DISCURSO INICIÁTICO
(A todos los hombres de buena
voluntad)
Hombre de Deseo,
hermano desconocido, tú que caminas hacia Tebas, en cualquier región de
nuestras tierras en donde te encuentres, es en ti que pienso y es a ti que me
dirijo. Es en ti que pienso y es a ti a quien le hablo; porque en los desiertos
preparatorios has aprendido nuestro idioma materno y los verbos primitivos de
los Antiguos son para ti, como para nosotros, luminosas antorchas, oh viajero
desconocido que amo como a un hermano. Mañana serás el maestro poderoso de los
reinos terrestres; aún ayer ¿no eras el esclavo de la última de las razas y no
servías a los reptiles de la tierra? Hoy, discípulo de un Maestro, incierto en
el porvenir, tímido todavía, te espantas en las puertas de la Luz. Quizá
repasando en tu memoria las etapas recorridas para llegar hasta ahí,
encontrarás alguna nueva seguridad, alguna enseñanza para el presente. Cuando
viniste, saliendo del mundo entre
nosotros, eras solo un recuerdo del hombre cuyo nombre llevabas. Pero todas tus
facultades, todas tus virtudes, todas tus promesas a tus antepasados estaban
sumergidas en el olvido voluntario en donde las habías dejado dormirse.
Pertenecías a esta masa humana concebida en el pecado y por el pecado, visto
las inconscientes iniquidades de los que te engendraron. ¡Qué cuadro tan lúgubre
el de esta vida humana a la cual pertenecías totalmente hasta entonces!
El hombre, portador
en el seno materno de defectos hereditarios y cargado ante la vía de un destino
ya doloroso, aparece un día aplastado bajo el peso de esas “tenebrosas
pasividades”. Nace, va a recibir interiormente la leche maculada de esas mismas
manchas, y exteriormente miles de tratamientos torpes que van a deformar su
cuerpo antes de que esté formado. Concepciones pervertidas, lenguas falsas y
corrompidas van a asaltar todas sus facultades y expiarlas en el curso de su
desarrollo para luego infectarlas. Viciado en su cuerpo y en su espíritu antes
de poder usarlo, va a entrar en la triste administración de los que lo rodearán
en su primer año, quienes sembrarán al azahar en esta tierra gérmenes
desordenados y malos. La juventud, la edad viril será solo un desarrollo
sucesivo de todos estos gérmenes. Un régimen físico casi siempre contrario a la
naturaleza va a seguir presionando en contrasentido del principio de su vida. Desviado
cada vez más de su línea, y codicioso de ciencias externas, lleva hacia afuera
y desparrama todas las facultades de su espíritu en lugar de llevarlas hacia su
interior, el que le hubiera enseñado todo y dado todos los tesoros. Se olvida
en ocasiones fútiles e ilusorias que aparecen ante sus ojos como la realidad, y
que borran para él hasta la pasividad del tiempo.
Y así es como en
medio de una tempestad perpetua, llega al término de su vida, atormentado por
los procedimientos de una medicina ignorante, de una filosofía mundana todavía
más dolorosa a su espíritu, a la que hasta entonces escapaba.
Este es el pueblo de
donde salías, viajero perdido, cuando una voz te llamó por tu nombre; un nombre
quemaba tu corazón y viniste a engrosar las filas de los HOMBRES DEL DESEO, a
pesar de los temores, a pesar de los sufrimientos previstos. Pero ¿cuál fue tu gran virtud?
¿Cuál método, cuales ciencias te enseñaron para sublimar tu ser? A los que
habías llamado, a los que amabas como hermanos, como amigos reencontrados, y a
quienes pedías que dirigieran tus pasos hacia las ciudades luminosas, te
mostraron el desierto atrás de ti. Te hicieron entender que toda la obra debía
estar en ti, que necesitabas 40 días y 40 noches de meditación para aprender a
conocerte y a reconocer a tus amigos de tus enemigos y a las jerarquías de sus
fuerzas. En ti mismo y en tu alma descubriste todos tus principios, y así debía
de ser porque no hubieras sido renovado en todas tus sustancias si no hubieras
aprendido tantas grandes verdades sino por la Tradición, y si no hubieras
tenido el conocimiento íntimo de los nombres por experiencia y por sentimiento.
Silenciosamente
esperabas en algún retiro que madurara en ti el deseo y que tu espíritu se
aclarara. Y así fue en efecto, porque lentamente se hizo el progreso y
entendiste la palabra de Dios, y que tu real ser, tu verdadera individualidad,
solo podían estar en El. Uno de los
signos más vivos de tu progreso en este camino fue el día que sentiste que las
cosas de este mundo no son reales; entonces,
un solo asentimiento de la vida cambió todos tus ídolos y te revelaron la
diferencia que separa el mundo espiritual de éste ensamble de fantasmas
polimorfos huyentes e inconstantes, que integran la región natural a la que
estamos ligados por nuestro cuerpo.
Eso fue TU ILUMINACIÓN.
Todo lo que llamamos
hoy ha desaparecido y todo volvió a tomar el nombre universal del Anciano de
los Días. En el Norte y en el Sur, en Oriente y en Poniente penetraste el
espíritu universal; pero desde hace 4 días como Lázaro, resucitas en tus 4
grandes facultades primitivas. Nada de descanso, nada de tregua hasta que
despertó en ti esa impetuosidad vital, tu esencia, por lo cual debías rechazar
de ti a todos los mercaderes, quienes querían establecer la sede de su negocio
en tu Templo. La continuidad del esfuerzo, la lucha cotidiana y la tensión
permanente del alma: he aquí las condiciones indispensables para la iluminación
espiritual.
