Saturday, September 26, 2015

“La Francmasonería – Memoria inédita al Duque de Brunswick” de Josep de Maistre

“La Francmasonería – Memoria inédita al Duque de Brunswick”
de Josep de Maistre


Una de las obras fundamentales de la francmasonería del siglo XVIII acaba de ser editada por Ediciones del Arte Real (masonica.es). Nos referimos al libro de Josep de Maistre titulado “La Francmasonería – Memoria inédita al Duque de Brunswick” cuya introducción debemos a Émile Dermenghem y la traducción a Ramón Martí Blanco.




Iniciaremos este breve comentario dando la palabra al propio Dermenghem:

“Es en el curso de un trabajo de investigación de la influencia del esoterismo sobre el pensamiento maistriniano que he obtenido la autorización para copiar los textos inéditos de los archivos familiares del escritor. La pieza principal del expediente «Illuminés» es la Memoria al duque de Brunswick-Lunebourg, Gran Maestro de la Francmasonería escocesa de la Estricta Observancia, en ocasión del Convento de Wilhemsbad (1782). Se trata de un verdadero tratado que sobrepasa en mucho, tanto en lo que se refiere a su longitud como en profundidad, al ámbito de una simple respuesta a la encuesta que lo había provocado. El estilo mismo de esta obra es digno de las mejores páginas del autor; menos oratorio que el de algunas obras de juventud publicadas (trozos de elocuencia impersonal destinados al Senado de Saboya o compuestos con motivo de unas exequias de la realeza), se eleva en ocasiones hasta lo patético y lo bello.”


Sobre Joseph de Maistre

            Se trata, sin dudas, de uno de los personajes más singulares de la masonería del siglo XVIII, protagonista de la convulsionada etapa que comenzó con la transformación de la Estricta Observancia y culminó con la transformación de la antigua masonería y el advenimiento de un nuevo siglo en el que gran parte de los masones europeoa abrazaría la revolución.

            Joseph de Maistre es un caso paradigmático en la compleja trama que subyace tras el fenómeno masónico en el final del siglo XVIII. Constituye un problema para los católicos antimasones, pues si hay algo que está fuera de toda sospecha es justamente el compromiso de Maistre con la Iglesia Romana. Del mismo modo es un problema para los masones racionalistas, para quienes Maistre es una espina difícil de digerir, a la vez que el testimonio más elocuente de la religiosidad que inspiraba a vastos sectores de la francmasonería antes de que fuera agitada por los procesos revolucionarios del siglo XIX.

            De modo que Joseph de Maistre sufre una suerte de doble excomunión pues, como bien señala Maurice Colinon, henos aquí, “ante nosotros un hombre que, aristócrata, se ve acusado de haber derribado al orden privilegiado; emigrado, de haber contribuido a preparar la revolución; católico, de haber conspirado contra el altar; monárquico, de haber urdido un complot contra los reyes; y todo esto porque era indiscutiblemente, irrefutablemente, francmasón”[1]

            Nacido en 1753, ingresó en la francmasonería hacia 1773, con tan sólo veinte años, en la logia Los Tres Morteros de Chambery. Antes de ello había tenido una educación católica a manos de los jesuitas de la congregación de la Asunción. A los quince años pasó a la cofradía de los Penitentes Negros. Tuvo activa participación en los grupos de exiliados saboyanos de Ginebra y Lausane y hasta predicó el catolicismo en Rusia.

            Su logia madre Los Tres Morteros no dejaba de ser una más de aquellas logiasde mesa que abundaban en Francia, en la que Joseph de Maistre no podía sentir otra cosa que desazón y aburrimiento. Hombre muy culto, conocedor de las doctrinas de Saint Martín, no tardó en ser cooptado por la masonería escocesa en donde encontraría su ruta masónica. Junto con otros quince hermanos, se unió a la logia La Sinceridad, que por entonces –año 1778- estaba bajo la jurisdicción de Jean-Baptiste Willermoz, empeñado en la reforma la Estricta Observancia, que derivaría en el Convento de Wilhelmsbad.

