Wednesday, December 12, 2018

El Culto Primitivo en el Régimen Escocés Rectificado - Diego GEIMME


EL CULTO PRIMITIVO EN EL 

RÉGIMEN ESCOCÉS RECTIFICADO

Jean-Marc Vivenza
Extracto de su obra "Los Élus Cohen y el Régimen Escocés Rectificado",
Capítulo V: "Expiación, purificación, reconciliación y santificación:
los cuatro tiempos de la reedificación del Templo del menor espiritual" 

“... ¿cómo se va a traducir, para el Régimen Escocés Rectificado, esta “ciencia del hombre”, que procede directamente de la enseñanza martinezista sobre la cual se apoya, por medio de correcciones previas y significativas enmiendas efectuadas para volverla conforme a las verdades de la fe cristiana? De qué manera esta “ciencia” singular conseguirá, concretamente, coger forma para conseguir fundirse enteramente en los diversos grados y niveles de la “rectificación”, hasta tal punto que se volverá tan íntima con el Régimen Rectificado que es ahora relativamente delicado, debido al genio con el cual Willermoz supo, mediante suaves toques, distribuir los elementos de esta ciencia en su sistema, extraerla para proyectar sobre ella una luz que le permita aparecer en toda su integral profundidad y clara formulación.

La única manera de conseguir resolver estas legítimas cuestiones, cuya elucidación es indispensable si se desea llegar a comprender la esencia espiritual auténtica del Rectificado, es preguntarse en qué consiste el primer y mayor objetivo, el objetivo central del Régimen fundado por Jean-Baptiste Willermoz. Ahora bien, a esta pregunta se puede aportar una respuesta simple e inmediata, que nos es expuesta por la Instrucción secreta de los Grandes Profesos: “El único objetivo de la iniciación es conducir del Porche al Santuario”; lo que significa, positivamente, que el Rectificado, cuya finalidad es “esclarecer al hombre acerca de su naturaleza, su origen y su destino”, no posee otro programa que el de la “Reintegración”.

Es evidente, como lo mostrará Willermoz, que si el hombre no hubiese degradado su naturaleza librándose a la prevaricación, sería inútil iniciar hoy en día tal proceso de regeneración. Pero ahora, pudriéndose en su estado lamentable, un importante trabajo se le impone puesto que el hombre es “indigno de acercarse al Santuario”, trabajo que podría resumirse en la imperativa obligación para el Menor espiritual caído de obrar en recobrar su estado primitivo original, que fue el objetivo reconocido de la verdadera Iniciación por el intermedio de sus profetas y de sus enviados que prescribieron siempre “una multitud de lustraciones y purificaciones de todo tipo que exigían a los iniciados, y solamente tras haberles preparado de esta manera, les hacían descubrir el único camino que puede conducir al hombre hacia su estado primitivo y restablecerle en sus derechos perdidos” (Instrucción secreta). Si no hay otra finalidad para la iniciación, ni otro objetivo más precioso y vital, lo que sostendrá con gran fuerza y enérgica convicción Jean-Baptiste Willermoz, entonces se hace necesario organizar un camino, preparar una “vía” que se encarnará en lo que quiso ser, y se pensó en tanto que Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa, la rectificación comprometida en 1778 en Lyon.

Curiosamente, para llevar a la práctica este proceso de reintegración del hombre, y casi invisiblemente dándole a primera vista un barniz “ético” o “moral”, que llegará hasta engañar a algunos Masones, y no los menos instruidos, el Rectificado retomará por su cuenta sin divulgarlo demasiado las tesis de Martinès relativas al culto primitivo, y reproducirá así los grandes principios de la doctrina de los Cohen: “El hombre, ser espiritual menor, tenía que operar un culto. Era puro y simple, pero habiendo degradado su ser y desnaturalizado su forma, su culto cambió. Se ha vuelto sujeto a la ley ceremonial del culto. El hombre, que participa de la naturaleza divina y completa la cuádruple esencia, debe rendir un culto que corresponde a las cuatros facultades divinas de las cuales es imagen y semejanza”. Es cierto que el culto celebrado por los Cohen integraba elementos del culto celebrado por Adán, pero perfeccionándolos, haciéndoles más eficaces y justos: “Culto de expiación, purificación, reconciliación, santificación. El último corresponde al pensamiento divino, el tercero a la voluntad o al verbo, el segundo a la acción, el primero a la operación. El hombre en su primer estado solo tenía que operar para él un culto de santificación y de alabanzas. Era el agente por el cual los espíritus que debía traer de vuelta debían operar los otros tres. Al haber caído, debe operarlos él mismo. Estos cuatro cultos se designaban en la antigua ley por los 4 diferentes sacrificios que hacía el gran sacerdote, por las 4 especies de animales. También lo eran por los 4 tiempos, o fiestas principales, y por las 4 oraciones diarias. El verdadero culto fue enseñado a Adán tras su caída por el ángel reconciliador, fue operado santamente por su hijo Abel en su presencia, restablecido bajo Enoc quien formó nuevos discípulos, olvidado después por toda la tierra y restaurado por Noé y sus hijos, renovado luego por Moisés, David, Salomón, Zorobabel y finalmente perfeccionado por Cristo en medio de los doce apóstoles en la Última Cena”[1].

Este culto nunca será enseñado en términos directos a los miembros del Régimen Rectificado, puesto que Willermoz reservará su conocimiento, no práctico sino teórico, únicamente a los Caballeros Profesos y a los Grandes Profesos. Sin embargo, se conducirá a los hermanos del Régimen por un proceso de regeneración espiritual tal que cumplirán, sin estar realmente consciente de ello, los principios, las reglas, las leyes y ceremonias de este culto, llevándoles a comprometerse, lenta y armoniosamente, en una santa labor de regeneración espiritual durante todo el tiempo de su vida masónica. Sin embargo, el carácter fundamental del cuaternario va a tomar con el Régimen Rectificado, que se libera de los marcos de la masonería estructurada en tres grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, tal evidente dimensión que va a posicionar al sistema de Willermoz en una actitud de brusca y, para algunos, chocante originalidad, de tal forma que se va a acoplar con las convicciones de la doctrina Cohen, que retoma para su propósito a este respecto y las hace completamente suyas. Así, para reedificar el templo tripartito destruido y en ruinas, el Menor de potencia cuaternaria deberá, en cuatro tiempos, reencontrar los elementos del culto original fundado sobre los cuatro sacrificios, las cuatro oraciones diarias y las cuatro fiestas principales. Descubrimos entonces mucho mejor por qué Willermoz, quien deseaba situar su Orden bajo los auspicios del “verdadero culto” y del sacerdocio primitivo, edificó su sistema masónico en cuatro grados y no en tres.

