Monday, August 28, 2017

Jean Baptiste Willermoz y La Reforma de Lyón

Jean Baptiste Willermoz y
La Reforma de Lyón



“…Cristianos, no os hagáis ilusiones, y cualesquiera que sean vuestras opiniones
sobre el estado de las almas justas que dejan este mundo, no olvidéis nunca
que nada impuro puede entrar en el Cielo y que el que se lleva con él la menor mancha
no puede habitar con el que es la pureza y la santidad misma…”


Jean Baptiste Willermoz
Tratado de las dos naturalezas


1.- Jean-Baptiste Willermoz y los martinezistas de Lyón

En 1767 tuvo lugar un hecho que cambiaría el destino de muchos masones europeos, y aseguraría la supervivencia de gran parte de las doctrinas de los martinezistas de la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo. Sucedió que en el seno de una logia martinezista, fue introducido uno de los hombres más trascendentes de la francmasonería del siglo XVIII a quien se lo llegaría a considerar entre los masones más poderosos de su tiempo. Nos referimos a Jean-Baptiste Willermoz.

Había nacido el 10 de julio de 1730 en la ciudad de Lyón, la misma en la que murió, noventa y cuatro años después, el 20 de mayo de 1824. Su vida, a diferencia de la de muchos líderes masones de su generación, es ampliamente conocida gracias a numerosas cartas, actas y documentos que dejan ver, no sólo al personaje, sino también su pensamiento, su amor a la verdad, su inquebrantable búsqueda de una masonería trascendente y el triunfo de su causa, perpetuada hasta nuestros días en el Régimen Escocés Rectificado.

Su figura ha sido objeto de brillantes biografías, en especial la escrita por Jean-Francois Var, traducida al español por el Gran Maestro y Gran Prior del 
G.P.D.H. Ramón Martí Blanco -Jean-Baptiste Willermoz, Su obra- que hemos tomado como base documental. Sin embargo, Willermoz no sólo es una figura central de la francmasonería, puesto que también atrajo la atención de muchos investigadores que, sin ser masones y, hasta en cierta medida, críticos de la Orden, han reconocido en su pensamiento y acción una singularidad sólo superada por Joseph de Maistre, de quien hablaremos a su turno. En Willermoz, las doctrinas del iluminado Martinez de Pasqually alcanzaron su apogeo y encontraron al genio político que las llevaría hasta el corazón de los líderes más notorios de la masonería europea.

Una breve semblanza de su vida nos diría que a los catorce años era aprendiz de un comerciante de sedas de la ciudad y que a los veinticuatro ya era propietario de su propia sedería que se convertiría en un próspero establecimiento, al punto de permitirle vivir con holgura hasta 1782, año en que la vendió. La fecha coincide con la realización del Convento de Wilhelmsbad en el que tendría capital participación, lo que hace suponer que la decisión de desprenderse de su negocio fue consecuencia de su deseo de dedicarse plenamente a las actividades masónicas.

Fue el mayor de trece hermanos, pero tuvo especial relación con tres de ellos, el doctor Pierre-Jacques Willermoz, Antoine Willermoz –ambos masones como él- y su hermana mayor, que quedó viuda siendo muy joven y que se dedicó a atenderlo y acompañarlo durante su larga soltería, pues Jean Baptiste se casaría a los sesenta y cinco años con una huérfana, Jeanette Pascal que tenía tan sólo veinticuatro.

Su vejez le trajo consigo profundos dolores: Jeannette le dio una niña en 1804, pero sólo vivió unos días. En 1805 tuvo un niño que moriría en 1812, pero antes de esa fecha, en 1808, perdería a su mujer y a otro niño en un parto prematuro. Todos estos acontecimientos que ensombrecieron su vejez no le impidieron mantener un fuerte vínculo con la masonería, en una época signada por acontecimientos políticos y sociales de enorme magnitud.

Centraremos ahora la atención en su intensa vida masónica.

Willermoz fue iniciado en 1750, a la edad de veinte años, en una logia de Lyón. En 1752, solo dos años después, ya era su Venerable Maestro. Al igual que muchas logias francesas, reinaba en su taller cierto relajamiento que no condecía con lo que Jean-Baptiste esperaba de la Orden. Según el mismo relata en una carta que dirigiera a von Hund (14 de diciembre de 1772)[1], decidió fundar una nueva logia con un grupo de hermanos que compartían sus mismas aspiraciones. La denominaron La Perfecta Amistad y en 1756 obtuvieron una carta patente de la Gran Logia de Francia.

Continuó al frente de la logia hasta 1762, año en el que ya se desempeñaba como presidente de la Gran Logia de Maestros Regulares de Lyón que él mismo había contribuido a fundar. A partir de 1763 fue nombrado Gran Guarda Sellos. En 1765 lo encontramos fundando un capítulo independiente con el nombre de Capítulo del Águila Negra, junto con su hermano Pierre-Jacques, cuya actividad principal era la investigación alquímica. Para ese entonces, Willermoz poseía un profundo conocimiento de las distintas vertientes masónicas y se había convertido en un incansable buscador de sistemas y Ritos que inspirasen un espíritu renovado y a la vez tradicional a la francmasonería. Algunos autores no dudan en atribuirle la creación el grado emblemático de “Caballero Rosacruz” que luego se incorporaría al Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Finalmente, en 1767, tomó contacto con la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo -en la que fue introducido por Bacon de la Chevalerie y el marqués de Lusignan- y descubrió el enorme potencial iniciático contenido en la doctrina de Martinez de Pasqually. Entabló una profunda relación con el conde Luis-Claude de Saint Martín, que era discípulo y secretario de Martinez, pero también un hombre con un conocimiento extraordinario y un misticismo con características propias, que llegaría a convertirse en un filósofo iluminado del nivel del sueco Sewemborg.[2]

Cuando Martinez partió a Santo Domingo en 1772, Saint Martín vino a instalarse en Lyón, que se convirtió en el centro más activo del matinezismo masónico. Willermoz tuvo oportunidad de discutir con Saint Martín aquellos puntos que, creía, debían ser reestructurados en la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo, aunque con el tiempo ambos hombres se distanciarían y tomarían por caminos diversos. Ese mismo año, descubrió la existencia de la Orden de la Estricta Observancia Templaria que –en palabras de Maurice Colinon, lo sedujo para siempre.

Muerto Martinez en Puerto Príncipe, Willermoz asumió el mando de los Élus Cohen de Lyon y los reorganizó. El camino quedaba expedito para soñar en una Gran Orden que sellara la unidad de la francmasonería escocesa.

2.- El colapso de la Estricta Observancia

Es preciso aquí abrir un paréntesis. En la crónica histórica de nuestro libro "El otro Imperio Cristiano" detuvimos la narración en el momento de expansión de uno de los movimientos masónicos más poderosos creado a instancia de los masones escoceses estuardistas, exilados en Francia. Nos referimos a la Orden de la Estricta Observancia Templaria, organizada por el barón alemán Carl Gotthelf von Hund en cumplimiento de una misión encomendada por los más altos jefes de la masonería católica jacobita.

Hacia 1742, cuando ya los escoceses dominaban las principales estructuras de la masonería francesa y pugnaban por expandir la presencia y acción de los Altos Grados, el mariscal Belle-Isle inició a Hund durante su estancia en Francfort -a donde había concurrido con motivo de la coronación de Carlos VII- y lo llevó a París. Los estuardistas percibieron en Hund al líder que buscaban para llevar a cabo la restauración final de la Orden del Temple y, sin esperar más, en 1743, los nobles escoceses lord Cliffords y lord William Kilmarnock, en presencia de un misterioso Caballero de la Pluma Roja, confirieron una carta patente al barón alemán a fin de que iniciara la obra.

