Wednesday, June 1, 2016

Como me hice Místico - A Camille Flammarion




COMO ME HICE MÍSTICO



A Camille Flammarion


Muchos escritores independientes, algunos filósofos y algunos cronistas, han preguntado frecuentemente cómo era posible que algunos jóvenes educados en los principios de la «sana raza», al abrigo «de la superstición», abandonaban de pronto esas enseñanzas  positivas para lanzarse a los estudios místicos e interesarse en los problemas religiosos y filosóficos más  que  en  las  evoluciones políticas,  llevando  su  extravagancia hasta  las investigaciones sobre  las  ciencias ocultas y  la  Magia,  denotando,  sino  una aberración total, al menos cierta debilidad de sus facultades mentales.

Este movimiento hacia el misticismo de la juventud contemporánea inquieta a los hombres maduros y desconcierta sus esperanzas. ¿Se quiere permitir a un antiguo partidario de las doctrinas materialistas, a un médico educado en los principios queridos del positivismo, referir algunos detalles de su evolución intelectual, y mostrar al menos un caso de esa extraña intoxicación mística, vivida desde su origen hasta la crisis aguda? Si los filósofos no se interesan en esta observación, quizás aproveche a los alienistas, puestos que se ha convenido en ciertos medios en considerar a todos los espiritualistas como degenerados o enajenados por lo menos. Es la primera vez que abordo mi autobiografía intelectual y 310 me esforzaré en ser lo más conciso posible.

Así prevengo en principio a todos los correligionarios que puedan ser llamados a seguir mi observación de que yo jamás estuve en contacto con profesores religiosos; advierto también que, por el contrario, todos mis estudios, a partir de la primera enseñanza hasta el doctorado en la Facultad de Medicina, pasando por todos, tanto certificados de primeras letras, certificado de Gramática y todos los demás, me fueron otorgados en escuelas lacias o en el colegio Rollin.

Así, pues, no se puede hablar, de predisposiciones creadas por las enseñanzas de la infancia. En 1882 comencé mis estudios de medicina y me encontré que, en la Escuela de París, todas las cátedras estaban ocupadas por materialistas que enseñaban las doctrinas que constituían su credo, bajo la etiqueta de evolucionismo. Como consecuencia, yo me hice un ardiente «evolucionista», participando y propagando de la mejor buena fe el credo materialista, Y cierto es que existe una fe materialista, que yo creo necesaria a toda inteligencia que trata de evolucionar en determinado momento.

El materialismo que nos enseña a trabajar por la colectividad sin esperanza alguna de recompensa, ya que sólo el recuerdo de vuestra personalidad es lo que puede subsistir detrás de vosotros; esta doctrina que deseca el corazón y enseña a no considerar más que a los fuertes en la lucha por la vida, tiene, no obstante, una poderosa influencia sobre la razón y ésta retiene un poco sus violencias y sus peligros. Bien sabemos las ventajas que el materialismo supo sacar de la doctrina de la evolución, y a pesar de ello, mi estudio profundo de la evolución es el que hubo de demostrarme la debilidad de las teorías del materialismo y sus errores de interpretación. Se me dijo: «Estas sales minerales y esta tierra, lentamente descompuestas y asimiladas por la raíz del vegetal, tienden a evolucionar y convertirse en células del vegetal.

Ese vegetal, a su vez, transformado por las secreciones y los fermentos del estómago del animal, se convertirá en kilo y se transformará en células de ese animal». Pero pronto la reflexión me hizo comprender que se olvidaban en la doctrina uno de los factores más importantes del problema a resolver. Sí; el vegetal digerido se convierte en la base material de una 311 célula animal, pero a condición de que la sangre y la fuera nerviosa (es decir, las fuerzas superiores en la escala de la evolución), se sacrifiquen por la evolución de la célula vegetal y de su transformación en kilo. En suma, todo superpuesto en la serie, toda evolución reclama el sacrificio de una y frecuentemente de dos fuerzas superiores. La doctrina de la evolución es incompleta. No representa más que uno de los aspectos del hecho y descuida el otro pone a la vista la ley de la lucha por la vida, pero olvida la ley del sacrificio que domina todos los fenómenos. Poseso de esta idea que acabo de exponer, resolví profundizar cuanto me fuera posible en mi descubrimiento y persiguiendo este fin, pasé los días en la Biblioteca nacional.

Por entonces, era alumno externo de los hospitales; un año de trabajo, a lo sumo dos, me eran precisos para lograr ser interno y conseguir que quizá fuese, de este modo, fructuosa mi carrera de médico. Me consagré por entero al estudio de las obras de los alquimistas, de los viejos grimorios mágicos y de los elementos de la lengua hebraica. Durante estos años, mis compañeros se dedicaron al estudio de los tratados de la facultad; desde este momento se vislumbró claramente mi porvenir.

El descubrimiento que yo creí haber hecho lo hallé en las obras de Luis Lucas; luego en los textos herméticos, y por fin, en las tradiciones indias y en la Cábala hebraica. Sólo el lenguaje era distinto; donde nosotros escribimos HCL, los alquimistas dibujaban un león verde, y donde nosotros escribimos: los alquimistas dibujaban un guerrero (Marte, el Hierro), devorado por el león verde (el ácido). En algunos meses, esos famosos grimorios enramen tan fáciles, en su lectura, que las obras, bastante más obscuras, de los pedantes químicos contemporáneos.

Cuanto más me adiestraba en el manejo de este maravilloso 312 método analógico, tan poco conocido de los filósofos modernos, más claro aparecía a mis ojos la síntesis común de todas las ciencias, demostrándonos que los antiguos han sido vilmente calumniados, en el aspecto científico, por una incalificable ignorancia histórica de los profesores de ciencias de nuestros días.

* * *

Estudiando los libros herméticos, tuve las primeras revelaciones de un principio de acción en el ser humano, por el que nos es fácil comprender todos los fenómenos hipnóticos y espiritistas. Había aprendido en la Escuela de medicina que toda enfermedad corresponde a una lesión celular y que ninguna función puede realizarse sin un trabajo celular. Todos los fenómenos psíquicos, todos los hechos de volición e ideación, todos los hechos de memoria, corresponden a un trabajo de ciertas células nerviosas, y la moral, las ideas de Dios y del Bien, era el resultado mecánico producido por los efectos de la herencia o del medio sobre la evolución de las células nerviosas.

