Wednesday, June 10, 2015

El Poder del Perdón Por Carmelo Ríos

El Poder del Perdón

Por Carmelo Ríos

Tal vez el perdón sea el acto más sabio, más profundo y más liberador que un ser humano pueda realizar en esta vida, y a la vez el que más le acerca a Dios, que es perdón absoluto, absolución eterna y eternidad liberadora. 

Al candidato en el umbral de la Iniciación se le pide que haga tabla rasa con su pasado, que perdone, que olvide, para abrirse a una nueva posibilidad de vida en esta misma existencia que se ofrece ahora, a cambio de la capitulación del yo mismo, de la rendición incondicional ante una fuerza o luz infinitamente más poderosa que el ego. 

Acaso el perdón sea el único gesto soberano que el ser humano puede hacer antes de morir y renacer en vida por el proceso mismo de la alquimia del espíritu. Perdonar es un acto de sacrificio, pues renunciamos a la venganza, al desquite, a la justa o injusta compensación.

Hay varias formas de perdón. Primeramente está el valeroso acto de pedir perdón, no solamente a los seres humanos, sino a la Naturaleza y al Universo visible o invisible. Elevar nuestra mirada y nuestras manos hacia la noche estrellada y pedir perdón al Infinito por nuestra mediocridad, por nuestra ingratitud, por nuestra ignorancia y nuestra falta de amor. 

Pero, cuan a menudo nuestro orgullo, que es el adversario por excelencia del amor y de la luz, nos ha impedido pedir perdón, no como un gesto de cortesía o de superflua e hipócrita norma social, sino desde una profunda contrición, desde una sincera humildad, desde la urgente necesidad de reconciliarse, de redimir, de establecer la paz, la tregua o el armisticio de las situaciones más imperdonables aun en medio del campo de batalla de las difíciles relaciones humanas, y decir desde los más hondo de nuestro sentir: lo siento, lo siento mucho, te pido perdón. 

Acaso pedir perdón, con valor, con humildad, con absoluta entrega y desde el corazón roto sea otro acto soberano que caracteriza al verdadero buscador espiritual, al peregrino del Amor, al genuino capitán, al auténtico líder de los hombres, pues nuestra capacidad de perdonar y de pedir perdón es sinónima de nuestra grandeza de alma.

Martin Luther King dijo que aquel que es incapaz de perdonar es incapaz de amar. El perdón renueva nuestra vida y pone fin a los asuntos pendientes, nos da otra oportunidad, nos ofrece la posibilidad de redimir lo pasado, nos saca del infierno en vida del rencor, del resentimiento, de la cólera, de la idea de venganza, e incluso de justicia, y nos permite la entrada libre en el Reino de los Cielos, que no es un lugar allende de las estrellas, sino un estado de la mente y del corazón compasivo, expandido y redimido. 

Los Maestros de todas las tradiciones espirituales nos recuerdan constantemente que pidamos perdón y que perdonemos antes de que sea demasiado tarde, pues el perdón es un acto primordial de inteligencia espiritual y de compasión hacia nosotros mismos, y acaso sea la compasión la lección que todos los seres venimos aprender a esta tierra. Perdonar es también un acto de profunda sabiduría, pues como dijo León Tolstoy:"comprenderlo todo es perdonarlo todo".

Perdonar es olvidar. Solo alguien muy oscuro o ignorante puede decir "perdono pero no olvido". Precisamente la ciencia ha descubierto que una de las funciones principales de la memoria es su capacidad de olvidar. ¿Y cuantas veces deberemos olvidar las ofensas, perdonar a nuestro hermano, a nuestro prójimo como a nosotros mismos? El Maestro del Amor nos dice categóricamente: ¡setenta veces siete! 

¿Pero existe aún algo más difícil, más salutífero y más redentor que perdonar o pedir perdón? Si, perdonarse a uno mismo. Un viejo axioma de Confucio dice: "Perdonárselo todo a aquel que es incapaz de perdonarse a sí mismo". 

¡Perdonarme a mí mismo! Eso es algo para lo cual uno no se siente nunca suficientemente preparado, ni entrenado, ni incluso "autorizado". Preferimos vivir en el purgatorio moral del desaliento, de la mortificación, de la auto-culpa, no perdonarnos y como consecuencia, no perdonar, alimentando con la memoria el hedor lúgubre de la pena, del remordimiento y la tristeza, que marchitan nuestras vidas y nos arrebatan el precioso don de la alegría, tal vez esperando que algo o alguien, quizás un sacerdote, un santo, un ángel o una fuerza sobre-natural haga por nosotros lo que nadie puede hacer por nosotros.