***

Volviendo con un sentido consumado de la pedagogía espiritual sobre las grandes líneas de la historia universal, Jean-Baptiste Willermoz, que observará sobre este punto una gran fidelidad con respecto a la enseñanza de Martinès de Pasqually, sobre todo cuando éste, como era natural, se fundaba y se basaba en la exposición de su doctrina sobre el texto y la letra de la Santa Escritura, llevará entonces toda la perspectiva de su sistema iniciático en una sutil y extremadamente realista obra de regeneración, siguiendo casi paso por paso las diferentes etapas que vieron a Adán, escuchando desgraciadamente al padre de la mentira, ser desposeído de su estado glorioso, luego expulsado del Edén para sufrir, en este mundo tenebroso, el espantoso duelo de un exilio que le valdrá, debido a una penosa expiación, al principio sufrida, pero que todo hombre tendrá que aceptar y poner en práctica para poder colaborar en el trabajo de purificación que permitió a la humanidad reencontrar la amistad de Dios y beneficiarse de la gracia reparadora y santificadora de su Hijo, ofrecida hoy en día gratuita y libremente a toda criatura deseosa de reencontrar el camino que conduce a la inefable comunión con el Eterno por la reconstrucción del Templo universal tripartito.

Estas tres partes del Templo universal, y por ende del Menor, van a ser particularmente marcadas y resaltadas en el seno del Régimen Escocés Rectificado, el cual, recogiendo y adaptando magistralmente la forma arquitectónica del Templo que Salomón edificó en Jerusalén (forma organizada según las diferentes estancias del santo edificio: Porche, Santo, y Sancta Sanctorum, perfectamente adaptable, al menos simbólicamente, en lo que debiera ser la reedificación espiritual de cada hijo de Adán), invitará a los hermanos a franquear los muros que les alejan, desgraciadamente, del recinto sagrado y, a continuación, penetrar piadosamente, bajando la cabeza con el sentimiento de su falta, en el interior de este majestuoso Templo para poder, finalmente, al entrar en el Santuario, alabar a la Divinidad y celebrarle un verdadero culto, magnificando la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu, cantando la inmensidad de su Amor.

En este esquema tripartito de reconstrucción, todo participa de un gran y escrupuloso respeto hacia la Palabra de la Revelación, todo está en profundo acuerdo con la doctrina de los padres de la Iglesia, todo se corresponde con un exigente conocimiento de la realidad espiritual y antropológica que preside en el fondo la constitución interior de cada ser y condiciona rigurosamente los más mínimos progresos en su camino personal hacia el Reino de la Verdad.

Cuando trataban la cuestión del camino espiritual, los doctores de la fe hablaban efectivamente de un progreso que se descomponía en tres tiempos distintos, respectivamente: la purificación, la iluminación y la unión. La mayoría de los tratados al respecto explicaban con todo lujo de detalles lo que distinguía estos tres tiempos, y describían la manera de avanzar en el seno de estas etapas esenciales de la perfección cristiana donde el alma se purifica sintiendo su inteligencia, su memoria y su voluntad. Pero la juiciosa intuición de Willermoz fue la de conjugar, reuniendo los cuatro tiempos del culto primitivo con la reconstrucción tripartita del Templo universal, la perspectiva de la “Reintegración” tal como la describió Martinès de Pasqually, con los criterios seguros y sabios de la tradición secular de la teología ascética y mística. Esta pertinente “alianza” desembocará en la constitución de una arquitectura iniciática muy eficaz, respetuosa de los fundamentos de la Revelación, atenta al sentido simbólico propio que podían constituir para la criatura caída los grados de su retorno amistoso cerca de Dios.

Presentando al hermano de manera clara el Porche, el Templo y el Santuario como tantos recintos que tendrá que franquear para acceder a la plenitud de la iniciación que espera obtener de por su compromiso en la Orden, el Régimen Escocés Rectificado, al reconstituir con sus tres clases (Masonería, Caballería y Profesión) las tres partes tradicionales del Templo, se inscribirá desde entonces como una verdadera escuela de realización evangélica, a saber, volver a dar consciencia, aquí abajo, a cada miembro, hermano querido del Señor, del lugar que le corresponde y que le espera desde siempre en el Cielo cerca del Eterno.

Estas tres partes del Templo responden a un ternario que sabemos ocupa un lugar fundamental en el Régimen Escocés Rectificado, y van por tanto a desempeñar un papel central desde el punto de vista de la aplicación del trabajo iniciático que solo podrá apoyarse, claro está, porque todo depende de ello, todo procede de ello y todo conduce a ello, sobre el ternario en el sentido genérico del término. Robert Amadou publicó una tabla recapitulativa muy instructiva al respecto en su Prefacio a las Lecciones de Lyon, precedido de esta advertencia: “El ternario fue elegido entre las diez páginas del libro del hombre porque es necesario empezar con lo que se tiene. 3 es del mundo universal, según lo cual todo es producido, y número de las formas producidas; número del Verbo y del Espíritu Santo en acción, número de sus agentes creadores; número de nuestro mundo, pobres de nosotros, ricos de nosotros”.