En cuanto a los filósofos llamados «espiritualistas» y a los «teólogos», debían ser considerados, sea como gentes ignaras, desconocedoras de la anatomía y de la fisiología, o bien como perturbados, más o menos enfermos, según los casos. Un libro de fisiología carecía de valor si no estaba escrito por un médico, y si este médico no pertenecía a la Escuela de las gentes «instruidas» y razonables, es decir, a la escuela materialista oficial. Y se les solía decir a los ingenuos que creían de buena fe en el alma, que «el alma jamás había sido hallada bajo su escalpelo». He aquí en pocas palabras el resumen de las opiniones fisiológicas que se nos enseñaba.

Yo tuve siempre la peligrosa manía de no aceptar una idea sino después de haberla estudiado por mí mismo bajo todos sus aspectos. Deslumbrado al principio por la enseñanza de la Facultad, compartí, como dije al principio, sus doctrinas, pero poco a poco fueron surgiendo dudas que yo trataba de aclarar. La Facultad nos enseñaba que no se llevase a cabo nada sin 313 poner en juego la mayor cantidad posible de órganos, porque la división del trabajo se establece mejor en el organismo.

Así, cuando se incendió el HOTEL-DIEU; tuvimos ocasión de ver paralíticos cuyas piernas estaban completamente atrofiadas y cuyos nervios habían perdido completamente su condición de órganos, recobrar, de pronto, el uso de sus miembros, hasta ese momento inútiles. Pero esto aún solo podía ser un débil argumento. Las experiencias de Floureus demostraron que nuestras células se renovaban todas en un espacio de tiempo que para el hombre no excedía de tres años.

Cuando yo veía a un amigo tras un Interregno de tres años, ya en mi amigo no había ninguna de las células materiales que antes tenía, y no obstante las formas del cuerpo se conservaban tanto que los rasgos que me permitían distinguir a mis amigos de las demás personas, permanecían.

¿Cuál era, pues, el órgano que presidía esta conservación de las formas, así que ningún órgano de su cuerpo escapaban a esa ley de renovación descrita por Floureus?

Este argumento es uno de los que más me inquietaron. Pero iremos aún más lejos. Claudio Bernard estudiando las relaciones de la actividad cerebral con la producción de la idea, dedujo que el nacimiento de cada idea provocaba la muerte de una o varias células nerviosas, aunque esas famosas células nerviosas, que eran y son aún el baluarte de la argumentación de los materialistas, después de largas investigaciones vuelven a su verdadero papel, que es el de instrumentos y no el de agentes productores la célula nerviosa es el medio de manifestación de la idea y no puede, de ningún modo, generar por sí misma esta idea. Todas las células del ser humano   son reemplazadas en un   tiempo determinado.

Así, cuando rememoro un hecho ocurrido hace años antes, la célula nerviosa que en aquella época hubo registrado este hecho ha sido reemplazada, ciento, mil veces, y si esto es así, ¿cómo el recuerdo del hecho se ha conservado intacto a través de esa hecatombe celular? ¿A qué queda reducida la teoría de la célula generatriz? Y hasta esos elementos nerviosos a los que se hizo juzgar tan importante papel en los actos del movimiento, son tan indispensables a ese movimiento, que, como la embriología nos enseña, el grupo de células embrionarias que más tarde ha de constituir el corazón, late rítmicamente cuando aún los elementos nerviosos del corazón no se hallan constituidos. Estos pocos ejemplos tomados al azar entre una gran cantidad de hechos, me condujeron a constatar que hasta aquel momento el materialismo conducía a sus adeptos por un falso camino, confundiendo al instrumento inerte con el efectivo agente de acción. La prueba de que el centro nervioso fabrica la idea -nos dice el materialismo- está en que toda lesión del centro nervioso repercute sobre los hechos de ideación y si una lesión se produce en la tercera circunvolución frontal izquierda, provocará una afasia y esta afasia será de un carácter particular, según el grupo de células nerviosas atacado por la lesión.

Este razonamiento es, sencillamente, absurdo, y para demostrarlo vamos a aplicar iguales razonamientos a cualquier hecho; por ejemplo, al telégrafo: La prueba de que el aparato telegráfico fabrica el despacho es que toda lesión del aparato telegráfico repercute en la transmisión del despacho, y si se corta el hilo telegráfico el telegrama no podrá circular. He aquí el valor de los razonamientos materialistas: Se olvidan del telegrafista, o hacen como que ignoran su existencia. El cerebro es respecto de un principio espiritual que en nosotros existe, exactamente igual a lo que es el aparato transmisor al telégrafo. La comparación es ya vieja, pero siempre es excelente. El materialista viene a decirnos: «Supongamos que el telegrafista no existe, y razonemos como si no existiera». Sentado esto, hace una afirmación dogmática: «El trasmisor telegráfico marcha solo y produce el despacho después de una serie de movimientos mecánicos provocados por los reflejos».

Sentada esta afirmación el resto va solo, y el materialista concluye alegremente por demostrarse que el alma no existe y que el cerebro por sí mismo produce las ideas, como el aparato telegráfico produce el telegrama. No ataquéis a este razonamiento: es un dogma positivista tan sectariamente definido y 315 enseñado como cualquier dogma religioso. Yo sé cuánto me ha costado el descubrimiento de la vacuidad de tales razonamientos. He sido acusado de superchería porque se ha supuesto que, un materialista que se convierte en místico, no puede ser más que un embaucador o un loco. Sólo me queda darles las gracias a mis adversarios, por tales conceptos, pero sigamos. Del mismo modo que podemos constatar que las células materiales del cuerpo son simplemente los útiles de alguna cosa que conserva la forma del cuerpo a través de las desapariciones de esas células, podemos ver también cómo los centros nerviosos no son más que instrumentos de alguna cosa que utiliza esos centros como instrumentos de acción o de recepción. El anatomista armado de su escalpelo nunca descubrirá el alma, disecando cadáveres, como tampoco un mecánico armado de sus pinzas podrá nunca descubrir al telegrafista desmontando un aparato telegráfico, o al pianista desmontando un piano. Me parece inútil seguir demostrando la vacuidad de tales ideas, que diariamente oponen los llamados filósofos positivistas, a sus adversarios. Antes de terminar estas líneas deseo llamar la atención de los lectores sobre dos «trucos» de razonamiento, utilizados por los materialistas en las discusiones, y de los cuales echan mano generosamente en cuanto se sienten inferiores en la controversia.

