EL GUARDIÁN DEL UMBRAL
¿CÓMO SE ADQUIERE EL CONOCIMIENTO DE LOS MUNDOS SUPERIORES?
Rodolf Steiner
Entre las experiencias importantes del discípulo que asciende a los mundos superiores, figura su encuentro con el “GUARDIÁN DEL UMBRAL”; no con uno propiamente, sino con dos: el “menor” y el “mayor”. El discípulo encontrará al primero cuando empiecen a desligarse, en la forma anteriormente descrita, los lazos de unión entre el querer, el pensar y el sentir, en los cuerpos más sutiles, el astral y el etéreo. El encuentro con el “guardián mayor del umbral” ocurrirá cuando esta separación de las conexiones se extienda también a las partes físicas del cuerpo, particularmente, al principio, al cerebro.
El “guardián menor del umbral” es un ser autónomo; no existe para el hombre antes que éste haya alcanzado el grado respectivo de desarrollo. Aquí pueden indicarse algunas de sus características más esenciales.
Comenzaremos por tratar de describir, en forma narrativa, el encuentro del discípulo con ese “guardián”, encuentro que hace al discípulo consciente de que su pensar, su sentir y su querer, se han desligado de su conexión inherente.
Es un ser espectral y amedrentador que se levantará ante el discípulo y que hará necesaria toda su presencia de ánimo y toda su confianza en la firmeza de su sendero, para la adquisición de todo lo cual tuvo amplia oportunidad en el curso previo de su disciplina.
El “guardián” patentiza su significado aproximadamente en las siguientes palabras: “Hasta ahora, potencias para ti invisibles dirigieron tu destino. Gracias a su actividad, durante el curso de tus vidas anteriores hasta el momento presente, tus buenas acciones recibieron su recompensa y tus malas acciones suscitaron resultados funestos. Bajo su influencia, tu carácter se ha ido formando con tus experiencias de la vida y con tus pensamientos: forjaron tu destino”.
“Fueron ellas las que te asignaron en cada una de tus encarnaciones la medida del goce y del dolor, de acuerdo con tu conducta en pasadas existencias. Reinaban sobre ti como la ley omnímoda del Karma. Estas potencias te eximirán ahora de parte de la influencia restrictiva que sobre ti ejercían y que te queda, en consecuencia, traspasada. Varios han sido los golpes que el destino te ha infligido y sin saber el porqué: eran las consecuencias de una mala acción en una de tus vidas anteriores. Encontraste felicidad y alegría y las aceptaste tal como vinieron: eran igualmente los frutos de pasadas acciones. Tu carácter presenta rasgos hermosos y lacras repugnantes: tú mismo has causado unos y otras con tus experiencias y pensamientos anteriores, que si bien te eran desconocidos se te hacían evidentes en sus efectos. Las potencias kármicas, sin embargo, veían todas las acciones de tus vidas pretéritas, todos tus pensamientos y sentimientos más recónditos, y determinaron consecuentemente tu modo actual de ser y de vivir”.
