QUIERO SER
PILOTO
PIURA
1961
TTG FAP Ernesto Miguel Burga Ortiz
Había transcurrido más de un mes
desde su llegada a Piura, y el alférez Jorge Ramos, recientemente graduado, aún
no se acostumbraba al sofocante calor de lo que, según él, no era una ciudad
sino un horno; desde un inicio, tuvo dos preocupaciones principales: prepararse
para volar el “Thunderbolt” P-47, el legendario avión de la Segunda Guerra
Mundial, y conocer chicas de la localidad, en ese orden de prioridades. A pesar
de que hacía poco había terminado el curso de vuelos en el T-6, en Piura
recibió un curso reducido del mismo modelo de avión, y luego unas horas de
vuelo, con una variación: mientras en la Escuela habían volado en el asiento
delantero, con plena visión del campo, en este caso volarían en el asiento
posterior, donde la visión era restringida, y la razón era muy sencilla: siendo
un avión con patín de cola, es decir de cola baja, el motor restringía la
visión delantera, en tanto que en el P – 47, que es monoplaza, durante el
carreteo y primeros segundos del decolaje el enorme motor les impedía totalmente
ver hacia adelante, teniendo como referencia solamente los costados de la
pista.
Desde un primer momento se
estableció un lazo de simpatía entre Jorge Ramos y su instructor, el capitán
Julio Recharte.
- Ramos, espero que te hayas
percatado de que en cada turno hemos volado en diferentes zonas, y eso es para
que te fijes en los puntos saltantes, para que te ubiques bien en la zona, no
te vayas a perder, y truenas ¿De acuerdo?
- Mi capitán, a propósito de
perderse ¿Cómo fue el accidente de los dos P-47 el 59? ¿por qué se perdieron?
- Como siempre, o casi siempre,
error humano… no planificaron su vuelo, exceso de confianza, nada más – el
capitán dobló sus arrugados y húmedos guantes de cuero y continuó, mientras los
guardaba en el bolsillo de la pierna de su mameluco de vuelos.
Ya en la zona de parqueo, después
del vuelo de entrenamiento, mientras Ramos llenaba el formulario de
mantenimiento escuchaba atentamente lo que le decía el capitán Julio Recharte,
su instructor en el T-6.
- Por eso te llevo a volar
haciendo reconocimiento de zona, para que después no estés “quemando”
(angustiarse); de todas maneras, haz cabina en el P-47, una hora más y
cambiamos de “fierro”
Todas las mañanas, aprovechando
que el calor no era tan sofocante, Ramos se dirigía a la línea de vuelos, hacía
que le retiren la lona de protección a un avión y se sentaba a “hacer cabina”,
por lo menos media hora, durante la cual, con la ayuda de un mecánico,
efectuaba el “chequeo ciego” de cabina, en un afán casi obsesivo de ubicar cada
instrumento, cada maneta, cada llave, cada rompe circuitos, literalmente, sin
ver, continuando luego con la explicación de la finalidad y uso de todos y cada
uno; eventualmente conseguía que un piloto operativo lo ayudara un poco en esta
actividad, momentos en que aprovechaba para hacer consultas.
En el departamento de
instrucción, el capitán Julio Recharte, el mismo instructor del T-6, conversaba
con Jorge Ramos dándole las últimas instrucciones para su cercano y ansiado
debut de vuelo.
- Mira Ramos, el plan de hoy es
el siguiente: vamos a ir al avión para que hagas tu adaptación a la cabina, que
sé que ya lo has hecho, pero es de reglamento; luego haremos, en seco, los
procedimientos de arranque, y en esto quiero hacer hincapié – hizo una breve
pausa - nunca te olvides de chequear el compensador de dirección antes del
decolaje, no te olvides. ¿Has hecho cabina, como te recomendé?
- Sí, mi capitán, también chequeo
ciego, con ayuda del mecánico.
- Muy bien, vamos a ver si es
verdad tanta belleza ¡Al avión!
En la línea de vuelos los
esperaba el mecánico, al costado del avión; con su ayuda, por el lado izquierdo
de la cabina, Ramos se acomodó en el asiento, se amarró el arnés del paracaídas
y se ató las amarras del asiento; el instructor, que había subido al ala,
permanecía de pie, a su lado.
- Estoy listo, mi capitán.
- OK, empieza tus procedimientos,
cantando los pasos – minutos más tarde, había terminado el chequeo.
- Listo para arrancar motor, mi
capitán.
- Unas recomendaciones finales,
primero, luego de arrancar el motor, mantenlo en mínimo, ten en cuenta que es
un motor muy potente, prácticamente no vas a necesitar acelerarlo para el taxeo
(carreteo), apenas lo suficiente para romper la inercia; segundo, usa los
frenos muy suavemente, ten en cuenta que la punta de la hélice está muy cerca
al suelo; tercero, antes de empezar a taxear pon tu compensador de dirección en
la posición “Take off”, eso es como cinco grados, que sirve para compensar la
fuerza de torque del motor… si tratas de decolar con el compensador en neutro,
lo más probable, casi seguro, se va a desviar la nariz del avión y… te vas a
salir de la pista - tomó aire, como suspirando – muy bien, vamos a la cabecera
del campo, haremos un simulacro de intento de decolaje…vas a dar 20% de
potencia y …
Jorge condujo el avión hasta la
cabecera del campo, con el instructor sobre el ala, agazapado a su costado;
enfrentó la pista y frenó suavemente; un nuevo chequeo a las manetas; el
instructor le hizo señas para incrementar la potencia, así lo hizo y el avión
empezó a tomar velocidad, mantuvo la palanca de mando pegada a su pecho, los
bordes de la pista ´parecían correr hacia atrás; con apenas mover los pedales
mantuvo el avión al centro de la pista; movió la palanca al centro y el avión
levantó la cola, corriendo sobre el tren principal; fueron unos segundos
apenas, entonces el instructor le hizo señas para que redujera la potencia, el
avión bajó la cola y Jorge lo carreteó hasta su ubicación en la línea de
vuelos; de un salto, el instructor se bajó del ala y le hizo señas para que se
vaya ¡El solo! Nuevamente carreteó hasta la cabecera del campo, corrió la
cúpula y, con la cabina cerrada, se colocó al centro de la pista, la torre le
dio autorización para despegar y Jorge aplicó toda la potencia al motor; rápidamente
tomó velocidad y en pocos segundos estuvo en el aire, ascendiendo en procura de
la altura y zona designadas.
Concentrado en el ascenso,
todavía emocionado, escuchó en los audífonos una voz conocida.
- Estoy a tu derecha – otro P- 47
volaba a la par que el suyo; era Julio Recharte, su instructor – vamos a dar un
par de vueltas.
Durante 45 minutos practicaron
diversas maniobras, preparándose para el aterrizaje.
- Haz aproximación directa…yo te
voy a volar en formación, a tu derecha, para verificar el ángulo y velocidad de
planeo ¿OK?
