Friday, October 24, 2014

La Amistad - Manly Palmer Hall



LA AMISTAD


 Manly Palmer Hall


¿Qué lazo más noble que el de amigo?

¿Qué algo más noble puede conceder un hombre que su amistad?

Las relaciones que comporta la vida común y corriente se rompen fácilmente, pero hay un vínculo que persiste a través de la eternidad, y es el de la confraternidad, la unión de los átomos, la amistad del polvo estelar en su camino por los espacios infinitos, la hermandad de los soles y los mundos, de los dioses y los hombres.

Las manos enlazadas por la amistad se unen con un lazo eterno: la camaradería del espíritu. Nadie más desolado que el que no tiene amigos. Y nadie más honrado que aquel a quien sus virtudes le han dado una amistad.

Tener un amigos es bueno, pero ser amigo es mejor.

El titulo más noble que se le diera a un hombre, el distintivo más elevado que hayan discernido los dioses, fue aquel que saliera de los labios de Jove al contemplar a Prometeo: “¡He ahí un amigo del hombre!”

Quien sirve a los hombres, sirve a Dios.

Éste es el signo de la fraternidad de nuestra Orden, porque las manos entrelazadas por la amistad sostienen y vivifican el plan divino. Los lazos del parentesco pueden disolverse, mientras que la amistad subsiste.

Servid a Dios mediante la amistad: como amigo del alma de todo lo humano, sirve a sus necesidades, ilumina sus pasos y allana su camino.

Que el mundo, en acorde unísono, pueda decir del Masón: “He ahí un amigo de todo el mundo”.

Que también diga al referirse a la Logia: “Es sin duda un círculo de amigos, camaradas en espíritu y en verdad”.


Thursday, October 2, 2014

Los 7 Pecados Capitales de un Masón - Ángel R. Medina

Los 7 Pecados Capitales de un Masón


Ángel R. Medina
Logia Leonardo Da Vinci N° 244
Oriente de Maracay, Aragua, Venezuela.



¿Todavía siguen vigentes los siete pecados capitales? Hoy, en este mundo globalizado, se habla con muy poca frecuencia sobre este tema. Quizás, ello se deba a que estos fueron el origen de los vicios y porque según la concepción cristiana «alejaban al hombre de Dios». Los «siete pecados capitales» fueron estudiados por Santo Tomás de Aquino en su obra Suma Teológica escrita en el siglo xxi y posteriormente recopilados y clasificados por San Gregorio Magno (540-604 d.C.), a quien también se le conoció como Gregorio I, el sexagésimo cuarto Papa de la Iglesia Católica. La pregunta es: ¿Siguen vigentes los siete pecados capitales?

El filósofo Fernando Savater, en su obra Los siete pecados capitales, [1] dice que los pecados tradicionales —soberbia, pereza, gula, envidia, ira, avaricia y lujuria— están presentes en nuestra vida diaria, algunos devaluados y otros con ciertas transformaciones. Savater, considera que cuando relacionamos estos pecados con los tiempos que vivimos, nos encontramos con una «infinidad de caminos», que al decir del pensador español se mezclan con las cuestiones religiosas, históricas, económicas, sociales, artísticas y muchos otros factores que tienen que ver con el mundo actual.

Los clásicos siete pecados conocidos, suponen la existencia de virtudes que pueden derrotarlos. Ellos son: soberbia-humildad, avaricia-generosidad, lujuria-castidad, ira-paciencia, gula-templanza, envidia-caridad y pereza-diligencia. Sin embargo, Savater considera que la soberbia es «la madre de todos los vicios». También Mahatma Gandhi, desde su óptica del hinduismo y tomando como base la perspectiva de la vida actual, suponía que podría ser válido para cualquier religión y por ello esbozaba así los pecados capitales: política sin principios, negocio sin moralidad, bienestar sin trabajo, educación sin carácter, ciencia sin humanidad, goce sin conciencia y culto sin sacrificio.

La Iglesia se actualiza


Ha pasado mucha agua por los ríos desde Santo Tomás de Aquino y de Gregorio I, sobretodo, si tomamos en cuenta las delimitaciones que se esgrimían durante la Edad Media respecto a lo que era o no correcto. Con la idea de actualizarse, en año 2008, la iglesia católica presentó un nuevo listado de pecados capitales que fue publicado por L’Ossevatore Romano, diario oficial del Vaticano, que especificaba que éstos (los siete pecados) estaban «obsoletos por la globalización y las nuevas tendencias». Al tratar de «modernizar» dichos pecados, el Vaticano los denominó los «Siete Pecados Sociales» y ellos son: violaciones bioéticas, experimentos moralmente dudosos, drogadicción, contaminar el Medio Ambiente, contribuir ampliar la brecha entre los ricos y los pobres, a riqueza excesiva y generar pobreza. Cualquier pagano, ateo o pecador penitente puede considerar esto como ridículo y como diría Savater: «Hay actitudes que pueden considerarse como nuevas formas de pecar. Son las que se basan en la desconsideración por parte del otro […] Hay virtudes y vicios que dependen del papel que tengas en la sociedad». [2] El filósofo español, por consiguiente, cree que en estos tiempos de violencia e irracionalidad, muchos de los pecados «son instrumentos que se convierten en fines en sí mismos», porque lo fundamental para el ser humano es «luchar contra el aburrimiento».