            De Maistre pasó rápidamente a conformar el más selecto núcleo que rodeaba a Willermoz y se cree que alcanzó el grado de Gran Profeso, el último grado del Régimen Escocés Rectificado. Es por ello que su testimonio resulta de capital importancia para comprender la visión de la masonería tradicional frente a la irrupción de los elementos revolucionarios en Francia y, particularmente, de las ideas y objetivos de los Iluminados de Baviera.

De la bibliografía existente sobre Joseph de Maistre, la que aporta la información más fidedigna es la obra de Emile Dermenghem -que estamos comentando- de la que nos interesa rescatar la cuestión referente a los bávaros.

            Narra nuestro autor que cuando se publicaron las primeras acusaciones en torno al complot revolucionario de la francmasonería, Joseph de Maistre apenas se conmovió por estos duros ataques. Entendía perfectamente que había un objetivo en la masonería que él integraba, un objetivo que distaba mucho del perseguido por Weishaupt. Era consciente, al igual que muchos referentes de la Orden que uno de los objetivos debía ser la unificación de las Iglesias Cristianas, fragmentadas luego de la Reforma y producto de cruentas guerras religiosas.

            Pero cuando apareció la obra de Barruel (furibundo antimasón), Joseph de Maistre se sintió abrumado y en la necesidad de refutar sus acusaciones. Le enrostra ligereza y se encoleriza por la ignorancia de Lefranc frente al fenómeno del iluminismo. Sin embargo admite que algunos masones pudieron haber participado de la Revolución y que algunas logias pudieron haber tenido actitudes dudosas o abiertamente hostiles al rey como ocurre con el duque de Chartres, gran maestro del Gran Oriente de Francia, de quien nos hemos hablado in extenso en otras ocasiones. Hacia 1797, Joseph de Maistre estaba convencido de que las ideas revolucionarias se habían infiltrando poco a poco en las logias dependientes del Gran Oriente y que algunos dirigentes, llegado el momento de la Revolución, se habían servido de ellas.

Sin embargo, para Maistre el espíritu revolucionario y antirreligioso no había sido engendrado por el iluminismo. Antes al contrario, la corrupción del verdadero iluminismo era la consecuencia de la propaganda revolucionaria en las logias. Decididamente, consideraba que todo el mundo caía en una grave confusión en torno al iluminismo, al cual dividía en tres categorías entre las cuales, a su juicio, no había ninguna relación:

En primer lugar los francmasones corrientes, que resultaban absolutamente inofensivos. En segundo lugar los martinistas franceses y los pietistas silesios que no eran otra cosa que cristianos exaltados. En tercer lugar los Iluminados de Baviera liderados por Weishaupt. Maistre utilizaba el término “iluminista” con cierto aire peyorativo. Y si bien no le otorgaba a los bávaros la paternidad del complot revolucionario “creía que algunos grupos ocultos habrían podido imponerse como objetivo derrocar el trono y la Iglesia” y que “ciertos crímenes contemporáneos le parecía que no hubieran podido llevarse a cabo sin el apoyo secreto de alguna asociación...”

En la medida que pasaron los años, Joseph de Maistre terminó dándole la razón a Barruel y cargando contra Weinshaupt y los illuminati. Hacia 1811 escribía “...No hay la menor duda; su jefe es conocido; sus crímenes, sus proyectos, sus cómplices y sus primeros éxitos lo son también... Ellos han formado el horrible complot para extinguir en Europa el cristianismo y la soberanía...”

            Joseph de Maistre sabía que “la masonería pura y simple” no tenía nada de malo en sí misma y que no sabría cómo alarmar ni a la religión ni al Estado. Esa masonería nada tenía que ver con lo que él definía como la secta de los iluministas... una y a la vez muchas, “más bien un estado del espíritu que una secta circunscripta... el resultado de todo lo malo que se haya podido pensar en tres siglos... un monstruo compuesto de todos los monstruos, y si nosotros no lo matamos, nos matará”.
           
