Wednesday, October 1, 2014

Sobre la Oración - Annie Besant

SOBRE LA ORACIÓN


Annie Besant

Tomado de “Sophia” de Mayo 1898


Constantemente se hace la siguiente pregunta: ¿Vosotros los teósofos creéis en la oración?". Y puede ser útil para algunos el estudio del asunto de la oración a la luz del conocimiento oculto, poniendo de prefacio a este estudio la observación de que la creencia de los teósofos varía de acuerdo sus conocimientos, y que ningún teósofo, excepto la que esto escribe, se halla obligado a las declaraciones que siguen.

El público no se ha hecho todavía cargo de que al teósofo no se da, al entrar en la Sociedad, una serie de creencias ya hechas y arregladas para él, sino que solo se le proporcionan los materiales de entre los cuales puede escoger los que más le convengan, teniendo luego que arreglarse él mismo su vestimenta. La opinión que se presenta en este escrito, se expone simplemente como el modo de ver particular de un estudiante y como materia para el estudio. Lo primero que es necesario hacer, al considerar la utilidad de la oración, es analizar la oración misma, porque la palabra se emplea abarcando diversas actividades de la conciencia, y no puede tratarse como formando un todo homogéneo. Vemos oraciones que son peticiones de beneficios mundanos definidos para cubrir necesidades físicas -oraciones por alimento, por vestidos, dinero, empleos, éxito en los negocios, para recuperar la salud, etc. Éstas las agruparemos bajo la clase A. Luego hay oraciones para la ayuda en las dificultades intelectuales; y morales o para el desarrollo espiritual, para el dominio de las tentaciones, para la fuerza moral, para vista interna, para iluminación. Estas pueden agruparse como clase B. Por último, hay oraciones en que no se pide nada, que consisten en la contemplación y adoración de la Perfección Divina, en la aspiración intensa de unión con Dios, la enajenación elevada del Santo. A estas las llamaremos clase C.

Lo segundo que hay que tener bien en cuenta, es la gran escala de seres vivos desde el elemental su plano hasta el LOGOS mismo, escala en la que no falta peldaño alguno. Este lado oculto de la naturaleza, es un hecho, no un sueño. El mundo todo está lleno de seres vivos, invisibles a los ojos carnales. El mundo astral compenetra al físico, y multitudes de seres conscientes e inteligentes nos rodean a cada paso. Algunos son inferiores al hombre en inteligencia, y otros se elevan a grandes alturas sobre él. Algunos se dejan influir fácilmente por su voluntad, y otros son asequibles a sus ruegos. Además de estas entidades independientes, la esencia elemental de los tres reinos responde a sus emociones y pensamientos, é instantáneamente toma formas cuya vida misma es llevar a efecto el sentimiento o el pensamiento que les sirve de alma, y de este modo puede crear a voluntad un ejército de servidores obedientes que obrarán en el mundo astral a1 gusto suyo. Hay además protectores humanos de gran eficacia, aunque invisibles, cuyo oído atento puede acoger un grito de socorro, y que gustosos sirven de verdaderos “ángeles protectores” para las almas que los necesitan.

Y coronando todo está la vida siempre presente y siempre consciente del LOGOS mismo, poderosa, y que responde en todas partes de Su reino, de Aquel sin cuyo conocimiento no cae al suelo una paja, ni ninguna criatura muda se estremece de alegría o de dolor, ni niño alguno ríe o llora - esa Vida y Amor que todo lo penetran, abarcan y sostienen, en la cual todo vive y se mueve. Así como nada que produzca placer o dolor puede tocar al cuerpo humano sin que los nervios sensorios lleven el mensaje del choque a los centros cerebrales, y así como desde estos centros vibra la contestación por medio de los nervios motores, acogiendo o repeliendo, del mismo modo cada vibración en el universo, que es Su cuerpo, llega a Su conciencia y produce una acción que responde. Las células nerviosas, los hilos nerviosos y fibras musculares, pueden ser los agentes del sentimiento y del movimiento, pero el hombre es el que siente y actúa; así también muchas mi riadas de inteligencias pueden ser los agentes, pero el LOGOS es quien conoce y responde. No puede haber nada por pequeño que sea que no afecte esa delicada y omnipresente conciencia, ni nada tan vasto que trascienda a ella.

Somos tan limitados, que la sola idea de semejante conciencia que abarca todo, nos anonada y confunde; sin embargo, quizás, el mosquito se vería en el mismo apuro si tratara de medir la conciencia de Pitágoras. Es imposible negar el hecho de que las oraciones son contestadas, y que muchos pueden manifestar casos de propia experiencia, claros y decisivos, de “oraciones contestadas”.

Además, muchas de éstas no se refieren a las que se llaman experiencias subjetivas, sino a hechos patentes del llamado mundo objetivo. Un hombre ha orado por dinero, y el correo le ha traído la cantidad requerida; una mujer ha orado por alimento, y el alimento ha llegado a su puerta. En relación con empresas caritativas hay muchos testimonios de oraciones pidiendo socorros y de contestaciones rápidas y liberales. Por otra parte, hay también gran número de testimonios de oraciones que han quedado sin respuesta, de hambrientos moribundos, de hijos arrebatados por la muerte de los brazos de madres amantes, a pesar de los ruegos más apasionados a Dios. Toda opinión razonable acerca de la oración, tiene que tener en cuenta estos hechos contradictorios: no debe negarse a admitir la respuesta, ni evadir el reconocimiento de los fracasos.

Todos los hechos deben ser colocados en su lugar en toda verdadera teoría sobre la oración. Vamos a considerar separadamente nuestras tres clases de oraciones, y veremos que las vidas ocultas de la naturaleza son los agentes que producen la respuesta a las oraciones, y que para cada clase de ellas actúan agentes particulares apropiados a las mismas. Cuando un hombre pronuncia una oración de 1a clase A, puede obtener una respuesta por medio de uno o varios agentes.

Su pensamiento concentrado y su voluntad deseosa afectan a la esencia elemental del plano astral, y crean un elemental artificial poderoso, cuya sola idea es producir lo que su creador anhela. Este elemental, cuando la oración es por dinero, alimento, vestido, empleo u otra cosa cualquiera que un hombre puede dar a otro, puede buscar una persona a propósito, e imprimir en su cerebro la imagen de su creador y de su necesidad especial, y esta impresión origina el pensamiento de enviar al hombre un socorro.
“Pensé en Jorge Miller y en sus huérfanos esta mañana”-dirá un hombre rico- “Voy a mandarles un cheque”.

La oración de Jorge Miller es en este caso el poder motor; el elemental artificial es el agente que se ocupa en producir el resultado deseado, y el cheque, que no se ha pedido al hombre en el plano físico, viene como la “respuesta a la oración”. El resultado pudo haberse obtenido de igual modo por medio de un esfuerzo deliberado de la voluntad, sin oración alguna, por una persona que entendiese el mecanismo necesario para ello y el modo de ponerlo en acción. Pero en el caso de la mayor parte de la gente que ignora las fuerzas del mundo invisible, y que no están acostumbrados a ejercitar su voluntad, la concentración de la mente y el firme deseo necesario para el éxito se adquieren mucho más fácilmente por medio de la oración, que por ningún esfuerzo deliberado para manifestar su fuerza.

Dudarían de su propio poder, aun cuando comprendiesen la teoría, y la duda es fata1 en todo ejercicio de la voluntad. Que la persona que ora no sepa nada del mecanismo que pone en movimiento, no afecta en modo alguno el resultado; el niño que extiende el brazo y coge un objeto, no necesita sabor nada del funcionamiento de los músculos, ni de los cambios químicos y eléctricos que despierta su movimiento en los músculos y nervios, ni tampoco calcula estudiadamente la distancia a que se halla el objeto, midiendo el ángulo formado por los ejes ópticos; manifiesta su voluntad de coger 1a cosa que necesita, y las varias partes de su cuerpo obedecen a su voluntad, aun cuando él no conoce ni siquiera su existencia.

Lo mismo sucede con el hombre que ora, el cual desconoce la fuerza creadora de su pensamiento y la conducta de la criatura que ha enviado a ejecutar sus deseos; actúa tan inconscientemente como el niño, y como el niño, coge lo que quiere. Una oración de la clase A, puede también ser contestada de otros modos que por la acción de un elemental artificial. Un discípulo que pasa u otro protector en acción en el plano astral, puede oír su ruego y producir el resultado deseado. Especialmente puede suceder así, cuando el que ora es un filántropo que necesita ayuda para ejecutar alguna obra benéfica. El protector lanzará el pensamiento de enviarle la ayuda que necesita, en el fértil suelo de un cerebro caritativo, y el resultado será el mismo de antes.

Algunas veces, pero a mi entender mucho más raras, la voluntad de la persona que ora, afecta a un espíritu de 1a naturaleza o elemental característico, el cual se esfuerza en producir el efecto deseado; algunas personas ejercen un poder especial sobre los espíritus de la naturaleza de varias clases, y esta gentecilla hace cuánto puede a fin de suplir las necesidades de sus favoritos. El fracaso de las oraciones que revisten gran deseo y fuerza de voluntad, parece que es debido al hecho de que se estrellan contra alguna causa kármica demasiado fuerte para que puedan desviarla o modificarla de un modo apreciable. Un hombre condenado por sus propias acciones en el pasado a morir de hambre, lanzará en vano todas sus oraciones contra este destino.

El elemental artificial que ha creado con tales oraciones, encontrará inútiles todos sus esfuerzos; ningún protector vendrá a ayudarle a producir el efecto deseado; ningún espíritu de la naturaleza se cuidará de sus gritos. Cuando las relaciones que existieron en el pasado entre las almas de los padres y 1a de un niño moribundo, requieren en la vida presente la rotura del 1azo de unión en una época particular, la corriente de fuerza puesta en movimiento por la oración, no servirá para prolongar el hilo de la tierna existencia. En esto, como en todo, vivimos en el reino de la ley, y las fuerzas pueden ser modificadas o completamente frustradas por la acción de otras fuerzas contra las que chocan. Dos fuerzas exactamente iguales pueden aplicarse para poner en movimiento dos bolas también perfectamente iguales; de éstas, una no recibe ningún nuevo impulso, y marcha al fin que se ha marcado, mientras que la otra recibe un segundo choque y cambia por completo de dirección.

Esto mismo puede suceder con dos oraciones semejantes: una puede seguir su curso sin encontrar obstáculo kármico, y hasta puede ser ayudada en su objeto por una fuerza kármica, mientras que la segunda puede ser desviada por una fuerza kármica mucho más enérgica que el impulso original. Una de las oraciones fue contestada, la otra se desvanece aparentemente desapercibida, y en ambos casos el resultado sigue a la ley. Consideremos ahora la clase B. Las oraciones para socorro en las dificultades morales e intelectuales son eficaces, tanto en la acción como en la reacción. Llaman la atención de aquellos servidores de la humanidad que están siempre tratando de socorrer al alma que se siente extraviada; y los consejos, el consuelo y la iluminación se transmiten a la conciencia cerebral, dando así, del modo más directo, la respuesta a la oración.

