los masones estaban obligados a la más severa discreción.
R. Eso se refiere únicamente a las formalidades de ritual, que se observan en nuestras reuniones, y a los asuntos de índole interna de la Asociación

P. Entonces le ruego me responda a algunas preguntas. ¿Qué fines persigue la masonería?
R. Trabajamos por el ennoblecimiento de la Humanidad y queremos contribuir a que la verdadera moral se extienda cada vez más por el mundo.

P. Dice usted que la Asociación "trabaja". ¿Qué clase de trabajo es éste?
R. En primer lugar se trata del estímulo continuo para el propio ennoblecimiento, mediante el propio examen de conciencia; después influenciando en este sentido a los demás, sean o no miembros de la masonería, y por último fomentando cualquier obra o ideal, moral y bien intencionada, tanto en el terreno práctico como en el teórico.

P. Según el criterio masónico, ¿Dónde se encuentra los fundamentos de la verdadera moral?
R. En nuestra propia conciencia, donde una voz nos aconseja y previene, y en los fundamentos éticos de la cultura de la Humanidad, que tienen expresión perfecta en la moral de Cristo.

P. ¿Entonces forman ustedes una Asociación cristiana?
R. Ciertamente, pero solo en lo que se refiere a la ética.

P. Frente a los fundamentos del cristianismo, ¿Qué posición sostienen ustedes?
R. Las premisas de la Orden son la fe en Dios y en la inmortalidad del alma. La forma de desarrollar estos conceptos, así como la idea con que se los representen en la imaginación, queda al arbitrio de cada miembro de la Orden. Dios es, desde luego, para nosotros el portador o representante del orden moral del mundo.

P. Estas ideas no son exclusivas del cristianismo, y, sin embargo, he oído que sólo admiten ustedes cristianos.
R. Esto sólo se refiere a determinadas logias. Las demás tienen abiertas sus puertas igualmente para los que no profesan la fe cristiana.

P. Si sostienen ustedes este criterio fundamental. ¿Cuál es la causa de que en determinadas logias sólo se admitan cristianos?
R. Porque creen en la necesidad de ser cristianos para desarrollar nuestras ideas morales, que tienen sus raíces en el cristianismo.

P. ¿Sus raíces en el cristianismo? ¿Es ésta la opinión de sustentan también las demás logias?
R. Ciertamente. Sin el cristianismo no hubiera podido producirse la masonería, que después de larga prehistoria, se organiza en la forma actual en siglo XVII en Inglaterra.

P. No obstante, los católicos les consideran como enemigos.
R. Eso es injusto. Somos, por el contrario, amigos de la verdadera religiosidad.

P. Entonces, ¿Por qué afirman los católicos lo contrario?
R. La Iglesia católica teme que nuestra Asociación, fundada en el verdadero espíritu de tolerancia, quebrante su influencia.
P. Acaso en la Suprema Dirección de su Orden haya otros propósitos secretos y mal intencionados.
R. Esta suprema Dirección no existe. No hay más que asociaciones de logias dentro de cada Estado. Relaciones internacionales sólo se establecen entre las asociaciones de logias de cada país a manera de las relaciones diplomáticas mantenidas entre potencias políticas iguales, y para regular Asambleas o Congresos.

P. ¿No aspiran ustedes también a la fraternidad universal en el sentido político?.
R. Somos patriotas fieles y consideramos que, aun en interés de la Humanidad misma, no es deseable la desaparición total de las diferencias nacionales; quisiéramos, no obstante contribuir a suavizar las diferencias políticas. La política por sí sola no nos interesa.

P. No obstante, se oye que en Francia y España las logias se ocupan de política.
R. Esto está expresamente prohibido desde los más antiguos reglamentos masónicos.

P. ¿Es para ustedes esencial el patriotismo?
R. Naturalmente. Gentes sin patria no tienen cabida en nuestros talleres.

P. ¿Qué otras cualidades consideran ustedes necesarias para la admisión?
R. Quien pretenda ingresar ha de ser hombre honrado y de buenas costumbres, debe reunir la cultura y preparación espiritual necesaria, para saber desarrollar las sugestiones que reciba en las logias, y disponer de algunos medios económico, pues su pertenencia a la masonería representa algún sacrificio pecuniario (de 60 a 200 pesetas anuales aproximadamente).

P. ¿Entonces no es la masonería una Asociación humana – esta expresión la he oído – en el sentido de poder abarcar todo el mundo?
R. En este sentido, desde luego no. Queremos ser apóstoles del humanismo, y extender las enseñanzas que recibimos en nuestras logias para que el mundo se sature de nuestras ideas.