Porque cuando más
grandes fueron tus progresos, más grandes se levantaron los obstáculos en tu
camino. Interrogantes, escépticos y estériles interlocutores se levantaron en
ti mismo para confundir tu mente, y los milagros que te pidieron, cumplidos o
rechazados, te dejaron más débil ante ellos. Sufriste las tentaciones y las
amenazas antes de salir de tu desierto, pero fue una firme y alegre batalla
porque conocías LA LEY. Solo es al precio de los grandes sufrimientos como se
hace la REGENERACIÓN. Todos los símbolos y todas las Tradiciones así nos lo
enseñan.
El Sol pasa en el
meridiano inferior antes de aparecer, glorioso, en el Oriente; antes de que la
vida penetre, es necesario que el sufrimiento absoluto, el desamparo y la
devastación se hayan congelado en nuestras venas y que destruyan en nosotros todo lo que hacía
su presencia imposible. Esta vía de muerte es la que debe atravesar cada
hombre, y los que se elevan y se apuran lo hacen más rápidamente y por
consecuencia más dolorosamente. Esta es la vía que siguieron nuestros Maestros:
la del verdadero Filósofo.
Con la prueba
terminada dejarás victorioso el desierto y estarás lleno de claridad
intelectual y de ese íntimo ardor, fruto de tus trabajos, que es el camino
nuevo hacia las ciudades de los hombres. Pero desconociste los símbolos
materiales; ya no tienes nada en común con ellos y ya no sueñas con ese sueño
pesado. Portador de armas demasiado fuertes y demasiado protegido contra los
ataques ilusorios de tus enemigos, ya no sabes actuar en el mundo de las
pasividades; te entra el egoísmo o la duda y las crisis terribles de la incertidumbre
te paralizan y te prosternan.
Y entonces el que
estaba tan orgulloso de su elevación, se rebaja, vuelve a bajar en busca de un
apoyo, y suplica en la noche por un Hermano Mayor, más cultivado por la
posesión de los poderes, para que un Adepto aparezca y le hable.
Si tantas son tus
angustias, con tu espíritu hermanado a mi espíritu, y con tu corazón unido a mi
corazón, escuchemos juntos lo que han revelado los Maestros, los cuatro
Maestros que regresaron vivos del Jardín de las Granadas. A cuatro voces cantaron el cántico de la
alegría, esa alegría desbordante, alegría sobrehumana, violenta y fecundante.
Dijeron:
“¡Vosotros que desean aprender, aprendan! No basta con que sepan que EL
HOMBRE ES UN PENSAMIENTO DE DIOS, y aquí se detenga nuestra ciencia; falta
también QUE SEA UNA PALABRA. Solo así será regenerado en su naturaleza
original. Del maravilloso Jardín de donde regresamos nadie se absorbe en
inmóviles contemplaciones, porque la Luz perpetua es una activa y continua
creación. El pensamiento no se puede afirmar sin crear alrededor la serie de
seres que fueron sus operaciones y que se vuelven sus facultades activas. La
muerte y las palabras de destrucción y de aniquilamiento, ahí son desconocidas
porque la vida chorrea y desborda las paredes del Jardín en flores. Desgracia para los profetas que enseñan las
doctrinas de terror, de odio y de destrucción. Huyan los que desprecian la
carne y la sangre y el alma en la plenitud de sus formas porque todas las promesas
se mantendrán y la regeneración es una obra viva”.
“AMA, HABLA, ACTÚA”.
“Alrededor de ti y por todos lados nacen guerreros para apoyar tus
esfuerzos; hoy tus hermanos los poetas están en la calle, hablan en las plazas,
vienen con gestos como de palmas y con verbos como espadas”.
Sea o no tu destino
ser de los felices testigos, siembren alrededor de ustedes las potencias
regeneradas, ustedes quienes son los depositarios y no los propietarios. Sean
los terapeutas de los materiales y de los instintos, y los guías de los
anímicos. Envuélvanse para descender.
Recuerden las
palabras de que “no es el alba de la luz que debía advertir a tu alma de tales
deberes cotidianos y de la hora cuando el incienso debe ser quemado sobre tus
hogares; es tu voz misma la que debía llamar el alba de la luz y hacerla lucir
sobre tu obra, a fin de que luego puedas desde lo alto de este Oriente,
vaciarla sobre las naciones dormidas en su inacción y sacarlos de sus
tinieblas”.
Ese es tu papel y tu
deber, HOMBRE REGENERADO, porque eres un intermediario entre lo Eterno y lo
Temporal, entre el Presente y el Futuro.
Con las palabras del
Maestro entenderás dónde se acaban tus poderes y dónde comienza la obra
providencial. Porque instruido por ellos, atravesarás los 3 grados de la
Iniciación Teosófica.
Así es como los sabios Kabalistas daban a sus
discípulos nombres diferentes en su nacimiento al misterio, en su mayoría
simbólicos al adeptado tradicional.
Así es como el que
leía en las estrellas las voluntades de Dios antes de que fueran ejecutadas en
la tierra le llamaban TEKOA, el hombre de los sufrimientos, el hijo de JOCHAI;
y cuando regresó enseñando, sus discípulos lo llamaron como lo llamamos siempre
desde entonces: RASCHBI, el HOMBRE NUEVO.
Fraternalmente:
DR. MARC HAVEN
(Emmanuel Lalande, yerno del Maestro Philippe).