Muchas veces se sugieren ideas que aclaran una dificultad intelectual, o arrojan luz en un oscuro problema, y en el corazón angustiado se derrama el más dulce consuelo, suavizando sus perturbaciones y calmando sus ansiedades. Esto puede llamarse la respuesta objetiva a tales oraciones, en las que se concede realmente, en contestación al grito de socorro, la ayuda de almas más fuertes y avanzadas: la de un discípulo, la de un ángel o la de un Maestro. Pero hay también una respuesta subjetiva que no se reconoce tan fácilmente, por regla general, por los que oran, y que puede considerarse como reacción de la misma oración sobre el que ora. La oración coloca su mente y su corazón en aptitud receptiva que facilita el darle ayuda objetiva, pero que también abre el canal de comunicación entre su naturaleza inferior y la superior, permitiendo a la fuerza y al poder iluminador de la superior llegar a la conciencia cerebral.

Las corrientes de energía que normalmente fluyen hacia abajo o hacia afuera desde el Hombre Interno, son, por regla general, dirigidas a los mundos externos y utilizados por la conciencia cerebral en los negocios ordinarios de la vida para llevar a efecto sus actividades diarias. Pero cuando esta conciencia cerebral se aparta del mundo externo, y cerrando las puertas exteriores, dirige su vista a dentro; cuando deliberadamente se abre a lo interno y se cierra a lo externo, entonces se convierte en un recipiente que puede recibir y contener, en lugar de ser un mero tubo conductor entre el mundo interno y el externo. En el silencio obtenido por la cesación de los ruidos de las actividades externas, la tranquila voz del alma puede dejarse oír, y la atención concentrada de la mente expectante le permite percibir el suave murmullo del Yo Interno.

Más marcado aún es el caso cuando la oración es por luz espiritual, por desarrollo espiritual. No sólo buscan ansiosamente todos los protectores el impulsar el progreso espiritual, aprovechando todas las oportunidades que presenta el corazón que aspira a lo alto, sino que el deseo de semejante desarrollo pone en libertad una energía de orden superior, porque el deseo espiritual atrae una respuesta del reino espiritual. También aquí se confirma la ley de las vibraciones simpáticas, y la nota de aspiración elevada es contestada por una nota de su propio orden, por una liberación de energía de su misma clase, por una vibración sincrónica con ella misma. La vida divina siempre está haciendo presión contra los límites que la circunscriben, y cuando la fuerza que se eleva choca contra esos límites, el muro divisorio se rompe y la vida inunda el alma. De un modo casi imperceptible pasamos de las aspiraciones espirituales a la oración que es adoración pura, en la cual no existe petición alguna, y que tan sólo trata de manifestarse en simple amor de lo Perfecto, confusamente sentido.

Tales oraciones, agrupadas como clase C. son los medios de unión entre el hombre y Dios, atrayendo al adorador dentro del Ser que adora. En estas oraciones la conciencia, limitada por el cerebro, contempla en mudo éxtasis la Imagen que crea de aquel que sabe que verdaderamente se halla fuera de toda imaginación, y a menudo arrebatada por la intensidad de su amor más allá de los límites concretos impuestos por la inteligencia, vuela a las regiones donde no existen límites, y siente y conoce mucho más que lo que a su vuelta puede decir en palabras o revestir de forma intelectual. Entonces en la oración el místico contempla la Visión Beatífica; entonces el sabio reposa en la calma infinita de la sabiduría que está más allá del conocimiento; entonces el santo es penetrado de la radiante pureza en la cual se ve a Dios.


Semejante oración forma una aureola al que adora, y desde la cúspide de tan alta comunión, descendiendo a los planos de la tierra, la misma cara de carne brilla con gloria suprema trasluciendo la llama que arde al interior. Dichosos aquellos que conocen la realidad que ninguna palabra puede comunicar a los que la ignoran; aquellos cuyos ojos han visto el Rey en Su hermosura, se acordarán y comprenderán. 



Fuente: Portal Martinista del Guajiro

Tuesday, September 30, 2014

Estructura del Grados del Rito Antiguo y Primitivo de Memphis



ESTRUCTURA DE LOS GRADOS
RITO ANTIGUO Y PRIMITIVO DE MEMPHIS

El Rito Antiguo y Primitivo de Memphis, como todo rito masónico se estructuran desde el Primer Grado, pero en su caso particular llega hasta el 95. Este rito está dividido en una serie de tres, sin contar los tres primeros grados pertenecientes a las Logias Simbólicas o Azules, los cuales son gobernados por la Gran Logia.

Todos los grados en el Rito de Memphis son conferidos por Iniciación a diferencia de otros ritos donde algunos de sus grados se confieren por Comunicación.

Los Tres Primeros Grados pertenecientes al Simbolismo son:




Primera Serie,
Capítulo Rosacruz.

Esta Primera Serie de Grados se comprende desde el 4to. hasta el 18comienza con el 4to. y terminando en el 18, conocido como Capítulo Rosacruz. Estos grados enseñan la moralidad, dan la explicación de los símbolos, dispone a los novicios a la pesquisa filosófica, y los hace comprender la primera parte de la historia.

Los grados son:


  • Ø  4° Maestro Discreto
  • Ø  5° Perfecto Maestro Arquitecto
  • Ø  6° Secretario Intimo o Sublime Maestro
  • Ø  7° Maestro Preboste y Juez
  • Ø  8° Caballero Intendente de los Edificios
  • Ø  9° Caballero Maestro Electo de los Nueve
  • Ø  10° Ilustre Caballero de los Quince
  • Ø  11° Sublime Caballero Electo
  • Ø  12° Caballero Gran Maestro Arquitecto
  • Ø  13° Caballero del Arco Real
  • Ø  14° Caballero Gran Electo de la Bóveda Sagrada, Gran Escocés de la Bóveda Sagrada de Jaime VI
  • Ø  15° Caballero de la Espada o de Oriente
  • Ø  16° Caballero Príncipe de Jerusalén
  • Ø  17° Caballero de Oriente y Occidente
  • Ø  18° Caballero Príncipe Rosa Cruz de Kilwinning o de Heredon, Ritual Caballero de la Águila y del Pelicano o Soberano Príncipe R+C, Ritual Caballero Rosa Cruz, Ritual Hermanos de la Rosa Cruz o de los Adeptos

Segunda Serie,
Senado de Filósofos Herméticos.

El Senado de los Filósofos Herméticos, trabaja con los grados desde el 19 al 43 inclusive, es decir, la segunda serie de los grados. Ocupándose este de enseñar la Ciencias Naturales, la Filosofía de la Historia; y explica los mitos de la antigüedad. Su objetivo es el de estimular la pesquisas de las causas y los orígenes, y el de desarrollar los sentidos humanitarios.


  • Ø  19° Caballero Gran Pontífice de Jerusalén o Sublime Escocés de la Jerusalén Celeste.
  • Ø  20° Venerable Gran Maestro de las Logias o Caballero Gran Maestro del Templo de Sabiduría.
  • Ø  21° Caballero o Patriarca Noaquita o de la Torre
  • Ø  22° Caballero del Líbano o Real Hacha
  • Ø  23° Caballero Jefe del Tabernáculo
  • Ø  24° Caballero del Águila Roja o Príncipe del Tabernáculo
  • Ø  25° Caballero de la Serpiente de Airain o de Cobre
  • Ø  26° Caballero de la Ciudad Santa o Escocés Trinitario, Príncipe de Misericordia
  • Ø  27° Caballero Soberano Gran Comendador del Templo
  • Ø  28° Caballero de Joan o del Sol
  • Ø  29° Caballero Gran Escocés de San Andrés Maestro Escocés de San Andrés del Cardo
  • Ø  30° Caballero Gran Electo Kadosch
  • Ø  31° Gran Inspector Inquisidor Comendador
  • Ø  32° Sublime Príncipe del Real Misterio
  • Ø  33° Caballero Gran Inspector General
  • Ø  34° Caballero de la Escandinavia
  • Ø  35° Grande Caballero del Templo, o Caballero Templario Kadosh de la Palestina
  • Ø  36° Caballero Philalethes o Sublime Negociant
  • Ø  37° Caballero del Shota o Sabio de la Verdad o Caballero Teutónico
  • Ø  38° Sublime Electo de la Verdad o Sublime Electo del Águila Roja
  • Ø  39° Gran Electo de los Aeons
  • Ø  40° Perfecto Sabio Savaiste o Caballero de la triple Cruz
  • Ø  41° Caballero del Arco de los Siete Colores
  • Ø  42° Príncipe de la Luz o Grande Alejandro de la Confianza
  • Ø  43° Sublime Sabio Filosofo Hermético, Adepto o Aprendiz Filósofo Sublime y Desconocido

Tercera Serie,
Sublime Consejo, Templo Místico

La Tercera Serie se comprende desde el Grado 44 hasta el 90, y son trabajados en el Sublime Consejo, Templo Místico que hace conocida completamente la restante porción de la historia del Rito. Se ocupa así mismo de la Alta Filosofía; estudia los mitos religiosos de las diferentes edades de la humanidad y admite las más avanzadas labores teosóficas.

El Templo Místico es la representación del Soberano Santuario en todo Oriente. Todo Templo Místico es conocido como el Gran Imperio de los Soberanos Príncipes de Memphis, conducidos por el Gran Pontífice, que es el portavoz del Soberano Gran Conservador General del Rito y guardián de las Sagradas Tradiciones.

Para pertenecer al Templo Místico hay que ostentar el Grado 90, los grados son los siguientes:


  • Ø  44° Sublime Pontífice de Isis o Príncipe del Zodiaco
  • Ø  45° Sublime Sabio de los Misterios Sublimes
  • Ø  46° Rey Pastor de Hutz
  • Ø  47° Caballero de las Siete Estrellas
  • Ø  48° Sublime Príncipe Guardián del Monte Sagrado
  • Ø  49° Sublime Sabio de las Pirámides
  • Ø  50° Sublime Filósofo de la Samotracia o Infante del Arpa
  • Ø  51° Sublime Titán del Caucasus o Caballero del Fénix
  • Ø  52° Sabio del Laberinto o Minero Clave Masónica Grado 1
  • Ø  53° Sabio Caballero de la Sphinx o Lavador Clave Masónica Grado 2
  • Ø  54° Sublime Scalde, Poeta o Caballero del Pelicano o Soplador Clave Masónica Grado 3
  • Ø  55° Sublime Sabio Orphico o Fundidor Clave Masónica Grado 4
  • Ø  56° Sabio Pontífice de Cadmia o Escudero Novicio
  • Ø  57° Jefe Sublime o Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa
  • Ø  58° Sabio o Professo Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa
  • Ø  59° Sublime Sabio o Gran Professo Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa
  • Ø  60° Sublime Guardián de los Tres Fuegos
  • Ø  61° Sublime Juez Filosofo Desconocido o Caballero del Templo de la Verdad
  • Ø  62° Sublime Sabio de Eléusis o de Heliópolis
  • Ø  63° Sublime Kawi o Caballero de las tres Águilas de Oro o Coronadas
  • Ø  64° Sabio Pontífice de Mitras
  • Ø  65° Guardián del Santuario o Gran Instalador
  • Ø  66° Grande Arquitecto de la Ciudad Misteriosa o Gran Consagrador
  • Ø  67° Guardián del Nombre Incomunicable o Gran Eulogista
  • Ø  68° Patriarca Príncipe de la Verdad
  • Ø  69° Sabio Caballero de la Rama Dorada de Eléusis
  • Ø  70° Príncipe de la Luz o Patriarca de los Planisferios
  • Ø  71° Sublime Grande Kador o Caballero del Temple
  • Ø  72° Supremo Maestro de la Sabiduría o Caballero de los Argonautas
  • Ø  73° Patriarca de los Fuegos Sagrados o Muy Sabio Mouni
  • Ø  74° Supremo Maestro de la Sloaka o Sublime Maestro de la Stoka
  • Ø  75° Sublime Caballero
  • Ø  76° Interprete de los Jeroglíficos, o Patriarca de Isis
  • Ø  77° Sublime Caballero o Sabio Teósofo
  • Ø  78° Gran Pontífice de la Thebiad
  • Ø  79° Sublime Caballero, Sabio del Redoubtable Sadah
  • Ø  80° Sublime Electo del Santuario de Mazias, Caballero del Vellón Dorado
  • Ø  81° Patriarca de Memphis, Sublime Caballero del Triángulo Luminoso
  • Ø  82° Gran Electo del Templo de Midgard
  • Ø  83° Sublime Electo del Valle de Oddy
  • Ø  84° Patriarca de los Izeds
  • Ø  85° Sublime Sabio, Caballero de Kneph
  • Ø  86° Sublime Filósofo del Valle de Kab, Sublime Maestro del Anillo Luminoso
  • Ø  87° Sublime Príncipe de la Masonería
  • Ø  88° Gran Electo de la Sagrada Cortina
  • Ø  89° Patriarca de la Ciudad Mística o Verdadero Masón Académico
  • Ø  90° Sublime Maestro de la Gran Obra

El Soberano Santuario
Grados Oficiales e Iniciáticos

El Soberano Santuario es el que se encarga de gobernar todo lo concerniente a los Capítulos, Senados y Sublimes Consejos, Templo Místicos.


  • Ø  91° Gran Defensor de la Orden, Soberano Príncipe de Memphis Jefe del Gobierno de la Orden
  • Ø  92° Príncipe de Memphis, Gran Catequista de la Orden
  • Ø  93° Príncipe de Memphis, Gran Regulador General de la Orden
  • Ø  94° Príncipe de Memphis Gran Administrador de la Orden
  • Ø  El último Grado es el No. 95 y pertenece al Príncipe Patriarca Gran Conservador General de la Orden, Soberano Príncipe de los Jefes del Santuario de Memphis, Gran y Poderoso Soberano Imperial de la Orden.

Fuente: Portal Masónico del Guajiro

Monday, January 20, 2014

Gerard Encausse Papus

Gerard Encausse
Papus

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Gérard Anaclet Vincent Encausse, el médico que fue conocido en los medios ocultistas con el seudónimo de Papus, nació el día 13 de julio de 1.865 en la Coruña, España, a las 7:00 horas de la mañana, siendo hijo de padre francés, el químico Louis Encausse, y madre española de origen gitano, la señora Irene Pérez. En 1.869 la familia Encausse vino a establecerse en París, en el barrio de Montmartre, donde Papus inició sus estudios, primero en el Colegio Rollin y más tarde, a los 17 años, en la Facultad de Medicina de París. Desde muy joven dedicó su tiempo libre al ocultismo. Mientras sus compañeros preferían ocuparse de los problemas políticos de Europa y en leer a todos los autores de la ciencia oficial, Papus pasaba las tardes en la Biblioteca Nacional de París, o en la Biblioteca del Arsenal, estudiando a los autores clásicos de la alquimia y de la cábala, tomando notas de los principales manuscritos tan celosamente guardados desde siglos en estas valiosas bibliotecas.
Papus dice haber sido iniciado por Henri Delaage en 1.882 en la Sociedad de los Filósofos Desconocidos, Orden que habría sido fundada en el siglo XVIII por Louis-Claude de Saint-Martin. Con 17 años de edad, el joven Papus pasó a destacarse en el seno de esta Sociedad por el deseo y la seriedad con que procuraba las llaves de la iniciación. Gérard Encausse obtuvo su nombre místico del libro "Nuctemeron" de Apolonio de Tyana. En este libro hay doce horas simbólicas análogas a los signos del Zodíaco, y a los doce trabajos de Hércules. Representan también los doce pasos de la Iniciación. "Papus" es el primer genio de la primera hora; es el Genio de la Medicina.
En 1.887, a los 22 años, escribiría su primera obra: El Ocultismo contemporáneo. Su Tratado Elemental de Ciencia Oculta, escrito al año siguiente, alcanzó una gran notoriedad en varios países y proporcionó a su autor cierto reconocimiento en los medios ocultistas parisinos. Fundó, en 1.889, el Grupo Independiente de Estudios Esotéricos (GIDEE), transformado más tarde en la Escuela Hermética, destinada a divulgar la espiritualidad y a combatir el materialismo. También editó las revistas L'Initiation y El Velo de Isis, órganos de divulgación del Ocultismo, planetas que giraban en torno al centro radiante de dinamismo que fue su creador Papus.
Trabajó como externo en los hospitales de París y nunca abandonó el ejercicio de la medicina. El 7 de julio de 1.894 defendió su tesis doctoral con el título "La anatomía fisiológica y sus divisiones", recibiendo el título de Doctor en Medicina cum laude, a los 29 años. Su obra posterior, Compendio de Fisiología Sintética, fue igualmente elogiada en los medios académicos. También fue nombrado Oficial de la Academia el 13 de julio de 1890 y Oficial de Instrucción Pública el 22 de junio de 1898.
Al defender su tesis, Papus confesó ser un aprendiz en el arte de curar, pues vislumbraba ya las posibilidades del Ocultismo. Como Paracelso, recorrió varios países de Europa estudiando todo tipo de medicina, la oficial, la de los curanderos, la Inicioopatía, aprendiendo algunos procedimientos desconocidos para la medicina oficial. Practicó la alopatía, la Inicioopatía y la hipnosis, realizando curas consideradas extraordinarias por sus biógrafos. En muchas ocasiones, para efectuar el diagnóstico, observaba en primer lugar el cuerpo astral del enfermo, y procedía a curarlo utilizando la fuerza vital-madre, fuente de equilibrio. De esta forma clasificaba las dolencias como siendo del cuerpo, del astral (alma) o del espíritu. Las dolencias del cuerpo (como fiebres, traumatismos, etc.) pueden, según Papus, ser curadas por la medicina de los contrarios; las dolencias del astral (como la tuberculosis o el cáncer), pueden ser tratadas por la Inicioopatía y el magnetismo; y las dolencias del espíritu (como la epilepsia, la histeria o la locura) pueden ser tratadas por la oración y por la magia, siempre que el mal no sea kármico (deuda espiritual a ser pagada por el enfermo). De esta forma Papus practicaba también la Medicina Oculta, curando a distancia, operando sobre la orina, la sangre o el cabello del enfermo. Cuentan que realizaba a veces diagnósticos insólitos según sus dones de clarividencia y clariaudiencia.
En su obra En el Umbral del Misterio, Stanislas de Guaita escribió de Papus: "joven doctor sumamente erudito y disertador, posee una doble personalidad y ha conquistado la celebridad bajo dos nombres distintos. Sus obras de anatomía y fisiología están firmadas como Gérard Encausse. Sus tratados de magia enarbolan otro nombre. Cerebro enciclopédico y pluma infatigable, saludamos a este joven iniciado que disfraza, que desfigura el tremendo seudónimo de Papus. En realidad, sus obras denotan una superioridad trascendente, por lo que es preciso perdonarle tal nombre. Lo cierto es que los amantes de la teosofía pronuncian el nombre de Papus no sólo sin la menor sonrisa sino con aprecio, con admiración".
Papus se consagró al estudio de la luz astral y de su influencia sobre las dolencias y sus terapias, tal como enseñaba Paracelso, al papel de la mente y sus relaciones con el plano astral y el hombre. Durante largos años dirigió sus investigaciones hacia los fenómenos hipnóticos, espíritas, parapsicológicos, exteriorizaciones de la sensibilidad y del magnetismo. Fundó la Escuela de Magnetismo de Lyon, siendo el Maestro Philippe su director.
Sus estudios del cuerpo astral y del plano astral no tenían como objetivo sólo la cura del cuerpo físico, sino principalmente la cura del alma, esto es, su terapia por la iniciación. Hizo de la famosa divisa del Templo de Delfos: "Conócete a ti mismo", su lema de trabajo iniciático y profesional. Estudió profundamente la antigüedad egipcia y los misterios griegos y romanos, concluyendo que entre ellos la Ciencia y la Iniciación estaban íntimamente asociadas.
La Escuela Hermética, que tuvo como profesores a famosos ocultistas de la época, tales como Satanislas de Guaita, Sedir, Barlet, Peladan, Chamuel, Marc Haven, Maurice Barrès (Academia francesa), Víctor-Emile Michelet, entre otros, tenía como objetivo reclutar miembros para las sociedades iniciáticas dirigidas por Papus y por Satanislas de Guaita (y aún existe hoy en pleno vigor), a través de cursos, conferencias, investigaciones ocultistas y publicaciones. Enseñaban hebreo, cábala, tarot, astrología, historia oculta, magia, medicina oculta, poniendo énfasis en su aspecto menos velado y más científico. Papus es considerado como el divulgador del Ocultismo científico de Louis Lucas, que se basaba en la analogía, método que intentaba explicar lo invisible por inferencia a partir de lo visible.
Papus tuvo como maestro intelectual al marqués Joseph Alexandre Saint-Yves d'Alveydre, y como maestro espiritual, como él mismo afirmaba, al Maestro Philippe de Lyon, a partir de 1.887 y 1.897 respectivamente. Tuvo en su compañero Satanislas de Guaita un incentivador de primera categoría, discípulos póstumos los dos de Eliphas Lévi, Fabre d'Olivet, Saint-Martin y Jakob Böhme.
Practicó también la cábala práctica (En el Umbral del Misterio, S. de Guaita) junto con sus dos principales compañeros, con los cuales buscaba el perfeccionamiento espiritual hasta llegar al conocimiento de la divinidad. El adepto debe conocer toda la teoría de la magia, decía Papus, los materiales usados por los magos, los peligros de la magia a los que se enfrentan los practicantes temerarios, la llave de la magia negra, las trampas del enemigo invisible, el control de las pasiones, la eliminación de los vicios, si realmente el Iniciado desea, sinceramente, convertirse en un Maestro y obtener la Salvación.
Su vida fue una acción constante en todos los planos, luchando contra el materialismo y el ateísmo y divulgando la espiritualidad. Visitó Rusia tres veces, siendo recibido por el Zar.
En 1.914 fue a la guerra como capitán médico, donde contrajo la tuberculosis en el campo de batalla. Falleció el 25 de octubre de 1.916 a los 51 años de edad. Su cuerpo reposa en el cementerio de Père Lachaise (división 93), en París.
Paul Sedir, junto a la tumba de Papus, con ocasión de su entierro, dijo: "Imitemos a este Iniciador, que deseó ser sólo un amigo para nosotros y que fue lo bastante fuerte como para ocultarnos sus sufrimientos y sus disgustos bajo una perpetua sonrisa. Enjuguemos nuestras lágrimas; ellas lo retendrían en las sombras; regocijémonos, como él mismo hizo hace tres días, por volver a ver finalmente cara a cara al Todopoderoso Terapeuta, al auténtico Pastor de las almas, al Amigo eterno, al Bien Amado de quien él fue eterno, al Bien Amado de quien él fue un fiel servidor. Digamos juntos a Gérard Encausse un hasta luego vibrante; démosle, por nuestras buenas voluntades de ahora en adelante indefectibles, la única recompensa digna de tan largas penas que él soportó por nosotros".
NOTAS ANEXAS
Los datos de las notas que siguen provienen del libro escrito por el hijo de Papus, el Dr. PHILIPPE ENCAUSSE:
"Sciences Occultes ou 25 annees d'occultisme occidental - PAPUS, sa vie, son oeuvre". (Ciencias Ocultas o 25 años de ocultismo occidental: PAPUS, su vida, su obra)