El primer «truco» consiste en indicar al ingenuo adversario, como documentación, «Ciencias especiales y memorias obscuras» que se suponen desconocidas del contrincante. ¿Cómo osa usted, señor, hablar de las funciones cerebrales, e ignora usted la cristalografía?  ¿Se atreve usted a abordar estas cuestiones y no ha leído usted la última memoria de M. Tartempion sobre las funciones cerebrales del hombre de la edad terciaria y del pez rojo? Vaya usted a la escuela, caballero, y no vuelva usted a discutir conmigo en tanto no sepa los elementos de la cuestión que trata de abordar.  Estos señores, que de tal modo se conducen, por lo general, son alumnos brillantes de la Facultad de Medicina, que sólo 316 conocen de la psicología y de la filosofía el nombre... ¡y gracias!

El segundo «truco» consiste en anonadarnos con el ridículo, por haber tenido la audacia de emitir una «opción» contraria a las ideas sustentadas por M.X. quien- suelen decir- tiene más títulos que nosotros. ¡Cómo es posible! Usted es un simple doctor en medicina, y trata usted ya de discutir las opiniones de M.O... Catedrático auxiliar, o de M.Z.… ilustre profesor. ¡Primero sea usted lo que ellos son, y después, ya veremos! Todo esto no son más que salida de tono, pero empleadas con tanta frecuencia, que se han utilizado recientemente con B. de Brunetiére, quien osó hablar de CIENCIA, él que ni siquiera era médico... ¡¡¡Horror!!! Y cuando se es médico, hace falta ser auxiliar; y cuando se es auxiliar, es preciso ser catedrático; y cuando se es catedrático, académico; y cuando un miembro de la Academia de Ciencias, se atreve a afirmar su fe en Dios y en la inmortalidad del alma, como lo hizo Pasteur, suele decirse que es viejo y que sólo la decrepitud puede inspirar tales doctrinas. Tales son los fuegos de artificio de que se valen los materialistas, pero basta conocerles para relegarlos a su justo valor. Tampoco sería justo decir que la fe es una gracia especial concedida a algunas criaturas; estoy persuadido, desde lo que yo llamaría mi evolución personal, de que la fe se adquiere con el estudio, como todo lo demás.

Pero el tránsito materialista tiene, no obstante, una gran importancia; permite abordar la psicología, existe un principio intermediario encargado de establecer las relaciones entre los dos extremos y que está fuera del dominio de la fisiología. Este principio, conocido hoy con el nombre de vida orgánica y que ejerce su acción exclusivamente sobre sus órganos de fibra lisa, por el intermediario del nervio gran simpático, tiene, a mi juicio, una existencia bien definida y no niega nada de las deducciones metafísicas. Los antiguos herméticos llamaban a este principio, cuerpo o formador, cuerpo astral, y a él es al que se le atribuían la conservación y sostenimiento de las formas del organismo. Así, puedo decir que el estudio de ese cuerpo astral que yo he proseguido hasta hace unos diez años, me permite dar una 317 explicación muy científica de esos extraños fenómenos hipnóticos y espiritistas que tanto desconciertan en la actualidad a algunos profesores de la Facultad de París. Además, un serio examen de todas las teorías expuestas, para explicar esos hechos, me permiten afirmar que la teoría del hermetismo sobre la constitución del hombre, teoría que no ha variado desde la XVIII dinastía egipcia, o sea desde hace treinta y seis siglos, es la única que de una manera lógica y satisfactoria explica todos los hechos observados.

Podemos también abordar el problema de la muerta y el de la supervivencia de la personalidad al otro lado de la tumba, y este estudio debe tener bastante interés, puesto que muchos «jóvenes» contemporáneos, pertenecientes a la intelectualidad, prefieren estas investigaciones a las carnicerías de la política y a la lucha de los partidos. En otra ocasión hablaré de mi vida esotérica.

Por el momento, sólo he deseado simplemente presentar al lector el camino seguido esotéricamente, desde mis convicciones materialistas hasta mis estudios místicos actuales.
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Breve Reseña Histórica y Fundamentos del Martinismo


