Thursday, March 8, 2018

Reseña Histórica Sobre El Martinezismo y El Martinismo


RESEÑA HISTÓRICA SOBRE
EL MARTINEZISMO Y EL MARTINISMO

 Image result for Reseña Histórica Sobre El Martinezismo y El Martinismo

En los peculiares últimos años del siglo XVIII, que vieran a William Law frente a Hume, a Swedenborg frente a Kant, a Saint-Germain, Mesmer y Cagliostro frente a Rosseau, Diderot y Voltaire, mientras en toda Europa proliferaban infinidad de sectas y ritos, y en las logias masónicas se erigía una tribuna tanto a las ideas más vanas como a las más sublimes, apareció en Francia un hombre cuyo silencioso trabajo contrastaba curiosamente con la turbulenta propaganda de la mayoría de los reformadores de su tiempo: Martínez de Pasqually. Este hombre, cuyo altruismo y sinceridad estaban fuera de toda sospecha, trabajó para que ciertas logias regresaran a los principios esenciales de la Francmasonería, de los que se habían apartado  sensiblemente en esa época, como consecuencia de una serie de acontecimientos que no corresponde relatar aquí.
La tarea de Martínez era difícil. Entre 1760 y 1772 se dedicó a recorrer las principales ciudades francesas, seleccionando en el seno de los talleres masónicos a quienes pudieran ayudarle a formar un núcleo, un centro para sus operaciones posteriores. No dudó en repartir cartas constitutivas (en nombre de su Tribunal Soberano, establecido en París desde 1767) a logias provinciales clandestinas, aceptando colaboradores de fuera cuando los consideraba dignos del ministerio a ejercer.
De este modo surgió lo que el Sr. Matter denominó acertadamente el Martinezismo, que recibe el nombre de Rito de los Elegidos Cohens y consiste simplemente en una rama ortodoxa de la verdadera Francmasonería injertada en el viejo tronco; se basa en un conjunto muy preciso de enseñanzas tradicionales, transmitidas según el poder receptivo adquirido por sus miembros mediante un trabajo íntegramente personal, y donde la teoría y la práctica están estrechamente relacionadas.
Desafortunadamente, el ahínco de Martínez le llevó a descuidar la verdadera base de la institución masónica. Dedicado por completo a reformar los capítulos R.C., restó importancia al papel de las logias azules. Veremos como Louis Claude de Saint-Martin, su discípulo más célebre pese a ser uno  de  los  más alejados  de  la  obra del  maestro,  llegó  incluso más lejos. Desde 1777 se negó a participar en las sesiones de las logias martinezistas, donde únicamente se practicaban los “grades du porche”[1], o masonería simbólica, así como en los trabajos de las logias de Versalles, debido a razones especiosas de neumatología, y en las de París, pues enseñaban magnetismo y alquimia.
Por estos motivos, pocos años después de que Martínez de Pasqually partiera a las Antillas (1772), se produjo una escisión en la orden que con tanto esfuerzo había formado. Ciertos discípulos permanecieron fieles a las enseñanzas del Maestro, mientras que otros, inducidos por el ejemplo de Saint- Martin, abandonaron la práctica activa para seguir la vía incompleta y pasiva  del misticismo. Este cambio de dirección en la vida de Saint-Martin podría sorprendernos si ignorásemos hasta qué punto se alejó de las operaciones externas del Maestro durante los últimos cinco años en la logia de Burdeos.
Los resultados de la escisión provocada por la propaganda activa de Saint-Martin no se hicieron esperar. Las logias del sudoeste fueron las primeras en cesar sus trabajos. La propaganda de Saint-Martin no encontró eco en las logias de París y Versalles; sin embargo, cuando en 1778 sus Hermanos de Lyon se convirtieron definitivamente al rito templario alemán de la Estricta Observancia, y el Gran Maestro Willermoz sucedió al Gran Maestro provincial Pierre d’Aumont (sucesor de Jacques Molay) con el título de Gran Maestro provincial de Auvergne, se plantearon fusionarse con las logias Philaléthes, que trabajaban desde 1773 (según datos de Martínez y Swedenborg) y en cuyos capítulos secretos no se admitía a ningún iniciado del Gran Oriente. En esta época, Saint-Martin comenzaba a ser conocido gracias a la aparición de su primera obra: “De los errores y de la verdad”. Muchos creían ver en él al continuador de la obra de Martínez. Sin embargo, las logias nombradas anteriormente no lograron convencerle de que se uniera a ellas para alcanzar una obra común; a su último llamamiento durante el Congreso promovido por la asociación de Philaléthes (París, 1784), Saint-Martin respondió por carta manifestando su negativa a participar en sus trabajos. A partir de ese  momento, su mayor preocupación fue establecer contactos con los místicos de Italia, Inglaterra y Rusia, perdió todo interés por el movimiento del rito rectificado de Lyon y no ocultaba su exasperación al oír hablar de logias.