Con el objetivo que sea un paradigma permanente en su sistema masónico, Willermoz, fino pedagogo, añade a este cuadro general los tres tiempos de la historia del hombre y de la reconstrucción de su Templo, insistiendo sobre el trabajo necesario derivado de la comprensión de esta puesta en perspectiva universal que condiciona, en cada período y para todas las generaciones que se han sucedido y que se sucederán en este mundo, el destino de los hijos de Adán esperando la reconciliación que les abrirá por fin las puertas del Reino: “Este término, escribirá Saint-Martin, solo será alcanzado por aquel que haya pasado por el crisol de la purificación, haya sufrido todas las pruebas que la justicia exige a los culpables menores y haya trabajado el tiempo requerido a la gloria del Gran Arquitecto del Universo. Esto será el salario que recibirá cada elegido cuando haya fielmente cumplido con los deberes de aprendiz y de compañero, para merecer ser recibido maestro, es decir, ser admitido al culto en el altar y a llevar el incensario”.

No podemos dejar de recordar las palabras dirigidas por el hermano Orador al nuevo iniciado del Régimen Escocés Rectificado, explicándole el sentido de los tres viajes que acaba de realizar: “Los tres estados de Buscador, Perseverante y Sufriente están tan ligados en el hombre de deseo que nos ha parecido necesario recordárselos juntos a través de cada uno de los viajes. Los tres viajes en la oscuridad han representado la penosa carrera que el hombre debe recorrer, los inmensos trabajos que debe realizar sobre su espíritu y sobre su corazón, y el estado de privación en el cual se encuentra cuando está abandonado a sus propias luces. La espada sobre el corazón designa el peligro de las ilusiones a las cuales está expuesto durante su carrera pasajera, ilusiones que no puede rechazar más que con vigilancia y depurando siempre sus deseos. Las tinieblas que os rodean designan también aquellas que cubrían todas las cosas en el principio de su formación. Finalmente, el guía desconocido que os ha sido dado para recorrer este camino figura el rayo de luz innato en el hombre, única vía para sentir el amor a la verdad y poder llegar hasta su Templo”.



[1] Las Lecciones de Lyon, nº 99, del sábado 22 de junio de 1776, W.

Publicado por Diego GEIMME 



Portal del Régimen Escocés Rectificado del Guajiro



Tuesday, December 4, 2018

Yehoshua - G∴ A∴ D∴ U∴



Yehoshua 

G∴ A∴ D∴ U∴



Papus

Papus tuvo el cuidado de colocar en el timbre de los documentos de la Orden Martinista la expresión modelo: A la Gloria de Yehoshua, Gran Arquitecto del Universo. Con esto dio al Martinismo una tonalidad especial. Es al propio Saint-Martin que la Orden debe, no sólo su sello, sino también el nombre místico del Cristo (?????) que orna todos los documentos oficiales del Martinismo - decía Papus. Aunque, Louis Claude de Saint-Martín nunca usa esa expresión en sus obras. Partiendo de este hecho, es interesante intentar analizar brevemente la fórmula usada por Papus, tratando de considerar los diferentes aspectos que ella evoca en la Tradición y, especialmente, en el Martinismo.

La Cábala Cristiana

Según la tradición judaica, el nombre del Dios Todo-Poderoso se escribe con cuatro letras o un Tetragrama compuesto por las letras Yod, He, Vav y He. en el siglo XV nació en Italia una corriente cabalística especial, la Cábala Cristiana. Los Cristianos veían en la Cábala un instrumento adecuado para demostrar la veracidad del cristianismo. Para ellos, el nombre de Dios, antes del cristianismo, estaba representado como un Tetragrama porque Dios no se había todavía manifestado totalmente a los hombres. Ellos consideraban que, con Jesucristo, Dios se reveló verdaderamente, y probaban esa demostración apoyando se en el nombre hebraico de Jesús, Yehoshua, que escribían añadiendo la letra Shin en el centro del Tetragrama.
En el siglo XV, Pico de la Mirandola reconvirtió en promotor de esa teoría que fue popularizada por el libro de Johann Reuchlin, "De Verbo Mirifico". Papus, que era un apasionado por la Cábala, introdujo en el Martinismo del siglo XX la costumbre de llamar a Cristo por el nombre de Yehoshua. ¿Era consciente de las teorías que el Renacimiento había asociado a ese nombre? No hay certeza alguna al respecto, pues su libro, "La Cábala, Tradición Secreta del Occidente", no muestra interés por ese aspecto de la Cábala.

El Gran Arquitecto

Philibert Delorme, hablando de Dios en su tratado de arquitectura, usó en 1567 la siguiente expresión: ese Gran Arquitecto del Universo, Dios Todopoderoso. Parece haber sido el primero en usar el concepto del Gran Arquitecto del Universo. Esa idea de un Dios que ordenó el Universo como un Dios viene probablemente de los cabalistas cristianos como François Georges de Venise (Cf. De Harmonia Mundi), sin embargo esa noción no está ausente de los Evangelios. Otros después de Philibert Delorme retomaron esa teoría, notablemente Kepler en su Astronomía nueva. En el siglo XVIII, esa expresión fue adoptada por la Francmasonería, que de ella hizo un punto clave de su simbolismo. El Martinismo nació en la dependencia feudal masónica del siglo XVIII; es entonces normal que en el se encuentre la referencia al Grande Arquitecto del Universo. No obstante, esta expresión toma en el Martinismo una tonalidad particular que merece ser destacada.
Contrariamente a ciertas tradiciones que asocian el Grande Arquitecto del Universo con Dios, en el Martinismo y particularmente entre Martínez de Pasqually y sus discípulos, es al Cristo que esa denominación se refiere. La expresión Gran Arquitecto del Universo no aparece en el célebre tratado de Martínez, mas es encontrada en los rituales y "catecismos" de la Orden de los Elus Cohen. Cabe resaltar que, para el autor de "Tratado de la Reintegración de los Seres Creados", el Cristo no es Dios en el sentido específico que le atribuye la teología cristiana. En efecto, Martínez de Pasqually tenía una concepción particular de la naturaleza del Cristo.