BREVE RESEÑA HISTÓRICA Y
FUNDAMENTOS DEL MARTINISMO




El Martinismo está estrechamente ligado a la Logia Rosacruz y a la Masonería. Para comprender, en cierto sentido el significado profundo del Martinismo, es necesario conocer las órdenes y el movimiento anterior al surgimiento de éste. En el siglo XVIII a comienzos de la Edad Contemporánea, surge la figura de Joaquín Martines de Pasqually. En esta época la Rosacruz de Oro realiza actividades en común con la Franc Masonería. Martines de Pasqually va a realizar actividades en las logias masónicas de Aviñon, Marsella, Montpellier, Foix y Tolosa. En 1754 funda el capítulo de los jueces Escoceses y luego, en 1760, instala un templo de los verdaderos Caballeros Masones Elegidos Cohén del Universo, Así sucesivamente se va configurando una serie de templos en los principales países de Europa. En el año 1766 Martines de Pasqually abre en pleno París un nuevo Templo Cohén, con la ayuda de Juan Bautista Willennoz, Bacon de la Chevaleríe y el Conde de Lurignan. Dos años más tarde aparece la figura de Louis Claude de Saint Martain quien se encuentra con Martines de Pasqually; pronto se convierte en su secretario más apreciado.
La Orden de los Elegidos Cohén cada vez crece más; se prestigia en Europa y surgen templos en varias ciudades. Durante este período la Franc masonería y los Rosacruces utilizaban las mismas logias; al parecer trabajaban unidos. Joaquín Martines De Pasqually, el 6 de mayo de 1772, viaja a Santo Domingo donde va a formar varios Templos Cohén. Escribe su “Tratado de la Reintegración de los Seres” el que no alcanza a terminar.
Desde América mantuvo contacto permanente con sus discípulos en Europa. Envió constantemente instrucciones de curso y rituales. Después de dos años muere en Puerto Príncipe el 20 de septiembre de1774, habiendo sido durante toda su existencia un hombre ocultista de los más notables de su época. A la muerte de Joaquín Martines De Pasqually, la Orden de los Elegidos Cohén decae, como ha sido en toda la historia. Los templos de Rochela, Marsella y Libourne se fusionan con la Gran logia de Francia. Las tendencias se dividen; unos se unen con las órdenes masónicas tradicionales más operativas y otras desean un camino más místico, más interior y se convierten en adeptos del Martinismo.
Juan Bautista Willermoz, nacido el 10 de julio de 1730, en Saint-Claude (Franco Candado), se transforma en guía del grupo de tendencias más operativa; posee una sólida experiencia esotérica y una amplia formación especialmente en la Masonería. Fue Venerable Maestro a los 22 años. En 1752 fue consagrado como Maestro Masón y en el año 1762, pasa a ser el preceptor de la Gran Logia de los Maestros Regulares. Al año siguiente junto a Pierre-Jacques, fundó el Soberano Capítulo de los Caballeros del Águila Negra Rosacruz, cuyos trabajos estaban basados en la alquimia. Esta orden trabajó en unión de ideas y pensamientos con la Rosacruz de Oro de Alemania.
Willennoz fue iniciado en el seno de la Orden de la Estricta Observancia Templaría, en el año 1774, dirigida por el príncipe Federico de Brunswick y el barón Von Hund. En el año 1776 participa en la creación del Directorio Escocés de la Provincia de Auvernía de la estricta Observancia. Finalmente, participa en la creación de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la ciudad Santa, con la que queda ligado hasta sus últimos días de vida; fallece el 20 de mayo de 1824. La obra de Willermoz actualmente sigue dando luz, vida, y amor a las distintas logias Martinista en el mundo…
Saint Martain nació en Amboisse, Francia, el 18 de enero de 1743. Su niñez, es poco conocida, sólo se sabe que su madre murió a una edad temprana cual habría influido en la formación de su personalidad, en especial lo relativo a su excesiva sensibilidad y constante búsqueda de respuestas, así como la dulzura de su refinamiento bondadoso. Las relaciones con su padre fueron difíciles debido a las inquietudes de este adolescente a tan temprana edad, tuvo un hermano del cual tampoco se sabe mucho. Cuando pequeño debe haber sentido la falta de su madre, aunque se dice que desde niño demostraba una gran fortaleza mental. Claude de Saint Martain dice en sus cartas, que trató de cumplir sus obligaciones para con su padre a costa de gran sacrificio; de este modo se reprimió en si mismo realizar sus propios proyectos. Después de haber terminado su instrucción. En su vida tuvo muy buena afinidad con el supuesto, pero nunca se casó; decía que había nacido exclusivamente para la vida espiritual. En su vida aparecen. Varías damas importantes en esa época, entre ellas la duquesa de Bourlon, Madame Bry, Madame de Saint Dicher Madame Polomien, Madame de Bríssac y otras.
Quizás la mujer que más influyó en él, fue Madame Boecken, debido a su gran espiritualidad e inteligencia. El conocía muy bien las obras de jacobo Boehme, de aquel extrajo muchas de sus enseñanzas. Le tocó vivir la Revolución Francesa, por lo cual pensaba con verdadera compasión de la gran cantidad de personas que sufrían. Según Cazotte, que fue uno de sus amigos más íntimos, Saint Martain nunca trató de cambiar el destino de los acontecimientos. Cuando la muerte y la destrucción cayó en Francia el trato de ayudar a los necesitados, sin temer por su pronta vida. Finalmente lo obligaron a irse a Amboisse donde permaneció hasta su muerte, el 13 de octubre de 1803, cuando había cumplido los 60 años de edad.
La formación espiritual de Claude de Saint Martain, se fue complementando gradualmente hasta transformarse en un Gran iniciador creador y fundador del Martinismo. Eligió el camino del corazón y del amor, y se transformó en un extraordinario Teurgo, lo que le permitió una íntima y estrecha relación con la Divinidad. Huyó de la pomposidad y lujos de las logias; buscaba una conexión directa de simple expresión en las experiencias de su alma.

FUE ASÍ FORMO NACIÓ EL MARTINISMO.