Los acontecimientos posteriores motivaron un mayor compromiso de Saint-Martin con la vía que había elegido. En 1788, aquel que pasaría a la historia como el teósofo de Amboise viajó a Estrasburgo. La versión más extendida señala que su inclinación definitiva hacia el misticismo se debió a la compañía de una de sus amigas, la Sra. de Boecklin; lo cierto es que conoció a Rodolphe de Salzmann, que era, por así decirlo, el director espiritual de la Sra. de Boecklin. Rodolphe de Salzmann, amigo de Young Stilling y vinculado a los grandes místicos alemanes de la segunda mitad del S. XVIII (Eckarthausen, Lavater, etc.) era un hombre notable, pese a ser bastante desconocido, y tenía una profunda inclinación por la mística de los dos Testamentos y los escritos de Jacob Boehme, cuya clave había recibido. Él transmitió dicha clave a Saint- Martin, quien creyó encontrar ahí lo que no había logrado con su antiguo maestro.
Sin duda alguna, las enseñanzas de Salzmann contribuyeron enormemente a proporcionar un místico notable a Francia, pero no revelaron a Saint-Martin la doctrina del eminente teúrgo de Burdeos. En 1793, a la edad de cincuenta años y al no haber encontrado aún esa clave activa, buscaba consuelo en la advertencia de Martínez: que podría estar satisfecho si había alcanzado su meta a los sesenta años. Su pensamiento regresaba ya hacia  esa escuela de Burdeos donde transcurrieron cinco años de su juventud y cuyos trabajos abandonó de manera demasiado ligera. En una de sus cartas al barón de Liebisdorf (11 de julio de 1796) confesaría que “el Sr. Pasqually tenía la clave activa de lo que nuestro estimado Boehme exponía en sus teorías,  pero no nos creía aún preparados para manejar esas altas verdades”. Su correspondencia nos hace pensar que, antes de morir (Aulnay, 1803), retomó los análisis desdeñados de los trabajos de su maestro. Pero ya era demasiado tarde. El discípulo había matado al iniciador en su obra. El Martinezismo era historia.
Tras la muerte de Martínez de Pasqually (1774), la Orden, víctima de la debilidad de algunos y, desafortunadamente, también de la ambición de otros, cayó en un rápido declive. Los compromisos de Willermoz apresuraron su  ruina. La mayoría de los hermanos volvieron a sus antiguas obediencias, tal como hicieron los del Oriente de la Rochelle, cuya carta constitutiva no se ratificó tras 1776. En 1788, desaparecieron las logias de París; los ricos archivos que provocaran la envidia de Cagliostro fueron subastados tras la muerte del marqués Savalette de Langes, cayendo en manos de dos hermanos de Lyon, y llegando luego a las del Sr. Destigny. En 1868, éste los transmitió al Sr. Villareal, a cuyo esmero debemos agradecer su conservación. El fracaso de los hermanos de Lyon en su tarea no era algo nuevo. Su rito rectificado, que en realidad era el Martinezismo, especialmente tras su segunda revisión, vio apagarse sucesivamente los directorios de sus tres provincias: el de Borgoña se disolvió el 26 de enero de 1810, por falta de miembros; el año siguiente, los otros dos se fusionaron con el Gran Oriente, que siempre se había negado a reconocerlos.
El motivo de profundizar en las particularidades de la vida de Saint- Martin es demostrar el error de algunos historiadores mal informados, que atribuyen al teósofo de Amboise la sucesión del teúrgo de Burdeos; y de otros aun peor documentados, que pretenden que fue el fundador de la Orden del Martinismo. Saint-Martin no fundó orden alguna, jamás tuvo dicha pretensión, y el nombre de Martinistas designa simplemente a aquellos que adoptaron su visión, inclinados a liberarse del dogmatismo ritualista de las logias, rechazándolo por su inutilidad. Esta es, en efecto, la opinión de  Jacques Matter, el célebre historiógrafo de Saint-Martin.
Jacques Matter era nieto de Rodolphe de Salzmann, tenía en su poder los principales documentos relacionados con el Martinezismo y los Martinistas, y se encontraba en una posición idónea para relatar los principales acontecimientos reveladores de su existencia. Por otra parte, mantuvo relación con el Sr. Chauvin, uno de los últimos amigos de Fabre d’Olivet y albacea de Joseph Gilbert, quien fuera el único heredero de todos los manuscritos del teósofo de Amboise.
En la actualidad, el hijo del historiador, el Sr. Matter, posee casi todos esos indispensables documentos, incluyendo el “Tratado de la Reintegración  de los Seres”. Este es uno de los documentos más interesantes y notables, pues recoge la base de la doctrina tradicional de Martínez de Pasqually sin omisiones ni añadidos. Muy amablemente, el Sr. Matter nos ha autorizado a publicarlo. Este Tratado, escrito en Burdeos durante 1770, no se incluye en los archivos capitulares de Metz. Los de la Villa de Libourne incluyen únicamente los pasajes principales. Dichos fragmentos, bastante mal escritos y con numerosas mutilaciones, se encuentran repartidos entre las distintas instrucciones de rituales, siendo bastante difícil reconstruir a partir de ellos la obra de Martínez de Pasqually. Por lo tanto, desde aquí, nuestro infinito agradecimiento al Sr. Matter por su amable colaboración.
Con posterioridad, y a su debido tiempo, irán apareciendo otras piezas no menos importantes que arrojaran nueva luz sobre los hombres y las cosas de esta época.