Los siete pecados capitales pueden perfectamente aplicarse a la masonería, pero esencialmente ello compete a nosotros los masones, porque la Orden no incurre en ellos, no así quienes pertenecemos a ella por los fallos que pudiésemos cometer. Estos fallos o eso de caer en la «tentación del pecado» obedecen a los errores que incurrimos como humanos y a la vulnerabilidad de nuestros instintos. Sería un craso error etiquetarle a nuestra institución masónica las malas praxis que realizamos como masones o pretender atribuirle a la Orden un supuesto mal funcionamiento, cuando en realidad somos nosotros quienes estamos fallando.

Los pecados tienen su origen en el cristianismo y consistía en identificar todo aquello que no deberíamos hacer, pero las religiones inventaron el infierno, el diablo y Satanás. Como escribe Savater, «el Diablo es un extraordinario gerente de marketing, que ha logrado vender cada vicio como una virtud». Los pecados —escribe Savater— eran una advertencia respecto de cómo administrar la propia conducta. «Se trató de un listado de advertencias sobre los peligros que puede acarrear la desmesura frente a lo deseable. Hoy existe una versión más simplonas de esas advertencias, que son los libros de autoayuda, donde encuentras unas fórmulas para no engordar y otras para ser feliz en tres lecciones». [3] O como decía Bossy: «la suerte de estos pecados terminó en la época moderna, cuando la penitencia dejó de ser la forma de resolución de los conflictos sociales para transformarse en algo psicológico a la conciencia de cada individuo».

Dante: La Divina Comedia


Entre 1307 y 1361, Dante Aligheri escribió La divina comedia, obra de un gran contenido poético que relata un viaje imaginario a través del infierno, el purgatorio y el paraíso. En él, el poeta se va encontrando con personajes mitológicos, reales, de su época e históricos, de la esfera política y religiosa. Cada uno de ellos representa un defecto o una virtud.

La Divina Comedia —escriben Adriana Quiroga, Hernán Guerrero y Ulises Márquez en el prólogo y traducción del libro— es un poema donde se mezcla la vida real con la sobrenatural, muestra la lucha entre la nada y la inmortalidad, una lucha donde se superponen tres reinos, tres mundos, logrando una suma de múltiples visuales que nunca se contradicen o se anulan. Explican que los tres mundos infierno, purgatorio y paraíso reflejan tres modos de ser de la humanidad, en ellos se reflejan el vicio, el pasaje del vicio a la virtud y la condición de los hombres perfectos. «Es entonces a través de los viciosos, penitentes y buenos que se revela la vida en todas sus formas, sus miserias y hazañas, pero también se muestra la vida que no es, la muerte, que tiene su propia vida, todo como una mezcla agraciada planteada por Dante, que se vuelve arquitecto de lo universal y de lo sublime».[4]

Los siete pecados capitales pueden ser perfectamente aplicables a la masonería con la diferencia de que la Orden nunca se verá afectada, porque quienes incurrimos en estos desmanes somos los masones y no la institución. Los masones debemos combatir a dos enemigos en común: el fanatismo y la superstición. Convenimos animarnos QQ\ HH\ para identificar qué tipo de comportamientos corresponden a cada uno de estos pecados capitales. Os persuadimos, pues, a evitar estos siete pecados capitales de un masón.

Primer pecado: la doble ignorancia


Si duda este uno de los pecados más graves para el masón. Es el prototipo del masón que se vuelve obtuso y cree que todo le viene por gracia divina o por favores recibidos. Nunca tiene un mensaje convincente —además de ser excesivamente negativo— y, por el contrario, vive en las nebulosas al considerarse un «masón exquisito y dueño de la verdad y la palabra» porque alguna vez se leyó el Ritual y como no logró asimilarlo, recurre a las trampas del rumor y de la mala voluntad hacia sus Hermanos. Cree que porque sabe cómo caminar en Logia y alguna vez se enteró dónde compraba las sandalias el Maestro Hiram, se le debe rendir pleitesía por sus «conocimientos».


Segundo pecado: el individualismo


Al igual que la ignorancia y la superstición, el individualismo es otro de los males que aquejan al masón. Un masón individualista, suele ser valorado negativamente por sus Hermanos del Taller, ya que se cree que piensa sólo en sí mismo y no le interesa qué pasa en su entorno o, en otras instancias, en su Logia o en la institución masónica. No le gusta trabajar en grupo y llega a los extremos de ser un abanderado del egocentrismo, porque él «se las sabe todas». Cuando lee algo lo asimila sólo para su consumo interno, filtra los conocimientos que adquirió de Internet y se agarra de la mórbida frase: «bajo, copio y pego, luego existo».