¿Alguna vez nos hemos atrevido a decirnos frente al espejo, pronunciando nuestro nombre: ¡te perdono! Te perdono de corazón, total y absolutamente, y te dejo libre?, como se lo diríamos a nuestro único hijo adolescente que se hallara apesadumbrado por las consecuencias de una decisión errónea o de un acto equivocado
Y aun en la distancia, podemos pedir perdón y perdonar, pues la energía sigue al pensamiento y estas imágenes, clichés y vibraciones sutiles de perdón y de anhelo de reconciliación, viajarán por el éter en busca de la unidad con el otro y de la Divina Armonía que ponen fin al dolor y al sufrimiento, a veces de muchas vidas pasadas. 

Pero, nos preguntaremos, ¿y si el otro- si es que existe un "otro" que no sea yo mismo fuera de mi- no desea la paz, no busca la reconciliación, la curación de lo incurable? El Maestro Philippe de Lyón nos dice que hablemos entonces con nuestro Ángel de la Guarda para que hable con el Ángel Guardián nuestro "adversario" y que ambos lleguen a un acuerdo.

El Maestro Philippe daba una importancia extraordinaria al perdón. En muchas de sus enseñanzas hacía referencia a la necesidad absoluta de perdonar y de pedir perdón:

- "En la vida progresamos sin cesar, y en la medida en que progresamos, cambiamos de guía. De ahí la necesidad de hacer la paz INMEDIATAMENTE con los enemigos, pues, ofendiendo a los enemigos, ofendemos a su guía, y la paz solo puede ser hecha entre los mismos interesados. Sino, habrá que esperar a que en una serie de reencarnaciones el mismo periodo se produzca y que el perdón sea acordado. Es necesario, incluso, que el ofendido rece por el ofensor".

Que redención, que alegría, que júbilo el perdonar y pedir perdón, ¡pero que gloria aun mayor es perdonarse a sí mismo! Si no me perdono, si no me olvido, si me juzgo, si me condeno y no me exculpo, me aferro al dolor, a la necesidad de sufrir, a la culpa, y consecuentemente, espero el castigo o el mal karma. ¿Y qué puedo crear, en que puedo creer, como puedo crecer si me aferro al dolor, a la culpa y al sufrimiento que conllevan los supuestos errores cometidos en un pasado sobre el cual ya no tengo ningún imperio? ¿Qué ha ocurrido en la historia de la humanidad cuando los hombres han erigido ideologías, religiones y filosofías basadas en el dolor, el miedo y la culpa? 

Se cuenta que en una ocasión, un prisionero de un campo de concentración le preguntó a otro: ¿has perdonado a los nazis? Y este le contestó: ¡nunca! El otro le respondió: ¡entonces, aun te tienen prisionero!

Los sufíes dicen: "El enemigo está agotado de ti". Y busca también su redención, su absolución, su perdón. Pues el perdón libera al que es perdonado y con frecuencia también al que perdona. Los Evangelios dicen que el propio Jesús el Cristo perdonó a sus verdugos, pues como la mayoría de de los hombres, en todas las épocas, reinos y dimensiones de consciencia, no sabían lo que hacían.

¡Qué fuerza tan extraordinaria, que alquimia sublime del Amor glorificado y expandido, y que belleza del corazón secreto se encuentran en el perdón! El perdón permite que nuestro corazón se rompa por todos los corazones que rompió, y la redención que surge de ese acto de compasión dinámica lo reconstruye despacio, fragmento a fragmento, para resucitarlo a la verdadera vida como el cuerpo desmembrado de Osiris, de Orfeo o de Mitra.

El poeta inglés William Blake dijo: "Es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo", pues del amigo solo esperamos comprensión, apoyo, y afecto, y del enemigo aguardamos solo lo peor, la traición, el oprobio o el ataque. Así que el desafío del discípulo, del verdadero buscador espiritual es perdonar también a su amigo, a su hermano, indultarle de las ofensas, de los actos y aún de los pensamientos, antes incluso de que los realice. 

El perdón del corazón es una suerte de presagio del Cielo en la Tierra que no puede ser provocado, pues llega a veces como el deletéreo vuelo de una Presencia angelical que nos acerca al misterio insondable de la Gracia. Como consecuencia de la llegada de esa bendición sutil, es perdonado lo imperdonable, es olvidado lo inolvidable, es amado lo poco amable y es redimido lo irremediable. 

Sueño con el día en que el ángel dormido que soy yo, tenga el valor de erigirse ante la Presencia de Dios, y pedir perdón en nombre de todos los seres sensibles, por los millones de años de separación de la Luz y del Amor. 

Así, concluyo que el Cielo en la Tierra ha de edificarse sobre la misericordia, la compasión y el perdón, y que todo, absolutamente todo, ha de ser perdonado. 