Un Caballero de la Rose Croissante.

París, 20 de septiembre de 1898, aniversario de la muerte de Martínez de Pasqually.



[1] 1 Grados del Porche

Thursday, February 22, 2018

Afinidades Espirituales - ¿Qué es la Fuerza?




AFINIDADES ESPIRITUALES
Franz Hartmann

¿QUÉ ES LA FUERZA?

Antes  de  procurar  ocuparnos  racionalmente  en  la  indagación  de  los  efectos recíprocos y afinidades de unas fuerzas cualesquiera, físicas, psíquicas o de otra especie, se presenta ante todo la pregunta: ¿qué es la “fuerza”?.
La  observación  y  la  experiencia,  tanto  externa  como  interna,  enseñan  que  la “fuerza” es un atributo o función de algo que se llama “substancia” o “materia”, a saber, un movimiento que por su naturaleza, no puede ser más que la expresión de una energía, ya que la substancia inanimada no puede moverse por sí misma. A la verdad, no está demostrada la existencia de cualquiera materia, y contradice a toda filosofía sana, a menos que por “materia” entendamos la “substancia” (de sub-debajo, y sto-estar), es decir, aquel principio que es la base de toda existencia.
Este principio, sin embargo, no puede ser por sí mismo otra cosa que una energía, porque, sin causa eficiente, nada absolutamente puede existir. La “materia” no puede ser su propia causa: ha de tener una causa por la cual existe, y esta causa no podría producir nada, si no fuera una fuerza operativa.
Según este aspecto, lo que llamamos “substancia” o “materia” no ha de ser otra cosa que el fenómeno que existe producido por la acción de una energía convertida en fuerza, cuya energía ha de ser por sí misma de naturaleza substancia, porque un movimiento de nada, sin base alguna para su existencia, es quimérico  inimaginable.
Esta fuerza universal que los antiguos llamaban “materia prima”, y que Schopenhauer describe como la “voluntad”, corresponde a lo que en sánscrito se llama “Akâsa”, y que quizá se designará mejor como el “espacio” o “fuerza universal”, por lo cual, sin embargo, no hemos de representarnos al espacio como una “nada vacía” o como una vejiga llena de éter universal, sino como la extensión de la fuerza universal infinita de que se trata, y cuya causa está en ella misma como algo que nos es desconocido, lo cual no podemos abarcar precisamente porque es infinitamente más grande que nosotros mismos, y que designamos como “Dios” o “Voluntad de Dios”, sin aproximarnos por ello a la comprensión intelectual.
Considerado desde el punto de vista espiritual, nos parece el universo como una manifestación del poder y de la gloria del Uno eterno e innominado; “la materia” como energía  acumulada  y  convertida  en  fenómeno;  la  “fuerza”,  en  cualquiera  forma  que aparezca, como una expresión de esta energía que se puede designar como la voluntad cósmica regida por una ley natural, cuya voluntad en su propia “substancia” o esencia, por sí misma, en todos los planos de existencia, en los planos físico, psíquico y espiritual, puede producir formas corpóreas, ya visibles, ya invisibles para nosotros. Esto concuerda también con las doctrinas religiosas de varios pueblos; pues, por ejemplo, la Biblia enseña que todo se hace por el Verbo (Logos).
El “Verbo” significa la vida que obra de dentro afuera, y la doctrina de los indos concuerda, por tanto, con la de los cristianos, afirmando que todo lo que existe no es otra cosa que una manifestación de la actividad de un principio vital en el universo, cuya fuente es Atma, el Espíritu, es decir, la “Conciencia”. La “materia” es un fenómeno, y como tal, un atributo de este principio universal. Lo que llamamos “forma” no tiene en sí misma ninguna existencia absoluta, sino que es una suma de cualidades; pero el poder trascendente que produce estas formas, es eterno e inmutable, por más que se manifieste en formas y fenómenos innumerables y diversos.