- OK, mi capitán
Jorge empezó a efectuar la
aproximación según lo acordado, al sacar el tren el avión vibró un poco y la
velocidad disminuyó rápidamente; el instructor lo acompañó en el tramo final
hasta la cabecera del campo, entonces aceleró y se elevó, alejándose. Jorge
continuó su aproximación, en planeo; luego, un leve toque de las ruedas del
tren de aterrizaje y se encontró corriendo sobre la pista. Carreteó hasta el
lugar de parqueo, apagó el motor y se bajó del avión; a los pocos segundos, el
avión de su instructor se estacionó al costado.
- Muy bien, Ramos, lo has hecho
muy bien, felicitaciones, a partir de ahora “a prenderse” – lo que en términos
coloquiales quería decir: “Haga lo que haga el guía, debes mantener estable tu
posición en la formación.”
- Muchas gracias, mi capitán
- Sólo un consejo más… ubícate
bien en la zona, no te vayas a perder, y ahora…la patadita de la buena suerte.
Ramos, contento por el importante
paso que había dado, decidió ir al casino de oficiales donde, seguramente,
encontraría a algún amigo con quien tomarse una cerveza bien fría;
efectivamente, se encontró con dos compañeros, que lo felicitaron por su reciente
vuelo, iniciándose una conversación sobre los dos temas recurrentes, los vuelos
y las nuevas amistades.
- ¿Sabes? Algo que me preocupaba
mucho fue el momento en que Julito Recharte, mi instructor, estaba en el ala
mientras taxeábamos a la cabecera del campo, y luego, peor todavía, mientras
hacía la carrera de decolaje.
- Pero Manolete ¿acaso ibas a
decolar?
- No, claro que no, pero... y si
frenaba muy brusco…Julito salía disparado y terminaba en rodajas, como jamón
del país ja ja ja.
SEGUNDA
PARTE
“Esta es la historia de una
mujer y un hombre que se amaron en plenitud, salvándose así de una existencia
vulgar. La he llevado en la memoria cuidándola para para que el tiempo no la
desgaste y es solo ahora, en las noches calladas de este lugar, cuando
finalmente puedo contarla. Lo haré por ellos y por otros que me confiaron sus
vidas diciendo: toma, escribe, para que no los borre el viento.”
Isabel Allende
“Amor y Sombra”
MARCELA Y
JORGE
En Piura, las alumnas del colegio
Fátima, de monjas dominicas, usaban blusa y falda blancas, tableadas; a la hora
de salida de clases se desbordaban por la amplia calle, revoloteando como
mariposas, las agudas y alegres voces de las más pequeñas, que se escuchaban
como gorjeos, daban la impresión de ser una bandada bulliciosa de inquietas
aves. Marcela, hija de don José Franco e Hilda Águila, vivía en la urbanización
Clark, frente al edificio del Residencial FAP, era la mayor de seis hermanos;
cursaba el tercer año de secundaria cuando conoció a Jorge Ramos, un encuentro
absolutamente casual, pero trascendente.
Un domingo, después de la matiné,
Gabriela, una amiga de Marcela, le pidió que la acompañara a casa de un tío
para darle un encargo; quien abrió la puerta fue un jovencito moreno, delgado
y, quizás, veinteañero; el muchacho se quedó pasmado, mirando a las dos
desconocidas chicas.
- Hola - dijo Gabriela - ¿Está mi
tío? – No esperó respuesta, simplemente entró a la casa, junto con Marcela;
Jorge se quedó estupefacto, sin saber qué responder.
Desde el interior se escuchó una
voz masculina.
- Pasa, Gabriela, entra.
Jorge y Marcela se quedaron
solos, él azorado, sin saber qué decir; ella, de lo más tranquila.
- Hola ¿Cómo te llamas?
- ¿Yo? Jorge ¿Y tú? – Caray ¿por
qué me he puesto nervioso? Pensaba Jorge
- Marcela ¿Eres de Piura? ¿En qué
colegio estudias?
- ¿Colegio? ¡Noooo! Soy alférez
de la FAP - al dar esta respuesta, se sintió con más confianza.
- Ya sé, sonso, si yo vivo frente
al Residencial de la FAP
- ¿Ah, si? Nunca te he visto.
- Pero yo sí te he visto… varias
veces; hace poco que estás en Piura ¿cierto?
El flechazo fue instantáneo, los
ojos y el corazón hablaron sin hablar; ambos quedaron prendados y, a partir de
esa fecha, empezaron los escarceos amorosos entre el Alférez de la FAP, en su
primer año de oficial, y la escolar adolescente, estudiante de cuarto año de
secundaria.
Cuando había alguna fiesta, y
autorizaban a Marcela a asistir, lo hacía en compañía de uno de sus hermanos;
sólo podía bailar un par de piezas con Jorge, porque inmediatamente se hacía
presente la “Gestapo”, personificada en su hermano.
Dos veces por semana, Marcela
asistía a recibir clases de inglés en una academia particular, circunstancia
que le permitía, de vez en cuando y armándose de valor, escaparse a tomar
helados en la fuente de soda, siempre acompañados por su buena amiga Tere.
Lamentablemente para los
tórtolos, al año siguiente, 1962, Jorge fue nombrado al Grupo Aéreo N°11, en
Talara. Si bien los encuentros se hicieron más dificultosos, ellos se las
ingeniaban para verse, o por lo menos comunicarse; a veces, aprovechando que don
José Franco había contratado un instructor de manejo para Marcela, esta le
pedía que la llevara a practicar a las afueras de Piura, camino a Sullana,
entonces aparecía Jorge y abordaba el vehículo, acomodándose en el asiento de
atrás; de esa manera podían conversar, mientras Marcela hacía las prácticas con
el chofer al lado. El romance pronto fue la comidilla local; Manolo Rosas, un
periodista del diario “La Industria”, que escribía “Secretos”, una columna
social, publicó la noticia, semidisfrazada; decía “Se ha visto a cierto oficial
de la FAP rondando por la Urbanización Clark ¿A quién estará visitando?” y
notas por el estilo, a las que sólo faltaba poner los nombres en mayúsculas.
Entonces empezó la guerra de
ingenios, la negativa del padre a aceptar esa relación le causó a Marcela un
gran dolor, no estaba en su naturaleza desafiar la autoridad paterna, pero
enamorada como estaba, no le quedaba otra opción; Armandina, su abuela materna,
la comprendía y consolaba, pero eso no era solución. Hilda, su madre, trataba
de razonar con el celoso cabeza de familia, que se mantenía irreductible en su
decisión. Marcela, que no podía oponerse a la autoridad paterna, confió sus
cuitas a la madre Roxana, la monja, que tenía conocimiento del romance y que
había averiguado todo sobre el pretendiente, se convirtió en su paño de
lágrimas y consejera espiritual.
- Madre, ya no sé qué hacer, no
entiendo tanto rigor ¿Es que soy mala, madre?
- No hijita, tú y yo sabemos que
no eres mala, sólo que tu papá te quiere mucho y tiene miedo.
- Pero madre ¿Miedo? ¿Miedo de
qué, madre, miedo de qué?
- Miedo de tu juventud, eres
apenas algo más que una niña y tiene miedo de que te lastimen, miedo de que te
aparten de su lado, él quiere lo mejor para ti, pero no sabe cómo manejar esta
situación.