Le impusieron el nombre secreto de eques ab ense (caballero de la espada) y le dieron potestad y jurisdicción sobre la antigua VII Provincia Templaria, precisamente Alemania. Hund resultó ser un hábil organizador y muy pronto logró la adhesión de un numeroso contingente de nobles y aristócratas alemanes dispuestos a acompañarlo en tamaña empresa. La Estricta Observancia se constituyó en una orden secreta y poderosa gobernada por supuestos Superiores Desconocidos cuya verdadera identidad nadie –ni el propio Hund- conocía. Su principal objetivo era el de restablecer la Orden del Temple que, según el caballero escocés Michel de Ramsay y el alto mando jacobita, había sido la verdadera fundadora de la francmasonería. No repetiremos aquí lo ya dicho, puesto que este ha sido el tema central de nuestro primer volumen.

Sin embargo, insistiremos en un concepto fundamental a la hora de evaluar los acontecimientos posteriores: La Estricta Observancia, también denominada Masonería rectificada o Reformada de Dresde –puesto que el sistema había sido en principio adoptado por las logias de Unwürden y Dresde- “...pretendía ser, no ya la heredera, sino ir mucho más allá y reinstaurar la Orden del Temple, abolida en 1312...”[3] Diremos también que los problemas de Hund comenzaron cuando debió justificar frente a sus hermanos la veracidad de aquel mandato y la existencia de los Superiores Desconocidos.

En 1763, un supuesto dirigente de la Orden, de origen alemán pero que se hacía pasar por inglés con el nombre de Johnson, irrumpió en la escena y afirmó ante los jefes de la Estricta Observancia que era un enviado del Capítulo de Old Aberdeen, supuesto asiento de los Superiores Desconocidos. En principio logró engañar a los desprevenidos -incluido el propio Hund- y hasta se animó a ordenar la quema de gran parte de la documentación de la Gran Logia de los Tres Globos de Berlín, por considerarla propia de una falsa masonería.

Mientras esta situación causaba sorpresa y preocupación entre los caballeros, Johnson convocó a un Capítulo en 1764 en el que anunció que sólo él podría en adelante crear caballeros y que estaba en posesión de poderes conferidos por superiores desconocidos de Escocia y Oriente. La situación era complicada para el barón Hund, puesto que no podía contradecir sino apoyar las afirmaciones de Johnson en cuanto al origen templario de la misma y la existencia de los supuestos superiores desconocidos. Pero no podía tolerar que nadie más que él, que era el Gran Maestre de la Orden en Alemania, pudiera disponer de la facultad para conferir grados superiores.

Se produjo un giro inesperado en los acontecimientos. Hund decidió hacer pública la existencia de la Orden, invitando a todos los francmasones a reconocer la legitimidad de su sistema y jurarle lealtad como único jefe. Llamó a una asamblea en la ciudad de Altenbourg y procedió a organizar la Orden en las antiguas siete provincias templarias; creó nuevos caballeros y fue aclamado Gran Maestre. En tanto, una investigación exhaustiva de los antecedentes de Johnson dio como resultado que era un farsante que había estafado a numerosos incautos, abusado de la confianza de su antiguo señor, el duque de Bernbourg y robado documentación valiosa a un noble de Curlandia. Encarcelado y condenado como convicto de robo, fue oportunamente encerrado en el castillo de Wartenbourg donde moriría años después.

La Orden tomó un impulso inusitado. Fueron incorporados importantes príncipes alemanes y en muy poco tiempo se convirtió en el sistema masónico dominante en Alemania. El carácter riguroso de acatamiento y obediencia al nuevo sistema hizo que se lo denominara de la Estricta Observancia. Se invitó a todas las logias alemanas a que se rectificaran, esto es, que aceptaran la Reforma de Dresde y aceptaran el origen templario de la francmasonería, así como la ininterrumpida existencia de una conducción secreta desde los tiempos de Jacques de Molay: los Superiores Desconocidos. Numerosas logias acudieron al llamado, circunstancia en la que parece haber tenido gran responsabilidad un insigne masón llamado Schubart de Kleefeld, tesorero de la Estricta Observancia, cuya reputación e influencia convenció a muchos de la necesidad de tal rectificación.

En tanto que Hund y Schubart avanzaban en la organización de la Orden, surgió un nuevo elemento que trajo conflictos internos a la Estricta Observancia. Johann August Stark, pastor protestante y teólogo de la Universidad de Weimar –convertido en secreto al catolicismo- creó una corriente que se conocería como clerical o clero de Stark, cuyos miembros sostenían poseer los antiguos secretos e incluso conocer el lugar donde se hallaba el tesoro templario. Stark había sido recibido francmasón en 1741, en el seno de una logia militar francesa de tendencia jacobita. Había ingresado a la Estricta Observancia bajo el apelativo de eques ab aquila fulva y, con habilidad, logrado la adhesión de importantes cuadros de la Orden que apoyaban su reforma.

Hund -que por entonces se encontraba seriamente debilitado ante la creciente expectativa de los masones, que comenzaba a dudar de la legitimidad y el origen de su autoridad- se vio tentado por Stark, que afirmaba haber sido enviado por los Superiores Desconocidos para instruir a los caballeros. Ofrecía a Hund una fusión de ambos ritos a cambio de su subordinación.

Se puede uno imaginar el grado de confusión que a este punto reinaba en las filas de la Estricta Observancia, cuya causa primaria no era otra que la necesidad y la insistencia en sostener una filiación de la que no había ninguna prueba. A ello debemos agregar la creciente inquietud de monarcas y señores ante el rumor de que la Orden reclamaría las antiguas posesiones templarias. Si esto se llevaba a cabo, si una acción coordinada de los numerosos príncipes y nobles pertenecientes a la Estricta Observancia -con mando sobre tropas y ejércitos propios- presionaban por la cuestión patrimonial del Temple, un verdadero tembladeral sacudiría a los estados europeos.

Una vez más, Schubart se convirtió en un factor clave para el futuro de la Orden y se opuso a la fusión con los clericales, exigiendo que se enviaran delegados a Escocia y a Florencia a fin de aclarar definitivamente la veracidad de los dichos de Stark. El recuerdo del escándalo de Johnson estaba fresco en la cabeza de los alemanes. Como era de esperar, al llegar a Old Aberdeen, los masones escoceses afirmaron no saber nada de los Superiores Desconocidos; tampoco se hallaron los tesoros prometidos en Florencia.

La Orden de la Estricta Observancia entró entonces en su etapa final, signada por un estado deliberativo que dio lugar a una sucesión de asambleas que desembocarían en el célebre Convento de Wilhelmsbad. En el Convento de Köhlo, celebrado en 1772, von Hund fue desplazado de la conducción de la Orden, proclamándose al duque Ferdinand de Brunswick Gran Maestre General de la Orden de los Francmasones reunidos bajo el Régimen Rectificado (Magnus Superior Ordinis). Se inició entonces un proceso de reorganización administrativa que completó la restauración de las antiguas provincias templarias. La tarea iniciada por von Hund fue completada gracias a la acción de un importante núcleo de dirigentes entre los que cabe destacar a los barones de Weiler y de Waechter.

Quedaron así constituidas las siguientes jurisdicciones: II° Provincia (Auvernia-Lyón); III° (Occitania-Burdeos); V° (Borgoña-Estrasburgo); VII° (Alemania Inferior-sobre el Elba y el Oder); VIII° (Alta Alemania) y la IX° (Italia, por escisión de la VIII).

3.- Los Élus Cohen y la Masonería Rectificada

En 1772, Willermoz entró en contacto con la Estricta Observancia gracias a la mediación de miembros de una logia de la ciudad de Estrasburgo y del barón de Weiler. En un principio, creyó haber hallado una verdadera orden de iniciados que habían llegado a establecer una vasta red de adeptos a lo largo de Europa. Al igual que Willermoz, los masones rectificados de la Estricta Observancia hablaban de restablecer la orden a su estado primitivo, concepto que estaba en sintonía con la doctrina de la reintegración de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo.