PAPUS Y LA SOCIEDAD TEOSÓFICA
El hijo de Papus dice que su padre comenzó a ocuparse activamente del Ocultismo en 1887.
Papus se hizo miembro en octubre de 1887 de la rama francesa de la Sociedad Teosófica, en la Logia Isis, fundada en París en julio de 1887 bajo la iniciativa de los señores Dramard y Gaboriau. Colaboró en la revista teosófica "El Lotus Rojo", dirigida por F.K. Gaboriau. Esta revista es "una revista de altos estudios teosóficos tendiente a favorecer la aproximación entre Oriente y Occidente bajo la inspiración de H.P. Blavatsky".
Papus fue cofundador de la Logia Hermes de la Sociedad Teosófica en octubre de 1888. Renunció a la misma mediante una carta de fecha 19 de mayo de 1890 dirigida al Presidente de esa Logia. El hijo de Papus dice que su renuncia se debió a que Papus consideraba que los Mahatmas de Blavatsky no eran los únicos depositarios de la Ciencia Sagrada. Que él creía en la existencia de una tradición conservada en los templos del antiguo Egipto, y que se había perpetuado hasta llegar a nosotros.
PAPUS Y LOS GRUPOS INDEPENDIENTES DE ESTUDIOS ESOTÉRICOS
Después de su renuncia a la Sociedad Teosófica, Papus se dedicó a crear los "Grupos independientes de estudios esotéricos" y las primeras Logias Martinistas, cuyos miembros se reclutaban en el seno de los primeros. En un artículo de Papus, publicado en la revista "El Velo de Isis" de febrero de 1891, denominado "Asunto de la Sociedad Teosófica, historia anecdótica por Papus, director de La Iniciación, presidente del Grupo independiente de estudios esotéricos", dice que habiendo sido fundado ya hace un año, este Grupo emitió 42 autorizaciones, con más de 350 miembros, cuenta con un cuartel general, una biblioteca y una sala de conferencias.
En agosto de 1891 ya había emitido 64 Cartas Patente: 17 para Francia y 25 para el extranjero. Cinco de estas Cartas patentes están dirigidas a LA PLATA (Buenos Aires).
Algunos ocultistas franceses que frecuentaron estos grupos fueron: Victor Emile Michelet, Josephin Péladan, Chamuel, Stanislas de Guaita, Albert Poisson, Barlet, Polti, Gary de Lacroze, Coronel de Rochas, Paul Adam, Lemerle, Paul Sédir, Marc Haven, Abel Haatan, Selva, Agustín Chaboseau, Phaneg, Dr. Rozier, Jollivet Castelot y Serge Basset.
ORGANOS PUBLICITARIOS DE LOS GIDEE
Estos Grupos utilizaron como fuente de difusión esotérica las siguientes revistas:
LA INICIACIÓN - revista mensual fundada en octubre de 1888 por Papus cuando tenía 23 años de edad. Han colaborado Barlet, Stanislas de Guaita, Josephin Péladan, Villier de l'Isle-Adam, Catulle Mendés, Julien Lejay, Emile Goudeau, Jules Lermina,Eugéne Nus, Victor-Emile Michelet, Rodolphe Darzens, Mauchel, Polti, Gary de Lacroze, George Montiere, Aleph, el F. Bertrand, Bouvery, René Caillié, Agustín Chaboseau, George Delanne, Jules Doinel, Ely Star, Fabre des Essarts, G.Poirel, A.Robert, Rouxel, H.Sausse, G.Vitoux, Vurgey, Oswald Wirth y muchos otros. La colección completa de esta revista, muy rara en la actualidad, es una enciclopedia invalorable que cubre todos los tópicos del esoterismo occidental. Reapareció en 1945 bajo la dirección de Philippe Encausse, hijo de Papus, continuando hasta nuestros días.
EL VELO DE ISIS - revista semanal editada en París fundada por Papus el primero de junio de 1890, se transformó en mensual y se editó entre 1890 y 1898. Su último número fue el 331 que salió el 9 de noviembre de 1898. En ella escribían los mismos colaboradores de "La Iniciación". Siete años más tarde Papus volvió a reeditarla con una nueva numeración: la nº 1 apareció el 10 de noviembre de 1905 y su último número bajo la dirección de Papus fue el 50, que apareció en diciembre de 1909. Luego cambió de formato y su nuevo director fue Sédir, desde enero de 1910 a enero de 1912. Después le siguió como director Paul Chacornac, que la dirigió hasta agosto de 1914. Cesó de editarse durante la guerra de 1914/1918. Reapareció en 1920 bajo la dirección también de Paul Chacornac. A partir de 1929 colabora René Guenón y rápidamente cesa de ser un órgano de difusión ocultista y se consagra al estudio de las doctrinas metafísicas orientales y occidentales. En 1936 la revista cambió su título, todavía dirigida por Chacornac, y se llamó ESTUDIOS TRADICIONALES.
LA UNIÓN OCULTA FRANCESA - revista editada en Lyon.
OBJETIVOS DE LOS GIDEE
El hijo de Papus cita a uno de los amigos de su padre, PHANEG (su verdadero nombre fue DESCORMIERS, y falleció en 1946), quien, refiriéndose a estos grupos formados por Papus dice de ellos lo siguiente:
  1. Que más tarde estos Grupos serían conocidos como ESCUELA HERMÉTICA o FACULTAD DE CIENCIAS HERMÉTICAS.
  2. Que darían a conocer los principios de la ciencia oculta en todas sus ramas.
  3. Formarían miembros instruidos para todas las sociedades ocultistas: Rose-Croix, Martinistas, Francmasones, Teósofos.
  4. Formarían conferenciantes en todas las ramas del ocultismo.
  5. Estudiarían los fenómenos del espiritismo, del magnetismo y de la magia, teórica y prácticamente.
PAPUS Y LA FACULTAD DE CIENCIAS HERMÉTICAS
Entre los profesores y conferenciantes que se dieron cita en esta Facultad figuraron: Paul Sédir, Serge Basset (agregado de la Universidad), Siséra, Rosabis (Ingeniero de la Escuela Central), Dr. Rozier y Jollivet Castelot (Delegado a la Dirección de estudios alquímicos)
El Consejo de Perfeccionamiento de esta Facultad estaba compuesto por: Charles Barlet, Papus, Marc Haven, Victor Emile Michelet, Serge Basset y Paul Sédir.
OBJETIVOS DE LA FACULTAD DE CIENCIAS HERMÉTICAS
En un pequeño folleto publicado en 1901, Papus dice acerca de esta Facultad:
-Que hace cuatro años ha creado en París, con la ayuda de amigos y colaboradores la ESCUELA SUPERIOR LIBRE DE CIENCIAS HERMÉTICAS con el objeto de:
  1. Formar críticos instruidos en las cosas ocultas, capaces de tratar un tema determinado, de analizar un fenómeno en apariencia extraño, o de comentar un viejo libro de alquimia o hermetismo. A la primera categoría de nuestros alumnos, aquellos que pasan los exámenes, se les exige conocer los primeros elementos de la lengua hebrea y del sánscrito, para encontrar el significado de las palabras en los diccionarios clásicos.
  2. También vienen a nosotros muchas personas interesadas en los fenómenos del hipnotismo, del magnetismo, del espiritismo y de la teúrgia, que en estos momentos causan profunda impresión en el público intelectual de cada país. Para estas personas hemos constituido una enseñanza fácil que permite a los buscadores conocer ya sea el espiritismo, el magnetismo, la teosofía, de encontrar en nuestra escuela un complemento de estudios que sólo nosotros somos capaces de ofrecer gracias a nuestros años de estudio, el renombre de nuestros profesores y de nuestros maestros conferenciantes.
  3. Una tercera sección de estudios está reservada a quienes habrán de convertirse ellos mismos en profesores, bajo las garantías morales de toda fraternidad iniciática.
    Los alumnos diplomados de la Facultad de Ciencias Herméticas se juzgaban capaces de entrar en las LOGIAS MARTINISTAS de París, en número de cuatro:
    1. LE SPHINX (LA ESFINGE), la Gran Logia Madre donde se hacen los estudios generales.
    2. HERMANUBIS, dirigida por Sédir, y donde se profundiza la Mística y la Tradición oriental.
    3. VELLÉDA, que está consagrada al estudio especial de la Francmasonería y del Simbolismo.
    4. SPHYNGE (ESFINGE), reservada sobre todo a las adaptaciones artísticas.
PAPUS Y EL MARTINISMO
El hijo de Papus dice que su padre fue iniciado en 1882 y no en 1883, como han escrito ciertos autores. Y que fue iniciado por HENRI DELAAGE (1825-1882), quien antes de morir le impuso las manos y lo consagró "Superior Incógnito" (S.I.). Es decir, que Papus sólo tenía 17 años cuando fue iniciado.
Robert Ambelain, en su libro "Historia y doctrina del Martinismo" dice que Agustín Chaboseau, Jean Moréas, Charles Maurras y Gerard Encausse se reunían a comer todos los martes en un pequeño restaurante de la riviera. Allí conversaban de todas sus aspiraciones, y pronto se dieron cuenta Papus y Chaboseau, que ambos poseían una filiación Martinista que se remontaba a Louis Claude de Saint-Martin. Dice Ambelain que Chaboseau fue iniciado en 1886 por su tía Madame A. de Boisse-Mortemart.
EL INTERCAMBIO DE FILIACIONES MARTINISTAS
Dice el hijo de Papus que muy poco después de la conversación mantenida en el restaurante, Papus y Chaboseau intercambiaron sus filiaciones Martinistas. Esto quiere decir que se transmitieron mutuamente los signos, palabras y toques confiriéndose el uno al otro la tradición Martinista. Es evidente que antes de este encuentro nunca existió una "Orden Martinista".
La filiación Martinista de Agustín Chaboseau viene de:

1) Louis Claude de Saint-Martin
2) Abbé de la Noue3) Antoine-Marie Hennequin
4) Adolphe Desbarolles
5) Henri de la Touche
6) Madame Amélie de Boisse-Mortemart
7) Agustín Chaboseau
La filiación Martinista de Gerard Encausse viene de:
1) Luis Claudio de Saint Martin
2) Jean-Antoine Chaptal
3) X-Iniciador desconocido: Chaptal murió en 1832, y en ese año Delaage, nacido en 1825, tenía sólo siete años, por lo tanto falta un iniciador en la cadena de Papus.
4) Henri Delaage
5) Gerard Encausse
NACIMIENTO DE LA ORDEN MARTINISTA
Queda bien establecido que ANTES DE PAPUS Y CHABOSEAU NUNCA EXISTIÓ UNA "ORDEN MARTINISTA". El primer Consejo Supremo de la Orden estuvo compuesto por:
  1. Papus
  2. Agustín Chaboseau
  3. Stanislas de Guaita
  4. Lucien Chamuel
  5. Paul Sédir
  6. Paul Adam
  7. Maurice Barrés (reemplazado más tarde por Marc Haven)
  8. Julien Lejay
  9. Montiére
  10. Barlet
  11. Burget
  12. Josephin Péladan (reemplazado más tarde por Victor-Emile Michelet)
 EL MARTINISMO ENTRE 1899 Y 191
En 1899 Papus crea un soberano Delegado General para Inglaterra e Irlanda, con sede en Manchester. Crea un puesto de Inspector Principal en Londres. Crea Delegados Especiales en Southampton, Edimburgo, Glasgow, Dublín y Birmingham.
En 1901 establece un Delegado General en San Pablo, Brasil.
En 1902 crea un puesto de Inspector General en los Estados Unidos. Se produce un debate en el periódico Star of the Magi (Estrella de los Magos) de Chicago. Suprime el puesto de Soberano Delegado General, y lo reemplaza por un puesto de Inspectora general de la Orden, en la persona de MARGARET B. PEEKE, de Ohio, única miembro de la Orden en los Estados Unidos poseyendo el grado de Rose+Croix de la Orden Martinista. Se disuelve el Gran Consejo por un decreto firmado por Papus, Sédir, Jacques Burg, Bielle, Siséra, Phaneg, Sabrus, A. Comte, miembros de la comisión ejecutiva del Consejo Supremo. Da instrucciones en los Estados Unidos relativas a la libertad de los miembros, a la igualdad absoluta de las mujeres y a la gratuidad de las iniciaciones.
En 1903 crea en los Estados Unidos un puesto de Delegado General de la Orden, para 45 estados. También crea un puesto de Delegado General en Nottingham.
En 1904 comienza la publicación del diario "L'Initiateur" (El Iniciador). También crea una delegación en Tlemeen (Algeria).
En 1905 crea un boletín de la Orden en Hungría: "L'Isis" (La Isis).
En 1906 comienza la publicación de "La Iniciación" en Inglaterra, bajo el nombre de INRI.
En 1909 tiene un grave problema con René Guenón. A propuesta de Victor Blanchard, Téder toma la presidencia de la Logia Melquizedec. El diario "The Threshold" se convierte en el órgano de la Orden en los Estados Unidos. El gobierno de San Petesburgo (Rusia) autoriza al representante de la Orden, el Dr. CZINSKI (Punar-Bhava), a dar conferencias sobre ocultismo. Se desarrolla rápidamente el Martinismo en Rusia.
En 1910 el Dr. Czinski es nombrado Soberano Delegado General de la Orden en Rusia. La revista "Isida" se convierte en el órgano oficial del Martinismo en Rusia. El consejero de estado Gregoire Ottonovich de Mébés presidió la apertura de la nueva Logia de San Petersburgo.
En 1911 Víctor Blanchard fue nombrado Soberano Delegado General de las Formaciones Martinistas de las colonias y protectorados franceses de África, Marruecos, Sahara y Abisinia. Se desarrolla en Italia el Martinismo, permitiéndose que los iniciados del segundo grado Martinista ingresen en las Logias y en las cámaras superiores del Gran Oriente Masónico de Italia. En Paris, la Logia Melquizedec Nº 208 se convirtió en la Gran Logia Nº 322.
Fuente:  http://eruizf.com/martinismo/papus/gerard_encausse_papus.html

Louis-Claude de Saint-Martin El Filósofo Desconocido


Louis-Claude de Saint-Martin
El Filósofo Desconocido

Louis-Claude de Saint-Martin

Llamado “El Filósofo Desconocido”, pseudónimo que adoptara en sus escritos, nació en Amboise (Francia), el 18 de Enero de 1743, en el seno de una familia de la nobleza. Fue educado por su padre con la gravedad de costumbres de la época y por su madrastra -pues su madre había fallecido a poco de darle luz-, con ternuras tales que esta impresión sería decisiva en el futuro para todos sus afectos.
Ellas le harían amar a Dios y a los hombres con gran pureza, y su recuerdo sería siempre gratísimo al filósofo en todas las fases de su vida.
Habrá siempre una mujer santamente amada en cada una de las etapas a recorrer.
Su corazón, así dispuesto por el amor, recibió desde las primeras lecturas hechas a la edad en que despuntaba su inteligencia, una impresión y tendencias más decisivas todavía, más internas y más místicas. El libro de Abbadie, “El arte de conocerse a si mismo”, le inició en ese conjunto de estudios de sí mismo y de meditaciones sobre el tipo divino de todas las perfecciones, que sería la gran obra de toda su vida.
Físicamente preparado para los grandes vuelos espirituales, tenía un organismo muy delicado, pero indudablemente predispuesto a la vida del espíritu. A éste respecto dice en su “Mi retrato histórico y filosófico”: “cambié de piel siete veces durante mi niñez, y no se si a causa de éstos accidentes debo tener tan poco de astral”.
Poco se sabe de sus primeros años escolares. Por complacer a su padre y al protector de su familia, el duque de Choiseul, sigue la carrera de derecho, “pero preferiría dedicarse a las bases naturales de la justicia, que a las reglas de la jurisprudencia, cuyo estudio le repugnaba”, afirma su biógrafo M. Gence.
Esto se explica pues a los 18 años ya conocía a los filósofos de moda: Montesquieu, Voltaire y Rousseau, y cuando se ha tomado el hábito de aprender de leyes y costumbres con tales maestros es lógico suponer que Louis-Claude de Saint-Martin oiría con frialdad la palabra de simples profesores de jurisprudencia. En cuanto a la repugnancia que sentía por los códigos y tradiciones de la costumbre aplicadas a la justicia, se explica también por su carácter eminentemente espiritualista.
No obstante continúa sus estudios y se recibe de abogado y siempre por complacencia hacia su padre ingresa en la Magistratura, carrera que abandona seis meses después, a despecho de las perspectivas que ella le deparaba, ya que con la protección del duque de Choiseul le hubiera resultado fácil suceder a un tío suyo que desempeñaba por aquél entonces un puesto de Consejero de Estado.
Ingresa a la carrera de las armas, pese a que detestaba la guerra, no para hacerse una posición o distinguirse en forma llamativa, sino para poder ocuparse de sus estudios favoritos, la religión y la filosofía, evadiéndose así de las doctrinas materialistas de su época que llenaban de alarma su alma tierna y piadosa.
Gracias a la protección del duque de Choiseul, ingresa como subteniente en el regimiento de Foix, que se encontraba de guarnición en Burdeos, aún cuando no tenía instrucción militar alguna.
En aquella ciudad encontró el alimento que su alma pedía: el conocimiento.
En efecto; encuentra allí a uno de esos hombres extraordinarios, Gran Hierofante de iniciaciones secretas: Martines de Pasqualis, portugués de origen israelita, que desde el año 1754 iniciaba adeptos en varias ciudades de Francia, sobre todo en París, Burdeos y Lyon.
Al parecer ninguno de sus alumnos logró el conocimiento total de sus secretos, pues el mismo Louis-Claude de Saint-Martin, que debió ser uno de sus más ilustres discípulos, manifestaba que el Maestro no los encontró suficientemente adelantados como para darles a conocer el supremo secreto.
En esta escuela Martines de Pascualis ofrecía un conjunto de enseñanzas y simbolismos que unidos a ciertos actos de teurgia, obras y plegarias, formaban una especie de culto que permitía ponerse en contacto con las Entidades Superiores.
A este respecto, Louis-Claude de Saint-Martin diría 25 años después que la Sabiduría Divina se sirve de Agentes y Virtudes para hacer conocer el Verbo en nuestro interior, entendiendo por estas palabras a potencias intermediarias entre Dios y el hombre, para lo cual eran condiciones indispensables una gran pureza de cuerpo y de imaginación.
Estos intermediarios serían necesarios hasta tanto el hombre completara el ciclo de evolución, al terminar el cual sería igual a Dios y se uniría a El.
Louis-Claude de Saint-Martin prosigue estos estudios esotéricos en Burdeos desde 1766, y bien pronto despierta en él el deseo de hablar al gran público y de actuar fuertemente sobre las masas.
Siguiendo los deberes de su profesión abandona Burdeos en 1768 para estar de guarnición en Lorient y Longwy, año en el que también su Maestro se traslada a Lyon y París, donde funda nuevas logias.
Esta separación es posiblemente la causa de que Louis-Claude de Saint-Martin abandone la carrera de las armas en 1771, determinación grave en su caso pues implica el bastarse a sí mismo careciendo de medios de fortuna y corriendo el riesgo de disgustar a su padre, lo que felizmente al parecer no sucedió.
Su vocación está ya perfectamente establecida. Él será un Director de almas. De lo alto viene el mandato y su vida se dedicará por entero a ello y a su propio perfeccionamiento.
Se traslada a París, donde bien pronto se pone en contacto con los alumnos de Martines de Pasqualis: el conde D’Hauterive, la marquesa de la Croix, Cazotte y el abate Fournié.
Con los dos primeros persistirá la amistad durante toda la vida por la gran afinidad en sus aspiraciones y especialmente con el conde D’Hauterive, con el que se encuentra desde 1774 en Lyon, ciudad a la que se traslada Louis-Claude de Saint-Martin y en la que Martines de Pasqualis había fundado la Logia de la Beneficencia. En ella siguió un curso de estudios y en compañía de D’Hauterive durante tres años se dedicaron a experimentaciones tendientes a entrar en contacto con los Seres Superiores y lograr el conocimiento físico de la “Causa activa e inteligente”, nombre con que se conocía en esa escuela teúrgica al Verbo, la palabra o el Hijo de Dios.
Por esta época, o sea cercano ya a los treinta años de edad, Saint Martin era ya muy bien recibido en el gran mundo. Se le describe como dueño de una figura expresiva y noble gesto, lleno de distinción y reserva. Su porte anunciaba a la vez el deseo de agradar y el de dar algo. Bien pronto fue muy conocido y buscado en todas partes con gran interés.
Le tocaba actuar en el seno de una sociedad muy mezclada, poco seria y mundana, en la que el rol a desempeñar fue considerable desde el principio.
Nacido en el mundo y amándolo, siempre alegre y espiritual cuando le convenía serlo y habitualmente teósofo grave y humilde con apariencia de inspirado, él gozaba de toda la deferencia que semejante actitud otorga en la sociedad femenina.
Su doctrina, completamente opuesta a la filosofía superficial que reinaba en aquellos días, era justamente la llamada a golpear en los espíritus preparados a oír la gran verdad.
Y mientras iba cumpliendo su misión de director de almas en tan abigarrada sociedad, fructificaban los viejos estudios en largas meditaciones que culminarían en 1775 con la publicación de su obra “De los errores y de la Verdad” publicada en Lyon, con el pseudónimo de El Filósofo Desconocido.
Este libro, refutación de las teorías materialistas en boga en esa época, muestra que la gran fuerza que se manifiesta en el Universo y que le guía, su causa activa, es la Palabra Divina, el Logos o el Verbo. Es por el Verbo, por el Hijo de Dios, que el mundo material fue creado, como así también el mundo espiritual. El Verbo es la unidad de todos los poderes morales o físicos. Es por él, o tal vez emanado de él, que se tiene todo cuanto existe.
Esto último, la teoría de la emanación, provocó la ira de sus adversarios, pero sus amigos, viendo en él un audaz y poderoso campeón del espiritualismo que el siglo quería o parecía considerar como definitivamente perdido, se agruparon a su alrededor con gran deferencia. Este debut parecía revelador de un escritor profundo, y aunque en ese entonces Martines de Pasqualis vivía entre ellos, nada publicaba y por el contrario pasaba enteramente desapercibido. Esto trajo posiblemente la confusión de atribuir a Louis-Claude de Saint-Martin la fundación de la escuela de los Martinistas en Alemania y otros países del Norte, lo que al parecer no fue así, pues se trataba de un conglomerado de logias y santuarios que adoptaron las teorías secretas de Martines de Pasqualis más que las de su discípulo.
Louis-Claude de Saint-Martin fracasó, al parecer, como fundador y en realidad la escuela de los Martinistas debió llamarse Martinesistas para distinguirla de los discípulos de Louis-Claude de Saint-Martin.
No era una obra externa su verdadera misión, sino la ya mencionada de director de almas, a punto tal que de sus escritos y correspondencia íntima se deduce claramente que aparte de su labor de propio perfeccionamiento, era su labor de misionero de la Gran Obra que le estaba encomendada. Y a ella se dedicó lleno de ardor, rico en fuertes convicciones, gozando con prudencia de una juventud bien gobernada, empujado por el éxito y muy bien recibido aún donde no lograba su objetivo o sea la dirección del alma, siendo su propaganda activísima en el gran mundo.
Tenía contacto con innumerables personas en muchas localidades de Francia y en todas ellas existían grupos que efectuaban experimentos psíquicos y de mediumnidad. No era éste el fuerte de Louis-Claude de Saint-Martin y aunque reconocía la realidad de ciertos resultados, prefería su papel de enseñante, que le daba muchas satisfacciones y en algunos casos admirables resultados.
Buscaba sus discípulos entre las personalidades más destacadas en la época, ya fueran hombres de ciencia como el astrónomo Lalande que no lo comprendió, o el Cardenal de Richelieu con quién mantuvo varias entrevistas, pero al que por fin debió abandonar debido a su edad y sordera.
Al duque de Orleans, que se haría celebre pocos años más tarde por la revolución, también lo desechó, pese a que ya en ese entonces era el exponente más elevado de las nuevas ideas que iban a cambiar la faz de Francia.
No se apegaba a los hombres; sólo buscaba las almas que necesitaban su dirección.
En 1778, ya en sus 35 años de vida, se traslada a Tolosa, donde por dos veces su corazón parece querer traicionarlo y apegarse afectivamente, a punto de pensar en el matrimonio. Pero poco tiempo después consideraba ambas experiencias como verdaderas pruebas, de las que había sacado como consecuencia que no había nada en la tierra que pudiera apegarlo y alejarlo de su misión.
Pocos meses permaneció en esta localidad, retornando a París, ciudad a la que llamaba su purgatorio.