- Pero madre, si ni siquiera
conoce a Jorge ¿Por qué tiene miedo?
- Tal vez por eso, porque no lo
conoce ¿Tu mamá sabe de Jorge? Deberías hablar con ella.
- Sí madre, sí sabe, pero no se
atreve a decírselo a mi papá ¿Por qué no habla usted con ella?
- No hijita, todavía no, en cosas
de marido y mujer no se debe intervenir, solo ellos saben cómo manejar los
asuntos de la familia.
- ¡Pero madre!
- ¡No hijita! Todavía no, tal vez
más adelante, y no te desesperes, yo sé que Jorge es un buen muchacho.
- ¿Usted lo conoce, madre? ¿Cómo
sabe?
- Yo sé muchas cosas, hijita,
ustedes son como mis hijas, y más cuando alguna, como tú, tiene la confianza de
contarme sus penas y preocupaciones; ten paciencia, confía en mí y rézale mucho
a la Virgen.
- Gracias madrecita.
- No llores Marcelita, ahora
vamos a rezar un Padre Nuestro y un Ave María para que todo salga bien – Ambas
rezaron con unción.
- Madrecita, yo lo voy a seguir
viendo, no sé cómo, pero lo voy a seguir viendo ¡No se lo diga a nadie, por
favor!
- Marcelaaa… - la monja se sintió
apenada por la aflicción de su pupila.
- Sí, madrecita, es que yo
también tengo miedo.
Jorge, que vivía en Talara,
bajaba casi todos los días a Piura para tratar de ver a su amada, la más de las
veces sin resultado; su automóvil, un viejo Dodge verde, al que llamaban “La
Covadonga”, se hizo conocido, pues era común verlo rondando por la Urbanización
Clark, tanto, que se vio en la necesidad de llegar subrepticiamente y ocultarlo
en las instalaciones de la FAP, para que el padre de Marcela, o sus allegados,
no se enteraran - ¿Cómo hacer? ¿Qué hacer? - El sufrido enamorado tenía que
ingeniárselas para lograr, por lo menos, hablar por teléfono con Marcela, para
lo cual esperaban a que el señor Franco se ausentara a atender sus asuntos y
entonces Jorge llamaba por teléfono, aunque no siempre con éxito.
Una clara señal de que el campo
estaba libre, o lo parecía, era cuando no estaba estacionado a la puerta su
automóvil Ford, marca representada por su empresa, irónicamente llamada “San
Jorge”, como el pretendiente; otra forma de comunicarse la consiguieron con la
complicidad afectuosa de Mina y Chabela, las empleadas domésticas de la familia
Franco. Como la casa quedaba en esquina, Jorge podía ver desde el Residencial
FAP tanto la puerta principal como una ventana lateral, la de la cocina,
entonces tenía que ingeniárselas para dejarles una carta para Marcela, lo cual
era medio complicado, porque necesitaba estar seguro de quien era la persona
que podía ver a través de la ventana, no fuera a suceder que cayera en manos
equivocadas y entonces sí, la catástrofe; uno de los recursos al cual acudían
era el regado del jardín de la puerta principal.
- Mina ¿Otra vez regando? ¿Ayer
no regó Chabela?
- ¡Ay, don José! Es que como ha
hecho hartísima calor es mejor regar un poco más, no vaya a ser que se nos
mueran las plantas, don José.
La doméstica se quedó con el alma
en un hilo, había contestado apresuradamente, casi atropellándose - ¿Sospechará
algo el señor? ¡Ay, crucecita de Motupe!
- ¡Hummm…! - José franco parecía
no tenerlas todas consigo.
- Chabela ¿Por qué el mayordomo
de la FAP anda por aquí? Ya es la segunda vez que lo veo ¿No te estará
inquietando? ¿Te ha dicho algo, te ha dado algo?
- Ay don José, cómo se le ocurre,
no me ha dado nada… seguro que de pura casualidad ha pasado por aquí… ( ¡Ay
Dios mío, que no me pida que abra las manos! La niña Marcela tiene la culpa)
Había pasado unos minutos, cuando
Marcela se encontró con la empleada
- Mina, Jorge me ha avisado que
me está mandando una carta, recíbela por favor y me la…
- ¿Qué? Ni por nada niña, si su
papá me chapa capaz que me mata.
- No seas mala Minita, no seas
mala.
- No niña, la Chabela hasta ahora
está con el susto ¡No niña, ya no!
- la empleada parecía firme en su
determinación, pero al ver la compungida cara de Marcela, y sus ojos arrasados
de lágrimas, pudo más el profundo cariño que le tenía a “su niña”
- No llore niña, sí se la voy a
recibir… pero que sea la última vez, por favor – sabiendo que ya eran varias
“última vez”
Las cartas que los mayordomos del
Residencial entregaban a las empleadas de la familia Franco, eran básicamente
para tratar de coordinar el día y la hora en que Jorge llamaría por teléfono,
entonces empezaba el dulce martirio de Marcela, conforme se acercaba la hora
prevista su corazón latía más de prisa; en alguna oportunidad la campanilla
sonó más temprano de lo acordado, y aunque ella, previsoramente, se encontraba
en las inmediaciones, no estuvo lo suficientemente cerca, más cerca estaba su
mamá que en apenas tres pasos tuvo el teléfono al alcance de la mano, Marcela
corrió, pero hubiera tenido que prácticamente atropellar a su madre para tomar
el teléfono antes que ella, su corazón latía desbocado, se quedó a medio
camino, anhelante, asustada, nerviosa - ¿Por qué la había llamado cinco minutos
antes de lo acordado? ¿Qué diría su mamá? ¿Le contestaría? ¿Le pasaría el
teléfono o cortaría la llamada? - Sus ojos muy abiertos, y sus manos cerradas,
una de ellas sobre la boca, revelaban su angustia.
- Aló… - Hilda cubrió la bocina
con la mano libre – No es para ti, Marcelita – la señora la miró con una mezcla
de ternura y pena – pero no me demoro – retiró la mano de la bocina.
- Discúlpame, Olguita, yo te
llamo más tardecito ¿De acuerdo? Gracias, hasta luego - En ese momento Marcela
adoró a su madre; siguió esperando, ansiosa, pero con el corazón sosegado.
No obstante, las razones del
señor Franco no eran desdeñables, ni mucho menos.
- Marcela, hijita, comprende que
estás en un error, ese muchacho es un mocoso, y tú una criatura, no tiene ni 22
años y…
- Tiene 23, papá
- Bueno 22 o 23 es lo mismo,
además no tiene ni dónde caerse muerto.
- Pero papá…
- Además, no sé nada de su
familia ¿Quiénes son sus padres? ¿Cómo es su familia, cómo viven, dónde viven?
¡Nada, no sé nada!
- Papá, Jorge es una buena
persona, su mamá murió cuando era chico, tenía 5 años, y después murió su papá,
cuando Jorge tenía 15, él se está haciendo solo, sin ayuda de nadie.
- Escúchame hijita, hay algo más
que no hubiera querido decirte… a pesar de que tú lo sabes tan bien como yo.