Los alemanes hablaban un idioma similar al de los Martinezistas; aseguraban poseer los verdaderos secretos acerca del origen de la Orden y coincidían en la necesidad de rectificar la francmasonería, apartándola de toda frivolidad. Por otra parte, el riguroso secreto de su filiación se asemejaba a la estricta reserva que mantenían los miembros de la Orden de los Élus Cohen.

El creciente intercambio entre los dirigentes de ambas órdenes terminó convenciendo a los de la Estricta Observancia de que Willermoz y sus hombres cuajaban de manera adecuada a los intereses de la restauración templaria. Sin embargo –y como lo señala claramente Jean-Francois Var- existía una diferencia fundamental entre las dos organizaciones en cuanto al significado de Restablecer la Orden a su estado primitivo:

“... en el espíritu de los miembros de la Estricta Observancia estaba restablecer la Orden del Temple. Pero Willermoz entendió esta formulación en un sentido totalmente diferente: creyó entender que de lo que se trataba era de establecer la Masonería en su estado primitivo, que era el suyo antes de que degenerara, tal y como se había producido en Francia y en todas partes donde había podido investigar...” [4]

Willermoz caería en la cuenta de su confusión cuando –ya incorporado a la Estricta Observancia- descubrió que el único y gran secreto que esta poseía no era otro que el de la reivindicación de su origen templario, una tradición que no le era ajena por haberla aprendido de las tradiciones escocesas muy arraigadas en Francia.

Durante 1773 se adhirieron a la Reforma de Dresde los hermanos de Estrasburgo. Un año más tarde, los de Lyón y Burdeos. Junto con Willermoz, más de veinte lyoneses se unieron a la masonería rectificada de la Estricta Observancia. Brunswick, que lograba de esta forma expandir los límites de la Orden, y que se sentía cada vez más impresionado por las doctrinas de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo, lo nombró inmediatamente al mando de la antigua provincia templaria de Auvernia, que cubría las dos terceras partes de Francia. Se trató, sin dudas, de un momento glorioso para los príncipes alemanes porque, finalmente, el sueño de una masonería rectificada, gobernada por una elite consiente de su pasado glorioso, ardiente de misterios y dispuesta a controlar definitivamente a la francmasonería continental, se volvía una realidad que abarcaba desde las riveras del Danubio hasta los Pirineos.

Pero Willermoz sabía que este poder sería ilusorio y su existencia efímera si no se actuaba con rapidez. Veamos cual era el cuadro de situación:

La masonería francesa atravesaba una crisis radical. Fue justamente el año 1773 el de la fundación del Gran Oriente de Francia, que intentaba federar a todas las logias del reino bajo una sola obediencia capaz de armonizar el conjunto de estructuras masónicas y ritos en vigencia. Si bien es cierto que las corrientes de raigambre escocesa se alinearon con la Gran Logia, que rechazó unirse a la nueva obediencia autoproclamándose Madre Logia Escocesa de Francia, no es menos cierto que el Gran Oriente inició una etapa de crecimiento sin precedentes que lo llevaría a contar con más de 30.000 miembros y 1000 logias en 1789.

A diferencia de las estructuras políticas piramidales de los rectificados, el Gran Oriente se construía sobre las decisiones democráticas de numerosos delegados que actuaban en nombre de sus logias. Estaba dirigido por un Gran Maestre y un Gran Administrador, mientras que los grandes dignatarios eran designados, en algunos casos, por el Gran Maestre y elegidos, en otros, por las logias de París y las provincias. En su cabeza estaban dos de los hombres más poderosos de Francia: Felipe de Orleáns, duque de Chartres como Gran Maestre y Charles Sigismond Montmorency, duque de Luxemburgo y Chatillón como Gran Administrador.

Willermoz era tan consciente del poder del Gran Oriente que mantuvo un estrecho contacto con su cúpula, representando a las logias de Lyón y también a las de Estrasburgo con las que lo unía una profunda alianza. En los años siguientes, cuando el Gran Oriente comenzó a dar muestras de preocupación, llegó a proponer que se nombrara al Gran Maestre Protector de las logias rectificadas.

Mientras esto sucedía en Francia, en Alemania –donde la Estricta Observancia ostentaba un poder real sobre las estructuras masónicas- se multiplicaban los intentos por romper la hegemonía de los príncipes templarios. Las sucesivas crisis de la Orden habían terminado en grandes divisiones y aparecían nuevos líderes. Uno de ellos, Johann Wilhelm Zinnendorf, Cirujano en Jefe del Estado Mayor de Berlín, antiguo miembro de la Estricta Observancia, había establecido un nuevo rito, apoyado por el duque de Sudermania y la Gran Logia de Suecia, con fuerte influencia swedemborgiana. Desde 1774 se desempeñaba como Gran Maestre de la Gran Logia Nacional de Berlín que, hacia 1778 ya contaba con 34 logias subordinadas.

Por otra parte, los masones ingleses de la Gran Logia de Londres alentaban a la Gran Logia Real York con base en Alemania, al mismo tiempo que firmaban un acuerdo con Zinnendorf en el que ambas partes se comprometían a tomar todas las medidas necesarias y hacer “cuantos esfuerzos fueran imaginables” para precaver a la masonería contra “esta secta de masones que ha tomado el nombre de Estricta Observancia”

La masonería parecía haberse sumido en una crisis sin fin que daba lugar a la aparición de toda suerte de embaucadores. Algunos de ellos llegaron a convertirse en verdaderas leyendas y sumieron a la Orden en el descrédito y la burla.

Ante este cúmulo de circunstancias, Willermoz comprendió que tenía frente a sí dos herramientas que podrían complementarse y convertirse en un sistema masónico dotado de una profunda riqueza iniciática –la de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo- y de una estructura poderosa y eficaz pero, hasta el momento, carente de espíritu: La Estricta Observancia. Para ello era imperativo liberar a esta última de su atadura templaria. Destemplarizarla para volverla martinezista.

Entre 1744 y 1776 Wilermoz trabaja sobre esta reforma con la ayuda de Saint Martín y de un selecto grupo de hermanos masones de Estrasburgo, entre los que se destacan Jean y Bernard de Turkheim y Rodolphe de Saltzmann. El frente martinezista se une y afianza en sucesivas asambleas de los Élus Cohen, que preparan sigilosamente la reforma.

Finalmente, en noviembre de 1778, se convoca a una asamblea en la ciudad de Lyón ante la que se propone y aprueba la llamada Reforma de Lyón y se erige una nueva Orden Masónica Rectificada que se conocerá como Régimen Escocés Rectificado y su alter ego La Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa.

El nuevo Régimen quedó conformado por:

  1. Una Orden Masónica (también denominada “Clase Simbólica”) que comprendía los grados de Aprendiz, compañero y maestro propios de la masonería simbólica, más un cuarto: Maestro Escocés de San Andrés, una suerte de grado preparatorio para el ingreso al siguiente nivel.

  2. Una Orden Interior que quedaba conformada por los grados de Novicio y Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa.

  3. Una Orden o “Doble Clase” Secreta, sólo conocida por aquellos que la integraran y que comprendía los grados de Profeso y Gran Profeso.

  4. Finalmente, en la cúspide de la pirámide y en el mayor de los misterios, la Orden de los Caballeros Masones Élus Cohen del Universo.