“De ahora en adelante, a ti mismo se te revelarán todos los aspectos buenos y malos y de lo que hiciste. Han estado entretejidos hasta ahora en tu propio ser; estaban dentro de ti y tú no podías verlos, como no puedes ver tu propio cerebro con los ojos físicos. Mas ahora se liberarán de ti, se separarán de tu personalidad; asumirán una forma independiente que te será visible, tal como puedes ver las piedras y las plantas del mundo exterior. Y... yo soy ese mismo ser, que modeló un cuerpo con tus acciones nobles y viles. Mi forma espectral está tejida con la substancia del libro de cuentas de tu propia vida. Invisible me llevaste hasta ahora dentro de ti; y benéfico para ti ha sido el que así fuera, pues la sabiduría de tu destino, aunque oculta para ti, ha trabajado hasta ahora desde tu interior, para borrar de mi aspecto aquellas lacras repugnantes. Ahora que he salido de ti, también se ha alejado esta sabiduría oculta, y en adelante no se ocupará más de ti; dejará ese trabajo únicamente en tus propias manos. Necesito convertirme en ser perfecto y glorioso; de lo contrario, sería presa de la corrupción, y si esto último sucediera, te arrastraría conmigo a un mundo oscuro y depravado. Para evitarlo, tu propia sabiduría tendrá que ensancharse hasta que pueda hacerse cargo de la tarea de aquella sabiduría oculta, que se ha separado de ti. Una vez que hayas cruzado mi umbral, ya no me apartaré ni un instante de tu lado, como forma visible para ti. Cuando en lo futuro obres o pienses incorrectamente, al punto notarás tu falta como una desfiguración repugnante y demoníaca de mi forma; sólo cuando te hayas purificado de manera que ya no te sea posible cometer maldad alguna, será cuando me habré transformado en ser de belleza radiante. Entonces podré unirme nuevamente a ti formando contigo un solo ser, en beneficio de tu actividad futura”.
“Mi umbral está formado por los temores y vacilaciones que todavía subsisten en ti ante el esfuerzo que necesitas para asumir personalmente la responsabilidad íntegra de todo cuanto hagas y pienses. En tanto perdure en ti la menor huella de temor para dirigir tú mismo tu destino, carecerá este umbral de lo que necesite contener. Y mientras le falte una piedra tan sólo, tendrás que detenerte como paralizado ante él o tropezar con él. No trates de atravesarlo antes de sentirte completamente libre de miedo y dispuesto a la más alta responsabilidad”.
“Hasta ahora, yo sólo salía de tu personalidad cuando la muerte te llamaba de tus vidas terrenales, pero aun entonces, mi forma permanecía velada para ti. Sólo me veían las potencias que dirigían tu destino y según mi aspecto plasmaban, durante los intervalos entre la muerte y un nuevo nacimiento, la fuerza y la capacidad que necesitabas para embellecer mi forma, en beneficio de tu progreso en una nueva vida terrenal”.
“Era yo precisamente quien, por mi imperfección, obligaba una y otra vez a las potencias del destino a que reencarnaras de nuevo. Presente estaba en la hora de cada una de tus muertes, y por mí, los dirigentes del Karma disponían de tu renacimiento. Solamente por esta inconsciente transformación mía hacia la perfección en el curso de tales encarnaciones, te habrías sustraído a las potencias de la muerte y entrado en la inmortalidad identificada conmigo”.
“Y así como en la hora de la muerte estuve siempre a tu lado, aunque invisible, heme ahora ante ti en forma visible; y cuando hayas cruzado mi umbral, entrarás en aquellos reinos en los que otrora sólo tenías acceso después de la muerte física. Penetrarás en ellos plenamente consciente y, en adelante, aunque sigas peregrinando físicamente visible sobre la tierra, peregrinarás también por el reino de la muerte, —en realidad el reino de la vida eterna. Yo soy también de veras el ángel de la muerte; pero al mismo tiempo el portador de una inagotable vida superior. Morirás por mí con tu cuerpo aún vivo, para renacer a la existencia imperecedera”.
“En el reino al que vas a entrar, conocerás seres suprasensibles, y la bienaventuranza será tu herencia; pero yo mismo he de ser tu primera visión de ese mundo, ya que yo soy tu propia creación. Antes vivía yo de tu propia vida; ahora, empero, tú me despertaste a una existencia individual, y heme aquí, patrón visible de tus acciones futuras y quizá tu reproche perpetuo. Me has formado, mas con ello contrajiste a la vez el deber de transformarme”.
Lo que se ha bosquejado aquí en forma narrativa no hay que interpretarlo como algo simbólico, sino como una vivencia intensamente real del discípulo.