L'Angelos-Christos

Martínez califica al Cristo como Espíritu doblemente fuerte y lo clasifica en una de las cuatro categorías de los primeros seres emanados, la de los espíritus octonarios. Leyendo a Martínez, nos podemos preguntar si el Cristo no constituye por si solo la categoría que él llama de espíritus octonarios. Esa postura que hace del Cristo una especie de ángel superior no es una innovación. Tuvo origen en el Cristianismo primitivo. En efecto, si estudiamos la historia del cristianismo y, especialmente, la que concierne a la Cristología, constataremos luego que los primeros cristianos no veían en el Cristo al propio Dios encarnándose en el mundo. En cambio, podemos constatar que el concepto de un Ángel-Mesías, de un Angelos-Christos, domina el pensamiento del cristianismo hasta la segunda mitad del siglo II. En la literatura cristiana de los primeros siglos, el Cristo recibe algunas veces el calificativo de ángel y los Padres de la Iglesia le dan el título de ángel del Gran Consejo, un concepto tomado de Isaías. Es preciso enfatizar que las divergencias de opinión de los primeros cristianos en cuanto a la naturaleza del Cristo eran importantes y dieron lugar a numerosas controversias. Fue sólo en el siglo IV, con el Concilio de Nicea, que el dogma de la divinidad del Cristo fue impuesto a todos los cristianos.

Los nombres del Cristo

Para designar al Cristo, Martínez usaba diversos nombres, cada cual destacando un aspecto del misterio divino. A veces lo llama el Mesías, nombre que Ronsard había empleado algunos siglos antes. A veces, como Bossuet, Pascal o Corneille, lo llama el Reparador. Usa también los términos, la Sabiduría, para designar al Cristo. Esas diversas expresiones son igualmente utilizadas por los discípulos de Martínez, ya se trate de Louis Claude de Saint-Martín, de Jean Baptiste Willermoz, o de los otros.
El nombre más enigmático que usa para designar al Cristo es el de Helí. Según Martínez, este nombre significa fuerza de Dios y receptáculo de la Divinidad. Lo que Martínez pretende enfatizar aquí es que el Cristo no es tan sólo un personaje nacido ha cerca de dos mil años, sino que Él es ante todo el Electo Universal, esto es, un ser que fue escogido para cumplir diversas misiones. Para él, ese Electo Universal se encarnó en varios momentos de la historia, para guiar la humanidad. Esta manera de considerar al Cristo como un profeta, un enviado de Dios, era corriente en el cristianismo judaico. Ella es reencontrada, por ejemplo, en las Homilías Clementinas, que hablan del Cristo como Verus Propheta, un enviado que vino varias veces de Adán hasta Jesús, pasando por Moisés, para guiar a la humanidad.

El Mesías Recurrente

Según Martínez de Pasqually, Helí, o sea, el Cristo, se manifestó a través de los profetas, de los guías de la humanidad, de aquellos que son llamados los Electos. Dentro de ellos, Martínez indica: Abel, Enoch, Noé, Melquisedec, José, Moisés, David, Salomón, Zorobabel y Jesucristo, todos canales de manifestación de Helí. No obstante, considera que fue a través de Jesucristo que Helí se manifestó en su mayor gloria.
Este aspecto particular de las enseñanzas de Martínez está relativamente en consonancia con los de los cristianos judaicos, los primeros cristianos. En esa época, la naturaleza del Cristo aun no había sido objeto de dogma. Algunos lo consideraban como un ángel, otros como un profeta y, otros ya, como el Mesías. De hecho, los primeros cristianos estaban más preocupados con el mensaje del Cristo que con el hecho de construir teorías intelectuales sobre los misterios de la naturaleza de Dios. El Cristo era entonces considerado como un enviado del Padre, mas generalmente no era asemejado a Dios. Pero es a las concepciones del cristianismo primitivo que Martínez se liga. La idea por él adoptada del Cristo como un enviado que vino varias veces y con diferentes nombres, para guiar a la humanidad errante, es particularmente interesante. Se ella fuese extendida al conjunto de las religiones, podría decirse que fue el mismo Dios quien se manifestó en los guías que están en el origen de todas as religiones y que, así, bajo aspectos aparentemente diferentes, es una misma luz la que brilla.

El Organizador del Caos

Según Martines de Pasqually, la primera intervención del Cristo en la historia se remonta al mismo origen del mundo, en el momento en que la creación aun estaba en estado de Caos. Como indica el Tratado, el mundo material fue creado por los espíritus ternarios, actuando bajo las órdenes de Dios. De su trabajo nació un mundo todavía en estado de Caos. La primera misión de Helí, consistió en poner en orden ese Caos inicial. Fue el descenso del Cristo al propio seno de ese Caos el que organizó la Creación y dio nacimiento al mundo material. En este sentido, puede decirse que el Cristo fue el Arquitecto de la Creación, el Verbo organizador. Era de ese modo que Martínez de Pasqually, así como Louis Claude de Saint-Martín y Jean Baptiste Willermoz, veían la función esencial del Cristo como Gran Arquitecto del Universo.

El Instructor

En su Tratado de la Reintegración de los Seres Creados, Martínez nos indica que Adán, después de la caída, tomó conciencia de su error e imploró el perdón divino. Dada su sinceridad, Dios envió a Helí para "reconciliarlo". Estando en tanto Adán encarnado en el mundo de la materia, debía recibir una enseñanza sobre la manera de llevar de entonces en adelante una vida en consonancia con su misión. Su posición en el mundo material le impedía usar las facultades espirituales de que fuera otrora dotado. Helí fue entonces encargado de transmitir a los hombres una nueva enseñanza. Seth, el tercer hijo de Adán, fue escogido para recibir esos conocimientos secretos que, después de él, fueron transmitidos de generación en generación a los Hombres de Deseo.