- ¿Qué cosa, papá? – Marcela
tenía los ojos abiertos como platos
- Tú lo sabes muy bien, los
accidentes de aviación se producen a cada rato, esos aviones se caen de puro
viejos y yo no quiero que te quedes viuda cuando ni siquiera has empezado a
vivir.
- Papá, qué malo eres.
- No soy malo hijita, yo sólo
quiero lo mejor para ti, tú sabes que te estoy diciendo la verdad.
- Sí papá…
Marcela no tenía más argumentos
que su amor ¿Qué podía decir?
- Hijita, escúchame, no sé
cuántos ni quienes más se han matado, pero de Piura han muerto varios a los que
yo he conocido, y no solamente a ellos sino también conozco a sus familias,
todos en el P – 47 ¿No te acuerdas que hace poco se mató Rosendo Bravo, el papá
de tu amiga Bertha? Y ya del grado de mayor, un piloto con experiencia, en el
mismo tipo de avión que vuela ese muchacho, Jorge, o como se llame; hasta el
chino Velarde, el enamorado de Bertha Bravo, al que se le incendió el avión en
el aire y que no se mató porque Dios es grande ¿Qué crees que debo pensar
hijita? ¿Es que no te acuerdas de los dos aviones que se cayeron por los cerros
de Bayoyar?
- Claro que me acuerdo papá ¿Cómo
no me voy a acordar? Pero en Talara Jorge vuela otro tipo de avión, más
moderno.
- Claro que allá vuelan otro tipo
de aviones, ya lo averigüé, es el “Sabre” F-86 que igual matan a los pilotos
¿Acaso no te acuerdas de que en enero del año pasado ´hubo un accidente en
Talara, y murió el piloto? ¡Y era un avión más nuevo, más moderno! ¡Es lo
mismo, se matan, es lo mismo! ¡Entiende!
F-86
Un día de febrero, Jorge Ramos
abandonó su atalaya y se dirigió, una vez más, al Casino del Residencial de
Piura; la tensa situación lo mortificaba y deprimía, pero no por eso cejaba en
su empeño de cortejar a Marcela; en varias ocasiones, agotadas las esperanzas
de verla, o comunicarse con ella, bajaba a conversar con los oficiales que
encontrara, una o dos cervezas después, la melancolía lo embargaba y empezaba
por entonar una conocida canción, haciendo una analogía con su difícil romance.
- No te pongas así “Manolete” -
que era como lo llamaban a raíz de la broma de ¿Quieres volar?, que le hizo
Artadi cuando Ramos era “perro”- ten paciencia, si tú sabes que te quiere, ten
paciencia.
- ¡Qué más paciencia, hermano! Ya
no sé qué hacer, yo tengo las mejores intenciones y no me dejan ni verla -
empezó a tararear su canción preferida, mientras le servía otro vaso de cerveza
a su amigo.
- Aquí paramos la mano,
“Manolete”, cuando empiezas con esa canción… y tú tienes que manejar hasta
Talara.
- Hermano, apenas si puedo ver a
Marcela, a escondidas, y luego tengo que irme para evitarle problemas con su
papá… pareciera que esta canción fue hecha para nosotros - empezó a cantar,
bajito al comienzo, con ternura, con voz muy sentida.
Tú representas las olas
Y yo las playas del mar
Vienes a mí, me caricias
Me besas, luego te vas
Me besas, luego te vas
Se detuvo, levantó el vaso y en
dos tragos se bebió el contenido.
- La segunda parte de la canción
es la que me jode… siento como si hablara conmigo mismo - empezó a cantar
nuevamente, con voz muy baja y como con rabia.
Llora, llora, corazón
Llora si tienes porqué
Que no es delito en el hombre
Llorar por una mujer
Que no es delito en el hombre
Llorar por una mujer
Como en otros días de
frustración, a “una cervecita” le seguía otra y, a poco, con su compañero
haciéndole dúo, empezaba a repetir el estribillo - “Que no es delito en el
hombre… llorar por una mujer” - y …otro salud.
- ¡Se acabó! – Con un movimiento
brusco, golpeando la mesa, dejó el vaso sobre la mesa.
- ¿Paramos la mano? Me parece
bien, tienes que manejar hasta Talara y…
- ¡Sí! ¡Paramos la mano! No más
trago, pero he dicho que esto se acabó porque voy a hablar con sus padres.
- Pero “Manolete”, su viejo es
bien bravo, te va a botar…
- ¡Aunque me bote! ¡Derribado,
pero sobre el objetivo! Como dijo Quiñones.
Jorge pensó que la situación era
insostenible y que era necesario poner las cosas en claro, tenía las mejores
intenciones y no era cuestión de verse solo a escondidas, de manera que, previa
coordinación con su amada se armó de valor y procedió.
Eran las tres y media de la
tarde, la hora de la siesta, y la casa estaba extrañamente silenciosa, había
una calma fuera de lo común, nadie se movía, cuando empezó a repiquetear la
campanilla del teléfono; hacía poco que don José Franco se había levantado y
aseado, preparándose para ir a su oficina.
- Aló - ¿A quién se le ocurre
llamar a esta hora?
- Buenas tardes ¿El señor José
Franco?
- Sí, soy yo ¿Quién habla? – José
estaba extrañado, no reconocía esa voz , pero a no dudarlo era la de un hombre
joven.
- Señor Franco, le habla el
Alférez Jorge Ramos, de la FAP, lo llamo para…
- ¡Hilda! – Llamó a su esposa -
atiende el teléfono… no es para mí.
- Sí es para ti Pepe… atiende la
llamada – La mamá de Marcela había aparecido como por encanto, como si hubiera
estado esperando esa llamada; José miró a su esposa y se le ensombreció el
rostro, volvió a colocarse el aparato a la oreja.
- Aló, alférez… dígame de qué se
trata, lo escucho.
Jorge tocó decididamente la
puerta de casa de la familia Franco, que se abrió casi inmediatamente; la
señora Hilda, la mamá de Marcela, le franqueó la entrada,
- Señora buenas tardes, soy…
Hilda y Jorge conversaron
brevemente y, a partir de ese día, Jorge pudo ir de visita, sólo como amigo, en
días y horas determinadas y con la presencia de doña Armandina, la abuelita
materna, que se sentaba frente a ellos a rezar el rosario, aunque “afortunadamente”
a doña Armandina solía “darle sueño” oportunamente y cabeceaba por algunos
minutos.
Transcurrido un año, en el verano
de 1963, Marcela Franco y su familia viajaron a Lima, oportunidad que Jorge
Ramos aprovechó para invitarlos a una cena en casa de su prima Clarita, a la
sazón casada y con tres niños, para presentarles a su propia y escasa familia y
pedir la mano de Marcela, formalizando el compromiso.
En Piura, el 26 de noviembre de
1963, como una cosa muy especial y gracias a las gestiones de la madre Roxana,
contrajeron matrimonio en la capilla del colegio Fátima, Marcela Franco, la
adolescente que acababa de terminar quinto de secundaria, y el aún Alférez,
Jorge Ramos Echevarría. La madrina de la boda fue Clarita, la prima que veló
por Jorge a la muerte de su padre.
Jorge “Coco” Ramos Franco; Jorge Ramos Echevarría; Marcela
Franco; Hilda y Susana.
