EL MITO SOLAR
Del libro
“De la Masonería Oculta y de la Iniciación Hermética
Jean-Marie Ragón
El mito fundamental de la Francmasonería es la historia del Arquitecto Hiram Abiff, la cual es una de tantas versiones del mito solar y de la historia de la evolución realizada por el alma humana.
Sería un gran error creer que los mitos son meras fábulas, carentes de base cierta. Los mitos sirvieron antiguamente para exponer determinadas verdades de manera pintoresca, cuya interpretación sólo estaba al alcance de los iniciados. Los autores de los mitos fueron iniciados que se valieron de los símbolos para exponer las realidades del espíritu. La universalidad de estos símbolos y mitos se debe a que los antiguos misterios eran también universales y a que en todos ellos se recomienda la misma vía del espíritu.
El mito solar representa la actividad del Logos en el Universo, reflejada en la naturaleza por el curso que describe el sol. El Dios Sol, el Cristo, el Iniciado, el Héroe, el Arquitecto o como se quiera denominar al personaje de la leyenda, nace siempre en el solsticio de invierno durante las primeras horas del día 25 de diciembre, cuando la constelación de la Virgen aparece en el horizonte; de forma que siempre nace de una Virgen. Esto representa el descenso del Logos a la materia. El niño nacido así es débil como los días de invierno, que son los más cortos del año. Entonces le acechan toda clase de peligros, pero el dios vive va adquiriendo fuerza en el seno de la materia que anhela acabar con el Divino Legislador, hasta que los días se alargan, y llega el equinoccio de primavera en que el hombre ha de ser crucificado en la cruz de la materia. El sol no puede ser prisionero de los elementos durante mucho tiempo y tarda en levantarse triunfante en el cielo derramando su vida por todo el universo. De manera que la leyenda del Dios Sol representa el nacimiento, encarnación o inmersión en la materia del Dios solar, los peligros que le amenazan en la infancia, la muerte aparente y enterramiento en el reino mineral, la resurrección en el desarrollo de los reinos superiores y la ascensión final de la vida al ciclo, en donde recibe la vida descendente del Padre y forma el cuerpo causal: triple vehículo del espíritu humano.
Sabido es que todos los dioses solares (Horus, Mitra, Freyr, Baco, Adonis, Jesús, Huitzilopochtli, etc.) nacen en e1 solsticio de invierno y mueren en el equinoccio de primavera. Esta insistencia en la misma fecha demuestra que no se trata de la historia de un hombre, sino de la de un héroe de un mito solar.
En cuanto a los ritos iniciáticos hemos de creer que, aparte la significación corriente que se da a los mismos, tienen otras altamente interesantes, Ragón expone la alquímica. Nosotros vamos a describir la que creemos más repetida en los Misterios.
Los ritos iniciáticos representan la evolución del espíritu humano, evolución que en el sistema cristiano (que es la más familia al alma occidental) se verifica en las etapas de purificación, Iluminación y Unión, descriptas en las obras de los místicos. En las escuelas hindú y budista el sendero se divide en dos partes: el sendero de prueba y el propiamente dicho. El primero representa el sendero de purgación o purificación del cristianismo. Los budistas e hindúes dividen el sendero en si en cuatro etapas, dos de las cuales corresponden a la etapa de Iluminación, y otras dos a la de unión.
Las iniciaciones son cuatro: en la primavera nace el Cristo en el discípulo. En ella realiza el iniciado su unión con todo lo vive, identificándose con la vida y no con las formas. Este es el segundo nacimiento del hombre: el primero se realizó en la vida de la materia; el segundo, en la del espíritu, que es el nacimiento a que alude Jesús cuando dice: “Si queréis entrar en el reino de los ciclos habréis de convertiros en niños.”