Tercer pecado: la ceguera iniciática


Este pecado recae sobre el masón que no ve nada más allá de lo que asimila cuando se indigesta con ciertos libros de autoayuda, de un «esoterismo» fanático y ramplón que, al final, echa por la borda los principios y el código moral masónico. Es el típico personaje que se trasmuta con el humo de las varillas de incienso y se cree un santurrón cuando lo observa alguno de sus Hermanos o evidencia la presencia de ellos. La «ceguera iniciática» es esa mezcla de seudo esoterismo —falso conocimiento interior— con cuestiones de brujería y de un «conocimiento» esotérico aprendido de los libros llamados «ocultos» y de los best sellers de autoayuda.


Cuarto pecado: el miedo ficticio


El síndrome del «miedo ficticio» —como decía E. Chartier Alain— hace referencia al «hombre que tiene miedo sin peligro, e inventa el peligro para justificar su miedo». Es el «Juan sin Miedo» del Taller en el léxico masónico que circula por los «pasos perdidos» prediciendo amenazas y frases agoreras, como aquello de que el mundo se va a extinguir, que nos vigilan los Jinetes del Apocalipsis, que nos abruma un mundo sombrío y pare de contar. El miedo ficticio es incompatible con el trabajo en el Taller masónico. Bajo esas condiciones, obviamente, jamás elevaremos templos a la virtud y calabozos para los vicios, porque tiene un doble efecto: uno, vemos cosas que no existen y que dispersan el trabajo en las Logias y, dos, esparcen una carga de negatividad en los Talleres. Como decía alguien por allí, el miedo es un sentimiento, la valentía es un comportamiento, y entre el sentimiento y el compartimiento, estamos nosotros los masones.


Quinto pecado: la superficialidad


Este pecado alude a quien presume alcanzar objetivos, pero que jamás son justos o equilibrados. Cuando habla en Logia, abusa de su sarcasmo y no escucha la opinión de los demás. Siempre está de brazos cruzados y no hace nada para glorificar su templo interior. Este pecado es parecido a la Pereza. El masón perturbado por este pecado no admite sus errores y se siente satisfecho al no avanzar en los grados masónicos. Vive aferrado al pasado o cuando ocupó determinados cargos en el Taller. No se adapta a los cambios. Cuando presenta una Plancha al Taller y ve que nadie se considera «satisfecho» arranca en ira y se jacta de que está rodeado de mentes insulsas. Lamentablemente, este Hermano no conoce los niveles de la Tolerancia.


Sexto pecado: la prepotencia


La prepotencia es aliada de la arrogancia, la imprudencia y la soberbia. Este pecado, hace que la persona o masón que incurra en ella, y quien además de indeciso, es indisciplinado y pierde el tiempo en banalidades. Hace caso omiso al estudio y la investigación. Se jacta de ser un superdotado. Puede tener cierta instrucción pero no es culto y allí viene el desliz que declina su balanza. Cuando puede emite un comentario irónico, sobre todo cuando un Hermano de su Taller alude cierto tema que él no comparte. Tampoco comparte su conocimiento para sentirse más importante, pero «nadie vale más que otro sino hace más que otro».


Séptimo pecado: la negatividad


«Yo te dije que eso no iba a funcionar». Así controla sus emociones una persona negativa. Un artista genial como Groucho Marx decía: «es mejor permanecer callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente». Desde el punto de vista filosófico, una persona negativa es un ser humano que no puede controlar sus sentidos. Una persona negativa es un ser lleno de prejuicios, donde predomina la estupidez antes que su lado racional. La negatividad tiene algo de la Envidia. Que nos libre el GADU de un Hermano negativo que suela llegar hasta el extremo de la soberbia. Consumantun est.



Notas
  1. Savater, Fernando, Los siete pecados capitales, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2005, p. 9.
  2. Ibíd., p. 151.
  3. Ibíd., p. 15.
  4. Véase Alighieri, Dante, La divina comedia, Madrid, Editorial Cátedra, 2007.

Bibliografía
  • Alighieri, Dante, La divina comedia, Madrid, Editorial Cátedra, 2007.
  • Aquino, de Santo Tomás, Suma teológica I, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2010.
  • Biblia de Jerusalén, Bilbao, Editorial Desclée De Brouwer, 1999.
  • Savater, Fernando, Los siete pecados capitales, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2005.

Wednesday, October 1, 2014

Sobre la Oración - Annie Besant

SOBRE LA ORACIÓN


Annie Besant

Tomado de “Sophia” de Mayo 1898


Constantemente se hace la siguiente pregunta: ¿Vosotros los teósofos creéis en la oración?". Y puede ser útil para algunos el estudio del asunto de la oración a la luz del conocimiento oculto, poniendo de prefacio a este estudio la observación de que la creencia de los teósofos varía de acuerdo sus conocimientos, y que ningún teósofo, excepto la que esto escribe, se halla obligado a las declaraciones que siguen.