Tuesday, February 20, 2018

El Grado del Real Arco - A. Gallatin Mackey

EL GRADO DEL REAL ARCO


Enciclopedia de la Francmasonería.- A. Gallatin Mackey



Con excepción del grado del Maestro, no existe otro grado en la Masonería tan extensamente difundido, o que sea tan importante en su valor histórico y simbólico, coma el Arco Real, o, como se le ha llamado, flor razón de su significación sublime el ‘Arco Real Sagrado” Dermott le llama ‘la raíz, corazón, y esencia de la Masonería,” y Oliver dice que es “indescriptiblemente más augusto, sublime, e importante que cualquiera que le precede, y es, en efecto, la cima y perfección de la Masonería Antigua.” Se encuentra, efectivamente, en cada uno de los Ritos, en alguna forma modificada, y algunas veces bajo nombre diferente, pero conservando siempre esas mismas relaciones simbólicas de la Palabra Perdida que constituyen su carácter esencial.

Cualquiera que estudie cuidadosamente el grado del Maestro en su significación simbólica, sé convencerá que se encuentra en una condición mutilada, es decir que es imperfecto e incompleto en su historia, y que, terminando bruscamente en su simbolismo, deja a la mente en espera de algo más que es necesario a su perfección. Esta deficiencia la suple el grado del Arco Real. Así es que, cuando tuvo lugar la unión en Inglaterra, en 1818, entre las dos Grandes Logias rivales, no obstante que existía una disposición hereditaria y vigorosa en la parte de los Masones Ingleses con el fin de preservar la simplicidad del Antiguo Rito de York limitando a la Francmasonerí a a los tres grados simbólicos, fué necesario definir la Masonería del Orden antiguo como consistente de tres grados, incluyendo el Arco Real Sagrado.

Hubo un tiempo en que el Arco Real no existía como grado independiente, sino que era una parte complementaria del grado del Maestro, al que dio la necesaria realización. Ramsay lo introdujo en los grados superiores del continente; Darrnott lo creó y estableció para el uso de su Gran Logia; y que Dunckerley se dice lo desunió del tercer grado en la Gran Logia Legal de Inglaterra.

El método preciso y época de su separación después de haber sido establecido por tercera vez, como grado independiente en Inglaterra y América, constituye una parte importante e interesante de la historia de la Masonería.

Es evidente que la existencia del Arco Real como grado independiente y distinto, data de una época comparativamente moderna. En ninguno de los registros antiguos manuscritos de la Masonería existe la referencia más insignificante de él, a la vez que Anderson no lo menciona de ningún modo en su historia de la Orden. La palabra verdadera, que constituye el carácter esencial del grado del Arco Real fué encontrada por el Dr. Oliver en un retablo antiguo del Maestro Masón de fecha aproximada al año 1725 por lo que concluye así (Orden de Inglaterra R A., p. 20) “que la palabra, en esa época no había sido apartada del tercer grado y transferida a otro” en otras palabras, que el grado del Arco Real no habría sido construido entonces.

El período último en que se menciona en Inglaterra que él pudo encontrar, fue en el año 1740. exactamente dos años después de que aconteció el cisma que separó la Logia antigua de la Gran Logia Moderna, uso los títulos generalmente aceptados, sin ninguna referencia a su propiedad y atribuye su formación al cuerpo anterior. Stone, (Cartas Sobre la Masonería, p. 50,) que posee un conocimiento perfecto de la historia Masónica, atribuye su origen al Capitulo Primordial de Arras. Pero ese cuerpo fué establecido por el joven Pretendiente en 1747, y Oliver, como se demuestra, reconoció la existencia del grado en Inglaterra siete años antes, Sin embargo, la verdad es que, Ramsay, mucho antes habla incorporado el grado del Arco Real bajo un titulo diferente en sus grados superiores, y no hay duda que Dertnott, que fué realmente el inventor del sistema Inglés, debía a él muchas de sus ideas lo mismo que aconteció posteriormente a Dunckerley cuando compuso el Arco Real para la Gran Logia Legal pero el sistema de Ramsay era muy diferente en sus detalles principales al de ambos. Ramsay, hacia la época de la innovación de Dermott, había visitado Inglaterra, e intentado introducir sus grados superiores, los que fueron rehusados por la Gran Logia Legal y hay muchas razones para creer que él comunicó a la Masonería separatista una parte principal de las invenciones que él había implantado en la Masonería del continente.