Siddharta el Buda nos aconsejó: "Sed como el sándalo que perfuma la hoja que le infiere corte". Y el escritor Mark Twain dice en uno de sus poemas:

"El perdón es el perfume
Que la violeta deja
en el pie que la pisa". 

Bibliografía:

(1) Le Maître Philippe de Lyon, Thaumaturgue et Homme de Dieu", por Philippe Encause. Ediciones Tradicionales, Paris, 1985.
(2) "El Maestro Philippe", de Alfred Hael. Ediciones Escuelas de Misterios. Barcelona.
(3) "Un año de Vida" de Stephen Levine. Ediciones Libros del Comienzo.
(4) "La Sabiduría del Perdón". S.S. Dalai Lama. Ediciones Oniro.

Saturday, May 30, 2015

Santo Real Arco de los Sacerdotes Caballeros Templarios

Santo Real Arco de los Sacerdotes Caballeros Templarios



La Orden del Santo Real Arco de los Sacerdotes Caballeros Templarios, conocida como The Order of Holy Royal Arch Knight Templar Priests. Se remonta a las antiguas ceremonias de los Caballeros Templarios en Irlanda en 1755, retomada en 1800 en Escocia - Kilmarnock extendiéndose a Glasgow y Edimburgo. A finales de 1870 la Gran Logia Unida de Inglaterra, acuerda establecer un Gran Consejo de Grados Masónicos Aliados con cede en el Mark Masons’ Hall, de este modo nació el Gran Consejo, que conocemos hoy en día como Gran Consejo de los Grados Masónicos Aliados de Inglaterra, Gales, y los Distritos y Consejos de Ultramar. El 23 de marzo 1894, Henry Hotham, prominente masón fue el último sacerdote instalado Maestro y conocido Caballero Templario, admitiendo a nueve caballeros en la Orden (bajo la autoridad de las reglas originales de la Orden).

El desarrollo de la Orden fue muy lento al principio, pero pronto comenzó a adquirir su forma actual internacional, con los Tabernáculos Nueva Zelanda en 1930, 1942 y 1944 y Australia unos años más tarde. En 1931 el Gran Colegio H.R.A.K.T.P. de la Gran Logia Unida de Inglaterra, patrocina la creación de la Orden en los Estados Unidos de América como una autoridad independiente y regularmente reconocida hasta nuestros días, el número de tabernáculos ya supera los 200 extendió por toda Inglaterra, Escocia, Gales, Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Sudáfrica, Bahamas, Hong Kong, Holanda, Alemania y Jamaica entre otros.

Débase agregar que los miembros de este máximo Grado de Knight Templar Prists (K.T.P. o Sacerdote Caballero Templario) se reúnen en Tabernáculos y la cantidad de estos depende del numero de Encomiendas Templarías activas en cada país. Pudiéndose llegar a tan honorífica condición, si se posee los siguientes requisitos:
Ser miembro activo de una Logia Simbólica, regularmente reconocida.Haber sido Venerable Maestro Instalado.Ser miembro de un Capitulo del Arco Real, regularmente reconocido.Ser Caballero Templario o grado 32º del REAA., habiéndose destacado por sus obras en defensa del ideal iniciatico, de la Preceptoria Templaría y el ser humano.Por ser una Orden honoraria y por invitación, no puede ser solicitada la afiliación. Los miembros son seleccionados y extendida especial invitación del Gran Colegio H.R.A.K.T.P. de Inglaterra sobre la base de un rendimiento excepcional, siendo el límite de titulares en un tabernáculo de 33 miembros.Para una mayor comprensión en referencia a este tema masónico les brindamos una comparativa entre los dos ritos más practicados universalmente el “Rito Escocés Antiguo y Aceptado” y el “Rito York” y sus grados.



La masonería caballeresca es la cúspide formativa del Rito de York, teniendo como principio que la educación espiritual constituye el soporte de la existencia humana. Tras observar esta comparativa en referencia a los niveles de los grados masónicos, apreciamos que el Grado 33º “Soberano Gran Inspector General” del Rito Escoses Antiguo y Aceptado es equivalente al Grado de “Knight Templar Priests” del Rito York, considerándose como el non plus ultra de la Masonería Templaría.

Thursday, May 21, 2015

El Guardián del Umbral - Rodolf Steiner

EL GUARDIÁN DEL UMBRAL

¿CÓMO SE ADQUIERE EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES?


  Rodolf Steiner


Entre las experiencias importantes del discípulo que asciende a los mundos superiores, figura su encuentro con el “GUARDIÁN DEL UMBRAL”; no con uno propiamente, sino con dos: el “menor” y el “mayor”. El discípulo encontrará al primero cuando empiecen a desligarse, en la forma anteriormente descrita, los lazos de unión entre el querer, el pensar y el sentir, en los cuerpos más sutiles, el astral y el etéreo. El encuentro con el “guardián mayor del umbral” ocurrirá cuando esta separación de las conexiones se extienda también a las partes físicas del cuerpo, particularmente, al principio, al cerebro.