El Filósofo Desconocido

Louis-Claude de Saint-Martin es el enlace entre las logias místicas de la pre-revolución francesa y las logias sociales de la época liberal.
Hacia fin del siglo XVIII Francia estaba llena de logias masónicas fundadas por Cagliostro y, cercanas a París, en Versailles, Martines de Pasqualis había fundado las que posteriormente se denominarían de los Filaleteos y Orades Profes. Louis-Claude de Saint-Martin, que espiritualmente se sentía alejado de la masonería, tampoco pudo ponerse en contacto con éstas últimas, pues al parecer se dedicaban a experimentos de alquimia, lo que chocaba a su espíritu amigo de un misticismo puro.
Es en esta época, que corresponde también al alejamiento de su Maestro en viaje a Santo Domingo donde moriría, y en la que Louis-Claude de Saint-Martin es, si no el sucesor reconocido por lo menos el principal iniciador de la doctrina de la escuela, cuando se diferencia la nueva era en que entra. En efecto, dejando a un lado todo el ceremonial y experimentaciones teúrgicas, Louis-Claude de Saint-Martin busca resultados superiores, mediante el recogimiento, la meditación, la oración, que lleven a la unión con Dios.
A este apostolado dedica su existencia entera y a ese fin busca las almas en el gran mundo, los grandes escritores y los hombres de ciencia, convencido de que su palabra directa ganará con más facilidad las almas que con cualquier otro método, ya que tiene a Dios en su ayuda.
No es vanidoso al pensar así; por el contrario, es tan humilde que llega a la timidez y comprende y sabe que necesita tener quién le estimule para dar de sí todo lo que puede. Éste fue el gran mérito de la Marquesa de Chabanais, mujer eminente y a la que siempre estuvo muy agradecido por tener el raro privilegio de ayudar a su espíritu dándole el impulso necesario para elevarlo a mayores alturas.
Es en esta época cuando también toma la dirección espiritual de la Duquesa de Borbón, hermana del Duque de Orleans y madre del Duque de Enghien, del que fue amigo, protegido y huésped habitual cuando habitaba en París.
Sus relaciones abarcan los nombres más famosos de la época. Pasa 15 días en el castillo del duque de Bouillon, donde tiene oportunidad de conocer a Madame Dubarry, a la que aún se trataba como princesa favorita pese a que su reinado hubiese pasado. El duque de Bouillon fue, al parecer, un discípulo dispuesto a las enseñanzas de Louis-Claude de Saint-Martin, lo que es de hacer notar ya que era uno de los pocos amigos bien recibido por el rey Luis XV.
Dice Matter: “Es ésta tal vez la mejor época de su vida. ¡Maravilla ver un gentilhombre de pequeña nobleza y de fortuna mediocre, un simple oficial, sin duda muy estudioso, pero escritor poco conocido aún, desempeñar un rol tan considerable en tan gran número de familias de las mejores del país, llevado tan sólo de sus grandes aspiraciones y de su piedad poco madurada aún!”.
"En general se le escucha con singularidad, pero no se le secunda. Pareciera que en medio de esa sociedad tan sensual, escéptica y materialista, todos desearan luz, pero una luz dulce y agradable, y al encontrarse con una forma algo austera, tal como la presentaba en su primer libro, la rechazaban".
Exigido por sus discípulos a exponer en forma aún más clara su doctrina, publica en 1782 el “Cuadro natural de las relaciones que existen entre Dios, el hombre y el universo”, manifestando en el mismo que las cosas deben ser explicadas mediante la constitución del hombre y no el hombre por las cosas.
Agrega que nuestras facultades internas y escondidas son las verdaderas causas de las obras externas, y así también en el Universo son las potencias internas las verdaderas causas de todo cuanto se manifiesta en el exterior. Lejos de querer ocultar a nuestros ojos las verdades fecundas y luminosas que son el alimento de la inteligencia humana, Dios las ha escrito en todo lo que nos rodea. Las ha escrito en la fuerza viva de los elementos, en el orden y la armonía de todos los fenómenos del mundo, pero aún mucho más claramente en aquello que forma la característica distintiva del hombre. Por lo tanto, estudiar la verdadera naturaleza del hombre y deducir de los resultados que surjan de este estudio la ciencia del conjunto de las cosas, apreciarlas a los rayos de la luz más pura, ése debe ser el gran objetivo del filósofo.
Como el anterior, este libro es poco claro en muchas de sus expresiones, posiblemente debido a las exigencias del secreto comprometido en la escuela de Martines de Pasqualis.
Si bien la crítica poco se ocupó de este nuevo libro, él le valió ser considerado por los Martinesistas como el sucesor natural de su fundador, invitándolo a reunírseles para terminar conjuntamente la obra. Los trabajos de esta Sociedad eran aparentemente conciliar las ideas de Swedenborg con las de Martines de Pasqualis, pero, al parecer, secretamente perseguían fines políticos y el descubrimiento de algunos de los grandes misterios, entre ellos, la piedra filosofal. Louis-Claude de Saint-Martin que bregaba por un espiritualismo puro y que miraba con cierto recelo las operaciones teúrgicas, rechazó la invitación y se dedicó con más ahínco a buscar sus discípulos entre el gran mundo que frecuentaba y entre los sabios de la época.
Él sabía que no se domina sino desde arriba y por ello afinaba su puntería en alto. No pretendía marchar a la cabeza de los sabios, pero sabiendo que no se puede influir a la opinión pública sin éstas, comprendiendo que ésta se gobierna por medio de ellos, deseaba llegar al gran público con los sabios.
Había entre todos un cuerpo ilustre que parecía ir a la cabeza del movimiento filosófico de la época: La Academia de Berlín en la que Mendelsohn, Bailly y Kant habían animado los concursos por medio de sus escritos.
A pedido de Federico el Grande, en 1776, la Academia había planteado una grave pregunta, a saber: “Si es útil engañar al pueblo”, y había repartido el premio entre dos concurrentes que habían enviado conclusiones enteramente opuestas, una de las cuales sostenía audazmente que hay ocasiones en que conviene dejar al pueblo en el error. Las repercusiones de este debate habían sido inmensas, y posiblemente Saint Martin soñaba con una publicidad semejante.
Por lo tanto, al proponer la Academia de Berlín un concurso sobre el tema “Cual es la mejor manera de llamar a la razón a las naciones salvajes o civilizadas que se encuentran libradas a los errores y supersticiones de todo género”, encontró Louis-Claude de Saint-Martin la oportunidad de ocuparse de uno de los errores que a su juicio era el más grave de la época: la substitución de la razón divina por la humana.
Trató la cuestión con toda la profundidad y la importancia que le daba su punto de vista iluminado. Deseaba introducir en el mundo, bajo un ilustre pabellón, la gran doctrina que le preocupaba, la de la profunda ruptura que tenía alejada a la Humanidad de las primitivas relaciones con su Creador.
Su escrito trataba al comienzo de dar una clara definición de la razón y demostrar que para someter a ella a los hombres hay que llevarlos a la condición y a la ciencia primitiva de la especie humana. Esta ciencia fue durante mucho tiempo transmitida secretamente de santuario en santuario, de escuela en escuela, y establecía fuertemente esa espiritualidad que diferencia al hombre de la bestia.
Agregaba que lo que le falta al hombre cuando llega a la tierra para cumplir la ley común de su especie es el conocimiento de un lazo tranquilizador que lo una con la fuente de donde emanó, mediante relaciones evidentes y positivas, y concluía manifestando que los únicos conocimientos que tendrán sobre nosotros sus derechos asegurados son las luces que logremos sobre nuestras primitivas relaciones, y que es en nosotros mismos donde debemos encontrar la clave de esta ciencia, que son los rayos de luz divina que iluminan nuestro interior. Haced reconocer esa divina irradiación, esa relación primitiva entre el hombre y Dios, y se habrá resuelto el problema, barriendo del seno de la Humanidad los errores que cubren la verdad y vueltos a la razón los pueblos que están librados a la superstición. Pero para ello hace falta que aquéllos que deben guiarlos se iluminen los primeros. Mientras se mire a la naturaleza y al hombre como seres aislados, haciendo abstracción del único principio que vivifica a ambos, no se conseguirá otra cosa que desfigurarlos de más en más, engañando a aquellos a quienes se desea enseñar a definirlos.
Pero aunque se adoptara este punto de vista, no habría que imaginarse que un hombre tenga el poder de hacer mucho en favor de otro, pues “así como un árbol no necesita de otro para crecer y dar sus frutos dado que él lleva en sí mismo todo lo necesario para ello, asimismo, cada hombre lleva en sí mismo la forma de cumplir su cometido sin pedir prestado a otro”.
Terminaba con este apóstrofe: “Si el hombre no remonta por sí mismo hasta esta clave universal, nadie sobre la tierra vendrá a depositarla en su mano, y creeré haber respondido en la mejor forma posible si he logrado convenceros de que el hombre no puede responderos”.
Sus contemporáneos juzgaron que no era una respuesta ajustada a la pregunta formulada, a lo que repuso Louis-Claude de Saint-Martin que no había sido su intención dar una contestación en el sentido del racionalismo dominante y que lo que ofrecía era un manifiesto.
Por entonces se planteó en Francia la cuestión del magnetismo de Mesmer ante la Academia de Ciencias de Paris, y habiendo sido designado Bailly entre los miembros de la comisión encargada de la investigación, se apersonó a él con el objeto de combatir las prevenciones que suponía Louis-Claude de Saint-Martin en él, pues aunque no era entusiasta de los descubrimientos de Mesmer a los que miraba como un conjunto de fenómenos magnéticos y sonambúlicos que pertenecían a un orden de cosas inferior, consideraba que eran materia digna de estudio.