Saint Martain tuvo contado con el llamado “Agente Desconocido” de quien recibía enseñanzas de las que quedaba extraordinariamente impresionado. En esa época escribe su primer “Libro de Errores y de Verdad”; firmó este libro con el seudónimo de “El Filósofo Desconocido” y su obra fue muy comentada en los círculos de los iluminados. Su tesis era que, mediante el conocimiento de su propia naturaleza, el hombre puede obtener el conocimiento de su creador y de toda su creación; como también los fundamentos de las Leyes del Universo. Saint Martaín fue un iluminado y deseaba ardientemente compartir los conocimientos recibidos; pero sólo a aquellos que estuvieran preparados para recibirlos y comprenderlos. A lo largo de su vida pudo encontrar lecciones ocultas que lo guiaban hacia la perfección y consolidación de su ideal.
Otro de sus libros fue “El Escenario Natural” que habla sobre la relación entre la Naturaleza, el hombre y Dios”. Saint Martain fue enemigo del ateísmo y del materialismo en todas sus manifestaciones, los que eran muy comunes en la Europa de esa época. Muchos le empezaron a llamar el Filósofo Desconocido y su característica predominante era la de unir el conocimiento del mundo invisible con el de la mente. Las enseñanzas de Saint Martain se difundieron a partir del año 1785 en Francia, Inglaterra y Rusia preferentemente. En Londres conoció a Law, apodado el místico y también M. Belz, el famoso clarividente; más tarde se hizo amigo de Zinovoew y del príncipe Galitzne quien introdujo el Martinismo en Rusia.
Es necesario recordar que esta escuela fue muy perseguida, especialmente en Rusia, debido a la ignorancia de sus metas y doctrinas, y a las conductas erradas de algunos Martinistas que habían recibido las enseñanzas de Saint Martain. Con respecto a la influencia de la Revolución Francesa, Saint Martain planteaba que la estructura social, cualquiera que ella fuese, no puede ser perdurable si ésta sólo satisface el orgullo y los intereses personales de los individuos, y no está basada en el conocimiento trascendental del ser humano, de acuerdo a las leyes divinas que deben operar en todo orden. Un legislador debe tener una profunda comprensión de la naturaleza íntima de cada persona; de lo contrario tarde o temprano terminarán en graves errores, como lo fue la Revolución Francesa. En el ensayo “El Cocodrilo “, Saint Martain describe la lucha entre las fuerzas del bien y del mal.
Muestra como a través de las cosas sagradas se escapaba el mal, el que tiene un espacio y tiempo que puede ser muy bien reconocido por señales evidentes que no pueden confundirse. El bien y las cosas sagradas siempre saldrán victoriosos sobre el mal; pero, para lograrlo debe existir un combate permanente. Las doctrinas de Saint Martain se esparcieron rápidamente por todo el mundo, bajo el nombre de orden martinista. Él estaba convencido que la mejor modalidad de trabajo era la iniciación individual. Cada miembro era cuidadosamente elegido y se le iniciaba en los principios de la orden. El iniciador le daba los trabajos a realizar, los que estaban de acuerdo con su particular modo de ser y su desarrollo o ritmo. El camino en este sentido era más largo, pero a la vez más seguro; la doctrina permanecía pura e inalterable ganando fuerza y expresión. En su escrito “Nuevas Revelaciones”, explica la relación entre el ser humano y su Creador; con esto el poder ilimitado y la libre determinación. Estos rasgos, aunque llevan consigo reflejos de Dios pueden trabajar en perfecta concordancia con las leyes universales, acercándose a la anhelada felicidad. Estas mismas facultades, pueden interrumpir la unión con el Creador y someter al ser humano a una vida común sin trascendencia. Sin embargo, el ser humano puede desarrollar sus aptitudes para elevar su nivel de vida. Saint Martain consideraba la unidad como lo esencial de le cual todo emana.
Así, todo ser humano en cualquier plano nivel de evolución esta expuesto a la primera causa, que es la unidad: así como los rayos solares que aunque viajan muy lejos siempre mantienen su unidad con la luz, central que emana del Sol. Saint Martain planteaba el deseo de unir en el nombre del amor y considera vital la hermandad en la vida social de los humanos. Consideraba que la igualdad era una constante matemática; un resultado del orden y la armonía. Sus fundamentos esenciales se basaban en considerar la hermandad como factor de amor que regula las relaciones humanas entre la justicia, la caridad, la fortaleza y la debilidad. La maldad la explotación y la tiranía no pueden permanecer a la luz del amor fraternal. Un símbolo en la doctrina de Saint Martain es el círculo y los rayos que interfiere. Su constante relación entre la circunferencia de un círculo y los rayos, está expresada en términos matemáticos por la letra N; ya sea porque las dimensiones del círculo sean de milímetros o de millones de kilómetros. Se puede decir entonces, que las circunferencias de los círculos tienen una relación equitativa entre ellos. Lo mismo ocurre con el ser humano, la circunferencia es su bien; la luz es el límite que el ser humano no puede quebrantar.
La luz o la superficie descrita por su rayo en su revolución alrededor del centro, es su área de responsabilidad que según aumenta la circunferencia el círculo también lo hace; y así como crecen los derechos del hombre, crecen también en proporción sus responsabilidades. La imposición de responsabilidades se enfrenta con oposición, por lo cual no puede haber conciliación entre la justicia y la caridad; sin embargo, será todo posible si se fundamenta la hermandad en el altruismo y la solidaridad. La libertad está basada en el cumplimiento de la ley. Ningún ser humano puede transgredir la ley sin, recibir como consecuencia de este acto una pena, aunque no sea consciente de ello. El ser humano debe ser consciente de sus derechos y responsabilidades como alma viviente, sólo cumpliendo con estos preceptos, podrá ser realmente libre y cumplir con su tener que ser en la vida. El anhelo de todo martinista es ayudar a lograr la unidad de toda la humanidad.
Saint Martain fue un profundo pensador con raíces cristianas y deseaba ardientemente construir bases absolutas para una nueva humanidad, basada en el amor a Cristo, cual debía guiar toda la vida del ser humano. Para la Orden Martinista es la Caballería Cristiana, uno de sus miembros debe estar dispuesto a trabajar. Consigo mismo en forma interna y pasar por todas las etapas de un renacimiento espiritual cada vez más profundo, hasta el punto de alcanzar el nacimiento del Cristo interno. La principal responsabilidad de cada miembro de la orden es la de servir a la humanidad en forma completa y perfecta, sacrificando su propia individualidad personal en bien de los demás. El Martinismo anuncia el advenimiento de Cristo en cada ser humano para la redención de la humanidad.
La orden marinista estuvo asociada a la Federación universal de Órdenes Secretas Iniciáticas “FUDOSI”. El lema de los martinistas elegido por el Filósofo Desconocido (…)

“La única iniciación que yo recomiendo y busco con gran pasión de mi alma, es que podamos encontrar el corazón
de la divinidad e inducirlo a que entre en nosotros.
Así seremos perfeccionados y nos uniremos a la obra del creador para la eternidad”.

No existe otra forma de obtener esta iniciación si no se hace un trabajo interno, real y profundo en lo personal.Con respecto a la obra de Saint Martain, Honoré de Balsac fue martinista e iniciado por Henri de Latouche, al que reconoce como gran iniciado, también se relacionó con el príncipe Galitzine de Rusia quien ayudó a la difusión del Martinismo.Aún se distingue la influencia de Saint Martain. Atacó duramente el catolicismo.

En la actualidad el Martinismo ha vuelto a encontrar la vía inferior, el camino de la unidad por el espíritu y corazón. La base de la iniciación martinista es el desarrollo del amor (caritas).Los fundamentos de la filosofía del “Filósofo Desconocido “, están basados esencialmente sobre las teorías de los egipcios y de la escuela pitagórica. Contiene en sus simbolismos la clave que abre el mundo de los misterios de la creación, el que es secreto inefable, incomunicable y únicamente comprensible a los verdaderos adeptos.Estos trabajos no profanan los misterios del velo de Isis con imprudentes revelaciones.

El iniciado que es digno y que está versado en la historia del hermetismo, de sus doctrinas, de sus ritos, de sus ceremonias y de sus jeroglíficos, puede penetrar la secreta y real significación de los símbolos ofrecidos a la meditación del hombre o mujer de deseo.

Los Martinistas se dejan entrever, pero no al simple curioso; es una escuela de alto hermetismo que se descubre a muy pocas personas, prefiriendo la calidad a la cantidad.Estanislao de Guaita en sus recordados discursos, desarrolló la doctrina de que la iniciación es el resultado de una enseñanza; pero que en ella existe un crecimiento personal que es fundamental. Cualquier poder conocido por la naturaleza o la sociedad, debe desarrollarse para ser útil; además, debe adaptarse a la función de aquellos que ha de beneficiar, es decir, el martinismo es flexible adaptable a la realidad en la que se va a desenvolver, sea que este determinada por las personas, por los pueblos o condiciones de ellos y las circunstancias en que se encuentre.

Al parecer, en los primeros años del Martinismo se les conoció como la Escuela de los Filósofos Desconocidos que, según Eliphas Lévi, habría sido fundada por Martines de Pasqually continuada por Louis Claude de Saint Martain, quien habría incorporado a los últimos adeptos de la verdadera iniciación . Saint Martain estaba familiarizado con la antigua clave del Tarot, es decir, el misterio del los alfabetos sagrados y los jeroglíficos hieráticos.