Cmdte FAP Jorge Ramos Echevarría
En enero de 1979, Jorge Ramos fue
cambiado de colocación, de Talara al Ala Aérea N*1 con sede en Piura. Los
esposos Ramos sabían que era inevitable que en algún momento los cambiaran de
colocación, pero, aun así, les causó algo de tristeza, atrás dejaban 15 años de
convivencia en el Grupo Aéreo N* 11 “La casa de los tigres”, y su amado Sukhoi
22.
Esa noche, la noche de la
despedida, sus camaradas empezaron a incitarlo para que cante “Llora Llora
Corazón”, la canción que Jorge había convertido en un himno al amor porque,
decía, había sido hecha para él y Marcela, describiendo los primeros tiempos de
su romance; no fue necesario insistir mucho; cuando empezó a cantar, todos
guardaron silencio, hasta que llegó al segundo verso, entonces todos a coro
cantaron:
…Llora llora corazón, llora
si tienes porqué…
Dicen que, en aquella ocasión,
fue Marcela la que lloró.
Daniel llegó a la Base y, detrás
de él, lo hizo el comandante Jorge Ramos, Jefe del Departamento de Operaciones
del ALAR1, igualmente puntual. A ambos estacionaron sus vehículos y juntos se
dirigieron a la línea de vuelos, en el trayecto hasta el avión, Ramos, que
estaba programado como copiloto en el vuelo de comprobación que se iba a
efectuar, abordó a Gutiérrez.
- Daniel, quisiera aprovechar
este vuelo para hacer mi primera hora de familiarización, a la izquierda.
- ¿A la izquierda? No negro, este
es un vuelo de comprobación – a pesar de la diferencia en antigüedad, y
graduación, puesto que Ramos había sido su “técnico” (cadete de cuarto año)
cuando Daniel ingresó como “perro” (aspirante a cadete), entre ellos había
mucha familiaridad.
- Pero si es sólo comprobación,
no vuelo de prueba ¿Cuál es el problema?
- Que hace cinco días, tuvieron
que abortar un vuelo a Talara porque en el ascenso el motor izquierdo presentó
problemas ¿Cuál es el apuro, Negro? lo hacemos otro día – respondió Gutiérrez.
- Es que me voy de vacaciones en
febrero, o sea mañana ¿Qué dices? – preguntó Ramos.
- Que no hay apuro, empiezas tu
PDE cuando regreses, ahora hacemos el vuelo de comprobación, como está
programado y listo.
- Pucha, Daniel, es un vuelo de
rutina, de comprobación, no de prueba, no te hagas el interesante, es sólo
familiarización - Daniel lo miró dubitativo - ¿Qué dices, voy a la izquierda?
- No Negro, tú sabes que está
prohibido hacer eso en un vuelo de prueba.
- Chaparro, no exageres, este es
un vuelo de comprobación, de mantenimiento, no es un vuelo de prueba – Ramos
volvió al ataque - ¿Qué dices, voy a la izquierda?
- Está bien, pero ojo, solo es
familiarización, nada más ¿OK?
- Piura Torre, de FAP 731
- FAP 731, esta es Piura Torre...
adelante
- Buenas tardes, señor, el FAP
731 solicita autorización para taxeo a pista principal... plan de vuelo zona
norte, a nivel 120 por una hora para vuelo de comprobación.
- FAP 731 de Piura Torre
autorizado su taxeo a pista principal, viento de los 190 con 8 nudos QNH 2991
pulgadas (Presión barométrica) ...condiciones CAVOK. (En inglés Cielo y
visibilidad ilimitados). Reporte listo para ingresar a pista principal.
- Piura Torre, FAP 731 listo para
ingreso a pista principal solicita autorización de decolaje.
- FAP 731 autorizado... sin
tráfico reportado viento de los 190 con 10 nudos...reporte alcanzando zona y
altura.
- FAP 731...recibido... reportaré
alcanzando zona y altura.
Minutos después el avión volvió a
reportarse:
- Piura Torre, FAP 731 alcanzando
zona y altura.
-
- FAP 731 de Piura Torre...
recibido.
- Piura Torre, de FAP 731.
- FAP 731... adelante
- El FAP 731 cancela plan de
vuelo e inicia retorno a su estación, estoy dejando zona y altura en el
momento.
- FAP 731 de Piura Torre
¿Entiendo cancela plan de vuelo?
- Afirmativo señor... cancelo
plan de vuelo por mantenimiento.
- FAP 731... confirme ¿Algún
problema?
- El FAP 731 cancela por
mantenimiento de un motor.
- FAP 731...confirme ¿Se declara
en emergencia?
- Negativo señor... iniciando
descenso reportaré en final largo.
- FAP 731 Piura Torre
recibido...el viento de los 190 con 10 nudos...QNH 2992..reporte en final
largo.
- Piura Torre de FAP 731
- Adelante FAP 731
- El FAP 731 se encuentra
alto...circularé en descenso cabecera norte para hacer giro de 360 y reportar
en final corto.
- FAP 731 de Piura Torre
autorizado...reporte en final corto.
Los soldados de la compañía de
tropa del ejército vieron que el avión descendía en vuelo aparentemente normal
e iniciaba viraje a la izquierda; nada hacía suponer que estuvieran en
dificultades
- Piura Torre, de Teclo (Control
FAP) ... aparentemente ha ocurrido un accidente, hay una columna de humo negro
en la proyección de la cabecera de pista.
- Piura Torre recibido...
activando sistema de emergencia… Equipo de salvataje de Piura Torre...dirigirse
a la cabecera norte por probable accidente aéreo. Informe.
Queen Air
Al día siguiente, en un avión
AN-32, trasladaron a Lima los restos mortales de los dos pilotos fallecidos,
Jorge Ramos Echevarría y Daniel Gutiérrez Espinoza.
Jorge “Coco” Ramos, hijo del
comandante fallecido, que hasta ese momento había permanecido sentado, con la
cara entre las manos, se puso de pie y se abrazó al ataúd que contenía los
restos mortales de su padre; hondos sollozos lo sacudieron mientras estrujaba
la bandera que cubría el féretro; inmediatamente Daniel Gutiérrez, hijo, de
doce años, se le acercó, arrodillándose a su lado.
- Manolete…papá – dijo Coco,
mirando una fotografía de su padre que había sacado del bolsillo - yo también
voy a ser piloto, te lo juro.
TERCERA PARTE
“Desde siempre las mujeres han
perdido hijos, el dolor de madre es el más lacerante, el más hondo, se les
rompe el corazón, pero deben seguir viviendo para y por sus hijos, porque la
vida es un río siempre en movimiento, con emociones, dolores y alegrías siempre
nuevas”
“Coco” Ramos
Hacía ya dos meses del fatal
accidente del comandante Jorge Ramos Echevarría, en Piura, 31/01/79, y la
familia se había instalado en su nueva casa, en Lima; al comienzo todo fue un
caos, ,pero la realidad se impuso, la vida de la familia tenía que continuar,
habían muchas cosas que organizar y que arreglar, y una de ellas era enviar a
los chicos al colegio; Marcela, sin dudar, los matriculó en el Colegio FAP José
Quiñones donde, por supuesto, le dieron todas las facilidades; inicialmente
sólo asistirían los dos mayores, Jorge de catorce años recién cumplidos, al que
llamaban Coco, e Hilda, de once; Silvia, la menor, aun no asistía al colegio.