El “guardián menor del umbral” es un ser autónomo; no existe para el hombre antes que éste haya alcanzado el grado respectivo de desarrollo. Aquí pueden indicarse algunas de sus características más esenciales.

Comenzaremos por tratar de describir, en forma narrativa, el encuentro del discípulo con ese “guardián”, encuentro que hace al discípulo consciente de que su pensar, su sentir y su querer, se han desligado de su conexión inherente.

Es un ser espectral y amedrentador que se levantará ante el discípulo y que hará necesaria toda su presencia de ánimo y toda su confianza en la firmeza de su sendero, para la adquisición de todo lo cual tuvo amplia oportunidad en el curso previo de su disciplina.

El “guardián” patentiza su significado aproximadamente en las siguientes palabras: “Hasta ahora, potencias para ti invisibles dirigieron tu destino. Gracias a su actividad, durante el curso de tus vidas anteriores hasta el momento presente, tus buenas acciones recibieron su recompensa y tus malas acciones suscitaron resultados funestos. Bajo su influencia, tu carácter se ha ido formando con tus experiencias de la vida y con tus pensamientos: forjaron tu destino”.

“Fueron ellas las que te asignaron en cada una de tus encarnaciones la medida del goce y del dolor, de acuerdo con tu conducta en pasadas existencias. Reinaban sobre ti como la ley omnímoda del Karma. Estas potencias te eximirán ahora de parte de la influencia restrictiva que sobre ti ejercían y que te queda, en consecuencia, traspasada. Varios han sido los golpes que el destino te ha infligido y sin saber el porqué: eran las consecuencias de una mala acción en una de tus vidas anteriores. Encontraste felicidad y alegría y las aceptaste tal como vinieron: eran igualmente los frutos de pasadas acciones. Tu carácter presenta rasgos hermosos y lacras repugnantes: tú mismo has causado unos y otras con tus experiencias y pensamientos anteriores, que si bien te eran desconocidos se te hacían evidentes en sus efectos. Las potencias kármicas, sin embargo, veían todas las acciones de tus vidas pretéritas, todos tus pensamientos y sentimientos más recónditos, y determinaron consecuentemente tu modo actual de ser y de vivir”.

“De ahora en adelante, a ti mismo se te revelarán todos los aspectos buenos y malos y de lo que hiciste. Han estado entretejidos hasta ahora en tu propio ser; estaban dentro de ti y tú no podías verlos, como no puedes ver tu propio cerebro con los ojos físicos. Mas ahora se liberarán de ti, se separarán de tu personalidad; asumirán una forma independiente que te será visible, tal como puedes ver las piedras y las plantas del mundo exterior. Y... yo soy ese mismo ser, que modeló un cuerpo con tus acciones nobles y viles. Mi forma espectral está tejida con la substancia del libro de cuentas de tu propia vida. Invisible me llevaste hasta ahora dentro de ti; y benéfico para ti ha sido el que así fuera, pues la sabiduría de tu destino, aunque oculta para ti, ha trabajado hasta ahora desde tu interior, para borrar de mi aspecto aquellas lacras repugnantes. Ahora que he salido de ti, también se ha alejado esta sabiduría oculta, y en adelante no se ocupará más de ti; dejará ese trabajo únicamente en tus propias manos. Necesito convertirme en ser perfecto y glorioso; de lo contrario, sería presa de la corrupción, y si esto último sucediera, te arrastraría conmigo a un mundo oscuro y depravado. Para evitarlo, tu propia sabiduría tendrá que ensancharse hasta que pueda hacerse cargo de la tarea de aquella sabiduría oculta, que se ha separado de ti. Una vez que hayas cruzado mi umbral, ya no me apartaré ni un instante de tu lado, como forma visible para ti. Cuando en lo futuro obres o pienses incorrectamente, al punto notarás tu falta como una desfiguración repugnante y demoníaca de mi forma; sólo cuando te hayas purificado de manera que ya no te sea posible cometer maldad alguna, será cuando me habré transformado en ser de belleza radiante. Entonces podré unirme nuevamente a ti formando contigo un solo ser, en beneficio de tu actividad futura”.

“Mi umbral está formado por los temores y vacilaciones que todavía subsisten en ti ante el esfuerzo que necesitas para asumir personalmente la responsabilidad íntegra de todo cuanto hagas y pienses. En tanto perdure en ti la menor huella de temor para dirigir tú mismo tu destino, carecerá este umbral de lo que necesite contener. Y mientras le falte una piedra tan sólo, tendrás que detenerte como paralizado ante él o tropezar con él. No trates de atravesarlo antes de sentirte completamente libre de miedo y dispuesto a la más alta responsabilidad”.