Dejó muchos pentáculos curiosísimos jamás grabados.Uno de ellos fue la clave tradicional de la Gran Obra.Los Martinistas fueron los últimos cristianos de la hueste de los grandes iluminados y fueron ellos quienes iniciaron a Cazotte.A fines del siglo XIX y comiences del XX, el Martinismo dejó de ser conocido y fluyó como una débil corriente de agua, así lo describe Eliphas Levi; sin embargo, contó entre sus filas con personajes tan brillantes como:
Chaptal. Henry Delaage y Constantin Chevillon. La influencia que había perdido fue recuperada gracias a willermoz (como hemos dicho fue discípulo de pasqually quien había centrados sus actividades en lyon) Las enseñanzas se transmitieron secretamente y como resultado, en el año 1887, se empezaron a reunir los grupos Martínistas.


La Orden pudo consolidarse debido al genio de Gerard Encausse (papus), el que la va a reorganizar y le va a dar un nuevo impulso con sus estatutos y reglamentos. Papus crea el Consejo de las Ordenes Martinistas integrado por Estanislao de Guaita, Barlet, Chaboseau, Marc Harven y otros martinistas de la época. La orden entra en trabajos secretos y estrictamente herméticos al enfrentar la Primera Guerra Mundial. Para eso se mantuvo liderando la orden desde 1891 hasta cerca de los inicios de esta guerra; posteriormente va a ser presidida por Chaboseau hasta su muerte en el año 1946, en plena Segunda Guerra Mundial. Los trabajos durante las dos guerras mundiales fueron estrictamente herméticos, más aun siendo el Morfinismo una orden secreta.

Wednesday, December 16, 2015

“Conócete a Ti mismo” - René Guenón

Capítulo VI


"CONÓCETE A TI MISMO"

René Guenón



Habitualmente se cita esta frase: "Conócete a ti mismo", pero a menudo se pierde de vista su sentido exacto. A propósito de la confusión que reina con respecto a estas palabras, pueden plantearse dos cuestiones: la primera concierne al origen de esta expresión, la segunda a su sentido real y a su razón de ser. Algunos lectores podrían creer que ambas cuestiones son completamente distintas y que no tienen entre sí ninguna relación. Tras una reflexión y un examen atento, claramente aparece que mantienen una estrecha conexión.


Si se les pregunta a quienes han estudiado la filosofía griega quién fue el hombre que pronunció primero esta sabia frase, la mayoría de ellos no dudará en responder que el autor de esta máxima es Sócrates, aunque algunos pretenden referirla a Platón y otros a Pitágoras. De estos pareceres contradictorios, de estas divergencias de opinión, estamos en nuestro derecho de concluir que esta frase no tiene por autor a ninguno de los filósofos mencionados, y que no es en ellos donde habría que buscar su origen. Nos parece lícito formular esta advertencia, que parecerá justa al lector cuando sepa que dos de estos filósofos, Pitágoras y Sócrates, no dejaron ningún escrito.


En cuanto a Platón, nadie, sea cual sea su competencia filosófica, está en situación de distinguir qué fue dicho por él o por su maestro Sócrates. La mayor parte de la doctrina de este último no nos es conocida más que por mediación de Platón, y, por otra parte, se sabe que es en la enseñanza de Pitágoras donde Platón recogió ciertos conocimientos de los que hace gala en sus diálogos. Con ello, vemos que es extremadamente difícil delimitar lo que corresponde a cada uno de estos tres filósofos. Lo que se atribuye a Platón a menudo es también atribuido a Sócrates, y, entre las teorías consideradas, algunas son anteriores a ambos y provienen de la escuela de Pitágoras o de él mismo.

Verdaderamente, el origen de la expresión estudiada se remonta mucho más allá de los tres filósofos mencionados. Mejor aún: es más antigua que la historia de la filosofía, y supera también el dominio de la filosofía. Se dice que estas palabras estaban inscritas en la puerta de Apolo en Delfos. Posteriormente fueron adoptadas por Sócrates, así como por otros filósofos, como uno de los principios de su enseñanza, a pesar de la diferencia que haya podido existir entre estas diversas enseñanzas y los fines perseguidos por sus autores. Es probable, por lo demás, que también Pitágoras haya empleado esta expresión mucho antes que Sócrates. Con ello, estos filósofos se proponían demostrar que su enseñanza no era estrictamente personal, que provenía de un punto de partida más antiguo, de un punto de vista más elevado que se confundía con la fuente misma de la inspiración original, espontánea y divina.

Comprobamos que estos filósofos eran, por ello, muy diferentes a los filósofos modernos, que despliegan todos sus esfuerzos para expresar algo nuevo, a fin de ofrecerlo como la expresión de su propio pensamiento, de erigirse como los únicos autores de sus opiniones, como si la verdad pudiera ser propiedad de alguien.

Veremos ahora porqué los filósofos antiguos quisieron vincular su enseñanza con esta expresión o con alguna similar, y porqué puede decirse que esta máxima es de un orden superior a toda filosofía.

Para responder a la segunda parte de esta cuestión, diremos que la solución está contenida en el sentido original y etimológico de la palabra "filosofía", que habría sido, se dice, empleada por primera vez por Pitágoras. La palabra filosofía expresa propiamente el hecho de amar a Sophia, la sabiduría, la aspiración a ésta o la disposición requerida para adquirirla.

Esta palabra siempre ha sido empleada para calificar una preparación a esa adquisición de la sabiduría, y especialmente los estudios que podían ayudar al philosophos, o a aquel que experimentaba por ella alguna tendencia, a convertirse en sophos, es decir, en sabio.

Así, como el medio no podría ser tomado por un fin, el amor a la sabiduría no podría constituir la sabiduría misma. Y debido a que la sabiduría es en sí idéntica al verdadero conocimiento interior, se puede decir que el conocimiento filosófico no es sino un conocimiento superficial y exterior. No posee en sí mismo, ni por sí mismo, un valor propio. Solamente constituye un grado preliminar en la vía del conocimiento superior y verdadero, que es la sabiduría.

Es muy conocido por quienes han estudiado a los filósofos antiguos que éstos tenían dos clases de enseñanza, una exotérica y otra esotérica. Todo lo que estaba escrito pertenecía solamente a la primera. En cuanto a la segunda, nos es imposible conocer exactamente su naturaleza, ya que por un lado estaba reservada a unos pocos, y, por otro, tenía un carácter secreto. Ambas cualidades no hubieran tenido ninguna razón de ser si no hubiera habido ahí algo superior a la simple filosofía.