El Reparador

Numerosos Elus (Elegidos) guiaron a la humanidad desde Adán hasta nuestros días, cada cual trayendo un mensaje y una enseñanza apropiados para el adelanto de la humanidad. Mientras tanto, según la Tradición Martinista, el hombre sólo puede tener acceso a cierto grado de evolución espiritual a partir de la venida del Cristo. En efecto, la misión del Cristo fue, no de salvar a los hombres, mas abrir el canal cósmico que permitiría a la humanidad traspasar ciertas esferas espirituales hasta entonces inaccesibles. Si el Cristo abrió el camino, cabe al ser humano trillar esa senda. El Cristo no salvó a la humanidad haciendo el trabajo en su lugar, sino abriéndole un camino y mostrándole como recorrerlo.
Para abrir ese camino, la misión del Cristo con su encarnación fue la de un Reparador. Él efectivamente hizo un trabajo de reparación de la Creación. Y operó esa recolocación en orden de purificación de la Creación. Y operó esa recolocación del orden en dos niveles de la creación universal: en el mundo terrestre y en la inmensidad celeste. Tocante al plano terrestre, regeneró las tres bases constitutivas del mundo material: el azufre, la sal y el mercurio, lavándolos de sus escorias. En el mundo celeste, regeneró los siete pilares del Templo universal. Esos pilares son los siete planetas del mundo celeste por medio de los cuales fluyen en el mundo temporal las virtudes divinas. Esa regeneración de las siete fuentes de la vida fue realizada en Pentecostés, esto es, siete semanas, o sea, cuarenta y nueve días después de la Pascua. Entonces, nos dice Saint-Martín, "abriose una quincuagésima puerta, de la cual todos los esclavos esperaban su liberación, y que se abrirá de nuevo en el fin de los tiempos".

El Reconciliador

Después de haber evocado la función "reparadora" del Cristo, veamos lo que caracteriza su función de Reconciliador. La reconciliación es la etapa preliminar que cada ser humano debe trasponer individualmente en su evolución hacia la reintegración que será la etapa final de la evolución colectiva de la humanidad. Según Saint-Martín, en ese proceso de regeneración el hombre vive una experiencia interior importante, en la cual reencuentra al Cristo. El Cristo es en realidad el intermediario cósmico indispensable en ese proceso de regeneración. Es por esta razón que la Tradición Martinista habla de Él como el Reconciliador.
Saint-Martín expresó esa idea de manera velada en muchas de sus obras. Por ejemplo, en "De los Errores y de la Verdad", cuando afirma que la octava página del Libro del Hombre "trata del número temporal de aquel que es el único apoyo, la única fuerza y la única esperanza del hombre".

La Imitación del Cristo

Con su misión, el Cristo no sólo cumplió una purificación, abrió una senda. Mostró también al hombre el camino a seguir para tener acceso a la regeneración mística. Con su encarnación, quiso pintar para el hombre su propia situación, trazarle toda la historia de su ser y el camino de retorno a lo Divino. Para Saint-Martín, el proceso de la regeneración mística pasa por una imitación interior de la vida del Cristo. En su libro "El Hombre Nuevo", expone las etapas de ese proceso desde la Anunciación hasta la Resurrección, esto es, desde la visita del ángel, el amigo fiel que nos revela el nacimiento próximo de un nuevo hombre en nosotros, hasta la reconquista de nuestro cuerpo glorioso, que marca el comienzo de nuestra ascensión a las esferas superiores en donde nuestra regeneración debe encontrar su coronamiento.
Los diversos eventos de la vida del Cristo son los arquetipos que simbolizan las diversas etapas espirituales que podemos vivir interiormente incorporándonos al cuerpo místico del Cristo. Según el Filósofo Desconocido, el término de esa regeneración llevará al ser humano más allá del Cristo, pues él es llamado a una misión mayor que la del propio Cristo.