De este modo, la Orden quedaba constituida con un nivel primario que correspondía a la iniciación masónica tradicional, un segundo nivel estatuido como una Orden de Caballería y un tercer estamento de naturaleza mística o sacerdotal. Teniendo en cuenta que el primer nivel corresponde al mundo de los oficios (el trabajo), que el segundo a la caballería (relacionado con el armamento y la guerra) y el tercero con la profesión de la fe, podríamos decir que este régimen reproducía a la perfección el orden político-social medieval. Un orden funcional que era el reflejo de una teología cristiana trinitaria y que uno se ve tentado a evocar en su origen protohistórico, ya planteado por Georges Dumézil cuando definió el carácter trifuncional de los antiguos dioses indoiranios.[5]

Si se observa este proceso desde la perspectiva de los hechos que se desatarían apenas diez años después, resulta fácil comprender el profundo abismo que separaba a la masonería rectificada del empuje revolucionario de los masones ilustrados. Se podrá decir que la masonería rectificada actuaba a contrapelo de la historia; que representaba el espíritu del antiguo régimen en contraposición al racionalismo de la enciclopedia; que mantenía la supremacía de la Orden Interior por sobre una estructura masónica que no conocía a sus verdaderos líderes y gobernantes.

Sin embargo, cabe destacar aquí que la francmasonería había constituido, desde su vuelco hacia formas especulativas -cada vez más alejadas de las corporaciones gremiales de la Edad Media- un campo de experimentación ligado a los grandes misterios de la existencia humana y que –en todo caso- se había articulado en la base de una tradición arcaica y ancestral vinculada a las antiguas Escuelas de Misterios.

La ilustración y el siglo de las luces habían traído consigo un nuevo campo de ideas y conocimientos del que la francmasonería –o mejor dicho los masones- no quedaría al margen. Pero el racionalismo y el creciente desprecio por las expresiones religiosas en la sociedad europea eran, en todo caso, los factores que modificaban el escenario, mientras que la Orden Masónica, en tanto iniciática, mantenía su legítimo interés –y era natural que así lo hiciera- en la búsqueda de una espiritualidad trascendente.

La francmasonería del siglo XVIII, en sus diversas expresiones, se mantenía fiel a su tradición judeocristiana y nada hacía suponer que los acontecimientos de 1789 modificaran radicalmente su concepción de la naturaleza humana y divina. Para que tal cosa ocurriera sería necesaria una catástrofe de proporciones –como en verdad ocurrió- que barriera gran parte de aquella tradición para sustituirla por una nueva, construida sobre las ruinas de la anterior.

La “Reforma de Lyón” fue el apogeo de la masonería cristiana, entendida como un retorno a “la tradición cristiana indivisible, nutrida por la enseñanza de los Padres de la Iglesia”.[6] Este espíritu de la Orden de los Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa fue claramente interpretado por el jesuita Berteloot que llegó a decir que esta se asemejaba a una Tercera Orden Religiosa: Su fin declarado era la defensa de la Santa Religión y el alivio de los desventurados. Entre sus reglas para la admisión de profanos se hacía especial hincapié en asegurarse de sus principios religiosos, de sus costumbres y de su carácter. De informarse si respetaba la religión, base de la felicidad pública, si no atacaba nunca los principios y sobretodo los sentimientos religiosos con sarcasmos y si estaba penetrado de esa tolerancia dulce y esclarecida, de esa caridad fraternal que la ley cristiana prescribe.[7]

¿Cómo no entender que a esta masonería se incorporaran sacerdotes que no podían más que reconocer y aprobar semejantes reglas? La comunión de Willermoz y su doctrina con el más puro cristianismo primitivo queda expuesta en una carta que le dirigiera a Saltzmann en mayo de 1812 y que recoge Jean-Francois Var en su obra:

“… La iniciación de los Grandes Profesos instruye al masón probado, al hombre de deseos, sobre el origen y la formación del universo físico, de su destino y de la causa ocasional de su creación en tal momento y no en otro; de la emanación y la emancipación del hombre en una forma gloriosa, y de su sublime destino en el centro de las cosas creadas; de su prevaricación, de su caída y de la necesidad absoluta de la Encarnación del Verbo mismo para su redención. Todas estas cosas de las que se deriva un profundo sentimiento de amor y de confianza, de temor y de respeto, y de vivo reconocimiento de la criatura por su creador han sido perfectamente conocidas por los jefes de la Iglesia en los cuatro primeros siglos del cristianismo…”[8]
El Convento de las Galias dio a luz un sistema masónico que reconocía su espíritu en las doctrinas de Martinez de Pasqually adaptadas a un conjunto de grados capaces de actuar como vehículo adecuado para su transmisión. A su vez, al desembarazar a la Orden del vínculo templario que tanta ambición y tanto escándalo habían significado para la Estricta Observancia, permitía remontar los orígenes de la francmasonería a una tradición primordial sin por ello negar que hubiese adoptado distintos canales para su expresión a lo largo de la historia, incluida claro, la Orden Templaria.

Sancionada la Reforma de Lyón en Francia, Ferdinand de Brunswick y Carl von Hesse-Casel comprendieron la necesidad de aplicarla en Alemania a fin de convertirla en universal. El sueño de una unidad de la masonería rectificada estaba en marcha. Pero mientras ello ocurría, las fuerzas contrarias iniciaban su embate final, organizándose en torno a un oscuro personaje en los claustros universitarios de Baviera.


[1] Var, ob. cit. p. 62.
[2] Nacido en 1743, Luis-Claude de Saint Martín fue el más importante discípulo de Martinez de Pasqually. Esta estrecha relación espiritual no impidió que –con el transcurso de los años- Saint Martín comenzara a dejar de lado las prácticas de su maestro, especialmente de los aspectos mágicos y teúrgicos de los rituales de los Élus Cohen. Sin apartarse de la filosofía de Martinez, Saint Martín desarrolló un sistema místico antes que mágico y –si se quiere- más cristiano.
[3] Martí Blanco, Ramón “El Rito Escocés Rectificado: Su historia, sus orígenes, su doctrina” Libro de Trabajos 1998/1999 Logia de Estudios e Investigaciones “Duque de Wharton” Tarragona, Arola Editors, 1999 p. 190.
[4] Var, ob. cit. p. 88.
[5] Cf. Dumézil, Georges “Los dioses soberanos de los indoeuropeos” Barcelona, Herder, 1999.
[6] Marti Blanco, Ramón; ob.cit. p. 191.
[7] Colinon, Maurice, “La Iglesia frente a la Masonería” Buenos Aires, Huemul, 1963, p. 93.
[8] Var, ob. cit. pp. 100-101


Fuente: Portal del Régimen Escocés Rectificado del Guajiro

Saturday, August 26, 2017

Cuento espiritual: El equilibrista - Phileas del Montesexto

Cuento espiritual:
El equilibrista
Phileas del Montesexto 

Un padre de familia fue acusado de robo y el rey, siguiendo una vieja tradición del reino, citó al hombre y le dijo: “Has sido acusado pero las pruebas no han sido concluyentes. Para determinar tu culpabilidad o inocencia recurriremos a la prueba del alambre. Tensaremos un alambre entre las dos torres del castillo y tú deberás caminar por él. Si lo logras, habrás demostrado tu inocencia. Si caes, serás culpable y morirás en el acto”.
Tres días más tarde, el acusado fue llevado a la torre desde donde se había tendido el alambre, sabiendo que casi todos los que intentaban pasar la prueba del alambre terminaban cayendo al vacío.
Pasito a pasito y con gran pericia, el hombre fue caminando por el alambre hasta que finalmente llegó hasta la otra torre.
El rey, sorprendido, hizo llamar al padre de familia y le dijo: “Te felicito, has demostrado tu inocencia. Pero, sin embargo, hay algo que realmente me intriga. ¿Cómo has podido pasar la difícil prueba del alambre”.
Y el hombre respondió: “¡Oh, señor! En verdad, al pasar el alambre tan sólo he intentado aplicar lo que he aprendido en la escuela de la vida: evitar los extremos. He mantenido mi mente y mi cuerpo en perfecto equilibrio y repitiéndome a mi mismo: “Nada en exceso”. Es decir, cuando me inclinaba mucho hacia la derecha, corregía y cuando me iba hacia la izquierda, corregía. Y así, corrigiendo y corrigiendo, encontré en el alambre la vía del medio. Caminé por ella, sin demasiado esfuerzo, y llegué a mi destino”.