Oliver dice que el Arco Real que fué inventado por los separatistas, “aunque contenía elementos de sublimidad suprema, era imperfecto en su construcción y poco satisfactorio en su resultado lo cual demostraba, por el estado imperfecto e informa en que se encontraba entonces, que el grado estaba en los primeros años de su infancia, Los anacronismos que tenía en abundancia, y el estilo negligente en el que sus partes se encontraban dispuestas, revelaban su origen reciente. Realmente, no cabe duda que fué un atentado, el combinar varios de los grados continentales de la Masonería sublime en uno solo, sin atender al orden del tiempo, propiedad y estilo conveniente en su disposición, o cualquiera otro principio fundamental; y por esta razón encontramos en el grado, tal como fué construido originalmente, una confusión insuperable del todo en los acontecimientos que se conmemoran en el Arco Real de Ramsay, los Caballeros del Arco Noveno, del árbol Ardiente, del Oriente o la Espada, de la Cruz Roja. el Compañero Masón Escocés. el Maestro Selecto, la Espada de la Cruz Roja de Babilonia, la Rosa Cruz, etc,”.

Como a fines del año de 1758, la Gran Logia Constitucional no tenía grado del Arco Real, pues en ese año el Gran Secretario declaró que nuestra sociedad no es Arco Antiguo ni Arco Real ;‘ y en la lectura del tercer grado preparado por Anderson y Desaguliers dice que “lo que existía perdido se ha encontrado ahora,” lo cual significaba, dice Oliver, que la palabra del maestro masón se otorgó al Masón recientemente ascendido en las últimas ceremonias del tercer grado, lo cual prevenía la necesidad del grado del Arco Real.

Pero hacia el año 1770, Tomás Dunckerley, que había sido autorizado por la Gran Logia Constitucional, o los “Modernos,” para inaugurar un nuevo sistema de lecturas, comenzó sus modificaciones del antiguo sistema, las que se han practicado hasta la fecha y que consisten en separar la palabra del Maestro del tercer grado, Esto dio origen a la necesidad de un nuevo grado; por lo que Dunckerley, copiando de Ramsay, de Dermott, y de su propia invención, fabrico el grado del Arco Real para los Masones Modernos; siendo una Innovación violenta, cuyo éxito se debe únicamente a su gran popularidad que tenía en la Orden y la influencia del Gran Maestro. Oliver cree, por buenas razones, que la introducción del grado del Arco Real en el sistema Moderno no podría haber sido anterior a la dedicación del Salón de los Francmasones en 1776. Diez años después de que los reglamentos del grado fueron establecidos por primera vez, y en que la unión de las dos Grandes Logias en 1813, tuvo lugar, fué reconocido formal y oficialmente el Arco Real Sagrado, como una parte de la Masonería del Orden Antiguo, el que ha permanecido desde entonces en dicha forma.

El resultado de nuestras investigaciones, en las que hemos confiado principalmente en la autoridad del inteligente Oliver, es que, hasta el año 1740, el elemento esencial del Arco Real constituía parte componente del Grado de Maestro, y era, por supuesto, su parte concluyente; que como grado no fué reconocido del todo siendo solamente el complemento de uno; y que en la época en que fué separado de su relación original y elevado a la posición e investido con a forma de un grado distinto por el cuerpo que se llamaba ‘la Gran Logia de Inglaterra según las Antiguas Constituciones,” y que se conoce familiarmente tomo la Logia de Dermott o la Gran Logia Athol, y frecuentemente corno ‘los Antiguos;” que en 1776 un grado se¬mejante construido por Dunckerlev, fué adoptado por La Gran Logia Constitucional. o los “Modernos,” y que en 1813 fué reconocida formalmente como parte del Rito de York por a Gran Logia Unida de Inglaterra.

En América, la historia del grado siguió a la del sistema inglés. Como la mayor parte de las Logias americanas derivaban sus Patentes de la Gran Logia Athol, el Arco Real debe haber sido introducido en el momento de su constitución, El gobierno del grado estuvo por mucho tiempo bajo las ordenes de las Logias del Maestro, y muchos años transcurrieron antes de que fuese conducido de ahí y colocada bajo el control de cuerpos distintos llamados Grandes Capítulos. En América, no fué sino hasta 1798 en que se fundó el Gran Capitulo y muchas Logias persistieron por algunos años en que les fuese conferido el grado del Arco Real bajo La autoridad de sus Poderes de Las Grandes Logias.

Conservado en todas partes la identidad en su significación simbólica, el Arco Real varia en diferentes países en sus detalles históricos.

El grado de Ramsay, del que se originaron todos los sistemas continentales, es enteramente diferente del que se practica en la Gran Bretaña, en Irlanda, y en los Estados Unidos.

Su representació n puede encontrarse en el grado décimo-tercero, o Caballero del Arco Noveno del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

En Inglaterra, Escocia. y los Esta¬dos Unidos, la circunstancia en la que se funda el grado, o, en el lenguaje técnico, la leyenda, es la misma; pero La organización preliminar es diferente en cada país.