Portal Martinista del Guajiro

Hermano, ya llegaste a la Puerta del Templo



Saturday, December 1, 2018

Hermes Trismegisto - Hermetismo



Hermes Trismegisto
Hermetismo

El hermetismo es un conjunto de creencias filosóficas y religiosas, basadas principalmente en escritos atribuidos a Hermes Trismegisto.
La palabra "hermetismo" es derivada de "hermético", la cual es, a su vez, derivada de "Hermes". Hermes es tomado de la raíz griega "Herm", que significa "vitalidad" o "el activo, positivo, radiante principio de Naturaleza".
El principal referente de este movimiento son los 7 principios de verdad descritos en el Kybalion.
Hermes Trismegisto es considerado como el padre del tipo de saber que lleva su nombre: el hermetismo, mas hay que hacer una aclaración con respecto a este tema, y es que no se trata de un solo autor sino de varios (un grupo de iniciados), lo cual se comprende fácilmente porque de lo contrario, tendría que haber escrito día y noche para producir los 2.000 libros que se conocen de él. El nombre Hermes quiere decir Mercurio el mensajero de los dioses (para los egipcios, Dyehuty (Thot), el dios de la sabiduría, patrón de los magos) y Trismegisto es una palabra griega que significa "Tres Veces Grande".
Por lo que esto sería más bien la reunión no solo de tres Grandes Maestros, sino de tres Grandes Colegios: egipcio, hebreo y griego; la mención de Mercurio, el Mensajero de los Dioses, es el intermediario entre el mundo divino y el profano e indica que la palabra de los TRES MAGOS es una enseñanza sagrada. Por lo que todo induce a creer que gran número de los libros de iniciación y de tradición esotérica fueron agrupados bajo lo que puede llamarse un epónimo célebre.
Los enigmas relacionados con su actividad propiciaron el surgir de la literatura hermética (Hermes tiene el "poder de la palabra", conoce las fórmulas mágicas) sólo asequible a los iniciados en las revelaciones del dios. A los escribas que accedían a su saber se les conocía como "sacerdote-lector". A Dyehuty se le veneraba en Hermópolis Magna.
Los libros atribuidos a Hermes se encuentran en el Corpus Hermeticum. La tradición cristiana medieval lo venera como protector y guía de los hermetistas, que practican las ciencias de la alquimia, la magia, la astrología y la cábala. Se le atribuye la redacción de la Tabla de Esmeralda.
Los libros de Hermes gozaron de gran autoridad durante los primeros siglos de la Iglesia. Los Doctores Cristianos invocaban a menudo su testimonio junto con el de las Sibilas, que habían anunciado la venida de Cristo a los paganos, mientras que los Profetas la predecían a los hebreos.
"Hermes -dice Lactancio- ha descubierto, no sé cómo, casi toda la verdad". Se le consideraba como una especie de revelador inspirado y sus escritos pasaban por monumentos auténticos de la antigua teología de los egipcios. Esta opinión fue aceptada por Marsilio Ficino, y otros eruditos del Renacimiento que tradujeron o comentaron los libros herméticos. Estos creyeron encontrar en ellos la fuente original de las iniciaciones órficas, de la filosofía de Pitágoras y de Platón. Sin embargo, no tardaron en surgir dudas sobre la autenticidad de estos libros y aquellos que llevan el nombre de las Sibilas, y la crítica acabó por demostrar el carácter apócrifo de unos y otros.
El nombre de Hermes Trismegisto es de origen griego y significa "Hermes, el tres veces grande". Hermes, un dios griego, es conocido también por su denominación romana Mercurio. Su identidad, se pierde en la noche de los tiempos remontándose al Egipto pre-faraónico, mucho antes de Moisés. Ciertas tradiciones hebreas lo consideran contemporáneo de Abraham y más adelante, es identificado con el dios Thot, intermediario entre Dios y los hombres. Algunos eruditos opinan que Hermes fue deificado, y otros piensan que no es sino el aspecto humano de ese mismo dios.
Una versión sustenta que el nombre de Hermes Trismegisto no designa a una personalidad individual, sino que constituye un conjunto de enseñanzas elaboradas en Egipto y enriquecidas a lo largo del tiempo.
Por último, hay quien sostiene que Hermes Trismegisto fue un avatar, es decir, uno de los grandes maestros espirituales que, descendiendo de esferas superiores, se encarnan en la humanidad para guiarla. Sus enseñanzas pasaron de Egipto a Grecia y los griegos se encargaron de conservarlas y transmitirlas. Los misterios órficos y eleusinos, así como los pitagóricos, los filósofos pre-socráticos y Platón, sirvieron de vehículo fundamental de dicha transmisión, que también fue realizada en parte a través del teatro griego. Más tarde, los neoplatónicos y los gnósticos difundieron este saber en el mundo romano y en el cristianismo primitivo, sirviendo de base para su propagación entre los árabes.
No hay discusión en cuanto a que la sabiduría de los faraones, cuyo exponente máximo es el cuerpo de doctrina que se atribuya a Hermes Trismegisto, fue la luminosa depositaria de las enseñanzas de la tradición. Algunos opinan que los egipcios heredaron este saber directamente de los atlantes, quienes, tras la destrucción de su continente hicieron un alto a las orillas del Nilo en su éxodo hacia el Himalaya. Hay que notar el sorprendente parecido entre las manifestaciones externas de la cultura egipcia y las de las culturas latinoamericanas precolombinas (pirámides, momias, motivos ornamentales, etc.). Hay quienes opinan, sin embargo, que los padres del saber egipcio fueron los hindúes y los caldeos y que Egipto fue una etapa del reflujo hacia el Oeste a partir del Himalaya.
Se reconoce casi por unanimidad que Hermes Trismegisto fue depositario de las enseñanzas de la Tradición, de un saber que algunos consideran revelado, de origen sobrenatural.

Las enseñanzas de Hermes
Todos los hermetistas, sea cual sea el aspecto particular del que se ocupen, dicen ser los herederos de Hermes. Los alquimistas lo consideran el fundador de esa ciencia. La magia y la adivinación también se reclaman herederas de Hermes. Court de Gebelin estudió los orígenes históricos del Tarot y llegó a la conclusión de que especialmente los arcanos mayores, son la forma que tomó con el tiempo un antiguo libro egipcio: precisamente El Libro de Thot. Es bien sabido que los egipcios se destacaban en la magia y el conocimiento de las fuerzas astrales. Plutarco afirma que "se cree que Hermes fue el primero en Egipto que conoció los caracteres de los dioses". No es que Hermes inventara tal o cual alfabeto. Se trata de la lengua sagrada en la que el signo y cosa eran lo mismo, y donde conocer el signo era estar en posesión de la cosa. Hermes dominaba la ciencia de este lenguaje sagrado que confería poderes mágicos a quien lo conocía. Por ello a él también se refieren los cabalistas (Moisés, a partir del cual se inició la cábala, era un discípulo de Hermes) y las escuelas de simbología de todos los tiempos.
De Hermes proceden las investigaciones numéricas y físicas de los pitagóricos que, si por un lado dieron la matemática, la geometría y la música, por otro desarrollaron toda una rama hermética acerca de la unidad, la dualidad, el ternario, etc. La "armonía de las esferas", la "música celeste, tan estudiada por los hermetistas del Renacimiento (con su derivación en el arte, la mecánica o la astronomía: Leonardo Da Vinci, Isaac Newton, y otros) tienen su fuente en Hermes Trismegisto, a través de los griegos.
También encontramos en él, aunque este es un aspecto menos conocido del Corpus Hermeticum, muchas enseñanzas sobre la teoría de los ciclos, de las edades del mundo, tanto de la tierra como de la totalidad del devenir cósmico. Hermes Trismegisto es un padre universal de todos los saberes, un gigante de la sabiduría, no solamente de aquella que se ha denominado hermética, sino también de muchos otros saberes considerados profanos que tienen en él su fundamento y cuya concepción y desarrollo es solamente posible en el marco de la filosofía contenida en el Corpus Hermeticum. Un ejemplo de ello es la física moderna que ha tenido que recurrir a los postulados teóricos de los pre-socráticos, la mayoría de los cuales se originan en el saber egipcio. Lo mismo sucede con la matemática que redescubre el número pitagórico, procedente directamente de Hermes según las declaraciones del propio Pitágoras.

El lenguaje del Corpus Hermeticum
El lenguaje de Hermes es alegórico, por lo tanto, su comprensión resulta algo obscura. La obra de Hermes Trismegisto requiere atención y esfuerzo de parte del lector, si es que no quiere limitarse a encontrar en ella un saber erudito de tipo histórico sobre algunos aspectos del mundo antiguo. Exige además, una cierta disposición espiritual. Las enseñanzas de Hermes Trismegisto se transmitieron oralmente durante miles de años. Aun hoy, muchas de ellas siguen transmitiéndose así. Los documentos más antiguos que se conocen se remontan al siglo II antes de Cristo y el cuerpo fundamental del Corpus Hermeticum fue fijado en griego aproximadamente entre los años 100 y 300 de la era cristiana. Poimandres y Asclepios son dos de las obras más conocidas de Hermes. El Poimandres está compuesto por 18 tratados.