“Hasta ahora, yo sólo salía de tu personalidad cuando la muerte te llamaba de tus vidas terrenales, pero aun entonces, mi forma permanecía velada para ti. Sólo me veían las potencias que dirigían tu destino y según mi aspecto plasmaban, durante los intervalos entre la muerte y un nuevo nacimiento, la fuerza y la capacidad que necesitabas para embellecer mi forma, en beneficio de tu progreso en una nueva vida terrenal”.

“Era yo precisamente quien, por mi imperfección, obligaba una y otra vez a las potencias del destino a que reencarnaras de nuevo. Presente estaba en la hora de cada una de tus muertes, y por mí, los dirigentes del Karma disponían de tu renacimiento. Solamente por esta inconsciente transformación mía hacia la perfección en el curso de tales encarnaciones, te habrías sustraído a las potencias de la muerte y entrado en la inmortalidad identificada conmigo”.

“Y así como en la hora de la muerte estuve siempre a tu lado, aunque invisible, heme ahora ante ti en forma visible; y cuando hayas cruzado mi umbral, entrarás en aquellos reinos en los que otrora sólo tenías acceso después de la muerte física. Penetrarás en ellos plenamente consciente y, en adelante, aunque sigas peregrinando físicamente visible sobre la tierra, peregrinarás también por el reino de la muerte, —en realidad el reino de la vida eterna. Yo soy también de veras el ángel de la muerte; pero al mismo tiempo el portador de una inagotable vida superior. Morirás por mí con tu cuerpo aún vivo, para renacer a la existencia imperecedera”.

“En el reino al que vas a entrar, conocerás seres suprasensibles, y la bienaventuranza será tu herencia; pero yo mismo he de ser tu primera visión de ese mundo, ya que yo soy tu propia creación. Antes vivía yo de tu propia vida; ahora, empero, tú me despertaste a una existencia individual, y heme aquí, patrón visible de tus acciones futuras y quizá tu reproche perpetuo. Me has formado, mas con ello contrajiste a la vez el deber de transformarme”.

Lo que se ha bosquejado aquí en forma narrativa no hay que interpretarlo como algo simbólico, sino como una vivencia intensamente real del discípulo.

El guardián tiene que prevenir al discípulo que no siga adelante, si no siente dentro de sí la fuerza necesaria para cumplir los requisitos expuestos en esa exhortación. Por terrible que sea la aparición de este guardián, sólo es el efecto de la vida pasada del propio discípulo, su propia personalidad surgida de él mismo hacia una vida independiente. Este despertar tiene lugar por la disociación de la voluntad, del pensamiento y del sentimiento. Sentir por primera vez que, personalmente, se dio origen a un ser espiritual, es ya de por sí una vivencia de profundo significado. La preparación del discípulo debe haberlo capacitado para soportar esta visión terrible sin temor alguno, así como, en el momento del encuentro, suficientemente fortalecido para emprender con plena conciencia la responsabilidad dé transformar y embellecer el “guardián”.

Una consecuencia del encuentro venturoso con el “guardián” del umbral es que la siguiente muerte física del discípulo, será un acontecimiento completamente distinto de las anteriores. Será consciente de su muerte, se despojará de su cuerpo físico tal como se deshace de un vestido gastado o quizá inutilizado por un súbito desgarrón. La muerte física ya no será un hecho de especial importancia para él, sino para los suyos, limitada todavía su percepción al mundo sensible. Para ellos el discípulo “muere”, en tanto que, para él, nada trascendente ocurre: el mundo suprasensible al que entra no le es desconocido: existía antes de su muerte y es el mismo mundo el que se le presenta, después de ella.