Sabedores de la desgracia sufrida
por Coco, sus compañeros lo recibieron con amabilidad, al mismo tiempo que con
la curiosidad propia de los adolescentes; Coco, que hasta ese año había
estudiado en Talara, donde residía, hasta la muerte de su padre, se mostraba
retraído y poco comunicativo con sus nuevos compañeros, no obstante, encontró
más afinidad con Luis Quiñones Valdez, “Luchín”, el hijo de un compañero de
promoción de su padre, Luis Quiñones Dávila.
Poco a poco, el tiempo fue
haciendo su trabajo, su herida fue haciéndose menos dolorosa, aflorando su
verdadera personalidad; cortés y muy educado, se volvió también un buen
deportista, alto y delgado pronto destacó en la práctica del vóley, haciéndose
muy popular entre las chicas. Pese a que desde los siete años requería el uso
de anteojos, con frecuencia manifestaba su deseo de ser piloto; a Marcela, su
mamá, no le hacía ninguna gracia, pero no le preocupaba demasiado, porque - Con
anteojos ¿Cómo va a ser piloto? Por lo menos piloto de la FAP no será, y para
piloto comercial hay mucho pan por rebanar - No obstante, le hizo saber que no
lo autorizaría de ninguna manera; comprendiendo el sentimiento y la actitud de
su mamá, no insistió, sin que por eso abandonara la idea de ser piloto, como su
padre; fue durante el viaje de promoción que hicieron a Iquitos, el año 1981,
cuando Coco habló seriamente con su amigo “Luchín” Quiñones.
- Luchín, quiero ser piloto civil
¿Tú qué piensas?
- Sí, ya lo sé, me lo has dicho
varias veces, pero ¿Qué le vas a decir a tu vieja?
- No sé, por eso te pregunto
- Lo que yo sé es que si no
tienes 18 años necesitas autorización de tu padre o apoderado, y tú estás en
los 16 ¿Entonces?
- Entonces tengo que hablar con
mi vieja, aunque ya me ha dicho que ni lo piense.
Efectivamente, Coco habló con
Marcela, o por lo menos, lo intentó, porque inmediatamente ella dio su
veredicto:
- Coco ¡Por enésima vez te digo
que no! ¿No entiendes? De ninguna manera te daré autorización ¿Qué cosa
quieres? ¿Matarte como tu padre? ¡No es no! Primero estudia una carrera, me
traes tu cartón y después haz lo que te dé la gana.
Al tener la batalla perdida, Coco
se decidió por estudiar economía en la Universidad Ricardo Palma, a la que
ingresó el año 1983, sin que ello significara olvidar su deseo de ser piloto. A
fines de 1985 recibió una llamada de Luchín Quiñones, que por entonces laboraba
en la Municipalidad de Lima, para proponerle que vaya a trabajar con él como
Jefe de la Dirección de Señalización de la Secretaría Municipal de Transporte
Urbano; vehemente y voluntarioso como era, aceptó de mil amores, una de las
funciones principales del puesto era controlar el pintado de la señalización de
las pista, labor nocturna que se hacía dificultosa porque demandaba mucha mano
de obra y porque ese año, 1986, la ciudad de Lima se encontraba bajo toque de
queda y era necesario que cada obrero contara con un salvoconducto, que había
que tramitar diariamente; todas las mañanas, Coco se reunía con Luchín para
informarle las ocurrencias de la noche anterior y presentar la relación de
obreros que laboraría esa noche, fue en una de esas reuniones que Coco trajo el
tema a colación.
- Lucho, quisiera tu opinión
sobre un asunto.
- Bueno, dime ¿Es algo de la
chamba?
- No, nada de eso… quiero
operarme el ojo.
- ¿Qué? No te entiendo ¿De qué
estás hablando?
- Lo que pasa es que el año
pasado me hice un examen de vista y me declararon no apto para piloto, porque
tengo un problema en un ojo.
- Entonces no puedes ser piloto
pues, sonso.
- Es cierto, no puedo ser piloto
FAP, pero puedo ser piloto civil, sólo necesito corregir esa deficiencia.
- Pucha, qué terco compadre.
- No es terquedad, es vocación.
- Bueno ¿Y qué vas a hacer?
- El oculista me ha dicho que se
puede corregir con una operación que hacen en Estados Unidos ¿Tú qué opinas?
- No sé qué decirte, no tengo ni
idea de ese tema ¿Te vas a operar?
- Sí, eso quiero, ya hice las
averiguaciones y me podría operar en el Bascom Palmer Eye Institute de la
Universidad de Miami.
- ¿Y qué problema tienes en el
ojo?
- Un defecto congénito
consecuencia de que, al nacer, el ojo no había madurado lo suficiente…
- No sabía que tenías un ojo
verde ja ja ja – lo interrumpió Luchín muerto de risa - porque yo los veo dl
mismo color
- No te hagas el gracioso, se
refiere al desarrollo del ojo, pero se puede corregir con un lente intraocular.
- ¿Un solo ojo? Un ojo bien
atojado, te digo, pero bueno ¿Has pensado que necesitas pasaje, alojamiento y
el costo de la operación? ¿Cómo vas a hacer?
- Mira, en Miami tengo una tía –
continuó Luchín - así que no tengo problema de alojamiento, tu papá una vez me
dijo que me podía conseguir un pasaje de cortesía.
- Parece que todo lo tienes
previsto, pero no has dicho nada del costo de la operación y el lente.
- Ya lo tengo calculado, el
oculista del hospital FAP conoció a mi viejo y me ha hecho el favor de
averiguar todo lo de la operación, tengo guardado algo de plata, todavía me
falta, pero tengo tiempo.
- Bueno, veo que lo tienes todo
pensado ¿qué te puedo decir?
- Mi pregunta es si se lo digo a
mi vieja, o no.
- Por supuesto que vas a tener
que decírselo a la tía Marcela, pero no se lo digas todavía, díselo cuando la
cosa sea inminente.
Coco, que había continuado sus
estudios en la universidad, presentó su renuncia al cargo de la municipalidad a
mediados de 1987 y, sin decírselo a su madre, empezó los trámites para seguir
el curso de piloto civil en la Escuela de Aviación Civil de Collique (EDACI).
- Mamá, me voy a Relaciones
Exteriores a sacar mi pasaporte.
- ¿Pasaporte? ¿Adónde te vas? No
me habías dicho nada – Marcela estaba perpleja.
- El papá de Luchín Quiñones me
ha conseguido un pasaje de cortesía a Miami, y quiero aprovechar lo que me
queda de vacaciones para pasearme un poco, no voy desperdiciar la oportunidad
¿No?
- No, claro que no, aprovecha que
en Miami vive tu tía Liliana y te puede alojar ¿Y por cuánto tiempo te piensas
ir?
- Sólo por quince días, o menos –
Coco se mostraba dubitativo – todo depende de la plata y de lo que pueda
coordinar el pasaje…como es de cortesía.