Puede al menos pensarse que esta enseñanza esotérica estaba en estrecha y directa relación con la sabiduría y que no apelaba tan sólo a la razón o a la lógica, como es el caso para la filosofía, que por ello ha sido llamada "el conocimiento racional". Los filósofos de la Antigüedad admitían que el conocimiento racional, es decir, la filosofía, no era el más alto grado del conocimiento, no era la sabiduría.

¿Acaso la sabiduría puede ser enseñada del mismo modo que el conocimiento exterior, por la palabra o mediante libros? Ello es realmente imposible, y veremos la razón. Lo que podemos afirmar desde ahora es que la preparación filosófica no es suficiente, ni siquiera como preparación, pues no concierne más que a una facultad limitada, que es la razón, mientras que la sabiduría concierne a la realidad del ser al completo.

De modo que existe una preparación a la sabiduría más elevada que la filosofía, que no se dirige a la razón, sino al alma y al espíritu, y a la que podemos llamar preparación interior; éste parece haber sido el carácter de los más altos grados de la escuela de Pitágoras. Ha ejercido su influencia a través de la escuela de Platón y hasta el neo-platonismo de la escuela de Alejandría, donde apareció de nuevo claramente, así como entre los neo-pitagóricos de la misma época. Si para esta preparación interior se empleaban también palabras, éstas no podían ser ya tomadas sino como símbolos destinados a fijar la contemplación interior.

Mediante esta preparación, el hombre es llevado a ciertos estados que le permiten superar el conocimiento racional al que había llegado anteriormente, y como todo esto está muy por encima de la razón, está también muy por encima de la filosofía, puesto que la palabra filosofía siempre es empleada de hecho para designar algo que sólo pertenece a la razón.

No obstante, es asombroso que los modernos hayan llegado a considerar a la filosofía, así definida, como si fuera completa en sí misma, y olvidan así lo más elevado y superior.

La enseñanza esotérica fue conocida en los países de Oriente antes de propagarse en Grecia, donde recibió el nombre de "misterios". Los primeros filósofos, en particular Pitágoras, vincularon a ellos su enseñanza, como no siendo sino una expresión nueva de ideas antiguas.

Existían numerosas clases de misterios con orígenes diversos. Aquellos en los que se inspiraron Pitágoras y Platón estaban en relación con el culto de Apolo. Los "misterios" tuvieron siempre un carácter reservado y secreto, significando etimológicamente la propia palabra "misterios", silencio total, no pudiendo ser expresadas mediante palabras las cosas a las cuales se referían, sino tan sólo enseñadas por una vía silenciosa. Pero los modernos, al ignorar cualquier otro método distinto al que implica el uso de la palabra, al cual podemos llamar el método de la enseñanza exotérica, han creído erróneamente, a causa de ello, que no había aquí ninguna enseñanza.

Podemos afirmar que esta enseñanza silenciosa usaba figuras, símbolos y otros medios que tenían por objetivo conducir al hombre a estados interiores, permitiéndole llegar gradualmente al conocimiento real o a la sabiduría. Tal era el objetivo esencial y final de todos los "misterios" y de otras cosas semejantes que pueden encontrarse en diferentes lugares.

En cuanto a los "misterios" que estaban especialmente vinculados al culto de Apolo y al propio Apolo, es preciso recordar que éste era el dios del sol y de la luz, siendo ésta en su sentido espiritual la fuente de donde brota todo conocimiento y de la que derivan las ciencias y las artes.

Se dice que los ritos de Apolo llegaron del Norte y esto se refiere a una tradición muy antigua, que se encuentra en Libros sagrados como el Vêda hindú y el Avesta persa. Este origen nórdico era incluso afirmado más especialmente para Delfos, que pasaba por ser un centro espiritual universal; y había en su templo una piedra llamada omphalos que simbolizaba el centro del mundo.

Se piensa que la historia de Pitágoras, e incluso su propio nombre, poseen cierta relación con los ritos de Apolo. Éste era llamado Pythios, y se dice que Pytho era el nombre original de Delfos. La mujer que recibía la inspiración de los Dioses en el templo era llamada Pythia. El nombre de Pitágoras significa entonces "guía de la Pythia", lo cual se aplica al propio Apolo. Se cuenta además que fue la Pythia quien declaró que Sócrates era el más sabio de los hombres. Parece entonces que Sócrates estuvo relacionado con el centro espiritual de Delfos, al igual que Pitágoras.

Añadiremos que si bien todas las ciencias eran atribuidas a Apolo, esto era incluso más especialmente en cuanto a la geometría y la medicina. En la escuela pitagórica, la geometría y todas las ramas de las matemáticas ocupaban el primer lugar en la preparación al conocimiento superior. Con respecto a este conocimiento, estas ciencias no eran dejadas de lado, sino que, por el contrario, eran empleadas como símbolos de la verdad espiritual. También Platón consideraba a la geometría como una preparación indispensable a toda otra enseñanza, y había inscrito sobre la puerta de su escuela estas palabras: "Nadie entre aquí si no es geómetra". Se comprende el sentido de estas palabras cuando se las refiere a otra fórmula del mismo Platón: "Dios hace siempre geometría", ya que, hablando de un Dios geómetra, Platón aludía a Apolo.

No debe asombrar que los filósofos de la Antigüedad hayan empleado la frase inscrita en la entrada del templo de Delfos, puesto que conocemos ahora los vínculos que los unían a los ritos y al simbolismo de Apolo.

Después de todo esto, fácilmente podemos comprender el sentido real de la frase estudiada aquí y el error de los modernos a este respecto. Este error deriva de que ellos han considerado esta frase como una simple sentencia de un filósofo, a quien atribuyen siempre un pensamiento comparable al suyo. Pero, en realidad, el pensamiento antiguo difería profundamente del pensamiento moderno. Así, muchos atribuyen a esta frase un sentido psicológico; pero lo que ellos llaman psicología consiste tan sólo en el estudio de los fenómenos mentales, que no son sino modificaciones exteriores -y no la esencia- del ser.