El público no se ha hecho todavía cargo de que al teósofo no se da, al entrar en la Sociedad, una serie de creencias ya hechas y arregladas para él, sino que solo se le proporcionan los materiales de entre los cuales puede escoger los que más le convengan, teniendo luego que arreglarse él mismo su vestimenta. La opinión que se presenta en este escrito, se expone simplemente como el modo de ver particular de un estudiante y como materia para el estudio. Lo primero que es necesario hacer, al considerar la utilidad de la oración, es analizar la oración misma, porque la palabra se emplea abarcando diversas actividades de la conciencia, y no puede tratarse como formando un todo homogéneo. Vemos oraciones que son peticiones de beneficios mundanos definidos para cubrir necesidades físicas -oraciones por alimento, por vestidos, dinero, empleos, éxito en los negocios, para recuperar la salud, etc. Éstas las agruparemos bajo la clase A. Luego hay oraciones para la ayuda en las dificultades intelectuales; y morales o para el desarrollo espiritual, para el dominio de las tentaciones, para la fuerza moral, para vista interna, para iluminación. Estas pueden agruparse como clase B. Por último, hay oraciones en que no se pide nada, que consisten en la contemplación y adoración de la Perfección Divina, en la aspiración intensa de unión con Dios, la enajenación elevada del Santo. A estas las llamaremos clase C.

Lo segundo que hay que tener bien en cuenta, es la gran escala de seres vivos desde el elemental su plano hasta el LOGOS mismo, escala en la que no falta peldaño alguno. Este lado oculto de la naturaleza, es un hecho, no un sueño. El mundo todo está lleno de seres vivos, invisibles a los ojos carnales. El mundo astral compenetra al físico, y multitudes de seres conscientes e inteligentes nos rodean a cada paso. Algunos son inferiores al hombre en inteligencia, y otros se elevan a grandes alturas sobre él. Algunos se dejan influir fácilmente por su voluntad, y otros son asequibles a sus ruegos. Además de estas entidades independientes, la esencia elemental de los tres reinos responde a sus emociones y pensamientos, é instantáneamente toma formas cuya vida misma es llevar a efecto el sentimiento o el pensamiento que les sirve de alma, y de este modo puede crear a voluntad un ejército de servidores obedientes que obrarán en el mundo astral a1 gusto suyo. Hay además protectores humanos de gran eficacia, aunque invisibles, cuyo oído atento puede acoger un grito de socorro, y que gustosos sirven de verdaderos “ángeles protectores” para las almas que los necesitan.

Y coronando todo está la vida siempre presente y siempre consciente del LOGOS mismo, poderosa, y que responde en todas partes de Su reino, de Aquel sin cuyo conocimiento no cae al suelo una paja, ni ninguna criatura muda se estremece de alegría o de dolor, ni niño alguno ríe o llora - esa Vida y Amor que todo lo penetran, abarcan y sostienen, en la cual todo vive y se mueve. Así como nada que produzca placer o dolor puede tocar al cuerpo humano sin que los nervios sensorios lleven el mensaje del choque a los centros cerebrales, y así como desde estos centros vibra la contestación por medio de los nervios motores, acogiendo o repeliendo, del mismo modo cada vibración en el universo, que es Su cuerpo, llega a Su conciencia y produce una acción que responde. Las células nerviosas, los hilos nerviosos y fibras musculares, pueden ser los agentes del sentimiento y del movimiento, pero el hombre es el que siente y actúa; así también muchas mi riadas de inteligencias pueden ser los agentes, pero el LOGOS es quien conoce y responde. No puede haber nada por pequeño que sea que no afecte esa delicada y omnipresente conciencia, ni nada tan vasto que trascienda a ella.

Somos tan limitados, que la sola idea de semejante conciencia que abarca todo, nos anonada y confunde; sin embargo, quizás, el mosquito se vería en el mismo apuro si tratara de medir la conciencia de Pitágoras. Es imposible negar el hecho de que las oraciones son contestadas, y que muchos pueden manifestar casos de propia experiencia, claros y decisivos, de “oraciones contestadas”.

Además, muchas de éstas no se refieren a las que se llaman experiencias subjetivas, sino a hechos patentes del llamado mundo objetivo. Un hombre ha orado por dinero, y el correo le ha traído la cantidad requerida; una mujer ha orado por alimento, y el alimento ha llegado a su puerta. En relación con empresas caritativas hay muchos testimonios de oraciones pidiendo socorros y de contestaciones rápidas y liberales. Por otra parte, hay también gran número de testimonios de oraciones que han quedado sin respuesta, de hambrientos moribundos, de hijos arrebatados por la muerte de los brazos de madres amantes, a pesar de los ruegos más apasionados a Dios. Toda opinión razonable acerca de la oración, tiene que tener en cuenta estos hechos contradictorios: no debe negarse a admitir la respuesta, ni evadir el reconocimiento de los fracasos.