Este “camino del medio” es el mismo que enseñó Siddharta Gautama (Buddha), nacido en un palacio, en un ambiente de comodidades y placeres. Sin embargo, el joven Siddharta se sentía insatisfecho con esta forma de vida y se adentró en el bosque, donde encontró a los ascetas que mortificaban su cuerpo y se privaban de todo para alcanzar la iluminación.
Pronto también se convenció de que esta vida de extremas privaciones tampoco era el camino correcto y abandonó a los santones del bosque tras escuchar casualmente a un pescador que hablaba con su hijo de las cuerdas de un laúd, recomendándole: “Si las cuerdas están demasiado tensas, se rompen. Si están demasiado flojas, no suenan”.
Con esta sencilla frase pronunciada por un humilde transeúnte, el Buddha descubrió la “vía del medio”, una senda de equilibrio que nos permite avanzar a paso firme hasta lo más alto.




Phileas del Montesexto

Filosofía Iniciática y Desarrollo Personal



Monday, May 1, 2017

¿Quién es el G.·.A.·.D.·.U.·.? - R.·.H.·. Roger Jordán Palomino 33º

¿Quién es el  G.·.A.·.D.·.U.·.?

R.·.H.·. Roger Jordán Palomino 33º

RR.·. Y QQ.·. HH.·., con todo el respeto y consideración que ustedes se merecen tengo que decirles que la pregunta que se me ha planteado para desarrollar este trazado supera todas a mis posibilidades racionales para contestarla por las siguientes razones:

Es una pregunta que no puedo responder pues mi capacidad idiomática es insuficiente para responder quien es el G.·. A.·.D.·.U.·. ya que la pregunta quien en cualquier idioma o lengua se refiere a una persona que se puede determinar por su nombre, sexo, ocupación, etc., tal como se puede hacer por ejemplo con quien les habla o con quien me asignó este apasionante tema y porque además creo que El carece de nombre asignado por alguien, porque creo que nadie existió antes que Él, porque asimismo creo que nadie existe fuera de Él y porque también creo que nadie existirá después que Él.

Tampoco puedo responder a dicha pregunta con mis conocimientos científicos que, confieso, son los de un profesional medio, ya que la ciencia, como conocemos, se refiere al conjunto de conocimientos cierto de las cosas y fenómenos por sus principios y causas, por lo que considero que, al no conocer yo, en forma cierta, el principio y la causa de que o quien es el G.·.A.·.D.·.U.·. no me queda más que aceptar que la Ciencia tampoco me permite responder a tales preguntas porque además creo que el G.·.A.·.D.·.U.·. no es un fenómeno sino la causa de todos los fenómenos que se dieron, se dan y se darán en el espacio infinito y en el eterno tiempo.

Tampoco puedo responder a dicha pregunta con mi capacidad filosófica que, también confieso, es muy mediana, ya que la Filosofía, como conocemos, se refiere a la reflexión crítica sobre el conocimiento y la acción para determinar principalmente si ellos son buenos o malos y bellos o no bellos por lo que considero que, al no poder reflexionar críticamente sobre los alcances de la bondad o la belleza del G.·.A.·.D.·.U.·. tanto de El cómo de sus obras, tengo que admitir que la Filosofía tampoco me permite el conocimiento necesario para referirme críticamente a Él.

Al no poder referirme al G.·.A.·.D.·.U.·. idiomática, científica ni filosóficamente, es decir, al no poder hacerlo mediante el racionalismo, no me queda otra opción que tratar de hacerlo mediante la Metafísica que es la forma de conocimiento que trasciende a la experiencia o al conocimiento racional por lo que considero que, al reconocer mi incapacidad racional, creo que la Metafísica puede ofertarme algunos métodos no racionales que puedo encontrar principalmente en mi religión Católica o en el esoterismo de las escuelas iniciáticas a las que pertenezco como son la Antigua y Mística Orden Rosacruz y la Masonería, instituciones estas, según he comprobado, están basadas principalmente en la fe antes que en la razón.

Efectivamente, según mi fe religiosa y respecto a quien es el G.·.A.·.D.·.U.·. o Dios, sólo les puedo repetir el pasaje del V.·.D.·.L.·.S.·. que relata que cuando Moisés le preguntó a Dios que cual era su nombre le respondió este: “Yo soy el que soy” que en hebreo antiguo se pronunciaba con las consonantes JHVH. dándole a entender a Moisés que Él no podía tener nombre porque él era el ser mismo.

La palabra JHVA; es decir “Yo soy el que soy” se oía como JAVE y estaba prohibido pronunciarla bajo pena de muerte aún para la casta sacerdotal la cual se refería a Dios como Él es la que se oía como JEHOVÁ. Las consonantes JHVA se conocen en esoterismo como el Tetragrámaton.

También les puedo decir que, en la tradición judía, se denominaba a Dios con diferentes nombres uno de los cuales era Adonaí que significa Supremo Señor. Tales nombres eran impuestos por la casta sacerdotal para conducir al pueblo a una mayor vida espiritual mediante nombres de Dios que sugirieran sus cualidades espirituales antes que materiales ya que en dicha época los judíos eran muy reacios a practicar una religión basada en la creencia en un Dios al que no podían ver ni pronunciar su nombre por lo que eran muy inclinados al materialismo y a la idolatría, la que fácilmente los fascinaba porque les proporcionaba un dios con nombre e imagen material al que sus toscas mentes de pastores errantes podían comprender y adorar físicamente.

En lo referente a las escuelas esotéricas a las que pertenezco, el nombre de Dios es tratado de manera semejante como veremos a continuación:

En la Antigua y Mística Orden Rosacruz, se denomina generalmente a Dios como El Cósmico, principalmente cuando se refiere a El mediante la palabra escrita o hablada. Tal denominación se considera aceptable porque la palabra Cósmico alude al universo en su causa y efecto tanto en el Macrocosmos como en el Microcosmos.

Cuando un rosacruz se dirige a Él para orar internamente lo concibe como al Dios de nuestros corazones porque comprende que cada ser humano concibe, nombra, ama y ora de manera diferente a Dios según su época, cultura y evolución personal por lo que se puede afirmar que la Orden Rosacruz evidencia una gran tolerancia respecto de todas las creencias de la humanidad que se manifiestan en todas las religiones, escuelas esotéricas, filosofías, etc. adoptando una posición crítica cuando tales creencias inducen a sus seguidores al dogmatismo y de franca oposición cuando algunos seres ambiciosos utilizan su poder para conducir a los pueblos al fanatismo, a la crueldad o a la degradación en lugar de la práctica del amor fraternal y al respeto a las obras del creador. Por su quehacer en el conocimiento del Cósmico, los rosacruces han influido más en el desarrollo de las ciencias y es conocido que antiguamente practicaban la alquimia por lo que han sufrido no pocas persecuciones acusados de brujería por los tiranos del conocimiento.

Según la Masonería especulativa, en cuya formación contribuyeron en gran manera los Rosacruces del siglo XVIII, se denomina a Dios como al Gran Arquitecto del Universo o G.·.A.·.D.·.U.·. porque considera que el universo es la obra de un principio creador inteligente y que funciona según leyes armónicas que reflejan no sólo su amor sino su belleza y justicia.

Si tenemos en cuenta que la arquitectura es el arte de la armonización de los espacios y materiales disponibles para la construcción de un edificio, nos daremos una idea aproximada del trabajo que un arquitecto debe realizar antes de proceder a su construcción.

Así, el arquitecto, primeramente, debe concebir el edificio en su mente teniendo en cuenta que la armonización de espacios y materiales disponibles resulten no solo útiles para los fines para los cuales dicho edificio será construido lo que equivale a decir que debe resultar en una construcción justa, sino que además de construcción justa debe resultar también bella tanto en la proporción de sus formas como de sus espacios. Para lograr una construcción justa y bella, es necesario no solo sabiduría sino, principalmente amor para crear.