No pudo vencer las prevenciones de Bailly, y al juzgar en una de sus cartas la memoria presentada por éste, su juicio fue completamente despectivo, ya que demostraron en el hombre de ciencia poco espíritu investigador y verdaderamente científico.
Estos dos fracasos no influyeron en él y trasladándose a Lyon, continuó en 1785 su obra externa de dirección de almas, y la interna del propio perfeccionamiento.
De Lyon se dirigió a Inglaterra donde tuvo oportunidad de conocer a William Law, ministro anglicano de intenso misticismo con el que tuvo gran amistad. Con el conde de Divonne formaron un terceto de fraternidad mística. En poco tiempo estaba en contacto con la mejor sociedad. Conocía de antemano a la marquesa de Coislin, esposa del embajador francés, la que posiblemente lo introdujo en el gran mundo en el que tuvo oportunidad de dedicarse a su tarea predilecta de propagandista místico, tarea en la que no tenía preferencias especiales pues, durante su estadía en Inglaterra, ocurrió que encontró mayor cantidad de adeptos entre los rusos que entre los ingleses, citando como buenos teósofos al príncipe Alexis Galitzin y a M. Thieman.
Pocos meses más tarde partió rumbo a Italia, país que visitaba por segunda vez, encontrándose en Roma en el otoño de 1787.
Frecuentó también allí el gran mundo, entre el cual varios cardenales, duques y príncipes y es de suponer, pese a que nada se sabe al respecto, que todas esas vinculaciones sólo servían para la búsqueda continua de adeptos.
En junio de 1788 se encuentra en Estrasburgo, ciudad en la que permaneció tres años y a la que se trasladó posiblemente en su deseo de estudiar a fondo las doctrinas de Boehme, que tanta influencia tendrían sobre él posteriormente.
Esta ciudad era la cuna de las experiencias de Mesmer y acababa de ser el teatro de las iniciaciones tan famosas y curaciones milagrosas del conde Cagliostro. Era una ciudad libre e imperial, que se caracterizaba por ser de amplia y cordial hospitalidad, donde se codeaba la juventud aristocrática de Rusia, Alemania y Escandinavia, con la de Francia y un Metternich con Galitzin y Narbonne.
Allí se encontró con una de sus dilectas discípulas: la princesa de Borbón, a la que sacrificaba gustoso horas de recogimiento que tanto amaba; pero lo que es más, encontró una nueva fuente de espiritualidad que le abrieron el filósofo Rodolfo Salzmann y una dama, madame de Boecklin, al iniciarlo en el estudio del iluminado Jaques Boehme decidiéndolo a que aprendiera el alemán, ya que las traducciones inglesas y francesas no podían darle ninguna idea de cuanto encerraban los originales.
Con madame de Boecklin, Salzmann, el mayor de los Meyer, el barón de Razenried, madame Westermann y otra persona cuyo nombre no menciona, formaron un grupo muy unido, al que seguramente se acercaron muchísimos más. Pero de todos ellos es Madame Boecklin a quien Louis-Claude de Saint-Martin gusta de atribuir el más fecundo suceso en su vida de estudios: el conocimiento de la doctrina del teósofo Jacobo Boheme. Y así como puso a este filósofo por encima de todos sus maestros, así también puso a Madame de Boecklin por sobre todas sus amigas.
Por todo esto Estrasburgo se transforma en su paraíso; y por la tragedia que atravesaría Francia, París sería su purgatorio.
Madame de Boecklin tuvo el privilegio de exaltar la espiritualidad de Louis-Claude de Saint-Martin en tal forma cual nadie supo hacerlo hasta entonces. Los tres años que Louis-Claude de Saint-Martin pasó en Estrasburgo son decisivos en su vida, pues desarrollaron considerablemente su capacidad en materia científica, histórica, filosófica y crítica.
Conoce, a poco de estar en ella, a un sobrino de Swedenborg llamado Silferhielm en circunstancias en que aún Louis-Claude de Saint-Martin continuaba los estudios sobre el visionario sueco y, aconsejado por él, escribe una nueva obra titulada “El nuevo hombre”.
Algo más tarde, y deseoso de desviar a su amiga la Princesa de Borbón de ciertas prácticas que la perjudicaban, escribió otro libro que tituló “Ecce Homo”, en el que se hace referencia a las falsas misiones y falsas manifestaciones, indicando con esos nombres la clarividencia y las curas maravillosas del magnetismo por una parte y las apariciones de los elementales que se valen de ellas para llevarnos por un camino equivocado, por la otra.
La estadía de Louis-Claude de Saint-Martin en Estrasburgo resultó de enorme importancia, pues al profundizar los estudios sobre Boehme su espíritu se desenvolvió aún más, ya que en ese ambiente de libre discusión adquirió nuevas disciplinas de estudio y mayor amplitud de miras, y pudo así, alejado del drama que se gestaba en Europa, comparar sus ideas y las de sus maestros con las de los filósofos contemporáneos, con Kant a la cabeza.
En 1791 Louis-Claude de Saint-Martin, llamado por su padre que se encontraba gravemente enfermo, debe abandonar Estrasburgo para trasladarse a Amboise, su infierno, como él lo llamaba. Infierno de hielo, pues la indiferencia del ambiente hacia el ideal que él profesa le provoca un gran sufrimiento. Es ésta una de las pruebas más terribles que debe soportar pues al alejamiento de sus amigos y sobre todo de Madame de Boecklin, debe agregar la soledad espiritual en que se encuentra. Pasados algunos meses, ya en 1792, comprende que es una nueva prueba a la que es sometido y se resigna.
La publicación de las dos obras antes mencionadas le lleva varias veces a París en ese año en el que también comienza la correspondencia con su amigo Kirchberger de Liebisdorf, que le serviría de gran consuelo y al mismo tiempo obraría sobre él como impulso hacia nuevos estudios místicos y la continuación e intensificación de los estudios sobre los escritos de Boehme.
Este noble, miembro del Consejo soberano de Berna y de varias comisiones cantonales y municipales, hombre de mucho espíritu, muy instruido y de viva curiosidad, que sentía hacia Louis-Claude de Saint-Martin una sincera admiración, significó para éste el mejor de sus discípulos, y la correspondencia que con él cambiaba era uno de sus asuntos al que atribuía la mayor importancia.
Serviría también de gran distracción y le ayudaría a olvidar los años dichosos pasados en Estrasburgo, los que contrastaban aún más con los tiempos dificilísimos que transcurrían. Francia se debatía en el terror y pese a ello jamás Louis-Claude de Saint-Martin tuvo el menor pensamiento de abandonar su país. “Se le pinta dueño de una impasibilidad estoica, con una plena confianza en la protección divina, calmo y radiante, viendo la mano de la Providencia caer pesadamente sobre la dinastía y el país, sobre las instituciones envejecidas, pueblo y jefes enceguecidos” (Matter).
“Esperando siempre en nombre de esas leyes eternas cuyo estudio había preferido al de la jurisprudencia vulgar, la mirada elevada hacia un horizonte superior y desde un plano muy distinto al de la multitud, atravesó los años de la revolución, profundamente emocionado, pero sin la menor turbación. Meditaba los mismos problemas, proseguía con la misma misión y conservaba las mismas amistades” (Matter).
“Mientras que otros filósofos, gentes de letras y hombres de Estado y de guerra daban la espalda con espanto a los acontecimientos, plenos de terror, él no veía más que principios que no debían ser confundidos con accidentes” (Matter).
En 1793 dos golpes rudos le esperan: la muerte de su padre, que le afecta no obstante ser esperada, y la del rey de Francia, que lo había hecho Caballero de San Luis por manos del Príncipe de Montbarey en 1789.
Para culminar, en ese año, su correspondencia con Estrasburgo aparece como sospechosa a las autoridades, y con la más grande de las penas y a fin de evitarle trastornos a su amiga la condesa de Boecklin debe suprimir lo que era tan caro a su alma.
Después de pasar una temporada en el castillo de la Princesa de Borbón, regresa a Amboise por asuntos relacionados con la sucesión de su padre. Es éste un lugar de calma comparado con la tormenta que ruge en París, ciudad a la que no podía regresar en virtud del decreto sobre las castas privilegiadas que le afectaba personalmente por haber nacido noble. En Amboise es querido y se le asigna la misión de catalogar los libros y manuscritos retirados de las casas eclesiásticas suprimidas por ley. Acepta esa labor como si se tratase de una misión importante y aprovechable para su espíritu, y no se equivocó, pues le proporcionó goces deliciosos a su corazón como cuando leyó la vida de la hermana Margarita del Santo Sacramento, al comprobar el magnífico desarrollo espiritual por ella logrado.
Su trabajo fue tan bien apreciado por las autoridades que se le designó representante del distrito ante la escuela Normal, cargo que también aceptó, ya que como ciudadano estaba siempre dispuesto a prestar apoyo al país “mientras no se trate de juzgar o matar los seres humanos”.
Se trataba de que ciudadanos eminentes de cada distrito hicieran una especie de entrenamiento en la escuela Normal a fin de darse una idea del tipo de instrucción que se deseaba generalizar entre el pueblo, y una vez adquirida esta experiencia dichas personas serían las indicadas para formar los futuros instructores.