Otros aún ven en ella, sobre todo aquellos que la atribuyen a Sócrates, un objetivo moral, la búsqueda de una ley aplicable a la vida práctica. Todas estas interpretaciones exteriores, sin ser siempre enteramente falsas, no justifican el carácter sagrado que poseía en su origen, que implica un sentido mucho más profundo que el que así se le quiere atribuir. En primer lugar, significa que ninguna enseñanza exotérica es capaz de dar el conocimiento real, que el hombre debe encontrar solamente en sí mismo, pues, de hecho, ningún conocimiento puede ser adquirido sino mediante una captación personal.

Sin esta aprehensión, ninguna enseñanza puede desembocar en un resultado eficaz, y la enseñanza que no despierta en quien la recibe una resonancia personal no puede procurar ninguna clase de conocimiento. Es la razón de que Platón dijera que "todo lo que el hombre aprende está ya en él". Todas las experiencias, todas las cosas exteriores que le rodean no son más que una ocasión para ayudarle a tomar conocimiento de lo que hay en sí mismo. Este despertar es lo que se llama anámnesis, que significa "reminiscencia".

     Si ello es cierto para todo conocimiento, lo es mucho más para un conocimiento más elevado y más profundo, y, cuando el hombre avanza hacia este conocimiento, todos los medios exteriores y sensibles se hacen cada vez más insuficientes, hasta finalmente perder toda utilidad. Si bien pueden ayudar a aproximarse a la sabiduría en algún grado, son impotentes para adquirirla realmente, y se dice corrientemente en la India que el verdadero gurú o maestro se encuentra en el propio hombre y no en el mundo exterior, aunque una ayuda exterior pueda ser útil al principio, para preparar al hombre a encontrar en sí y por sí mismo lo que no puede encontrar en otra parte, y particularmente lo que está por encima del nivel de la conciencia racional. Es necesario, para alcanzar esto, realizar ciertos estados que avanzan siempre más profundamente hacia el ser, hacia el centro, simbolizado por el corazón y donde la conciencia del hombre debe ser transferida para hacerle capaz de alcanzar el conocimiento real. Estos estados, que eran realizados en los misterios antiguos, eran grados en la vía de esta transposición de la mente al corazón.

Había, hemos dicho, una piedra en el templo de Delfos llamada omphalos, que representaba el centro del ser humano, así como el centro del mundo, según la correspondencia que existe entre el macrocosmos y el microcosmos, es decir, el hombre, de tal manera que todo lo que está en uno está en relación directa con lo que está en el otro. Avicena dijo: "Tú te crees una nada, y sin embargo el mundo reside en ti".

Es curioso señalar la creencia extendida en la Antigüedad según la cual el omphalos había caído del cielo, y se tendrá una idea exacta del sentimiento de los griegos con respecto a esta piedra diciendo que tenía cierta similitud con el que experimentamos con respecto a la piedra negra sagrada de la Kaabah.

La similitud que existe entre el macrocosmos y el microcosmos hace que cada uno de ellos sea la imagen del otro, y la correspondencia entre los elementos que los componen demuestra que el hombre debe conocerse a sí mismo primero para poder conocer después todas las cosas, pues, en verdad, puede encontrarlo todo en él. Por esta razón, algunas ciencias -especialmente las que forman parte del conocimiento antiguo y que son casi ignoradas por nuestros contemporáneos- poseen un doble sentido. Por su apariencia exterior, estas ciencias se refieren al macrocosmos y pueden ser consideradas justamente desde este punto de vista. Pero, al mismo tiempo, también poseen un sentido más profundo, el que se refiere al propio hombre y a la vía interior por la cual puede realizar el conocimiento en sí mismo, realización que no es otra que la de su propio ser. Aristóteles dijo: "el ser es todo lo que conoce", de tal modo que, allí donde existe conocimiento real -y no su apariencia o su sombra- el conocimiento y el ser son una y la misma cosa.

La sombra, según Platón, es el conocimiento por los sentidos e incluso el conocimiento racional que, aunque más elevado, tiene su origen en los sentidos. En cuanto al conocimiento real, está por encima del nivel de la razón; y su realización, o la realización del ser, es semejante a la formación del mundo, según la correspondencia de la que hemos hablado. Es ésta la razón de que algunas ciencias puedan describirse bajo la apariencia de esta formación; este doble sentido estaba incluido en los antiguos misterios, del mismo modo que en todas las enseñanzas que apuntan al mismo fin entre los pueblos de Oriente. Parece que igualmente en Occidente esta enseñanza ha existido durante toda la Edad Media, aunque hoy haya desaparecido completamente, hasta el punto que la mayoría de los occidentales no tiene idea alguna de su naturaleza o siquiera de su existencia.

Por todo lo precedente, vemos que el conocimiento real no tiene como vía a la razón, sino al espíritu y al ser al completo, pues no es otra cosa que la realización de este ser en todos sus estados, lo que constituye el fin del conocimiento y la obtención de la sabiduría suprema. En realidad, lo que pertenece al alma, e incluso al espíritu, representa solamente grados en la vía hacia la esencia íntima que es el verdadero Sí, y que puede ser encontrada tan sólo cuando el ser ha alcanzado su propio centro, estando unidas y concentradas todas sus potencias como en un solo punto, en el cual todas las cosas se le aparecen, estando contenidas en este punto como en su primer y único principio, y así puede conocer todas las cosas como en sí mismo y desde sí mismo, como la totalidad de la existencia en la unidad de su propia esencia.

Es fácil ver cuán lejos está esto de la psicología en el sentido moderno de la palabra, y que va incluso mucho más lejos que un conocimiento más verdadero y más profundo del alma, que no puede ser sino el primer paso en esta vía. Es importante indicar que el significado de la palabra nâfs no debe ser aquí restringido al alma, pues esta palabra se encuentra en la traducción árabe de la frase considerada, mientras que su equivalente griego psyché no aparece en el original. No debe pues atribuirse a esta palabra el sentido corriente, pues es seguro que posee otro significado mucho más elevado que le hace asimilable al término esencia, y que se refiere al Sí o al ser real; como prueba, tenemos lo que se dice en el siguiente hadith, que es como un complemento de la frase griega: "Quien se conoce a sí mismo, conoce a su Señor".

Cuando el hombre se conoce a sí mismo en su esencia profunda, es decir, en el centro de su ser, es cuando conoce a su Señor. Y conociendo a su Señor, conoce al mismo tiempo todas las cosas, que vienen de Él y a Él retornan. Conoce todas las cosas en la suprema unidad del Principio divino, fuera del cual, según la sentencia de Mohyiddin ibn Arabî, "no hay absolutamente nada que exista", pues nada puede haber fuera del Infinito.