Del razonamiento anterior resulta que en la denominación de G.·.A.·.D.·.U.·. está implícito el reconocimiento de la Masonería a la justicia, belleza, sabiduría y amor del principio creador o Dios deduciéndose que el hombre como máximo logro de su creación debe ser libre porque el G.·.A.·.D.·.U.·. a cuya imagen y semejanza está hecho es libre; que debe vivir en una sociedad de seres iguales ante la justicia porque los hombres están hechos de una misma esencia divina y con el mismo amor sin diferencia alguna entre ellos; y que debe compartir sus bienes en fraternidad porque al ser hijos de un mismo padre los hombres deben considerarse entre sí como hermanos. Por su concepción de Libertad, Igualdad y Fraternidad, la Masonería ha influido más en la política por lo que sufrido, al igual que los rosacruces, no pocas persecuciones de los tiranos del poder.

Para terminar, en relación a quien es el G.·.A.·.D.·.U.·. o Dios, hay muchos que le ponen el nombre de una de sus manifestaciones limitando su totalidad.

Por tal razón, cuando me afirman como lo hacen los Panteístas que Dios es todo el mundo material que vemos yo les contesto que la materia no es más que su energía condensada.

Cuando me afirman que Dios es energía yo les contesto que la energía no es más que su luz condensada.

Cuando me afirman que Dios es luz yo les contesto que la luz no es más que su pensamiento condensado.

Cuando me afirman que Dios es mente o pensamiento yo les contesto que la mente o pensamiento no es más que su amor condensado.

Cuando me afirman que Dios es amor yo les contesto que el amor no es más que su espíritu condensado.

Cuando me afirman que Dios es espíritu yo les contesto que el espíritu es la primera manifestación de Dios por lo se concluye que tanto el espíritu como la materia son sólo las manifestaciones extremas de Dios, pero no son Dios mismo.

Por último, cuando algún ateo me dice que Dios no puede tener nombre porque simplemente no existe yo le contesto demuéstrame que no existe.

Y finalmente cuando me preguntan como ahora quien es Dios yo les respondo que Dios es El.

RR.·.y QQ.·. HH.·. hasta ahora les he hablado de Dios mismo, pero no de la manera como el Cristianismo Católico considera que es posible conocerle y acercarse a Él según las "vías" que proporcionan el conocimiento del mundo material y de la persona humana.

Efectivamente, el Catecismo de la Iglesia Católica considera al mundo material como una vía porque a partir del movimiento y devenir, de la contingencia, del orden y de la belleza del mundo se puede conocer a Dios como origen y fin del universo.

Al respecto S. Pablo afirma que: "Lo que de Dios se puede conocer, está en el hombre manifiesto: porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad"

Por su parte San Agustín dice: "Interroga a la belleza de la tierra, interroga a la belleza del mar, interroga a la belleza del aire que se dilata y se difunde, interroga a la belleza del cielo, interroga a todas estas realidades. Todas te responden: Ve, nosotras somos bellas. Su belleza es una profesión Estas bellezas sujetas a cambio, ¿quién las ha hecho sino la Suma Belleza, no sujeta a cambio?"

El hombre es considerado como la otra vía para conocer y aproximarse a Dios porque con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios. En estas aperturas, percibe signos de su alma espiritual. La semilla de eternidad que lleva en sí, al ser irreductible a la sola materia, su alma, no puede tener origen más que en Dios.

Efectivamente, según Santo Tomás de Aquino, El mundo y el hombre atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin fin. Así, por estas diversas vías, el hombre puede acceder al conocimiento de la existencia de una realidad que es la causa primera y el fin último de todo, y que todos llaman Dios.

Así, según el cristianismo, las facultades del hombre lo hacen capaz de conocer la existencia de un Dios personal y para que el hombre pueda entrar en su intimidad, Dios ha querido revelarle y darle la gracia de poder acoger en la fe esa revelación de tal modo que las pruebas de su existencia pueden disponer a la fe para que no se oponga a la razón.

Al respecto, el Cristianismo Católico sostiene en su Catecismo que es posible lograr la certeza de la existencia de Dios y de su amor al hombre mediante la luz natural de la razón a partir de las cosas creadas. Sin esta capacidad, el hombre no podría acoger la revelación de Dios. El hombre tiene esta capacidad porque ha sido creado a imagen de Dios.

Sin embargo, agrega, que en las condiciones históricas en que se encuentra, el hombre experimenta muchas dificultades para conocer a Dios con la sola luz de su razón: a pesar de que la razón humana, puede verdaderamente, por sus fuerzas y su luz naturales, llegar a un conocimiento verdadero y cierto de un Dios personal, que protege y gobierna el mundo por su providencia, así como de una ley natural puesta por el Creador en nuestras almas.

Las dificultades del hombre para conocer a Dios existen porque hay muchos obstáculos que impiden a su razón usar eficazmente y con fruto su poder natural; porque las verdades que se refieren a Dios y a los hombres sobrepasan absolutamente el orden de las cosas sensibles y cuando deben traducirse en actos y proyectarse en la vida exigen que el hombre se entregue y renuncie a sí mismo. El espíritu humano, para adquirir semejantes verdades, padece dificultad por parte de los sentidos y de la imaginación, así como de los malos deseos nacidos del pecado original. De ahí procede que en semejantes materias los hombres se persuadan fácilmente de la falsedad o al menos de la incertidumbre de las cosas que no quisieran que fuesen verdaderas.

Por esto el hombre necesita ser iluminado por la revelación de Dios, no solamente acerca de lo que supera su entendimiento, sino también sobre las verdades religiosas y morales que de suyo no son inaccesibles a la razón, a fin de que puedan ser, en el estado actual del género humano, conocidas de todos sin dificultad, con una certeza firme y sin mezcla de error.

En tal sentido, el Cristianismo Católico viene evidenciando una total apertura a la razón superando así sus posiciones dogmáticas de antaño por lo que no pocos escépticos sostienen que lo único que viene haciendo es camuflarse en los avances de la ciencia y la filosofía para subsistir en una sociedad mundial que ya no tolera más dogmas ni dominación intelectual.

A los que así piensan, se les puede responder que el Cristianismo Católico es en la actualidad una de las pocas religiones que se adapta mejor a la necesidad del hombre de trascendencia, pero con libertad social a diferencia de los fundamentalismos religiosos de moda sin contar con los fundamentalismos de los sistemas políticos basados en el ateísmo que ha servido de ideología para justificar las peores tiranías de la historia.

Coherente con su apertura, el Cristianismo Católico manifiesta en su catecismo que, al defender la capacidad de la razón humana para conocer a Dios, la Iglesia expresa su confianza en la posibilidad de hablar de Dios a todos los hombres y con todos los hombres. Esta convicción está en la base de su diálogo con las otras religiones, con la filosofía y las ciencias, y también con los no creyentes y los ateos.

Sin embargo, agrega dicho catecismo que, puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro lenguaje sobre Dios lo es también por lo que no podemos nombrar a Dios sino a partir de las criaturas, y según nuestro modo humano limitado de conocer y de pensar.

Creado a imagen y semejanza de Dios. Las múltiples perfecciones de las criaturas (su verdad, su bondad, su belleza) reflejan, por tanto, la perfección infinita de Dios. Por ello, podemos nombrar a Dios a partir de las perfecciones de sus criaturas, pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor.

Dios trasciende toda criatura por lo que es preciso purificar sin cesar nuestro lenguaje de todo lo que tiene de limitado, de expresión por medio de imágenes, para no confundir al Dios inefable, incomprensible, invisible, inalcanzable con nuestras representaciones humanas. Nuestras palabras humanas quedan siempre más acá del Misterio de Dios.