En Inglaterra en 1834 se hicieron varios cambios considerables en las ceremonias de exaltación, pero se conservaba el diseño general del sistema. El grado es el cuarto en la serie masónica, y el Maestro Masón que ha permanecido así por doce meses, es elegible para la exaltación. Los oficiales principales del Capítulo ingles son: los tres Principales, Zorobabel, Haggai, y Joshua; tres Residentes Templarios y dos Escribas, Ezra, y Nehemiah un Tesorero y un Bedel.

En Escocia, los grados preliminares son; los de Maestro super-Excelente, Excelente, Ex-Maestro. y Marcador, y los oficiales principales son los mismos que en Inglaterra.

En Irlanda, la leyenda era anteriormente diferente de la de Inglaterra, y fundada en sucesos registrados en las Crónicas del Segundo Libro (xxxiv p. 14,) en donde se dice que Hiliiah “encontró el libro de la ley de Dios dado por Moisés.” La fecha de este grado era por Lo tanto el año 624 A. C., o sea noventa años después que la nuestra. Los grados preliminares a calificativos eran: Super Excelente y Excelente y Ex-Maestro. Pero el sistema irlandés fué alterado hace algunos años, y se adoptó un nuevo Rito, algo semejante al americano. Los oficiales no difieren materialmente de los del Capitulo inglés y escocés.

En América, la leyenda es la misma. tal como la inglesa, aunque varía en algunos de sus detalles. Los grados preliminares son: Maestro Excelentísimo, Ex-Venerable y Aprobado; y los oficiales principales son: Sumo Sacerdote, Rey, Escriba, Capitán de la Hueste, Viador Principal Capitán del Arco Real, y los Tres Grandes Maestros de los Velos.

Corno ya he dicho, como quiera que la leyenda o base histórica variase en los diferentes Ritos. en todos ellos era idéntica la significación simbólica del Arco Real. Por lo mismo, la Construcción del segundo Templo, que es un símbolo tan prominente en los sistemas inglés y americano, y enteramente conocido de igual modo en el continental, no puede considerarse como punto esencial en el simbolismo del grado. Es importante en los sistemas en que se encuentra, pero no es esencial. El verdadero simbolismo del sistema del Arco Real se funda en el descubrimiento de la Palabra Perdida.

Nunca es por demás e! repetir que la PALABRA es, en la Masonería, el símbolo de la VERDAD. Esta verdad es el gran objeto que persigue la Masonería el principio y tendencia de todas sus investigaciones la recompensa prometida a todos los esfuerzos masónicos, y que se busca diligentemente en todos los grados a que se aproxima constantemente pero nunca se comprende perfectamente e íntimamente, hasta que al fín, en el Arco Real, los velos que cubren el objeto de nuestra investigación se descubre ante nuestra vis¬ta, y se revela el inestimable premio.

Esta verdad, que es el gran objeto de las investigaciones de la Masonería, no es precisamente la verdad de la ciencia, o la verdad de la historia, pero es la verdad más importante que es sinónimo del conocimiento de la naturaleza de Dios, es esa verdad que se encuentra en el Tetragrama Sagrado, o nombre omnipotente, comprendiendo su significación su existencia eterna, presente, pasada y futura, a la que alude al declarar a Moisés, me he presentado a Abrahan, Isaac y a Jacob por el nombre de Dios Omnipotente; pero no me conocían por mi nombre de Jehová.

El descubrimiento de esta verdad es entonces, el simbolismo esencial del grado del Arco Real. Donde quiera que se practique, y bajo algún nombre peculiar el grado se encuentra en todos los Ritos de la Masonería; este simbolismo permanece. Pero no obstante, la leyenda puede variar, las ceremonias de recepción y los pasos preliminares de iniciación pueden diferir, pero la consumación es siempre la misma el gran descubrimiento que representa el conocimiento de la VERDAD

Diálogo sobre Masonería

Diálogo sobre Masonería



Por el Prof. DR. H. Seedorf - Adaptado y publicado por La L.·. Unión Nº 9 - Madrid 1932
P. Oigo que es usted masón. Se hablan sobre ellos cosas tan diversas que me agradaría tener informes fidedignos; pero usted, seguramente, no estará autorizado para darme las aclaraciones necesarias.
R. Al contrario, pregúnteme.

P. Me sorprende. Tenía entendido que los masones estaban obligados a la más severa discreción.
R. Eso se refiere únicamente a las formalidades de ritual, que se observan en nuestras reuniones, y a los asuntos de índole interna de la Asociación

P. Entonces le ruego me responda a algunas preguntas. ¿Qué fines persigue la masonería?.
R. Trabajamos por el ennoblecimiento de la Humanidad y queremos contribuir a que la verdadera moral se extienda cada vez más por el mundo.