Este niño es el Héroe o iniciado que nace siempre en una caverna, cueva, o pesebre, mientras en el Oriente luce “la estrella de la iniciación”. Luego el niño se ve cercado de tinieblas y peligros; pero, a pesar de ello, se fortalece en sabiduría y poder, hasta que alcanza la segunda iniciación, simbolizada por el bautismo en agua y en espíritu.
En la tercera, simbolizadla por la transfiguración, triunfa el hombre del espíritu de las tinieblas y camina hacia Jerusalén para recibir el bautismo de “Espíritu Santo y Fuego”, prueba final y última etapa del “Camino de la Cruz.”
La cuarta etapa se simboliza por la pasión y la cruz. El ser idealista que ama a la Humanidad ha de sacrificarse por ella. Entonces el Hombre, el Héroe, siente la amarga agonía del jardín, bebe la copa de la traición y, abandonado por todos, hasta por el mismo Padre, muere y desciende a los infiernos, para no desconocer ninguna región del universo, como descendieron Quetzalcóatl, Mitra, Baco, o Dionysios, Baldur, Bal-Sab, Esculapio, Jacinto, Marduc, Jesús, Bel Merodac, etc. y libertado de su cuerpo material que se encuentra en trance, vuelve a ver la Luz y se siente uno con el Padre.
Luego llega la quinta iniciación, simbolizada por la Resurrección y la Ascensión. El Iniciado se yergue triunfante sobre la muerte y el infierno, y tras una breve estancia en la tierra para enseñar a sus discípulos, asciende a los cielos. El “niño” se ha convertido en Hombre Perfecto o Maestro Masón.
La etapa de evolución del espíritu humano representada por Gethsemaní y el Calvario se llamaba en Egipto “río de la muerte”. Hablando de esta ceremonia dice Singleton, 33º;
“Luego de pasar el iniciado por todas las ceremonias y ritos preliminares, era obligado a representar una muerte mística, la cual quería significar el olvido de las imperfecciones de la vida mala y corrompida, como, asimismo, un descenso al Hades, en donde había de limpiarse de toda mancha por medio de lustraciones y purificaciones realizadas con auxilio del fuego, el agua y el aire, tras de lo cual el epopta, a quien se consideraba como ser vuelto a nacer, volvía a la vida de luz y pureza y era protegido por la divinidad.”
Faber dice que “las iniciaciones en Misterios representaban el mítico descenso al Hades y la vuelta a la luz del día.”
Vail cree que las ceremonias reproducen la historia de cada alma. No simbolizan un hecho externo, sino una realidad interna. El candidato era recibido por el hierofante, colocado con los brazos extendidos sobre una cruz y tocado con el tirso o “lanza” en el corazón, entrando entonces en profundo trance. El cuerpo se depositaba después en una cripta o en un féretro. Mientras el cuerpo era enterrado, el espíritu entraba el mundo invisible (Hades), en cuyo lugar era sometido a las pruebas de la tierra, el agua, el aire y el fuego. Al tercer día y antes de amanecer, cuando aún era de noche, la cruz en que yacía el cuerpo era levantada y colocada en donde el sol naciente pudiera iluminar la faz del neófito. A medida que el sol sa1ía, el iniciado resucitaba, levantándose de los muertos, triunfante de la muerte y del infierno.
El trance representaba la muerte en el pecado. La alegoría de la crucifixión significa el sacrificio de todo lo perteneciente a la vida inferior, puesto que para llegar al universo con la Divinidad, debe renunciar el neófito a todo deseo de separabilidad. Dícese que el Cristo fue crucificado en el monte Gólgota, lo cual es una prueba más de la significación de la alegoría de su muerte, ya que las montañas simbolizan, siempre espiritualidad, al par que son los lugares en donde viven los iniciados y se verifican las iniciaciones. El renacimiento significa la resurrección a la justicia; o sea la llegada a la meta del Hombre Perfecto. La frase “resurrección de los muertos” es mística y significa la iluminación.
Los francmasones podrán sacar grandes analogías entre este mito solar y la leyenda de Hiram Abiff.