El “guardián” del umbral hallase vinculado con otras cosas. El individuo pertenece a una familia, a un pueblo, a una raza, y su actividad en este mundo depende del hecho de pertenecer a tales comunidades; también su carácter individual tiene que ver con ellas. Mas la actividad consciente de los individuos no es lo único que hay que tomar en cuenta al considerar una familia, una tribu, un pueblo o una raza. Las familias, naciones, razas, además de su característica, tienen su destino. Para quien se limite a sus sentidos, todo ello no pasará de ser conceptos generales, y el pensador materialista, con sus prejuicios, verá con desdén al investigador oculto al oír que para éste lo distintivo de la familia o del pueblo, el destino de la tribu o de la raza, corresponde a seres reales, tal como el carácter y el destino de un individuo es expresión de una personalidad real. El investigador espiritual se relacionará con mundos superiores de los que son miembros las personalidades individuales, tal como los brazos, las piernas y la cabeza, lo son del ser humano. En la vida de una familia, de un pueblo o de una raza, entran en juego, además de las acciones de los individuos, los de seres reales que son el alma-grupo familiar, nacional, o el espíritu de la raza. En cierto sentido, hasta puede decirse que los individuos aislados son meramente los órganos ejecutivos de esas almas-grupo familiares, de esos espíritus raciales. No se afirma sino la verdad cuando decimos, por ejemplo, que un alma-grupo nacional, para llevar a cabo algún trabajo, se sirve de todo individuo perteneciente a este pueblo o nación.  El alma-grupo nacional no desciende a la realidad sensible, sino que mora en mundos superiores, y para actuar en el mundo de los sentidos físicos, se sirve de los órganos físicos del individuo. Su actividad es comparable, en un sentido superior, a la de un arquitecto que recurre a sus obreros para los pormenores de la construcción. En el verdadero sentido de la palabra, el alma-grupo familiar, nacional o racial, asigna su trabajo a todo individuo: sin que el hombre corriente haya sido iniciado en el plan superior de ese trabajo, colabora inconscientemente en las tareas de las almas-grupo nacionales, raciales, etc. Desde el momento de su contacto con el “guardián del umbral”, ya no es suficiente que conozca su tarea como personalidad particular, sino que tendrá que colaborar conscientemente en la misión de su pueblo, de su raza. La ampliación de su horizonte necesariamente le impone deberes mayores. Lo que realmente ocurre es que el discípulo agrega un cuerpo nuevo a su cuerpo psíquico más sutil, se pone una vestidura adicional.

Antes caminaba por el mundo provisto de las envolturas que cubrían su personalidad, y sus obligaciones hacia su comunidad, su pueblo, su raza, eran dirigidas por los Espíritus superiores, si bien realizadas a través de él; ahora, por revelación del “guardián del umbral”, sabe que estos Espíritus le retirarán en adelante su mano dirigente y que tendrá que separarse del círculo de su comunidad. El resultado sería que, como un individuo aislado, se endurecería completamente y se degradaría al no adquirir los poderes inherentes de los espíritus nacionales y raciales. No faltará quien diga: “ya me he libertado enteramente de toda conexión de linaje o raza; sólo quiero ser un hombre, nada más que un hombre”. A lo que hay que responder: “¿quién te ha conducido a esta libertad? ¿No ha sido tu familia la que te situó en el mundo donde te encuentras? ¿No es tu linaje, tu pueblo, tu raza, los que te han moldeado cómo eres? Ellos te educaron, y si ahora, por encima de todo prejuicio, tú eres uno de los porta-antorchas y bienhechores de tu grupo y hasta de tu raza, todo esto lo debes a la educación de ellos recibida. Aunque digas que no eres “nada más que un hombre”, el haber llegado a serlo, lo debes a los espíritus de tus comunidades”. Sólo el discípulo de la ciencia oculta aprenderá lo que significa al estar completamente abandonado por los espíritus nacionales, familiares o raciales; él solamente experimentará por sí mismo cuan escaso es el valor de aquella educación para la vida que ahora le aguarda, pues todo lo que le ha sido inculcado por dicha educación se desvanece por completo al romperse los vínculos entre la voluntad, el pensamiento y el sentimiento. Mira hacia atrás observando los resultados de toda su educación previa, tal como miraría a una casa que estuviera desmoronándose y que tuviera que reconstruir en forma nueva. También aquí se trata de algo más que de una expresión meramente simbólica, al decir que cuando el “guardián del umbral” ha enunciado sus primeras palabras, del lugar en que se encuentra se levantará un torbellino que extingue todas las luces espirituales que hasta ahora habían iluminado el sendero de la vida del discípulo. Este se encontrará sumergido en completa oscuridad, sólo mitigada por la luminosidad que emana del mismo “guardián”. Y de entre las tinieblas resonarán sus exhortaciones ulteriores: “No cruces mi umbral mientras no estés seguro de poder iluminar tú mismo la oscuridad en la cual penetras; no des ni un solo paso adelante mientras no tengas la certidumbre de que tienes bastante aceite en tu propia lámpara. Las lámparas de los guías, que hasta ahora te conducían, te faltarán en lo futuro”. Tras estas palabras, el discípulo tiene que volverse y mirar hacia atrás. El “guardián del umbral” descorre el velo que hasta ahora había ocultado profundos misterios de la vida. Los espíritus nacionales, raciales o familiares, se le revelarán ahora en toda su actividad; y el discípulo comprenderá claramente de qué manera se le había conducido y se dará cuenta, no menos claramente, de que en adelante ya no disfrutará de tal dirección. Esta es la segunda advertencia recibida de su guardián ante el umbral.