- Humm, no sé por qué me suena
medio raro tu viajecito ¿Qué te traes entre manos? ¿No andarás en malos pasos
no?
- Ay mamá, cómo se te ocurre, ya
te dije que depende de lo que pueda coordinar lo del pasaje, nada más, además
voy a casa de la tía Liliana ¿Qué más que eso? – se refería a Liliana Boggiano,
pariente de su mamá.
- Bueno, sí, está bien – Marcela
no se quedó muy tranquila, pero tuvo que aceptar el razonamiento de su hijo.
Cuando Coco llegó a Miami, y ya
instalado en la casa de la tía, esta lo interrogó directamente.
- Coco, tu mamá me llamó un poco
preocupada, me dijo que tu viaje le parecía un poco raro y que te echara un ojo
¿A qué has venido realmente?
- Tía Liliana, realmente no he
querido alarmar a mi mamá, ni preocuparla con la razón de mi viaje ´porque no
sé el resultado.
- Caramba Coco, me asustas ¿De
qué se trata?
En pocas palabras Coco le explicó
a la buena señora la verdadera razón de su viaje
- No te preocupes hijito, conozco
a un par de señoras que se han hecho esa operación y están de los más
contentas… - Liliana se explayó sobre las personas que conocía, y otras que no,
mientras Coco escuchaba pacientemente - …y no te preocupes, yo misma te llevo a
tu consulta y por supuesto a tu operación, me han dicho que…
- Tía, sólo te pido que no le
digas nada a mi mamá, quisiera darle la sorpresa de verme sin anteojos.
La operación de colocarle un
lente intraocular fue una intervención sin complicaciones y pronto estuvo de
alta, apenas si habían transcurrido diez días cuando Coco consideró que era
momento de regresar a Lima; pese a estar en casa de su tía, tenía pequeños
gastos, sus recursos no eran muchos y prefirió ahorrar para otro fin más
importante para él.
La sorpresa para Marcela fue
mayúscula; no sabía y, por cierto, no esperaba una cosa así, pero no tuvo
tiempo de preguntar nada.
- Mira mamá ¿Qué tal me veo sin
lentes?
- ¿Cómo que sin lentes? ¿Ya no…?
- Ya no mamá, me he operado en
Miami y ya no necesito usar lentes.
- ¡Pero Coco! ¿Cómo es que no me
habías dicho nada? …Y Liliana tampoco me…
- Yo le pedí que no te dijera
nada, mamá, quería darte la sorpresa.
- Y vaya que me has sorprendido.
- Ahora ya puedo ser piloto mamá,
sin limitaciones.
- Coco…- Marcela se interrumpió y
guardó silencio por un momento, no quiso insistir en su oposición explícita –
será cuando termines tu carrera.
Jorge “Coco” Ramos Franco
Durante todo el día Marcela se
había sentido desasosegada y no sabía la razón, el día anterior,
involuntariamente, había escuchado a Coco conversar por teléfono con alguien,
no lo estaba espiando ni intentaba inmiscuirse en los asuntos de su hijo, pero
de lo poco que alcanzó a escuchar le llamó la atención la palabra “…decano…”;
alrededor de las cinco de la tarde llegó Coco a su casa, Marcela se sintió
curiosa porque si bien no tenía horario fijo, muy rara vez llegaba tan
temprano.
- Coco ¿Qué milagro a esta hora?
- Mamá, ya saqué mi título, ya
soy economista, aquí están mis papeles de bachiller, puedes empapelar tu
dormitorio si quieres, pero ahora ¡Voy a volar! ¡Voy a ser piloto!
Marcela se quedó sin habla por
unos segundos, se le hizo un nudo en la garganta, parecía no saber qué hacer ni
qué decir, por su mente pasaron velozmente muchas escenas de su vida, los
avatares de su etapa de enamorada con Jorge el padre de Coco, los momentos de
angustia cuando temía que descubrieran alguna de las cartas que le escribió,
las discusiones con su padre y las razones de este al oponerse a su romance
…Hijita hay muchos accidentes, no quiero que te quedes viuda apenas empezando a
vivir….Hijita eres muy joven, no conoces nada de la vida… recordó su matrimonio
como si se hubiera realizado la víspera, en la capilla del colegio piurano y
sólo gracias a un permiso especial; sus años de feliz unión con Jorge, quien se
desvivía por ella y sus hijos, hasta el día del fatal accidente – hacía ya 12
años – en el que fallecieron Jorge, su esposo, y Daniel “Danny” Gutiérrez
Espinoza- ¡Y ahora esto! - Encontrarse en un trance similar, oponiéndose al
deseo de su hijo, quien no atendía sus razones y sus temores, las mismas
razones y argumentos que le diera su padre al oponerse a sus amores con Jorge;
se estremeció, al pensar en la posibilidad de que el destino la castigara dos
veces con el mismo inmenso dolor; Marcela se acercó a su hijo, lo besó en la
frente, luego le hizo la señal de la cruz.
- Hijito, más no puedo hacer,
cumple tu destino y que Dios te proteja; ojalá no tenga que llorarte.
Fue todo lo que dijo Marcela.
"Los nombres de Jorge
Ramos Echevarría y Daniel Gutiérrez Espinoza, se unieron en una muerte
accidental, y de algún modo romántico por el modo en que los sorprendió la
muerte, en un avión sirviendo a su patria, dejando la sensación de que esas
vidas tenían todavía algunas historias por contar…”
Daniel Gutiérrez De Souza
2015
CUARTA PARTA
Collique
Coco Ramos se arrastró, con gran
esfuerzo logró salir de entre los restos de su maltrecho avión, se recostó en
la llanta del tren principal, tratando de encontrar algo de comodidad; abrió su
casaca, del bolsillo del pecho de la camisa sacó una foto, protegida por un
sobre de plástico incoloro - ¿Ves Manolete? Ya soy piloto, todavía me falta un
poco …pero en unos cuantos días completo mi instrucción para piloto comercial, ya
casi termino – levantó la mirada para ver el lento desplazamiento de la neblina
entre los montículos de arena; el frío lo hizo estremecer, cruzó los brazos
sobre el pecho – Voy a descansar un poco mientras espero – pensó; un rato
después se quedó dormido mirando la fotografía que sostenía en una mano,
recordando su último vuelo.
El 22 de junio, 1991, según lo
planificado, se efectuaría el vuelo con cuatro aviones T-41, que estuvieron
listos desde dos días antes.