El guardián tiene que prevenir al discípulo que no siga adelante, si no siente dentro de sí la fuerza necesaria para cumplir los requisitos expuestos en esa exhortación. Por terrible que sea la aparición de este guardián, sólo es el efecto de la vida pasada del propio discípulo, su propia personalidad surgida de él mismo hacia una vida independiente. Este despertar tiene lugar por la disociación de la voluntad, del pensamiento y del sentimiento. Sentir por primera vez que, personalmente, se dio origen a un ser espiritual, es ya de por sí una vivencia de profundo significado. La preparación del discípulo debe haberlo capacitado para soportar esta visión terrible sin temor alguno, así como, en el momento del encuentro, suficientemente fortalecido para emprender con plena conciencia la responsabilidad dé transformar y embellecer el “guardián”.
Una consecuencia del encuentro venturoso con el “guardián” del umbral es que la siguiente muerte física del discípulo, será un acontecimiento completamente distinto de las anteriores. Será consciente de su muerte, se despojará de su cuerpo físico tal como se deshace de un vestido gastado o quizá inutilizado por un súbito desgarrón. La muerte física ya no será un hecho de especial importancia para él, sino para los suyos, limitada todavía su percepción al mundo sensible. Para ellos el discípulo “muere”, en tanto que, para él, nada trascendente ocurre: el mundo suprasensible al que entra no le es desconocido: existía antes de su muerte y es el mismo mundo el que se le presenta, después de ella.
El “guardián” del umbral hallase vinculado con otras cosas. El individuo pertenece a una familia, a un pueblo, a una raza, y su actividad en este mundo depende del hecho de pertenecer a tales comunidades; también su carácter individual tiene que ver con ellas. Mas la actividad consciente de los individuos no es lo único que hay que tomar en cuenta al considerar una familia, una tribu, un pueblo o una raza. Las familias, naciones, razas, además de su característica, tienen su destino. Para quien se limite a sus sentidos, todo ello no pasará de ser conceptos generales, y el pensador materialista, con sus prejuicios, verá con desdén al investigador oculto al oír que para éste lo distintivo de la familia o del pueblo, el destino de la tribu o de la raza, corresponde a seres reales, tal como el carácter y el destino de un individuo es expresión de una personalidad real. El investigador espiritual se relacionará con mundos superiores de los que son miembros las personalidades individuales, tal como los brazos, las piernas y la cabeza, lo son del ser humano. En la vida de una familia, de un pueblo o de una raza, entran en juego, además de las acciones de los individuos, los de seres reales que son el alma-grupo familiar, nacional, o el espíritu de la raza. En cierto sentido, hasta puede decirse que los individuos aislados son meramente los órganos ejecutivos de esas almas-grupo familiares, de esos espíritus raciales. No se afirma sino la verdad cuando decimos, por ejemplo, que un alma-grupo nacional, para llevar a cabo algún trabajo, se sirve de todo individuo perteneciente a este pueblo o nación. El alma-grupo nacional no desciende a la realidad sensible, sino que mora en mundos superiores, y para actuar en el mundo de los sentidos físicos, se sirve de los órganos físicos del individuo. Su actividad es comparable, en un sentido superior, a la de un arquitecto que recurre a sus obreros para los pormenores de la construcción. En el verdadero sentido de la palabra, el alma-grupo familiar, nacional o racial, asigna su trabajo a todo individuo: sin que el hombre corriente haya sido iniciado en el plan superior de ese trabajo, colabora inconscientemente en las tareas de las almas-grupo nacionales, raciales, etc. Desde el momento de su contacto con el “guardián del umbral”, ya no es suficiente que conozca su tarea como personalidad particular, sino que tendrá que colaborar conscientemente en la misión de su pueblo, de su raza. La ampliación de su horizonte necesariamente le impone deberes mayores. Lo que realmente ocurre es que el discípulo agrega un cuerpo nuevo a su cuerpo psíquico más sutil, se pone una vestidura adicional.