            En definitiva, estamos en presencia de un libro de carácter extraordinario respecto de su contenido como fuente histórica en el sentido más estricto, narrada por uno de los protagonistas de una etapa convulsa y difícil de la historia masónica. Puede adquirirse en Argentina a través de OliveCall Group. 

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[1] Khitrowo, Mme. B. De; “Itinéraires Russes en Orient” (Réimpressión de l’édition 1889; Osnabrück, Otto Séller, 1966
[2] http://www.aciprensa.com/juanpabloii/viajes/tierrasanta/esp-tie2.htm

Publicado por Eduardo R. Callaey  en   http://eduardocallaey.blogspot.pe/





Wednesday, September 9, 2015

Historia de Phaleg - Eliphas Levi

HISTORIA DE PHALEG

Libro del Esplendor de Eliphas Levi (1894)

Cuando los hombres se reunieron en la llanura de Sennaar, bajo el reinado de Nemrod, hubo un arquitecto llamado Phaleg. Era hijo de Heber (Patriarca de la Ley antigua antepasado de Jacob, de quien los hebreos tomaron su nombre. N. del T.), padre de los Hebreos. Y para garantizar a los hombres contra un nuevo diluvio, trazó el plano de una torre. El primer asiento de la torre debía ser circular, teniendo doce puertas y setenta y dos pilares. El segundo cuadrado, con nueve pisos; el tercero, triangular, en espiral de cuarenta y dos vueltas.

El cuarto, en el que la elevación de la torre sería cilíndrica, con setenta dos pisos. Se debería subir, de unos pisos a otros, por siete escaleras. Las puertas de cada piso se debían abrir y cerrar por mecanismos cuyo secreto sería guardado jerárquicamente. Todos los habitantes de la torre debían ser iguales en derechos civiles, y los de los altos no podían vivir sin los auxilios de los de abajo, como éstos tampoco se podían defender contra las sorpresas sin la vigilancia de aquéllos.

Tal era el plan de Phaleg. Pero los obreros fueron infieles al gran arquitecto. Los secretos de arriba fueron revelados a los que trabajaban abajo; no cerraron las puertas, unas las tapiaron, otras las forzaron, para ocupar su sitio en los edificios superiores. Después, todos quisieron trabajar a su guisa, sin cuidarse de los planos de Phaleg. La confusión se enseñoreó de su lenguaje como de sus trabajos, y la torre se hundió en parte y en parte quedo sin terminar, porque los obreros no quisieron ayudarse unos a otros en su trabajo.

La confusión era su lenguaje, se produjo porque no había unidad de pensamiento. Phaleg comprendió entonces que había esperado demasiado de los hombres, al creer que se comprenderían. Pero los hombres le achacaron su falta, y le denunciaron a Nemrod. Nemrod le condenó a muerte. Phaleg desapareció y no se supo lo que había sido de él. Nemrod creyendo que le habían asesinado encargó que le hicieran un ídolo al que dio el nombre de Phaleg, el cual ídolo haría oráculos en favor de la tiranía de Nemrod.

Pero Phaleg había huido al desierto. Dio la vuelta al mundo para expiar su error demasiado generoso. Y donde quiera que se detenía edificaba un tabernáculo triangular. Uno de estos monumentos fue hallado en Prusia, en el año 553 entre los escombros de una mina de sal.

A quince codos de profundidad, se encontró una construcción de forma triangular, en la que había una columna de mármol blanco, sobre cuya base estaba escrita toda la historia en hebreo.

Al lado de esta columna se encontró una tumba de piedra de gres (Nombre genérico de toda roca de textura granulosa. N. del T.), y entre el polvo, una piedra de ágata, en la que había el siguiente epitafio:

Aquí reposan las cenizas del maestro G... H...
de la Torre de Babel...
Adonai le ha perdonado los pecados
de los hombres porque los ha amado.
Ha muerto por ellos en la humillación,
y así ha expirado

el fasto de los ídolos de Nemrod.

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Fuente: Portal Martinista del Guajiro 



HERMANO, YA LLEGASTE A LA PUERTA DEL TEMPLO