P. Estas ideas, según veo, son ya bien conocidas por todos, Las iglesias y otras asociaciones las mantienen como normas esenciales. Para esto solo me parece que la masonería no sería muy necesaria.
R. En parte tiene usted razón, aunque nuestras enseñanzas tienen algo característico que no llega a expresarse siempre en las iglesias y otras asociaciones. Por ejemplo, el criterio de que el hombre no es malo en el fondo de su ser, sino bueno, y la insistencia sobre la influencia de un hombre sobre otro. Coincidimos en un concepto hondamente moral de la vida, que de ningún modo está influenciado por dogmas rígidos, y ello justifica, ahora como antes, la existencia de la Asociación, y seguirá haciéndola necesaria en su singular característica hasta que los ideales que nos mueven se hayan convertido en realidad.

P. ¿Por qué mantienen ustedes en nuestros tiempos sus secretos, aunque sólo sean los que se refieren al ritual o las cuestiones de orden interno? Supongo que no será por temor a los ultramontanos, sobre todo en aquellos países en que el catolicismo está en franca minoría.
R. El secreto une fuertemente a los hombres. El espíritu cordial de nuestras reuniones se eleva con esto, y en ello vemos un mutuo estímulo, como no existiría probablemente otra más fuerte. Además, sólo quien se ocupe largo tiempo e intensamente de su estudio estará capacitado para comprender el sentido y la relación del ritual con nuestros valiosos símbolos, que tanta influencia ejerce sobre el Espíritu. Para ello el secreto es indispensable. Por lo que se refiere a cuestiones de orden interno o íntimo tampoco es usual que se exterioricen sobre ellas los miembros de otras asociaciones, por ejemplo, la familia.

P. Habláis de la cordialidad de las relaciones, ponéis como comparación la familia, frecuentemente se oye que ustedes se llaman hermanos entre sí. Sin embargo, hay masones que en sus relaciones con otros no hacen el menor distingo, ni se comportan como familiares, ni siquiera como amigos sinceros y fieles.
R. Amigos solo somos en el sentido de la coincidencia de anhelos para lograr el mismo fin con medios honrados, en el sentido de la estimación mutua que se dispensan los hombres honestos, que luchan a favor del noble humanitarismo, en el sentido de confianza y predisposición para ayudarnos y aconsejarnos unos a otros con todas las fuerzas al servicio de la moral. Sólo así ha de interpretarse la denominación de hermanos que frecuentemente empleamos. Hermanos somos porque nuestras relaciones se fundan en el más puro humanitarismo, porque nos reúne un limpio amor a la Humanidad, aquel amor que debe ligar a todos los hombres, y porque nos sentimos unidos en el deseo de fomentar con la mayor energía este amor entre nosotros y para con los demás. Una relación personal más estrecha sólo puede conseguirse con trato más dilatado, y difícilmente se conseguirá nunca entra la totalidad de miembros de una logia. Para ello sería precisa la coincidencia en algunas otras cuestiones, que poco a nada interesa a la masonería.

P. Puede ser, pero yo conozco masones que no parecen revelar las características de humanismo que vos describís.
R. Siempre seremos hombres con debilidades humanas. Estamos constantemente amenazados y tentados por enemigos externos e internos de nuestros anhelos morales. Por esto sometemos a examen a los solicitantes antes de ser admitidos, pero ¿Quién es capaz de leer el corazón humano? Suficiente es que los pensamientos viles sean entre nosotros la excepción, si los anhelos humanitarios son fácilmente perceptibles en la mayoría, y si las logias son lugares de educación de los sentimientos en un sentido moral y trabajan por la desaparición de todas las injusticias sociales.

P. Si le he entendido bien, la masonería es una Asociación que no puede considerarse secreta, pero que trabaja con usos y formalidades sobre las que mantienen la mayor reserva, y cuya finalidad es el desarrollo moral de los asociados y de la Humanidad en general.
R. Esto es, en realidad, lo más importante. Nuestra misión es luchar contra todo lo bajo y ruin, romper lanzas contra el error, en nuestro propio pensamiento y en el de las personas que nos rodean. Contribuir a que las relaciones humanas sean expresión del verdadero humanitarismo, haciendo que cada cual se esfuerce en formarse teniendo esta idea como norma e influenciando al mismo tiempo a los demás en este sentido, por medio del ejemplo, de la enseñanza y las costumbres. Dentro de nuestro círculo interior los medios especiales para nosotros son las instrucciones, el ritual y la estrecha relación personal de unos asociados con otros.

P. Esto, ciertamente, es grande y bello. Acaso me decida a ingresar en la Asociación.
R. Ello me proporcionaría una sincera alegría; sin embargo, me está vedado insistir para lograrlo. Una última advertencia quisiera hacerle para este caso; acérquese lleno de esperanzas a la idea, pero no espere demasiado de sus representantes.
Ello le ahorrará seguramente desilusiones.

FIN

  • Al publicar este diálogo tenemos el propósito de facilitar argumentos a los hermanos jóvenes y poco experimentados en la polémica, capacitándoles para contestar a los profanos que deseen tener alguna información sobre masonería.
  • He intentado dar contestaciones claras, y de acuerdo con el criterio sustentado por mí, a las preguntas más usuales.