Todos los hechos deben ser colocados en su lugar en toda verdadera teoría sobre la oración. Vamos a considerar separadamente nuestras tres clases de oraciones, y veremos que las vidas ocultas de la naturaleza son los agentes que producen la respuesta a las oraciones, y que para cada clase de ellas actúan agentes particulares apropiados a las mismas. Cuando un hombre pronuncia una oración de 1a clase A, puede obtener una respuesta por medio de uno o varios agentes.

Su pensamiento concentrado y su voluntad deseosa afectan a la esencia elemental del plano astral, y crean un elemental artificial poderoso, cuya sola idea es producir lo que su creador anhela. Este elemental, cuando la oración es por dinero, alimento, vestido, empleo u otra cosa cualquiera que un hombre puede dar a otro, puede buscar una persona a propósito, e imprimir en su cerebro la imagen de su creador y de su necesidad especial, y esta impresión origina el pensamiento de enviar al hombre un socorro.
“Pensé en Jorge Miller y en sus huérfanos esta mañana”-dirá un hombre rico- “Voy a mandarles un cheque”.

La oración de Jorge Miller es en este caso el poder motor; el elemental artificial es el agente que se ocupa en producir el resultado deseado, y el cheque, que no se ha pedido al hombre en el plano físico, viene como la “respuesta a la oración”. El resultado pudo haberse obtenido de igual modo por medio de un esfuerzo deliberado de la voluntad, sin oración alguna, por una persona que entendiese el mecanismo necesario para ello y el modo de ponerlo en acción. Pero en el caso de la mayor parte de la gente que ignora las fuerzas del mundo invisible, y que no están acostumbrados a ejercitar su voluntad, la concentración de la mente y el firme deseo necesario para el éxito se adquieren mucho más fácilmente por medio de la oración, que por ningún esfuerzo deliberado para manifestar su fuerza.

Dudarían de su propio poder, aun cuando comprendiesen la teoría, y la duda es fata1 en todo ejercicio de la voluntad. Que la persona que ora no sepa nada del mecanismo que pone en movimiento, no afecta en modo alguno el resultado; el niño que extiende el brazo y coge un objeto, no necesita sabor nada del funcionamiento de los músculos, ni de los cambios químicos y eléctricos que despierta su movimiento en los músculos y nervios, ni tampoco calcula estudiadamente la distancia a que se halla el objeto, midiendo el ángulo formado por los ejes ópticos; manifiesta su voluntad de coger 1a cosa que necesita, y las varias partes de su cuerpo obedecen a su voluntad, aun cuando él no conoce ni siquiera su existencia.

Lo mismo sucede con el hombre que ora, el cual desconoce la fuerza creadora de su pensamiento y la conducta de la criatura que ha enviado a ejecutar sus deseos; actúa tan inconscientemente como el niño, y como el niño, coge lo que quiere. Una oración de la clase A, puede también ser contestada de otros modos que por la acción de un elemental artificial. Un discípulo que pasa u otro protector en acción en el plano astral, puede oír su ruego y producir el resultado deseado. Especialmente puede suceder así, cuando el que ora es un filántropo que necesita ayuda para ejecutar alguna obra benéfica. El protector lanzará el pensamiento de enviarle la ayuda que necesita, en el fértil suelo de un cerebro caritativo, y el resultado será el mismo de antes.

Algunas veces, pero a mi entender mucho más raras, la voluntad de la persona que ora, afecta a un espíritu de 1a naturaleza o elemental característico, el cual se esfuerza en producir el efecto deseado; algunas personas ejercen un poder especial sobre los espíritus de la naturaleza de varias clases, y esta gentecilla hace cuánto puede a fin de suplir las necesidades de sus favoritos. El fracaso de las oraciones que revisten gran deseo y fuerza de voluntad, parece que es debido al hecho de que se estrellan contra alguna causa kármica demasiado fuerte para que puedan desviarla o modificarla de un modo apreciable. Un hombre condenado por sus propias acciones en el pasado a morir de hambre, lanzará en vano todas sus oraciones contra este destino.

El elemental artificial que ha creado con tales oraciones, encontrará inútiles todos sus esfuerzos; ningún protector vendrá a ayudarle a producir el efecto deseado; ningún espíritu de la naturaleza se cuidará de sus gritos. Cuando las relaciones que existieron en el pasado entre las almas de los padres y 1a de un niño moribundo, requieren en la vida presente la rotura del 1azo de unión en una época particular, la corriente de fuerza puesta en movimiento por la oración, no servirá para prolongar el hilo de la tierna existencia. En esto, como en todo, vivimos en el reino de la ley, y las fuerzas pueden ser modificadas o completamente frustradas por la acción de otras fuerzas contra las que chocan. Dos fuerzas exactamente iguales pueden aplicarse para poner en movimiento dos bolas también perfectamente iguales; de éstas, una no recibe ningún nuevo impulso, y marcha al fin que se ha marcado, mientras que la otra recibe un segundo choque y cambia por completo de dirección.