Al hablar así de Dios, nuestro lenguaje se expresa ciertamente de modo humano, pero capta realmente a Dios mismo, sin poder, no obstante, expresarlo en su infinita simplicidad. Es preciso recordar, en efecto, que entre el Creador y la criatura no se puede señalar una semejanza tal que la diferencia entre ellos no sea mayor todavía, y que "nosotros no podemos captar de Dios lo que Él es, sino solamente lo que no es y cómo los otros seres se sitúan con relación a Él.

Para terminar, sólo quiero agregar que la creencia en Dios no puede fundamentarse sólo en la ciencia y la filosofía, es decir en la razón, sino que creo firmemente que el camino más directo se encuentra en el corazón del hombre a través de la fe la que por tal razón debe ser considerada como una gracia que debemos luchar por mantener pues de lo contrario nos veríamos en el riesgo de vivir una vida sin sentido ni esperanza.





Monday, April 3, 2017

A propósito de Aldo Lavagnini - Phileas del Montesexto

A propósito de Aldo Lavagnini

Phileas del Montesexto

¿Quién era Aldo Lavagnini (Magister)? ¿Por qué es tan difícil conseguir información fidedigna acerca de su vida? ¿Perteneció realmente a la Masonería y a la Orden Martinista o era un simple embaucador? En los últimos años los masones ateos y “progresistas” han intentado desacre­ditar al famoso escritor italiano y vendernos la idea de un “profano” que escribía sobre temas masónicos. En una de las tantas discusiones vanas de Internet el difunto Ricardo Polo señaló que Lavagnini “ha engañado a miles de queridos Hermanos que sin más, hasta lo citan como una autoridad en cosas masónicas” llegando a asegurar que Magister “no era masón”.

Polo también se quejaba al indicar que “Lavagnini ha sido uno más de los que han introducido en la francmasonería (ámbito del Oficio) todas esas alegorías seudo misticistas, Tradiciones primordiales, Antiguos Misterios e interpretaciones del simbolismo, que hoy, como resultado, nos da esta orden fragmentada en múltiples ritos e incluso la absurda idea de que tiene conno­taciones templarias”.

Es bastante divertido (y algo triste) que muchos de los que intentan escudriñar en los secretos de la vida de Magister determinen a la ligera la pertenencia o no de Magister a la Orden Masó­nica simplemente googleando su nombre e intentando encontrar referencias rápidas en la web. A tal punto ha llegado la haraganería de algunos supuestos investigadores que determinan sin más que si las credenciales masónicas no aparecen en Google seguramente éstas no existan ni hayan existido, haciéndose eco de la máxima popular “si no está en Google no existe”.

Ciertamente no hay muchas referencias biográficas de Aldo Lavagnini de fácil acceso en la red, por lo cual investigar sobre su vida me ha sido bastante trabajoso. Para buscar una primera re­ferencia, se puede recurrir a la obra clásica de Dalmor “Quién fue y quién es en ocultismo” (Ed. Kier), donde los únicos datos certeros que encontraremos serán el año de su muerte (1963), su profesión (médico) y su relación con la Asociación Biosófica Universal, la cual habría sido fundada en 1917. Eso es todo lo que dedica Dalmor en su grueso volumen de 972 páginas al autor masónico más popular de Iberoamérica.
En este pequeño artículo intentaré traer un poco de luz sobre la biografía de Lavagnini para que los lectores puedan hacerse una idea general sobre su vida y su obra.

Aldo Luigi Stefano Giusto Lavagnini nació el 29 de febrero de 1896 en Siena (Italia), una ciudad europea de profunda tradición hermética y masónica, la cual puede corroborarse al apreciar su magnífica catedral gótica a la que el escritor perennialista Titus Burckhardt le dedicó una obra completa[1] y donde podemos encontrar un interesante mosaico –¡en el interior de un templo católico!– donde aparece grabada la figura de Hermes Trimegisto, el tres veces grande, pintada magistralmente por Giovanni di Stefano en 1485.[2]

El primer seudónimo literario de Aldo Lavagnini no fue “Magister” sino “Considerator” y con él escribió varios libros sobre astrología que no tienen traducción al castellano: “Manualetto pratico di Astrologia secondo la scienza e la tradizione” (1920), “Corso d’astrologia” (1927), “Trattato pratico di astrologia” (1937) y “Quello dicono gli astri” (1937). Todos estos libros fueron publicados en Italia por la Associazione Eclettica Universale, dirigida por el propio La­vagnini.

En esos tiempos, Italia era gobernada por el Partido Fascista de Benito Mussolini, quien había llegado al poder en 1922 tras la “marcha sobre Roma”. El duce propició una campaña anti-eso­térica que ha sido bien estudiada por el francmasón Thomas Dana Lloyd en “Il Tempio assalito”[3]  donde relaciona a Aldo Lavagnini con la Orden Martinista, aseverando que “en los años veinte, el martinismo italiano se dividió, después de la muerte de Papus, entre un grupo mino­ritario liderado por el sardo Vincenzo Soro, que reconoció la “sucesión francesa”, y el grupo de Alessandro Sacchi. El martinismo era un grupo reducido que, al no ser un “rito” latomístico[4], no formaba parte de la masonería, y sin embargo se consideraba por encima de ésta. No obstante, parece que entre sus miembros hubo varios personajes masónicos como Reghini (hasta 1925), Adolfo Banti, Arturo Chiarappa y Aldo Lavagnini”.

Uno de los referentes del martinismo italiano contem­poráneo, Francesco Brunelli “Nebo” (1927-1982) en su es­tudio sobre “El Martinismo y la Orden Martinista”[5] se refirió a sus Hermanos perse­guidos por el régimen, recor­dando los nombres de “Aldo Lavagnini, Alessandro Sacchi, Adolfo Banti”, destacándolos como “nombres sagrados del Martinismo italiano, de los cuales el recuerdo está vivo en nosotros”.

Mussolini disolvió la masone­ría italiana en el año 1926 pero luego de esta acción, la perse­cución prosiguió con las orga­nizaciones consideradas “paramasónicas” y en este sentido, el propio fascismo denunció a Lavagnini y a su organización diciendo que “la relación con corrientes de pensamiento que son perjudiciales para la ideo­logía fascista es un elemento suficiente para atraer la aten­ción de las autoridades policiales, que apunta sobre todo a la actividad de la “Asociación Ecléc­tica Universal”, constituida por el “notorio masón y antifascista” Aldo Lavagnini”.[6]

Es posible que la desconfianza del régimen con respecto a Lavagnini no fuera tan sólo por su vinculación con agrupaciones esotéricas e iniciáticas, sino también por su parentesco con Spartaco Lavagnini, un primo suyo afiliado al Partido Comunista de Italia, asesinado en 1921 en unos disturbios en la ciudad de Florencia. Spartaco es reconocido hoy en día como un már­tir de la lucha contra el fascismo.

Según relata Antonio Fiori en “La stampa nel Casellario politico centrale”, la policía de Udine confiscó varios bienes y documentos de la “Asociación Ecléctica Universal”, los cuales fueron investigados por la “Direzione generale di pubblica sicurezza” (Dirección General de Seguri­dad Pública).

Luego de años de persecución, a mediados de los años 30, Lavagnini abandonó el viejo conti­nente y se refugió en México, donde retomó sus actividades y comenzó a publicar sus manuales masónicos en la editorial Cicerón (1937) utilizando un nuevo seudónimo: “Magister”. Su orga­nización italiana “Associazione Eclettica Universale” fue convertida en la “Asociación Biosófica Universal”, la cual –según Dalmor– difundía “la Biosofía o ciencia y filosofía integral de la vida, impartida por los Maestros de la humanidad”, dictando “cursos por correspondencia de me­tafísica práctica, autocultura, yoga, astrología y temas afines”.[7] Al parecer, el nuevo nombre estaría inspirado en los estudios biosóficos de Frederick Kettner (1886-1957).