Sin preparación, nadie podría soportar el aspecto arriba bosquejado; pero la disciplina superior que capacita al discípulo para avanzar hasta allí, lo capacita asimismo para que pueda encontrar la fuerza necesaria en el momento oportuno. En verdad el entrenamiento puede aún ser tan armonioso, que la entrada a la vida nueva queda exenta de cualquier carácter inquietante o tumultuoso. En este caso las experiencias del discípulo ante el umbral irán acompañadas de una premonición de aquella bienaventuranza que constituirá la nota fundamental de su vida recién despierta. El sentimiento de una nueva libertad predominará sobre todo lo demás; y, basado en ese sentimiento, sus nuevos deberes y responsabilidades se le aparecerán como algo que le corresponde necesariamente en determinado escalón de la vida.

El Gran Secreto - Eliphas Levi


EL GRAN SECRETO

 Eliphas Levi 



Sabiduría, moralidad, virtud: palabras respetables, pero vagas, sobre las cuales se disputa  desde hace muchos siglos pero sin haber conseguido entenderlas.

Querría ser sabio, mas  ¿tendré yo la certeza de mi sabiduría, mientras crea que los locos son más felices y hasta más alegres que yo?

Es preciso tener buenas costumbres, pero todos somos algo niños: las moralidades nos adormecen. Y es que nos enseñan moralidades tontas que no convienen a nuestra naturaleza. Hablamos de lo que no nos interesa y pensamos en otra cosa.

Excelente cosa es la virtud: su nombre quiere decir fuerza, poder. El mundo subsiste por la virtud de Dios. Mas ¿en qué consiste para nosotros la virtud? ¿Será una virtud para enflaquecer la cabeza o suavizar el  rostro? ¿Llamaremos virtud a la simplicidad del hombre de bien que se deja despojar por los bellacos? ¿Será virtud abstenerse en el temor de abusar? ¿Qué pensaríamos de un hombre que no andase por miedo de quebrarse una pierna? La virtud, en todas las cosas, es lo opuesto de la nulidad, del sopor y de la impotencia.

La virtud supone la acción; pues si ordinariamente oponemos la virtud a las pasiones es para demostrar que ella nunca es pasiva.

La virtud no es solamente la fuerza, es también la razón directora de la fuerza. Es el poder equilibrante de la vida.

El gran secreto de la virtud, de la virtualidad y de la vida, sea temporal, sea eterna, puede formularse así:

El arte de balancear las fuerzas para equilibrar el movimiento.

El equilibrio que se necesita alcanzar no es el que produce la inmovilidad, sino el que realiza el movimiento. Pues la inmovilidad es muerte y el movimiento es vida.

Este equilibrio motor es el de la propia Naturaleza. La Naturaleza, equilibrando las fuerzas fatales, produce el mal físico y la destrucción aparente del hombre mal equilibrado. El hombre se libera de los males de la Naturaleza sabiendo sustraerse a la fatalidad de las circunstancias por el empleo inteligente de su libertad. Empleamos aquí la palabra fatalidad, porque las fuerzas imprevistas e incomprensibles para el hombre necesariamente le parecen fatales, lo que no indica que realmente lo sean.

La Naturaleza ha previsto la conservación de los animales dotados de instinto, pero también dispone todo para que el hombre imprudente perezca.

Los animales viven, por así decirlo, por sí mismos y sin esfuerzos. Sólo el hombre debe aprender a vivir. La ciencia de la vida es la ciencia del equilibrio moral.

Conciliar el saber y la religión, la razón y el sentimiento, la energía y la dulzura es el fondo de ese equilibrio.

La verdadera fuerza invencible es la fuerza sin violencia. Los hombres violentos son hombres débiles e imprudentes, cuyos esfuerzos se vuelven siempre contra ellos mismos.

El afecto violento se asemeja al odio y casi a la aversión.

La cólera hace que la persona se entregue ciegamente a sus enemigos. Los héroes  que describe el poeta griego  Homero, cuando combaten, tienen el cuidado de insultarse para entrar en furor recíprocamente, sabiendo de antemano, con todas las probabilidades, que el más furioso de los dos será vencido.

El fogoso Aquiles estaba predestinado a perecer desgraciadamente. Era el más altivo y el más valeroso de los griegos y sólo causaba desastres a sus conciudadanos.

El que hace tomar Troya es el prudente y paciente Ulises, que sabe siempre contenerse y sólo hiere con golpe seguro. Aquiles es la pasión y Ulises la virtud, y es desde este punto de vista que debemos tratar de comprender el alto alcance filosófico y moral de los poemas de Homero.

Sin duda que el autor de estos poemas era un iniciado de primer orden, pues el Gran Arcano de la Alta Magia práctica está entero en la Odisea.