Antes caminaba por el mundo provisto de las envolturas que cubrían su personalidad, y sus obligaciones hacia su comunidad, su pueblo, su raza, eran dirigidas por los Espíritus superiores, si bien realizadas a través de él; ahora, por revelación del “guardián del umbral”, sabe que estos Espíritus le retirarán en adelante su mano dirigente y que tendrá que separarse del círculo de su comunidad. El resultado sería que, como un individuo aislado, se endurecería completamente y se degradaría al no adquirir los poderes inherentes de los espíritus nacionales y raciales. No faltará quien diga: “ya me he libertado enteramente de toda conexión de linaje o raza; sólo quiero ser un hombre, nada más que un hombre”. A lo que hay que responder: “¿quién te ha conducido a esta libertad? ¿No ha sido tu familia la que te situó en el mundo donde te encuentras? ¿No es tu linaje, tu pueblo, tu raza, los que te han moldeado cómo eres? Ellos te educaron, y si ahora, por encima de todo prejuicio, tú eres uno de los porta-antorchas y bienhechores de tu grupo y hasta de tu raza, todo esto lo debes a la educación de ellos recibida. Aunque digas que no eres “nada más que un hombre”, el haber llegado a serlo, lo debes a los espíritus de tus comunidades”. Sólo el discípulo de la ciencia oculta aprenderá lo que significa al estar completamente abandonado por los espíritus nacionales, familiares o raciales; él solamente experimentará por sí mismo cuan escaso es el valor de aquella educación para la vida que ahora le aguarda, pues todo lo que le ha sido inculcado por dicha educación se desvanece por completo al romperse los vínculos entre la voluntad, el pensamiento y el sentimiento. Mira hacia atrás observando los resultados de toda su educación previa, tal como miraría a una casa que estuviera desmoronándose y que tuviera que reconstruir en forma nueva. También aquí se trata de algo más que de una expresión meramente simbólica, al decir que cuando el “guardián del umbral” ha enunciado sus primeras palabras, del lugar en que se encuentra se levantará un torbellino que extingue todas las luces espirituales que hasta ahora habían iluminado el sendero de la vida del discípulo. Este se encontrará sumergido en completa oscuridad, sólo mitigada por la luminosidad que emana del mismo “guardián”. Y de entre las tinieblas resonarán sus exhortaciones ulteriores: “No cruces mi umbral mientras no estés seguro de poder iluminar tú mismo la oscuridad en la cual penetras; no des ni un solo paso adelante mientras no tengas la certidumbre de que tienes bastante aceite en tu propia lámpara. Las lámparas de los guías, que hasta ahora te conducían, te faltarán en lo futuro”. Tras estas palabras, el discípulo tiene que volverse y mirar hacia atrás. El “guardián del umbral” descorre el velo que hasta ahora había ocultado profundos misterios de la vida. Los espíritus nacionales, raciales o familiares, se le revelarán ahora en toda su actividad; y el discípulo comprenderá claramente de qué manera se le había conducido y se dará cuenta, no menos claramente, de que en adelante ya no disfrutará de tal dirección. Esta es la segunda advertencia recibida de su guardián ante el umbral.
Sin preparación, nadie podría soportar el aspecto arriba bosquejado; pero la disciplina superior que capacita al discípulo para avanzar hasta allí, lo capacita asimismo para que pueda encontrar la fuerza necesaria en el momento oportuno. En verdad el entrenamiento puede aún ser tan armonioso, que la entrada a la vida nueva queda exenta de cualquier carácter inquietante o tumultuoso. En este caso las experiencias del discípulo ante el umbral irán acompañadas de una premonición de aquella bienaventuranza que constituirá la nota fundamental de su vida recién despierta. El sentimiento de una nueva libertad predominará sobre todo lo demás; y, basado en ese sentimiento, sus nuevos deberes y responsabilidades se le aparecerán como algo que le corresponde necesariamente en determinado escalón de la vida.