Los siete principios herméticos
"Los principios de la verdad son siete; el que comprenda esto perfectamente, posee la clave mágica ante la cual todas las puertas del Templo se abrirán de par en par".
Los siete principios sobre los cuales se basa toda la Filosofía Hermética son los siguientes:

El principio de Mentalismo.
"El todo es mente, el universo es mental."

El principio de Correspondencia"Como arriba es abajo, como abajo es arriba."

El principio de Vibración"Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra."

El principio de Polaridad"Todo es doble; todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son semi-verdades; todas las paradojas pueden reconciliarse."

El principio del Ritmo"Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso; todo asciende y desciende; todo se mueve, como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación."

El principio de Causa y Efecto"Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley."

El principio de Generación"La generación existe por doquier; todo tiene sus principios masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos."

La Tabla de Esmeralda La Tabla de Esmeralda es un texto clásico atribuido a Hermes Trismegisto y del que sin excepción se reclaman discípulos todos los alquimistas. Estos encuentran en sus enseñanzas el resumen más conciso, pero también el más complejo, del arte hermético. Existen numerosas versiones de este texto, con variaciones a veces importantes. A continuación se ofrece la traducción de la primera edición impresa aparecida en Nuremberg en 1541:

Tabla de Esmeralda de Hermes Trismegisto sobre la Química
Palabras de los secretos de Hermes escritas sobre una tabla de esmeralda que sostenía en sus manos cuando, en una cueva oscura, fue encontrado su cuerpo embalsamado.

Verdad sin mentira, cierto y muy verdadero: lo que es inferior es como lo que es superior; y lo que es superior es como lo que es inferior, para el cumplimiento de los milagros de una sola cosa.
Y como todas las cosas fueron desde uno, por la meditación de uno solo, igualmente las cosas fueron nacidas por ello de una cosa, por adaptación.
Su padres es el Sol, su madre la Luna. El viento lo ha llevado en su vientre. La Tierra es su nodriza. En ella está el padre de todos los talismanes del mundo. Si es hecha de tierra su fuerza está entera.
Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo espeso, con gran inteligencia.
El subió de la Tierra al cielo, de nuevo descendió a la Tierra, y recibió la fuerza superior e inferior.
Así tendrás la gloria del mundo entero.
Por ello toda oscuridad se aleja de ti.
Aquí está la fuerte fuerza de toda fuerza, que vence toda cosa sutil y penetra toda cosa sólida.
Así es creado el mundo.
Tales son las admirables adaptaciones de cuya manera está aquí.
Por eso soy llamado Hermes Trismegisto, poseyendo las tres partes de la filosofía del mundo entero.
Completo es lo que he dicho de la operación del Sol.


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Hermano, ya llegaste a la Puerta del Templo