P. Dice usted que la Asociación "trabaja". ¿Qué clase de trabajo es éste?.
R. En primer lugar se trata del estímulo continuo para el propio ennoblecimiento, mediante el propio examen de conciencia; después influenciando en este sentido a los demás, sean o no miembros de la masonería, y por último fomentando cualquier obra o ideal, moral y bien intencionada, tanto en el terreno práctico como en el teórico.

P. Según el criterio masónico, ¿Dónde se encuentra los fundamentos de la verdadera moral?.
R. En nuestra propia conciencia, donde una voz nos aconseja y previene, y en los fundamentos éticos de la cultura de la Humanidad, que tienen expresión perfecta en la moral de Cristo.

P. ¿Entonces forman ustedes una Asociación cristiana?.
R. Ciertamente, pero solo en lo que se refiere a la ética.

P. Frente a los fundamentos del cristianismo, ¿Qué posición sostienen ustedes?.
R. Las premisas de la Orden son la fe en Dios y en la inmortalidad del alma. La forma de desarrollar estos conceptos, así como la idea con que se los representen en la imaginación, queda al arbitrio de cada miembro de la Orden. Dios es, desde luego, para nosotros el portador o representante del orden moral del mundo.

P. Estas ideas no son exclusivas del cristianismo, y, sin embargo, he oído que sólo admiten ustedes cristianos.
R. Esto sólo se refiere a determinadas logias. Las demás tienen abiertas sus puertas igualmente para los que no profesan la fe cristiana.

P. Si sostienen ustedes este criterio fundamental. ¿Cuál es la causa de que en determinadas logias sólo se admitan cristianos?.
R. Porque creen en la necesidad de ser cristianos para desarrollar nuestras ideas morales, que tienen sus raíces en el cristianismo.

P. ¿Sus raíces en el cristianismo? ¿Es ésta la opinión de sustentan también las demás logias?.
R. Ciertamente. Sin el cristianismo no hubiera podido producirse la masonería, que después de larga prehistoria, se organiza en la forma actual en siglo XVII en Inglaterra.

P. No obstante, los católicos les consideran como enemigos.
R. Eso es injusto. Somos, por el contrario, amigos de la verdadera religiosidad.

P. Entonces, ¿Por qué afirman los católicos lo contrario?.
R. La Iglesia católica teme que nuestra Asociación, fundada en el verdadero espíritu de tolerancia, quebrante su influencia.

P. Acaso en la Suprema Dirección de su Orden haya otros propósitos secretos y mal intencionados.
R. Esta suprema Dirección no existe. No hay más que asociaciones de logias dentro de cada Estado. Relaciones internacionales sólo se establecen entre las asociaciones de logias de cada país a manera de las relaciones diplomáticas mantenidas entre potencias políticas iguales, y para regular Asambleas o Congresos.

P. ¿No aspiran ustedes también a la fraternidad universal en el sentido político?.
R. Somos patriotas fieles y consideramos que, aun en interés de la Humanidad misma, no es deseable la desaparición total de las diferencias nacionales; quisiéramos, no obstante contribuir a suavizar las diferencias políticas. La política por sí sola no nos interesa.

P. No obstante, se oye que en Francia y España las logias se ocupan de política.
R. Esto está expresamente prohibido desde los más antiguos reglamentos masónicos.

P. ¿Es para ustedes esencial el patriotismo?.
R. Naturalmente. Gentes sin patria no tienen cabida en nuestros talleres.

P. ¿Qué otras cualidades consideran ustedes necesarias para la admisión?.
R. Quien pretenda ingresar ha de ser hombre honrado y de buenas costumbres, debe reunir la cultura y preparación espiritual necesaria, para saber desarrollar las sugestiones que reciba en las logias, y disponer de algunos medios económico, pues su pertenencia a la masonería representa algún sacrificio pecuniario (de 60 a 200 pesetas anuales aproximadamente).

P. ¿ Entonces no es la masonería una Asociación humana – esta expresión la he oído – en el sentido de poder abarcar todo el mundo?.
R. En este sentido, desde luego no. Queremos ser apóstoles del humanismo, y extender las enseñanzas que recibimos en nuestras logias para que el mundo se sature de nuestras ideas.

P. Estas ideas, según veo, son ya bien conocidas por todos, Las iglesias y otras asociaciones las mantienen como normas esenciales. Para esto solo me parece que la masonería no sería muy necesaria.
R. En parte tiene usted razón, aunque nuestras enseñanzas tienen algo característico que no llega a expresarse siempre en las iglesias y otras asociaciones. Por ejemplo, el criterio de que el hombre no es malo en el fondo de su ser, sino bueno, y la insistencia sobre la influencia de un hombre sobre otro. Coincidimos en un concepto hondamente moral de la vida, que de ningún modo está influenciado por dogmas rígidos, y ello justifica, ahora como antes, la existencia de la Asociación, y seguirá haciéndola necesaria en su singular característica hasta que los ideales que nos mueven se hayan convertido en realidad.