Esto mismo puede suceder con dos oraciones semejantes: una puede seguir su curso sin encontrar obstáculo kármico, y hasta puede ser ayudada en su objeto por una fuerza kármica, mientras que la segunda puede ser desviada por una fuerza kármica mucho más enérgica que el impulso original. Una de las oraciones fue contestada, la otra se desvanece aparentemente desapercibida, y en ambos casos el resultado sigue a la ley. Consideremos ahora la clase B. Las oraciones para socorro en las dificultades morales e intelectuales son eficaces, tanto en la acción como en la reacción. Llaman la atención de aquellos servidores de la humanidad que están siempre tratando de socorrer al alma que se siente extraviada; y los consejos, el consuelo y la iluminación se transmiten a la conciencia cerebral, dando así, del modo más directo, la respuesta a la oración.

Muchas veces se sugieren ideas que aclaran una dificultad intelectual, o arrojan luz en un oscuro problema, y en el corazón angustiado se derrama el más dulce consuelo, suavizando sus perturbaciones y calmando sus ansiedades. Esto puede llamarse la respuesta objetiva a tales oraciones, en las que se concede realmente, en contestación al grito de socorro, la ayuda de almas más fuertes y avanzadas: la de un discípulo, la de un ángel o la de un Maestro. Pero hay también una respuesta subjetiva que no se reconoce tan fácilmente, por regla general, por los que oran, y que puede considerarse como reacción de la misma oración sobre el que ora. La oración coloca su mente y su corazón en aptitud receptiva que facilita el darle ayuda objetiva, pero que también abre el canal de comunicación entre su naturaleza inferior y la superior, permitiendo a la fuerza y al poder iluminador de la superior llegar a la conciencia cerebral.

Las corrientes de energía que normalmente fluyen hacia abajo o hacia afuera desde el Hombre Interno, son, por regla general, dirigidas a los mundos externos y utilizados por la conciencia cerebral en los negocios ordinarios de la vida para llevar a efecto sus actividades diarias. Pero cuando esta conciencia cerebral se aparta del mundo externo, y cerrando las puertas exteriores, dirige su vista a dentro; cuando deliberadamente se abre a lo interno y se cierra a lo externo, entonces se convierte en un recipiente que puede recibir y contener, en lugar de ser un mero tubo conductor entre el mundo interno y el externo. En el silencio obtenido por la cesación de los ruidos de las actividades externas, la tranquila voz del alma puede dejarse oír, y la atención concentrada de la mente expectante le permite percibir el suave murmullo del Yo Interno.

Más marcado aún es el caso cuando la oración es por luz espiritual, por desarrollo espiritual. No sólo buscan ansiosamente todos los protectores el impulsar el progreso espiritual, aprovechando todas las oportunidades que presenta el corazón que aspira a lo alto, sino que el deseo de semejante desarrollo pone en libertad una energía de orden superior, porque el deseo espiritual atrae una respuesta del reino espiritual. También aquí se confirma la ley de las vibraciones simpáticas, y la nota de aspiración elevada es contestada por una nota de su propio orden, por una liberación de energía de su misma clase, por una vibración sincrónica con ella misma. La vida divina siempre está haciendo presión contra los límites que la circunscriben, y cuando la fuerza que se eleva choca contra esos límites, el muro divisorio se rompe y la vida inunda el alma. De un modo casi imperceptible pasamos de las aspiraciones espirituales a la oración que es adoración pura, en la cual no existe petición alguna, y que tan sólo trata de manifestarse en simple amor de lo Perfecto, confusamente sentido.

Tales oraciones, agrupadas como clase C. son los medios de unión entre el hombre y Dios, atrayendo al adorador dentro del Ser que adora. En estas oraciones la conciencia, limitada por el cerebro, contempla en mudo éxtasis la Imagen que crea de aquel que sabe que verdaderamente se halla fuera de toda imaginación, y a menudo arrebatada por la intensidad de su amor más allá de los límites concretos impuestos por la inteligencia, vuela a las regiones donde no existen límites, y siente y conoce mucho más que lo que a su vuelta puede decir en palabras o revestir de forma intelectual. Entonces en la oración el místico contempla la Visión Beatífica; entonces el sabio reposa en la calma infinita de la sabiduría que está más allá del conocimiento; entonces el santo es penetrado de la radiante pureza en la cual se ve a Dios.


Semejante oración forma una aureola al que adora, y desde la cúspide de tan alta comunión, descendiendo a los planos de la tierra, la misma cara de carne brilla con gloria suprema trasluciendo la llama que arde al interior. Dichosos aquellos que conocen la realidad que ninguna palabra puede comunicar a los que la ignoran; aquellos cuyos ojos han visto el Rey en Su hermosura, se acordarán y comprenderán. 



Fuente: Portal Martinista del Guajiro

Tuesday, September 30, 2014

Estructura del Grados del Rito Antiguo y Primitivo de Memphis



ESTRUCTURA DE LOS GRADOS
RITO ANTIGUO Y PRIMITIVO DE MEMPHIS

El Rito Antiguo y Primitivo de Memphis, como todo rito masónico se estructuran desde el Primer Grado, pero en su caso particular llega hasta el 95. Este rito está dividido en una serie de tres, sin contar los tres primeros grados pertenecientes a las Logias Simbólicas o Azules, los cuales son gobernados por la Gran Logia.