Era ya el cuarto día de espera y
las condiciones meteorológicas no eran lo suficientemente buenas para emprender
vuelo, la quebrada de Collique parecía acumular toda la neblina y todas las
nubes de Lima, estaban ya a día 25 y las condiciones no eran ni siquiera las
mínimas; el técnico encargado de la torre de control se veía asediado por los
alumnos que, impacientes, se acercaban, en grupos de dos o tres, para presionar
al operador y conseguir la autorización de decolar; la modalidad era sencilla,
se acercaban cada diez o quince minutos a preguntar si las condiciones ya
permitían la partida, a pesar de que era evidente que las condiciones eran
inadecuadas para el vuelo; les era indispensable decolar al medio día a más
tardar, so pena de no alcanzar a llegar a Chiclayo con luz diurna, con lo cual
se verían obligados a pernoctar en Trujillo, cosa que nadie quería. Vehemente e
impetuoso, Jorge “Coco” Ramos era el piloto que más insistía, una y otra vez se
acercaba al técnico a preguntar si las condiciones ya permitían salir a volar;
estaba muy resfriado y aun así presionaba e insistía en que se iniciara el
vuelo, ya tenía licencia de Piloto Comercial, pero le faltaban completar las
horas de vuelo instrumental y vuelo nocturno, que las cumpliría en Chiclayo;
según decía, su urgencia era porque tenía un ofrecimiento de trabajo.
Al medio día, la torre de control
autorizó el decolaje y Gazzolo, la piloto guía, decidió que decolaran, en la
presunción de que el cuello de Ancón, lugar por el que pasarían a la línea de
playa, estaría con visibilidad suficiente.
Las radio emisoras y canales de
televisión dieron la noticia: cuatro aviones de instrucción habían decolado de
Collique con destino a Chiclayo, previa escala en Trujillo para recargar
combustible, pero solamente habían llegado tres; la cuarta aeronave no había
llegado a Trujillo y no se tenía información alguna; el Servicio de Búsqueda y
Rescate había sido informado oportunamente, pero no podían tomar acción porque
las condiciones meteorológicas no permitían la búsqueda aérea, ni siquiera en
la línea de costa; habría que esperar a que mejore la visibilidad. Los
ocupantes del avión perdido eran Gregory Zamoluk, Fernando Alvarado, Jorge
Ramos y César Lozada.
Cuando despertó, en medio de la
obscuridad más absoluta, todo era silencio, no sabía si estaba vivo o muerto
porque no sentía dolor ni escuchaba sonido alguno, no veía ni escuchaba nada,
se sentía como flotando en medio de la nada; poco a poco fue recuperando la
consciencia y a sentir dolor, se palpó y sintió algo pegajoso, gelatinoso, y
supuso que era la sangre coagulada de sus heridas, tenía serias lesiones, pero
estaba vivo; se esforzó por recordar lo que había pasado y entonces cayó en
cuenta – Nos estábamos yendo a Chiclayo ¡Nos hemos estrellado! - ¿Cuántas horas
han pasado? Ya es de noche - El cuerpo le empezó a doler horriblemente, pero
sobre todo la cara, la sentía desfigurada ¿Me habré roto la mandíbula? Haciendo
un esfuerzo logró ponerse de pie; empezó a caminar, en dirección a unas luces
que se veían a la distancia, cuesta abajo; lentamente, a trompicones, a ratos
arrastrándose de fundillo, fue bajando, hasta que se encontró con un hombre de
sucias ropas y que olía bastante mal.
- Oiga ¿qué ha pasado? ¿quién es
este señor? ¿Lo han atropellado? – el policía de servicio se puso en guardia,
alarmado, al ver el lamentable estado del herido-
- Yo vivo por aquí, jefe, soy
chanchero; había salido a darle una vuelta a mis chanchitos, porque siempre hay
gente mala que se los quieren robar, y me encontré con el señor, que apenas
puede caminar, y todo lleno de sangre, así que lo traje a la comisaría.
- ¿Qué le ha pasado señor? ¿cómo
se llama?
- Soy piloto civil… de Collique…
hemos tenido… un accidente aéreo – al herido se le hacía muy difícil hablar.
- Señor, ya viene un patrullero
para que lo lleve a un hospital; ahora tengo que hacer el parte policial.
Daniel entró a su dormitorio,
apurado, se había comprometido con un grupo de amigos y ya ´se le había hecho
tarde; rápidamente se quitó la camisa, dirigiéndose al baño para afeitarse;
inconscientemente, como tantas otras veces, de pasada encendió el televisor;
mientras se aseaba escuchó, a medias, algo de un avión accidentado; también
mencionaron algo de Collique, de Trujillo y unos nombres que no alcanzó a
escuchar. Al salir de su dormitorio, ya cambiado y rasurado, le dio el alcance
la empleada doméstica
- Señor Daniel, el señor Luchín
lo ha llamado tres veces, dice que es su compañero del colegio Quiñones, y que
lo llame.
- ¿Tres veces? ¿Qué lo llame?
…bueno, no importa, justamente me voy a una reunión del cole, ahí lo veo ¡Chau!
En el trayecto al lugar de
reunión, la casa de otro compañero iba pensando – Qué fregado este Luchín, nos
vamos a encontrar en la reunión, y me está llamando ¡Tres veces! Seguro que
como estoy retrasado ha pensado que no voy a asistir ja ja ja.
Al llegar, encontró que la puerta
de calle estaba abierta, costumbre que habían adoptado los muchachos de la
“collera” para evitar tener que ir a abrir cada vez que llegaba uno de ellos a
la reunión; apenas ingresó, sus “patas” amigos empezaron con las bromas
- ¡Llegó el chanchero, llegó el
chanchero!
- ¡Báñate, oe!
- ¡Vendo chanchos, vendo
chanchos!
- ¿Qué les pasa? ¿Están locos? ¡O
qué!
Al ver la cara de desconcierto, y
algo amoscado, de Daniel, su amigo Luchín se acercó a él.
- ¿Qué? ¿No te has enterado lo de
Coco?
- ¿Coco? ¿Qué Coco? ¿De qué me
hablas?
- De Coco Ramos, se ha
accidentado esta mañana, en un avión de Collique, hay un sobreviviente, pero yo
te llamaba por lo de tu viejo.
- ¿Mi viejo? ¿Qué tiene que ver
mi viejo en todo esto?
- Bueno…claro que es una
coincidencia, pero una coincidencia bien extraña, porque el sobreviviente, un
tal César Lozada, bajó del cerro como pudo, y felizmente se encontró con un
chanchero, que lo llevó a la policía y de ahí lo mandaron al hospital.
-Sigo sin entenderte ¿Qué tiene
que ver mi viejo?
- El papá de “Coco Ramos” se mató
con tu viejo ¿No?
- Bueno, el chanchero se llama
…Daniel Gutiérrez, como tu viejo.
Al día siguiente encontraron el
avión accidentado; recostado en una rueda del tren de aterrizaje estaba el
cuerpo de Coco Ramos; en la mano tenía la foto de su padre.
“Hijito, más no puedo hacer,
cumple tu destino y que Dios te proteja”
Habían sido las palabras de su
madre, cuando “Coco” le dijo que sería piloto, como le había prometido a su
padre el día de su muerte.
“Le habló, no a su cuerpo ya
sin vida, sino a él, le dijo cuánto lo amaba, le dijo cuántas veces había
sufrido su muerte cuando él insistía en ser piloto como su padre, para
finalmente morir como él; recorrió los años felices, le dijo que mientras ella
viviera, ellos, los dos Jorge, no morirían, porque los llevaría siempre en el
alma y el corazón, aun sabiendo que, tal vez, sea un camino largo y doloroso.
Sé que es una herida que nunca sanará, que sangrará hasta el día que cierre los
ojos para reunirme con ellos”