P. ¿Por qué mantienen ustedes en nuestros tiempos sus secretos, aunque sólo sean los que se refieren al ritual o las cuestiones de orden interno?. Supongo que no será por temor a los ultramontanos, sobre todo en aquellos países en que el catolicismo está en franca minoría.
R. El secreto une fuertemente a los hombres. El espíritu cordial de nuestras reuniones se eleva con esto, y en ello vemos un mutuo estímulo, como no existiría probablemente otra más fuerte. Además sólo quien se ocupe largo tiempo e intensamente de su estudio estará capacitado para comprender el sentido y la relación del ritual con nuestros valiosos símbolos, que tanta influencia ejerce sobre el Espíritu. Para ello el secreto es indispensable. Por lo que se refiere a cuestiones de orden interno o íntimo tampoco es usual que se exterioricen sobre ellas los miembros de otras asociaciones, por ejemplo, la familia.

P. Habláis de la cordialidad de las relaciones, ponéis como comparación la familia, frecuentemente se oye que ustedes se llaman hermanos entre sí. Sin embargo, hay masones que en sus relaciones con otros no hacen el menor distingo, ni se comportan como familiares, ni siquiera como amigos sinceros y fieles.
R. Amigos solo somos en el sentido de la coincidencia de anhelos para lograr el mismo fin con medios honrados, en el sentido de la estimación mutua que se dispensan los hombres honestos, que luchan a favor del noble humanitarismo, en el sentido de confianza y predisposición para ayudarnos y aconsejarnos unos a otros con todas las fuerzas al servicio de la moral. Sólo así ha de interpretarse la denominación de hermanos que frecuentemente empleamos. Hermanos somos porque nuestras relaciones se fundan en el más puro humanitarismo, porque nos reúne un limpio amor a la Humanidad, aquel amor que debe ligar a todos los hombres, y porque nos sentimos unidos en el deseo de fomentar con la mayor energía este amor entre nosotros y para con los demás. Una relación personal más estrecha sólo puede conseguirse con trato más dilatado, y difícilmente se conseguirá nunca entra la totalidad de miembros de una logia. Para ello sería precisa la coincidencia en algunas otras cuestiones, que poco a nada interesa a la masonería.

P. Puede ser, pero yo conozco masones que no parecen revelar las características de humanismo que vos describís.
R. Siempre seremos hombres con debilidades humanas. Estamos constantemente amenazados y tentados por enemigos externos e internos de nuestros anhelos morales. Por esto sometemos a examen a los solicitantes antes de ser admitidos, pero ¿Quién es capaz de leer el corazón humano?. Suficiente es que los pensamientos viles sean entre nosotros la excepción, si los anhelos humanitarios son fácilmente perceptibles en la mayoría, y si las logias son lugares de educación de los sentimientos en un sentido moral y trabajan por la desaparición de todas las injusticias sociales.

P. Si le he entendido bien, la masonería es una Asociación que no puede considerarse secreta, pero que trabaja con usos y formalidades sobre las que mantienen la mayor reserva, y cuya finalidad es el desarrollo moral de los asociados y de la Humanidad en general.
R. Esto es, en realidad, lo más importante. Nuestra misión es luchar contra todo lo bajo y ruin, romper lanzas contra el error, en nuestro propio pensamiento y en el de las personas que nos rodean. Contribuir a que las relaciones humanas sean expresión del verdadero humanitarismo, haciendo que cada cual se esfuerce en formarse teniendo esta idea como norma e influenciando al mismo tiempo a los demás en este sentido, por medio del ejemplo, de la enseñanza y las costumbres. Dentro de nuestro círculo interior los medios especiales para nosotros son las instrucciones, el ritual y la estrecha relación personal de unos asociados con otros.

P. Esto, ciertamente, es grande y bello. Acaso me decida a ingresar en la Asociación.
R. Ello me proporcionaría una sincera alegría; sin embargo me está vedado insistir para lograrlo. Una última advertencia quisiera hacerle para este caso; acérquese lleno de esperanzas a la idea, pero no espere demasiado de sus representantes. Ello le ahorrará seguramente desilusiones.
FIN
  • Al publicar este diálogo tenemos el propósito de facilitar argumentos a los hermanos jóvenes y poco experimentados en la polémica, capacitándoles para contestar a los profanos que deseen tener alguna información sobre masonería.
  • He intentado dar contestaciones claras, y de acuerdo con el criterio sustentado por mí, a las preguntas más usuales.