Todos los grados en el Rito de Memphis son conferidos por Iniciación a diferencia de otros ritos donde algunos de sus grados se confieren por Comunicación.

Los Tres Primeros Grados pertenecientes al Simbolismo son:




Primera Serie,
Capítulo Rosacruz.

Esta Primera Serie de Grados se comprende desde el 4to. hasta el 18comienza con el 4to. y terminando en el 18, conocido como Capítulo Rosacruz. Estos grados enseñan la moralidad, dan la explicación de los símbolos, dispone a los novicios a la pesquisa filosófica, y los hace comprender la primera parte de la historia.

Los grados son:


  • Ø  4° Maestro Discreto
  • Ø  5° Perfecto Maestro Arquitecto
  • Ø  6° Secretario Intimo o Sublime Maestro
  • Ø  7° Maestro Preboste y Juez
  • Ø  8° Caballero Intendente de los Edificios
  • Ø  9° Caballero Maestro Electo de los Nueve
  • Ø  10° Ilustre Caballero de los Quince
  • Ø  11° Sublime Caballero Electo
  • Ø  12° Caballero Gran Maestro Arquitecto
  • Ø  13° Caballero del Arco Real
  • Ø  14° Caballero Gran Electo de la Bóveda Sagrada, Gran Escocés de la Bóveda Sagrada de Jaime VI
  • Ø  15° Caballero de la Espada o de Oriente
  • Ø  16° Caballero Príncipe de Jerusalén
  • Ø  17° Caballero de Oriente y Occidente
  • Ø  18° Caballero Príncipe Rosa Cruz de Kilwinning o de Heredon, Ritual Caballero de la Águila y del Pelicano o Soberano Príncipe R+C, Ritual Caballero Rosa Cruz, Ritual Hermanos de la Rosa Cruz o de los Adeptos

Segunda Serie,
Senado de Filósofos Herméticos.

El Senado de los Filósofos Herméticos, trabaja con los grados desde el 19 al 43 inclusive, es decir, la segunda serie de los grados. Ocupándose este de enseñar la Ciencias Naturales, la Filosofía de la Historia; y explica los mitos de la antigüedad. Su objetivo es el de estimular la pesquisas de las causas y los orígenes, y el de desarrollar los sentidos humanitarios.


  • Ø  19° Caballero Gran Pontífice de Jerusalén o Sublime Escocés de la Jerusalén Celeste.
  • Ø  20° Venerable Gran Maestro de las Logias o Caballero Gran Maestro del Templo de Sabiduría.
  • Ø  21° Caballero o Patriarca Noaquita o de la Torre
  • Ø  22° Caballero del Líbano o Real Hacha
  • Ø  23° Caballero Jefe del Tabernáculo
  • Ø  24° Caballero del Águila Roja o Príncipe del Tabernáculo
  • Ø  25° Caballero de la Serpiente de Airain o de Cobre
  • Ø  26° Caballero de la Ciudad Santa o Escocés Trinitario, Príncipe de Misericordia
  • Ø  27° Caballero Soberano Gran Comendador del Templo
  • Ø  28° Caballero de Joan o del Sol
  • Ø  29° Caballero Gran Escocés de San Andrés Maestro Escocés de San Andrés del Cardo
  • Ø  30° Caballero Gran Electo Kadosch
  • Ø  31° Gran Inspector Inquisidor Comendador
  • Ø  32° Sublime Príncipe del Real Misterio
  • Ø  33° Caballero Gran Inspector General
  • Ø  34° Caballero de la Escandinavia
  • Ø  35° Grande Caballero del Templo, o Caballero Templario Kadosh de la Palestina
  • Ø  36° Caballero Philalethes o Sublime Negociant
  • Ø  37° Caballero del Shota o Sabio de la Verdad o Caballero Teutónico
  • Ø  38° Sublime Electo de la Verdad o Sublime Electo del Águila Roja
  • Ø  39° Gran Electo de los Aeons
  • Ø  40° Perfecto Sabio Savaiste o Caballero de la triple Cruz
  • Ø  41° Caballero del Arco de los Siete Colores
  • Ø  42° Príncipe de la Luz o Grande Alejandro de la Confianza
  • Ø  43° Sublime Sabio Filosofo Hermético, Adepto o Aprendiz Filósofo Sublime y Desconocido

Tercera Serie,
Sublime Consejo, Templo Místico

La Tercera Serie se comprende desde el Grado 44 hasta el 90, y son trabajados en el Sublime Consejo, Templo Místico que hace conocida completamente la restante porción de la historia del Rito. Se ocupa así mismo de la Alta Filosofía; estudia los mitos religiosos de las diferentes edades de la humanidad y admite las más avanzadas labores teosóficas.