El Gran Arcano Mágico, el Arcano único e incomunicable tiene por objeto poner, por así decirlo, el poder divino al servicio de la voluntad del hombre.

Para llegar a la realización de este Arcano es preciso SABER lo que se debe hacer, QUERER lo exacto, OSAR en lo que se debe y CALLAR con discernimiento.

El Ulises de Homero  tiene, en contra de sí, a los dioses, los elementos, los cíclopes, las sirenas, Circe, etc., es decir, a todas las dificultades y todos los peligros de la vida.

Su palacio es invadido, su mujer es asediada, sus bienes son saqueados, su muerte es resuelta, pierde sus compañeros, sus navíos son hundidos; en fin, queda solo en su lucha contra la noche y el mal. Y así, solo, aplaca a los dioses, escapa del mal, ciega al cíclope, engaña a las sirenas, domina a Circe, recupera su palacio, libera a su mujer, mata a los que querían matarlo, y  todo, porque quería volver a ver a Itaca y a Penélope, porque sabía escapar siempre del peligro, porque se atrevía con decisión y porque callaba siempre que fuera conveniente no hablar.

Pero, dirán contrariados los amantes de los cuentos azules, esto no es magia.  ¿No existen talismanes, yerbas y raíces que hacen operar prodigios? ¿No hay fórmulas misteriosas que abren las puertas cerradas y hacen aparecer los espíritus? Háblanos de esto y deja para otra ocasión tus comentarios sobre la Odisea.

Si habéis leído mis obras precedentes, sabéis entonces que reconozco la eficacia relativa de las fórmulas, de las yerbas y de los talismanes. Pero éstos apenas son pequeños medios que se enlazan a los pequeños misterios. Os hablo ahora de las grandes fuerzas morales y no de los instrumentos materiales. Las fórmulas pertenecen a los ritos de la iniciación; los talismanes son auxiliares magnéticos; las yerbas corresponden a la medicina oculta, y el propio Homero no las desdeñaba. El Moly, el Lothos y el Nepenthes  tienen su lugar en estos poemas, pero son ornamentos muy accesorios. La copa de Circe nada puede sobre Ulises, que conoce sus efectos funestos y sabe eludir el beberla. El iniciado en la alta ciencia de los magos nada tiene que temer de los hechiceros.

Las personas que recorren la magia ceremonial y van a consultar adivinos se asemejan a los que, multiplicando las prácticas de devoción, quieren o esperan suplir con ello la religión verdadera. Dichas personas nunca estarán satisfechas de vuestros sabios consejos. Todas esconden un secreto que es bien fácil de adivinar, y que podría expresarse así: «Tengo una pasión que la razón condena y que antepongo a la razón; es por eso que vengo a consultar al oráculo del desvarío, a fin de que me haga esperar, que me ayude a engañar mi conciencia y me de la paz del corazón».

Van así a beber en una fuente engañosa que después de satisfacerles la sed la aumenta cada vez más. El charlatán suministra oráculos oscuros y la gente encuentra en ellos lo que quiere encontrar y vuelve a buscar más esclarecimientos. Regresa al día siguiente, vuelve siempre, y de ese modo son los charlatanes los que hacen fortuna.

Los Gnósticos basilidianos decían que Sophia, la sabiduría natural del hombre, habiéndose enamorado de sí misma, como el Narciso de la mitología clásica, desvió la mirada de su principio y se lanzó fuera del circulo trazado por la luz divina llamada pleroma. Abandonada entonces a las tinieblas, hizo sacrilegios para dar a luz. Pero una hemorragia semejante a la que alude el Evangelio, le hizo perder su sangre, que se iba transformando en monstruos horribles. La más peligrosa de todas las locuras es la de la sabiduría corrompida.

Los corazones corrompidos envenenan toda la naturaleza. Para ellos el esplendor de los bellos días es apenas un ofuscante tedio y todos los goces de la vida, muertos para estas almas muertas, se levantan delante de ellas para maldecirlas, como los espectros de Ricardo III:  «desespera y muere». Los grandes entusiasmos les hacen sonreír y lanzar al amor y a la belleza, como para vengarse, el desprecio insolente de Stenio y de Rollon. No debemos dejar caer los brazos acusando a la fatalidad; debemos luchar contra ella y vencerla. Aquellos que sucumben en ese combate son los que no supieron o no quisieron triunfar. No saber es una disculpa, pero no una justificación, puesto que se puede aprender. «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen», dijo el Cristo al expirar. Si fuese permitido no saber la oración del Salvador habría sido inexacta y el Padre nada hubiera tenido que perdonarles.

Cuando la gente no sabe, debe querer aprender. Mientras no se sabe es temerario osar, pero siempre es bueno saber callar.

¡Paz Profunda!