Friday, November 30, 2018

El Gran Secreto - Eliphas Levi



El Gran Secreto

Eliphas Levi


Este escrito forma parte de un artículo escrito por el insigne Martinista Alphonse Constant (Eliphas Levi) que, posteriormente, fue publicado como parte de su obra póstuma «El Gran Arcano del Ocultismo Revelado».
Su lenguaje es rebuscado, muy propio de los escritores europeos de mediados del siglo XIX, pero los conceptos que vierte son de gran interés para los lectores del Triángulo de Luz, razón por la cual, lo publicamos para su deleite.
Sabiduríamoralidadvirtud: palabras respetables, pero vagas, sobre las cuales se disputa desde hace muchos siglos pero sin haber conseguido entenderlas.
Querría ser sabio, mas:
  • ¿tendré yo la certeza de mi sabiduría, mientras crea que los locos son más felices y hasta más alegres que yo?
Es preciso tener buenas costumbres, pero todos somos algo niños: las moralidades nos adormecen.
Y es que nos enseñan moralidades tontas que no convienen a nuestra naturaleza.
Hablamos de lo que no nos interesa y pensamos en otra cosa.
Excelente cosa es la virtud: su nombre quiere decir fuerza, poder.
El mundo subsiste por la virtud de Dios. Mas:
  • ¿En qué consiste para nosotros la virtud?
  • ¿Será una virtud para enflaquecer la cabeza o suavizar el  rostro?
  • ¿Llamaremos virtud a la simplicidad del hombre de bien que se deja despojar por los bellacos?
  • ¿Será virtud abstenerse en el temor de abusar?
  • ¿Qué pensaríamos de un hombre que no ándase por miedo de quebrarse una pierna?
La virtud, en todas las cosas, es lo opuesto de la nulidad, del sopor y de la impotencia. La virtud supone la acción; pues si ordinariamente oponemos la virtud a las pasiones es para demostrar que ella nunca es pasiva.
La virtud no es solamente la fuerza, es también la razón directora de la fuerza. Es el poder equilibrante de la vida. El gran secreto de la virtud, de la virtualidad y de la vida, sea temporal, sea eterna, puede formularse así: 
  • El arte de balancear las fuerzas para equilibrar el movimiento.
  • El equilibrio que se necesita alcanzar no es el que produce la inmovilidad, sino el que realiza el movimiento.
  • Pues la inmovilidad es muerte y el movimiento es vida.
Este equilibrio motor es el de la propia Naturaleza. La Naturaleza, equilibrando las fuerzas fatales, produce el mal físico y la destrucción aparente del hombre mal equilibrado.
El hombre se libera de los males de la Naturaleza sabiendo sustraerse a la fatalidad de las circunstancias por el empleo inteligente de su libertad. Empleamos aquí la palabra fatalidad, porque las fuerzas imprevistas e incomprensibles para el hombre necesariamente le parecen fatales, lo que no indica que realmente lo sean.
La Naturaleza ha previsto la conservación de los animales dotados de instinto, pero también dispone todo para que el hombre imprudente perezca. Los animales viven, por así decirlo, por sí mismos y sin esfuerzos. Sólo el hombre debe aprender a vivir. La ciencia de la vida es la ciencia del equilibrio moral.
Conciliar el saber y la religión, la razón y el sentimiento, la energía y la dulzura es el fondo de ese equilibrio. La verdadera fuerza invencible es la fuerza sin violencia. Los hombres violentos son hombres débiles e imprudentes, cuyos esfuerzos se vuelven siempre contra ellos mismos.
El afecto violento se asemeja al odio y casi a la aversión. La cólera hace que la persona se entregue ciegamente a sus enemigos. Los héroes que describe el poeta griego Inicioro, cuando combaten, tienen el cuidado de insultarse para entrar en furor recíprocamente, sabiendo de antemano, con todas las probabilidades, que el más furioso de los dos será vencido. El fogoso Aquiles estaba predestinado a perecer desgraciadamente.
Era el más altivo y el más valeroso de los griegos y sólo causaba desastres a sus conciudadanos. El que hace tomar Troya es el prudente y paciente Ulises, que sabe siempre contenerse y sólo hiere con golpe seguro. Aquiles es la pasión y Ulises la virtud, y es desde este punto de vista que debemos tratar de comprender el alto alcance filosófico y moral de los poemas de Inicioro.
Sin duda que el autor de estos poemas era un iniciado de primer orden, pues el Gran Arcano de la Alta Magia práctica está entero en la Odisea.
El Gran Arcano Mágico, el Arcano único e incomunicable tiene por objeto poner, por así decirlo, el poder divino al servicio de la voluntad del hombre.
Para llegar a la realización de este Arcano es preciso:
  • SABER lo que se debe hacer,
  • QUERER lo exacto,
  • OSAR en lo que se debe y
  • CALLAR con discernimiento.
El Ulises de Inicioro tiene, en contra de sí, a los dioses, los elementos, los cíclopes, las sirenas, Circe, etc., es decir, a todas las dificultades y todos los peligros de la vida. Su palacio es invadido, su mujer es asediada, sus bienes son saqueados, su muerte es resuelta, pierde sus compañeros, sus navíos son hundidos; en fin, queda solo en su lucha contra la noche y el mal.
Y así, solo, aplaca a los dioses, escapa del mal, ciega al cíclope, engaña a las sirenas, domina a Circe, recupera su palacio, libera a su mujer, mata a los que querían matarlo, y todo, porque quería volver a ver a Itaca y a Penélope, porque sabía escapar siempre del peligro, porque se atrevía con decisión y porque callaba siempre que fuera conveniente no hablar. Pero, dirán contrariados los amantes de los cuentos azules, esto no es magia.
  • ¿No existen talismanes, yerbas y raíces que hacen operar prodigios?
  • ¿No hay fórmulas misteriosas que abren las puertas cerradas y hacen aparecer los espíritus?
Háblanos de esto y deja para otra ocasión tus comentarios sobre la Odisea.
Si habéis leído mis obras precedentes, sabéis entonces que reconozco la eficacia relativa de las fórmulas, de las yerbas y de los talismanes.
Pero éstos apenas son pequeños medios que se enlazan a los pequeños misterios. Os hablo ahora de las grandes fuerzas morales y no de los instrumentos materiales. Las fórmulas pertenecen a los ritos de la iniciación; los talismanes son auxiliares magnéticos; las yerbas corresponden a la medicina oculta, y el propio Inicioro no las desdeñaba.
El Moly, el Lothos y el Nepenthes  tienen su lugar en estos poemas, pero son ornamentos muy accesorios. La copa de Circe nada puede sobre Ulises, que conoce sus efectos funestos y sabe eludir el beberla.
El iniciado en la alta ciencia de los magos nada tiene que temer de los hechiceros. Las personas que recorren la magia ceremonial y van a consultar adivinos se asemejan a los que, multiplicando las prácticas de devoción, quieren o esperan suplir con ello la religión verdadera. Dichas personas nunca estarán satisfechas de vuestros sabios consejos.
Todas esconden un secreto que es bien fácil de adivinar, y que podría expresarse así:
  • «Tengo una pasión que la razón condena y que antepongo a la razón; es por eso que vengo a consultar al oráculo del desvarío, a fin de que me haga esperar, que me ayude a engañar mi conciencia y me de la paz del corazón».
Van así a beber en una fuente engañosa que después de satisfacerles la sed la aumenta cada vez más. El charlatán suministra oráculos oscuros y la gente encuentra en ellos lo que quiere encontrar y vuelve a buscar más esclarecimientos.
Regresa al día siguiente, vuelve siempre, y de ese modo son los charlatanes los que hacen fortuna. Los Gnósticos basilidianos decían que Sophia, la sabiduría natural del hombre, habiéndose enamorado de sí misma, como el Narciso de la mitología clásica, desvió la mirada de su principio y se lanzó fuera del circulo trazado por la luz divina llamada pleroma.
Abandonada entonces a las tinieblas, hizo sacrilegios para dar a luz. Pero una hemorragia semejante a la que alude el Evangelio, le hizo perder su sangre, que se iba transformando en monstruos horribles. La más peligrosa de todas las locuras es la de la sabiduría corrompida.
Los corazones corrompidos envenenan toda la naturaleza. Para ellos el esplendor de los bellos días es apenas un ofuscante tedio y todos los goces de la vida, muertos para estas almas muertas, se levantan delante de ellas para maldecirlas, como los espectros de Ricardo III: «desespera y muere».
Los grandes entusiasmos les hacen sonreír y lanzar al amor y a la belleza, como para vengarse, el desprecio insolente de Stenio y de Rollon.
No debemos dejar caer los brazos acusando a la fatalidad; debemos luchar contra ella y vencerla. Aquellos que sucumben en ese combate son los que no supieron o no quisieron triunfar. No saber es una disculpa, pero no una justificación, puesto que se puede aprender.
  • «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen»,
dijo el Cristo al expirar.
Si fuese permitido no saber la oración del Salvador habría sido inexacta y el Padre nada hubiera tenido que perdonarles.
Cuando la gente no sabe, debe querer aprender.
Mientras no se sabe es temerario osar, pero siempre es bueno saber callar.
¡Paz Profunda!

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