La rápida difusión y popularidad de las obras de Magister entre los masones de habla hispana, hizo que el recordado Nicolás Kier, fundador de la editorial argentina homónima, se comuni­cara con Lavagnini a fin de publicar en Argentina la colección completa de sus escritos masó­nicos y a partir de 1942 las obras de Lavagnini quedarían indefectible ligadas a este sello editor. Años más tarde, entre 1971 y 1976, Ario Lavagnini Stenius, único hijo y heredero de Magister, cedió finalmente los derechos de las todas obras de la colección “La Masonería revelada” a Kier, según puede leerse en el Boletín Oficial de la República Argentina[8].

Tal vez, el principal inspirador de los trabajos humanitarios de Aldo Lavagnini haya sido el lin­güista polaco Zamenhoff, creador del idioma esperanto. Desde su juventud, Magister trabajó con esmero en la creación de una lengua auxiliar que pudiera ser un medio de comunicación universal. En nuestra obra “El Peregrino de la Rosacruz” (la cual está dedicada en el prólogo a Aldo Lavagnini) decíamos que “a principios del siglo XX se creyó posible que el esperanto pudiera ser una “lengua iniciática”, usada por los discípulos de diversas corrientes espiritualis­tas para comprenderse entre sí. Existieron proyectos de ritos masónicos y rosacruces usando exclusivamente este idioma. (…) Esta misma idea la manejó (…) el reconocido escritor italiano Aldo Lavagnini (Magister), quien llegó a concebir otra lengua artificial a la que bautizó “Mondi Lingua”, inspirado en las ideas de Zamenhof y que planificó implementar a través de un rito masónico universal y espiritualista”.[9] 

Lavagnini trabajó en varias derivaciones del esperanto, entre ellos el “unilingue” (1924), el “mo­nario” (1925), el “mondi lingua” (1939) y una nueva “mondi lingua” (1955), publicando varias obras para su difusión, siendo la primera de todas el “Interlexiko Monario italiano-français, English-Deutsche kum introduxion ba Aldo Lavagnini” (1926).

Su convencimiento sobre la necesidad imperiosa de crear una lengua universal era tal que, en 1923, Lavagnini llegó a publicar un suplemento de la popular revista italiana “Mondo Occulto” titulado Eclessi” (Eklexi), el cual estaba escrito en italiano y en “monario”.[10]

En su vida personal, Lavagnini era médico de profesión y estaba especializado en oftalmología. En el Viejo Mundo se casó con Signe Sofia Stenius, de nacionalidad sueca, y tuvo un solo hijo: Ario Alejandro Lavagnini, el mismo que cedió los derechos editoriales a Kier en los años seten­ta. En un curioso episodio, el hijo de Lavagnini fue interrogado en 1964 por la CIA en el seno de la investigación por la muerte del presidente norteamericano John Fitzerald Kennedy, como consecuencia de su participación en una fiesta privada que compartió con el premio nobel de literatura Octavio Paz, su primera esposa Elena Garro y el presunto asesino del presidente Ken­nedy, Lee Harvey Oswald. La documentación desclasificada por el gobierno norteamericano con los interrogatorios completos a Octavio Paz y Ario Lavagnini puede leerse en Internet.[11]

Aldo Lavagnini falleció en México el 12 de marzo de 1963 pero su obra, 50 años después, con la ayuda de las nuevas tecnologías, es más leída que nunca. ¿Por qué molesta tanto Lavagnini a los masones positivistas? ¿Por qué se niegan a aceptarlo como Hermano? Sin duda, a los francma­sones ateos y agnósticos les fastidia que Lavagnini incorpore elementos espirituales a sus obras pero más les molesta que sus obras sigan siendo tan populares, aún en el interior de una Orden Masónica en crisis que no ha dejado de apos­tar por la secularización, el laicismo y el trabajo externo, dejando de lado la ascesis alquímica, el pensamiento hermético y la rica herencia de los Maestros del pasado[12]. En estos tiempos finales y acelerados del Ka­li-Yuga, en esta edad de hierro seña­lada por las tradiciones de Oriente y Occidente, donde la oscuridad y la confusión lo invaden todo, se hace necesaria la reinvindicación de figu­ras como Aldo Lavagnini, Federico González, Carlos Raitzin, Antenor dal Monte y sobre todo Fermín Vale Amesti, el venerado maestro de Ca­racas. Este último, actuando como un verdadero heraldo de una maso­nería regenerada, brindó en su máxi­ma obra “El Retorno de Henoch” los elementos claves para que la Franc­masonería reencuentre su propósito y sea un factor decisivo en la reconstrucción de la sociedad primordial, donde la Belleza, la Bondad, la Justicia y la Verdad dejen de ser conceptos abstractos para convertirse en el eje de un mundo nuevo y mejor.

A propósito de Vale Amesti, concluimos este breve artículo biográfico con una frase de su au­toría, que describe la actual situación de la Orden Masónica: “Desafortunadamente, la mayoría de los masones especulativos permanece en una especie de limbo rutinario enceguecedor que no les permite ni siquiera sospechar la profundidad y trascendencia de un Conocimiento que, para ellos, no va más allá de un simple “moralismo”, algunas prácticas humanitarias de muy poco alcance y una “fraternidad” de convivio. Suelen “vegetar” en la Orden, girando en círculos como la noria, rumiando ideas profanas que caducaron hace varios siglos, o tratando de imple­mentar actividades de orden profano e intrascendente. ¡Qué pobre y banalizado concepto del que realmente constituye la verdadera Masonería Tradicional!”.[13]  






[1] Burckhardt, Titus: “Siena”
[2] En su obra “Manual del Aprendiz”, Lavagnini cita al pasar a su ciudad natal en referencia a las corporaciones medievales y sus vinculaciones con la Francmasonería.
[3] Dana Lloyd, Thomas: “Il tempio assalito: introduzione allo studio della campagna antieso¬terica nell’Italia fascista”
[4] Latomístico: Sinónimo de “masónico”. La palabra deriva del latín “lātomĭa” y este, a su vez, del griego, compuesto lâs, “piedra”, y tomíai, “tallar”.
[5] Brunelli, Francesco: “Il Martinismo e l’Ordine Martinista: Documenti sulla iniziazione tra¬dizionale in Occidente”. Además de su notoria actividad en el seno del martinismo, Brunelli fue nombrado responsable del Rito Antiguo y Primitivo de Memphis y Misraim en 1973 por Robert Ambelain.
[6] Citado en: Varvaro, Paolo: “Una città fascista: potere e società a Napoli”.
[7] Dalmor: “Quién fue y quién es en ocultismo”
[8] Véase: http://www.boletinoficial.gov.ar
[9] Del Montesexto, Phileas: “El Peregrino de la Rosacruz”
[10] De Turris, Gianfranco: “Esoterismo e fascismo: storia, interpretazioni, documenti”
[11] Véase el curioso documento en la web
http://jfk.hood.edu/Collection/Weisberg%20Sub-ject%20Index%20Files/G%20Disk/Garro%20de%20Pas%20Elena/Item%2008.pdf
[12] Al no ser tampoco un exponente claro de las doctrinas tradicionales y estar demasiado cerca de algunas corrientes espiritualistas condenadas por René Guénon, Lavagnini también es menospreciado muchas veces por algunos masones que se identifican con las corrientes peren¬nialistas. Es verdad, la obra de Lavagnini tal vez no sea perfecta, pero si tenemos en cuenta el entorno espiritual y político en donde fue producida y el público al que fue dirigida, tendremos que aceptar que la colección masónica de Magister posee un innegable valor.
[13] Vale Amesti, Fermín: “El esoterismo, lenguaje de los misterios”, artículo publicado en la “Revista masónica de Venezuela”, abril 1995.