El Templo Místico es la representación del Soberano Santuario en todo Oriente. Todo Templo Místico es conocido como el Gran Imperio de los Soberanos Príncipes de Memphis, conducidos por el Gran Pontífice, que es el portavoz del Soberano Gran Conservador General del Rito y guardián de las Sagradas Tradiciones.

Para pertenecer al Templo Místico hay que ostentar el Grado 90, los grados son los siguientes:


  • Ø  44° Sublime Pontífice de Isis o Príncipe del Zodiaco
  • Ø  45° Sublime Sabio de los Misterios Sublimes
  • Ø  46° Rey Pastor de Hutz
  • Ø  47° Caballero de las Siete Estrellas
  • Ø  48° Sublime Príncipe Guardián del Monte Sagrado
  • Ø  49° Sublime Sabio de las Pirámides
  • Ø  50° Sublime Filósofo de la Samotracia o Infante del Arpa
  • Ø  51° Sublime Titán del Caucasus o Caballero del Fénix
  • Ø  52° Sabio del Laberinto o Minero Clave Masónica Grado 1
  • Ø  53° Sabio Caballero de la Sphinx o Lavador Clave Masónica Grado 2
  • Ø  54° Sublime Scalde, Poeta o Caballero del Pelicano o Soplador Clave Masónica Grado 3
  • Ø  55° Sublime Sabio Orphico o Fundidor Clave Masónica Grado 4
  • Ø  56° Sabio Pontífice de Cadmia o Escudero Novicio
  • Ø  57° Jefe Sublime o Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa
  • Ø  58° Sabio o Professo Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa
  • Ø  59° Sublime Sabio o Gran Professo Caballero Bienhechor de la Ciudad Santa
  • Ø  60° Sublime Guardián de los Tres Fuegos
  • Ø  61° Sublime Juez Filosofo Desconocido o Caballero del Templo de la Verdad
  • Ø  62° Sublime Sabio de Eléusis o de Heliópolis
  • Ø  63° Sublime Kawi o Caballero de las tres Águilas de Oro o Coronadas
  • Ø  64° Sabio Pontífice de Mitras
  • Ø  65° Guardián del Santuario o Gran Instalador
  • Ø  66° Grande Arquitecto de la Ciudad Misteriosa o Gran Consagrador
  • Ø  67° Guardián del Nombre Incomunicable o Gran Eulogista
  • Ø  68° Patriarca Príncipe de la Verdad
  • Ø  69° Sabio Caballero de la Rama Dorada de Eléusis
  • Ø  70° Príncipe de la Luz o Patriarca de los Planisferios
  • Ø  71° Sublime Grande Kador o Caballero del Temple
  • Ø  72° Supremo Maestro de la Sabiduría o Caballero de los Argonautas
  • Ø  73° Patriarca de los Fuegos Sagrados o Muy Sabio Mouni
  • Ø  74° Supremo Maestro de la Sloaka o Sublime Maestro de la Stoka
  • Ø  75° Sublime Caballero
  • Ø  76° Interprete de los Jeroglíficos, o Patriarca de Isis
  • Ø  77° Sublime Caballero o Sabio Teósofo
  • Ø  78° Gran Pontífice de la Thebiad
  • Ø  79° Sublime Caballero, Sabio del Redoubtable Sadah
  • Ø  80° Sublime Electo del Santuario de Mazias, Caballero del Vellón Dorado
  • Ø  81° Patriarca de Memphis, Sublime Caballero del Triángulo Luminoso
  • Ø  82° Gran Electo del Templo de Midgard
  • Ø  83° Sublime Electo del Valle de Oddy
  • Ø  84° Patriarca de los Izeds
  • Ø  85° Sublime Sabio, Caballero de Kneph
  • Ø  86° Sublime Filósofo del Valle de Kab, Sublime Maestro del Anillo Luminoso
  • Ø  87° Sublime Príncipe de la Masonería
  • Ø  88° Gran Electo de la Sagrada Cortina
  • Ø  89° Patriarca de la Ciudad Mística o Verdadero Masón Académico
  • Ø  90° Sublime Maestro de la Gran Obra

El Soberano Santuario
Grados Oficiales e Iniciáticos

El Soberano Santuario es el que se encarga de gobernar todo lo concerniente a los Capítulos, Senados y Sublimes Consejos, Templo Místicos.


  • Ø  91° Gran Defensor de la Orden, Soberano Príncipe de Memphis Jefe del Gobierno de la Orden
  • Ø  92° Príncipe de Memphis, Gran Catequista de la Orden
  • Ø  93° Príncipe de Memphis, Gran Regulador General de la Orden
  • Ø  94° Príncipe de Memphis Gran Administrador de la Orden
  • Ø  El último Grado es el No. 95 y pertenece al Príncipe Patriarca Gran Conservador General de la Orden, Soberano Príncipe de los Jefes del Santuario de Memphis, Gran y Poderoso Soberano Imperial de la Orden.

Fuente: Portal Masónico del Guajiro