Louis-Claude de Saint-Martin tiene en esa época más de 51 años y pese a que le choca un poco la misión desde ciertos puntos de vista, acepta en el convencimiento de “que todo está ligado en nuestra gran revolución en la que se me da la oportunidad de ver la mano de la Providencia; de tal modo nada hay de pequeño para mí y aunque no fuese más que un grano de arena en el vasto edificio que Dios prepara a las naciones, no debo hacer resistencia cuando se me llama”. “El principal motivo de mi aceptación”, prosigue diciendo Louis-Claude de Saint-Martin en una carta a su amigo Liebisdorf, “es el pensar que con la ayuda de Dios puedo esperar que con mi presencia y mis plegarias, llegue a detener una parte de los obstáculos que el enemigo de todo lo bueno ha de sembrar en esta gran carrera de la enseñanza que va a abrirse y de la que puede depender la felicidad de tantas generaciones”.
“Esta idea me resulta consoladora y aún cuando no consiguiera desviar más que una sola gota del veneno que ese enemigo tratará de echar sobre la raíz misma de ese árbol que ha de cubrir de sombra todo mi país me sentiría culpable de retroceder”.
No hay duda que una de sus esperanzas era poder hacer proselitismo hacia el ideal de su vida entre los dos a tres mil profesores con los que iba a encontrarse en la escuela, pero su mejor provecho de esta experiencia fue la adquisición de una filosofía metódica que le serviría más tarde para poder servirse de ella contra aquellos que se habían encargado de enseñársela.
Pocas oportunidades tuvo en la Escuela Normal de hablar ante los demás miembros; sólo dos o tres veces y cuando más 5 ó 6 minutos en cada caso. Pero él dejaba todo en manos de la Providencia e insensiblemente iba adquiriendo gran gusto a la discusión metódica, que pudo poner en práctica en lo que se llamaría “La Batalla Garat”, discusión mantenida con el entonces ministro de justicia, ministro del interior y comisario general de la instrucción pública, Garat, que desempeñaba el cargo de profesor de análisis del entendimiento humano, en la Escuela Normal, y con el que mantuvo un debate que hizo sensación tratando de establecer la existencia en el hombre de un sentido moral y la distinción entre las sensaciones y el conocimiento.
Todas sus ilusiones puestas en la Escuela Normal fracasaron, y ésta se disolvió en 1795, sin haber alcanzado los objetivos propuestos.
Habituado ya a discurrir con método filosófico y siguiendo las inspiraciones de su conciencia, deseoso de llevar a los debates propios de la época palabras de espiritualidad dedicadas a demostrar que la finalidad de la vida y la salud del cuerpo social está en las vías espirituales, publicó su “Carta a un amigo sobre la Revolución Francesa” en 1795, seguida por “Claridad sobre la asociación humana” en 1797, y un tercer libro en 1798 titulado “Cuales son las instituciones más apropiadas para fundar la moral de un pueblo”.
El fondo de estas publicaciones es el siguiente: aún cuando simpatizando con las causas profundas y justificables del movimiento revolucionario, Louis-Claude de Saint-Martin propone principios que los organismos de la revolución estaban lejos de admitir. No se detiene Louis-Claude de Saint-Martin en la forma exterior de los gobiernos, ya sean republicanos, monárquicos, aristocráticos o mixtos; busca más profundamente las condiciones de una asociación legítima y ellas le parecen posibles de subsistir bajo todas las formas políticas. Él desecha una idea muy corriente en aquella época que la asociación está fundada en la necesidad de garantirse mutuamente el goce de la propiedad y demás ventajas materiales que de ella dependen, y busca el origen de esta asociación en un pensamiento que debe ser sabio, profundo, justo, fértil y bondadoso; este origen es ante todo providencial. A los ojos de Louis-Claude de Saint-Martin, el hombre ha descendido de un estado superior a una situación en la que se encuentra rodeado de tinieblas y miserias; todos sus esfuerzos actuales deben tender a levantarse de esa caída y todo el trabajo de la Providencia no tiene otro objeto que facilitarle esa tarea.
Por lo tanto las diversas asociaciones humanas deben constituirse con la misma finalidad y sostenerse dentro de ese mismo espíritu, bajo pena de ser desaprobadas por la sabiduría divina.
Su gran objetivo, su Gran Obra era, sin embargo, siempre la misma: estudiar la vida espiritual del hombre tomado en su perfección ideal o más bien en su primitiva naturaleza; tomarlo en las relaciones puras con la causa primera del mundo espiritual, y enseñarle a aquellos que tienen orejas para oír el arte de llevarlos a esa perfección.
Era ese, a su juicio, el único estudio que realmente merecía toda la atención de los hombres y como a su parecer Boehme era el mejor maestro en esa ciencia, continuamente volvía su atención a los escritos del gran místico alemán. Estos estudios le llevaron a la conclusión de que ambas escuelas, la de Boehme y la de Martines de Pasqualis se completaban a la perfección.
Por entonces había podido reanudar su correspondencia con Madame de Boecklin, y continuaba siempre la de su gran amigo y discípulo Liebisdorf.
Su situación económica era bastante difícil, no obstante lo cual continuaba siendo generoso y manteniéndose siempre sereno, confiado en los designios de la Providencia.
El 7 de febrero de 1799 pierde a su amigo Liebisdorf, cuya desaparición deja en el alma de Louis-Claude de Saint-Martin un vacío irremplazable, y su único consuelo es siempre volver a los escritos de Boehme, de quién traduce tres obras, a saber: “La Aurora Naciente”, “La Triple Vida” y “Los Tres Principios”.
En 1800 publica un volumen titulado “El espíritu de las cosas” en el que el autor busca la razón más profunda de las cosas que llaman nuestra atención, ya sea en la naturaleza como en las costumbres, etc. La idea fue sugerida por una obra de Boehme titulada “Signatura Rerum”.
En 1802 publica un libro titulado “El Ministerio del Hombre - Espíritu”, en el que exhorta al hombre a comprender mejor el poder espiritual de que es depositario y a emplearlo en la liberación de la Humanidad y de la naturaleza.
Ya en 1803 comienza a sentir los mismos síntomas de la enfermedad que llevara a la tumba su padre. El no teme a la muerte y llama a su enfermedad “spleen”, aclarando que no es el “spleen” inglés que hace ver todo negro y triste, pues el de él, por el contrario, tanto interior como exteriormente lo vuelve todo color de rosa.
Un ataque de apoplejía puso dulce fin a una dulce existencia, dejándole aún algunos minutos para orar y dirigir emotivas palabras a sus amigos que acudieron de inmediato.
Les exhortó a vivir en fraternal unión y con la confianza puesta en Dios, y pronunciando estas palabras, expiró el místico a quién M. de Maistre llamara “el más instruido, sabio y elegante de los filósofos”.
Dice su biógrafo Matter: “Podía cerrarse su carrera; había visto las cosas más grandes que puedan verse en tiempo alguno; había pasado serenamente por duras pruebas y había cumplido grandes trabajos. Ni la gloria del mundo ni la fortuna le habían pertenecido en vida y a sus ojos nada hubieran significado. Pero había gustado los más profundos y dulces de los gozos; amado de Dios y de los hombres, había amado mucho él también y siempre esperó más del porvenir que del presente”.
Amó su obra y no esperó nunca el pago en la tierra. Así lo decía con propias palabras: “No es en la audiencia donde los defensores oficiales reciben el salario correspondiente a los pleitos; es fuera de la audiencia y después que ha terminado”. “Esa es mi historia y así también es mi resignación de no ser pagado en este bajo mundo”.
En su libro titulado “Retrato”, expresaba: “No he tenido más que una sola idea y me propongo conservarla hasta la tumba, y es que mi última hora es el más ardiente de mis deseos y la más dulce de mis esperanzas”.
He aquí el código moral de Louis-Claude de Saint-Martin mediante cuyas reglas el alma llega a unirse con su Creador:
  • 1a.- Tú eres hombre y por tanto no olvides jamás que representas la dignidad humana. Respeta y haz respetar la nobleza; es ésta tu misión más general y alta sobre la tierra.
  • 2a.- Es dentro de ti mismo, en la luz que ilumina tu ser, imagen de Dios y no en los libros que no son otra cosa que las imágenes del hombre, donde encontrarás las reglas que deben guiar tu vida.
  • 3a.- Vela sobre esta luz interna y no permitas que se disipe en vanas palabras. Quien vela severamente sobre su palabra, vela sobre sus pensamientos; quien vela sobre su pensamiento, vela sobre sus afectos, y quien vela así, gobierna bien su mente.
  • 4a.- Quien se gobierna bien se deja llevar por Aquél que todo lo guía y nuestra alma es llevada así hasta la meta final del perfeccionamiento mediante la purificación que da el dolor y la fortaleza que otorga el combate incesante, etapa por etapa.
  • 5a.- Él nos hace triunfar en el seno mismo de las tentaciones y por medio de ellas. Son las tentaciones el medio más vivo que tiene Dios para guiarnos, pues sucumbimos a ellas cuando nos guía el espíritu mundano, y nos alejamos cuando es el espíritu divino el que nos guía.



Páginas de Louis-Claude de Saint-Martin
  1. Aforismos
Sumario de las Instrucciones
  1. Instrucción 01: De la Emanación, De la Creación y de los Números. Instrucción
  2. Instrucción 02: De la Extracción de las Esencias y de la Materia en la Indiferencia.
  3. Instrucción 03: De la Modificación de las Esencias y de las Diversas Propiedades del Triángulo.
  4. Instrucción 04: De la Explosión de las Formas y de la Necesidad del Cuaternario.
  5. Instrucción 05: De las Diferentes Producciones de la Naturaleza y de las Diferentes Formas de este Universo.
  6. Instrucción 06: De la Emanación del Hombre.
  7. Instrucción 07: De la Prevaricación del Hombre.
  8. Instrucción 08: Del Cuerpo del Hombre y de su Pensamiento.
  9. Instrucción 09: De la Reintegración de las Formas.
  10. Instrucción 10: Deseo, Paciencia y Perseverancia. 

Fuente: http://eruizf.com/martinismo/saint_martin/l_c_de_s_martin.html